La sorpresa de la semana El producto ideal para los que quieren creer que el hombre nunca pisó la Luna sino que todo fue un armado Hollywoodense para engañar al mundo y humillar a la que era la Unión Soviética. También puede pensarse que la nueva película del director de Danny Darko como un subproducto de la serie Lost. Toda esto no la hace mejor o peor, sino que sirve para darle al film un marco adecuado dentro del universo cinematográfico. Un matrimonio se ve envuelto en una trama más que intrincada que termina poniendo en peligro la vida del hijo y llevando a la pareja a una opción de vida o muerte. Todo en la película es oscuro y escurridizo, nada es lo que parece y cuando La caja mortal termina, el espectador no termina de relajarse en la butaca hasta que dejan de pasar los títulos de cierre. Hay una precisa ambientación de época, que se desarrolla todo en medio de los festejos del bicentenario de la independencia de los Estados Unidos, y todo remite a clásicos de aquellos años como Los tres días del cóndor. Es decir, en un panorama de cine insulso y de poca monta The Vox es una película inquietante y eso, para estos tiempos lavados, no es poco.
Puede fallar ¡Steve Carrel y Tina Fey juntos! ¡Una screwball comedy (es decir, una comedia loca) al viejo estilo! ¿Qué puede fallar? se puede preguntar el potencial espectador cuando se entera del estreno de Una noche fuera de serie. Y la respuesta de un crítico, harto de comedietas de segunda que no cubren las expectativas mínimas es: “Todo”. Lo único bueno de esta película es cómo está retratada la ciudad de Nueva York y aunque no se puede decir que se la vea poco en la pantalla grande, son pocas las oportunidades en que no es destruida por alguna calamidad natural, un científico loco o alienígenas que buscan su lugar en el espacio. Steve y Tina hacen de un matrimonio aburrido de Nueva Jersey que tratan de revitalizar la pareja con una salida loca a la Gran Manzana. De este punto de partida anodino arranca esta comedia menos que mediocre, donde ni siquiera Ray Liotta se salva del papelón. Esperen a que la den en cable y cuando vean que está programada, sintonicen los canales de aire.
Si Hawking fuera al cine Villa Laura fue una novela corta que se publicó hace unos años y que si bien no fue un best seller, fue un éxito entre sus lectores que disfrutaron con esa novela que mostraba una relación patética entre dos hermanos mayores(un hombre y una mujer), que una vez muerta su anciana madre se ven obligados a convivir de cierta manera. La novela de Sergio Ducovsky es una demostración de gran manejo de climas tensos y de como una historia chica puede sostener un relato. Daniel Burman tomó esa novela y convocó para encarnar a los hermanos a dos figuras de indudable carisma: Graciela Borges y Antonio Gasalla. Dos hermanos es la transcripción fílmica de esa novela. Marcos (Antonio Gasalla) vive con Meneca (Elena Lucena) su nonagenaria madre y Susana (Graciela Borges) es la encargada de llevar adelante los negocios inmobiliarios de la familia. Cuando la historia empieza, la madre de ambos hermanos muere y Susana se encuentra obligada por sus extraños manejos inmobiliarios a comprar una casa en Villa Laura, un pueblo costero en Uruguay. Los dos hermanos viajan a conocer la casa y Marcos se instala en Villa Laura, donde se empieza a conectar con la gente del lugar y a inaugurar nuevas rutinas que reemplazan a las que tenía mientas vivía con la madre. Alejados entre sí los dos hermanos que hasta ese momento habían llevado adelante una relación simbiótica con roles bien repartidos, se ven lanzados a pensar existencias propias e independientes. Cada vez que uno visita al otro viven juntos pero la tensión aumenta en cada visita. Marcos, juega al ajedrez con un carpintero del lugar y se hace habitué de un grupo de teatro manejado por un director de fama internacional que busca pasar sus últimos años en ese pueblo donde su madre había nacido, pero nunca regresado, y decide montar una versión de Edipo, nada menos. No revelo mucho del argumento si digo que Marcos y ese director de teatro estaban destinados a entenderse. Susana sigue su vida un poco fuera de foco, en la Capital, es una señora paqueta bastante alcohólica que roba la correspondencia del vecino, que se pelea con el resto de la familia, que no da pie con bola en sus manejos económicos. La película esta armada alrededor de la gran Graciela Borges y del muy eficiente Antonio Gasalla: ese es su mérito y a la vez su lado flaco. El patetismo original de la novela se suaviza bastante, a la película le falta dramatismo y también le falta comedia, lo que la transforma en un poco anodina, más allá de las presencias magnéticas de los dos protagonistas, tan magnéticas que funcionan como dos agujeros negros que absorben todo lo que los rodea y se transforman de tal manera, que dejan de ser personajes de una historia para pasar a ser la razón de ser de la película.
