En “Esa película que llevo conmigo”, la directora, Lucía Ruíz, explora su historia familiar a través de la figura de su abuelo Pepe, quien vino a vivir a la Argentina luego de que Francisco Franco asuma el poder. Tomando como punto de partida las grabaciones que realizó cuando viajó con él a España en el año 2000 y los recuerdos de la familia, va reconstruyendo a su abuelo de una forma distinta mezclando material de archivo con entrevistas. Se puede pensar que, a través del recorrido que realiza con el film, la directora explora dos puntos que no nos son ajenos a los argentinos descendientes de españoles. Por un lado, el encontrar en nuestros abuelos y abuelas una historia de cercanía con España y lo intrigante que resulta el dejar un pasado atrás para probar suerte en Buenos Aires. Por otro lado, es interesante analizar cómo esto es visto desde el otro lado, el de los españoles que se quedaron en su tierra y cómo estos recuerdan la Guerra Civil en primera persona. Es llamativo también el formato del documental. Por momentos pareciera ser un ensayo, por otros, un homenaje. El empalmar entrevistas con material de archivo le da un estilo muy propio y cautivante, pero por momentos peca de quedar en lo anecdótico y puede generar un poco de aburrimiento. Sin embargo, “Esa película que llevo conmigo” logra despertarle al público un montón de preguntas sobre el pasado y el origen de sus propias familias, como también un sentimiento de pertenencia a más de una tierra, uno de los puntos que entendemos por su objetivo. Y las ganas que la directora le puso al documental consiguen que un poquito queramos a Pepe y además nos intrigue su historia.
En una época de revolución tecnológica y un progresivo mayor conocimiento y concientización sobre el medio ambiente, las practicas culturales se van adaptando a las influencias del presente y a lo que se espera del futuro. Prácticas tradicionales que se reformulan para prevalecer en un mundo que es cada vez más digital y sustentable. Que necesitan cambiar sus instrumentos para poder seguir existiendo porque los recursos naturales son cada vez más escasos. En este contexto, Andrea Kuroski realiza el documental “A una legua” con el que acompaña al folclorista Camilo Carabajal en un doble proceso de reinvención de su práctica. Por un lado, él se pone en contacto con un científico para preservar en el ADN de una bacteria en una canción. Sí, hasta allí han llegado las nuevas tecnologías; fusionando a la música con las investigaciones sobre el ADN. Mientras tanto, avanza con dos proyectos personales que vinculan al medioambiente con su música. El primero es el del lanzamiento de los “Ecobombos”, que buscan mediante el uso de bidones de agua armar bombos ecológicos que emitan un sonido similar al clásico bombo legüero del folclore. El segundo es la siembra de un campo de Ceibos, árbol con el que se producen los bombos en una parcela de Ingeniero Maschwitz. Lo interesante del documental es ver cómo se va adentrando en la tradición, la cultura y los personajes del folclore mientras se vincula con el presente, las nuevas tecnologías y el desafío que nos presenta el medio ambiente. Tal vez peca de tomarse un poco de tiempo de más en escenas que aportan solamente una ambientación y no profundizan tanto. Sin embargo, nunca se torna aburrido. Sus 76 minutos están bien, pero podrían haber sido menos y la información no hubiese variado mucho.
Una vez me dijeron la frase “No hay cine sin filosofía”, con la cual estoy completamente de acuerdo. Hay películas en las que esta premisa se nota más o menos, pero el cine, como cualquier arte, nunca escapa a la filosofía. Sea por su capacidad de explorar y preguntar, como por lo que plantea en su narrativa. La ópera prima de Romina Paula, “De nuevo Otra Vez”, es uno de los mejores ejemplos para sustentar dicha frase. El film, sumamente autobiográfico, recorre la vida de una mujer en plena “crisis de los 40” que viaja con su hijo a ver a su madre en Buenos Aires donde va de a poco poniéndole palabras a su proceso interno. Más allá de la historia, es muy interesante su forma de contar. Con un estilo completamente propio donde se corta el relato rompiendo la cuarta pared con preguntas y reflexiones. Comienza planteando una serie de inquietudes que van de principio a fin y nunca llegan a ser contestadas en su totalidad, sino por otros interrogantes que las profundizan. Llegando al final, una protagonista plantea una cuestión que resume de cierta forma a la película: “Hay preguntas cuya mejor respuesta es otra pregunta”. Y eso es lo que nos está proponiendo la directora. Que como espectadores atravecemos la crisis de la protagonista y hacerla propia sintiendo su proceso como nuestro. La mirada de la autora es notable. Está completamente claro que ella está con nosotros viviendo la historia y la sentimos abrirse a nosotros para mostrarnos su interioridad. Es evidente que no está planteada como un largometraje para el público masivo, sino que su destino estará en festivales y circuitos donde se busquen filmes interpeladores y que luego de la proyección la cabeza funcione generando inquietudes durante una serie de días. Estas están muy marcadas por la actual ola feminista, o bien llamada “La revolución de las hijas”. En conclusión, “De Nuevo Otra Vez” es un largometraje que, a diferencia de la tendencia actual, no viene a contarnos una realidad, sino a preguntarnos sobre ella. Logra su objetivo de plantear las preguntas que tiene con el efecto de dejarlas insertadas en la cabeza de quien la mire.
