La Profecía del 11-11-11 narra la historia de Joseph, un escritor ateo, que cuenta con una enorme legión de fans a lo largo del mundo. Perturbado por la terrible muerte de su hijo y esposa, sufre un accidente automovilístico exactamente a la misma hora, 11:11. Como si no fuera poco, recibe la llamada de su hermano Samuel, de profesión sacerdote, para que viaje a España, y así estar juntos ante el inminente destino de su padre ante una enfermedad, estando cercana la fecha del 11 de noviembre del 2011...
La vuelta del espía del recontra espionaje… ingles. Hace ya casi 10 años que se lanzó la primera película de Johnny English. Si bien no se suponía una genialidad, lograba desprender a Rowan Atkinson del ya gastado personaje de Mr Bean, además que era una decente parodia del cine de espionaje de esa época...
Mientras uno esta viendo Antes del Estreno, el sentimiento de estar observando algo inspirado en el cine que realizaba John Cassavetes va tomando cada vez más fuerza, aun con más certeza a su famosa Opening Night. Pero también siente que dicha inspiración es excesiva, que desborda hasta el límite de sobrepasar la inspiración...
Assasin's Creed: Los Mosqueteros Estamos ante una nueva versión del clásico literario escrito por Alejandro Dumas. En esta ocasión se siguió el mismo camino que está recorriendo Guy Ritchie con su Sherlock Holmes: ritmo trepidante para una película que apunta claramente a la gente joven...
Estamos ante supuestamente la última —o una de las ultimas— películas de Steven Soderbergh. Teniendo en cuenta los diversos temas y tonos de sus diferentes obras, no asombra que nos presente otra historia coral, con múltiples puntos de vista sobre un mismo tema.
El poder de la mente Will Atenton es un prestigioso editor de libros de New York. Tras renunciar a su trabajo para pasar más tiempo con su familia, él y los suyos se instalan en un barrio apartado de las grandes urbes. En pleno proceso de acondicionamiento de la nueva casa, se entera que en ese mismo sitio se cometió un horrible asesinato múltiple, y el responsable posiblemente este merodeando de nuevo el lugar. Hasta ahí es lo que se debe contar del film para no arruinárselo a nadie, si es que aún no se vio un tráiler que destripa y quita toda sorpresa que podría generar la película. De todas formas estamos ante un género que a esta altura ya difícilmente logre sorprender. La rama del “suspenso psicológico” parece totalmente estancada, siendo pocos los guionistas y realizadores que se atreven a producir algo nuevo. Cuando esto sucede, se encuentran films muy fallidos o sobresalientes. Por desgracia, este no es el caso, ya que estamos ante una propuesta poco atrevida a la hora de romper moldes. Con un guión que claramente es el punto más flojo del film, vamos pasando por cada uno de los clichés del subgénero (susto con subidón de música incluido). Y no solo eso: también hay situaciones bastante forzadas que rozan lo ridículo, teniendo el personaje del desaprovechado Elias Koteas. Otro ejemplo del mediocre guión es el amague que se hace en profundizar determinadas historias, pero que luego nunca más se tocan y dejan al espectador bastante descolocado mientras ve el film, como el tanteo de romance entre Watts y Craig. Si la película se mantiene a flote es principalmente por los actores; si bien ninguno ganara algún premio por esta película, al ser tan versátiles y sólidos en lo que hacen dejan bien parados a sus personajes, sobre todo la siempre bella y rendidora Rachel Weisz, logrando transmitir bastante aire onírico a su alter ego filmico. Otro punto a favor del film es el trabajo de iluminación a cargo de Caleb Deschanel. Sinceramente no es ninguna maravilla, pero logra transmitir el clima opresivo y hasta claustrofóbico en la residencia de los Atenton, el gélido clima de invierno en el que transcurre toda la película, y sobre todo cuando la historia se centra en el estado mental del personaje de Daniel Craig. Un film de suspenso bastante fallido, que en ningún momento arriesga a pesar de tener material para hacerlo, pero que no sólo se queda cojo desde el guión, sino que el propio director (recordemos que tuvo 3 nominaciones a los Oscars) tampoco le pone mucha personalidad al film. Quienes sólo quieran ver una película más sobre “suspenso psicológico”, no se desepecionaran, pero aquellos que busquen algo nuevo o bueno, recordaran a este film como “esa en donde Craig y Weisz se pusieron en pareja”.
