Sobre gustos no hay nada escrito El mayor logro de esta pequeña comedia ligera es mostrar todo un submundo de fetiches sexuales extraños que (sabemos) existen en nuestro mundo. El humor proviene de lo extraño e incómodo de algunas situaciones. Una mujer se excita con las lágrimas de su marido, otra con los asaltos violentos, otra con las telas (y la seda en particular). Un tipo quiere que lo meen encima y otro sólo alcanza el orgasmo al ver a su mujer dormir. Lo complicado de este tipo de historias es encontrar un equilibrio donde las situaciones no suenen exageradas y uno pueda conectarse con los personajes. En este sentido, el director y protagonista Paco León alcanza la amalgama ideal entre drama y comedia, entre situaciones bizarras e historias tiernas. Su contraparte australiana: Me tomó unos minutos darme cuenta de que la historia es prácticamente igual a una película australiana independiente del 2014 llamada The Little Death. Una búsqueda rápida en Google me confirmó que la cinta española es una remake de la misma (esto aparece también en los créditos finales). Tengo un recuerdo muy grato de la película original, que me había sorprendido con pequeños momentos de genialidad y un humor más bien reflexivo. La versión española es un poco más jugada desde lo visual, pero nunca deja de ser una comedia ligera. Incluso cuando parece que las cosas van a subir de tono, se queda ahí. Creo que The Little Death es más arriesgada (las cosas salen un poco peor), mientras que en El amor se hace todo se siente un poco más natural, y el desenlace es más alegre. Humor y (algunas) buenas ideas: Al final del día, las extrañas parafilias sexuales (que sin duda generan buenos momentos de diversión) son una excusa para hablar del amor, y de la importancia de conocerse a uno mismo, de aceptarse, aunque eso no encaje del todo con lo que la sociedad impone. Los cinco relatos tienen una marcada autonomía, y eso para mi no fue un acierto. Por momentos parecen sketches separados sin un hilo narrativo que los una. En ese sentido, la película funciona más de forma antológica, como si los relatos –que comparten el tono y las extravagancias– no se atrevieran a unirse en una gran orgía. Como toda cinta antológica, algunas historias gustan más que otras. Personalmente disfruté mucha la de Paco León, Belén Cuesta y la argentina Ana Katz (Mi amiga del parque), y también son muy tiernos los últimos minutos con la pareja de sordos. Por el contrario, algunas de las tramas están menos logradas y hacen que el relato a veces decaiga. Conclusión: El amor se hace es una comedia pícara y fresca sobre los fetiches y los tabúes, un tema no tan común en el cine. Es una pena que las historias están tan pobremente ligadas, aunque sí se exploran temáticas sexuales interesantes. Una película española divertida y sencilla, como para pasar el rato.
Un proyecto personal. En lo profundo del bosque (no confundir con el vibrante musical Into the Woods, que no tiene nada que ver) es un proyecto muy personal de Ellen Page, quien se encontró con la novela original (escrita por Jean Hegland) mientras estaba de compras en una pequeña tienda de su pueblo Halifax, Canadá. Una empleada le recomendó el libro y Ellen quedó tan cautivada que decidió producir una versión cinematográfica. Quizás fue esa misma pasión por la historia la que llevó a la actriz a animarse a su primer desnudo en la pantalla grande, un dato no menor. Tanto Nell (Ellen Page) como Eva (Evan Rachel Wood) se defienden en su interpretación de hermanas, brindando sensibilidad e intimidad a sus personajes. Desde lo técnico también hay un buen trabajo de la directora Patricia Rozema (una amiga personal de la protagonista). Si bien no se destaca especialmente en ningún aspecto, hay una memorable fotografía de los bosques y un correcto uso del montaje. Y, sin embargo, la película no convence. Una trama agarrada de los pelos: Creo que el problema de la cinta va por otro lado: el argumento presenta situaciones increíblemente absurdas que desentonan constantemente. Es complicado dar ejemplos precisos sin caer en terreno de spoilers, pero algunas de las decisiones que toman las hermanas son ridículas y, en un mundo real, habrían estado muertas a los pocos meses. Esto se vuelve especialmente evidente en la resolución, donde uno ya no puede dejar de reírse por la opción sin sentido que toman. Un aspecto que sí me resultó interesante es el tratamiento que se la da al fin del mundo. Debido a que las hermanas viven alejadas de la civilización, sólo reciben pequeños vistazos de lo que está sucediendo afuera. Todo lo que aprendemos es a través de rumores, la radio y especulaciones, si bien todo parece indicar que la cosa se descontroló rápidamente. Creo que fue una decisión interesante elegir contar una historia chiquita, íntima, dentro de un mundo apocalíptico. En ese sentido, En lo profundo del bosque se acerca a películas como The Road. Lamentablemente, el aspecto de thriller y ciencia ficción queda relegado en un segundo plano; se reemplaza por conflictos híper melodramáticos y escenas fuertes colocadas para impactar al espectador (en ese sentido, una advertencia para los que son sensibles: un par de escenas sexuales y algunas de violencia animal no son para todo el mundo). Conclusión: No me quedan dudas de que la película tiene buena intenciones, y seguramente va a existir un grupo de gente que la disfrute. Personalmente creo que no cumple como thriller apocalíptico, y las situaciones tontas e inverosímiles le quitan realismo a la historia. Por otro lado, las temáticas que aborda son demasiado evidentes y poco sutiles como para volverse interesantes. Más vale ver a Evan Rachel Wood en Westworld y a Ellen Page en Juno. En lo profundo del bosque es una película olvidable.
