Hace tres años, con Los Huéspedes (The Visit, 2015), celebramos el regreso tan esperado del director indio M. Night Shyamalan a su cine pensado, con ideas y sin importarle lo que opine la crítica y el público en general. Después de más de una década penando entre súper producciones fallidas, el director pareció relajarse y darle el tiempo necesario a sus proyectos. “Fragmentado” (Split, 2016) es su segundo largometraje de esta “nueva etapa” y nos recuerda indudablemente a “El Protegido” (Unbreakable, 2000), y tiene su explicación porqué. Kevin (James McAvoy) sufre de Trastorno de Identidad Disociativo (TID), más conocido como trastorno de personalidad múltiple. Debido a un trauma en su infancia, el joven convive con 23 personalidades diferentes y algunas no saben muchas veces lo que las otras hacen. Entre ellas están Hedwig, un travieso niño de 9 años; Barry, un aspirante a diseñador de modas; Dennis, un obsesivo-compulsivo; y Patricia, una mujer muy amable pero con gran autoridad. Pero Kevin no enfrenta solo su condición, todas las personalidades son bien conocidas y monitoreadas por la Dra. Fletcher (Betty Buckley), su psiquiatra. Pero hay algo que la doctora no ve venir, y es que las personalidades más problemáticas dentro de Kevin (Patricia, Dennis y Hedwig) están desarrollando un plan que tiene un oscuro y misterioso propósito. Para esto, Dennis secuestra a tres chicas adolescentes, Claire (Haley Lu Richardson), Marcia (Jessica Sula) y Casey (Anya Taylor-Joy), y las encierra en un cuarto en un sótano. Casey es la que rápidamente se da cuenta a lo que se están enfrentando, pero si quiere escapar de allí junto con sus amigas se tiene que dar prisa porque lo que las tres personalidades están haciendo es preparando la llegada de la vigésimo cuarta identidad que se hace llamar “La Bestia”... Antes de que piensen que la historia escrita por Shyamalan raya la locura, sepan que en Estados Unidos existió un hombre llamado Billy Milligan que tenía 24 personalidades diferentes y que en 1977 fue arrestado por violación y robo con armas. El problema es que Billy no sabía lo que había hecho, ya que había sido una de sus personalidades. Por supuesto que para que la trama fuera creíble se necesitaba de un actor con una mucha capacidad y versatilidad, y James McAvoy cumplió con creces. El actor no sólo define bien a cada personalidad, sino que hasta en una escena se da el lujo de hacerlos salir a todos juntos (hablamos de los 4 o 5 principales). Por otro lado tenemos a Anya Taylor-Joy, la nena de “La Bruja” (2015), que promete convertirse en una de las mejores actrices. La historia que va construyendo en director es sobre la evolución de una entidad del mal –sí, como en El Protegido pero al revés–, sobre cómo en un alma torturada y rota toma el control algo que va más allá de lo ordinario y que a la vez es peligroso y diabólico. Y llega para enseñar, para mostrar el dolor, de ahí el secuestro de estas “niñas bien” que nunca han padecido ningún sufrimiento. Claro que Casey tiene también un pasado oscuro que hace que pueda entender a lo que se está enfrentando. “Fragmentado” comienza muy bien, pero se va enmarañando con la historia y cuando llega al clímax tiene un poco confundido al espectador. El final es sorprendente, y guarda relación con lo que vendrá más adelante. Sólo basta decir que en “El Protegido”, en la escena del estadio en donde el personaje de Bruce Willis trabaja como seguridad, aparece Kevin junto a su madre. “Fragmentado” es un film que exige ser visto al menos un par de veces para unir bien sus pedazos, que decante y poder asimilarlo. Sólo dense el tiempo para hacerlo.