Alex Tossenberger vuelve a la cartelera argentina con lo que será la primera de sus cinco películas planeadas en la nieve patagónica, “La Guarida del Lobo”. Un film conciso que no busca apelar a grandes metáforas o a una trama complicada para dar su mensaje y mostrar lo que tiene. En pleno invierno en un valle de la Patagonia; es decir, completamente nevado; Toco, el único habitante kilómetros a la redonda, ya entrado en años, recorre el valle con su trineo. Frena su viaje cuando se encuentra a Vicente, un adulto porteño, quien está viajando solo, inconsciente y herido en el piso. Al verlo, Toco lo lleva a su casa para ayudarlo. Como el porteño tiene la pierna herida debe esperar para poder volver a su auto y así irse, por lo tanto, están obligados a mantener una relación. Al principio a la defensiva y luego más amigables comienzan un vínculo que es el que tomará las riendas de la película. Cuando se siente mejor, Vicente, maravillado con las habilidades del viejo con el trineo, le pide que le enseñe a usarlo. Así esta afinidad se vuelve más íntima y con el correr de esta, vemos como ambos personajes guardan sus secretos y entrevemos que cada uno posee un pasado oscuro. El problema comienza cuando un hombre de negocios se acerca a Vicente para pedirle que persuada a Toco de venderle su terreno por una gran suma de dinero. Acompañada por una gran dirección de fotografía (a cargo de Mario Cúneo), lo más interesante de la historia es la relación entre Vicente y Toco. A través de los diálogos vemos el choque entre dos modos de vivir y percibir el mundo, tomando el viejo un rol de mentor sobre el más joven, aunque a este le cuesta ceder en sus maneras. Los personajes son muy reales y puros en sus prácticas, de forma que una de las motivaciones que como espectadores tenemos con el largometraje es descifrar quiénes son realmente. En conclusión, “La Guarida del Lobo” es una película interesante, cuyo eje son los diálogos y la fortaleza de sus personajes con el agregado de una fotografía de primer nivel que nos muestra grandes paisajes de la Patagonia Argentina. El director confirmó que realizará cuatro cintas más en la Patagonia, como una serie de unitarios, así que habrá que prestarle atención a lo que se viene.
Las comedias románticas suelen caer constantemente en relatar siempre la misma historia o caer en el cliché constante, con algunas diferencias que las hacen de un modo distintas al resto. El reproducir una narración similar a las anteriores no significa que un film sea malo, sino que la hace perteneciente a un género que tiene sus formas y características que le son propias y, por lo tanto, hay una gran parte del público que a la hora de elegir qué ver busca lo que el estilo tiene para ofrecer. Este jueves llega a nuestras salas “Amor sobre ruedas”, una comedia romántica que responde a su género, pero con un tinte que la hace particular. Después de la muerte de su madre, Jocelyn, un millonario hombre de negocios y mujeriego, quien, al igual que Barney Stinson, es capaz de utilizar cualquier recurso a mano para conquistar a una mujer, se acerca a la casa de su madre para ordenarla y se sienta en la que fue la silla de ruedas de su progenitora cuando la nueva, bella y joven vecina se acerca para ofrecer su ayuda. Mientras él se plantea cómo acostarse con ella; la mujer se empatiza con nuestro protagonista pensando que es discapacitado y lo invita a una reunión familiar para que conozca a su hermana, Florence, quien también sufre de paraplejia. Siguiendo con su actuación de discapacitado, Jocelyn acude a la reunión y comienza una relación amorosa con Florence, con el peligro y duda constante de que ella se entere de que todo surgió de una mentira. Si bien no escapa de la típica trama de la comedia romántica, logra, a través de la secuencia de distintas situaciones de la pareja, que nos mantengamos con interés durante toda la narración sin casi aburrirnos. Los personajes están muy bien construidos y sólidos, logrando que entendamos y acompañemos moralmente sus decisiones por más extrañas que sean. También están muy bien trabajadas las relaciones que mantienen con los papeles secundarios y entre sí acorde a las situaciones que van viviendo, consiguiendo generar en nosotros una gran empatía y hasta cariño. Partiendo de una idea que de por sí es original, cómica y en cierto punto morbosa, el film mantiene este estilo de principio a fin. Con una predominancia del humor de todo tipo, desde gags simples a chistes que juegan con las discapacidades o que requieren agilidad mental para entenderlo, logra que no nos aburramos y disfrutemos por completo el largometraje con una sonrisa que por momentos se convierte en carcajada. En conclusión, “Amor sobre Ruedas” es un film que responde de la mejor manera al género de la comedia romántica sin proponer nada nuevo a éste, pero sí enriqueciéndolo para quien gusta de este tipo de cintas. Su punto fuerte está en la construcción de los personajes, los vaivenes de las relaciones que mantienen entre sí; siendo su mejor elemento el humor.