Culpa y redención. La chica sin nombre (título original: La fille inconnue) es una co-producción entre Bélgica y Francia un tanto extraña. Aunque tiene un indudable tinte policial (hay un muerto, un misterio, varios sospechosos) se desenvuelve como un pequeño drama donde el énfasis está puesto en la moral, el sentimiento de culpa y la redención espiritual. Como muchas cintas europeas, ésta tiene un desarrollo tranquilo que pueda llegar a aburrir a los que buscan un thriller comparable con el cine hollywoodense. En su lugar, esta historia es muy realista y se acerca más a un drama melancólico. Adèle Haenel realiza una labor fantástica como la protagonista, una médica muy humana que, en un momento de miedo y egoísmo, opta por no atender a una mujer afroamericana que le pide ayuda en su consultorio a altas horas de la noche. Al día siguiente descubre que la mujer falleció y comienza un peligroso viaje para encontrar al culpable. Forma y contenido: Desde el apartado técnico, aunque La chica sin nombre no rompe ningún molde, en general cumple satisfactoriamente. La cámara es mayoritariamente en mano y con primeros planos que le brindan intimidad a la historia. Es interesante la ambientación elegida por los directores Jean-Pierre y Luc Dardenne, (los hermanos Dardenne), la sombría ciudad industrial de Seraing, cerca de Liège (donde los directores se criaron). La protagonista se encarga de atender a los pobres, desahuciados y solitarios. Ella misma es una solitaria. El pueblo, habitado en gran parte por gente de la clase trabajadora, no hace más que intensificar el estilo híper realista y de consciencia social de la historia, haciendo que la forma se adapte adecuadamente al contenido. Conclusión: La chica sin nombre tiene aspectos de thriller criminal pero se trata más de un drama social. Cuesta engancharse con su ritmo (hay grandes tramos donde parece que no pasa nada, le sobran unos minutos) pero presenta algunos momentos de verdadera emoción. Por sobre todo, involucra algunos dilemas morales que nos hacen preguntarnos a nosotros mismos qué haríamos en situaciones similares.
¡Quiero la verdad! Se han hecho grandes thrillers judiciales a lo largo de los años, aunque quizás no tanto en el último tiempo. Todo parece indicar que la mejor época de los dramas jurídicos quedó muy atrás. En este caso, El abogado del mal se asemeja más a un episodio largo de Law and Order que a una producción cinematográfica. La trama es simple y directa, si bien cuenta algunos momentos de tensión bien logrados que resultan cautivantes. El final es sin duda sorprendente, pero algunos lo van a encontrar frustrante y un disparador de preguntas más que un cierre de la historia. Keanu Reeves (que sigue sin envejecer y reemplazó a Daniel Craig una semana antes de que comenzara el rodaje) interpreta –una vez más– a un personaje enigmatico, con cara de nada, sagaz. Lamentablemente, vuelve a hacer una actuación acartonada que te va a dar ganas de volver a ver el trailer de John Wick: Chapter 2 para recordar que el tipo todavía puede hacer cosas buenas. Lo que sí voy a admitir es que, dos décadas de preparación después, logra superar inmensamente aquella triste representación de abogado que hizo en El abogado del diablo (1997). Potencial desperdiciado: Después de ver El abogado del mal (¡qué título más prostituido!) te queda la sensación de que podría haberse hecho algo mucho más grande. La bella Gugu Mbatha-Raw (Kelly en el capítulo “San Junípero” de Black Mirror) no tiene demasiado que hacer. El joven acusado (Gabriel Basso) literalmente no dice nada hasta que transcurre una hora de película y ni arranquemos con Renée Zellweger (más sobre ella en breve). Da la sensación de que la directora Courtney Hunt quiso hacer unos pesos rápidos poniendo a algunos actores reconocidos y mostrando un drama judicial genérico. La historia no es mala, pero carece de la energía suficiente para volverse realmente memorable. ¿Qué le pasó a Renée?: Creo que lo más llamativo de esta cinta no es la ingeniosa premisa de que el acusado se rehúse a hablar con su abogado, por lo que él tiene que defenderlo a ciegas sabiendo que tiene todas las de perder, sino… ¿qué demonios le pasó a Renée Zellweger? La actriz no sólo está irreconocible luego de una cirugía plástica de la que seguro se arrepiente, sino que además brinda –luego de desaparecer por seis años– una de las peores actuaciones de su carrera. En comparación, Keanu Reeves parece Anthony Hopkins. Realmente da la impresión de que ella no tiene ganas de estar ahí, y que quiere sacarse la película de encima lo más rápido posible. Si a esto le sumamos una cara extrañísima, su participación termina por degradar toda la historia. Conclusión: El abogado del mal sigue las pautas tradicionales de los dramas judiciales. Es clásica, convencional y pasajera, pero tiene algunos momentos interesantes, algún que otro giro argumental sorprendente y un ritmo correcto. Eso sí: para ver en casa con unos mates y sin demasiadas pretensiones.
