Guy que me hiciste mal… Sherlock Holmes no es un personaje popular, en el sentido en que se entiende la popularidad por estos días: alto impacto, conocido globalmente, explosivo. Hace años que no se filma ninguna película del personaje y sus libros no son tampoco de alto impacto, aunque algo flota en el imaginario popular y existe le museo y la Casa del Detective - si existe la casa en la que Romeo y Julieta se juraban amor en Verona, por qué no iba a existir luna para los detectives? Las películas originales del personaje protagonizadas por Basil Rathbone mostraban a un inglés reflexivo, reconcentrado, ejecutante de violín. El personaje literario sumaba a esas características la de ser un fumador consuetudinario de opio. Pues bien, el regreso de Sherlock Holmes encuentra al personaje renovado, libre de su flemático carácter british, claro, por obra y gracia de la interpretación de Robert Downey Jr, al igual de lo que pasa con el Dr. Watson, a cargo de Jude Law. Quizás uno, cualquiera, no hubiera elegido a Guy Ritchie para que dirigiera esta película, pero objetivamente, nadie podrá decir -a pesar de su edición pretendidamente ágil y de que pareciera sobrar-, que Ritchie filma mal. Pero si Downey, Law y la bella Rachel McAdams conforman un trío que logra lucirse. Quizás la película no conforme de todo por ese tono de estar de vuelta de todo y que finalmente termina dañándola. Holmes seguramente necesitaba un director más clásico y no tan preocupado en lucirse en cada plano.
Guiones vs. Actores La poco inspirada música que acompaña los títulos de la apertura de esta nueva película de Nancy Meyers es un anuncio de la sensación que le quedará al espectador cuando el film termine. Jane (Meryl Streep) está llegando a un momento de su vida bastante complicado, sus hijos ya están todos independizados y empiezan a dejar la casa familiar, hogar que ha sido manejada siempre por ella, ya que su ex marido, Jake (Alec Baldwin), siempre fue un padre más que ausente que se ha vuelto a casar con una chica más joven que tiene un hijo de cinco años pero quiera un hijo de Jake. Uno de los hijos de ambos se gradúa en Nueva York y Jane y Jake se re descubrirán, tanto que comienzan un amorío. Jake necesita olvidarse el infierno de su nuevo hogar, Jane necesita una alegría. En el medio de esta historia aparece Adam (Steve Martin), el arquitecto encargado de trabajar en la remodelación de la casa de Jane. Lo cierto es que al menos durante la primera hora el trío protagónico se saca chispas y empujan la película, pero entre el guión y la dirección logran doblegar a los actores y aburrir al público. Una pena porque la película se disfruta hasta que una serie de vueltas innecesarias de la historia y el carácter conservador de la resolución borra la buena impresión que deja esa buena primera hora del relato.
Grande a veces significa bueno Cada tanto aparece un director visionario que cambia los parámetros conocidos, que crea una película de esas que algún gran productor del Hollywood clásico calificaba de más grandes que la vida. Avatar tiene ese sino porque James Cameron es uno de esos directores que buscan ser inspiradores y clásicos, pero a la vez intentan correr las fronteras de lo tecnológico. Las imágenes de Avatar son bellas, el relato es fluido, la historia es clásica, lo que se ve en pantalla es por un lado clásico pero por otro novedoso y deja al espectador con la boca abierta. Es cierto que por momento es un patchwork que une Nacido el 4 de julio con Forrest Gump y La guerra de las galaxias, pero la innovación tecnológica, y los FX de última generación elevan la película a otro nivel. Jack Sully es un marine entrenado para actuar y no para pensar, que sufre una lesión en combate y es puesto en suspensión criogénica; pero la muerte de su hermano gemelo, un científico brillante, le da una nueva posibilidad al marine cuya lesión es curable si se tiene dinero pero eso es casi imposible para un cabo. El asunto es que el hermano de Jack estaba trabajando sobre un proyecto de un contratista del ejército para explorar el planeta Pandora. En el lugar hay un grupo de humanoides llamados Na´vi que tienen su hábitat justo encima de la mayor cantera de un mineral que en la Tierra es carísima. El proyecto Avatar implica la creación de humanoides manejados por humanos, igualitos a los Ná´vi, con la idea de meterlos entre los originales. Jack entra al proyecto sin el entrenamiento necesario y choca con la directora científica del proyecto, nuestra vieja amiga Sigourney Weaver (Ripley en la saga Alien cuya segunda parte y acaso la mejor, fue dirigida por Cameron), el marine y la científica no empiezan con el pie derecho mientras que el jefe militar de la operación conecta con Jack y le propone que sea su espía a cambio de conseguirla en la Tierra piernas reales. Por supuesto, el infiltrado ignorante de todo, se infiltra y parece ser un elegido. Se enamora de una nativa, conoce la cultura Na´vi y graba en una especie de confesionario de Gran Hermano sus impresiones. Todo marcha tranquilo hasta que la empresa contratista decide que ya es tiempo de ir por el mineral y decide arrasar el bosque en el que viven y tirar abajo el gran árbol de la vida en el que viven los nativos. Jack, que