No apta para menores Gabriel (Diego Peretti) anda por los cuarenta, está separado y trabaja en la casa de instrumentos musicales que heredó de su familia, la que amplió y en la que le va muy bien. Pero por sobre todas las cosas Gabriel es padre, tiene una hija que es el centro de su vida, una gordita simpática, muy despierta y algo malcriada llamada Sofia (Guadalupe Manent). Su mujer se volvió a casar y está por tener un hijo, pero en el plano amoroso a él no le va muy bien, arruina todas las citas hablando de su hija y parece haber perdido contacto con el sexo opuesto. Hasta que reaparece Vicky (Maribel Verdú), un viejo amor de la adolescencia, de esos que nunca llegaron a concretarse. Vicky es una mujer hermosa e independiente, que da vuelta su vida desde el momento en que aparece, Diego queda enamoradísimo y todo va muy bien, hasta que descubre una pequeña fobia de su nuevo amor: Vicky detesta a los niños, no solo que no quiere tener propios sino que también detesta a los ajenos. Con tal de mantenerla a su lado, Gabriel miente y niega por completo la existencia de su hija, pero a medida que la relación avanza cada vez es más difícil mantenerla en el anonimato y Gabriel entre otras cosas arma y desarma su casa, dependiendo cual de sus chicas se quede a dormir esa noche. Así se construye una comedia romántica, efectiva, ágil, con muy buenos diálogos y muchos elementos de sitcom, como buenos remates y excelentes roles secundarios que aportan muchisimo humor a la trama. Si bien no es tratado con demasiada profundidad, el planteo de la protagonista es interesante, una mujer que elige vivir solo para ella, que no cede a la presiones sociales, y que prefiere viajar tranquila por el mundo en vez de cambiar pañales. Con un final un tanto meloso y previsible, pero que no la hace menos graciosa ni efectiva, es una comedia que tiene mucho de esas típicas comedias románticas estadounidenses de fórmula; muy prolija, bien armada, visualmente muy agradable, con muy buena química entre sus protagonistas, y sobre todo con muy buenas actuaciones, entre las que se destacan no solo las de pareja principal sino también las de Guillermo Arengo, Marina Bellati y Martín Piroyansky en papeles secundarios, en tanto la pequeña Guadalupe Manent realiza un muy buen trabajo en su primer película.
No hay belleza en la miseria Rafael (Rickson Tevez) y Gardo (Eduardo Luis) son dos chicos que viven en una favela en las afueras de Rio de Janeiro, viven como pueden, buscando entre la basura, esperando todas las tardes que lleguen los camiones de desechos. Un día encuentran una billetera, intacta, con bastantes reales adentro, fotos, una identificación, y varios papeles. La policía no tarda en llegar ofreciendo una recompensa a quien la encuentre, así los chicos comprenden que lo que hay adentro debe valer mucho más de lo que ellos creen. La billetera contiene información que un hombre escondió antes de morir, y durante flashbacks vamos conociendo la historia de su dueño, y las pistas que dejó para que alguien descubra el secreto que se ha llevado a la tumba, como partes de un rompecabezas vamos descubriendo una historia complicada que esconde un enorme caso de corrupción que incluye empresarios, políticos y policías. Los chicos se meten en algo mucho más complejo y peligroso de lo que creían, pero a medida que conocen la historia se sienten cada vez más interesados y comprometidos en seguir adelante, así despliegan todo su ingenio, y recorren la ciudad recogiendo pistas, recopilando información, y tratando de sacar a la luz lo que el dueño de la billetera no ha podido, como si continuaran la cruzada en su nombre. Junto con su amigo Rato (Gabriel Weistein) conformarán el trío encargado de llevar a cabo la misión, y contarán con la ayuda de un cura (Martin Sheen) y una catequista (Rooney Mara) que trabajan en la favela, tratando de asistir a los que viven allí. El modo en que está narrada la historia engancha al espectador desde el comienzo -filmada con mucho color y dinamismo-, esa billetera llena de pistas nos hace espectadores de una búsqueda del tesoro, llevada a cabo por tres niños que no paran de moverse por toda la ciudad. Es imposible no recordar "Slumdog Millionaire" al ver esta película, el director explota la estética de la pobreza, de la miseria, y muestra a tres ingeniosos niños víctimas de la violencia social y policial, que logran convertirse en tres mosqueteros de la justicia. Si bien la película toca temas profundos y complicados, lo hace de un modo tan segmentado que por momentos parece infantil, las figuras bondadosas representadas por un cura y una misionera norteamericanos, dan la idea de que en latinoamérica somos tan ignorantes que no podemos resolver nuestros problemas sin la ayuda del país del norte, pero por supuesto al tocar los temas de corrupción, nunca hablan de la nacionalidad de esas empresas que pagan coimas. Rio es mostrada como un paraíso turístico para gente progre que visita favelas durante sus vacaciones y así se siente mas tranquila con su conciencia y con la mente mas abierta, porque saben como viven aquellos que viven mal. Sobre un muy buen guión, original y bien construido, han armado una historia sin profundidad, con un final demasiado feliz, que da como resultado un filme que a pesar de ser técnicamente impecable y tener muy buenas actuaciones, resulta demasiado naif para los temas que pretende tratar.
