No pares de tocar hasta lograrlo… El largometraje Whiplash surgió a partir del corto que ganó el premio del jurado en el festival de Sundance 2013. En gran parte, este logro se debe gracias a la actuación de J.K. Simmons, quien repite en el largo el rol de un maestro director de ensamble jazzero que utiliza métodos que transitan límites de violencia física, verbal y humillación para con los integrantes del grupo que dirige. Un perfeccionista en búsqueda de un gran talento dentro su submundo. Según el propio Simmons, parte de la investigación para componer este protagónico, surgió de Buddy Rich, baterista ícono dentro del mundo del jazz, reconocido por su mal temperamento y exigencia hacia pares músicos e integrantes de la banda a la que pertenecía. Para aquellos que conocen a Rich o han visto algunos de sus videos en Youtube, la asociación es instantánea. Otro detalle que juega a favor en esta realización es el hecho que su director, el joven Damien Chazelle, tiene un pasado como baterista de jazz y por ello, vuelca en este guion cierta contemplación autobiográfica. Al igual que el protagonista Miles Teller, quien ha practicado batería desde los 15 años de edad y aquí interpreta a Andrew Neyman, el estudiante de conservatorio que se las tiene que ver con el cruel maestro. Ahora, ¿qué es lo que vuelve tan atractiva a Whiplash y cautiva audiencias en cada lugar donde se la proyecte? Chazelle tiene impregnada en su retina cada práctica instrumental y de esta manera, provee al film, entre otras cosas, de planos detalle de cada instrumento ejecutado, junto a las poderosas partituras que se repiten como Whiplash y Caravan, de Hank Levy y Duke Ellington, respectivamente. Es imposible no moverse en la butaca mientras se mira Whiplash, aún con los ojos cerrados; un festín auditivo. Verla en el Lincoln Center de NY crea otra atmósfera, ya que es el lugar predilecto para la formación de músicos, y es mencionada en repetidas ocasiones, al igual que el Blue Note. No obstante, existen elementos un tanto forzados y la sensación de que llegando al remate del film, se convierte en una especie de venganza en la que todo sale bien; aspecto que el espectador promedio sabrá perdonar al film de Chazelle. Sobre la relación maestro / alumno, hace recordar a films en los que se lleva al límite a personajes como puede ser un entrenamiento militar o un duelo padre / hijo, como en Claroscuro. Inclusive aquí se presenta un duelo digno de un western, pero musical. ¿Hasta qué punto el querer sacar lo mejor de otro traspasa esa delgada línea convirtiéndose en abuso? Entre insultos, golpes e incluso una silla que vuela muy cerca de la cabeza del joven Andrew, el maestro implora para que éste toque a tempo, el tempo del propio profesor que pide una y otra vez que toque más rápido con sus palillos y manos repletas de sangre.
Kore-Eda vuelve a retratar una historia familiar, como hiciera con Nobody Knows o Still Walking. En esta ocasión, la trama se centra en dos parejas a las que se les avisa que sus hijos han sido involuntariamente intercambiados en el hospital al nacer. Se plantean así las notables diferencias entre una familia adinerada y una más humilde, los distintos tipos de crianza, de involucramiento y exigencia frente a los niños. Mediante un litigio judicial, se busca la mejor manera de restituir cada niño a su familia original, cuestión sobre la que Kore-Eda se detiene meticulosamente. También se desliza el hecho de que los genes pueden determinar las conductas futuras como el desempeño profesional, lo que se pone en evidencia del lado de la pareja más fría, constituida por el empresario exitoso que traslada asuntos de su propia infancia a su hijo...