en su vida como Avatar es casi un Na´vi más, tiene que darse a conocer para decirles a los humanoides que los van a arrasar. La empresa decide atacar por uno de sus informes que había dejado grabado Sully, que además de ser un topo tampoco es un tonto y se da cuenta que no hay nada que los humanos tengan para darles a los Na´vi, que viven conectados al bosque en el que viven de manera muy concreta a través de terminales que los hace ser un parte de una especie de red de redes natural: ¿van a cambiar eso por una gaseosa ligth? se pregunta retóricamente el marine convertido ya en un miembro más de los Na´vi. La lucha de los nativos contra el imperio es contada con ampulosidad, lujo y nervio narrativo, no importa demasiado que las cosas no cierren, que Cameron de repente parezca más cándido que el Spielberg más naïf o que realmente funcione cuando el CEO de la empresa contratista los escucha a Jack y a la científica explicar lo de la conexión con la naturaleza se ríe y les pregunta: ¿que estuvieron fumando allá afuera? Es que más allá de la cuestión hippie del asunto, Avatar no es ni más ni menos que la vieja historia del mal contra el bien narrada con maestría por ese clasicista que es Cameron, que una vez más corre el límite de la técnica para contarnos una historia más grande que la vida y de paso echar una mirada sobre los efectos de la esencia imperial de los Estado Unidos. Como lo hicieron Star Wars, Apocalipsis Now y El Padrino, a través de una mirada supuestamente inocente e infantil al estilo Forrest Gump, que por momentos y por más sorprendente que sea lo que muestra la pantalla se pone un poco melosa y acaso intragable cuando la luz sobre la pantalla desaparece y el espectador vuelve al mundo real.
Años Hace unos días Quintín, ex director de la revista El Amante y del BAFICI, blogger anti kirchnerista y comentarista de Fútbol para todos del canal estatal, refiriéndose al desempeño de Boca en este campeonato escribió lo siguiente: Boca jugó mal de local y de visitante, en defensa y en ataque, de arriba y de abajo, ganando y perdiendo. Era como si los jugadores hubieran perdido las cualidades que los llevaron a ese plantel. Abbondanzieri se hizo varios goles (parecía que nunca lograría atajar un tiro libre), Palermo no los metió durante el lapso más prolongado en su paso por Boca, los veteranos lucían desmoralizados, los jóvenes atemorizados, los defensores se pateaban entre ellos, los volantes se aturdían y los delanteros chocaban. Para colmo, cuando Boca jugaba bien, perdía igual, como ocurrió contra Independiente. Recordé este párrafo mientras veía Juventud sin juventud, imagínense el interés que despierta la película en el espectador que se sienta a ver la última película de Francis Ford Coppola. El director italo americano es cómo este equipo de Boca, un grande que perdió la brújula. Coppola tiene todos los elementos y sabe cómo usarlos pero evidentemente no le sale, la magia no funciona y ya no está para jugar campeonatos. Juventud sin juventud arranca de manera espectacular, Estamos en Rumania, en los años previos a la Segunda Guerra mundial, un lingüista anciano está investigando el origen de los idiomas pero sabe que aún le falta mucho para cerrar su obra. En eso está cuando lo parte un rayo, esto no es una metáfora, le cae un rayo y lo fulmina en plena calle. Lo quema todo y lo deja hecho un carbón ardiente. De ahí va al hospital y a medida que avanza su curación los médicos lo comienzan a interrogar y a pesar de lo que el paciente les informa, que es un anciano de mas de setenta años, el equipo médico se encuentra con que los datos le indican que el hombre que están atendiendo no tiene mas de cuarenta años. El caso atraviesa las paredes del hospital y gana interés en la prensa que empieza a ocuparse del extraño caso, a la par del avance incontenible del ejército Alemán sobre Europa. Uno de los médicos que lo atiende y lo ayuda a tratar de entender que está pasando le pasa el santo y seña de que los nazis lo están buscando y lo quieren estudiar. Dominic se escapa, y en su huida comienza a entender que además de volverse joven, adquirió poderes que no vienen mucho al caso, pero digamos que este es el momento en que la película va ganando interés. El profesor trata de usar sus poderes para completar aquel trabajo sobre el origen de las lenguas y es aquí también donde se empantana el relato. Cuando aparece en su vida una mujer joven igual a un amor al que Dominic en su momento dejó atrás en pos de su investigación. Ahí surgen otras ideas, la transmigración de las almas, la India y el sánscrito. La mujer es además la encarnación de una adolescente india que murió encerrada en una cueva mientras meditaba. A esta altura, el que está a punto de morir de aburrimiento es el espectador. Coppola maneja a sus actores aunque hay un punto en que uno supone que el guión se les hace incomprensible, por más Tim Roth que uno sea. Después de este desquicio, el viejo Francis vino a la Argentina y filmó un desastre llamado Tetro. Uno sabe que es difícil llegar y que es más difícil mantenerse, pero ahora estamos aprendiendo a través de la experiencia del director de El padrino y otras joyas lo duro que es no estar a la altura de lo que se llegó a ser.
