“Snowden”: el regreso triunfal de Oliver Stone Todo aquel que conozca la filmografía de Oliver Stone sabe que mucho de su carrera como director estuvo destinada a retratar temas profundos, inquietantes y controversiales de la historia y cultura norteamericanas. Títulos como “Salvador” (1986), “Pelotón” (1986), “Nacido el Cuatro de Julio” (1989) y “JFK” (1991), entre muchas otras, son buenos ejemplos de ello. Pero en los últimos años sus películas abordaron otros temas y dejaron un poco de lado ese sello tan característico suyo... Hasta ahora. Con “Snowden” (2016) el realizador vuelve a las fuentes, a ser controversial, a alzar la voz y lo hace de una manera contundente y con esa fascinante mirada personal con que nos deslumbró siempre. Es el año 2013. Edward Snowden (Joseph Gordon-Levitt) sale de su trabajo en la Agencia de Seguridad (NSA) con sede en Hawai. Va hasta su casa, le dice a su mujer Lindsay Mills (Shailene Woodley) lo que quiere hacer y se toma un avión hasta Hong Kong. Su objetivo es encontrarse con los periodistas Glenn Greenwald (Zachary Quinto) y Ewen MacAskill (Tom Wilkinson); y la documentalista y cineasta Laura Poitras (Melissa Leo) para revelarles cómo el gobierno de los Estados Unidos, con su división cibernética, tiene programas de vigilancia de escala global que recogen datos a través del rastreo de toda clase de comunicación digital. Pero lo más importante –y aterrador al mismo tiempo– es que no sólo vigilan a países extranjeros, grupos terroristas, o criminales internacionales, sino también a ciudadanos americanos comunes y corrientes. Así salió a la luz lo que alguna vez fue descripto como la mayor falla de seguridad en la historia del Departamento de Inteligencia de EE.UU., que expuso uno de los mayores atentados a las libertades individuales jamás perpetrados en la historia y convirtió a Edward Snowden en una de las figuras más polémicas del nuevo milenio. ¿Qué podía contar Stone que no se supiera, se hubiera leído o visto hasta el momento? Las verdad es que mucho. El guión está basado en los libros “The Snowden Files” (2014) de Luke Harding, y “Time of the Octopus” (2015), de Anatoly Kucherena, abogado del analista. Además de adquirir los derechos de ambos libros, también tuvo varias charlas con el mismo Snowden. Lo que intenta retratar o mostrar la película es de dónde provenía este exempleado de la CIA, cuáles eran sus motivaciones para trabajar en los organismos en los que lo hacía, qué función desempeñaba y, lo más importante, porqué hizo lo que hizo. Éste es, tal vez, el punto más flojo del film. Oliver Stone nos presenta a un personaje tan moral y con tantas convicciones por hacer el bien y la justicia que podría ser el faro que la humanidad debería seguir en estos aspectos. Es un personaje demasiado “limpio” y transparente. Más allá de eso, lo demás es impecable. Gordon-Levitt logra convertirse en el propio Snowden, tan bien está que hasta los propios padres del exiliado norteamericano le expresaron su maravillosa performance. El largometraje también se vanagloria haciendo desfilar –como solía hacer el realizador– a varias estrellas hasta en pequeños papeles. Además de los ya mencionados, aparecen Rhys Ifans, Timothy Olyphant, Nicolas Cage, Scott Eastwood y Joely Richardson. Snowden es una gran película que te hace reflexionar sobre nuestras posturas ante los gobiernos, hace preguntas provocativas e interpela al espectador sobre cuánto estamos dispuestos a renunciar con el afán de estar “seguros”. Un maravilloso regreso de Oliver Stone al cine que nos supo regalar. Bienvenido de nuevo, maestro.
