¡Está vivo! Como ocurrió con Jim Carrey y sus morisquetas, quien comenzó como uno de los comediantes más interesantes de los últimos tiempos, luego toda esa gracia se convirtió en hastío. No me he puesto a repasar cuándo fue el punto de quiebre en el que esto mismo le sucedió a George Clooney, un tipo que intenta ser gracioso y canchero todo el tiempo, mientras que ya no lo es. Al mismo tiempo, sabe poner su patentado gesto de preocupación elevando cejas o su sonrisa ladeada no convincente… Y bueno, algo similar ocurre con Julia Roberts, quien aquí solo acompaña. Ante el exceso de Clooney, lo de Julia va por la inexpresividad. Los queremos a ambos, nos caen bien, pero en sus colaboraciones algo se perdió. Jodie Foster había realizado varios films interesantes y algunos estaban más que bien (vale recordar Little Man Tate, The Beaver o la excelente Home for the Holidays). Ahora, en El Maestro del Dinero (Money Monster, 2016), tenemos un cúmulo de denuncias contra el mercado de la bolsa en Wall Street -con una veta mediática que combina Network y Tarde de Perros– y resulta poco claro por qué la realizadora se vinculó a un producto tan inconsistente e irregular, repleto de huecos de guión y sin credibilidad sobre lo que acontece. La dupla Clooney/ Roberts ya no funciona, salvo fuera de pantalla por la amistad que tienen. El film va de un programa de televisión sobre inversiones monetarias, en el que Clooney interpreta a Lee Gates, una especie de showman televisivo cuya emisión se transmite en vivo. Inesperadamente irrumpe en el set un perjudicado por los consejos de Gates y amenaza a todos colocando una carga explosiva sobre el susodicho en el interior de un chaleco. Como el show está siendo transmitido, el programa capta la atención de televidentes alrededor del mundo en tiempo real. Se establece así un juego entre Gates y el damnificado, adhiriendo un trabajo periodístico que en tiempo récord resuelve lo que en la realidad llevaría meses… con suerte. Cuesta comprender que Jodie Foster se encuentre tras la cámara de El Maestro del Dinero luego del talento que demostró al encargarse de la dirección previamente. Vaya uno a saber por qué concibió un film que en honor a su título solo permite entrever que Jodie ha creado su propio monstruo.
Mientras que en películas como El Crítico el protagonista principal deseaba vivir una historia romántica como las de una película francesa, el cine del galo Philippe Garrel intenta alejarse por completo de esa idealización y dialogar sobre el desamor con crudeza. A la Sombra de las Mujeres es un film acerca de las distintas formas de vínculos amorosos que pueden ir conformándose en una pareja, en especial los estadios pasionales abruptos, deteriorados, forzados y lastimosos. Los parisinos Pierre y Manon conforman una pareja ¿feliz? que no solo comparte lugar físico de convivencia sino también el oficio. Son documentalistas que trabajan en el registro de una entrevista a un ex veterano de la Resistencia Francesa, y en la realización intercambian apasionadamente miradas, gestos y algún mimo. El camino que la pareja comienza a recorrer es incierto y tiende a la ruptura, aparecen rezagos de desatención y amagues que Manon registra, al igual que el espectador. Pierre conoció a Elisabeth, una becaria, lo que genera que las ausencias iniciales se incrementen y se vuelvan cada vez más notorias. Por otro lado, el vínculo entre Pierre y su amante está marcado por una atracción pura y sexual. Pierre es frío, melancólico y carente de gestos hacia una u otra mujer. El drama de la infidelidad no se vive con culpa alguna, es naturalizado y mostrado con sutileza y elegancia por Garrel. La mera utilización de voz en off a cargo de su hijo Louis climatiza con tono de ironía lo que acontece, y el blanco y negro impuesto en cada fotograma contrasta con la solemnidad con que se trata la disolución del amor. Clotilde Courau (Manon) logra una interpretación que acentúa distintos estados frente a la monotonía actoral y rol de Stanislas Merhar (Pierre).