Después de las bombas Sarajevo fue el escenario hace algunos años de una guerra civil salvaje que provocó situaciones dramáticas que conmovieron al resto del mundo. Los efectos de esas situaciones se mantienen en el tiempo, son pequeñas bombas de tiempo que de alguna manera u otra detonan hoy. Sarajevo mi amor es una pintura descarnada pero a la vez esperanzada de una sociedad atravesada por el odio del pasado. Una madre y su hija adolescente viven en Sarajevo a salto de mata, la chica asegura ser hija de un héroe de guerra y una excursión con el colegio le da la posibilidad de presentar los papeles que la acreditan como tal. Sustentada en las grandes actuaciones de un elenco sin fisuras la película avanza en la pintura de un mundo devastado y gris en el que malviven sus habitantes recibiendo ayuda internacional, pensiones de guerra y en el caso de los ex combatientes, actuando como sicarios en un mundo al borde de la legalidad todo el tiempo. La falta de cierta fuerza en el relato conspira para que Sarajevo… sea una gran película, pero ya se sabe que los grandes relatos escasean.
Otros cines Quien crea que sólo Hollywood se maneja con fórmulas se equivoca; hay otros cines, lo que no significa que esos otros cines no tengan sus fórmulas. Las fórmulas del cine que no son Hollywood son bastante previsibles: ellos hacen cine de edición rápida, los otros lo lentifican, apelan a la belleza y a la juventud mientras que los otros se las arreglan con gente fea y si es vieja mejor, y más, si además podemos hacer que tengan sexo mejor y no digamos si es una relación shockeante. Con un burro por ejemplo. Gallero pertenece a ese otro cine que digamos, filma a contracorriente. Ese otro cine que circula por los festivales entra en éxtasis si un país como el nuestro manda una película con pobres que viven mal en pasajes desolados. Gallero cumple bastante con la fórmula que el otro cine debe seguir, pero no del todo y entonces es donde falla. Porque al narrar la historia de un encargado de entrenar y cuidar gallos de riña la película opta por un paisajismo pasado de moda, un estilo grandilocuente y populista que no ayuda mucho a meterse en la historia, que por otra parte, es de un minimalismo extremo. Por supuesto no es un cine de salas comerciales ni que busque el éxito inmediato, pero a veces esto sólo, definirse por lo que no se es, no alcanza para hacer algo original, con personalidad y que tenga una entidad superior a tantas películas que buscan su lugar en el mundo dentro del circuito de cine artie o de festivales. En ese mundo es en el que donde Gallero y otras películas por el estilo encuentran el público adecuado par su exhibición y distribución.