Narcisismo a flor de piel. Con el juego de palabras que da pie al título del film, Agatha Weiss (Mia Wasikowska) aparece en escena recorriendo la ciudad de Los Angeles junto al actor y guionista devenido en chofer de limousine (Robert Pattinson), buscando la propiedad de una celebridad, con la ayuda de un star map. La extraña Agatha irrumpe en un mundo -Hollywood- que el guionista Bruce Wagner conoce bien e intenta retratar, en la primera comedia (visceral) de Cronenberg y a su primer trabajo en los Estados Unidos. Una labor similar ha sido, con un humor muy negro, el regreso a Hollywood del fallecido Robert Altman en Las Reglas del Juego. La representación consciente en pantalla de personas físicas reconocidas del ambiente a través de una mirada nociva sobre el medio y de aquellos que están dentro o fuera de este, es valedera en ambos films. Desde una perspectiva similar, caótica y desbordada, Polvo… viene a representar facetas de actores que hacen de otros actores, que han tenido altercados similares en sus carreras si se los comparase con los mismos actores a quienes interpretan. Las Reglas del Juego denunciaba mientras que Polvo… apela a la comicidad. La película está repleta de referencias a la vida de celebridades que pululan el ámbito cinematográfico actual y de ello se ríe en gran parte el personaje de Julianne Moore, una actriz neurótica, dada de baja por el star system, que quiere volver al medio como sea. Las menciones indirectas a la cientología son evidentes y se desarrollan con el personaje de John Cusack, quien, a su vez, forma parte de una familia disfuncional. Su esposa es interpretada por Olivia Williams, una madre que es la manager de la carrera actoral de su hijo adolescente, adicto en recuperación. En éste recaen gran parte de los diálogos que hicieron sonreír a una platea en cada aparición, no así a este redactor. El film contiene elementos que nos podrían remitir a Les Enfants Terribles, ya que habla sobre las relaciones de padres cuyas obsesiones y desordenes alteran las vidas de sus hijos. Así como por el narcisismo presente en cada uno de los personajes que deambulan por Polvo…, Cronenberg se cansó de pedir, en la conferencia de prensa posterior, que no comparen esta obra con sus anteriores trabajos. Señaló que jamás pensó imponer guiños en su cine, ni menciones a sus films previos; aunque como espectadores observamos que tanto el uso de la carne como la relación entre los automóviles y el sexo (a desarrollado en Crash y Cosmópolis, donde también se tiene sexo dentro de una limousina) son algunos de sus elementos preferidos. Polvo de Estrellas se convierte en el tercer film fallido de Cronenberg, al igual que sus dos anteriores. Aunque, según sus propias palabras, en tono burlon, si a alguien no le gustaba el film, el hombre a quien deberían echarle la culpa es a Wagner, su endemoniado socio.
No fui yo, fue… El cine de David Fincher se caracteriza por los lazos psicológicos trazados a partir de sus personajes en conflicto, mayoritariamente hombres. Basta mencionar, entre ellos, algunos desarrollados por el cineasta, como las personalidades múltiples, la manipulación afectiva, la perversión, la inclusión de la tecnología en la sociedad y la recurrente violencia retratada en un amplio contenido de su filmografía. Este film es otro de estos casos. Perdida fue presentada desde sus avances e inicia con la misma premisa de la serie y film El Fugitivo. Hombre casado regresa a su hogar, encuentra muerta a su mujer (en este caso, ha desaparecido), y es inculpado por ello. No es casual que incorpore una pequeña participación de la actriz Sela Ward (que interpretó a la esposa del Dr. Richard Kimble). Alejándose de la estructura convencional del policial, Fincher brinda una vuelta de tuerca al género a través del uso de la elipsis temporal, en la que quedan evidenciados otros temas que van conformando el desarrollo del film. La relación de la pareja se interpone a los acontecimientos ocurridos y por suceder, marcando así un quiebre en la narrativa. Para avanzar en lo incierto deben conocerse elementos previos a la desaparición, el presente y luego acelerar hacia una poco previsible resolución. Llega el momento en que deja de importar la no comprobada inocencia del posible autor de la desaparición, para dar lugar a una batalla mediática. La explícita denuncia sobre los medios de comunicación, foco de la inquietante segunda mitad del film, deja inoperantes a personajes sobre los que se había desarrollado y buscado la manera de empatizar con el espectador, como por ejemplo la dupla policial. Se da lugar a otros aspectos que juegan con el suspenso, incluso existe un recurrente tono cómico y satírico en diversos diálogos, que recaen sobre la mejor amiga de la desaparecida o la pequeña participación del FBI. A años luz de trabajos previos como El Club de la Pelea, Al Filo de la Muerte, Zodiaco y La Red Social, Fincher baja los decibeles, aunque alejado de lo fantástico de Benjamin Button para dedicarse a una relación de pareja, algo inusual en su carrera cinematográfica, apenas trabajada en La Habitación del Pánico. La violencia es moneda común en Perdida, tanto física como verbal, e incluso psicológica. Los distintos matices y comportamientos no se dejan ver en un principio aunque en el desarrollo, al escarbar sobre el pasado, se deja entrever. El film de Fincher es por momentos asfixiante, perturbador; juega con el suspenso y luego lo amputa por completo para darnos una moraleja sobre las relaciones conyugales. Y así dejarnos mancos, como el asesino de Mrs. Kimble…
Iraní que viaja a París para reencontrar a ex pareja para firmar los papeles de divorcio. Bérénice Bejo interpreta a la nueva concubina de Tahar Rahim (el actor francés de Un Profeta), a quien venimos viendo en cuanta realización cinematográfica se presente en competencias (también en Grand Central). La unión se ve marcada por un sospechoso intento de suicidio por parte de la esposa de este último, elemento sobre el cual el filma gira constantemente. Bérénice esta vez habla y grita (bastante), a diferencia de El Artista, donde apenas alcanzaba a hacer muecas gentiles y bailar. El cine de Asghar Farhadi, con su anterior La Separación, plantea similitudes en cuanto a los relatos familiares y conflictos maritales, familias que se vuelven disfuncionales aunque, en este caso, no hay connotaciones geográficas o étnicas. Sumados a la presencia de una hija conflictiva que tiene algo que confesar, la trama va y viene entre dos polos, y nunca terminamos de comprender el real interés de continuar una relación, tapar cierto vacío o comenzar una relación nueva. A años luz de La Separación, El Pasado se centra en un personaje que entra en acción para no hacer casi nada durante todo el film...