“La gran muralla”: mucho efecto y poca historia China, varios siglos atrás. William (Matt Damon) y Tovar (Pedro Pascal) son los dos únicos sobrevivientes de un grupo de mercenarios que comenzaron un viaje con un único objetivo: conseguir la tan ansiada pólvora de la que tantas maravillas han escuchado. Escapando de unas tribus de las montañas llegan hasta la Gran Muralla China donde se toparán con un ejército preparado para la acción y listo para el combate. Ambos descubrirán que la construcción a lo largo de los siglos de la muralla no fue con el fin de mantener alejados a los mongoles, sino a algo más peligroso. La mítica construcción fue edificada para detener la llegada de unos monstruos que atacan cada 60 años y, si llegaran a las ciudades principales, sería el inicio del fin para la raza humana. De esto es lo que básicamente trata “La Gran Muralla” (The Great Wall, 2016), el filme chino más caro de la historia. Los orientales demuestran con esta obra lo mismo que sus hermanos estadounidenses: podés poner carretillas de dinero en una película pero, si la historia no es buena, no sirve de nada. La película promete mucho de entrada, en parte porque tiene a un director como Zhang Yimou que es un virtuoso. Su esteticismo es grandioso, y visualmente te deja sin palabras. Tiene un uso de los colores y los contrastes que muchos deben envidiar. Yimou es el mismo que dirigió filmes como “Héroe” (Ying xiong, 2002), “La casa de las dagas voladoras” (Shi mian mai fu, 2004) o “La maldición de la flor dorada” (Man cheng jin dai huang jin jia, 2006), claros ejemplos de su preciosismo. Por otra parte, el elenco mixto entre estrellas orientales y occidentales funciona. El gran Andy Lau, más la bellísima Jing Tian -a quien verán en la próxima película de King Kong- y el joven músico y actor (nunca falta una estrella de la música) Lu Han, acompañan bien a la dupla de Pascal y Damon. Estos “amigos de armas” son creíbles, y las partes de comicidad entre ellos suman, sobre todo porque el protagonista de “Jason Bourne” tiene mucho talento, capacidad y sabe cómo manejarse ante una cámara. Damon conoce a la perfección su trabajo y lo que necesita para actuar. Pero nada de esto sirve para salvar a este filme del desastre que es su historia, su trama, lo que quiere contar. De por sí, podemos dejar pasar que no se sepa por qué estos bichejos atacan, ni dónde se encuentran entre ataque y ataque, cómo sobreviven y muchos otros aspectos más. Pero quieren hacer tan grande, tan violenta y tan destructiva a la amenaza que son estos monstruos, que terminan haciendo inverosímil absolutamente todo. Hay tanto efecto por computadora dando vuelta que es un atentado contra el propio filme: siempre, pero siempre, es mejor sugerir que poner todas las cartas sobre la mesa. Todo se vuelve muy excesivo, se vuelve demasiado “norteamericano” el largometraje y menos chino, que podría haberlo salvado. Perdonen que Damon use pelo largo –si pueden–, ¿pero un mercenario inglés y uno español juntos? ¿Y un inglés que tiene acento estadounidense? Todo muy enmarañado y que aleja demasiado al espectador. Y Willem Dafoe, que seguramente está ahorrando para poder comprarse una casita en la costa, es la única explicación posible a su participación en esta película. Seguramente quedará en el recuerdo la buena onda y amabilidad de Matt Damon cantando cumbia argentina en una entrevista sobre esta película, porque de “La Gran Muralla” no se van a acordar ni los arquitectos.
“LEGO Batman: La Película”, un superhéroe irreverente Hace un par de años llegaba a las pantallas de los cines “La gran aventura LEGO” (The Lego Movie, 2014), una película de animación que llamó mucho la atención por su humor, mordacidad y originalidad. En ese filme Emmet, el protagonista, era secundado por un Batman tan hilarante como efectivo a la hora de sacarle carcajadas a los espectadores. Tan buena recepción tuvo el personaje que logró este excelente spin-off titulado “LEGO Batman: La Película” (The LEGO Batman Movie, 2017). Batman es el ídolo de Ciudad Gótica, el superhéroe que siempre salva a todos en el último minuto, el hombre adorado por los niños y venerado por los adultos, y eso le encanta. No hay quien pueda vencerlo y él considera que no tiene un enemigo a su altura –salvo Superman (Channing Tatum), claro. Aunque el Encapotado no entienda que no es un villano–. Así se lo hace saber al Guasón (Zach Galifianakis) cuando frustra otro de sus maquiavélicos planes, rompiéndole el corazón. Esto hará que el payaso idee una venganza que esta vez sí puede llegar a resultar. Para que Batman pueda desbaratar su plan, deberá hacer algo que nunca hizo en su vida: dejar de trabajar solo y aprender a hacerlo en equipo. Para asistirlo están Alfred (Ralph Fiennes), su leal mayordomo; Bárbara Gordon (Rosario Dawson), la nueva Comisionado de Policía que tiene nuevas ideas para su trabajo; y Dick Grayson (Michael Cera), el joven huérfano que adopta Bruce Wayne sin que lo sepa y que muy pronto descubrirá la verdadera identidad de su nuevo padre. ¿Podrá Batman dejar de lado su tremendo ego y trabajar con todos ellos? Hay que aclarar algo importante antes de desmenuzar la película: la función de prensa fue con una copia doblada al español, así que como todo el mundo sabe se pierde bastante del humor original, guiños, juegos de palabras, etc. Así