Volver al futuro, con alas Reggie es un pavo que siempre se sintió incomprendido por sus compañeros, diferente al resto, y que cuando trataba de reflexionar junto a ellos sobre la vida y la finalidad de los pavos de granja lo tildaban de loco, parecían no entender sus razonamientos. Finalmente la suerte parece estar de su lado, cuando el presidente de la nación concurre a la granja donde vive para el acto del "pavo indultado" y Reggie resulta elegido, gracias a la intervención de la pequeña e histriónica hijita del presidente. Mientras Reggie disfruta de las comodidades de la vida presidencial, una tele con muchos canales y un delivery diario de pizza, un día es secuestrado por Jake, un extraño líder del movimiento “El Frente de libertad de los pavos” del que parece ser el único miembro. Jake lo arrastra hacia un laboratorio del gobierno y lo convence de viajar juntos al pasado en una maquina experimental para volver a los tiempos de los colonos y así cambiar la historia y evitar que el pavo sea el plato principal del día de acción de gracias. Ambos llegan al año 1621, días antes de la celebración, y se encuentran con un grupo de pavos muy diferentes a los del presente; son organizados, fuertes y están dispuestos a luchar para no ser atrapados por los cazadores. Ademas de vivir toda clase de aventuras, conocer nuevos amigos y enamorarse, no todo sale bien, y alterar la historia puede traer sus consecuencias en el presente, como ya hemos visto en muchas películas. "Dos Pavos en Apuros" es una película de animación que va a lo seguro, con una estética accesible, personajes muy bien diseñados y un prolijo 3D. La historia tiene todos los condimentos necesarios para entretener, y nada mas que eso: aventuras, moralejas, y algún que otro chiste más accesible para los padres que para los niños. Evita por todos los medios profundizar demasiado en algunos temas que toca de modo superficial, como el engorde de animales, o nada menos que la situación de los pueblos originarios durante la colonización. Por otro lado, tiene como tema central el día de acción de gracias, algo con lo que los niños que viven fuera de los Estados Unidos no están familiarizados y pueden sentirse un poco fuera de tema.
Si la vida fuera como el porno... Jon Martello (Joseph Gordon-Levitt) es un joven de New Jersey, descendiente de familia italiana, que por momentos nos recuerda al Tony Manero de John Travolta por su afición a ir a bailar con sus amigos y ser el que más éxito tiene con las mujeres. Aunque siempre se lleva a casa a la más linda, Jon es adicto al porno y ninguna relación sexual real le parece tan placentera como las que ve en su computadora, donde todo en el porno le parece perfecto mientras en la vida real, no tanto. Jon es perfeccionista con su imagen, con la limpieza de su casa, de su auto, y por supuesto con las mujeres. Hasta que conoce a Barbara (Scarlett Johansson), quien parece ser una chica diez, y por la que pierde la cabeza. Si bien Barbara colma todas sus expectativas -es hermosa, sus amigos lo envidian y su familia la adora-, ella es tan superficial como él. Ambos están juntos para satisfacer sus propios deseos, para tratar de llegar a ese ideal soñado, pero a ninguno le interesa realmente la felicidad del otro. Y por más que se lo haya prometido a su novia, Jon es incapaz de dejar el porno. Un día aparece en su vida Esther (Julianne Moore), una compañera de estudios algo mayor y todo lo contrario a lo que Jon está acostumbrado a frecuentar, pero con bastante más experiencia que él, ella le enseñará algunas cosas que lo sacarán de su burbuja. Inicialmente la película plantea algunas cuestiones interesantes; sobre cómo estamos invadidos de imágenes perfectas desde la publicidad, el cine, el porno, y la forma en que nos muestran un ideal que jamás podremos alcanzar, llevándonos hacia la frustración, y la incapacidad de conectarnos realmente con quienes nos rodean. Lamentablemente no profundiza demasiado esos conceptos, y se queda en los detalles graciosos que surgen entre los protagonistas. Cabe destacar que con muy buenos diálogos. Por otro lado, muestra de forma bastante satírica a la familia y a la iglesia, sin terminar de redondear una crítica sobre la doble moral de la sociedad estadounidense. Con muy buenas actuaciones, personajes un tanto estereotipados, y un guión del que podríamos esperar un poquito más, Joseph Gordon-Levitt tiene dentro de todo un buen debut como director; muy prolijo, con mucho humor, algo de cine indie, y un lindo final.