Gira mágica y misteriosa Las reglas hay que cumplirlas: si uno compra un Gremlin mejor no darle de comer después de las doce de la noche y alejarlo del agua, si hay un tiburón blanco cerca de un pueblo en los primeros días del verano mejor cerrar las playas, o si viene una niebla tenebrosa mejor quedarse encerrado en casa. Tomás y sus amigos rompen varias reglas en el comienzo de Fantasma de Buenos aires, una de ellas es no romper la copa con la que se intenta hacer contacto con un espíritu, porque de esa manera el espíritu quedará encerrado en la habitación. El guapo Canaveri era el más taita entre los taitas de Palermo, bocón, canchero, peleador, su china lo quería y su grupo de amigos lo seguía, buscando su respeto, sobre todo uno, bajito, embrollón y medio gil que pedía que lo llamen Ventarrón pero al que su Canaveri llamaba Ventolina. Canevari es el fantasma que invocan sin querer el grupo de jóvenes que juegan a la copa y es quien le va a pedir a Tomás meterse en su cuerpo. De ahí en más, el guapo y Tomás empezarán una travesía por Buenos Aires: uno en busca de su pasado el otro, aunque no lo sepa de entrada, en busca del amor. El guapo Canevari no ha pasado a la historia más allá de la foto en una vieja enciclopedia donde aparece junto a Ventarrón y sus amigos. Canevari se entera de que Gardel, ese gordito que cantaba folklore, triunfó y que aquel amigo que trataba con sorna tiene un tango dedicado a su memoria: Ventarrón. Con buen ritmo, gags bien aplicados y convicciones acerca de cómo contar una historia fantástica, Fantasma… es una más que interesante opera prima de Guillermo Grillo, que además logra desmarcarse de lo que suele ser la marca en el orillo de las películas que salen de los directores que han pasado por la Universidad del Cine, institución que se jugó a producir esta comedia fantástica que esperamos que abra un nuevo camino. En el comienzo Grillo le agradece a Manuel por haber querido ver esta película hecha y está bien, no está de mas agradecerle a Manuel Antín que se ve que hizo todo lo que estuvo a su alcance para que Fantasma de Buenos Aires llegue a la pantalla. Vale la pena salir de gira con Tomás y el guapo Canevari y ver como uno cierra el circulo de su historia y el otro encuentra valor para iniciar la suya.
Un puñado de razones para ver 500 días con ella - Porque ninguna película con Zooey Deschanel puede ser mala. - Porque apoyándose en una fórmula conocida, logra dar un paso más - Porque es una comedia romántica que simula contar una historia de amor, pero como demuestra el relato, no es una película de amor - Porque un film que incluya a The Smiths en su banda de sonido, no puede ser mala. - Porque mete en el medio de la nada un número musical coreografiado en la calle, con dibujitos animados y todo. - Porque logra hacer de la demoníaca Los Ángeles, una ciudad lugar amable. - Porque una película que mete historias de edificios y logra hacerlas interesantes, merece verse. - Porque la vieja historia de chico encuentra chica nunca falla - Porque logra ser melancólica sin deprimir al espectador para toda la semana. - Porque los personajes secundarios son queribles y tienen tanta entidad como los protagónicos. - Porque es romántica y oscura al mismo tiempo. - Porque es graciosa pero no estúpida. - Porque muestra que esas cosas que hacen que uno se enamore de otra persona, cuando se acaba la magia se vuelven irritantes. - ¿Ya lo dije? Una película con Zooey Deschanel no puede ser mala.
Noir de estos tiempos ¡Como sufre Louie Schneider (Daniel Auteuil)! ¡Como llueve en Marsellla! ¡Que oscuros que podemos llegar a ser! No tengo nada en contra del policial negro, mas bien todo lo contrario, pero cuando toma el camino de la estilización, de la impostación, es sencillamente insoportable. Mr. 73, la última misión cuenta la historia de un policía en baja, que a partir de un hecho trágico que dejó a su esposa en coma, se lanzó a la bebida y la autodestrucción, de investigador estrella pasa a ser una bomba de tiempo para la sociedad y para la “institución”. Hay una línea del pasado que lo persigue con un asesino serial al estilo Hannibal Lecter y otro asesino serial pero actual, que parece imposible de apresar. Lo malo de la película de Marchal es su pretensión que está más allá de las posibilidades de un director, cuyo único registro es el de una especie de dramatismo exasperante y por ejemplo, en su máximo nivel de incapacidad, plantea una secuencia final con un baño de sangre en paralelo con un nacimiento. Con esa torpe alegoría se llega al final de una película cuyo único efecto sobre el espectador es el de sumirlo en un profundo sopor.
La fiesta parisina Paris era una fiesta en 1936. El Frente Popular ganaba las elecciones y el presidente Léon Blu le daba vía libre a una serie de exigencias de los movimientos obreros. En el medio de ese clima, el de music hall, el “Chansonia” está pasando por una época pésima y su dueño no tiene más remedio que vender. El administrador descubre que su mujer, que es la atracción principal del lugar, lo engaña a la vista de la compañía. La noche de último día del año, se suicida el dueño (antes firma el documento de venta) y el administrador descubre las infidelidades de su mujer. Lo que sigue es la crónica de la caída del teatro y de Pigoil (Gérard Jugnot), su administrador. Una vez cerrado el lugar, llega la autogestión y un grupo de trabajadores en el paro reabre el teatro. al comienzo todo anda bien pero lentamente el fervor del público cae y lo que es peor la estrella que surge del show una cantante llamado Douce es contratada por un productor importante y los abandona. Con un tono que no se decide entre el melodrama y la comedia, La canción de París es una película menor pero simpática, que trae el regreso de Pierre Richard, aquel de las grandes comedias de los ´70, y un elenco sin fisuras.