y todo el largometraje funciona y hace reír mucho. Aunque atractiva para los más pequeños por los juguetes LEGO, el filme funciona mucho más para los grandes. Los primeros 20 minutos son una ráfaga de chistes y situaciones cómicas que casi no le dan respiro al espectador. Es increíble además cómo el personaje rescata el espíritu oscuro, solemne, trágico y deprimente del personaje, construido meticulosamente a lo largo de los últimos 25 años, y se ríe de ello. Batman vive solo en su gran mansión, no tiene amigos, su única diversión es mirar películas románticas y en el fondo está triste; pero a la vez es tan egocéntrico, soberbio y agrandado que no podemos dejar de reírnos de eso. Nos reímos de lo que nos enseñaron era una carga terrible para el superhéroe y eso significa entender perfecto al personaje y saber qué y cómo mostrarlo para causar carcajadas. Es la ópera prima del director Chris McKay y acertó en todo, gracias también a una historia entretenida salida de un grupo de guionistas muy talentoso liderado por Seth Grahame-Smith. También contó con un elenco increíble de actores. A los ya nombrados se les suman: Jenny Slate (Harley Quinn), Conan O’Brien (El Acertijo), Billy Dee Williams (Dos Caras), Zoë Kravitz (Gatúbela), Eddie Izzard (Voldemort), Seth Green (King Kong), Jemaine Clement (Sauron), Jonah Hill (Linterna Verde) y Adam Devine (The Flash), por contar sólo algunos. Hay referencias históricas a las películas y series, hay golpes bajos para algunos fracasos de DC, hay irreverencia, hay excesos, hay cinismo, todo en su justa medida. “LEGO Batman: La Película” es una de las joyitas del año. Lo único que tienen que hacer es responder a la batiseñal, subirse a su batimóvil e ir a las salas de los cines.
“Talentos ocultos”: Mujeres que rompieron barreras Principios de la década del sesenta. En plena Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética luchan también por la carrera espacial. Los norteamericanos ven asombrados, y celosos también, cómo sus pares europeos tienen éxito en algo que ellos no. Todavía en la NASA no se usan computadoras, pero sí las mentes más brillantes en matemáticas para hacer los cálculos de las trayectorias de los cohetes –las llamadas “computadoras humanas”-. Y allí trabajan realizando estas tareas Katherine Johnson (Taraji P. Henson) y Dorothy Vaughan (Octavia Spencer) y Mary Jackson (Janelle Monáe). Pero ellas tienen dos desventajas: son mujeres y son afroamericanas, en tiempos en que eso pesaba, y mucho, en la sociedad de aquellos años. De todas maneras, estas tres mujeres lograrán traspasar todas las barreras y prejuicios y lograrán cosas que nadie imaginaba hasta ese momento. Si el año pasado la queja fue que faltaban nominados afroamericanos en los Premios Oscar, este año saldaron un poco la deuda. “Talentos ocultos” (Hidden Figures, 2016) es una de las películas que recibieron nominaciones (Mejor Película, Mejor Actriz de Reparto y Mejor Guión Adaptado) que está protagonizada por actores afroamericanos y cuya temática tiene que ver con la segregación racial. Esto no quiere decir que este filme no se merezca los premios o las nominaciones que ha obtenido, simplemente que es hermoso ver cómo la culpa en Hollywood se redime en base a preseas. Este largometraje está basado en el libro homónimo de Margot Lee Shetterly y cuenta la historia real de este trío que marcó historia. Por un lado, Katherine Johnson calculó las trayectorias de vuelo del proyecto Mercury y luego el vuelo del Apolo 11 a la Luna en 1969; Dorothy Vaughan consiguió ser la primera supervisora de los servicios de IBM en la NASA; y Mary Jackson se convirtió en la primera mujer en ser ingeniera aeroespacial de Estados Unidos. Pero, para eso, tuvieron que luchar y mucho, en un mundo en el que no consideraba a la mujer alguien apta para “ciertos trabajos”, y menos si era de color. El largometraje muestra parte de sus logros, así como la lucha, la tenacidad, el empuje, la inteligencia que tuvieran para encontrar el hueco, la hendija en donde poder meterse y demostrar lo que valían y podían dar. También muestra la parte “fea”, la sucia, la discriminación sin sentido que tal vez a nuestra sociedad se le haga tan difícil de entender. Con pequeños gestos, actos, diferenciaciones, desde el uso de una cafetera a tener baños diferenciados, cosas o situaciones que se nos hacen inverosímiles hoy en día. Y hay también un pequeño paneo de lo que ocurría en el país, pero el largometraje no se centra demasiado en ello. De las actuaciones no hay demasiado que decir: todas son muy correctas y sólidas, con una Octavia Spencer que destaca un poco más. Y un Kevin Costner que, como siempre, tiene el tono y el timing justo para los roles que elige. “Talentos ocultos” es una película redonda, tal vez demasiado. Son esos filmes en que se acomodan o exageran un poco los hechos y los héroes logran sus cometidos casi con poco –no mucho– sufrimiento. Porque le va bien a la obra, no porque no haya sido así en la realidad. Los “malos” se redimen, entienden que sus prejuicios son infundados y, en poco tiempo, se convierten en buenos seres humanos. Pero, insisto, la película es correcta y sólida, y tal vez sea querer pedir demasiado que muestre un poco más quirúrgicamente un problema tan grave como el racismo que tuvo –y que a veces parece que lo sigue teniendo– ese país.