En esta secuela, los viejitos se encuentran ya instalados en la India, contentos, viviendo divertidas experiencias, con trabajos y amores nuevos; en una comedia que, una vez más, se ríe de los cliches de la tercera edad. La historia comienza con Sonny (Dev Patel) y Muriel (Maggie Smith) en busca de inversores en Estados Unidos, para ampliar el hotel. También llegará un huésped de incógnito, que será en realidad un inspector encargado de informar si vale la pena invertir en el proyecto. Para redoblar la apuesta, esta vez hay más huéspedes, más romances y una boda, la de Sonny y Sunaina, que agregará más caos a las ajetreadas vidas de los protagonistas y varias historias paralelas que enriquecen la trama, pero también la complican un poco. No hay grandes novedades en esta secuela, que esta vez a apostado por completo a la comedia, sin el lado reflexivo de película anterior, con la misma mirada positiva sobre la vejez, con mucho humor, y mostrando que en la tercera edad también se pueden vivir nuevas experiencias y romances. La fotografía es hermosa y los colores y la belleza de la India atraviesan todo el film, con algunos cliches sobre su cultura, incluido un baile final al estilo Bollywood. El fuerte de la historia es nuevamente el dream team de veteranos actores ingleses: Judi Dench, Bill Nighy, Maggie Smith, Celia Imrie, Ronald Pickup, Penelope Wilton y Diana Hardcastle, a los que esta vez se suma el norteaméricano Richard Gere, debutando así en un filme sobre la tercera edad. Una vez más los maduros protagonistas demuestran que la vida puede disfrutarse cuando uno ya está de vuelta, y poco le importa lo que piensen los demás.
Detenida en el tiempo Adaline Bowman (Blake Lively) nace a principios del siglo XX, se casa, tiene una hija, pero un accidente provoca que su cuerpo ya no envejezca, y Adaline queda detenida en una eterna juventud. Por supuesto esto le impide llevar una vida normal, con el tiempo Adaline luce tan joven como su hija, y le resulta imposible justificar su edad, por lo que luego de detenerla por una infracción de transito la policía cree que miente sobre su identidad y se ve obligada a huir. Así, cada diez años Adaline se muda, cambia su aspecto, y consigue nuevos papeles para justificar su identidad. Llevando una vida solitaria, sin poder echar raíces, tener amigos, y mucho menos una familia, ya que le sería imposible envejecer al lado de alguien. Pero como sucede en todas las películas románticas, aunque tengan un toque de ciencia ficción, siempre aparece alguien que cambia todo, en este caso es Ellis Jones (Michiel Huisman) un filántropo atractivo e insistente que termina ganando el corazón de Adaline, y poniéndola en una encrucijada sobre su vida, en la que deberá decidir entre seguir huyendo o enfrentar su realidad, para poder vivir al lado de quien ama. Con una combinación de romance, drama y elementos fantásticos, la película construye una trama interesante que engancha en el comienzo, y va y viene por distintas etapas de la historia, que la protagonista ha recorrido siempre envuelta en un halo de misterio y a punto de salir corriendo, donde sea que se encuentre. La película tiene una cuidada estética, que incluye reconstrucciones de diferentes épocas, y en todas el vestuario de la protagonista es exquisito. Blake Lively, da hermosa en cámara, pero por momentos es tan poco expresiva, que tantos cambios de ropa, todos tan lindos, la hacen verse más como una modelo que como una actriz. La química entre los protagonistas funciona muy bien y Harrison Ford en un rol secundario, es quien compone el mejor personaje de la historia, al igual que la experimentada Ellen Burstyn. Si bien por momentos nos deja con las ganas, y lo que comienza como una gran misterio, desaparece en una historia romántica mas accesible para el público, "El Secreto de Adaline" no es una típica película de amor, y tanto su estética como el misterio de su protagonista la convierten en algo más que eso.