“Sully: Hazaña en el Hudson”, un héroe común y corriente El 15 de enero de 2009 el vuelo 1549 de US Airways despegó del aeropuerto LaGuardia, en Nueva York. Llevaba 150 pasajeros y cinco tripulantes y su destino era el aeropuerto Internacional de Charlotte, en Carolina del Norte. A los pocos minutos de despegar una bandada de pájaros chocó contra el avión, un Airbus A320, dejando inutilizado los dos motores y en pésimas –sino nulas– condiciones de vuelo. Esto obligó al piloto Chesley Sullenberger a realizar un aterrizaje de emergencia sobre el río Hudson, que a esa altura del año sus aguas tenían una temperatura promedio de 6 grados bajo cero. Gracias a la destreza y pericia del capitán, el amerizaje fue exitoso. También tuvieron la suerte que los ferrys y remolcadores que se encontraban cerca llegaran pronto y rescataran a todos con vida. Este incidente se conoció como el “Milagro del Hudson” y la tripulación del vuelo 1549 fue condecorada con la Master’s Medal del Guild of Air Pilots and Air Navigators con estas palabras: “Este acuatizaje y evacuación forzosos, sin pérdidas de vidas, fue un logro heroico y único en la historia de la aviación”. Esta es la historia que en parte retrata Clint Eastwood en “Sully: Hazaña en el Hudson” (Sully, 2016), porque el filme comienza su relato con el accidente ya ocurrido. Con el capitán (Tom Hanks) y su copiloto Jeff Skiles (Aaron Eckhart) aguardando en un hotel para darle explicaciones a la Administración Federal de Aviación –y por ende a las compañías de seguros– de porqué no hicieron el intento de llegar hasta otros aeropuertos. La trama que plantea Eastwood, basada en el libro “Highest Duty”, de Sullenberger y Jeffrey Zaslow, es la de mostrarnos que, más allá de lo milagroso y heroico del acto, cuando hay intereses creados uno puede pasar de héroe a villano en segundos. Es que las investigaciones que comenzaron por el accidente podrían haber destruido la reputación y carreras de ambos pilotos. Eastwood no quiere darnos un superhéroe impoluto e impecable, trata de brindarnos a un ser humano común y corriente que fue puesto a prueba en circunstancias extraordinarias y, aun habiendo podido salir adelante, pone en duda si lo que hizo estuvo bien. La recreación del accidente es apabullante, y se nota que se esforzaron al máximo para hacerlo correctamente. De hecho, la producción compró dos Airbus A320 para usarlos, filmaron en el mismo lugar en el que avión amerizó y hasta actúa gente como Vincent Lombardi, el capitán del primer ferry que llegó al rescate, haciendo de sí mismo. Tom Hanks, que trabaja por primera vez con Eastwood, tiene una actuación sólida y bien sobria. Logra transmitirnos las sensaciones de un hombre que todavía está en shock por lo que sucedió y que debe explicar por qué está vivo. El actor pasó casi un día en el hogar de Sullenberger para tratar de “captarlo”, cosa que dejó sorprendido al mismo piloto de lo bien que lo hizo. Este largometraje no es rimbombante, ni estridente, ni pide a gritos premios de la Academia, lo que tenemos aquí es un excelente ejemplo del cine clásico de Hollywood que ya (casi) nadie hace. El único problema que tiene el filme es que su aparente sencillez puede hacer que la califiquen de una obra menor cuando en realidad no lo es. Esta película está pensada, depurada, corregida y armada de manera perfecta para que nos enfoquemos en el núcleo de su esencia. En una semana en donde una tragedia aérea es noticia, el estreno de Sully viene muy bien para saber que, aunque no se den con tanta frecuencia, a veces los milagros existen.
“Doctor Strange: Hechicero Supremo”: un superhéroe entre la ciencia y la fe El Dr. Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) es el mejor neurocirujano del mundo. Su gran capacidad y habilidad son sólo comparables con su enorme ego y pedantería. No tiene amigos, ni relaciones amorosas, ni siquiera sabe cómo tratar a los pacientes a los que atiende y salva. Lo único que le interesa a Strange es ver cuál es su próximo reto y qué tan difícil puede ser. Pero un accidente automovilístico cambia su vida para siempre, ya que lo deja sin poder controlar sus manos. El doctor agota todos sus recursos en busca de alguien o algo que lo pueda curar, pero el único que podría lograr ese milagro es él mismo. Cuando la medicina tradicional falla, se ve obligado a buscar una cura y esperanzas en un lugar impensado: una comunidad aislada llamada Kamar-Taj. Rápidamente va a descubrir que ese lugar no es un centro de sanación común y corriente, sino un recinto en donde también se aprende a batallar contra las fuerzas oscuras que quieren destruir nuestra realidad. El líder es el Ancestral (Tilda Swinton), una enigmática y sabia figura que ha salvaguardado los secretos de las artes místicas durante un largo tiempo para este propósito. Al conocer a Stephen Strange, la centenaria sabia ve el potencial del ex-cirujano y accede a mostrarle otro costado de la realidad: el camino místico de la magia. En poco tiempo, Strange, armado con sus poderes mágicos recientemente adquiridos, se ve obligado a elegir entre volver a su antigua vida de riqueza y estatus o dejarlo todo para defender el mundo como el mago más poderoso del planeta. Es julio de 1963, en las páginas del número 110 de la revista “Strange Tales”, hace su debut el “Doctor Extraño”, un personaje que se convertiría en un Hechicero Supremo de las artes místicas. Creado por Stan Lee (sí, tiene un cameo en el filme) y Steve Ditko, su apariencia fue inspirada en el actor Vincent Price y de hecho su nombre completo es