La La Land: drama y pasión bajo las estrellas de Hollywood Mia (Emma Stone) trabaja en un bar dentro de un estudio de cine. Dejó sus estudios, su ciudad natal y se mudó a Los Ángeles persiguiendo su sueño: convertirse en una actriz de Hollywood. Como muchas otras chicas, se presenta a miles de castings una y otra vez tratando de tener ese golpe de suerte que le permita mostrarse y poder vivir de lo que ama. Sebastian (Ryan Gosling) es un pianista que vive tocando -a regañadientes- en donde puede, y si su gusto se lo permite. Es que el músico es un devoto amante del jazz y también tiene un sueño: abrir su propio club en donde se pueda rendir tributo al jazz más puro. Pero para poder ahorrar dinero tiene que, a veces, hacer concesiones a las que no está dispuesto. Ambos se encontrarán una y otra vez y pronto un vínculo hermoso comenzará a florecer. Mia y Sebastian descubrirán que se aman, y se alentarán y apoyarán entre ellos para que sus aspiraciones sigan teniendo vuelo. Pero los logros que pretenden tener como artistas, sus sueños, pueden ser los mismos que atenten contra un futuro juntos. Ganadora de 7 Globos de Oro en la última edición de estos premios, rompiendo el récord de Atrapado sin Salida (One Flew Over the Cuckoo’s Nest, 1975) y Expreso de Medianoche (Midnight Express, 1978), así como también el récord del film en ganar cada categoría a la que estuvo nominada. Nominada en 14 categorías de los Premios Oscar, igualando a La Malvada (1950) y Titanic (1997). ¿Está justificada tanta nominación y tanta presea? Y la respuesta es: se merece todos y cada uno de esos reconocimientos. Y mucho más... Hay varios tópicos en donde podríamos empezar. Los actores: Ryan Gosling y Emma Stone tienen presencia, carisma y la pareja es convincente. Ya lo habían demostrado en Loco y Estúpido Amor (Crazy, Stupid, Love., 2011) y Fuerza Antigángster (Gángster Squad, 2013). Stone tiene esa chispa y naturalidad que la aleja de la celebrity y la acerca más a la gente. Gosling atraviesa un gran momento actoral y con su sonrisa casi es suficiente para cautivar al público. El director y guionista Damien Chazelle. Su amor por la música y talento para plasmarlo en la pantalla grande lo había demostrado con su ópera prima Guy and Madeline on a Park Bench (2009) y con el film que llamó la atención de todos Whiplash: Música y Obsesión (Whiplash, 2014); casualmente las dos tratan sobre jazz. Pero, además, el realizador rinde un profundo y sentido homenaje a los musicales de Hollywood, un género casi tan norteamericano como el western, o tal vez más. El director muestra mucho conocimiento en el tema, ya que hay muchas, muchísimas referencias a esta clase de largometrajes (algunos sutiles y otros casi calcados). Cantando Bajo la Lluvia (Singin’ in the Rain, 1952) es uno de los más referenciados; pero hay otros como Broadway Melody of 1940 (1940), Un Americano en París (An American in Paris, 1951), Brindis al Amor (The Band Wagon, 1953), Al Compás del Amor (Shall We Dance, 1937) o Amor sin Barreras (West Side Story, 1961), entre otros. La otra pata clave es la música. Los números musicales en los que los protagonistas bailan y cantan, o los temas incidentales son preciosos. Un dato de color es que Gosling aprendió a tocar el piano de memoria tomando lecciones de dos horas al día durante seis días de la semana, permitiéndole hacer esas escenas sin usar doble o efectos por computadora. La La Land es una obra increíble, con un final que la engrandece aún más porque le da una profundidad que la saca del musical común y corriente. Es un largometraje obligatorio que ningún amante del cine, por ningún motivo, debería perderse.