El empleado del mes Diego (Diego Peretti) tiene más de cuarenta años, una mujer, una hija, y acaba de perder su trabajo como organizador de eventos. Endeudado, con una familia que le reclama lo que no le puede dar, no encuentra otra opción que recurrir a un tío con plata y bastante buena onda que le presta la casa familiar del Tigre hasta que logre volver a mudarse a C apital, y le consigue trabajo como vendedor en un emprendimiento inmobiliario en Palermo. Sin experiencia en ventas, pero sin otras alternativas a la vista, Diego se instala en el Showroom del edificio en construcción y de a poco se va acostumbrando a la fauna que visita el lugar. El instinto de vendedor no tarda en aparecer, y Diego se convierte en un autómata capaz de hacer cualquier cosa para vender: aprende a ser falso, a mentir, a decirle a la gente lo que quiere escuchar, a ser desleal con la competencia, y prácticamente termina viviendo en el lugar con tal de no perder horas de trabajo y posibles clientes. Así, se aleja cada vez más de su familia, quienes a pesar de la mala predisposición ante la mudanza han construido una nueva vida en el lugar. La historia es una radiografía de estos tiempos en que perseguimos como locos aquello que se supone que debemos tener, y perdemos contacto con lo que tenemos. El protagonista se acostumbra tanto a aparentar lo que debe ser, que finalmente termina olvidando quien es y como se siente. Diego Peretti interpreta muy bien a este exponente de la clase media, con miedo a convertirse en un habitante del conurbano, en esta película donde todo gira en torno a su interpretación, pero donde también los actores secundarios realizan muy buenas interpretaciones, especialmente Roberto Catarineu, como un tío paternal y experto en ventas. Fernando Molnar logra muy buenos resultados en su primer filme de ficción, luego de su larga experiencia en documentales. Con una minuciosa construcción de la realidad, construye esta historia sólida, tragicómica, un tanto moralizante al final, pero con un muy buen guión.
Amor e inestabilidad Una pareja se encuentra regularmente en un hotel, ambos están casados, la relación es secreta y lo que pasa ahí adentro solo ellos lo saben. Aunque cada uno lo ve a su manera. La película que comienza con una apasionada escena en el hotel, continua con el hombre solo (Mathieu Almeric), sentado frente a un juez, explicando los hechos, perdido, sin entender del todo lo que sucede. El espectador recibe las pistas de a poco, entre relatos y flashbacks va armando la historia. Ha habido un asesinato, y el juez debe averiguar si los amantes lo han planeado juntos. Las cosas son distintas cuando se recuerdan, reflexiona el protagonista al escucharse contando una historia que suena tan diferente al relatarla. La mujer en cuestión (Stephanie Cleau) no cuenta las cosas de la misma manera, y el espectador queda así atrapado en la historia. "El Cuarto Azul" es una historia que parece simple, pero va mucho mas allá de un relato sobre infidelidad, la tensión es constante, dos simples personajes son el reflejo de burgueses aburridos, incapaces de escapar de sus vidas familiares, que utilizan la pasión como un atajo para salir de sus monótonas vidas. El color azul de la habitación recorre sutilmente todo el filme, y es el mismo azul de las paredes del juzgado, donde alguien dará un veredicto -justo, o no- y le dará final a una historia llena de suspenso y tensión, que atrapa desde el comienzo, y que muy de a poco suelta los hechos hasta llegar al final. Mathieu Almeric realiza una gran interpretación de Julien, así como una prolija, clara y precisa adaptación de la historia de Georges Simenon.