La chica del pelo azul Adèle (Adèle Exarchopoulos) es una adolescente a la que le encanta leer, le cuesta encontrarse cómoda entre sus compañeros, y vive con una extraña y continua sensación de angustia que no sabe de donde viene. Sale con un chico que le gusta, pero por el que no logra sentir nada, su vida es un ir y venir sin rumbo, lleno de preguntas, hasta que un día se cruza por la calle con Emma (Léa Seydoux) y a partir del encuentro con esa chica de pelo azul, las cosas cambian. Adèle comienza a preguntarse que siente por las mujeres, prueba con unos besos a una amiga en el baño de la escuela, se enfrenta con los prejuicios de algunas compañeras, hasta que finalmente en un bar gay vuelve a ver a Emma, y allí parece haber encontrado su lugar en el mundo. Las chicas comienzan una relación apasionada, con una conexión increíble. Una explora el mundo de la otra, y Emma, quien es un poco mayor, estudiante de arte, y con más experiencia, es un mundo nuevo para Adèle. Durante tres horas de película el director muestra seis años en la vida de Adèle, su adolescencia, el encuentro con Emma y la relación que construyen ambas. Desde la pasión inicial, hasta la madurez y la convivencia. Con primeros planos, de forma cercana y con una gran naturalidad, la cámara sigue a Adèle, capta sus sensaciones, retrata su mundo, y los climas no se construyen, se espían. Sabemos antes que ellas qué es lo que les está pasando, porque lo estamos viendo, vemos lo que no se animan a decir, sentimos sus miedos, y vemos como esa pasión que ahora entró en la meseta de la convivencia comienza a peligrar. Cómo ese mundo de la otra que antes era explorado con curiosidad ahora se convierte en un enemigo, cuando Emma se dedica de lleno al arte, y Adèle convertida en maestra de escuela parece no encajar en ese mundo de artistas e intelectuales. Ambas actrices han logrado interpretaciones excelentes, y definitivamente la película no sería tan maravillosa sin ellas; han logrado una gran química, donde en la mayoría de las escenas no hacen falta las palabras. Si bien hay escenas de sexo explícitas, estas no desentonan con el resto de la historia, ya que todo se muestra de la misma forma: de modo realista, cercano, e intenso. La vida de Adèle es una película intimista, de esas difíciles de describir, porque no tiene impacto, tiene silencios, y de forma natural y sensible, nos muestra todo aquello que pasa por el alma y los ojos de la protagonista.
Nunca es suficiente Jordan Belfort fue uno de esos agentes de bolsa que durante los ochenta vivieron el sueño americano. Pero no ese que se construye en base a grandes ideas y mucho esfuerzo, sino aquel que se logra aprovechándose de los más débiles, y donde el fin justifica los medios. Tal vez el más americano de los sueños. Durante una década donde el consumo y la ostentación estaban a la orden del día, con tan solo 22 años Jordan es un tímido empleado que comienza a trabajar en la bolsa y un par de años más tarde se ha convertido en un despiadado multimillonario, con su propia agencia bursátil. Leonardo DiCaprio interpreta de forma magistral esa metamorfosis, la de un joven que al principio se sorprende por lo fácil que es hacer dinero con un poco de carisma, y un buen discurso de ventas, pero al que poco a poco se lo va comiendo el personaje y se convierte en un millonario pedante, que comete toda clase de fraudes y excesos con tal de mantener su estilo de vida. Nada parece ser suficiente, ni el dinero, ni las drogas para mantenerse siempre alerta, ni el sexo. Siempre se puede tener más. Ese desborde e intensidad son captados de forma sublime por Scorsese, incluso desprolija por momentos, como si todos los recursos cinematográficos no fueran suficientes para retratar tanto exceso. El relato está narrado de forma tan intensa, que llega