El cine de los hermanos Coen suma a su filmografía una película con similitudes con Sweet and Lowdown de Allen, correcta en su concepción. Los Coen se valen de diálogos y situaciones cómicas para hacer llevadera la artificial biografía de Llewyn Davis, un músico residente en Nueva York a quien el costo de vivir en la gran ciudad le resulta demasiado caro. La relación con su ex (Karey Mulligan) se reduce z tocarle el timbre a cualquier hora para seguir pidiéndole cualquier cosa, principalmente alojamiento, dinero y comida. Inside Llewyn Davis presenta la vida de los pequeños nightclubs alternativos, donde el folk predomina y, independientemente del talento, se aplaude hasta a una ama de casa ejecutando un instrumento autóctono. Sin ir más lejos, se subraya la presencia de una mínima aparición de un tal “Dylan”. Llewyn es asediado a la salida de sus presentaciones por un personaje que constantemente lo golpea, al igual que la vida, y le marca, una y otra vez, que no nació para esto...
Podríamos valernos de decenas de oraciones como para comenzar una crítica de Hasta el Final: “el viejo y el mar”, “no todo está perdido”, “sin un tigre de bengala a bordo estamos mejor”… Lo cierto es que el film de J.C.Chandor (El Precio de la Codicia) demuestra que no todo está perdido en materia cinematográfica, no especula con brindarnos una lección de vida como Life of Pi o resulta ser supérfluo como Náufrago hasta el punto de dejar en la memoria colectiva sólo al amigo Wilson o la transformación física de Hanks. Como el término que podría expresar nuestro colega redactor David Garrido Bazán: ¡joder!. Este film sólo se vale de un actor y un director, y ni siquiera un diálogo…
Sorpresiva y políticamente incorrecta al extremo, Paradise Love se detiene en mostrar lo que ocurre con un grupo de señoras austríacas sexagenarias que se van de vacaciones a Kenya, en busca de sexo/ amor. Rústicamente, las diferencias de color se hacen notorias, como así también las fantasías de conocer anatómicamente a alguien oriundo de Africa; en este caso, se trata de gigolós que esperan hasta el hastío a las mujeres blancas cuando salen de los hoteles paradisíacos en los que se encuentran alojadas para proponerles una salida encubierta o una visita por el lugar. El turismo sexual queda expuesto cuando una de las llamadas “Sugar Mama” (término empleado para definir a las mujeres europeas blancas que mantienen a los gigolós africanos) inicia sus paseos por playas y calles alejadas del hotel y comienza a relacionarse con los nativos de la región. La interpretación de Margarethe Tiesel, una gordita europea que se va de vacaciones tras vivir un tanto desapercibida en su lugar natal, es fresca y, según describe su director Ulrich Seidl, casi enteramente improvisada. Las escenas gráficas sexuales y de desnudos abundan, en especial con actores africanos no profesionales...
Intento juntar a ambos films debido a los tantos puntos en común que encontré entre ellos, incluso la calificación personal que les puse. Ambas cuentan con un cast de renombradas estrellas hollywoodenses: John Cusack, Viggo Mortensen, Nicole Kidman, Matthew McConaughey y los jóvenes Zach Efron (High School Musical), Kristen Stewart (Adventureland, Crepúsculo) y Garret Hedlund (Tron: El Legado). El primero, dirigido por el brasilero Walter Salles, considerado de un talento enorme por estos lugares. El segundo, dirigido por el señor Lee Daniels, de quien conocimos otra obra horrible denominada Preciosa. La repercusión de un film tan banal como resultó ser Preciosa, por más que haya logrado ser un éxito de taquilla y obtener premios internacionales, lleva a figuras como John Cusack y Nicole Kidman a confiar en productos como The Paperboy, actores que al menos salen ilesos de esta olvidable experiencia. Hay incluso una escena escatológica en la que Kidman orina sobre la cara de Efron. El film trata sobre un convicto (Cusack), de quien se quiere probar su inocencia; en el medio está Charlotte (Kidman) como objeto de deseo entre el convicto y Jack (Efron). Una vez resuelto el primer conflicto del film se pasa instantáneamente a un segundo conflicto, que termina por definir, en un recuento de pocos minutos, lo que en casi dos horas no se pudo....
El título del film es como solía denominarse a un grupo de chicos que robaba objetos valiosos de casas de famosos en Los Angeles para atraer atención, entre ellos del actor Orlando Bloom o Paris Hilton. Esta vez Coppola se valió de hecho reales, contando con un cast de menores y una mirada “indie” de los hechos. Lejos de la desmedida grandielocuencia de María Antonieta o la exquisitez de poder desglosar una obra como Perdidos en Tokio, The Bling Ring se asemeja a un producto de “Policías En Acción” estilizado como “Beverly Hills 90210”...