Jack está en serios problemas. Luego de una noche romántica en un refugio de montaña en los Alpes, por la mañana, él y su compañera son atacados a balazos. Jack tiene reflejos rápidos y mata al agresor y también a su pareja, por sospechar que lo ha traicionado. Jack es un asesino a sueldo con ganas de retirarse. Su contacto es Larry, quien le encarga un último trabajo. Jack sospecha que la próxima víctima puede ser él y recorre parte de Italia haciendo contactos, comprando armas. Trata de no buscar nuevas amistades, pero un cura de pueblo se empeña en ser su amigo y una muchacha con la que pasa la noche, lo busca para estrechar la relación. Por momentos, recuerda el cuento “La espera”, de Jorge Luis Borges, y los films de gangsters melancólicos que protagonizaba Lino Ventura en los 70. George Clooney se muestra a la altura de las circunstancias. Jack no quiere comprometerse afectivamente, pero lo hace. Así y todo, despacha a unos cuantos. Un thriller de estructura clásica, bien resuelto.
Comedia atípica para Jim Carey. Sigue la agitada peripecia de Steven Russell en procura de su identidad. A los 9 años, sus padres le confiesan que es adoptado, que su verdadera madre se los entregó por unos pocos dólares. Ya mayorcito, llega como agente de policía a la casa de su mamá, y esta le mete un portazo en plena cara. Casado y con un hijo, luego de un brutal accidente automovilístico, al salir del coma, decide asumir abiertamente su homosexualidad. Se lo plantea a Debbie, su esposa, y lo echan de casa. Pierde el empleo y anda a los tumbos hasta que se convierte en estafador con diversas identidades. Así, hasta que va a parar a la cárcel y conoce a Phillip Morris, el amor de su vida. Por él, falseará enfermedades que no tiene y cambiará de oficio de manera febril. Demasiados episodios para una sola película, pero el tema atrae y suena bastante provocativo, aunque se vaya por las ramas. Jim Carrey modera sus habituales morisquetas y se empeña a fondo en un trabajo de riesgo.
Primero fue una trilogía de novelas policiales que cautivaron a 12 millones de lectores en todo el mundo. “Millennium”, escrita por el periodista sueco Stieg Larsson no podía demorarse en llegar a la pantalla. “Los hombres que no amaban a las mujeres” es la adaptación del primero de estos relatos y está a la altura del original con todos los honores. Se trata de un thriller tenso que arrastra de la naríz al espectador desde las primeras imágenes, a lo largo de más de dos horas. El protagonista, Mikael Blomkvist, es un arriesgado periodista que se dedica a destapar negocios nada santos. Acaba de perder un juicio y, mientras aguarda una condena en suspenso, le llega una oferta tentadora. Henrik Vanger, octogenario, cabeza de una dinastía poderosa en la región, lo contrata para que averigue qué ocurrió con Harriet, miembro de la familia, desaparecida 40 años atrás sin dejar rastro. En la tarea lo secundará Lisbeth Salander, una muchacha de 24, de aspecto punk, embutida en pantalones y chaqueta de cuero negro, llena de piercings. Lisbeth, de pasado muy oscuro, puesta frente a la computadora es una hacker imbatible. Mikael, divorciado, cuarentón, melancólico, parece su contrafigura. Apenas avanza la encuesta, aparecen una serie de asesinatos anteriores, todos sin resolver. Crímenes de mujeres que podrían comprometer seriamente a la familia Vanger. Como en “El secreto de sus ojos”, las fotos que van apareciendo, con sus rostros de miradas cruzadas, van iluminando las conductas de unos y otros. El pasado cobra protagonismo y se vuelve inquietante. Una intriga cargada de sorpresas.
Desde “Hiroshima, mon amour” (1959), el amor y el tiempo han sido dos temas recurrentes en la obra de Alain Resnais (88). Títulos tan disímiles como “Hace un año en Marienbad”, “Muriel” o “Están tocando nuestra canción”, hablan de ese misterio elusivo y desesperante de las relaciones sentimentales, Apartado de aquel hermetismo de su primera época, su cine se ha vuelto más liviano, más fresco y más cargado de un humor sutil, sin descuidar el misterio. Ahora se trata de parejas mayores. Para Georges (A. Dussollier), encontrar la billetera de Margherite (Z. Azema) puede significar un cambio rotundo en esa vida de pasado oscuro.
Natalia Oreiro no para, y lo bien que hace. Funciona bien en cualquier registro, pero en la comedia se mueve con total frescura. Pudo quedarse cómoda en las telenovelas, o en la canción, pero arriesga. Este es un cuento de hadas contemporáneo, que pueden disfrutar chicos y grandes sin nivelar para abajo. Es el registro primoroso de la vida de Natalia -cuya infancia transcurrió en un pueblito uruguayo, en la década del ‘80, alimentada por la música de los Parchís, la coreografía de “Flashdance”, las vinchas flúo y gran consumo de telenovelas-, pero con otros resultados. Porque los sueños y anhelos de triunfo de la protagonista se estrellan con la dura realidad. A Natalia la rebotan en todos los castings y acaba cantando y bailando en un curioso parque de atracciones, disfrazada de Tabla de la Ley. Coproducción entre Argentina, Uruguay y España, funciona gracias a un formidable trabajo de equipo. El musical es un género plagado de riesgos, pero acá nadie da la nota en falso. En esta aventura caben el amor y el espanto, la ternura y el riesgo, no faltan la pérfida Cándida (también a cargo de Oreiro), un Cristo que sale de la cruz para besar apasionadamente a Natalia, secuencias tenebrosas, y las presencias invalorables de Diego Reinhold, Rossy De Palma y Jeanette Rodríguez como hada madrina. Dirigida con elegancia por el debutante Martín Sastre, cuenta con música de Ale Sergi (más algún aporte de Ricardo Mollo) y apunta al definitivo triunfo de la voluntad, en una sociedad que discrimina al diferente.
Parece que la cuarta será la vencida. La primera recaudó cerca de 500 millones de dólares. La segunda, duplicó esa suma. La tercera tuvo un resultado algo inferior en la taquilla (unos 800 millones de verdes), pero no defraudó. La fórmula era eficaz: se trataba de tomar los elementos y personajes de los clásicos cuentos de hadas, y darlos vuelta como un guante. De pronto, el ogro verde en vez de asustar se convertía en héroe, y la princesa acababa siendo tan fea y rechoncha como él, pero ambos lucían encantadores. Aparecía el Gato con Botas y otros personajes entrañables del género. ¿Cómo cerrar esta saga que venía tan bien? Redoblando la apuesta. Shrek aparece hundido en una vida rutinaria, añorando los días en que era un verdadero ogro, cuando aparece el diablo para tentarlo con la apariencia del sinuoso Rumpelstiltskin (un personaje creado por los hermanos Grimm en 1812) proponiéndole uno de esos pactos que no perdonan. El villano, ansioso por conquistar el reino de Un Lugar Muy Lejano, le ofrece a Shrek un día como verdadero ogro. El precio a pagar será altísimo. De pronto, Shrek ya no es un héroe popular, sino una criatura que mete miedo. En esa otra realidad, el villano es el rey , los ogros son perseguidos sin piedad y Shrek y Fiona no se conocen. La posibilidad de escapar de esa trampa es el tema apasionante de este cuarto capítulo que se anuncia como definitivo. El film, que se proyecta en 3D en algunas salas, en su versión original cuenta con las voces de Mike Myers, Camerón Díaz y Antonio Banderas.