por momentos a un plano surrealista, y a mostrar personajes que lindan con lo caricaturesco, con una estética que parece mezclar imágenes de Miami Vice con escenas de buenos muchachos, donde Jordan narra en primera persona sus memorias, mientras vemos como cambia su entorno. Visualmente es tan potente, y narrativamente tan dinámica, que por momentos olvidamos todas las reflexiones que deberíamos hacer sobre la codicia, la especulación y el dinero mal habido. Una vez más Scorsese no se equivocó al elegir a DiCaprio, quien es el centro de la historia, y la sostiene maravillosamente, pero también son muy acertados los personajes secundarios: Jonah Hill, quien se convierte en el segundo de Belfort a quien venera como a un ídolo; Kyle Chandler un agente del FBI que lo sigue de cerca con una paciencia estoica hasta que puede hacerlo caer, y los 20 minutos de pantalla que tiene Matthew McConaughey le alcanzan para lograr una de las mejores escenas de la película, donde a su personaje le basta solo un almuerzo para explicarle a Belfort como triunfar en Wall Street. No es la primera vez que el cine se mete con los 80´s y el desalmado mundo de Wall Street, pero una vez más Martin Scorsese demuestra que puede tomar la historia que sea, y hacer algo extraordinario.
Volvieron las princesas! Disney volvió a los clásicos. Este filme se inspira en "La Reina de las Nieves" de Hans Christian Andersen, y comienza en un hermoso castillo donde juegan dos pequeñas princesas, Elsa y Anna. Las hermanas se adoran, pero Elsa, la mayor, ha nacido con el poder de convertir todo lo que la rodea en hielo, un poder que aún no puede controlar, y a veces se torna peligroso, tanto, que sin quererlo un día lastima a su hermanita. Llena de culpa, Elsa decide recluirse en su habitación para alejarse de su familia, y así evitar herirlos. Anna no comprende el ostracismo de su hermana, y es tan positiva y perseverante que jamás dejará de buscar el modo de acercarse a ella y recuperar la relación que tenían. Luego de la muerte de sus padres Elsa debe heredar el trono, esta situación de exponerse a la vista de todos la aterra, ya que no sabe si será capaz de dominar su poder. Las cosas no salen bien, los nervios la traicionan y sus poderes se descontrolan de tal forma que condena a su pueblo a un invierno eterno. Ante semejante desastre huye hacia lo más alto y alejado de las montañas, donde despliega sus fuerzas por todo lo alto, sin lastimar a nadie, creando un castillo de hielo donde es feliz y lo expresa coreográficamente, al mejor estilo Disney. Preocupada por su hermana y por el reino, la temeraria Anna se lanza a una aventura montaña arriba, para encontrarla. Acompañándola estarán Kristoff, un habitante de las montañas, y Olaf un muñeco de nieve. La película es un mix de lo mejor de Disney de los últimos 50 años, la esencia de los clásicos con princesas que aman, sufren, cantan y bailan, pero que al igual que en "Enredados" o "Valiente" ya no esperan que un príncipe venga a rescatarlas, sino que consiguen lo que desean por sus propios medios. Más haya de que ambas protagonistas tienen la belleza de princesas clásicas como "La Cenicienta", tienen siempre algo torpe, o gracioso en su personalidad, que las saca de esa perfección irreal, y las convierte en personajes más accesibles. Ya no hay héroes y caballeros, sino personajes tan graciosos como un vendedor de hielo en los alpes y un muñeco de nieve que quiere conocer el verano. Técnicamente es sublime, el 3D es impecable y visualmente es tan hermosa e intensa, que casi hasta sentimos frío cuando la vemos. Es un filme que pasa volando, entre drama, comedia musical, malos, buenos, muchas aventuras, trolls encantadores, y un amor verdadero que puede curarlo todo, pero que no está en el beso de un príncipe, sino en el amor entre hermanas.
