Ritthy Pahn es uno de los más importantes documentalistas actuales. Aquí intenta mostrar el atroz genocidio del Khmer Rouge en Camboya entre 1975 y 1979: busca una imagen de ese horror y, al no encontrarla, la reconstruye con figuras de arcilla y las combina con registros documentales. El resultado es al mismo tiempo de una gran fuerza expresiva y de reflexión sobre el poder del cine para reconquistar la memoria y la historia perdidas. Película única y original.
Menos mal que están la Penélope y el Javier, dos personas a las que uno les tiene mucho cariño y que pueden trasladar la química que tienen en la vida real como pareja a la pantalla (ojo que eso no siempre sucede). Porque esta biografía de Pablo Escobar es una sumatoria de clisés y episodios telenovelescos que podría causar vergüenza ajena con otros rostros. En fin, ahí está si la quieren ver o quieren visitar a uno de nuestros matrimonios cinemáticos más queridos.
El viejo sabio de Godard vuelve a las andadas con una obra que usa el cine pero que, digamos la verdad, es difícil de definir como “cine”. Hay un collage de imágenes y formas, hay pensamientos diseminados como si se tratara –mucho de su último cine lo es– de un fluir de conciencia. Y hay además una mirada sobre el mundo árabe que también se ha ido cristalizando desde –por lo menos– “Notre Musique” en adelante. Hay también mucho más que, en cierto sentido (cuando la oscuridad godardiana se sobreactúa pour la gallerie) a veces resulta mucho menos.
Segunda entrega de la saga-precuela de “Harry Potter”, otra vez con Eddie Redmayne como el zoólogo fantástico devenido agente secreto de ocasión y un malvado (Depp) que quiere dominar el mundo, como corresponde a alguien con poderes mágicos y exceso de agua oxigenada en la cabeza. Pues bien, más allá de que hay giros sorpresa dando vueltas en la película especialmente insertados para fans, es otro ejemplo de cómo la Máquina Hollywood genera sus productos. Hay de todo: alguito de terror, animalitos tiernos y divertidos; animalotes peligrosos; el famoso “vamos a metaforizar sobre el mundo actual político y que Depp sea un demagogo a lo Trump, llegado el caso”, que tan bien viene para sumar al adulto que todos llevamos dentro; efectos especiales; algo de humor y mucho movimiento. ¿Es esto especialmente malo? No, el problema de un buen plato no reside en sus ingredientes sino en qué cantidad de cada uno lleva. En este sentido, “Animales…” se parece mucho más a una picada que a un plato gourmet: muchas cosas, un poco de cada una y falta de intensidad en general (muchas veces confundida con el excelente diseño de sonido, fruto de ingeniería, que suelen tener estas películas). Se la pasa bien, quizás alguno quiera saber qué viene en la próxima entrega, y se sale del cine pensando si el café lo vamos a pedir solo o cortado, o si mejor arrancamos por un helado y de qué sabor.
Decía Hitchcock que hay muchas cosas de la vida real que no se pueden filmar porque nadie las va a creer. A Spike Lee, parece, eso no le importa: aquí narra la increíble, muchas veces cómica historia de un detective que decidió ser famoso y se infiltró en el Ku Klux Klan junto con un compañero judío. Sucede en los años setenta, tiene un filo bastante interesante porque Lee conoce los mecanismos de la sátira y dirige actores como pocos realizadores. Todo es vivaz, en tensión, vertiginoso, lo que hace que olvidemos el absurdo de base y aceptemos lo que va sucediendo en la pantalla. Es curioso ese efecto, porque por un momento olvidamos el asunto “negro en el Klan” y empezamos a oír esos discursos disparatados del racismo, algo que se logra porque el director entiende perfectamente dónde nos está llevando y sabe cómo llegar a destino.
Es probable que la rebelión carapintada de Semana Santa sea, en la post dictadura, el episodio peor descripto de nuestra cotidiana mitología. Muchos desencantados por “la casa está en orden” deberían ver esta película, un auténtico thriller político con forma de documental, sobre esos días terribles de 1987 que fueron en parte el final de la Primavera Alfonsinista. Los testimonios son geniales, el material de archivo, perfectamente dispuesto, y hay algo más: el cine como herramienta para descubrir la verdadera dimensión de las cosas.
Melodrama familiar y film criminal son dos pasiones argentinas. En esta película se combinan ambas: hay una mujer, joven, caída en desgracia a quien las circunstancias llevan a viajar y resolver asuntos familiares, y hay un pasado –y un presente– con peligros y secretos que generan las vueltas de tuerca dramáticas de la trama. Todo está filmado en la Patagonia y ese paisaje entre bello y duro refleja el estado de ánimo de los personajes. Pues bien, esto está bien y Juana Viale mejora mucho performances anteriores (suele ser la víctima a reglamento de cierta parte de la crítica y no siempre es justo o pertinente), lo que permite sentir empatía con su criatura y, por consiguiente, interesarse por la historia, que no carece de golpes de efecto colocados como efectos especiales del guión para sostener el interés y dar una vuelta de tensión a una historia que, quizá, no los necesite.
En estas fechas es frecuente ver cómo se llenan las carteleras con películas que las distribuidoras no saben bien cómo vender. Y entonces aparecen rarezas gozosas como “Operación Overlord”, que debería convertirse rápidamente en un film de culto. El cuento es simple: Día D, aliados caen tras líneas enemigas, encuentran a la Resistencia y tienen que reventar un puesto de radio. Pero resulta que hay un raro experimento nazi que genera algo así como zombies superpoderosos, una especie de Capitanes América del otro bando y mucho más sanguinarios. Muchas veces la mezcla de géneros no funciona y es simplemente una especie de rejunte prostético. Hace falta pulso, necesidad de complementación de los temas y un elenco que se tome todo en serio, hasta lo más absurdo. “Operación…” cumple con las tres premisas y no deja de lado el propio tema del horror bélico o de la increíble perversión nazi, aquí transformada en puro horror sobrenatural, lo que permite entenderlo todavía mejor (así es como se utilizan las metáforas, justamente). La aventura está muy bien desarrollada, la tensión y el ritmo no se detienen y si alguna falla hay es el abuso de algún lugar común. Pero llena de adrenalina y emociona con el propio uso de las herramientas del cine. Un ejercicio noble y generoso con el espectador.
Un documental que busque ser al mismo tiempo una obra de arte gozosa es, desde ya, una sorpresa. Esta película de Tomás Lipgot constituyó uno de los momentos más alegres y divertidos del último Bafici y cualquiera que pueda acercarse a verla a partir del jueves no solo va a entender por qué, sino que va a recomendarla. El film trata sobre aquellas personas que han hecho del palíndromo (esas frases que se leen igual al derecho que al revés, pero el concepto puede superar la lengua) una obsesión. Y el film se contagia de todo eso. Pura alegría en forma de película.
Un comming of age con sensibilidad y sin golpes bajos Con una sensibilidad notable y sin golpes bajos, este film narra la relación entre dos chicos muy diferentes que chocan, se complementan, se hacen amigos y surge, entre ellos (sobre todo en uno de ellos) el amor y el deseo. El paisaje patagónico complementa perfectamente el tema, que es también el del pasaje de la adolescencia a la primera juventud (ese tema universal), y el de salir no sólo del closet sino del enorme conjunto de prejuicios –a veces solo esbozados– que la sociedad construye a nuestro alrededor.