Stephen “Vincent” Strange. Este superhéroe es el protagonista del largometraje número 14 de Marvel Studios, y marca el capítulo dos de la Fase 3 del Universo Cinemático de Marvel. Pero más allá de estos títulos, también es una muestra de que esa compañía puede tomar a cualquier personaje de los cientos que tiene, que no necesariamente sea tan popular para la gente común, y generarle interés y atractivo al público. Tienen los años y la experiencia a cuesta para haber logrado eso, ¿no? Seamos sinceros, el mundo entero espera cada año a la próxima película de superhéroes, y eso es un logro inconmensurable. “Doctor Strange: Hechicero Supremo” (Doctor Strange, 2016) tiene todo lo bueno de las películas de Marvel, y más: un gran personaje, una trama atractiva, la dosis de acción necesaria, unos efectos especiales deslumbrantes, el humor con el timing justo y un elenco perfecto que se completa con Chiwetel Ejiofor, Rachel McAdams, Mads Mikkelsen y Benedict Wong. Hay tres nominados al Oscar (Cumberbatch, Ejiofor y McAdams) y una ganadora del premio (Swinton). Este es un largometraje que cubrió todos los puntos, y lo hizo con creces. Cumberbatch destila talento mostrando a un personaje que debe cambiar, mostrando cómo un hombre de ciencia se convierte en uno de fe, y al mismo tiempo atraviesa esos dos mundos. Como en toda película de Marvel, hay referencias y guiños para los fanáticos, pero nada tan trascendente que el espectador común se pierda o deba saber. Quédense pegados a sus butacas porque hay dos escenas postcréditos, una que le da pie a la próxima película de este universo y de la cual no diremos mucho más para no quitarles la sorpresa. Doctor Strange asciende al podio de lo más alto en el género de superhéroes, y no necesitó usar ningún hechizo para eso. Bah, eso creemos.
El universo Potter busca una nueva franquicia Año 1926. El magizoólogo Newt Scamander (Eddie Redmayne) llega a la ciudad de Nueva York tras un extenso viaje que emprendió por el mundo. Durante todo ese tiempo se dedicó a encontrar, proteger y preservar una gran variedad de criaturas extraordinarias. Su único equipaje es con una enigmática maleta, que en su interior está repleta de los sorprendentes seres que encontró. Pero la comunidad mágica que reside en Norteamérica no está pasando por un buen momento, ya que un ente misterioso hace apariciones súbitas dejando un rastro de destrucción a su paso, algo que podría dejar al descubierto la existencia del universo de magia ante los Second Salemers, una congregación de nomagos (como llaman a los muggles en ese país) fanáticos que busca erradicar a todos los magos y brujas que pregonan que existen. A esto se suma que Gellert Grindelwald (Johnny Depp), un mago oscuro muy poderoso, desapareció sin dejar rastros tras haber causado un gran caos en Europa. Newt, que vive en su propio mundo y desconoce todo esto, tiene la mala suerte de confundir su maleta con la de un nomago llamado Jacob Kowalski (Dan Fogler) y todas sus criaturas logran escapar. Ahora ambos se verán obligados a trabajar juntos para recuperarlas, pero no estarán solos, ya que contarán con la ayuda de Porpentina Goldstein (Katherine Waterston), un ex auror que quiere recuperar su trabajo, y de su hermana Queenie (Alison Sudol). Sin embargo, todo se desvirtúa un poco con la intervención de Percival Graves (Colin Farrell), Director de Seguridad de Magia en Macusa (Congreso de Magia en EUA, por sus siglas en inglés), quien siembra un ambiente de sospecha en contra de ellos. De esto trata “Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos” (2016), la nueva película del universo del mago más famoso del celuloide: Harry Potter. Si bien los sucesos transcurren 70 años antes del primer film de la saga, este es un spin-off, no una precuela. El nombre de Newt Scamander aparece en la franquicia por primera vez en “Harry Potter y el Prisionero de Azkaban” (2004), en el Mapa del Merodeador. En mundo Potter es el autor del bestseller de 1927 “Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos” que utilizan los estudiantes de Hogwarts. De hecho la autora J.K. Rowling en 2001 lo hizo realidad escribiendo lo que sería la copia de ese libro para beneficio de entidad benéfica. Y hablando de la escritora, debuta aquí como guionista. Y también vuelve David Yates, que dirigió las últimas cuatro películas de Harry Potter. Si se preguntan cuántos años pasaron desde el último largometraje, fueron sólo cinco. La idea de este film es explotar esa nostalgia, esa falta, esa necesidad que tienen los fanáticos de más y más. Y lo hacen bien, porque se reconoce ese universo, la magia está intacta y los personajes tienen cierto atractivo. Pero todo se ve algo forzado, como que tiene que gustar y convertirse en una nueva franquicia, entonces el contenido decae. Está más latente la idea de ganar dinero que otra cosa. Harry Potter tenía un asidero en sus libros y tenía bases sólidas, y quieren instalar a Newt Scamander en el mismo lugar legendario, sin lograrlo por supuesto. No es que no la van a pasar bien viendo este film, al contrario; pero el tufillo a “ganar dinero” que tiene es demasiado fuerte. Es más, el mes pasado se confirmó la segunda parte para 2017 y la tercera para 2018... Y hay dos más sin fecha todavía. Sí, cinco en total van a hacer. Sólo algo más para terminar, un consejo que va con amor y con las mejores intenciones del mundo: Soltar, J. K. Soltar es bueno y hace bien. Dejá tus miedos y probalo. En verdad no pasa nada. Es hora de dejar seguir exprimiendo y exprimiendo con lo mismo, ¿no te parece?
