Luego del desastroso resultado el año pasado de su opera prima Geostorm, el guionista – Stargate, Independence Day, Godzilla – devenido en director Dean Devlin pasa de un blockbuster masivo a un thriller con tintes hitchcockianos en Bad Samaritan, un cóctel de buenas intenciones y decente ejecución, pero que no deja de sentirse como un plato algo desabrido y ya probado en ocasiones similares.
Aún cuando su título aluda a lo contrario, el dulce país de Sweet Country es la vasta tierra australiana que rebosa de injusticia y tensión racial en cada fotograma, contrastada de igual manera por una magnífica fotografía que le otorga al western moralista una pátina de belleza en medio de tanto caos y violencia.
No debe haber trauma mayor que la pérdida de un hijo. Para una madre es un dolor inexpresable, y para Mary (Christie Burke) es aún mayor al dar a luz a uno de sus mellizos, para acto seguido perder al siguiente incluso antes de los créditos iniciales. El primer largometraje del canadiense Brandon Christensen abre entonces su narrativa de manera contundente, pero tiene varios problemas a la hora de navegar las tortuosas aguas de la depresión post-parto, aderezada fuertemente con un condimento sobrenatural que daña más de lo que ayuda.
No todos los días uno tiene la oportunidad de ver una película de zombies canadiense. Por fuera de las andanzas de David Cronenberg en los años ’70, el cine de horror era una rareza dentro del mercado cinéfilo en Canadá, pero que se ha convertido de la noche a la mañana en un éxito comercial debido a su bajo costo de producción, así como un género pujante en los circuitos de festivales varios. Les Affamés (Los Hambrientos) es un exponente de dicho resurgimiento, una visión única aunque simplista sobre el tópico de los no-muertos, que se beneficia de la presencia de un director como Robin Aubert para encaminar un barco con varios viajes encima.
A tale of two Rachels El cine es duro para con la gente que escapa de su hogar. El regreso a casa es el quid de la cuestión, el triunfante restablecimiento de la unión familiar por sobre la adversidad. Los que se escaparon estaban equivocados. Fueron egoístas. Simplemente estaban buscándose a sí mismos. Disobedience trata sobre una mujer que se escapa. Y la película gira en torno a su vuelta, pero con una salvedad: contiene un error que poco a poco veremos que no fue tal; es un engaño, aunque no todo es lo que parece.
El amor llega cuando uno menos lo espera, bajo cualquier forma, color, edad o género. La adorable estudiante de secundaria Rhiannon (Angourie Rice) así lo comprobará cuando una entidad que despierta todos los días en un cuerpo diferente pose sus ojos y su corazón en ella. Esa es la trama de Every Day, una extraña pero agradable mezcolanza entre romance juvenil y coming-of-age sci-fi (al estilo de la reciente Before I Fall) cuyo mensaje genera consciencia, pero podría haberse potenciado aún más.
Una empresa farmacéutica turbia, un cártel mexicano, un empleado de lujo poco valorado, dos jefes horribles, ¿qué podría salir bien? El segundo largometraje de Nash Edgerton -hermano del actor y co-protagonista Joel Edgerton– lo catapulta desde la oscuridad hacia el conocimiento público en una comedia de acción que mezcla mucho género y nos lleva a preguntarnos: ¿tanto elenco para esto?
No sé si les pasará a ustedes, pero cuando una película de horror me llega, cala hondo en mi ser. Es una sensación perversa a la cual pocas veces me tiene acostumbrado el género que tanto adoro, y Hereditary me sigue generando escalofríos aún cuando han pasado tres semanas desde su estreno. Dicha sombra no le hace ningún favor a Nails, co-producción anglo-irlandesa que a las salas locales llega con el genérico y aburrido título de Paranormal, un cúmulo de lugares comunes que entierra la poca buena voluntad del film en clichés del horror que ya no deberían existir.
El éxito absoluto que tuvo el director Paolo Genovese con Perfetti sconosciuti, tanto en tierras nativas como en el exterior, han propagado el atractivo de su propuesta un tanto teatral sobre el estado actual de las relaciones interpersonales entre un grupo de amistades. En este mismo momento hay una versión sobre tablas en las calles porteñas, hace no mucho vimos en salas la remake española dirigida por Álex de la Iglesia, y ahora el tiempo de adaptar llega a la inversa, siendo Genovese quien se inspira en otro tipo de material para su nueva proposición social. The Place, llamada así como el asequible café que le da lugar a la acción, es una adaptación de la serie americana The Booth at the End, experimento que duró dos temporadas, cada una con cinco episodios de media hora. El cometido del italiano es adaptar esas cinco horas de serie en menos de dos horas de largometraje. ¿Cuál será su resultado?
Tras el trago totalmente amargo y fascinante que supuso el estreno de la excelente Hereditary hace días, temáticamente hablando la llegada a salas comerciales de The Ritual genera un double feature en donde un drama viaja a lomos de una película meramente de terror. Acá el disparador de una tragedia personal en el seno de un grupo unido de amigos llega mucho antes a su destino que la enrevesada recompensa que propone la pesadilla protagonizada por Toni Collette, pero su llegada compone un camino inverso ya que el viaje es mucho más satisfactorio que su desenlace.