El hechizo de la fábula inmortal Siempre es un buen día para mirar una película de Disney; la magia de sus historias, la espectacularidad de sus imágenes y la armonía de sus canciones lo convierten en una experiencia multisensorial. Así como ya pasaron por la pantalla grande las remakes de clásicos como “El libro de la selva”, “Cenicienta” y “Alicia en el país de las maravillas”, con personajes reales, esta vez, llegó “La bella y la bestia”, el filme estrenado en 1991 que cautivó a varias generaciones. El filme cuenta la historia de un príncipe que fue hechizado por una anciana convirtiéndolo en una bestia, así también como a sus sirvientes, a quienes convirtió en objetos animados. El hechizo sólo se rompe si la Bestia se enamora, pero no tiene todo el tiempo del mundo, sino que deberá ser antes de que caiga el último pétalo de una rosa, que conserva como un tesoro en el ala oeste del castillo. Si bien la historia es cautivante, esta versión no logra realzarla, sino que se torna muy lenta y la duración de 129 minutos es desmesurada, sobre todo si se tiene en cuenta que es un filme para niños. Así también su protagonista, la ex Hermione de la saga de “Harry Potter”, Emma Watson, no alcanza brillantez en su composición, como su talento le permitiría. ¿Los aciertos? La espectacularidad de los bailes, las canciones y la relación entre la “bestialidad” masculina y la delicadeza del universo femenino, exceden la nostalgia y hacen que este cuento de hadas reviva una vez más.
Un flashback rockero Con la mirada puesta en la nostalgia y el rock, el director de “Días de vinilo” y “Todos contra Juan”, regresa con “Casi leyendas”, una comedia que divierte y cautiva. Los perfiles de sus protagonistas son el principal acierto; el actor español Santiago Segura, el mítico Torrente, interpreta a Axel, un friki solitario con problemas de comunicación que está exiliado en España, trabaja manteniendo computadoras y vive para cuidar a su padre que está en un geriátrico. Por otro lado, Diego Peretti es Javier, un profesor de biología que no puede superar la muerte de su esposa ni conectar con su hijo adolescente. Y Diego Torres encarna a Lucas, un abogado ambicioso y corrupto que acaba de divorciarse y de ser despedido. Este trío tan disímil como atractivo supo tener una banda de culto en su juventud, Auto Reverse, que los va a llevar a reunirse después de 25 años y a plantearse los valores de la amistad, la madurez, el compromiso y el éxito. El peso del filme recae en el personaje de Segura que sufre del síndrome de Asperger y debe afrontar las dificultades que esto conlleva, con la brillantez que sólo puede brindar este actor. El guión, también escrito por su director, con momentos de humor muy elocuentes y una dosis musical muy marcada, hacen de esta película una pieza agradable, original y claramente valiosa.
Un viaje a la nostalgia Y 20 años después llegó la secuela de la película más revolucionaria de los 90, "Trainspotting 2", la desafiante historia sobre el cuarteto más temible de Edimburgo inmerso en la heroína. La historia continúa dos décadas más tarde, con sus mismos protagonistas: Mark Renton, quien regresa a su ciudad natal, después de haberse recluido en Amsterdam, para reencontrarse con sus viejos amigos: David "Spud" Murphy y Simon "Sick Boy" Williamson y Francis "Franco" Begbie. Entre la locura y las tradiciones escocesas, estos cuarentones intentan reconstruir el vínculo y saldar viejas traiciones. Lo cierto es que la primera entrega fue visualmente innovadora, con personajes memorables y el mejor soundtrack; "Born Slippy" de Underworld. Imposible escuchar el tema y no viajar a las escenas de la película del 96. Pero esta vez las imágenes lisérgicas se esfuman para darle paso a la nostalgia y el abuso del pasado. La secuela cae en un error imperdonable, la constante referencia a la primera película que hace que la historia no avance ni tenga sentido por sí misma. La melancolía inunda cada escena y lo que es más grave aún, casi no hay impacto visual. Spud se lleva todos los créditos de esta secuela tardía y para el pesar de muchos fans, terriblemente tibia.