Lee Child es el seudónimo del novelista inglés Jim Grant (se puso Child para aparecer en las librerías entre Raymond Chandler y Agatha Christie). Grant trabajó durante casi 20 años en un canal de televisión de su país hasta que lo echaron por reestructuración de la compañía. Algo que lo dejó muy enojado y molesto. Con 43 años decide comenzar a escribir novelas en donde las historias son como una especie de “venganza” contra hombres corruptos, delincuentes y abusadores. Jack Reacher nace para expiar los demonios y el enojo que Grant -ahora Child- tenía tras haber sido despedido injustamente. La primera novela, “Killing Floor”, salió publicada en 1997 y tuvo mucho éxito. El personaje es un ex Mayor del Ejército de la Policía Militar que vaga por Estados Unidos consiguiendo trabajos al paso mientras va involucrándose en investigaciones y situaciones peligrosas. Un año más tarde de la publicación del libro Child se mudaba a Norteamérica para continuar escribiendo historias de Reacher, a veces narradas en primera persona y otros en tercera. En total, contando “Night School” que debería estar saliendo en estos días, lleva publicadas 21 novelas de este genial personaje. Hollywood le puso el ojo y sobre todo Tom Cruise, ávido siempre de buscar historias nuevas que contar y por eso hace cuatro años tuvimos el estreno de la muy buena “Jack Reacher” (2012), basada en “One Shot”, noveno libro de la franquicia. “Jack Reacher: Sin Regreso” (2016) es una adaptación del décimo octavo: “Never Go Back”, del año 2013. En este segundo film Reacher (Cruise) anda coqueteando con la Mayor Susan Turner (Cobie Smulders), la líder de la antigua unidad de la policía militar. Ella es quien ocupa el cargo que él tenía y, como lo ayudó en uno de estos casos en los que el ex militar se entromete, le prometió encontrarse para tener una cena juntos. Pero para cuando Reacher llega a la base Turner está bajo arresto acusada de traición, y no tardan mucho tiempo en incriminarlo también a él. Así que ahora tendrá que fugarse con ella de prisión, tratar de descubrir quién está detrás de esta conspiración y limpiar sus nombres. Ah, y mientras tanto lidiar con una supuesta hija (Danika Yarosh) que le acaba de aparecer. Cruise decidió traer a bordo a su amigo Edward Zwick, con quien había trabajado en “El Último Samurai” ( 2003), para que se haga cargo del guión y la dirección. Y si bien Zwick no es un mal realizador, destruyó todo lo que había hecho su colega Christopher McQuarrie en la primera. El film de 2012 sorprendió por presentarnos a un personaje frío, metódico, inteligente, que utilizaba cualquier recurso necesario para obtener resultados. Además, tenía cierto sabor a las películas de acción de los años setenta y una música que complementaba todo muy bien. Acá, Reacher se desdibuja, tal vez por mostrarlo más “humano”, o sensible, o por poner dos protagonistas más a su lado (eso hubiese estado bueno en una cuarta o quinta película, con el personaje más asentado). Smulders, Yarosh y Patrick Heusinger, que personifica a un asesino despiadado, están perfectos. Y el bueno de Tom hace lo que quiere, pero éste no es el Jack Reacher que nos presentó y nos dejó con ganas de más hace unos años. Es un film más: compacto, sin sorpresas, correcto y con moño incluido. En este largometraje Reacher promete no regresar, y le pedimos que cumpla su palabra si va a volver de forma tan chata y mediocre. Vamos, Jack, que una más te bancamos. Pero hacelo bien, eh.
