Lo malo: es una película de terror tan superpoblada de lugares comunes. Lo bueno, la presencia de Linda Cardellini. Mítica figura terrorífica mexicana recorre Los Ángeles en busca de chicos y pone en problemas a señora con niños, con algunos sustos a reglamento y un pequeñísimo lazo con la serie “El Conjuro”. Lo bueno: está Linda Cardellini, que es de las mujeres más lindas de ver en el cine en los últimos veinte años. Lo malo: es una película de terror tan superpoblada de lugares comunes que ese vacío e incertidumbre sobre lo que vendrá (la raíz del miedo) no aparece casi nunca. Una película más.
Una película sobre la libertad, con tono libre. Lo que la hace distinta es la actuación de Julianne Moore. No es demasiado frecuente que un director sea responsable de la remake americana de su propia película no estadounidense (Haneke con Funny Games es un caso, pero no común), así que esta versión un poco “a lo Hollywood” que Sebastián Lelio logra de su film chileno Gloria es de arranque una rareza. Es más raro porque, en lugar de ceder a los condicionamientos de la gran industria, la película ajusta aquello que necesita ajustarse para mantenerse fiel en espíritu e historia a la película original. O sea, es igual de buena y, a la vez, diferente. Lo que la hace distinta es la actuación de Julianne Moore, que entiende perfectamente a esta mujer libre que pasa de las relaciones deportivas a encontrar el amor (en un gran John Turturro) o algo que se le parece. (Leer también: Cine: cuáles son las películas imprescindibles que hay que ver) El ambiente nocturno que elude ex profeso cualquier sordidez para plantear el gran dilema contemporáneo: ¿se puede vivir en pareja o en familia en una época donde podemos satisfacer solos hasta nuestras más íntimas necesidades? Una película sobre la libertad, con tono libre.
Chica modosita, estudiosa y virginal, encuentra rebelde sin causa y se descubre a sí misma. Dejemos de lado que el cuento de encontrar al loquito para sacar a la liberada que hay dentro es un poco machista; dejemos de lado que ese cuento fue destrozado por una gran comedia que justo cumple 30 años (Heathers, con Winona Ryder, de Michael Lehmann). La película es una antigualla que disfraza de cool un conservadurismo atroz, pero su principal problema es que es tan aburrida que incluso adormece las ganas de analizarla.
Una nena con mucha imaginación “entra” mágicamente en una de sus invenciones. Notable visualmente, floja conceptualmente. Si sólo quería una descripción evaluativa, ahí tiene y con eso quizás pueda decidir si llevar o no a los chicos a ver esta fantasía sobre una nena con mucha imaginación que “entra” mágicamente en una de sus invenciones, fábula que sirve para hablar de la pérdida, el paso del tiempo (lo mismo), la infancia y todo aquello que significó, alguna vez, el vértigo despreocupado de la libertad infantil. El problema que tiene es que combina momentos de puro juego físico, con una búsqueda forzada de la emoción y la melancolía que apela, sobre todo, a los adultos. En ese punto es donde la película borra con el codo la diversión que ha esbozado con la mano. Pero es visualmente bella, los personajes son simpáticos y el trabajo de voces en el original es notable. En esos elementos fuera de control, la película tiene más valor que en su mera historia.
Aquí se narra el origen del personaje, se presentan los agonistas del asunto, aparece una bruja artúrica y se mezclan varios datos tradicionales para desembocar en el acostumbrado “rompan todo” del blockbuster contemporáneo. Quizás no sepan que Hellboy es un personaje de cómics que trabaja con la tradición del superhéroe y la iconografía de lo paranormal y terrorífico. Que Hellboy, el personaje, es un adolescente eterno, hijo de un demonio pero criado por un científico como un buen pibe gigante y poderoso (pero pibe al fin). Eso eran las dos películas sobre él que hizo Guillermo del Toro, dos películas donde lo importante era jugar, divertirse, tener buen humor y, finalmente, la ternura juvenil que surgía entre los personajes. Eran fantasías casi infantiles en el mejor sentido del término (el de la invención y las ganas de compartir la emoción de la aventura). ¿Por qué hablar tanto de aquellas películas? Porque este “reboot”, aunque sus actores transpiran la camiseta, se siente una especie de refrito cruel de la versión de Del Toro. Algo así como “agreguen más sangre y más oscuridad para diferenciarnos”, aunque –y este es el enorme problema– no sea pertinente. Aquí se vuelve a narrar el origen del personaje, se presentan los agonistas del asunto, aparece una bruja artúrica y se mezclan varios datos tradicionales para desembocar en el acostumbrado “rompan todo” del blockbuster contemporáneo. (Leer también: Cine: cuáles son las películas imprescindibles que hay que ver) Más allá de la decencia de Harbour o la presencia de la reina de la clase B divertida Milla Jovovich, la nueva Hellboy parece una película realizada en la incomodidad de saber que será comparada con un gran film de género. Y, profecía autocumplida, su pereza lleva a eso.