A la conquista de los mares y los corazones Hace miles de años los mejores marineros del mundo viajaban a lo largo del océano Pacífico descubriendo nuevas islas, pero un buen día sus viajes cesaron y aún nadie ha descubierto porqué. Moana (Auli’i Cravalho), una joven apasionada e intrépida que siente un fuerte vínculo con el mar, es la hija adolescente del líder de una tribu que habita las islas del Pacífico Sur. Ella está dispuesta a resolver el misterio sobre sus antepasados. Siguiendo el consejo de su abuela Tala (Rachel House), la joven decide hacer oídos sordos a la prohibición de su padre de permanecer en la isla, y se lanza a los confines del Océano en compañía de su mascota, un torpe gallo de nombre Heihei (Alan Tudyk). Moana irá en la búsqueda de Maui (Dwayne Johnson), un semidiós con un anzuelo mágico que le permite convertirse en cualquier animal que hace 2000 años le robó el corazón a Te Fiti, la isla madre. Ese corazón albergaba el mayor poder jamás conocido: podía crear vida. Al hacer esto, se desató una terrible oscuridad que ahora amenaza la vida y el hábitat de todos los isleños de la región. Moana tiene que encontrar a Maui, después buscar el anzuelo mágico que éste perdió cuando se enfrentó a Te Kā, un demonio de la tierra y del fuego que también quería el corazón; y juntos ir a devolver la joya. Maui primero es reticente en ayudar a la joven, pero cuando finalmente entiende que el Océano la ayuda -literalmente- y que le dio el corazón perdido para que se lance a esta aventura, se unirá a ella en esta gran aventura. Qué bien que le hizo a Disney la adquisición definitiva de Pixar, porque desde ese tiempo a esta parte sus películas de animación no han parado de subir sus estándares. Está claro que Walt Disney Animation Studios algo aprendió de la compañía que nos regaló “Toy Story” (1995) y en estos años hicieron films como Enredados (Tangled, 2010), Ralph, el Demoledor (Wreck-It Ralph, 2012), Frozen: Una Aventura Congelada (Frozen, 2013) y Zootopía (2016), entre otros. Pero con Moana: Un Mar de Aventuras (Moana, 2016) tocaron el cielo. Este largometraje funciona casi a la perfección con sus tres ejes centrales: buena trama, grandes personajes y una banda sonora increíble. No es muy difícil imaginar lo que plantean este tipo de films que establecen siempre los valores morales y que apelan a nuestro humor y emotividad para darnos su mensaje. Pero Moana lo hace con un relato simple, directo y sin bajezas. Los personajes, incluso los “villanos” como Tamatoa (Jemaine Clement) el cangrejo gigante, están sólidamente construidos y se vuelven entrañables. Dwayne Johnson, utilizando sólo su voz, le da todo el carisma necesario a Maui y hace que queramos ver más y más de él. Por último, las canciones de los compositores Lin-Manuel Miranda y Mark Mancina son maravillosas (no les extrañe que queden maravillados al escucharlas). Hay que mencionar que John Musker y Ron Clements han dirigido y escrito films como La Sirenita (The Little Mermaid, 1989), Aladdin (1992) y La Princesa y el Sapo (The Princess and the Frog, 2009), entre otras cosas; así que ya saben el tremendo talento que hay detrás de cámaras. Ah, nunca está demás repetirlo: el trabajo técnico es tan asombroso que, si uno se descuida, puede llegar a pensar que los fondos son imágenes reales. Impresionante. Dos cosas más para terminar. Moana viene precedida del corto Cabeza o Corazón (Inner Workings, 2016), que cuenta la historia de la lucha interna entre el lado pragmático y lógico de un hombre y su espíritu libre y aventurero. Y quédense hasta el final de los créditos que hay una escena bastante graciosa que vale la pena que vean. “Moana: Un Mar de Aventuras” es una gran película de animación que tiene destino de clásico. Sean testigos del comienzo de su leyenda.