Boludo a medida. Dentro de los géneros musicales aparecen las subcategorías, tantas que a veces podríamos pasarnos horas en el intento de dilucidarlas e identificarlas, como en el caso del rock. Algo similar está ocurriendo con los géneros cinematográficos, en especial con la comedia y sus derivaciones: tenemos la bromedy, slapstick, screwball y eventualmente la comedia romántica. La nueva propuesta del director Juan Taratuto es una comedia romántica clásica con estructura de tres actos en la que se vuelve a aplicar la fórmula de Un Novio para mi Mujer, film que logró convertirse en un rotundo éxito comercial dentro de la taquilla nacional e inclusive generó la realización de tres remakes internacionales. Las variables de la expresión matemática están conformadas por dirección- Taratuto, guión- Solarz, intérpretes- Suar y Bertuccelli. Como género transita la incorporación de varios elementos del slapstick y la screwball, nos referimos a bromas de humor crudo sobre características físicas, orientación sexual, el matrimonio per se y enredos, con el fin de generar un efecto cómico… no siempre logrado. Argumentalmente, Fabián (Suar) es un famoso actor que conoce a Flor (Bertuccelli) en un set de filmación tras defenderla frente a su novio del momento (Gerardo Romano), el director del film para el que están trabajando. Entre idas y vueltas, Flor accede al amor de Fabián de manera un tanto forzada, y ante la presión de las cámaras y los paparazzis, finalmente contraen matrimonio. La premisa se reduce a una mujer que se enamora de un personaje y eventualmente se da cuenta que es un “boludo”. A modo de coincidencia con Un Novio para mi Mujer, donde el personaje de Suar no soporta más a su esposa, en Me Casé con un Boludo es Bertuccelli quien no soporta más a la persona con la que tempranamente contrajo matrimonio. Aquí Suar recurre a un guionista para poder mantener su matrimonio y en Un Novio para mi Mujer a un gigoló para deshacerse del mismo. Hay tres momentos realmente graciosos en el film (uno es al que hace referencia el título) y en su totalidad se deben a la gran e indiscutida calidad actoral de Valeria Bertuccelli, quien compone nuevamente un delicado personaje en clave de comedia. A diferencia de su antológica escena en Un Novio para mi Mujer, que la encasilló como la Tana Ferro, con Me Casé con un Boludo no sucederá algo similar ya que el film constantemente ronda sobre el personaje de Suar, como si estuviese realizado en gran parte a su medida. La dicotomía actoral entre Suar y Bertuccelli, química incluida, ya estaba presente en el anterior trabajo conjunto y de hecho uno la deja pasar como espectador. Suar es querido por todos debido a su rol dentro del medio televisivo y gerencial, y es por eso que le perdonamos unas cuantas, en especial sus canchereadas y gags que terminan dejando descolocada a una actriz magistral frente a un actor que tan solo acompaña y hace de él mismo. Esto está muy expuesto en lo que pretende ser una de las escenas de aggiornamiento del film, donde se ven a varios integrantes de la farándula en un lobby previo a la concreción de una foto para una revista. Muchas escenas y situaciones terminan quedando descolocadas o sin remate, como por ejemplo la confesión de Flor en una sesión de terapia o la relación con su grupo de amigos, que terminan resultando decorativos. La premisa de Me Casé con un Boludo es atractiva, se vende sola, como nos vendieron un trailer de escasos minutos. Lástima que en la estructura general de comedia romántica se pierdan tantos elementos como por ejemplo la metamorfosis de Fabián de ser un “boludo” a dejar de serlo, en tono naif y mágico, sin explicación: como si el índice de referencia del “boludómetro” no disminuyera gradualmente -como el mercurio en un termómetro- sino de manera abrupta, a medida.