Basada en hechos reales, Asesinos de Elite nos cuenta la historia de un trío de mercenarios que deben eliminar a otros tres asesinos, culpables de las muertes de los hijos mayores de un jeque propietario de tierras llenas de petróleo. Lo que no saben es que ellos también están siendo seguidos por los superiores de sus objetivos, para eliminarlos antes de que cumplan con su trabajo. Quienes sólo vieron el tráiler, sin saber la sinopsis, se sorprenderán bastante mientras están viendo la película, algo que le pasó a quien les escribe. Estamos ante esos molestos casos donde el avance es traicionero, mostrando partes de la película que crean una concepción errónea en el espectador sobre la misma, en este caso, casi convirtiéndola en una entrega de otro género al que finalmente pertenece. Algo similar se vio a principio de año con Desconocido, donde la trama de espionaje era la que llevaba el peso de la película y no la de acción como falsamente se vio luego en pantalla. Asesinos de Elite va por este mismo camino: alejada de la acción pura y constante, se centra más en una trama de espionaje y contraespionaje, mucho más cercana a la clásica “el gato y el ratón”. Si debemos compararla con algún film —salvando las distancias técnicas y actorales— sería Múnich, aunque en la obra de Gary McKendry hay bastante más acción. Y hablando de la acción, está bien dosificada a lo largo de las casi dos horas de metraje, logrando que cada tiroteo, pelea o persecución tenga sentido y no sea una sucesión de escenas vertiginosas. La mano del primerizo McKendry es bastante decente, optando por planos abiertos a la hora de mostrar tiroteos y persecuciones, y un poco más cerrados en las peleas cuerpo a cuerpo, pero sin caer en el recurso de poner cientos de planos cortos por segundo ni de mover frenéticamente la cámara al estilo Michael Bay. Las corografías también están bien realizadas, sobre todos las de peleas a mano limpia, y principalmente cuando se dan entre Jason Statham y Clive Owen, quienes demuestran bastante química tanto para pelear como para compartir escenas de diálogos. Aunque también debemos en tener en cuenta un par de puntos negativos que restan enteros al conjunto. Llegando al cuarto final de metraje, la película se hace larga, algo reprochable porque estamos ante un film inferior a las dos horas. El otro punto es algo ya casi recurrente en las películas protagonizadas por Jason Statham: el tema del asesino que busca la redención, cansado de matar. Si bien el inglés siempre rinde en películas de acción, ya empieza a ser repetitivo, dejando la sensación que en todas las películas interpreta al mismo personaje que se recicla una y otra vez. De hecho su sub trama de amor es idéntica a la de Los Indestructibles. En conclusión, estamos ante un aceptable film de acción con bastante de espionaje, sin pretensiones algunas de ser una obra maestra, pero que al tener un tráiler traicionero y un guión con altibajos, deja la sensación de que podría haber sido mucho mejor.