“Aliados”: amor (y traición) en tiempos de guerra Año 1942, Segunda Guerra Mundial. Max Vatan (Brad Pitt) es un agente oficial de inteligencia que se infiltra en la ciudad de Casablanca, Marruecos. Allí se encuentra con Marianne Beauséjour (Marion Cotillard), una luchadora de la resistencia francesa con quien debe trabajar en equipo para cumplir una misión: matar al embajador alemán durante una fiesta. En los días previos al evento, ambos deben hacerse pasar como marido y mujer, hacer relaciones públicas y repasar todo el plan del atentado para evitar fallas. Es una misión en la que tienen muy pocas chances de sobrevivir, y lo saben. Eso ayuda a que, lentamente, se vayan enamorando. Por suerte, todo sale bien y escapan ilesos. Lo que hace Max es llevarla a Londres, para poder casarse y estar finalmente juntos. Aunque la guerra continúa, mientras él sigue trabajando como oficial, su vida juntos florece y hasta tienen una hija. Pero un día a Vatan le comunican que Marianne podría ser en realidad una agente doble al servicio de los nazis y ponen en marcha un plan para verificar si esto es así. Será entonces cuando, dolido por la información que le dan, empiece a sospechar y lleve a cabo una investigación para descubrir la verdad sobre su esposa. Si descubre que es cierto, se verá obligado a matarla, porque si así no lo hace lo ejecutarán por traición. De esto trata “Aliados” (Allied, 2016), la nueva película del director Robert Zemeckis que, según el guionista Steven Knight, está basada en una historia que le contaron cuando era joven. La parte bélica es sólo una excusa para contar esta historia de amor que en algún momento intenta jugar más con la angustiante duda del protagonista que otra cosa. Y también pretende que el espectador sufra en ese proceso con él. Pero el realizador de “Volver al Futuro” (Back to the Future, 1985) no logra potenciar eso, ni juega demasiado a ese juego de sospechas encontradas que hubiese enriquecido más a un film que parece quedarse sin potencia. Es como si fuera un automóvil que pasa de nafta a gas. Otra cosa que llama la atención son las actuaciones. Bah, en realidad la actuación de Pitt, ya que Cotillard está tan fresca, efectiva y hermosa como siempre. Al galán rubio se lo ve algo incómodo tratando de ponerse en la piel de un personaje que no habla mucho y que debe transmitir más con su cara y sus gestos. Es muy raro que un actor con tanto oficio y que, por lo general, enamora fácilmente a la cámara se lo vea tan fuera de lugar. Toda la recreación de época es increíble, con unos escenarios y vestuarios maravillosos, y un guiño tremendo en la primera parte al gran clásico “Casablanca” (1942). Y no mucho más que eso. Está claro que Zemeckis es del riñón de Steven Spielberg y se ve mucho de él en este largometraje, pero ni la historia de amor, ni el desarrollo, ni los personajes alcanzan la épica que, por ejemplo, les hubiera dado el realizador de “Rescatando al Soldado Ryan” (Saving Private Ryan, 1998). Sí, lo sabemos, Spielberg saca oro de las rocas, pero también Zemeckis es un talentoso con una larga trayectoria de filmes emblemáticos. ¿Qué lo llevó a querer realizar este largometraje y de la forma en que lo hizo? Nos quedaremos con la duda. “Aliados” se erige entonces como una película menor que no quedará en la retina ni en la memoria del público por demasiado tiempo. No es que sea mala, pero tampoco guarda mucha diferencia con aquellos films de Danielle Steel hechos para televisión. En esta batalla, lamentablemente perdieron.
“Hasta el último hombre”: una de guerra como las de antes Diez años pasaron desde la última vez que vimos una película dirigida por el talentoso, a la vez que polémico, Mel Gibson. Su última incursión en la pantalla grande detrás de cámaras fue en “Apocalypto” (2006). “Hasta el Último Hombre” (Hacksaw Ridge, 2016) es su quinto largometraje como realizador y cuenta la increíble historia real de Desmond T. Doss (Andrew Garfield), un joven soldado que logró salvar a 75 hombres durante la batalla de Okinawa, una de las más sangrientas que se llevaron a cabo en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Doss era médico del Ejército y evacuó sin ayuda de ningún compañero a decenas de heridos mientras francotiradores le disparaban tratando de matarlo. Lo más extraordinario de su historia es que toda su campaña en el frente de batalla la hizo sin disparar ni sostener un solo rifle. Desmond fue el primer objetor de conciencia –una persona que se niega a acatar órdenes o leyes o a realizar actos o servicios invocando motivos éticos o religiosos– en recibir una Medalla de Honor del Congreso por su valentía. La historia de este soldado es realmente extraordinaria, y de hecho es mucho más asombrosa de lo que se muestra en la película. Gibson mismo declaró que si hubiera mostrado todo lo que hizo Doss en la guerra hubiesen creído que lo estaba inventando. El largometraje comienza desde que Desmond era pequeño y cómo por un accidente con su hermano se vuelca hacia la fe. Convertido ya en adulto siente que debe luchar por su país y se enlista, pero al ser un Adventista del Séptimo Día, su religión le impide sostener un arma, y mucho menos dispararla. Acá es donde el film se vuelve interesante mostrándonos la lucha que tuvo que pasar para poder sostener sus creencias. El acoso de sus superiores para que