Mia Hansen-Løve (El Padre de mis Hijos) es una promisoria directora y Edén, una obra parcialmente autobiográfica, fue concebida a partir de las vivencias de Sven, el hermano de Mia, un joven DJ francés que en plena época de apogeo de la música electrónica se ve envuelto en drogas y en temáticas que ya fueron abordadas en El Padre de mis Hijos (ausencia paternal) y en Goodbye First Love (desencuentro amoroso). Sven (Paul en el film) es considerado uno de los precursores del french house y garage. Fue contemporáneo con los integrantes del grupo Daft Punk, a quienes se hace referencia a lo largo del film. A modo de ir esquivando la historia principal e ir aggiornándola con los reconocidos hits del grupo francés, Edén transita un puente desde el auge de los nightclubs parisinos hasta las raves organizadas por el MoMa en NY. Resulta una desilusión que el cine de Hansen-Løve haya llegado a un proyecto como este, si bien personal, cinematográficamente mucho menor. La estructura narrativa elegida por Mia no llega a ser acentuada por la elección de temas electrónicos, mal escogidos y a todo volumen a lo largo del film, siempre con la intención de querer introducirnos en una atmósfera muy débilmente creada.
Hollywood selon la France. Así como Déjala Morir Adentro (Julie Darling) o ¿Me la Saca Doctor? (Compromising Positions), films exitosos con títulos argentinizados gracias a la consciente avivada de Jose María Domínguez, la reciente Polvo de Estrellas (Maps to the Stars) o El Otro Lado del Éxito (Clouds of Sils María), constituyen dos nuevos ejemplos/ engendros de cómo rebautizar un proyecto con el mero fin de acaparar mayor público. Este cambio de título se relaciona en cierta medida con la intención de vendernos algo para que lo miremos por lo que no es. En gran parte, esto es lo que Assayas impone en Clouds…, una visión sobre qué es Hollywood hoy en día, a partir de su mirada francesa y conservadora. A modo de crítica y denuncia, Assayas sepulta la idea del 3D y el resurgimiento de films de superhéroes, y se propone mostrar que el término -tan “mal utilizado”- de “cine arte” es lo que realmente vale la pena ver. Juliette Binoche interpreta a María, una consagrada actriz que junto a Valentine (Kristen Stewart), su asistente, emprende un viaje. El motivo es ensayar para la reposición de una obra con la que María debutó en tablas muchos años atrás, con la diferencia de que debe componer otro rol. De esta manera, se plantea un espejo subrayado con la realidad actual de María, una mujer que debe integrarse a una nueva forma de hacer cine y teatro y a los nuevos proyectos cinematográficos demandados por los estudios, interpretando el rol de una actriz devenida en años que es reemplazada por otra de menor edad interpretada por Chloë Grace Moretz. ¿Coincidencia? En cierta medida, la película puede verse como una versión relajada de La Malvada, con el agregado de que para lograr un éxito cinematográfico, hoy en día, pesan los escándalos mediáticos para promocionar un film. Clouds… se queda a mitad de camino en varios aspectos. Sin mayores explicaciones, el personaje interpretado por Kristen Stewart desaparece del film dejando a libre albedrío del espectador imaginar qué puede haberle sucedido. La diferencia entre continentes es visible a partir de la interacción entre las dos actrices protagónicas, tanto dentro como fuera de escena. Los métodos de trabajo de ambas son muy diferentes, según lo que relataron al público presente en la conferencia brindada tras concluir la proyección. Se apela a un cierre poético para una obra que inició con tono de denuncia. Un buddy movie femenino, al que Assayas le proveyó su mirada francesa.