Sufro Sam Cahill (Tobey Maguire) es marine, su hermano Tommy (Jake Gylenhall) es un delincuente, el padre de ambos es un militar retirado, alcohólico y golpeador. En el comienzo de la película se ve a la familia de Sam horas antes de que él vuelva al frente. La última cena de la familia se completa con los padres de ambos y la llegada de Tommy, que acaba de cumplir una condena en prisión. Las relaciones familiares son, por decirlo suavemente, tensas y la comida no es precisamente como un encuentro de los Campanelli. Con el marine ya en el frente, su hermano se va acercando a Grace (Natalie Portman), la mujer de su hermano, y en ese plano se maneja todo hasta que desde Afganistán llega la noticia de que el helicóptero de Sam se cayó y el ejército lo declaró muerto. Pero en realidad el marine está en manos del enemigo, en cautiverio y sometido a distintas torturas físicas y psicológicas. Mientras tanto en Estados Unidos los vínculos familiares se van acomodando a la realidad del integrante muerto y entre Grace y Tommy la relación se va haciendo más estrecha y las hijas del marine aprenden a querer al tío. Después de pasar cosas horribles Sam es rescatado de las garras del enemigo y vuelve a su país, pero las huellas de las atrocidades que vivió como prisionero empiezan a incidir en la vida familiar. Y si la relación entre los miembros nunca fue una fiesta, a partir de ahí son directamente un infierno. Hermanos es una película solemne pero no profunda, grave pero no seria, y tensa aunque no por eso interesante. Da un poco de tristeza asistir al trabajo de un grupo de actores a los que hemos visto en situaciones más agradables, entregados a una especie de festival de venas hinchadas y gestos dramáticos, metidos en una trama que no termina de convencer nunca.
Seamos buenos Un sueño posible es un pésimo título, pero teniendo en cuenta que el original hace alusión a una jugada de fútbol americano, se puede entender que los distribuidores buscaran algo más universal. La historia de la que habla la película no es apta para cínicos o para aquellos que no estén dispuestos a entregarse a un relato sobre la bondad y sobre las posibilidades de sobreponerse a lo que el destino nos ha puesto en el camino. Big Mike es un negro enorme cuyo origen es un ghetto negro, el destino de este adolescente enorme es seguramente el de la mayoría de sus amigos del barrio: la droga, la violencia, la cárcel y seguramente una muerte acorde a ese derrotero. Pero Big es rescatado de la calle, primero por un entrenador de fútbol americano de colegio privado que le ve físico para su equipo y presiona a la junta de admisión. El problema es que los resultados académicos del adolescente son desastrosos. Algunos profesores tratan de ayudarlo, otros dudan acerca de si ese es el lugar adecuado para tener a ese habitante de los barrios bajos sin padre y con una madre adicta al crack. En ese punto de la relación entre el colegio y Big Mike aparece en escena la familia Touhy. Leigh Anne Touhy se sorprende un día vendo a su hijo menor hablar con una verdadera montaña humana, de color negro que deambula por el colegio y le pregunta quien es el nuevo amigo y el hijo le dice que es Big Mike. Pocos días después la familia en pleno, mamá, papá, nene y nena se cruzan bajo la lluvia con el enorme adolescente que no tiene donde parar y se lo llevan a dormir a su lujosa casa. Anne Leigh es diseñadora de interiores y decoradora, el padre de la familia es una ex estrella del basket que tiene una cadena de restaurantes. A partir de allí comienza el cuentito de una improbable relación entre esa familia blanca, cristiana y republicana y el adolescente negro. La historia es real y efectivamente el adolescente, negro y gordo llegó a ser una estrella del fútbol americano y esa familia de WASP junto con una tutora demócrata que interpreta Kathy Bates cambió la vida de ese chico, claro, con el esfuerzo del protagonista de la historia. Sandra Bullock encarna a esa rubia de clase alta que se involucra en la vida del desclasado y lo hace con sensibilidad y gracia; no sé si eso merece un Oscar pero lo bueno es que al menos no lo ganó por hacer un personaje con capacidades especiales. Un sueño posible es la película ideal para sacar a pasear al cínico que anida en el argentino medio que mira de costado estas historias y prefiere sospechar antes que creer. Viendo la edición de This is it (sobre los conciertos que iba a dar Michael Jackson cunado murió), me encontré en los extras con dos historias que me sorprendieron una es la de uno de los bailarines que iba a participar del show, un muchacho holandés que enterado de las adiciones se tomó un avión y cinco días después estaba elegido para participar de ese show que prometía ser grandioso. Por otro lado una guitarrista que parece en la banda de Jackson cuenta que llegó ahí a través de My Space. El american way of life, la idea de que si uno vale puede llegar, el you can do it que tanto detestamos, en ocasiones funciona. El espectador que se siente en la butaca para ver esta película tiene que estar abierto a creer, que la gente puede ser buena a pesar de ser republicana, que no todo es un infierno y que aunque uno piense que el origen lo predestina, si pone esfuerzo y se deja ayudar puede burlar al destino. A veces resulta bien.