El cine tiene esa magia particular como arte en la que hay películas que pueden tener un guion lento y largo pero la belleza lograda en las imágenes y el sonido hace que la trama quede en un segundo plano. Basada en la novela de Tolstoi, “Anna Karenina” tiene diversas versiones cinematográficas de varios países; este es el caso de la del ruso Karen Shakhnazarov. El film cuenta la historia de amor entre Anna Karenina con el Conde Vrosky. Ella es una mujer de la alta sociedad rusa de fines del siglo XIX, casada con Alexis Alexándrovich Karenin, un hombre bastante cuestionable, sino despreciable. Ella conoce al Conde a través de su madre en un tren y entre vaivenes de eventos de la nobleza comienzan a desarrollar un amorío que atravesará la historia. De una forma tanto extraña como interesante, la aventura nos llega por voz del Conde en plena guerra entre los imperios ruso y chino en 1904. La narración comienza con un primer acto que capta rápidamente nuestra atención y una fotografía de primer nivel. El problema está en el segundo acto, que el relato se vuelve denso y parece dejar de lado la intención de lograr empatía con éste. Se torna confuso lo que se cuenta en ambos momentos desarrollados, y la historia se siente chata, sin profundidad alguna. En el tercer acto recupera ritmo y produce interés, pero, al ser tan largo el segundo, como espectadores podemos habernos perdido los por qué de semejante final. Sin embargo, tiene una producción destacable. Lo visual, desde los vestuarios a la escenografía genera en la pantalla una asimilación a la época que con la banda sonora producen escenas bonitas que parecen extraídas de la época con una gran belleza. En conclusión, si bien “Anna Karenina” carece de un guion que nos mantenga tensos e interesados en la narración, estéticamente no tiene nada que ser reprochado. Es como contemplar un cuadro escuchando música clásica durante dos horas. Puede llegar a aburrir pero es muy bello.
Hay historias que, si bien cuentan un argumento profundo, su fuerte no está solamente en la trama, sino que están relatadas con una crudeza que nos llama la atención y condimenta la narración, dándole mucha fuerza. Logran retratar una forma de vida que caracteriza a los personajes. En “El otro verano” sucede esto. El largometraje cuenta una historia profunda en poco tiempo y se destaca por cómo nos la presenta en cuanto a su contexto. Los personajes transmiten una realidad que mezcla un pueblo de mala muerte cordobés con una estética que tenemos asociada al conurbano bonaerense. Rodrigo administra unas cabañas en un pueblo cordobés bastante despoblado. Él es oriundo de allí y a sus 40 años no tiene familia más que su padre, es alcohólico y lleva un estilo de vida que está en el límite entre el de un hippie y el de un desdichado. Mientras está comenzando a arreglar las viviendas para la próxima temporada; aparece Juan, un adolescente de 17 años, que se está escapando de su vida en el Gran Buenos Aires buscando a su padre, de quien solo sabe que vive allí. Casualmente, se encuentran en la ruta y el chico empieza a trabajar en el arreglo de las cabañas, viviendo también en dicho lugar. Centrando la narración en los conflictos internos del chico en su búsqueda; la película nos cuenta a la vez la relación de padrinazgo entre ambos hombres, donde el joven aprende de Rodrigo un estilo de vida y le enseña su pueblo, con distintos choques con los vecinos por la actitud del adolescente. A su vez, llega una familia de clase media alta a hospedarse en las cabañas. Juan se interesa por la hija única de la famila y comienza a establecer un vínculo romántico con ella. La dirección de arte está muy bien lograda, componiendo de gran manera un escenario muy realista y crudo a la vez. Filmada en San Marcos Sierra, el film cuenta con unos paisajes y una ambientación muy interesantes. Los personajes están construidos también muy bien y sus interpretaciones son sorpresivas, principalmente la de Juan Ciancio, el protagonista. En conclusión, “El otro verano” es un largometraje que está muy bien narrado, desde lo técnico, artístico y un guion interesante. Su fuerte está en contar con notable crudeza una historia profunda que mezcla diversos mundos sociales.
