"Después de la tormenta", relaciones peligrosas La película del japonés Hirokazu Koreeda es un drama que no se priva de ciertos toques cómicos. Ryota vive en el pasado, en sus momentos de gloria como premiado autor. Tras divorciarse, gasta en las carreras todo el dinero que gana como detective privado y no puede pagar la pensión alimenticia de su hijo. En realidad, es un experto en frustraciones, ya sea como escritor, como marido y como padre. Por lo cual, tras la muerte de su progenitor, trata de retomar las riendas de su vida y hacerse un hueco en la de su hijo. Una inesperada tormenta reúne a la familia de nuevo en casa de la madre de Ryota. Un tifón que, por una noche, le dará la oportunidad de encontrar los hilos que vuelvan a unir a los miembros de lo que alguna vez fue su familia. El tema de Koreeda en "Después de la tormenta" es la familia y sus vínculos, sobre todo la relación entre padres e hijos, no siempre sanos y transparentes. Asimismo, todo cristaliza durante la brava tormenta, una especie de refugio no sólo de la tempestad natural sino también de los sentimientos familiares. El plus: un final de antología.
La voz de la venganza La bella voz de Mohammed Assaf contrasta con las imágenes en ruinas de Gaza, pero también es una oportunidad para redescubrir al olvidado pueblo palestino. La película narra la historia real del joven ganador del concurso Arab Idol y en el fenómeno social que se convirtió, en un contexto histórico dramático pero a partir de un relato entretenido y con el toque justo de comedia a fin de evitar cualquier golpe bajo. Mohammed Assaf es un humilde joven palestino procedente de la Franja de Gaza que hace hasta lo imposible por llegar a la capital de Egipto para concursar en el Idol, versión árabe. La película está dividida en dos partes muy precisa. En el inicio -la Franja de Gaza, año 2000- la historia se centra en contar la vida de cuatro niños -Mohammed Assaf, su hermana y dos amigos más- que desean ser músicos profesionales, hacer música por encima de la desaprobación de la religión y la política de su país, y encima incluir en el grupo una mujer, además de obtener dinero a toda costa para poder hacerse con el equipo, y siempre bajo la sombra del conflicto bélico y atrapados entre las fronteras, aunque la cuestión política subyace como fondo del relato. En la segunda parte, Mohammed Assaf está listo para cruzar la ruinosa y conflictiva frontera y arribar a El Cairo para poder convertirse no sólo en una estrella de la canción sino además, y sin buscarlo, en una esperanza del pueblo palestino. En su suerte en el concurso parece estar depositadas las esperanzas de miles de palestinos. Una muy buena película aunque nos traiga el recuerdo de "¿Quien quiere ser millonario?", el filme de Danny Boyle de 2008.
Buenas intenciones Entre guiños e intenciones, la comedia de la española Inés París busca tener ese tipo de guión lleno de imaginación y un humor que busca escandalizar a partir de personajes generalmente trágicos y decadentes, todo esto propio del cine de Pedro Almodóvar, y por otro lado, intenta lograr el tono oscuro y siniestro de las películas de Alex de la Iglesia... Lo cierto es que “La noche que mi madre mató a mi padre” se queda a mitad de camino, es decir, desborda de buenas intenciones y hasta se desvive por escandalizarnos e incomodarnos por sus grotescas situaciones, entre brutales, trágicas y ridículas, pero... no te hace reír. Y, en pocos minutos, su aparente consistencia se desvanece como agua nieve entre los dedos. “La noche que...” es una comedia española donde la estrella es el argentino Diego Peretti que interpreta al actor Diego Peretti, quien llega a España para protagonizar una película comandada por un escritor y cineasta algo inestable junto a un grupo de personajes grotescos, entre ellos su socia y ex mujer y su nueva esposa actriz divorciada de un actor desocupado, y un cuarteto de hijos en común y por separado. A este enredo algo predecible se suman Peretti y un muerto en el baño, pero lo mismo la historia desbarranca.