Se hizo justicia Bad Blake (Jeff Bridges) es un cantante folk que se derrumba lentamente; lleva años tocando en bares de mala muerte, pistas de bowling y repitiendo eternamente las mismas canciones de perdedores y amores fallidos. Blake deja correr su vida entre whisky barato y groupies mayorcitas. Cuando empieza la película el agente de Blake le recrimina por no tener temas nuevos y por negarse a cantar con su ex protegido convertido en estrella. A la vida del protagonista llega una periodista de un diario de pueblo que es sobrina del pianista de ocasión que esa noche le toca como compañero. Bad se enamora una vez más, vuelve a componer se reencuentra con su ex aprendiz, en fin todo parece encaminarse de manera notable, salvo que no puede dejar la bebida y su salud parece derrumbarse al mismo ritmo que su carrera. Esta historia que en manos indolentes pudo haber sido una insoportable película de la semana, gracias a Dios o a quien sea, es otra cosa porque el protagonista es Jeff Bridges y lo rodea un elenco notable encabezado por Maggie Gyllenhall, Collin Farrell y Robert Duval, que además es el productor. Bridges se merece este Oscar tanto como en otras oportunidades, solo hay que recordar El gran Lebowski, por ejemplo. Lo cierto es que lo ganó por esta película que es muy divertida, le permite lucirse y que como bonus, tiene música original de T Bone Burnet. Simplemente imperdible.
La leyenda del indomable Para ver Un maldito policía en Nueva York de Werner Herzog hay que dejar atrás todo lo que uno supone: que es una remake, que el alemán se vendió a Hollywood y que Nicolas Cage en manos de un director de prestigio va a sacar el pie del acelerador. Y hay que olvidarse de todo eso porque: 1- Aunque tome en parte el título de la película de Ferrara (Bad Lieutenant, 1992) no sigue en nada los lineamientos de la “original”; para ser claros, acá no hay ninguna monja violada ni un policía carcomido por la culpa que debe litigar con su conciencia a cada violación de las normas éticas o policiales que comete. 2- Herzog en Hollywood sigue filmando lo que se le canta y mejor aún, les hace creer a sus nuevos patrones que filma lo que ellos esperan para después, subvertirlo desde adentro. 3- Nicolas Cage, lejos de poner un pie en el freno, es empujado por el ritmo de la película a una aceleración del personaje y sus conductas que se adaptan perfectamente al ímpetu que el director alemán le impone al relato. El primer cambio de la trama es que, como ya dijimos, no hay ninguna violación contra una monja sino que es una masacre la que dispara la investigación que arrastrará a Terence McDonagh (el maldito policía en cuestión) a una vorágine de conductas inapropiadas de las que el espectador será testigo, no sin asombro. Hay una dolencia que empuja a McDonagh a consumir Vicodin, un calmante poderoso. Y de ahí a la cocaína hay un paso que el protagonista no tarda en dar. Y hay un elenco sin fisuras en el que sobresalen Val Kilmer y la impactante Eva Mendes en el papel de una prostituta a la que el protagonista explota y comparte con ciertos personajes de la noche, más la música de Mark Ishan, diseñada como un personaje más de una película que vale la pena ver y con la que Herzog parece acatar las convenciones, pero solo para burlarse de ellas.
El artista Terry Gilliam es seguramente el director más personal y barroco de los que están en actividad. Desde los días en que formaba parte de Monty Python le gusta forzar los límites de la representación y el artificio. Liberado del peso que le imponía la obligación de hacer películas en cierta forma episódicas para el lucimiento de todo el grupo, Gilliam dejó volar su imaginación y ya fuera para contar las aventuras del Barón de Münchhausen o para contar una ucronía deprimente como Brasil, Gillian apelaba a distintos lenguajes o texturas y si era necesario dejaba ver los hilos del artificio. El imaginario mundo del Dr. Parnassus vuelve a mostrar a un Gilliam convencido de contar historias mas grandes que la vida, historias aleccionadoras, historias en las que el realismo puede virar al mas extremo non sense, típico de los ingleses (aunque en verdad él sea estadounidense). Un actor que está cumpliendo mil años, Parnasus (Christopher Plummer) esconde un secreto que lo oprime y lo hace sufrir. Lo une un pacto con el demonio según el cual debe entregarle a Belcebú su hija cuando ella cumpla los quince años cosa que cuando empieza la película está a punto de suceder. El asunto es que ese barroquismo y ese jugarse a fondo de Gilliam más de una vez le ha hecho pasar apuros cómo cuando filmando una versión de El quijote de la Mancha todos los dioses se pusieron en su contra y nunca logró terminar esa filmación, pero en cambio de allí salió un excelente documental sobre lo que un artista es capaz de poner en juego en función de terminar su obra y lo que tarde en rendirse. El imaginario… sufrió también problemas en el momento de la filmación. La muerte de uno de sus actores principales, Heath Ledger. Con buena parte de la historia ya filmada, Gilliam suspendió para re escribir el guión y con la ayuda de Colin Farrell, fearrel, Johnny Depp y Jude Law, tomando la responsabilidad de encarar distintas alucinaciones del papel de Ledger, fue que la película llegó a su fin. La película es entonces una ficción alucinada de un director habituado a los desbordes pero también es el documental de cómo Gilliam se la ingenio para burlar a la muerte. En ese punto hay que decir que el film es una proeza artística, una aventura, una quijotada a contramano de lo que el mercado dice que debe hacerse y por eso hay que verla, porque es una causa pérdida y esas son las únicas causas que vale la pena defender.