Hitchcock según Amalric. El director de la provocativa Tournée se aferró a este proyecto personal que surgió a partir de la novela del belga Georges Simenon y el cine del maestro del suspenso. Estamos ante un film minimalista, cuyos primeros planos remiten a una sensación de encierro, pasión y desconcierto dentro del denominado “cuarto azul” al que hace referencia el título. El cine de Amalric como director viene de la mano del Amalric actor. El ego tiene un importante lugar en sus interpretaciones bajo esta dupla laboral. Sus protagónicos son hechos a medida, no derivan en esfuerzos actorales extremos ni lo dejan mal parado. Amalric es el dueño del circo. El cuarto azul es aquel que sirve como espacio para los encuentros extramatrimoniales de ambos protagonistas, Julien y Esther. Compañeros de colegio, desatan algo que no consumaron en su pasado y de lo que carecen con sus respectivas parejas: una pasión descontrolada. La trama se intensifica al cambiar el eje hacia el género policial. Así el film muta desde el desarrollo de una convencional historia de amor hacia un sinfín de interrogatorios sobre un misterioso asesinato. Por ser promocionada como un thriller erótico, El Cuarto Azul mínimamente debería tener una escena de sexo comprometida para respetar dicha clasificación. Por el contrario, apenas cuenta con un desnudo frontal de Amalric que no lo beneficia mucho y la escena inicial con muchos planos cortos recorriendo el cuerpo de los amantes. En la búsqueda por identificarse con el cine del maestro del suspenso, Amalric ni siquiera lo logra con la utilización musical de una banda sonora con reminiscencias inmediatas a trabajos de Bernard Herrmann, compositor fetiche de Alfred Hitchcock.
La acertada renovación de una franquicia… Como es frecuente, la maquinaria de Hollywood no para tras conseguir un éxito rotundo de taquilla sobre un film individual. El siguiente paso a este fenómeno es el de continuar con la premisa inicial, parir secuelas e intentar en el mejor de los casos buscar un mínimo giro para no aburrir al público cautivo de la saga y retenerlo por cuantas continuaciones sean posibles. Esto es así siempre y cuando que la maquinaria no se detenga con una secuela que no reditúe económicamente. La franquicia de Rápidos y Furiosos empezó a convertirse en un éxito tardío (tanto económico como en la calidad del producto) gracias a dos factores bien marcados. Uno, el cambio de locación, al igual que en los arcades de corridas de autos donde al pasar de un nivel a otro te encontrás con un escenario completamente distinto al anterior. Esto ocurrió a partir de Tokyo Drift, y el traslado a Japón tras la bochornosa primera secuela encomendada a John Singleton, el director de la maravillosa Boyz ‘n the Hood. Luego se sucedieron las escapadas a México, Brasil y Londres. En Rápidos y Furiosos 7, paseamos por Los Ángeles, Tokio y Abu Dabi, apuntalando de esta manera una búsqueda de carácter internacional que ya ha sido explotada en franquicias como las de James Bond, Indiana Jones o Jason Bourne. Dos, menos original pero efectivo: sumar figuritas en cada nueva secuela. Dwayne “La Roca” Johnson, Jason Statham y Kurt Russell, líderes individuales en sus propias producciones, aquí a merced de trabajar en conjunto. Todo este soporte sirvió para erguir aun más alto el producto final deseado: cuanto más recargados estén los efectos y el extremismo de las escenas de acción, directamente proporcional resultará la espectacularidad del entretenimiento. Hay temas que son incuestionables en Rápidos y Furiosos 7, y el principal es la credibilidad de lo que ocurre en pantalla, que poco o nada importa. Si compraste el boleto en las primeras escenas, todo lo que ocurra a posteriori resultará creíble. Rápidos y Furiosos 7 posee dos polos más a desarrollar fuera del festín automovilístico, el de una relación amorosa (Vin Diesel- Michelle Rodríguez) y el de una relación familiar (Paul Walker). Como consecuencia del reciente fallecimiento de Walker, se desprenden dos escenas que podrían haber funcionado mejor por separado y no juntas, seguidas una de la otra como se las ve en el film. Una de las secuencias en cuestión funciona como una pequeña conmemoración del fallecido y la otra aporta la vuelta de tuerca que tuvieron que darle al guión para que la franquicia pueda continuar, desligando responsablemente la ausencia de Walker. Sin lugar a dudas, en estas dos escenas descubrimos el mejor momento del film.