Una historia de venganza El viajante" es un relato eminentemente urbano —los reflejos de los edificios de Teherán se cuelan a cada rato en el filme— y es una historia de venganza. La de Emad, sobre el hombre que entró y salió de su casa en su ausencia y golpeó a su mujer que estaba en el baño a punto de ducharse. Lo que pasó en ese instante y en ese departamento será un misterio que recorrerá la película de punta a punta. La historia de "El viajante" es la de un matrimonio de actores de teatro de Teherán que abandona su departamento por peligro de un derrumbe. Por fortuna, uno de sus compañeros de elenco de la puesta "Muerte de un viajante" (que no tiene correlato ni metáfora alguna con la historia que cuenta el filme) les ofrece una vivienda por un tiempo. Claro que ninguno sabe hasta ese momento los problemas que le acarreará a la pareja el nuevo departamento. Es de destacar la maestría de Farhadi para ir formando una enorme bola de nieve desde un incidente doméstico, a partir del cual aparecen revelaciones relacionadas a lo lejana que siente la gente a la Justicia y al patético honor masculino. Una gran película, ganadora del Oscar al mejor filme extranjero; drama familiar, intriga, emociones fuertes y sentimientos miserables, con una cámara siempre inquieta y pegada al ritmo nervioso de los personajes.
Bostezo en la oscuridad En la mayoría de las películas de suspenso los personajes se sienten más cómodos recorriendo sus casas a oscuras en lugar de prender la luz... Bueno, “Presencia siniestra” cuenta con varias de esta ya repetida escena, entre otros lugares comunes del género. M. Night Shyamalan dejó una profunda huella con su intensa “Sexto sentido”, pero lamentablemente en esa huella la mayoría de las películas que quisieron seguir el paso, hicieron sapo. Este también es el caso de “Presencia siniestra”, que sólo cuenta con la atracción de que Naomi Watts es la protagonista del filme. Pero, claro, no alcanza. Watts hace de Mary, una psicóloga infantil que vive aislada en una casa del bosque con su hijastro Stephen, un adolescente en estado vegetativo desde el accidente de coche en que murió su padre y marido de Mary. Al mismo, tiempo aparece y desaparece un niño que es paciente de Mary, y también aparecen los primeros ruidos misteriosos en la casa. Encima, se acerca una gran tormenta, pero lo mismo las escenas son largas, oscuras, lentas, silenciosas... Un gran bostezo. Y cuando llega el terror y el suspenso intenta apoderarse de la historia, la audiencia seguramente ya está desencantada y entonces todo se parece demasiado a un gran truco.
Los niños de Chomsky Relato familiar y fábula moral, además de homenaje a Noam Chomsky, seguramente el teórico de izquierda más importante de Estados Unidos —con sus frases, su figura y hasta su cumpleaños—. Todo esto es “Capitán fantástico”, un filme nacido en las fauces de la mismísima industria y diseñado para entretener al gran público. El lado de fábula irreverente significa criar a tus hijos al margen de la sociedad de consumo, sin relación alguna con otros humanos, reemplazar la educación oficial con la enseñanza del mismo padre impartiendo clases cuasi-militares de cultura e historia, matemática y filosofía, idiomas y política, supervivencia física e intelectual, etcétera etcétera. Sí, un padre tan cercano al solitario e inconformista Henry David Thoreau que escribió “Walden” o al Zaratustra nietzscheano como a un tirano excéntrico con pinta de hippie viejo. Así la cuestión, la historia de Ben Cash —el padre de espíritu libre y arrogante— y sus seis hijos, de su traslado obligado y traumático de ese rincón en el mundo, un verdadero paraíso natural, a la urbe, se debate entre el mensaje moral y el entretenimiento, a veces a través de escenas traídas de los pelos... pero, es cierto también hay que tener en cuenta de que se trata sólo de una fábula.
