Una mujer, soltera, asmática, madre de un hijo con Asperger. Le dicen que el chico se golpeó en la escuela, que lo llevaron a un hospital. Y ella sale a buscarlo. Con esa situación, Castro Godoy y Zylberberg hacen algo notable: transmitir el estado de angustia de manera precisa, a puro gesto –eso que justifica la existencia del cine–, sin subrayados ni secuencias inútiles. Es una película de suspenso, del puro, de sentir que la vida propia queda suspendida, y funciona muy bien en su registro realista.
El repertorio histórico de Queen es inoxidable y es de ese conjunto de canciones que entusiasma a cualquiera con dos compases. La verdad, esta historia de Queen y biografía de Freddie Mercury no es buena, pero seguro le va a gustar a mucha gente. Es difícil decidir en este caso porque dos factores hacen que uno se sienta entusiasmado mientras ve la película, encantado –en el sentido de las hadas– aunque al salir a la luz fuera de la sala, inmediatamente se rompa el hechizo. Esos dos factores son el trabajo de Rami Malek como Freddie –que era en sí mismo un personaje increíble, por lo que todo extremo es bienvenido en este caso y Malek sabe dosificar la extravagancia– y la música. Porque el repertorio histórico de Queen es inoxidable (por lo menos hasta The Game, dice el autor de esta página, impecable y clásico), y es de ese conjunto de canciones que entusiasma a cualquiera con dos compases. Y la música está y el recuerdo de Mr. Mercury, también y afiatado. Entonces uno se deja llevar por las arbitrariedades de un guión más cerca de Billiken que de “Sed de vivir”, por poner un caso, o por ciertas resoluciones a reglamento, o por la falta de peso de las relaciones entre los personajes. Como si importasen más las escenas sueltas –las escenas sueltas de Freddie, claro– que la película. En todo caso, los momentos de humor y la reconstrucción de recitales son perfectas, aunque la película es más una hagiografía ilustrada que un cuento con un sentido. Se la pasa bien, incluso muy bien, pero quizás solo escuchar “A night at the Opera” pueda suplir la experiencia del film.
Basado libremente en el cuento sobre el cual Tchaikovski creó su ballet más popular, todo deriva en épicas batallas. Lo mismo que la versión de “Alicia en el País de las Maravillas” de Tim Burton, y con la misma textura digital. Malos tiempos para los cuentos de hadas. Aquí, basado libremente en el cuento sobre el cual Tchaikovski creó su ballet más popular, todo deriva en épicas batallas. Es cierto, el cuento tiene un par de peleas, pero por alguna razón todo, para ser creíble, debe ser “oscuro”. Digamos también que aquí no es constante y sólo se reserva para el peligro de la aventura, mientras que el resto es un paseo por unos reinos de fantasía que metaforizan la desazón de la protagonista para darle herramientas con las que enfrentar las imposibilidades del mundo. Sí, bueno, lo mismo que la versión de “Alicia en el País de las Maravillas” de Tim Burton, y con la misma textura digital. Hay buenos momentos, pero el hecho de que cualquier cosa pueda aparecer en pantalla de manera explícita y colorida en conjunción con una mecánica conocida no hacen que la película, a pesar del nombre de sus directores, sea memorable.
Sin llegar a las cimas de Chicas armadas y peligrosas, esta nueva comedia de Paul Feig vuelve a declinar un tema en femenino, en este caso la amistad y la confianza. Una chica trata de descubrir por qué su amiga “desaparece” y para eso cuenta con la ayuda de la pareja de aquella. El estilo de Feig, que puede ir del disparate a lo intimista en una misma secuencia, permite que este film, una vuelta del tuerca al policial negro, sea de una gran originalidad.
Un hombre huye de los nazis y finge ser otro; atrapado en Marsella, encuentra a una joven que busca a su esposo desaparecido, casualmente el hombre que el refugiado finge ser. Esto es melodrama, claro y directo, pero también una manera de narrar algo más, de transformar la Historia en ficción para comprenderla mejor. Hay algo de Casablanca en el film y Petzold vuelve a mostrar que es de los cineastas más efectivos de la actualidad.