Hay que saber venderse Margaret (Amy Adams) es una mujer sola con una hija que abandona a su esposo a mediados de los años 50, cuando no era muy común que las mujeres abandonaran a quien protegía y proveía a la familia. Margaret habia estudiado arte, y era muy talentosa, pero al mismo tiempo era una mujer muy insegura, que no sabía si era capaz de valerse por sí misma, y mantener a su hija. Un día conoce a Walter Keane (Christoph Waltz), también artista plástico - o al menos así se presentaba - y comienzan una relación que rápidamente termina en matrimonio. Walter era todo lo contrario a Margaret, un artista sin talento, pero muy extrovertido, con mucha imaginación, y capaz de inventar cualquier historia con tal de vender un cuadro; esa clase de personas que saben ver una oportunidad y aprovecharla; en síntesis, un hombre capaz de vender arena en el desierto, para quien el dinero era mucho más importante que el arte. El tema principal en la obra de Margaret eran niños con enormes y expresivos ojos, que generaban tristeza o angustia, en una atmósfera bastante oscura. Un día la pareja monta una pequeña muestra en un bar, y para poder vender una obra Walter dice que los cuadros de niños son suyos, e inventa una historia para poder convencer al comprador; como las cosas resultan, y ambos firmaban sus obras como "Keane" poco a poco Walter deja de lado sus paisajes, en los que nadie estaba interesado, y comienza a vender las obras de Margaret, como si fueran suyas. Cuando Margaret lo descubre no sabe como reaccionar, pero es una mujer tan oprimida, que termina aceptando que otro se apropie de su obra. Walter es tan buen vendedor, y tan buen mentiroso, que las obras de Margaret se venden a montones, y el hombre, hábil para los negocios, saca todo el provecho posible de las imágenes y las vende hasta en estampillas, mientras Margaret pinta encerrada en su casa, sin descuidar la producción y guardando el secreto. La historia tiene dos puntos muy interesantes: la personalidad de una mujer en esos tiempos, que cree que no será capaz de hacer nada en este mundo sin un hombre al lado que le marque el camino, y el contexto del arte en San Francisco llegados los años 60, donde la obra de Margaret se consideraba kitsch, y el arte abstracto y conceptual parecían ser lo único que podía considerarse arte en esos tiempos. Así se pueden analizar muchas cosas: qué es arte, qué pasa con el arte cuando se hace masivo, y cómo funciona un mercado que en general es bastante snob. Pero aunque la historia toca estos temas, lo hace de modo muy superficial, y se centra demasiado en el personaje de Walter - que parece hecho a medida para Waltz –, en su personalidad mitómana y controladora, en sus excesos y su amor por el dinero, y la historia se torna redundante y el personaje de Waltz se vuelve demasiado maniqueo y caricaturesco. Es bueno ver a Burton alejado de sus temas oscuros y fantasiosos por un rato, y más cerca de las biografías - como ya lo hizo brillantemente con Ed Wood –, vuelve en esta historia a centrarse en un personaje capaz de crear, y poco comprendido en su tiempo, pero nuevamente queda en ese limbo entre la caricatura y los personajes reales, y no termina de sacarle provecho al contexto y ni a la sicología de los personajes, que terminan perdiendo profundidad. La historia tiene una hermosa fotografía, una gran ambientación que reconstruye el ambiente creativo y bohemio de los años 60 en San Francisco, y Amy Adams hace una interpretación brillante que sostiene toda la tensión del filme hasta que finalmente reclama lo que es suyo.
Cuando parecía que ya no podía pasar nada Caroline (Fanny Ardant) es una hermosa y elegante mujer de 60 años, que se ha jubilado recientemente, ha trabajado toda la vida como dentista y se ha ocupado de su familia. Ahora que ya no trabaja, sus hijas han formado sus propias familias y su marido está todo el día ocupado con su carrera, no sabe como llenar tanto tiempo libre. La situación la angustia mucho y, sumado a eso, recientemente ha perdido a su mejor amiga. Temiendo que se deprima, sus hijas le regalan un pase libre para tomar clases en un centro cultural para jubilados. Caroline al principio no esta muy convencida de andar haciendo teatro, alfarería y expresión corporal, rodeada de gente con la que siente que no tiene nada en común, hasta que conoce al joven profesor de informática (Laurent Lafitte), y repentinamente comienzan un apasionado romance. No eran las clases de bricolage, ni amigas de su misma edad lo que necesitaba la señora, sino alguien que diera vuelta su mundo, llenara su vida de novedades y la hiciera sentirse deseada nuevamente. La pareja hace el amor en los lugares mas insospechados, y la abuela se escabulle de su casa con excusas de adolescente para ver a su amante. Con delicadeza y naturalidad, la película muestra el despertar de una mujer cuando las responsabilidades y las obligaciones desaparecen, y el tiempo sobra. La directora y guionista Marion Vernoux narra esta historia con una mirada femenina, una mujer que encuentra su propio camino, no el que la sociedad o su familia quiere para ella; Caroline no elige el retiro, elige vivir de otra manera. Fanny Ardant le da vida a un hermoso personaje que pasa por varias etapas, y nos deleita durante todo el filme, en una historia que explora sentimientos y nos muestra que aún en la tercera edad es posible resignificar nuestra vida.