Mujer soltera no busca, pero ¡encuentra! A mucha gente la sorprendió el anuncio de que se iba a realizar una tercera película sobre Bridget Jones –de hecho se anunció en el 2009 para comenzar a filmarse en 2010–, y seguramente más de uno se desayunó esta semana con el estreno del filme. La respuesta al porqué de la tercera parte tiene más que ver con la popularidad de la que goza este personaje en su tierra natal. Bridget Jones nació el 28 de febrero de 1995 en una columna que salía una vez por semana en el diario inglés “The Independent”. Escrita por la periodista Helen Fielding, trataba sobre lo que escribía en su diario íntimo Bridget Jones, una treintañera soltera de Londres que trataba de encontrarle el sentido a la vida y al amor con la “ayuda” de sus amigos. Fielding captó enseguida la esencia de la mujer profesional londinense –y porqué no de otras partes del mundo– y sus miedos, ansiedades, anhelos, esperanzas, sueños, de los años noventa. Rápidamente ganó muchísima popularidad y en 1996 se editó la novela: “El diario de Bridget Jones”. Después le siguieron “El diario de Bridget Jones: al borde de la razón”, en 1999, y “El diario de Bridget Jones: loca por él” en el 2013. En el 2001, Renée Zellweger le puso voz y rostro al personaje, y en el 2004 realizó la (pobre) secuela. “El bebé de Bridget Jones” no es una adaptación de la tercera novela, sino que se basa en un guión original escrito por Fielding y David Nicholls. En la trama a Bridget (Zellweger) no le terminó yendo bien la pareja que hacía con Mark Darcy (Colin Firth). Lo que parecía una historia que iba a durar para siempre terminó diluyéndose en la nada. En su día de cumpleaños número 43 se encuentra soltera nuevamente, sin ninguno de sus viejos amigos con los que pueda festejar y sola en su departamento. Decidida a no dejarse vencer nuevamente por la depresión y el pesimismo, se centra en su trabajo como productora de noticias y se permite hasta tener un fin de semana de locura en un festival de música. Allí conocerá a Jack (Patrick Dempsey), un norteamericano galante y encantador con quien tendrá una noche de sexo. Contenta con su nueva vida y actitud, el pasado de Bridget vuelve cuando se topa nuevamente con Mark una semana más tarde (y sí, se acuesta con él). El problema surge cuando descubre que está embarazada y no tiene ni la menor idea de cuál de los dos podría ser el padre. Buen retorno para esta saga que se ganó el título de ser la primera trilogía de una comedia romántica del nuevo milenio, y también de ser la única dirigida exclusivamente por mujeres –gracias a la vuelta de Sharon Maguire, que dirigió la primera–. “Al borde de la razón” no le había hecho mucha justicia a la frescura y originalidad del primer largometraje, y este filme está más a la altura. Tampoco tanto, eh. La película carece de ese fino, ácido y a veces brutal humor que tanto caracteriza a la comedia inglesa (tal vez se deba a que el guión pasó por muchas manos), y tiene como unos veinte minutos que le sobran. Los protagonistas están viejos, sí: la cara de Zellweger causa impresión, sí, pero una vez superadas esas impresiones se disfruta de esta comedia que refleja con algunos aciertos lo difícil de mantener las relaciones sentimentales en estos tiempos y la complejidad de convertirse en padres, entre otras cosas. Mención aparte para Emma Thompson y su pequeño papel como la doctora que atiende a Bridget –también participó como guionista–: brilla y luce su enorme talento en los pocos minutos que aparece en pantalla. Linda y sencilla apuesta para esta semana en los cines. Véanla con placer y sin ninguna culpa. Ficha técnica Título original: Bridget Jones’s Baby Duración: 122 minutos Origen: Irlanda/ Reino Unido/ Francia/ Estados Unidos Género: comedia-romance Director: Sharon Maguire Protagonistas: Renée Zellweger, Colin Firth, Patrick Dempsey, Emma Thompson, Jim Broadbent, Gemma Jones Calificación: sólo apta para mayores de 13 años Nuestra opinión: buena El problema para Bridget surge cuando descubre que está embarazada y no tiene ni la menor idea de cuál de los dos podría ser el padre.