La historia de un fracaso El argumento es bien terrenal y universal. Una pareja se está separando, pero momentáneamente sigue viviendo bajo el mismo techo, con sus dos hijas, porque él no tiene los medios para pagarse un alquiler. Parece una historia argentina, pero no, llega de Bélgica. Viven en una casa que ella -Marie- pagó y que él -Boris- refaccionó. A partir de esta situación, se desarrolla una película llena de tensión e incomodidad, siempre al borde del descontrol emocional, de la situación límite, pero contenida a tiempo, es decir un filme que nos remite al recuerdo de las películas de Ingmar Bergman, sobre todo a aquella "Escenas de la vida conyugal". Con las muy buenas actuaciones de Berenice Bejo y Cédric Kahn, la pareja enfrenta no sólo el conflicto sobre cómo se repartirán la casa donde aún conviven sino que emerge una historia entre líneas de conflicto de clases, además del amor de 15 años de una pareja convertido en desamor. Obviamente, con estos ingredientes el clima del filme es agobiante. Encima, el relato es puro presente entre las cuatro paredes de la casa, no hay registros del pasado ni explicación alguna del motivo de la separación. Todo se centra en un cara a cara de la (ex) pareja, en un drama cerrado y sin desbordes (tan lejos de por ejemplo "La guerra de los Roses") pero que logra mantener el interés hasta el final. Y, hay que admitirlo, con el hombre –Boris- como la víctima de la circunstancia.
Un hombre mentiroso Con su estructura hitchcockeana, su clima de “no hay escapatoria” y su estrategia para hacer del espectador un sufrido y angustiado cómplice de las barbaridades que hace el protagonista, el filme francés “Un hombre perfecto” entretiene y convence, casi como un encantador de serpientes. Y si bien ese hombre perfecto no llega a ser un perfecto sociópata (se le caen un par de lágrimas tras algunas de sus aberraciones), es un joven en principio arribista y luego, por lo menos, un hombre de doble moral. Se trata de la historia de un joven escritor sin talento o sin suerte, ya que su novela es rechazada por varias editoriales, y que en su trabajo en mudanzas se encuentra con un viejo texto abandonado y escrito a mano. Cuando el joven se apropia del mismo, empieza a tipearlo en su notebook y logra un abrupto éxito editorial, hasta el más distraído sabe de antemano que la historia no va a terminar bien y que la película se convertirá irremediablemente en un thriller, en una historia negra, donde las mentiras terminarán manchadas de sangre... Una buena película —con un desenlace nada convencional— a pesar de cierto apuro en la dirección y en el guión en la segunda mitad del filme, y también a pesar de varias incredulidades argumentales.
El regreso de los viejos y queridos héroes galácticos “Star Wars” son muchas películas en una misma historia que se repite siempre a partir de tres ejes: la acción, el dramón familiar y la historia política del planeta Tierra llevada a toda la galaxia. Con el esperado estreno de “El despertar de la Fuerza” ya son tres las generaciones familiares odiándose y amándose, enfrentándose y reconciliándose, y esta idea es fundamental a la hora de entender la saga. También, hoy son tres las generaciones de seguidores alcanzados por la saga inaugurada en 1977 con “Una nueva esperanza”. Casi 40 años de distancia entre aquel estreno inesperadamente exitoso, con planetas de tergopol colgando, maquetas, y naves y guerreros rígidos como soldaditos de plomo, a este estreno en 3D, tan sobrio como fluido. “El despertar de la Fuerza” no hace un derroche de lo digital, tal cual ocurrió en la trilogía de precuelas realizadas por el mismo Lucas entre 1999 y 2005, películas subestimadas hasta por los propios seguidores, a pesar de que fueron siempre muy útiles para entender la historia. Pero sí, es cierto, la nueva película está lejos de estas precuelas. Hasta las naves se parecen más a las de los años 70 y 80. No es casual