El show de la sumisión Aunque las críticas estadounidenses hayan sido durísimas con la secuela de "Cincuenta sombras de Grey", no hay que quitarle mérito. Primero, porque cumple con el título en lo que a "oscuridad" refiere: hay intriga, apariciones y algunas situaciones de thriller bien logradas. Y segundo, porque triplica la apuesta sexual con escenas más explícitas. La trama continúa con un Christian Grey arrepentido y con intenciones de recuperar a Anastasia, pero para eso deberá renegociar las bases del contrato que los unió. ¿Quién domina a quién ahora? Al principio parece que Anastasia empieza a imponerse, hasta que ciertas actitudes de Grey la desconciertan y todo se vuelve confuso y caótico. Si bien la tensión entre los protagonistas sigue intacta, ahora ambos exploran su relación amorosa con más intensidad, y más sadomasoquismo también. Pero cuando todo parecía centrado en la "recuperación" del sádico Grey, que lucha con su infancia trágica y su capacidad para enamorarse y lograr una relación real sin puja de poderes, aparecen fantasmas del pasado que interpelarán a Anastasia. Una de ellas es la primera "ama" de Christian, interpretada por Kim Basinger, que le pone un poco de tensión a los 116 minutos. Y otra es una ex sumisa de Christian, que no los dejará en paz. ¿Más oscuras? Sí. ¿Más esclarecedora? También. ¿Mejor que la primera? Claramente. Ah, y no se vayan antes de que terminen los títulos, se pueden ver imágenes de lo que será la tercera parte, "Cincuenta sombras liberadas", que se estrenará en febrero de 2018.
Los riesgos del esnobismo Siniestra, lúgubre y crítica. "La valija de Benavidez" indaga principalmente en el esnobismo del arte que puede llegar hasta límites insospechados cuando sólo se trata de hacer dinero a partir de un apellido, sin importar el alma del artista. "El sistema financia a cada idiota...", es una de las frases más resonantes de este thriller psicológico pretencioso y logrado, con Guillermo Pfening en el papel protagónico y Jorge Marrale y Norma Aleandro en el papel de perversos marchands de arte. Benavidez es un profesor de plástica que tras una discusión con su mujer arma una valija y va a buscar asilo a la mansión de su psiquiatra. Allí lo espera un laberinto sin salida que despertará las pesadillas más intrínsecas de este hijo de un famoso artista que se siente mediocre tras la sombra de su padre. El tono ríspido de Beatriz, la siempre brillante Aleandro, es un gran acierto de este filme de Laura Casabé que termina disparando críticas acerca de la impunidad que otorga el poder y el dinero. Otro acierto es la interpretación de Pfening, que logra registros contrapuestos, de la risa al llanto y de la cordura a la locura. Una película que expone la ambición más extrema que roza lo ridículo y la cristaliza con un "¡Bravo!" y un aplauso tétrico. Una radiografía de los laberintos que posee la mente humana y su poder corrosivo cuando se ve amenazada por el ego, la envidia y la sumisión.
Por el libre albedrío "Durante años hemos intentado controlar al mundo con la religión, la política y, ahora, con el capitalismo", afirma el Templario Rikkin sentando la base filosófica en la que se sustenta esta película, adaptación del videojuego nacido en 2007, "Assassin's Creed". Protagonizada por Michael Fassbender, que junto a Marion Cotillard, sale aireoso de este intento de traslado de la consola a la pantalla grande. Y cuando digo "intento" es porque no es una película lograda por muchas razones. El planteo es sumamente interesante ya que la trama aborda el eterno conflicto entre la Orden de los Templarios y el Credo de los Asesinos, mientras que los primeros buscan controlar a la población, los segundos defienden el libre albedrío. El filme se centra en una gran cárcel que poseen los Templarios, donde crearon una máquina que recupera las vivencias de los ancestros por medio de la memoria del ADN y recluta a los descendientes de aquellos Asesinos para, por medio de aquel experimento, conseguir el Fruto del Edén que posee la fórmula para tener el control total de las acciones humanas. La trama, que pendula entre la actualidad y la Inquisición española, por momentos se vuelve difusa. Además, las escenas de acción resultan inverosímiles y parecen manejadas por un joystick.
El arte del duelo ¿Qué pasaría si pudiéramos hablar con la muerte? ¿La insultaríamos? ¿Y si nos encontraríamos con el tiempo? ¿Le agradeceríamos por ser un regalo o una condena? ¿Y si estuviéramos sentados cara a cara con el amor? ¿Le leeríamos una libro de quejas, no? Howard pudo hacerlo. El protagonista de esta película, interpretado por Will Smith, se encuentra en una profunda depresión porque su hija, de apenas seis años, acaba de morir a causa del cáncer. Por lo que sus socios (Kate Winslet, Edward Norton y Michael Peña) intentan ayudarlo con una extraña idea: contratar a tres actores para que interpreten a tres cosas abstractas a las que este hombre en pleno duelo les escribe cartas. Ellos son la muerte, interpretada por la extraordinaria Helen Mirren, el amor, a cargo de Keira Knightley, y el tiempo, encarnado por Jacob Latimore. La interpretación de Smith está un poco deslucida, dejando en claro que sus mejores interpretaciones están ligadas al humor. En ese sentido, este drama ambientado con el espíritu navideño neoyorquino sobre las enfermedades terminales y el duelo, pretende ser demasiado efectista con cada frase, y eso, aunque por momentos logra empatía con el espectador hasta llevarlo a las lágrimas, termina restando y dando lugar a un relato demasiado trillado.
