Poco inspirada libremente en... Seguramente el peor pecado de Matrimonio sea su ambición. Se decidió promocionarla como “una adaptación libre de El Ulises de James Joyce” -que es conocido por ser una de las ficciones más complejas de la literatura universal- “con la ciudad de Buenos Aires como background”. Parece demasiado pretencioso para una historia de una pareja de esposos con más de 20 años de casados y sus problemas cotidianos. Y como si esto fuera poco, publicitar apuntando a la capital de nuestro país cuando el espacio urbano se presenta en el filme de manera desprolija y desordenada, tampoco pareciera ser la mejor forma de presentar esta película...
La delicadeza Un largo plano fijo abre el film: una rama de un árbol en foco, el sol aclarando de a poco, un balcón enorme y lujoso de fondo. Cerca de allí se escucha el graznido de un ave. No la vemos, solo la oímos, y suena a ave carroñera. Pareciera que el director nos estuviera advirtiendo que los buitres andan cerca. Andrey Zvyagintsev es el director de la notable El Regreso (2003), aquel intenso filme que a fuerza de silencios elocuentes nos mostraba los pormenores de dos pequeños hermanos y un padre ausente que los llevaba repentinamente de paseo. Elena, su tercer filme, con el que ganó el premio especial del jurado en la sección Una cierta mirada en Cannes en el año 2011, está nuevamente a la altura de lo que director nos supo brindar...
¿Qué amor? Se ha dicho que Amour es el filme más tierno de Haneke y también que es su mejor película hasta la fecha. No me consta que sea ninguna de las dos cosas, pero sí se puede decir que Amour, a pesar de lo dramático del tema que trata y de la crudeza con la que lo filma, es uno de sus filmes más accesibles. Lo que abandona aquí el director alemán es casi todo rasgo de misterio y simbolismo que podíamos encontrar en filmes como Caché (Escondido) y La Cinta Blanca...
El Nostradamus argentino La temática que aborda 5.5.5 es sin dudas muy original: los dibujos proféticos realizados por el artista argentino Benjamín Solari Parravicini obsesionan a un profesor de filosofía cuando descubre la cantidad de hechos históricos que fueron predichos por este autor. Desde el vamos, el filme nos sugiere un interesante acercamiento a la obra de este pintor y escultor nacido en Buenos Aires cuyas psicografías –dibujos realizados durante un estado de hipnosis o trance- aparentemente profetizaron sobre el atentado a las torres gemelas, la crisis económica mundial y muchos otros sucesos importantes acaecidos en los últimos tiempos...
¿Otro viejo a los tiros? Algunas películas tienen la suerte de no resistir ningún análisis. Desde el preciso momento en que uno se entera siquiera de que existe una nueva entrega de la saga de John McClane, una especie de marca registrada en el género, ya todos sabemos con lo que nos vamos a encontrar. No hace falta ir demasiado lejos ni aventurarse en sesudas elucubraciones sobre lo que veremos en la pantalla: lo único que interesa es que Bruce Willis se vuelve a poner en la piel de aquel rudo y testarudo policía de Nueva York para nuevamente agarrar un par de armas (o lo que tenga a mano) y darles a los malos una serie de puntapiés en el trasero. Es llamativo cómo se ha vuelto moda en Hollywood hacer reflotar personajes cuya fecha de vencimiento pareciera haber expirado (más que nada por la edad del actor protagonista) y seguir brindando capítulos de sagas que según la lógica deberían haberse extinguido. Sucedió con Terminator, sucedió con Rocky, con Rambo, con Indiana Jones y ahora sucede también con Duro de Matar. Si vamos un poco más lejos, también está de moda seguir utilizando los mismos actores de acción que tuvieron éxito en los ochenta poniéndolos en papeles similares y, cada tanto, riéndose de sí mismos porque la edad no pasa en vano. Quizás el ejemplo más claro sea Los indestructibles -que en sus dos entregas llegó a contar con prácticamente todos los nombres fuertes del género de los ochenta para acá-, pero también vimos el mismo tratamiento en la reciente El último desafío, con Arnold Schwarzenegger o en la adaptación del comic Red –que pronto tendrá su segunda parte- también protagonizada por Bruce Willis, por nombrar sólo algunas. En Duro de Matar: un buen día para morir (nuevamente un nombre en castellano que contradice el título original en inglés) no se explota tanto la veta cómica del héroe que ya está viejo: la película es elocuente en mostrarnos a un John McClane entrado en años desde la primera vez que enfoca al personaje y vemos claramente sus patas de gallo y las canas en los pocos cabellos que le quedan, pero aquí los gags no pasan tanto por la edad de McClane (más allá del tema