Tradiciones y costumbres La directora Rakhshan Bani-Etemad nos presenta diferentes historias cotidianas, conectadas por algunos de sus personajes, que son un espejo de la cultura iraní. Los protagonistas de estos relatos están afectados de un modo u otro por los males que aquejan a esa sociedad: la pesada tradición conservadora, el machismo, la burocracia y una enorme corrupción. En las calles, dentro de un taxi, en oficinas públicas, o en el patio de una casa, la cámara parece espiar a los personajes, quienes con una enorme naturalidad recrean escenas que reflejan la incomprensión y la soledad que sienten sus protagonistas, y la enorme injusticia social en la que viven. No es fácil hacer cine en Irán, y muchos directores han elegido desarrollar sus carreras fuera de ese país, aun así muchos de ellos parecen sentir aun la necesidad de contar lo que pasa allí dentro; es el caso de Bani-Etemad, quien ha construido esta película con sencillez y franqueza, y si no fuera por los excelentes encuadres, nos olvidaríamos de que hay una cámara mediando entre nosotros y los personajes. Todos los actores de esta película han hecho un excelente trabajo, que concuerda con la naturalidad y la espontaneidad de las historias. Lo que por momentos hace un poco de ruido son algunos diálogos un tanto redundantes, como si la directora sintiera la necesidad de confirmar y reconfirmar algunos estereotipos iraníes. "Relatos Iraníes" es una excelente película, que más allá de reflejar la cultura del lugar, tiene una enorme sensibilidad para mostrar el alma de sus personajes, su tristeza, su desamor, sus frustraciones y sus deseos. Todas esas cosas que no son iraníes, son universales.
Una pesada herencia Mathias (Kevin Kline) es un neoyorkino cincuentón que arrastra desde su infancia una complicada relación con su padre, cuando este muere le deja como herencia una enorme casa en París. Rápidamente Mathias se traslada a aquella ciudad para vender la propiedad lo más pronto posible, ya que necesita el dinero. Pero la casa no es la única herencia que le ha dejado su progenitor, el inmueble fue adquirido con un extraño contrato, por el cual la antigua propietaria tiene derecho a vivir en el lugar hasta el día de su muerte. La mujer, llamada Mathilde (Maggie Smith), tiene noventa años y vive allí con su hija Chloé (Kristin Scott Thomas). Las dos testarudas señoras harán todo lo posible por evitar que Mathias venda la propiedad, mientras tanto todos deberán convivir bajo el mismo techo. Los tres no están allí por casualidad, algo los une, Mathilde fue la amante del padre de Mathias durante muchos años, semejante novedad remueve los recuerdos del hombre que parece incapaz de dejar atrás su traumática infancia. Así, entre reproches, ironías, largos diálogos, risas y llantos, los protagonistas dejan de lado la situación inmobiliaria para exorcizar su pasado, sanar su presente y averiguar qué quieren para su futuro. El filme es la adaptación de un pieza teatral bien llevada a la pantalla grande, ya que aprovecha todo el encanto de la ciudad donde transcurre sin ahogarse entre las paredes del enorme caserón. Pero el guión falla al pasar abruptamente de la comedia al drama, y lo que comienza con un brillante ping pong de ironías entre Kevin Kline y Maggie Smith se torna un poco denso al sumergirse en el dramón familiar; sin embargo la gran labor del experimentado trío protagonista logra que la cosa funcione y lleva la historia hasta un digno final. París ha sido escenario de maravillosas historias, esta no es una de ellas pero es una buena película que les permite a sus brillantes protagonistas lucirse en varios registros.