La paz en la guerra Mel Gibson, amante de la épica y de los dramas bélicos, vuelve al campo de batalla después de una década sin dirigir, con un filme que indaga en la fe, la moral y el sacrificio humano. Se trata de la cuarta película que dirige el actor, director y productor estadounidense después de "Corazón valiente", por la cual ganó un Oscar, "La pasión de Cristo" y "Apocalypto". Si bien hay muchos aspectos para analizar en este filme, el primero y más acertado es que la historia elegida -en una coyuntura donde las buenas ideas no abundan- es consistente y realmente conmovedora. Se trata de la historia real de Desmond Doss, un miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día que se convirtió en héroe en la Segunda Guerra Mundial, hasta el punto que fue el primer objetor de conciencia en recibir la Medalla de Honor y uno de los tres únicos objetores en no retirarla hasta hoy. Protagonizado por Andrew Garfield (el ex "Hombre Araña"), el filme se sitúa durante la batalla de Okinawa, en Japón, pocas semanas antes de los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki. Allí, Desmond logra salvar a 75 hombres con una gran particularidad: sin tocar un arma por sus creencias religiosas. Así, entre secuencias de batallas de alto impacto, Garfield logra una gran empatía con el espectador, generando una montaña rusa de emociones. Y ahí está el triunfo del director, que logra humanizar al protagonista a través de flashbacks de su infancia justificando su comportamiento y mostrando un pasado tormentoso con su padre. Y logra mostrar a un héroe que no utiliza la violencia. ¿Será una de las posibles ganadoras del Oscar? Puede ser. Lo que se rumorea es que Garfield tiene grandes chances de quedarse con la estatuilla a mejor actor.
Zombies escandinavos Hay que partir desde la premisa que las películas de terror contemporáneas ya no valen ni un décimo de lo que valían las de décadas pasadas. Después de la saga "Juego del miedo", se terminaron las ideas originales para generar esa sensación de miedo y adrenalina tan buscada por los amantes del género. "Ellos te están esperando" es un ejemplo claro de que la imaginación está gobernada por los preconceptos ya establecidos y consumidos por las masas, y es ahí donde nuevamente los zombies vuelven a cobrar a vida. Pero esta vez con impronta escandinava. El terror irrumpe en el status quo danés donde todo funciona perfectamente -desde el estilo de vida hasta la genética. Y claro, que en una sociedad donde el orden reina, cualquier situación extraña ya levanta sospecha. En un barrio de clase alta en las afueras de Copenhague comienzan a llegar noticias de una enfermedad mortal, y mientras desde el gobierno intentan minimizar la situación, una familia tipo intenta ir más allá para descifrar el enigma. Sin embargo esta película -la primera del género en este país- fracasa rotundamente cuando recae en el estigma zombie con policías enmascarados y elementos del cine gore que terminan resultando una versión fraudulenta de "The Walking Dead".
Detrás de las pistas Shane Black lo hizo de nuevo. El creador de "Arma mortal" regresó a la pantalla grande con una comedia policial explosiva y suspicaz. Ryan Gosling y Russell Crowe logran crear una química que funciona -y muy bien- y recuerda a la dupla que generó el éxito de los 80 de la mano de Mel Gibson y Danny Glover. Esta Buddy Movie tiene muchos puntos a favor y casi ninguno en contra: el reparto, que además incluye a la diosa Kim Basinger, el guión que se destaca por su ingenio a cada minuto y la trama que resulta efectiva y concluyente. Además, el contexto en el que se sitúa la historia, que está anclada en la década del 70 enriquece el filme donde priman descapotables lujosos, mansiones de época y smokins por doquier. Lo cierto es que como fiel representante del género, esta película de amigos prioriza el vínculo que existe entre este detective alcohólico (Goslyng) y un asesino a sueldo (Crowe), que van fortaleciendo a través del relato. Y a este dúo se le suma Angourie Rice, que interpreta a la hija adolescente de Goslyng y asume un rol fundamental en la trama compensando las escenas violentas con su dulce inocencia. Los tres trabajarán juntos en el caso de una joven desaparecida que se relaciona íntimamente con las estrellas del cine porno y que yace bajo una conspiración de las grandes esferas. Una comedia policial que recrea un universo de hermandad y acción en pos de la justicia al mejor estilo "Starsky & Hutch", en la que todas las piezas encajan y aseguran un policial entretenido que podría tener su segunda parte.