Evan Goldberg y Seth Rogen son amigos de la infancia, y una dupla de trabajo inseparable. Juntos han escrito cosas como “Super Cool” (2007), “Superfumados” (2008), “El Avispón Verde” (2011) o “Este es el Fin” (2013); la mayoría protagonizadas por Rogen. Pero, además de escribir, siempre estuvieron ligados a sus proyectos, ya sea actuando, dirigiendo o produciendo esas obras infernales que salen de sus cerebros. Y a lo largo del camino se han hecho amigos de una cantidad de artistas que comparten su mismo sentido del humor, preferencia y gustos. A esta altura se podría decir que son casi como una secta: Judd Apatow, Jonah Hill, Bill Hader, Michael Cera, Jay Baruchel, James Franco, Danny McBride, David Krumholtz, Craig Robinson, Paul Rudd. Todos aparecen en sus filmes contribuyendo de alguna manera (en el guión, siendo protagonistas, actuando sólo algunos minutos, produciendo, pero siempre están allí presentes). “La Fiesta de las Salchichas” (Sausage Party, 2016) es el último delirio pergeñado por esta gente, una película cuya trama parece salida de una noche intensa en la que no faltaron drogas. La leyenda cuenta que la idea surge de un chiste interno entre Jonah Hill y Seth Rogen mientras promocionaban “Super Cool” y “Ligeramente Embarazada” (2007). Cuando le preguntaban al primero cuál iba a ser su próximo proyecto respondía: “Se llama La Fiesta de las Salchichas”. El chiste se hizo realidad y, debido a la naturaleza bastante negra de la trama, el actor trabajó durante ocho años para que algún estudio se interesara por el proyecto. La trama gira en torno a una salchicha que lidera a un grupo de productos de supermercado en una cruzada por descubrir la verdad acerca de su existencia y qué ocurre realmente cuando son elegidos de la góndola y salen del local. Todos los alimentos viven felices en los estantes del supermercado, esperando y soñando con el día que los Dioses (nosotros, los humanos) los elijan para irse con ellos al “Gran Más Allá”, pero cuando descubren la cruda verdad –o sea que se los llevan para comérselos– van a luchar para tratar de cambiar su destino. Todo el filme es irreverente, con una incorrección política llevada al extremo y con un humor tan corrosivo como salvaje. Y esto ya se sabe al minuto, cuando comienza el filme con todos los alimentos cantando en el supermercado una canción titulada “The Great Beyond”, cortesía de Alan Menken, compositor estrella de Disney. Eso es un chiste también; que gente como Menken o los directores, tan relacionados a proyectos infantiles, trabajen aquí. Así como varios detalles, como por ejemplo que los personajes usan guantes blancos (guiño-guiño a la compañía del ratón). También hay parodias de filmes de todos los tiempos –los más evidentes son “Top Gun: Reto a la Gloria” (1986), “Rescatando al Soldado Ryan” (1998) y “Terminator 2: El Juicio Final” (1991)–, se meten con la homosexualidad, la religión, el racismo, no le hacen asco a prácticamente nada. Y es genial que les den la posibilidad de poder realizar estos largometrajes de argumentos alucinógenos y zafados, que ofrecen algo distinto al mercado. La idea de tocar todos estos temas tan brutalmente, con chistes bizarros y un humor tan demencial pero en una película animada es brillante. El contraste es, simplemente, hermoso. No se olviden de asistir a “La Fiesta de las Salchichas” –sin niños, por favor– porque la van a pasar muy bien. Diversión más que asegurada.
“Ouija: el origen del mal”: Los pro y los contra de la tablita de asustar Año 1967, ciudad de Los Ángeles. Alice (Elizabeth Reaser) es una viuda que se dedica a dar sesiones de espiritismo. Su trabajo en realidad es una estafa, ya que no tiene ningún poder y menos aún contacto alguno con los espíritus. Ella realiza estas fraudulentas sesiones con la ayuda de sus dos hijas: Paulina (Annalise Basso), la mayor, y Doris (Lulu Wilson), la más chiquita. La nena más grande es un tanto rebelde y una noche se escapa para pasar tiempo con sus amigos, y mientras toman alcohol y pasan el rato en una casa deciden divertirse con un nuevo juego: una tabla ouija para comunicarse con los muertos. Antes de que puedan contactarse con algún espíritu, son atrapados por la madre de la dueña del lugar y Paulina sufre la vergüenza de que su madre se entere primero que se escapó y que luego tenga que ir a buscarla. Pero algo sale de todo esto, y es que Alice acaba de dar con un nuevo implemento que le puede servir para su negocio para realizar nuevos trucos y embustes: la tabla ouija. Pero un día, tras probarla en su casa, Doris demuestra que sí puede realmente comunicarse con los muertos (pensando en realidad que se está comunicando con su padre). Es así que la chiquita comienza a participar del trabajo de su madre, pero lo que ellas no saben es que acaban de liberar a un espíritu maligno que atormentará sus vidas sin que les dé respiro. Hace un par de años se estrenó “Ouija” (2014), un film realmente horrendo que pasó sin pena ni gloria por los cines. Trataba sobre un grupo de amigos que intentaba contactarse con una chica que había cometido un supuesto suicidio para saber la verdad, pero en vez de ello despertaban los poderes oscuros de un espíritu antiguo. Aunque les parezca mentira, esta es la precuela de ese film. Tiene una conexión con ese bodrio, que no es muy importante para la trama de ésta ni nadie se queda afuera si no la vio. Una de las grandes diferencias con ese esperpento es que “Ouija: El Origen del Mal” está escrito