Otra vuelta La primera entrega de esta saga vendió unas cuantas butacas, razón suficiente para hacer una segunda parte, así Listorti y Alfonso -la dupla salida de Showmatch- vuelven a la pantalla grande a ver si repiten la racha. Al igual que en la primera película, el galán y el perdedor emprenden una aventura que les permite mostrar sus gracias, alguna que otra escena de acción, chicas lindas, escenas de baile, humor demasiado accesible y muchísimos PNT. En esta secuela Matías (Jose María Listorti) se ha convertido en un exitoso traductor de ruso, con una novia linda y hueca (Luz Cipriota) y Rody (Pedro Alfonso) quiere recuperar su puesto en Interpol; así, ambos volverán a unir fuerzas para evitar un atentado al primer ministro ruso. El resultado de este filme es el esperable, sin grandes pretensiones y con una correcta dirección, le da al publico infantil/familiar casi dos horas de entretenimiento simple, con humor y acción, como lo hizo hace muchos años la saga de Los Súper Agentes. La química entre ambos actores sigue funcionando y sosteniendo un guión flojo que se burla de las clásicas películas de agentes secretos. Se destacan las pequeñas participaciones de Anita Martinez y Campi, quien interpreta a un surrealista medico riojano. Con conocidos gags ya testeados en la tele, y a fuerza de empatía con el público, esta dupla parece haber vuelto para quedarse, y tiene todos los condimentos para convertirse en una entretenida saga que aparecerá cada año para las vacaciones de invierno.
Resolver el pasado Libby Day (Charlize Theron) es una mujer que ha sobrevivido a una tragedia, pero no la ha superado. Cuando tenía ocho años, su madre y sus hermanas fueron asesinadas una noche en la granja donde vivían, y solo ella logro escapar. Por el crimen fue preso su hermano, el caso tuvo mucha prensa y mucha presión sobre la niña. Más de veinte años después Libby se encuentra sin trabajo, con una vida muy inestable, y el dinero que ha recibido de donaciones y de un libro que escribió sobre su caso se está terminando. Un grupo de fanáticos de crímenes, llamado Kill Club, la contacta para investigar sobre su historia, y Libby acepta encontrarse con ellos a cambio de dinero. Las preguntas del grupo y especialmente de Lyle (Nicholas Hoult), el joven que la contactó, revuelven el pasado que ella creía cerrado y todo aquello que no quería volver a recordar. Libby no solo carga con el peso de la tragedia vivida, sino también con el de haber sido la única testigo que declaró contra su hermano. A través de la información que ella y Lyle recopilan, la película muestra en paralelo como sucedieron los hechos, intercalando pasado y presente, hasta revelar la verdad. Lo que comienza como una historia de suspenso, sobre un oscuro y espantoso crimen, se convierte en un drama sobre una familia pobre formada por una madre y sus cuatro hijos, en una situación muy vulnerable, donde las cosas se complican cada vez más y una cadena de hechos desafortunados desatan una tragedia. Narrada de modo lento, tranquilo, sin golpes de efecto pero con escenas violentas, crudas, y personajes muy oscuros, la película nos atrapa revelando los hechos gradualmente con un muy buen manejo del suspenso. Charlize Theron interpreta con gran sensibilidad a una mujer que debe enfrentar el pasado que enterró para poder encontrar la verdad y la paz que tanto necesita. Este filme tiene tal vez demasiados elementos en su trama, y un final que probablemente no sea el mejor, pero es una muy buena historia, compleja, profunda, que mantiene atento al espectador hasta el final.
Mantener los ideales Paulina (Dolores Fonzi) es una jóven abogada que decide abandonar su carrera en tribunales, y un doctorado en derecho, para formar parte de un plan educativo en una de las zonas más marginadas de Misiones. Su padre (Oscar Martínez), un prestigioso juez, no puede comprender la decisión de su hija de abandonar una promisoria carrera para ser maestra rural. Así de simple ve él las cosas; padre e hija discuten, las razones van y vienen. La hija lo tilda de hipócrita por ser un progre incapaz de meterse en el barro, y él la considera una burguesa ilusa que no tiene idea de lo que está haciendo, y que ese no es el lugar desde donde debe ayudar. Así, con fuertes argumentos y planteo social mediante, comienza esta historia. Paulina deja todo y llega al aula donde cree que podrá hacer algo significativo por los demás. Apenas un par de días después, es violada por un grupo de jovenes del lugar, algunos de ellos alumnos de su clase. Este hecho, violento y atroz, lejos de hacerla desistir de su nueva vida, lejos de destrozar sus ideas, la encierra en una burbuja donde parece no poder reaccionar ni sentir nada. No hay en ella desesperación ni deseos de venganza, cumple con todos los pasos que dicta la ley, hace la denuncia, sabe todo lo que van a