Todos alguna vez soñamos con volar Desde niño Jiro sueña con volar y diseñar hermosos aviones, en sus sueños habla con Caproni (el famoso diseñador aeronáutico italiano), comparten ideas, proyectos. Así la aviación es parte de la vida de Jiro desde pequeño, hasta que ingresa a la universidad, se recibe de ingeniero y finalmente logra construir aviones. Pero es el año 1927, y muchas cosas están cambiando en Japón, y los diseños de Jiro deben adaptarse a la industria militar, la que más crecía por esos años. Al mismo tiempo que la historia recorre la vida de Jiro, recorre también la historia de Japón, repasando varios hechos como: el terremoto de Kanto, la depresión económica, la epidemia de tuberculosis, y finalmente la entrada de Japón a la segunda guerra, donde los aviones que tanto soñó, y por los que tanto trabajó, son utilizados con fines bélicos y no para hacer feliz a la gente, como Jiro soñaba. La película es una biografía con detalles oníricos, y al mismo tiempo un drama histórico que retrata en detalle la cultura japonesa, el modo en que enfrentaron los momentos difíciles, tanto como sociedad como también en la forma en que el protagonista persevera ante todas las situaciones adversas, para cumplir con sus objetivos, y los de las personas que ama. Con más realismo que en otras de sus obras, pero la misma belleza, Miyazaki creó una película que combina datos históricos y poesía. Es un relato de enorme expresividad, con imágenes hermosas que recuerdan a cuadros de Manet, y un personaje admirable que durante toda la historia, sueña, crea y ama. El relato es calmo, pero la historia es fuerte, nos conmueve, y como toda la obra de Miyasaki, es imposible de olvidar.
En un reino muy muy lejos de Disney Francia tiene una nueva versión de "La Bella y la Bestia", que respeta bastante la estructura de la historia original. Es así que en esta versión Bella (Léa Seydoux) tiene dos hermanas, tres hermanos, y un padre que la adora. Luego de que su padre pierde toda su fortuna a causa de un naufragio, la familia debe mudarse al campo, donde la única que parece sentirse a gusto con el lugar es Bella. Una noche, al volver de un viaje, su padre se pierde en una tormenta y encuentra refugio en una extraña mansión, donde al recordar el pedido de su hija, roba una rosa para llevarle como regalo, lo que rebela la ira de la Bestia quien lo condena a morir en su castillo, dándole solo la oportunidad de despedirse esa noche de su familia. Sintiéndose culpable, Bella toma el lugar de su padre y llega así al castillo de la bestia. Sola en el castillo, con unas encantadoras criaturas de ojos enormes que la espían, Bella descubre de a poco quien es la bestia, y quien era antes de convertirse en ese ser horroroso; es entonces cuando vemos en flashbacks la historia de un príncipe arrogante y poderoso (Vincet Cassel) que luego es condenado a transformarse en una bestia solitaria, a quien nadie podría amar. Esta versión nos da más razones para comprender la personalidad tortuosa de la bestia, más allá de la magia que lo ha convertido en un ser monstruoso, así como también le da más razones a la protagonista para enamorarse de él. Lo primero que impresiona en este filme es la belleza de sus imágenes, la estética barroca, combinada con efectos digitales, donde hasta el más pequeño de los detalles está cargado de expresividad, donde el castillo no solo es extravagante sino que parece estar flotando en una atmósfera onírica. En esta versión no hay teteras ni tacitas que bailen y canten, sino que hay personajes ambiciosos, capaces de hacer cualquier cosa por robar los tesoros de la bestia, un protagonista que está pagando por su soberbia, y una mujer con bastante determinación. Si bien está claro que la historia apunta a humanizar a los personajes, más que a lo fantástico del cuento, el guión parece haber sufrido algunas concesiones para hacerlo más accesible al público infantil, lo que hace que la historia pierda un poco el eje, y se acerque más a la acción o a las escenas fantásticas llenas de efectos especiales, aun así hay escenas cargadas de mucha sensualidad, algo casi inevitable con protagonistas como Vincent Cassel y Léa Seydoux. Lejos de Disney, con hermosas imágenes, y un final feliz, esta nueva versión del clásico no es demasiado arriesgada, pero le encuentra una vuelta interesante a la historia, donde las decisiones de sus protagonistas son más fuertes que la magia que los rodea.