y dirigido por Mike Flanagan, un realizador que tiene bastante experiencia en el género. Por ejemplo, fue el director de “Oculus” (2013) y ahora mismo se encuentra filmando “Gerald’s Game” (2017), adaptación de la obra homónima de Stephen King. Flanagan sabe manejar los tiempos, es sutil con las escenas que generan miedo, pone mucho hincapié en los personajes y tiene siempre la capacidad de crear climas opresivos. Esta obra tiene un comienzo muy prometedor, no cae en los lugares comunes pero todo se va diluyendo. El director se encarga de no transformarla en algo barato y ya visto miles de veces. Pero hay cosas que son insostenibles y casi fuera de lugar, como por ejemplo que Alice le tenga ganas al personaje de Henry Thomas, unl cura a cargo del colegio al que asisten sus hijas. Por cosas así se va desdibujando y para cuando alcanza el clímax es tarde y a nadie le importa. Aunque, y hay que decirlo, la película repunta un poco al final y tiene un cierre más que digno. Las actuaciones están bien, pero sin dudas Lulu Wilson está increíble. La chica tenía que realizar un personaje que mostrara dos facetas casi al mismo tiempo: una inocencia y dulzura conmovedoras, y un lado oscuro que generara terror. Lo logró con creces. Tomen nota de la escena cuando hace el monólogo y habla sobre lo que siente una persona al ser estrangulada. Brillante. Deberían saber que el largometraje tiene una escena poscréditos, que mucho no aporta pero está. Ya tenemos el inicio de ouija, que esperamos también sea el final. Esta película tiene un comienzo muy prometedor. No cae en los lugares comunes, es cierto, pero no menos cierto es que todo se irá diluyendo.
“Infierno”: una película demasiado explicada Dan Brown es uno de esos escritores que dividen las aguas: están los que aman sus novelas, y los que lo consideran un mediocre y aborrecen su obra. La realidad es que, mal que le pese a sus detractores, el tipo es exitoso, se sabe vender y sus libros son furor en el mercado literario. Nada mal para un hombre que en realidad luchó durante años para perseguir una carrera musical. Para aquellos que no tenían el dato, Dan Brown era cantautor de música pop –incluso tiene algunos CDs de música editados– y trabajaba dando clases de inglés y español. La leyenda cuenta que en 1993, mientras estaba de vacaciones en Tahití, leyó “La conspiración del Juicio Final”, novela publicada en 1991 por Sidney Sheldon y esto lo inspiró a dedicarse a escribir. El resto es historia. Su serie más conocida es la que lo tiene como protagonista a Robert Langdon, profesor de simbología religiosa de la Universidad de Harvard. Apareció por primera vez en “Ángeles y demonios” (2000) y le siguieron “El Código Da Vinci ( 2003), “El símbolo perdido” (2009), “Infierno” (2013) y se espera para el año que viene una nueva obra titulada “Origin”. Langdon aterriza por tercera vez en los cines de la mano nuevamente del director Ron Howard y Tom Hanks con el largometraje “Infierno” (2016). El profesor Robert Langdon (Tom Hanks) despierta en la habitación de un hospital con un fuerte dolor de cabeza. Está desorientado, aturdido y no tiene memoria de lo que le pasó en los últimos días. Para su sorpresa se encuentra en la ciudad de Florencia, Italia, y no tiene idea de cómo llegó a ese país. La doctora Sienna Brooks (Felicity Jones), la médica que lo atiende, le explica que está allí tras recibir un balazo que le rozó la cabeza, y eso explica su conmoción cerebral y la amnesia temporal. Pero el catedrático no tiene tiempo de recuperarse porque minutos después de que despierta intentan asesinarlo, logrando escapar junto con la doctora. Junto con ella, Langdon irá desenmarañando este rompecabezas siguiendo un misterioso rastro de pistas que están ligadas a la simbología oculta de la “Divina Comedia”, la obra clásica de Dante Alighieri. Esto lo llevará a descubrir un plan ideado por el multimillonario Bertrand Zobrist (Ben Foster) cuya finalidad es la aniquilación de la población mundial. Son realmente curiosas las películas dirigidas por Ron Howard sobre esta saga de novelas. Habría que ver cuánto control creativo tiene el director sobre el filme, o preguntarse si le debe rendir alguna clase de explicación a Dan Brown que oficia siempre de productor ejecutivo. Porque hay demasiada desprolijidad en todas las adaptaciones que hizo Howard y tal vez tenga que ver con que el escritor tenga la última palabra en el corte final. Vaya a uno a saber. Tiene mucho talento, tanto detrás como enfrente de la cámara: David Koepp es el guionista, Brian Grazer produce, y en el elenco están Tom Hanks, Felicity Jones, Omar Sy, Ben Foster, Irrfan Khan, muy buenos actores todos ellos. ¿Y cuál es el problema? Por empezar, hay mucho personaje secundario desdibujado y mal aprovechado, la trama se va en explicaciones y tiende al aburrimiento, no hay un grado de interés suficiente para el espectador. “Infierno” es de esas películas que engañan, que a primera vista resultan atractivas e interesantes, pero que cuando van pasando los minutos y uno comienza a analizarlas terminan teniendo demasiados errores, incongruencias y vacíos. Son como el algodón de azúcar: son ricas pero enseguida se deshacen tras saborearlas un poco. Parece que ya hay planes de adaptar “El símbolo perdido”, esperemos que no sea otro “Infierno” que nos hagan padecer. Es de esas producciones que engañan, pero que son como el algodón de azúcar: son ricas pero enseguida se deshacen tras saborearlas un poco.