preguntarle y responde con corrección. Su reacción, o su falta de ella, es lo que incomoda al espectador, cuesta entender qué le pasa, y finalmente se comprende que su ideología está por encima de sus sentimientos. Ella cree que sus atacantes están en inferioridad de condiciones ante la ley; la falta de justicia y la desigualdad social parecen ser más fuertes en su cabeza que su propio dolor o humillación, quiere para ellos un trato justo, y no quiere privilegios por ser hija de un juez. Es dificil sentir empatía con la protagonista, comprenderla, podemos entrar al cine sintiéndonos las personas más progres del mundo, e inevitablemente en algún momento de esta película nos vamos a encontrar teniendo algún pensamiento realmente reaccionario. Esta historia despojada, cruel, con una estética cercana al documental, nos muestra la desigualdad en imágenes, mientras los personajes con sus intelectualizados diálogos nos pasean de un extremo al otro, de lo politicamente correcto a lo realista, del idealismo a "las cosas son así". Oscar Martínez conmueve con una interpretación excelente de un juez ético y moralmente sólido, pero que no dudaría en utilizar los recursos a su alcance para que su hija tenga justicia; siente dolor por lo que le ha pasado y desesperación por la forma en que ella reacciona ante los hechos. Dolorez Fonzi no termina de lograr solidez en su personaje, y por momentos cuesta creer lo que dice en sus largos diálogos. "La Patota" es una película que por sobre todas las cosas incomoda e interpela al espectador, le obliga a plantearse hasta qué punto se pueden mantener las convicciones, ¿Seríamos capaces de mantener nuestras ideas en una situación tan violenta como la que enfrenta la protagonista? O por el contrario ¿sus ideas son tan extremas que no la dejan ver la realidad?
It´s alive!! En un futuro cercano, una multinacional crea unos eficientes robots que actúan como complemento de la policía en Johannesburgo, para reprimir y controlar a cientos de pandillas que están desparramadas por la ciudad. Deon Wilson (Dev Patel) es un brillante programador que no se conforma con hacer prolijos robots para la empresa donde trabaja, y en sus ratos libres desarrolla el proyecto que realmente lo apasiona: crear inteligencia artificial. Por supuesto, cuando propone esto en su trabajo educadamente le piden que vuelva a su escritorio a seguir produciendo lo que da dinero, y que deje de soñar. Al mismo tiempo su idea despierta el odio de un competitivo compañero, Vincent Moore (Hugh Jackman), un ingeniero no muy brillante y ex soldado cuyo sueño es crear robots ultradestructores, manejados a distancia enteramente por humanos, ya que su espíritu conservador y disciplinado prefiere la mecánica antes que la IA. Pero Deon no desiste y luego de varias noches sin dormir, frente a dos monitores y en el living de su casa, crea a Chappie: el primer robot con conciencia. Chappie puede pensar y sentir, pero aun no experimentó nada en la vida, es absolutamente moldeable, como un niño pequeño. Por esas cosas del destino y secuestro de por medio, Chappie termina en manos de una excéntrica pandilla, que de algún modo se convertirá en sus padres de crianza, y también mantendrá un fuerte vinculo con Deon a quien considera su creador. Al igual que en "Sector 9" y "Elysium", Neil Blomkamp vuelve sobre sus temas y personajes recurrentes: un futuro peor que el presente, seres marginados, y grandes desarrollos tecnológicos que solo pueden ser disfrutados por unos pocos. La película tiene mucha acción, es dinámica, llena de efectos especiales, y son varios los temas que toca, a los ya mencionados se le suma el de la inteligencia artificial, la capacidad de un humano de crear otro ser pensante, que tal vez logre superarlo. Así la ciencia ficción sirve no solo para mostrar increíbles y sofisticados robots, sino también para reflexionar sobre la enorme capacidad que los humanos tenemos para crear, y al mismo tiempo la gran capacidad que tenemos para envidiar y destruir. Todos los temas tratados en la historia son interesantes, y son muchos, sumado a una gran cantidad de acción y de humor, pero por momentos el cóctel tiene demasiados ingredientes. Por otro lado la maldad está mostrada de un modo bastante estereotipado, especialmente en el personaje de Hugh Jackman, un hombre sin matices, malo y bruto, o al menos no tan inteligente como sus pares. El resultado de tantas ideas y elementos combinados es finalmente una muy buena película de ciencia ficción, que nos entretiene y nos mantiene atentos durante dos horas, visualmente muy potente, con buenas actuaciones, donde se destacan los poco conocidos por estas tierras Yo-Landi Visser y Brandon Auret como la familia adoptiva del robot, y un gracioso e interesante trabajo de Sharlto Copley, el actor fetiche de Blomkamp, quien compone la inocente voz de Chappie.