Anodino pasaje al cine Transcribir una novela a la pantalla grande no es fácil, y es mucho más complicado cuando se trata de textos populares y de alto impacto como las tres novelas de la Trilogía Millennium del sueco Stieg Larsson: La reina en el palacio de las corrientes de aire (2007), La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (2006), y Los hombres que no amaban a las mujeres (2005). Es cierto que al terminar el tercero al lector le queda la sensación de que al bueno de Larsson le quedaba hilo en el carretel y que en la cuarta novela seguramente hubiéramos terminado de conocer todo lo que necesitábamos conocer de Lisbeth Salander, la detective, punk y bisexual de áspero pasado. Pero Larsson se murió por un infarto y su obra quedó en tres libros de alto impacto y muy gancheros. Con el éxito de librería que resultó ser la trilogía era obvio que debían pasar al cine y los suecos lo hicieron. Los hombres que no amaban a las mujeres - Millennium 1 es una película correcta que trata de ser fiel a la novela y esa es la peor decisión que podían tomar. Porque lo que en el libro son momentos de suspenso insoportable, en el film resultan pueriles y la profundidad de los caracteres de los protagonistas no llega a reflejarse. Un periodista de investigación famoso pierde un juicio por calumnias e injurias, el periodista se come el garrón de una sentencia en contra por culpa de una trampa tendida por un magnate. Mientras se apresta a cumplir la sentencia otro grupo poderoso contrata al investigador por una cuestión personal. El periodista se ve envuelto en una trama familiar de corrupción, racismo, incesto y durante la pesquisa aparece en el camino Lisbeth Salander, que es una hacker punk, con problemas de conducta, bisexual y con un pasado que en esta primera parte apenas se vislumbra. Repito, la primera parte de la saga es correcta pero anodina y rutinaria para quienes leyeron la novela, mientras que para los que no tienen idea de la existencia de la trilogía, será apenas una rareza sueca.
Sin alma No son buenos tiempos para el cine musical, que quedó atrapado en el pasaje a la pantalla de algunos éxitos de Broadway. Y si, a veces el truco funciona mejor y otras decididamente no funciona. Nine, una vida de pasión es la versión musical de 8 1/2 de Felllini. Transforma al director en un cliché, a su cine en un pavada, y a sus obsesiones en un chiste. Si ya la obra de teatro dejaba que desear, el paso a la pantalla grande con grandes figuras y con la matrona de matronas, Sophia Loren, en una reaparición triunfal cual Mirtha Legrand del primer mundo, es directamente una catástrofe. Nine, una vida de pasión tiene varios problemas, pero el principal es su falta de alma; después le siguen la pretensión y la falta de vuelo, en donde Daniel Day-Lewis debería ser la quintaesencia Mastroianni, o de Fellini, y termina siéndolo de la nada. Penélope Cruz baila insinuante y se toca un poco, Kate Hudson tiene a su cargo el mejor momento musical y Judi Dench hace un número sobre el Folies Bergère, en su rol de vieja francesa degenerada: lo de vieja le sale pero todo lo otro no aparece. En este punto es donde se tendría que haber parado todo y donde alguien tendría que haber dicho que algo está mal en una película en la que la Dench, que hace una excelente M en la serie Bond, tiene que hacer de madama franchuta. Alguien debería haber parado esa filmación y preguntarse y preguntarle a la producción en qué estaban pensando. El cuadro final donde posan todas las mujeres que rodean al personaje central me hizo acordar a otro dislate pero del cine vernáculo que se llamaba Frutilla y en el que Enrique Carreras se daba el gusto de homenajear a grandes figuras de la escena nacional, haciendo aparecer a Luis Sandrini al final, sin que tuviera nada que ver con la película, con Mercedes Carreras lo anunciara mirando a cámara mientras un teatro lo aplaudía. En ese nivel está Nine…