Hola Don Gato, tanto tiempo Como esta de moda, aquellos dibujitos clásicos con los que toda una generación creció (crecimos), tienen una nueva vida en la actualidad. Ya paso con Los Pitufos, luego el clásico de Disney El Rey León con su reestreno en 3D. Ahora, a más de 50 años desde su creación, finalmente le toca a Don Gato y su Pandilla, también en tres dimensiones. Al igual que lo sucedido con los pequeñines azules, la película del gato más famoso —junto con Félix y Garfield— apunta a los más chicos. Con un humor que huele a rancio, los gags se reparten entre caídas, situaciones ridículas y algún comentario lanzado generalmente por Don Gato. La comicidad del film se siente vieja. Seguramente los menores del hogar responderán con risas, pero quienes ya estén acostumbrados a otros dibujos más actuales, seguramente se decepcionaran, y para quienes ya somos bastante grandes, preferiremos recordar con nostalgia algo que claramente envejeció bastante mal. Pero donde el humor falla, la historia suma, no sólo limitándose a ser una sucesión de gags, sino también al intentar dejarles un mensaje a los niños. Como se comento inicialmente en la crítica, mucho tiempo paso desde el nacimiento del dibujo original hasta el día de hoy, muchas cosas cambiaron. Entre ellas, la tecnología. Si bien la película está hecha con los nuevos medios de animación, la historia le enseña a los chicos que no siempre lo más avanzado es lo mejor, y sobretodo, que nunca nada superará al toque humano (o felino) a la hora de hacer las cosas. Este punto merece un aplauso para los guionistas Tim McKeon y Kevin Seccia. Otro punto a favor es la animación propiamente dicha, a cargo de Anima Estudios. Si bien se nota la digitalización en los personajes (recordemos que estamos ante otro film en 3D), la sensación de 2D, de dibujo clásico pasado a la tercera dimensión, logra mantener el espíritu original de la serie. Pero más allá de los apartados técnicos y el análisis de la historia, estamos ante un caso sumamente curioso. Seguramente pocos saben que Don Gato en USA fue un total fracaso en la década del 60, llegando a emitirse pocos capítulos (algunos dicen 29, otros que fueron 31 episodio). Pero fue en Latinoamérica donde realmente el felino triunfó. Por eso la gente de Hanna Barbera le cedió el armado de la animación a Anima Estudios, y solamente se quedaron con el rol de productores. Se apuesta a que la película triunfe en México y Sudamérica, algo que seguramente sucederá, aunque habrá que ver si las nuevas generaciones se enganchan con las travesuras de Don Gato y su Pandilla. Mientras tanto, los más grandes recordaremos nuestra infancia, aunque la película huela a viejo.
El robotxeo más espectacular de todos Para poder analizar bien esta película, primero que nada debemos entender bien su historia. En un futuro cercano, el boxeo y el resto de los deportes de combate desaparecieron, cediendo su lugar a las peleas de robots, tanto de forma ilegal como en ligas mundiales. Charlie, un ex boxeador que tuvo sus 15 segundos de fama, intenta vivir de este nuevo deporte sin demasiada suerte. Pero la vida le da una sorpresa cuando, repentinamente, debe hacerse cargo de su hijo Max, a quien no ve desde su nacimiento. Repasando la sinopsis, nos encontramos con un perdedor ligado al deporte, más precisamente con el boxeo; si están pensando en Rocky, están en lo correcto. Los paralelismos con la saga de Stallone son varios, sobre todo en las peleas de robots, donde seguro recordarán grandes momentos del púgil más famoso del cine. Pero también del breve repaso de la historia se desprende qué tipo de película tenemos enfrente. Estamos ante una propuesta que no busca ser una obra maestra, ni convertirse de culto con el paso de los años, sino solo ofrecer entretenimiento directo y fácil de digerir. Y si entendemos el film así, seguramente disfrutaremos de las poco más de dos horas de metraje. Obviamente el plato fuerte son las peleas de robots. Tanto por el nivel técnico, donde el CGI jamás se hace evidente —ni siquiera cuando comparten pantalla con humanos— como en la mano del director. El no uso de 3D es un acierto, dando libertad absoluta al movimiento de las maquinas en las peleas, sin caer en lo que seguramente hubiera sido un bombardeo de trompadas a pantalla para impresionar al espectador. El director Shawn Levy muestra bastante pericia a la hora de filmar las escenas de acción, evitando la nueva moda de cientos de planos por segundo. Levy utiliza un ritmo pausado y de cámara firme para mostrar la destrucción de robots. Otro punto que se agradece, ya que se puede apreciar con detalle la espectacularidad de la imagen. Otro punto a favor del film es el propio Hugh Jackman. Como es habitual en el australiano, desprende carisma a cada momento que sale en pantalla, y en esta ocasión, a esto se le suma la enorme química que hay entre Jackman y Dakota Goyo, el pequeño que interpreta a Max, hijo del ex Wolverine en la ficción. Estamos ante uno de esos casos donde el espectador siente que los actores la pasaron bien filmando entre ellos. Gigantes de Acero es una película sincera consigo misma y con lo que le promete al espectador, espectáculo y entretenimiento sin prejuicios por intentar hacer más de lo que es. En los tiempos que corren, esto escasea, tanto como una buena pelea de box.