Rearmando la historia Mario (Javier Godino) vive en España desde muy pequeño, hace unos años se ha ido a vivir lejos del pueblo donde pasó su infancia, se alejó abruptamente de su novia y de Miguel (Miguel Ángel Solá) -su padre-, con quien nunca tuvo una buena relación, ya que siempre había sido muy frío y hermético con él. Cuando su padre sufre un embolia cerebral y es ingresado a una clínica, Mario debe regresar para cuidarlo, con todas las complicaciones que eso implica. A causa de su enfermedad Miguel tiene lapsus en los que se desconecta de la realidad, y cree estar en el pasado, confundiendo a Mario con otra persona, y hablándole así de cosas que su hijo no sabía. Todo esto lleva a Mario a investigar sobre el pasado de su padre, y su propia identidad, a partir de palabras sueltas y un libro sin editar que encuentra en la casa. Así comienza a conocer y a entender el pasado de su padre cuando vivía en Argentina y era un joven que militaba en montoneros, donde conoce al amor de su vida, Diana (Carla Quevedo), la madre de Mario. Pasado y presente se alternan en esta historia, que con la relación padre-hijo como eje, retrata la militancia de montoneros previa al golpe del 76, su realidad, su accionar. Mostrando los hechos y motivos, que en una época dura y complicada, llevaron a muchos jóvenes a tomar las armas, cuando sintieron que la vía política ya no era suficiente. La excelente fotografía y la detallada reconstrucción de época ayudan a comprender aún más el clima que se vivía en el país, aunque por momentos los diálogos parezcan demasiado pedagógicos o recitados, probablemente porque es una coproducción española, y las cosas deben quedar claras para ambos públicos. Solá y Godino realizan muy buenas interpretaciones, como dos hombre que deben reconciliarse con el dolor del pasado, y así recuperar su relación. Es destacable también la interpretación de Charo López quien en tan solo una escena junto con Javier Godino, realiza una interpretación inolvidable. El equipo joven de la historia sale bastante airoso con sus actuaciones, especialmente Marco Antonio Caponi, como un jóven comprometido con su ideología, y capaz de dar la vida por sus ideales, algo difícil de entender en estos tiempos. Una simple y sólida historia entre padre e hijo muy bien interpretada se convierte en un marco para narrar una época oscura y triste, difícil de exponer sin la corrección política que ya hemos visto en muchas películas argentinas - tal vez demasiadas-, pero esta vez narrada sin idealizar personajes, ni dar lecciones, simplemente mostrando una época y tratando de entender el pasado.
A traves de aguas y guerras Joshua Connor (Russel Crowe) es un granjero australiano de una zona muy árida, que ha desarrollado una gran habilidad para encontrar agua bajo la tierra, y así crear pozos para su granja. Joshua tiene una vida feliz con su esposa y sus tres hijos, hasta que estos deben ir al ejército para combatir en la Primera Guerra Mundial. Sus hijos nunca regresan, han sido declarados desaparecidos en combate luego de la batalla de Gallipoli. Antes de morir su esposa, Joshua le promete que va a encontrarlos. Así, este simple granjero, sin ninguna pista pero lleno de esperanzas, parte rumbo a Turquía en busca de sus hijos, allí conoce a un niño y a su madre, la dueña del hotel donde se hospeda, quienes junto a un oficial turco serán la única ayuda con la que contará para poder encontrarlos en una tierra lejana, con una cultura que no conoce, en un país que todavía sufre las consecuencias de la guerra, y que es hostil ante todo lo que provenga del imperio británico. Este dramón épico comienza de forma contundente al presentar un personaje que deja en claro desde un comienzo que está dispuesto a todo con tal de lograr su objetivo. Así Joshua atraviesa ríos, ciudades, golpea puertas y se pelea con oficiales de todos los bandos que tratan de convencerlo de que se resigne y vuelva a casa, pero no se resigna a creer que sus hijos yacen anónimamente en una fosa común y nunca deja de buscarlos. Russell Crowe debuta como director en este filme sólido, que tiene todos los condimentos clásicos para ser taquillero, con una historia que engancha desde el comienzo, no solo por lo dramático de su contenido, sino también por todos los temas que toca: conflictos bélicos, choque de culturas, una historia de amor en el medio, y como eje el vínculo entre padre e hijos. La fotografía y la reconstrucción de época, especialmente de las batallas, es excelente, aportándole acción a la historia, que aunque cae en unos cuantos lugares comunes y estereotipos culturales, es un gran filme con buenas actuaciones, emotiva y técnicamente impecable.