constante de la paternidad) sino por la manera en que se mete en embrollos inesperadamente (“Estaba de vacaciones” repite una y otra vez) y por la particular forma de ser del detective. La trama gira en torno al encuentro entre el protagonista y su hijo, Jack, cuya relación parece haberse roto hace tiempo atrás. John irá hasta Rusia en busca de su hijo cuando descubra que ha sido arrestado, pero lo que encontrará allí lo sorprenderá un poco. El guión de Skip Woods (Swordfish, Wolverine, Brigada A, Hitman) es desprolijo y desatinado y no tiene el menor interés en tratar de que el desarrollo de la historia tenga una hilación sensata o creíble. Ni siquiera el motivo de reunión entre padre e hijo pareciera ser justificable dentro del relato (¿acaso John fue hasta Rusia a retar a su hijo por meterse en líos? ¿o pensaba rescatarlo?). Tampoco lo son el resto de los extraños eventos que hacen avanzar a la historia ni la manera en que se van resolviendo. Y sin embargo, el guión sí parece preocuparse por hacer que McClane sea un personaje avispado y entretenido, tanto desde las acciones (la contraposición entre la picardía del detective y la seriedad de los agentes de la CIA) como desde los diálogos, en donde se trata de mantener la personalidad atractiva que mostraba el personaje en sus primeras y grandiosas entregas. El filme también es descuidado en lo que más debería cuidar (porque una cosa es que no soporte un análisis minucioso en cuánto a trama y otra que no ofrezca correctamente lo que se supone que su target de audiencia va a ir a buscar a la sala de cine): las escenas de acción. La primera importante transcurre como una larguísima persecución en las calles de Moscú, que comienza muy floja, bastante mal montada, para ir transformándose de a poco en una secuencia brutal, más a fuerza de cantidad que de calidad –y cuando digo cantidad me refiero a cantidad de cosas que se rompen, chocan, vuelcan y se destruyen-. Sobre el final, homenajes mediante, el filme vuelve a tirar la casa por la ventana y a ofrecer explosiones magnánimas, aunque por momentos el espectador extrañe el tratamiento más artesanal, más realista que ofrecían las películas de acción más viejas ya que los efectos especiales evidentemente computarizados pierden bastante su encanto y parecen no condecir con el tono que un fanático de las primeras películas de la saga esperaría. El bastante poco convincente director John Moore (Tras líneas enemigas, Max Payne) pareció seguir el enfoque de héroe- invencible-exagerado-hasta-el-hartazgo que había elegido Len Wiseman en la cuarta entrega y sólo mantener la personalidad del personaje principal para justificar el nombre de la película. Duro de matar: un buen día para morir es un filme que entretiene si uno le tiene cariño al legendario John McClane, que divierte a fuerza de gags y esas típicas frases de héroe dichas antes de apretar el gatillo y que entrega (aunque no sean nada del otro mundo) las escenas de tiros y explosiones que el fan del género querrá ver, pero que falla en una historia anodina, por demás inverosímil (aún para una película de la saga) y muy descuidada en la narración, lo que la pone a años luz de las mejores entregas y la vuelve un filme de acción más.
¿Y si no fuera él? Lo primero que hay que decir de un filme como Tesis sobre un homicidio es que la calidad técnica, de imagen, sonido, fotografía y puestas en escena es estupenda. Da gusto poder disfrutar de un cine argentino con esta calidad y, claro, da gusto que se haya vuelto un poco una costumbre dentro de lo que podríamos llamar la "veta comercial" de nuestro cine, que parece haber dejado atrás esas imágenes porosas y esos doblajes desfasados, cosa que ayuda mucho a que una película se disfrute más fácilmente. Hernán Golfrid vuelve a ponerse tras las cámaras luego de la grata sorpresa que fue Música en espera (con Natalia Oreiro, Peretti y Norma Aleandro) en este thriller detectivesco protagonizado por un profesor de leyes (Roberto Bermudez, interpretado magistralmente una vez más por Ricardo Darín) y un alumno bastante engreído de su clase (Gonzalo, el español Alberto Ammann), que luego de un asesinato en la puerta de la facultad, se transforma, según Roberto, en el principal sospechoso. Con una narración muy cuidada, lenta, pero a paso firme, Golfrid propone este juego entre el gato y el ratón entre el profesor y el alumno. La policía no tiene ningún dato sobre el crimen, pero Roberto no puede dejar de ver detalles, pequeñas señales que sirven como indicios para creer que Gonzalo es el culpable. La lucha de Bermudez es solitaria: las pistas son tan sutiles que no le sirven a la policía; la opinión de sus conocidos no le es favorable; un error