¿Una infancia feliz? Rachel (Juliette Gombert) es una nena de 9 años, callada, tranquila y un tanto introvertida a la que le cuesta hacer amigos, por lo que su sobreprotectora madre decide enviarla a terapia, cuando en realidad lo único que necesita es un poco más de libertad. La vida de Rachel cambia cuando el primer día de colegio se sienta junto a Valérie (Anna Lemarchand), una nena simpática, decidida y charlatana que parece ser todo lo opuesto a ella. Sin embargo, rápidamente se hacen amigas y juntas exploran el mundo a su alrededor, espían a los adultos, juegan, y se hacen todas las preguntas típicas de la edad. La película esta contada desde la perspectiva de las niñas, la realidad se mezcla con las imágenes que crean en sus mentes, y esto le aporta originalidad y encanto, no solo a la estética sino también a la narración, por lo que película tiene una agilidad que parece reflejar la personalidad de las nenas. Ambas niñas realizan muy buenas actuaciones, y tienen la gracia y el carisma suficiente como para sostener la película. Es por eso que hubiese sido suficiente con contar solo la relación entre las pequeñas, pero la historia no se queda ahí, sino que mezcla también a los personajes adultos, los padres de Rachel y la madre de Valérie, en una historia que no termina de cerrar y que no aporta nada al relato. Como si esto no fuera poco para aburrir y distraer al espectador, el final es extraño e inesperado, y parece no tener nada que ver con el hilo de la historia. Es una narración sencilla y simpática sobre la infancia, con un guión lleno de elementos que no aportan nada, y solo confunden al espectador.
Todos a cenar! Los Parker son una familia bastante reservada, viven en un pueblo pequeño donde la humedad y la lluvia parecen ser parte de la vida cotidiana. Al morir la madre, el patriarca de la familia (Bill Sage) hace responsables a sus dos hijas mayores, Iris y Rose, (Ambyr Childers y Julia Garner) de continuar con una oscura tradición familiar que incluye un ritual muy sombrío. El padre es un hombre estricto que simplemente mantuvo las antiguas tradiciones como si de ello dependiera el bienestar de la familia, sin nunca preguntarse por qué. Pero para las hijas la situación es diferente, tienen un poco más de contacto con el mundo exterior y sospechan que se puede vivir de otra manera. Se debaten entre la obediencia al padre y el dolor y la repugnancia de seguir con tan terribles costumbres. Si bien el ritual es bastante macabro, la película no contiene excesivas escenas sangrientas, sino que a través de un relato lento y muy denso nos muestra las perversiones de las personas aparentemente normales, los rituales impuestos por la familia, las tradiciones que impone el más fuerte y que el más débil no sabe como romper, el miedo a lo que sucedería si la tradición se interrumpe. Mientras la policía encuentra pistas extrañas, y las chicas se debaten entre proteger a su hermano menor y romper con la tradición familiar u obedecer al estricto padre, se va generando un clima tenso, que explota en un final imprevisible. Con buenas actuaciones, y una estética oscura, que refleja lo que hay en el interior de los personajes, esta historia, un tanto lenta por momentos, genera un excelente clima de tensión, y suspenso.
Mujer soltera busca Teresa (Margarete Tiesel) es una mujer austríaca, que ronda los 50 años, y va a pasar sus vacaciones a un resort en Kenia, donde conoce a otras mujeres como ella: aburridas, decepcionadas y solas. Animada por sus compañeras, Teresa comienza a salir con algunos jóvenes del lugar, y pronto se da cuenta de que allí nada es gratis. El amor que tanto espera no va a encontrarlo en esas playas pero, en cambio, puede conseguir buen sexo si accede a pagar por él. Cuando Teresa comprende la realidad del lugar intenta divertirse como el resto de sus nuevas amigas -quienes no tienen reparos en tratar a esos jóvenes como juguetes sexuales- pero aparentemente eso no es suficiente para ella. La película es cruda, muestra con detalles las miserias de sus personajes, la humillación, el egoísmo, y la resignación de ambas partes. La de las mujeres que se han resignado a su soledad e intentan suplirla divirtiéndose, y la de los jóvenes locales que acosan con desesperación a los turistas para venderles lo que sea, hasta a ellos mismos. Es algo realmente triste de ver ese intercambio aceptado por ambas partes, como también esa especie de colonialismo actual donde cada uno está en su lugar; los turistas en el resort, y los lugareños detrás de la soga que divide la playa. El amor no se puede comprar, y el dolor de no conseguirlo tampoco puede taparse con sexo.