abandonara el entrenamiento, la burla, el enojo y la agresión de sus compañeros por un hombre al que consideran cobarde, el temple y la fortaleza que mostró para no rendirse. Hay un tono clásico en el film de Gibson, casi un homenaje a aquellas películas bélicas de los cincuenta en donde el protagonista era impoluto y existían sólo los buenos y los malos, y no había términos grises. Tal vez eso tenga un gusto un tanto añejo en el siglo XXI, ya que se muestra a los japoneses como animales violentos sedientos de sangre con la única voluntad de destrozar a los pobres muchachitos norteamericanos. Deshumanizar al enemigo y centrarse en la valentía de un solo bando suena a una mirada “incompleta” del asunto. Pero bueno, Mel quiere mostrar la historia de este soldado y si hay que reventar “amarillos” porque son más malos que la peste bubónica, que así sea. Si conocen la filmografía del protagonista de “Mad Max” (1979), sabrán que no le tiembla el pulso a la hora de ser crudo y mostrar sangre. Esto quiere decir que, si son impresionables, vayan preparados porque las escenas de las batallas son explícitas y derrochan hemoglobina por doquier. El largometraje viene cosechando buenas críticas –en el Festival de Venecia la ovacionaron y aplaudieron de pie durante casi 10 minutos– y mucho de eso se debe a la gran labor de Andrew Garfield, un actor que rápidamente se sacó de encima el peso de haber sido el Hombre Araña. Garfield logra hacerte sufrir, cansarte, llorar e incluso sangrar con él. “Hasta el último hombre” recoge la bandera de aquellas películas de guerra clásicas y nos regala un héroe puro y sin sombras. Tal vez demasiado en un cine que en las últimas décadas se dedicó a mostrarnos personajes más reales y humanos y que están mucho más cerca del espectador.
Ellos te están esperando: Zombies nórdicos con poca “cocción” No es fácil realizar una película de terror. El fanático del género lo ha visto todo, conoce absolutamente cada truco, vuelta de tuerca y giro inesperado de la trama que tenga enfrente. En las últimas décadas, pocos fueron los largometrajes que lograron generar “miedo” en el espectador, siempre hablando de los individuos avezados en este tipo de filmes. “Ellos te están esperando” (Sorgenfri, 2015) venía con la particularidad de ser una obra realizada en Dinamarca -de hecho es el primer filme postapocalíptico de zombies-, y siempre es genial ver lo que se hace, cómo piensan y que tienen para mostrar otros países cuyas obras no son tan comunes de encontrar en nuestro mercado cinéfilo. Lo cierto es que vamos a tener que seguir dándoles más oportunidades en este tipo de películas, porque a esta obra le falta “cocción”. La trama se sitúa en un vecindario de familias bastante acomodadas. Se conocen entre todos, realizan fiestas y actividades juntos, pero cada uno alberga sus trapitos sucios. Lo normal de un vecindario, bah. Gustav (Benjamin Engell) es un adolescente, algo rebelde, que no soporta mucho a sus padres. Dino (Troels Lyby), su papá, es un hombre que vive anestesiado y tiene su mente puesta en otra parte. Pernille (Mille Dinesen), su mamá, es una mujer autoritaria, a la que le gusta mandar, y que vive sobreprotegiendo a su hermanita Maj (Ella Solgaard). No pasa nada del otro mundo en ese lugar y por eso el joven vive aburrido y sin mucho que hacer... Hasta la llegada de unos vecinos nuevos que tienen una hija de su misma edad llamada Sonja (Marie Hammer Boda). Automáticamente, Gustav le echa el ojo y no pierde el tiempo en acercarse a la chica, pero para desgracia de la parejita no van a tener mucho tiempo de intimar y conocerse porque justo coincide con la llegada a la ciudad de una enfermedad algo extraña de la que nadie sabe mucho, los medios poco informan y el gobierno prefiere guardar silencio. Pronto al barrio lo pondrán en cuarentena, quedará sitiado por el Ejército, y los muertos no tardarán en llegar. Gustav y los suyos tendrán que unirse como familia si quieren sobrevivir a lo que está ocurriendo allá afuera. El género zombie está muy masticado. Lo hemos visto miles de veces en toda clase de películas, e incluso series, hecho por personas que hace décadas tienen en claro qué cosas son fundamentales tener, qué funciona, que asusta más, qué es lo que quiere el espectador encontrarse. El director y guionista Bo Mikkelsen intenta jugar por el lado del desconocimiento (no muestra a lo que se enfrentan los protagonistas hasta un poco después de la hora de metraje) y generar suspenso y claustrofobia al encerrar a todos en la casa familiar. Pero finalmente eso le termina jugando en contra porque los personajes no son muy interesantes, terminan aburriendo y la acción brilla por su ausencia. Cuando el realizador se decide a mostrar las cartas ya no importa, por más que transforme al filme en lo más gore y sangriento que se haya visto en el país escandinavo en las últimas décadas. Tiene un par de cositas interesantes, como lo que hacen las fuerzas armadas o esto de jugar mucho con el sonido, pero no son suficientes en este mercado en el que estamos, por ejemplo, fanatizados con “The Walking Dead” (2010- ) hace más de un lustro. Sólo dos propuestas se atreven a estrenar este fin de semana (el siguiente jueves no hay ningún estreno programado, por primera vez en años) y, justamente, “Ellos te están esperando”. Si no llego, empiecen sin mí.