La decadencia de Dreamworks… Ya pasaron dos décadas desde la fundación de Dreamworks, el estudio cinematográfico liderado por tres moguls de la industria: Spielberg, Katzenberg y Geffen (SKG). Gracias a la apertura de un departamento de animación, irrumpieron en 1998 con el film Antz, del director Tim Johnson; mismo año en el que Pixar lanza Bichos, una aventura en miniatura, proyecto definitivamente paralelo y superior. Hoy, luego de varios éxitos y demasiados fracasos, Dreamworks se ve obligada a solo poder lanzar un par de proyectos al año, entre ellos, Home. En efecto, la causa se refiere a las bajas recaudaciones durante el transcurso del año pasado. Así como en la época de oro de Hollywood algunos estudios destinaban proyectos a una segunda línea de comercialización y exhibición, denominada “B”, que nada tenía que ver la calidad del film (las diferencias eran de índole presupuestarias), Home viene a ocupar ese lugar dentro de la producción de Dreamworks de este año, generando como resultado un film que da la sensación de haber sido terminado a las apuradas, sin una imaginería visual impactante ni una trama bien desarrollada. Home pareciera haber sido delegado a otro nivel de importancia para la empresa. En muchas ocasiones, los films animados son utilizados para realizar una crítica a políticas mundiales y guerras, o para celebrar la preocupación ambiental y/ o las relaciones humanas. A veces implícitamente, por tratarse de films para menores que permiten crear consciencia a través de un trasfondo que el niño pasa de largo, mientras disfruta de estas propuestas desde otro lugar y entendimiento. En mayores, la percepción es otra y permite en casos como este percatarse de la trama “oculta” o de determinado gag. Ya en otra animación de este mismo estudio vimos encausar una comparación entre una colmena y un campo de concentración (Bee Movie). Ahora, en Home, un grupo de extraterrestres, los Boovs, migra de su planeta destruido por otra raza espacial para así dominar La Tierra, lo que permite desencadenar la búsqueda de Tip, una adolescente humana cuya madre fue reubicada, junto a Oh, el Boov en desacato para con el resto de su especie (debido a que torpemente envió un mail en el que delata la ubicación actual al feroz enemigo). Así el film vuelca su contenido emocional a la relación entre Tip y Oh, ejemplificada en repetidos gags sobre los diferentes dialectos y costumbres de cada especie; todo a su vez reforzado por escenas con musicalizaciones a cargo de las pop queens Rihanna, Lana del Rey y Jennifer Lopez. No faltan las obligadas persecuciones vertiginosas para acelerar el ritmo cinematográfico ni el ejemplo de redención frente a los Boov. Quien ayer fue tu enemigo, abdujo a tu madre, invadió tu planeta y te mantuvo cuasi esclavo, hoy es invitado a tu casa a tomar el té. Estas pequeñas observaciones podrían justificar el desgano de la maquinaria de Dreamworks y esta decadencia en la que se encuentra: hablamos de una animación poco pulida, tanto en lo visual como en lo argumental.