Vamos a la ruta La película está basada en la novela "On the road" de Jack Kerouak, que relata los viajes del escritor y sus amigos a través de los EE.UU., y es un retrato de la generación beat de fines de los ¨40. Sal Paradise (Sam Riley) queda fascinado al conocer a Dean (Garret Hedlund), un exconvicto que vive sin ataduras. Movilizado por la admiración hacia él y la atracción hacia su esposa Mary Lou (Kristen Stewart) emprenden un viaje por las rutas de norteamérica, en el que viven toda clase de experiencias, rechazando los valores de la sociedad de la época, las ataduras y estructuras sociales. La película es una verdadera road movie, y si bien eso refleja el espíritu de la época, también le juega en contra a la historia, ya que se queda en la superficie; vemos las experiencias que viven, las fiestas, las drogas, la música, la gente que conocen, pero poca importancia se le da al diario en el que Sal relata sus experiencias, que no son un viaje por la ruta, sino un viaje interior, no son anécdotas, sino el verdadero espíritu de una generación que rechazó lo establecido, en busca de vivir de otra manera. Sam Riley realiza una gran actuación, y es el único de los personajes que tiene un carácter un poco más reflexivo. Son destacables los pequeños papeles que relizán Steve Buscemi y Viggo Mortensen, quien con otro nombre interpreta nada menos que a William Burroughs. La película termina por convertirse en una seguidilla de postales sobre la búsqueda de placeres, desbordes, la fascinación por personajes seductores, y un cierto toque de provocación. Muy bien filmados, pero nada mas. Así se pierde el espíritu critico y tortuoso que también era parte de esa generación. Con una hermosa fotografía, y buenas actuaciones la película funciona si la separamos del libro y los personajes reales, y la vemos solo como una ficción, con jóvenes muy lindos.
Un hombre disciplinado Yaron (Yiftach Klein) es un policía israelí que forma parte de un cuadro especial para combatir el terrorismo. Él y sus compañeros mantienen una relación casi familiar tanto dentro como fuera del trabajo, entrenan juntos, se reúnen con sus familias, y siempre pueden contar uno con el otro. Yaron es tan disciplinado que parece enfrentar y resolver las cosas del mismo modo tanto dentro como fuera del trabajo, como si todo fuera una tarea que debe cumplirse de modo 100% efectivo, y así resuelve la relación con su familia, y con su esposa, quien está por tener el primer hijo de la pareja. Mientras el grupo al que pertenece enfrenta algunas situaciones complicadas, como la enfermedad de uno de sus miembros, y algunos cargos por mal accionar en un enfrentamiento -algo así como un caso de "gatillo fácil"-, la película muestra en paralelo una segunda historia, la de un grupo de jóvenes que intenta gestar una especie de movimiento revolucionario, descontentos con la situación en Israel, la explotación laboral, y la enorme brecha social que se está generando. Los jóvenes integrantes del grupo son israelíes, estudiantes universitarios, no son un enemigo extranjero, y en su mayoría vienen de familias de clase media. La contraposición entre el grupo de élite y los desorganizados pero idealistas jóvenes que planean un golpe mediático, no puede ser más extrema. Por un lado vemos entrenados y eficientes militares que obedecen órdenes, sin preguntar por qué, orgullosos de su país. Y por el otro jóvenes con muchas preguntas y sin ninguna respuesta, cuyo comportamiento es hasta casi infantil, pero al mismo tiempo se permiten reflexionar y hacerse cargo de que la violencia no está solo de la frontera hacia afuera, sino también hacia adentro. El final es un tanto abrupto, temas tan complicados merecerían un cierre un poco más coherente, pero la película tiene un buen ritmo, y aunque de forma un tanto desprolija, se atreve a mostrar en profundidad temas delicados y personajes complejos.