Hay películas que parten de una premisa simple y generan un desarrollo consistente y prolongado de gran manera. Que consiguen a partir de pocos hechos que desentrañar el camino de un personaje, imponerle un rumbo y una solidez durante la historia. Que por su composición y el mensaje que se intenta enviar, no necesitan acudir a una red de subtramas que complejicen el relato, sino que a partir de una historia sólida de base logran una identidad y una realización que aparenta ser acorde a los objetivos. “Lean on Pete”, a pesar de algunas extrañezas en la narración, pertenece a este estilo de películas. Este film cuenta la historia de Charlie Thompson, un adolescente de 15 años que vive con su padre en una zona rural de los Estados Unidos y parece no tener mucha noción del mundo que le es externo. El conflicto comienza cuando conoce a Del, un propietario de caballos de carreras, quien lo contrata para un trabajo temporal y así le enseña el estilo de vida que rodea esta actividad y cómo sobrevivir allí. Por una cuestión favorable a la trama, a partir de una serie de sucesos, asesinan al padre y el chico escapa con un caballo al cual le tomo cariño, Pete. En consecuencia, evitando caer en las manos de la asistencia social, emprende un largo camino a través del desierto hacia donde cree que se encuentra su tía, con quien hace años no tiene contacto. Es muy interesante cómo se va transformando el personaje principal, de un niño que quiere trabajar a un joven adulto que, a través de la conexión con un animal y fuertes golpes de la vida, se va reencontrando con sus sentimientos y su fortaleza interna a medida que avanza. El relato tiene una gran solidez, aunque tenga una estructura que no termina de dejar en claro el cambio al segundo acto. No cae nunca en contar la historia de una forma simplista, sino que los conflictos y hechos se toman el tiempo necesario para tener un desarrollo completo. A medida que avanza, las acciones de los personajes se corresponden con la personalidad que se les fue sembrando durante su transcurso. Puede sentirse tediosa para quien va a verla esperando algo más hollywoodense, pero es un estilo correlativo a lo que se pretende representar mientras nos interpela emocionalmente. El promedio de las actuaciones es muy bueno. Charlie Plummer, quien interpreta al protagonista, realiza un trabajo superlativo por el cual nunca pierde credibilidad la historia. Él es acompañado por muy buenos papeles de actores de renombre como Steve Buscemi y Travis Fimmel, también con una sorpresiva Chloe Sevigny. Esta cuestión es escoltada por un gran trabajo técnico y artístico, que nos ofrece planos hermosos que nos logran transmitir el crecimiento y estado del Charlie. En conclusión, “Apoyate en mí” es un film con un relato sumamente sólido, que se toma su tiempo para desarrollar la historia y así mostrarnos de gran forma el crecimiento de su protagonista sin caer en historias paralelas que pueden perdernos. Colaboran de buena manera las actuaciones de primer nivel y una dirección de arte sutil y bella.
Hay películas o historias que por su forma de ser relatadas logran transmitir una serie de sentimientos más allá de si consiguen o no entretenernos durante la narración. Lógicamente lo óptimo y lo que hace a una gran cinta es cuando llegan a captar nuestra atención, haciéndonos realizar un recorrido introspectivo a la par del relato y nos transforman una vez terminada. “Familia Sumergida” pertenece al primer caso. En un típico verano porteño, donde el calor abrumador se mezcla con la ausencia de la población; Marcela está en proceso de duelo por el reciente fallecimiento de su hermana y debe lidiar con la casa de ella. En este contexto, aparece un amigo de su hija, mucho más joven que ella, que se propone a ayudarla y así se da una polémica y extraña historia de amor entre ellos mientras el marido de la protagonista, un típico padre ausente, está de viaje. En estos extraños días Marcela se ve interpelada por familiares y anécdotas pasadas que se le aparecen a modo surrealista. Es muy notoria la influencia de Lucrecia Martel sobre Maria Alché, la realizadora que también actuó en “La niña santa”, con un estilo que logra reflejar lo que es Buenos Aires en verano y la desolación por la que pasa la protagonista, sumado a una buena actuación de Mercedes Morán. El film también parte de una idea más que interesante pero no consigue interpelar al espectador para que se sienta parte de la historia y así mantenerlo atrapado en el relato, sino que por momentos aburre y se siente larga, teniendo una duración de solamente 90 minutos. El fuerte del film está en lo técnico, que con una gran dirección de arte y fotografía logra meternos en los personajes y en el contexto. El sentimiento de desolación de Marcela se hace sentir acompañado de una música muy acorde a la situación. También a través de distintos planos entendemos, sin que se acuda mucho al diálogo, cómo se va formando la relación entre ella y el joven. Pero lo más destacado es cómo consigue transmitir todo lo que está pasando, un duelo, el vacío y caluroso verano porteño y una relación muy polémica. En conclusión, “Familia Sumergida” es un film en el cual se nota la influencia estética de Martel, cuyo fuerte está en los aspectos técnicos y artísticos; que, a pesar de ser por varios momentos aburrida, logra llegar al espectador de buena manera.