Varadas en el desierto Zohar (Dana Ivgy) y Daffi (Nelly Tagar) cumplen con el servicio militar en Israel, y se han hecho amigas mientras realizan sus tareas, y toleran a Rama (Shani Klein), su jefa. Ambas están en una base en el desierto, donde no pasa absolutamente nada, y el equipo femenino debe llevar a cabo tareas de oficina en el medio de un caos de apatía, donde básicamente mueven papeles de un lado al otro, mientras esperan que el tiempo pase, y la única tarea que deben realizar con eficiencia y puntualidad es la de servir el café a los oficiales de alto mando durante las reuniones. Mientras, Rama sueña con que la promuevan, y hace todo lo posible para lograrlo a pesar de la poca destreza que presenta el equipo que tiene a cargo, y Daffi sueña con un traslado cerca de Tel Aviv para abandonar el tedioso desierto. Zohar es la más realista (y negativa) de las tres y prefiere pasar el tiempo en la oficina jugando en la computadora, porque es consciente de la desorganización en la que se encuentra y del ninguneo que sufren por parte del equipo masculino. De forma dinámica y entretenida, con mucho sarcasmo y humor, esta comedia negra narra a través de una seguidilla de situaciones absurdas, la forzada convivencia de estas mujeres que por momentos llegan al borde del ataque de nervios, pero que aprenden a convivir entre ellas, se hacen amigas, toleran el eterno tiempo del desierto y la tensión que esta latente ahí afuera. Prolijamente dirigida por Talya Lavie (quien se inspiró para este film en su propia experiencia en el servicio militar) y con muy buenas actuaciones por parte de sus jóvenes protagonistas, esta comedia tiene definitivamente una mirada femenina, muy lejos de los estereotipos, que logra también con un elevado nivel de ironía criticar la vida y la idiosincrasia militar.
Solos en la madrugada Luego de una secuencia de imágenes en blanco y negro, la historia nos presenta a Nina (Graciela Borges), una mujer que ha vuelto recientemente a Buenos Aires, luego de una ruptura amorosa, y se siente sola e insegura. Una noche esperando a un amigo en un bar -quien nunca se presenta- conoce de casualidad a Goodman (Luis Brandoni) un músico de jazz que esta tocando allí con su banda, quien se siento atraído por ella y hará todo lo posible por llevarla a su casa, a pesar de que Nina al principio no parezca muy interesada. En una atmósfera intimista, la película desarrolla la historia de estos dos personajes maduros, quienes se conocen, se abren, se cuentan sus historias y a pesar de su edad y de todo lo que llevan a cuestas, son capaces de seducirse y enamorarse. La película transcurre entre largos diálogos que caen muchas veces en lugares comunes, y por más que actores de la talla de Graciela Borges y Luis Brandoni hagan todo lo posible por hacerlos interesantes, no lo logran, y la historia cae en un sentimentalismo que parece salido de una novela de la tarde. Visualmente la propuesta es interesante, los lugares pequeños donde transcurre la historia están mostrados de un modo bastante atractivo, y un oportuno corte de luz permite jugar con la iluminación de unas velas. La dupla protagónica es suficiente para sostener la película, lo que nos lleva a sospechar que la pequeña e innecesaria escena de Guillermina Valdez, solo esta ahí para poder poner su cara en el cartel, y así... ¿vender más entradas?. Una buena idea y dos excelentes actores no son suficiente para llevar adelante un guión flojo, con diálogos que nunca llegan a construir tensión entre los personajes, con quienes logramos sentir empatía, pero aun así nos aburrimos.