La hija de una ex estrella de lucha libre tiene la chance de “llegar” y ser luchadora. La cosa es cómo hacer honor a la tradición de papá y mamá y estar alejados de una familia un poco excéntrica pero adorable. La película se basa sobre una historia real, pero es lo de menos. La película es, también, una ocasión para descubrir a Florence Pugh, que es lo más. La película trata sobre la nobleza del entretenimiento popular y quiénes nos lo regalan. Y es noble y graciosa ella misma. Lo mejor de la semana.
Esta versión es episódica, a la manera de una recorrida por cuadros, y tiene como eje un trabajo superlativo de Willem Dafoe La historia de Vincent Van Gogh es de las más –y mejor– transitadas por el cine (“Sed de vivir”, de Minelli o “Van Gogh”, de Pialat, por ejemplo). Esta versión de Julien Schnabel, que trabaja la relación cine-plástica (lo hizo en Basquiat hace más de dos décadas) es episódica, a la manera de una recorrida por cuadros, y tiene como eje un trabajo superlativo de Willem Dafoe, que actúa –y sobreactúa– a puro gusto al pintor holandés.
La muerte y la pérdida son los temas clave de esta muy buena adaptación de la novela de Stephen King. Pero lo que la coloca por encima de la media es menos el tema que el tono y el trabajo de sus actores, que en lugar de trabajar en función del “susto”, lo hacen para transmitir la enorme tristeza y desesperación que viven sus criaturas. Es cierto que en última instancia (sobre)abundan las vueltas de tuerca, pero el impacto emocional, más allá del susto, perdura fuera del cine.
Un gran homenaje al cine de los 80 con aires spielberguianos, aquel cuyo tema era “algún día vas a crecer, acéptalo como aventura”. Alguien dijo que era la mezcla de “Superman” y “Quisiera ser grande”. Es la mezcla de “Superman” y “Quisiera ser grande” y la receta funciona. No importa a qué empresa pertenezca, “Shazam!/Capitán Marvel” (depende de vuestra edad es como lo llamen) siempre fue una mezcla de humor de cartoon con superhéroes. La película cuenta cómo un pibe de 15 años más bueno que el pan se convierte en un supertipo con sólo decir la palabra mágica “Shazam”, y cómo eso lo afecta, lo divierte y le permite cumplir las fantasías omnipotentes de la adolescencia hasta que llega la hora de la responsabilidad y subir un par de escalones de madurez. Y todo –¡Por fin!– olvidando las competencias feroces entre “tanques” y marcas que signan para mal el cine de hoy. Un gran homenaje al cine de los 80 con aires spielberguianos, aquel cuyo tema era “algún día vas a crecer, acéptalo como aventura”. Se trata de eso.
La película trata de la clásica rivalidad entre María Estuardo e Isabel I. La rivalidad entre María Estuardo e Isabel I ha sido tema del cine en reiteradas ocasiones. Aquí se la narra con un brío menos teatral que en las versiones más clásicas (recuerden a Glenda Jackson y Vanessa Redgrave, por ejemplo) y toma en cuenta que los personajes “en la vida real” eran apenas adolescentes (María tenía 18 años, por ejemplo). Sin llegar a grandes cimas, la idea de que se metaforice con el pasado nuestro presente funciona sin demasiado subrayado (aunque, por cierto, nunca es una gran idea).