David Gordon Green es un caso extraño y hace algo extraño con esta Halloween. Como realizador, proviene del independiente americano y ha realizado tanto films costumbristas como comedias (Más fuerte que el destino, Experta en crisis, Expreso piña) pero no una película de terror. Lo que hace de extraño (y honesto) es obviar todas las secuelas del film original de John Carpenter y contar cómo Michael Myers y Laurie Strode, el asesino imparable y la baby-sitter hoy cuarenta años más grande, se encuentran por última y definitiva vez. Green recupera el clima del primer clásico (una obra maestra, de paso) y crea un mundo totalmente creíble, glauco, que refleja el estado de ánimo gris y siniestro de los protagonistas. No falta el humor, por cierto (el realizador lo maneja muy bien incluso en el drama) ni una puesta en escena precisa que permite recuperar el miedo por encima del horror. En última instancia, esta es la historia de Laurie-Curtis, y cómo terminar, con gracia y justicia, el vínculo entre actriz y personaje.
Benjamín Naishtat es uno de los realizadores argentinos más interesantes y creativos de la actualidad. Después de Historia del miedo y de la extraordinaria ficción política El movimiento, Rojo puede considerarse su film más accesible en términos narrativos, más cercano a los géneros clásicos (aquí el suspenso: hay un hecho violento que pende como una espada sobre el protagonista, un extraordinario y contenido Darío Grandinetti). Pero eso lo hace, también, mucho más rico en puesta en escena. El escenario es una ciudad del interior de la Argentina en 1975, cuando la violencia reinaba y la tragedia final estaba a la vuelta de la esquina. Hay una familia más o menos acomodada y hay hechos, pequeños o grandes, que se concatenan para pintar un fresco de época que es, en el fondo, una sátira social aunque (si bien no falta algo de humor) no sea una película “cómica”. Rojo se sostiene sobre una idea riquísima: que el espectáculo y la puesta en escena, la invención y la manipulación invisible a la que el cine nos invita son herramientas más efectivas para disparar el pensamiento que señalar con el dedo. Naishtat quiere que comprendamos a los personajes incluso en sus bajezas porque es la manera de ir al centro de la llaga. Hay, además, grandes momentos cinematográficos, algunos (el eclipse) de una enorme belleza y fuerza expresiva. No solo es una buena película: es de aquellas que siguen siendo interesantes cuando se prende la luz de la sala.
Delicada película sobre el vínculo que nace entre dos hombres, uno ya de vuelta, otro joven, que todavía no empezó a vivir. Delicada película sobre el vínculo que nace entre dos hombres, uno ya de vuelta (Pfening), otro joven, que todavía no empezó a vivir (Ciancio). El film es sutil, se construye de gestos cotidianos sin por eso dejar a la deriva a sus personajes y retrata el momento y las razones (interiores, sin palabras que las traduzcan) que hace aparecer un vínculo entre las personas. Ambos actores parecen seres humanos de verdad a quienes acompañamos como si la pantalla no existiera. Pura sutileza en las sierras cordobesas.
La estancia de Paul Gauguin en Tahití es uno de los episodios más ricos de la historia del arte. El film cuenta –de una manera bastante romantizada, por cierto, casi una estampa popular– ese período en la vida de uno de los referentes del expresionismo. Es también la fábula sobre el “buen salvaje”, y sobre la vocación artística, aunque por momentos hay un dejo de “billikenismo” dando vueltas alrededor de la performance de Vincent Cassel. Cuando se acerca más a la ficción resulta más interesante.
Los hermanos Levy (Novias, madrinas, quince años, Masteplan) arman una comedia romántica y absurda, argentina y universal al mismo tiempo, que entiende el género. Un muchacho contrata un viaje para ir con su novia, se queda sin trabajo, lo oculta, va igual y en el “all inclusive” brasileño se encuentra con un coordinador que –seamos antiguos– le arrastra el ala a la chica. Pero eso es el esquema que sirve para un film que construye personajes queribles y los mira con una precisión absoluta.