El bárbaro más blandito de todos. Hace casi dos décadas se lanzó un film que al día de hoy se lo puede considerar de culto, Conan: El Bárbaro (Conan: The Barbarian, 1982). Dicho film además de convertirse en un icono del cine de luchas con espadas y brujería, también empujó a la fama al poco conocido por ese entonces: Arnold Schwarzenegger. Dos años después surgió una secuela que mucho dejó que desear y el rumor de una tercera entrega que jamás logró concretarse, dejando así a la original Conan en el lugar del film que marcó a una generación entera como una de sus películas de la infancia. En esta ocasión, la estrofa que inmortalizó Gardel en su tango “Volver” parece no cumplirse, veinte años es mucho tiempo, incluso para el más bravo de los aventureros bárbaros. Ahora el cimmeriano es interpretado por Jason Mamoa (a quien recientemente se lo vio como un guerrero salvaje, en la serie Juego de Tronos). Ya con solo ver al actor podemos intuir el tono de este film. Pasamos de ver una montaña de músculos como lo era Schwarzenegger en su juventud a alguien más estilizado, morocho con un aspecto bronceado que a más de uno le recordará a un surfista metrosexual que a un vikingo. Pero no solo el aspecto físico cambió, sino también el carácter. Cuando el primer Conan del cine acababa con sus enemigos en pocos y brutales espadazos, la nueva versión lo hace con un estilo de pelea que recuerda al Jiu Jitsu, es decir, más coreografía, menos salvajismo. La bestialidad innata del film de 1982 y su secuela también se perdieron, ya no veremos al cimmeriano “noqueando” a un camello de un solo golpe de mano limpia, ni bebiendo y comiendo sin modales. Es una pena que estos detalles se perdieran, ya que son pequeñas actitudes que terminan definiendo al personaje en cuestión. Pero, a favor de esta versión debemos decir que la presencia de sangre por doquier y desmembramientos en primer plano abundan, algo que en la original se sentía en falta. No solo el personaje principal adolece de “liviandad”, el film en su integridad, y sobre todo el guión de Thomas Dean Donnelly y Joshua Oppenheimer se encuentran con la misma carencia. Siguiendo los parámetros del cine de aventura y acción más trillado, vemos todos los pasos obvios en una historia de este tipo: un inicio con voz en off que nos explica absolutamente todo lo que pasó y pasará, una escena de un adolecente Conan donde supuestamente se explican sus motivaciones, muchas escenas de acción filmadas de forma frenética, diálogos que provocan vergüenza ajena y el final donde el malo muere de forma irónica. Es una pena que al intentar darle ritmo al film, se cayera en todos los clichés del género y muchas cosas pasan sin arbitrariedad para que el film no entre en un ritmo pausado, malentendiendo que ritmo es igual a vértigo, cuando con un guión un poco más trabajado y una cámara más estable, la brutalidad en la lucha y el temple de acero que caracteriza a Conan se hubiera logrado transmitir. Si bien el trabajo de vestuario es soberbio y la fotografía logra cumplir su difícil tarea, la falta de carisma del personaje principal y el mediocre guión hacen que el film jamás despegue. En conclusión, Conan: El Bárbaro es una película fallida que se podría tomar como análisis para ver los parámetros en los que se maneja Hollywood a la hora de hacer una cinta de aventuras y acción, donde parece que todo sale del mismo molde, como la espada de Conan.