“Rogue One: Una Historia de Star Wars”, la guerra es por ser parte de la saga Jyn Erso (Felicity Jones) es una joven impetuosa y desafiante que está a punto de prestarle sus servicios a la Alianza Rebelde. Es que Jyn es la hija de Galen Erso (Mads Mikkelsen), un científico brillante que, cuando ella era chica, fue reclutado en contra de su voluntad para que sea el encargado de construir la Estrella de la Muerte. Asesinada su madre, la niña fue criada por Saw Gerrera (Forest Whitaker) el líder de una facción que lucha contra el Imperio pero que a la vez no cree en utilizar los mismos métodos que los rebeldes. Y justamente él es quien tiene en custodia a Bodhi Rook (Riz Ahmed), un piloto de carga que trabaja para el Imperio pero que se convierte en desertor, y que tiene un mensaje de Erso sobre el arma más poderosa del universo y cómo poder destruirla. Es por esto que Jyn es interceptada por el Capitán Cassian Andor (Diego Luna) y su androide K-2SO (Alan Tudik), un guardia de seguridad imperial reprogramado para serle fiel a la Alianza, para que los ayude a poder llegar al piloto y su preciada información. No a poco de llegar allí, las cosas se complican en grande con la aparición de la Estrella de la Muerte y Jyn, Cassian, Bodhi, más Chirrut Îmwe (Donnie Yen), un monje ciego y hábil guerrero y su fiel amigo el soldado Baze Malbus (Jiang Wen), dos hombres que los ayudan a enfrentare a las Fuerzas Imperiales; deben escapar de allí. Este improbable grupo es el que va a hacerse cargo de la misión más importante que se haya intentando hasta el momento: robar los planos de la Estrella de la Muerte. Pero no va a ser nada fácil, ya que para llegar a ellos antes deberán enfrentarse al Director de Seguridad Orson Krennic (Ben Mendelsohn) y a un Lord Sith llamado Darth Vader (James Earl Jones). Esta es la premisa básica de “Rogue One: Una Historia de Star Wars” (Rogue One, 2016), el primero de los spin-off programados para expandir el universo de la saga cinematográfica cultural más importante de la historia. Aunque, denominar a este filme como “spin-off” es mentir un poco, ya que como se desarrolla entre los Episodios III y IV y continúa esa historia lineal podría ser tranquilamente el “Episodio 3.5”. Más allá de estos tecnicismos, el director Gareth Edwards, el mismo de “Godzilla” (2014), tiene algunos problemas para llevar a buen puerto esta película. Por empezar tiene una floja presentación de personajes –sobre todo Jyn, la protagonista principal– y al espectador le cuesta crear alguna empatía con ellos, salvo quizás con Chirrut y K-2SO. Además tarda mucho arrancar, tiene una cuestión narrativa muy lenta y cada vez que uno espera que acelere tropieza y tropieza. Y por otra parte, tiene unos polémicos personajes recreados en CGI que van a dar que hablar, porque se nota que están hechos para “enganchar” al público y que recuerden que están en el universo de “Las Guerras de las Galaxias”. Porque, la verdad, si no estuvieran esos momentos nostálgicos, es un filme más del montón. Tiene sí unas impresionantes batallas, tanto aéreas como terrestres, que tienen el ADN de Star Wars. Hay mucho “homenaje” a las películas anteriores y escenas casi calcadas. Es por eso que, para quedar bien con el fanático y darle lo que busca, en los últimos 10 minutos el largometraje se convierte en otra cosa, en otro filme, en algo que apela al amor y fanatismo por la franquicia, sin dar muchos más detalles. Eso es maniqueísmo puro. “Rogue One” no es una mala película, pero tampoco un diamante en bruto. Es correcta, bien filmada, con parches nostálgicos para tapar sus falencias. No debe haber sido mejor porque, tal vez, la Fuerza no estaba con ellos.