en un caso similar en el pasado lo condena a la desconfianza; pero los indicios están ahí, uno tras otro, puntada tras puntada hilando fino un entramado macabro. Rodrigo parece querer demostrarle algo y haber llegado a cometer un crimen para ello. El guión de Patricio Vega (Mi primera boda) avanza a cuentagotas, con ritmo cansino, pero tiene el don de ofrecer una buena cantidad de diálogos muy verosímiles, frescos, que entretienen por su realismo y su naturalidad. La puesta en escena de Golfrid, la forma de disponer las imágenes en los momentos en donde los diálogos se ausentan y la historia parece detenerse en su progresión narrativa, salvan al filme de no caer en el aburrimiento. Una interesante banda de sonido es otro de los elementos que ayudan a mantener el suspenso aún cuando el guión pareciera ir demasiado lento. El elenco, liderado por Darin y Ammann, cumple una tarea irregular. Darín vuelve a deslumbrar en un papel similar al de El secreto de sus ojos: todo pareciera salirle naturalmente, el tono de la voz, el enojo en el momento adecuado, la desesperación cuando las cosas salen mal. Darín es el actor argentino de cine por excelencia y se merece que cada una de sus películas sea la más vista, porque ofrece en cada interpretación un deleite para el espectador. Aquí lo acompaña muy bien el español Alberto Ammann que logra muy bien transmitir esa ambivalencia necesaria para que el personaje funcione. Puede ser tan engreído como gentil, siempre con su misma sonrisita de "yo me las sé todas" y, sin dudas, logra hacer que el suspenso se mantenga hasta el final. Lo más flojo dentro del elenco lo encontramos en Calu Rivero en su debut en la pantalla grande, quién logra muy buenas escenas en lo que podríamos considerar los fragmentos más complicados, pero resulta poco creíble en las tomas más simples, en los diálogos más mundanos. Tesis sobre un homicidio es una de esas películas cuyo final da que hablar. En mi opinión, no está mal el desenlace elegido por los responsables del filme, pero sí podría haberse mejorado la escena en donde se produce el clímax -lo que podríamos llamar el enfrentamiento final-, un tanto exagerada dentro de un filme que se destaca por contenerse para generar suspenso. De todas formas, nada termina por arruinar este inteligente thriller, de sensacional factura técnica, con dos grandes protagonistas y una historia atrapante.
Pequeña reivindicación de un género olvidado Tuve que juntar coraje para escribir esta crítica. Antes de verla leí una serie de reseñas a este filme, casi todas negativas y en algunos casos -como el del colega y amigo Rodolfo que escribe aquí mismo- se refieren a él como “una apología de la estupidez”, entre otros agravios. Y debo confesar que acudí a esta proyección escéptico, esperando algo tonto y carente de gracia. Mi primera sorpresa fue encontrarme con una película que no era tan mala como esperaba. Cuando llegó el final, entre emocionado y conforme, me asustó la idea de tener que ser sincero y contarle a todo el mundo por qué este filme me había parecido más que bueno...
Lo frágil de la locura Hay algo que hay que aclarar desde un principio: señor espectador no acuda a El Lado Luminoso de la Vida en busca de una comedia. El nuevo filme de David O. Russell, director nominado al Oscar por El Luchador hace dos años, y de una interesante trayectoria que incluye la indescifrable I Heart Huckabees y la curiosa Tres Reyes, es un filme que transgrede géneros, pero que sería más justo considerarlo un drama con personajes muy ingeniosos y diálogos certeros que nos pueden generar alguna que otra risa, pero más que nada algo en qué pensar...
La extraña película de Timothy Green Recuerdo haber visto los avances de este filme en el cine y preguntarme a quién se le ocurriría una historia así y para qué tipo de audiencia estaba destinada. La historia de una pareja que se entera de que no van a poder tener hijos y deciden enterrar en una cajita de madera en el jardín todos los deseos de cómo su hijo les gustaría que fuera y la posterior aparición de este niño pedido a la carta no me llamó para nada la atención. Recién cuando descubrí que su director era Peter Hedges la miré con un poco más de entusiasmo...
Mascar chicle Steven Fisher está ligado desde hace mucho al mundo del espectáculo, además de haber ganado un Oscar hace dos años por producir el documental The Cove, tiene una larga trayectoria como actor de cine y televisión, y también se animó alguna vez a dirigir: algunas veces documentales, otras veces cortos, un film llamado Just a Kiss, que le valió algunas poco rutilantes nominaciones que fue protagonizado por Kyra Sedgwick y Marisa Tomei en el año 2002. Tres Tipos Duros...