¿Y dónde está Tim Burton? Ransom Riggs es un escritor y director que realizó muchos cortometrajes para internet y en blogs para la revista Mental Floss. Uno de sus hobbies era coleccionar fotografías caseras antiguas, que fueran particularmente curiosas, y le propuso a la editorial Quirk Books usar varias de ellas para hacer un álbum ilustrado. El editor de la compañía le sugirió que usara las imágenes para crear una historia y hacer una narración. Esto dio como resultado “El Hogar de Miss Peregrine para niños peculiares” (Miss Peregrine’s Home for Peculiar Children), que salió a la venta en 2011 y estuvo en la lista de bestsellers del New York Times. A este libro le siguieron “El Hogar de Miss Peregrine para niños peculiares II”, “Ciudad Desolada” (Hollow City: The Second Novel of Miss Peregrine’s Children) en 2014; “Library of Souls: The Third Novel of Miss Peregrine’s Children” en 2015; y este año, en septiembre, salió “Cuentos Extraños para niños peculiares “(Tales of the Peculiar). Como no podía ser de otra manera, y con la vista puesta en esta saga de novelas para el público infantojuvenil, llega la adaptación al cine de la mano de Tim Burton con “Miss Peregrine y los niños peculiares” (Miss Peregrine’s Home for Peculiar Children, 2016). Jake (Asa Butterfield) es un adolescente que ha crecido escuchando los cuentos de su abuelo Abraham (Terence Stamp) sobre el orfanato en donde se crió y los niños especiales que vivían con él. Además, también lo formó explicándole que él también es especial y que algún día llegará el día en que lo va a demostrar. Pero, en estos 16 años, se convirtió en un chico con muy pocos amigos, que trabaja en un supermercado y es lo más común y corriente del mundo. Pero su vida empieza a cambiar con la repentina y extraña muerte de su abuelo, que lo hace embarcarse en un viaje hacia una remota isla de Gales en busca del orfanato que tanta veces escuchó en los relatos de Abraham. Allí busca el hogar de Miss Peregrine (Eva Green) para niños peculiares, sólo para descubrir que fue destruido por una bomba durante la Segunda Guerra Mundial y todos los que allí vivían perecieron en el ataque. La desilusión de Jake es enorme, aunque pronto sabrá la verdad: este inusual orfanato todavía está habitado por estos niños y niñas con habilidades peculiares, todos ellos protegidos y cuidados por esta guardiana mágica que es Miss Peregrine. Sólo que están escondidos en “otro tiempo” para escaparse de temibles criaturas que los están buscando y amenazan con destruirlos. La historia, los personajes, la ambientación, todo estaba dado para una gloriosa vuelta de Tim Burton a los mundos mágicos que nos regaló con sus primeras películas. Pero tenemos que hablar de pura desilusión. Nada hay de aquel cineasta en este largometraje, ni la esencia, ni la fantasía, ni la oscuridad, ni una pizca de su sello personal. Dicho de manera más simple: sabemos que la dirige porque aparece en los créditos. De todas formas, esto no sería un problema para el film si no fuera porque tiene muchos problemas: secuencias que se repiten, una edición desprolija, un ritmo muy lento, una historia bastante confusa en ciertos pasajes. Parece más una película pensada para “facturar” que para relatar algo verdaderamente interesante y atractivo, como a priori hacían entrever los avances. Tal vez los años hayan sido en detrimento de este genial director que nos hizo adorar su cine durante las últimas dos décadas del siglo pasado. Con suerte, en su próximo filme nos hace cerrar la boca y pedirle disculpas con pasacalle incluido. Hoy no es el caso. Nada hay de aquel cineasta en este largometraje, ni la esencia, ni la fantasía, ni la oscuridad, ni una pizca de su sello personal.