la reaparición de aquella enorme chatarra voladora de Han Solo llamada Halcón Milenario. Ni es un mero guiño al pasado, sino que la vieja nave viene acompañada por el mismísimo Han Solo, la princesa Leia, Lucas Skywalker y el lanudo Chewbacca. Los héroes de las primeras tres películas. Los seguidores de la saga seguramente se emocionaron con el abrazo entre Solo y Leia —Harrison Ford y Carrie Fisher—, ahora dos adorables setentones. El despiadado paso del tiempo no perdona a nadie, ni siquiera a los héroes del séptimo arte. Se sabe, Solo y Leia están tan grandes como muchos de sus fans. “El despertar...” es la secuela de “El regreso del Jedi” (1983). Pasaron tres décadas y la galaxia está gobernada por la Primera Orden, nacida de las propias cenizas del Imperio. En la vereda de enfrente están los resabios de la República y la Resistencia, liderada por la ex princesa Leila. Estos están a la búsqueda de Luke, oculto en algún recóndito planeta. Es esencial su regreso para que no desaparezcan los Jedi. El Lado Oscuro también quiere saber su paradero, claro que por otros motivos, pero, sin embargo, nadie parece saber dónde está el ahora viejo Jedi. Por todo esto, eran necesarios los regresos a la saga de Ford, Fisher y Mark Hamill (Luke). Por otra parte, los nuevos personajes que encarnan Oscar Isaac, Daisy Ridley, John Boyega y Adam Driver, son en realidad variaciones de lo representado entre el 77 y el 83 por Han Solo, la princesa Leia, Lucas Skywalker y Darth Vader. A Harrison Ford —Han Solo, el mítico contrabandista-estafador y héroe sin quererlo de la Alianza Rebelde— se lo ve disfrutar como un chico en este regreso. Es un imán en la historia, pero no avasalla ni es el centro de la trama. Y sigue siendo un actor de pocos recursos cuando no está en medio de una acción. La dirección de J.J. Abrams fue un acierto, a pesar de que en varios momentos del filme esté más cerca del tono de “Mad Max” —grandes desiertos, montañas de chatarras y la tonalidad nihilista y apocalíptica de algunos planetas— que del autor de la saga, George Lucas. En realidad, “El despertar...” puede verse como el gran regreso de la saga, de su tradición hoy mitológica. Y también se puede ver, una vez más, como pequeñas historias que se repiten con mínimas variaciones en la gran historia (el droide que lleva oculto un mensaje secreto, como en el primer filme; la búsqueda del punto débil de las fuerzas del Imperio). Encima, es el inicio de una nueva trilogía. Por lo cual, se trata de un sentimiento contradictorio: por un lado la descarga de adrenalina y emoción por el nuevo estreno y, por otro, el convencimiento de que no queda nada nuevo por decir en la historia.
El gran secuestro de Mr. Heineken” es un modesto thriller que intenta explicar el secuestro real del magnate de la cervecera holandesa (Hopkins) y su chofer. El relato se centra en las vidas de los cinco jóvenes delincuentes, los “paso a paso” de su temible juego de ajedrez en una bellísima Amsterdam, desde los preparativos del secuestro, luego el cautiverio, el cobro del millonario rescate hasta el desenlace. A favor: todo muy sencillo pero sin perder nunca el suspenso. Los puntos flojos de la película son los que están fuera del thriller y, encima, el relato hace bastante hincapié en los mismos: los vínculos afectivos y de amistad entre los delincuentes, el noviazgo de uno de ellos con la hermana de otro del quinteto y el frustrado intento de reflotar una microempresa. En estos puntos, el relato se vuelve endeble y, sobre todo, vacuo. Hopkins, con un par de tics simpáticos y gestos pareciera que le alcanza y sobra para darle encarnadura a su Heineken, quien es de suponer que además de millonario era bastante canchero. El resto del elenco está correcto, y hasta uno podría creer que son holandeses. Una película menor que, seguramente, si la hubieran hecho para televisión habría tenido mayor fortuna. Pero esto ya es harina de otro costal.