Noir versus neo noir. En el comienzo de Inherent Vice, Anderson advierte a su público sobre el mundo surrealista paralelo que explorará a través de la utilización de luces de neón, melodías de sintetizador y diálogos en off demasiado cool. La estética elegida por Anderson tiene un peso importante a la hora de crear la atmósfera del film. Por otro lado, el desarrollo de varios subplots es ejecutado de manera tal que resulta interminable la aparición de nuevos personajes a lo largo del film, entre ellos, los encarnados por Josh Brolin, Benicio Del Toro, Eric Roberts, Owen Wilson, Maya Rudolph y el eximio Martin Short. A partir del pedido de una ex novia a Doc (Joaquin Phoenix), se desata una incesante búsqueda a cargo del detective. Esto genera la excusa necesaria para convertir al film en un neo noir con reminiscencias a los relatos de Elmore Leonard llevados a la pantalla grande como Rum Punch (Jackie Brown), Fear and Loathing in Las Vegas de Hunter S. Thompson e inclusive El Gran Lebowski. Doc debe investigar el rumor sobre el posible secuestro de un magnate (Eric Roberts) y dilucidar el interrogante que va creciendo a lo largo del film: ¿qué es el Colmillo de Oro? En paralelo, tanto el personaje principal como el espectador transitan caminos que resultan similares. El recorrido de un laberinto lleno de interrogantes, donde es posible perderse y volver a tomar el hilo conductor de la búsqueda, se repite una y otra vez. Este es un punto interesante del trabajo de Anderson que materializa este rasgo distintivo de la novela de Thomas Pynchon. Como destacaba, a lo largo Inherent Vice hay un desfile de personajes que aparecen y dejan una pista. La utilización de un cast numeroso remite al cine de Wes Anderson, a partir del ciclo culminado con su mejor film, Rushmore. Todos los personajes resultan simplones, dignos de una carcajada, en especial la actuación de Martin Short en un rol hilarante que gratifica con creces. Éste es el cómic relief que se destaca y resulta imprescindible en un producto como Inherent Vice. El trabajo de Joaquin Phoenix, si bien no desentona con el resto de las actuaciones, no está a la altura de su anterior dupla con Anderson en The Master. Mientras tanto, el rol de Josh Brolin es exagerado y repetitivo en comparación con otros trabajos que realizó. Resulta extraña una reversión del noir clásico en Inherent Vice, como si contar con los elementos básicos que componen el género pudiera siempre resultar satisfactorio.
Soy Batman, corrección, Birdman… Este film fue concebido inexplicablemente por Alejandro González Iñárritu, un director que personalmente no banco, al igual que muchos otros. En Birdman algo se fue de sus manos, tal vez producto de la conjunción con un nuevo grupo de guionistas, el tratar distintas temáticas o el hecho de no caer reiterativamente en el golpe bajo, como en otros de sus proyectos. Aquí Iñárritu, con salvedades, construye un personaje fascinante, el de Riggan (Michael Keaton). La película juega con el parecido evidente entre Birdman y Batman: superhéroe de acción, con secuelas varias, y un actor detrás olvidado luego de haber llegado al pico de su carrera gracias a este personaje. Al igual que en la realidad, el personaje de Birdman/ Batman se comió al del actor Riggan/ Keaton, y esta es una de las premisas más interesantes que tiene el film para mostrar y desarrollar. Atrás quedan otras posturas, o lo que Iñárritu tiene para decir sobre el cine actual. Que Broadway está en decadencia no es novedad, que se busca a actores de Hollywood para encarar roles allí y así atraer a mayor cantidad de adinerados turistas para ver las obras tampoco. Ahora bien, la crítica sobre justamente la crítica profesional, y que actualmente el cine postmoderno, si vemos la taquilla anual, está constituida mayoritariamente por películas de superhéroes tampoco es mentira. Habría que hacer un largo análisis sobre estas cuestiones, si es lo que preferimos o lo que nos toca lamentablemente aceptar. El cine de superhéroes se ha constituido como un nuevo género dentro de la cinematografía mundial; films que, a través de un personaje disfrazado, sirven para desarrollar otros temas implícitamente, explícitamente o tocando bajito. El ensamble de Birdman, si bien está integrado por un grupo de actores magníficos, siento que está muy desaprovechado. Con destellos fugaces, la pelea de egos entre Keaton y Norton es muy cómica, la participación de Watts también pasa desapercibida, así como las inverosímiles situaciones en las que se ve involucrada Stone. El final del film, cosa que no contaremos, en cierta manera contradice lo que Iñárritu imprime en todo el largo, lamentablemente. Y es así como deseo al menos quedarme con el recuerdo de lo bueno de este film, que no es poco: el regreso de un muy buen actor a un protagónico principal, al que se animó a componer como si fuese su propia vida la que se estaba retratando. Con todas estas salvedades, estamos ante un film que parece no haber sido dirigido por el propio director. Una rareza, por demás disfrutable.