El cine infantil es un género que cuando no está bien realizado, a pesar de partir de una buena idea, tiene cuestiones que generan mucho ruido en los espectadores. Suele caer en el cliché constante y en una sobre explicación que en una audiencia con experiencia de la realización cinematográfica produce cansancio y rechazo. Por lastima, en “Yanka y el espíritu del volcán” se ve notablemente esta cuestión, al punto que no es necesario contar con mucho conocimiento para entender que tiene graves errores en la realización, que eclipsan una idea que podría haber aportado de gran manera a nuestra cultura y a la educación de niños y niñas que contribuye al consumo audiovisual en edades tempranas. Individualmente, prefiero enfocar este escrito en este sentido, de forma constructiva, y no hacer una critica destructiva de sus falencias actorales, narrativas, técnicas y artísticas del film. La historia que nos cuenta es la de Yanka; una chica que vive en el sur de la argentina, en un pueblo pequeño cerca del volcán Comahue, en donde hay una historia para niños basada en la leyenda mapuche de Pillán, en la cual un espíritu todopoderoso que le enseño a usar el fuego a los humanos y, al ver que fue usado para la guerra, se enfurece y su ira se ve acompañada de erupciones volcánicas. Cuando Yanka era niña su madre se escapa al volcán desapareciendo y abandonando a su familia sin antes dejarle un collar de piedras a su hija. El presente del relato comienza cuando el padre de la chica se está por casar con otra mujer e impulsada por sueños sobre su madre, Yanka decide rebelarse durante la boda y al día siguiente se dirige al volcán a buscarla con la idea de cumplir su misión. En esta circunstancia se introduce en el bosque de la montaña realizando un camino (lo central del relato), en el que se encuentra con diversos personajes, que la ayudan o le ponen trabas, tomados de la cultura originaria de la región y comparte un tiempo con una comunidad mapuche. En este recorrido la joven descubre cuestiones de su identidad y de su madre que cambiarán su forma de percibir y actuar. A pesar de su mala realización, considero que hay dos elementos fundamentales escondidos, o manifiestos según como se lea, que es importante reconocer. En primer lugar, está el hecho de la reivindicación de lo mapuche en nuestra identidad. Si bien Argentina es una nación conformada en primacía por descendientes europeos, previamente en este territorio habitaron comunidades que tienen una historia y una identidad reivindicada hasta hoy en día. Entonces, en un contexto social de crisis cultural y política, es interesante el hecho de buscar incorporar en el arte local las identidades, costumbres, mitos y leyendas de los pueblos originarios para así enriquecer la cultura común a quienes habitamos este suelo. En segundo y último lugar, está la cuestión, por suerte creciente en las últimas producciones, del lugar de la mujer en la historia. Rodeada de personajes que no convencen, se puede entender al único con una cierta solidez, a la protagonista Yanka. Lejos de ocupar un rol protagónico débil como suele ocurrir en casi todos los relatos, ella tiene mucha fortaleza y convicción. Está convencida de su objetivo y en ningún momento se plantea la idea de que tiene un varón al cual convencer de quién es ella o la necesidad de uno para resolver sus problemas; sino que avanza en la historia con mucha firmeza y tenacidad hacia su objetivo, superando adversidades inesperadas que obstaculizan su camino. En conclusión, “Yanka y el espíritu del volcán” es una película que parte de una buena idea y tiene cuestiones muy interesantes que aportar para el contexto actual, pero que su mala realización impide que se disfrute el relato.