Invasión Zombie: Corea Style. Podemos discutir si los zombies tendrían que ser rápidos o no. En esta película son rápidos, letales y despiadados. Se asemejan a los que presentan películas como 28 Days Later y World War Z. Incluso los amantes de la franquicia de videojuegos Left 4 Dead se van a sentir muy a gusto. Invasión Zombie (Busanhaeng, en su título original; Train to Busan, en su traducción al inglés) no es una película perfecta, pero sí una de las más creativas que el género presentó en el último tiempo. Hay escenas muy artísticas que son magia pura, y situaciones dentro del tren que generan una mezcla de nervios y excitación. Los zombies en sí tienen características novedosas que no había visto en otras historias de este tipo (aunque comentarlas sería entrar en terreno de spoilers). El inicio del fin: invasion zombieEsta producción coreana tiene éxito donde Fear the Walking Dead falló de forma miserable: explica con frescura y habilidad cómo una pandemia de este tipo puede expandirse tan rápidamente. Y continuando con la analogía de la franquicia de zombies más famosa en la actualidad: mientras que The Walking Dead logró hacer que un apocalipsis zombie sea casi “cool”, con sexo, grandes historias de amor, armas y batallas épicas, en Invasión Zombie la cosa no es tan glamorosa. Se siente el drama, el brutal instinto por sobrevivir (y lo que nos lleva a hacer) y la resignación. Me gustó mucho que los personajes y toda la situación sean tan realistas. No hay grandes héroes, no aprenden a matar zombies en el transcurso de un par de horas, y tienen que utilizar su ingenio para zafar de situaciones imposibles. Ninguno está a salvo en aquel infierno, y es devastador cuando les cae la ficha de que, probablemente, todos sus seres queridos están muertos. En las escenas donde los protagonistas buscan llegar de uno de los vagones del tren hacia otro – siendo que todos los que están en el medio están atestados de zombies– se dan algunas de las escenas de suspenso y acción más logradas de este año. Snowpiercer con zombies: Quienes hayan visto Snowpiercer, la interesante película coreana del 2013 con Chris Evans, quizás encuentren cierto paralelismo en algunas temáticas que se tratan. En primer lugar, ambas ocurren en un tren en movimiento. Invasión Zombie también explora las relaciones humanas ante una catástrofe mundial y contiene una especie de comentario social (las clases altas quedan varadas en los vagones de más adelante), si bien no profundiza demasiado. El subtexto, el melodrama generado y las actuaciones no son el punto fuerte de la película. Hay diálogos bastante malos –eso no puede negar– y, si bien algunos personajes están verdaderamente muy bien (destacable el trabajo de la chiquita Su-an, por ejemplo), la mayoría de las actuaciones son exageradas e inferiores. Esto no hizo que dejara de disfrutar el enorme espectáculo visual que presenta la historia, aunque sí lo deja a uno pensando que podrían haberse ajustado algunas cosas. El cine coreano es, (históricamente) melodramático, y para quienes siguen ese cine es hasta bien recibido. En mi caso, me pareció que habría funcionado un poco mejor de no ser tan obvia con los personajes típicos y unidimensionales y mejorando un poquito los diálogos. Conclusión: Más allá de algunas imperfecciones, Invasión Zombie no deja de ser una de las producciones más creativas, fantásticas e impresionantes que el género brindó en los últimos años. Me encantaron la cantidad de ideas diferentes que aporta, la acción desenfrenada y el entretenimiento que brinda. Incorpora mucha chispa a las cintas de zombies y es, sin duda, recomendable para fans de este tipo de relatos.
No se metan con mi vaca: el viaje de Fatah A pesar de su espantosa traducción en Latinoamérica –que hace parecer que No se metan con mi vaca es una comedia olvidable de Adam Sandler– la película es una producción francesa de considerable originalidad que se centra en el increíble viaje de un granjero común y su vaca Jacqueline. Las primeras escenas nos dan la idea del estilo de vida simple en Argelia, y rápidamente esto se contrapone con el campo desde el lado francés. La trama es sencilla, con el protagonista (Fatsah Bouyahmed) cruzando diferentes obstáculos y conociendo diversos personajes que lo ayudan o lo complican. En el medio hay autodescubrimiento, hay antagonismos intrínsecos y algunas contradicciones de las diferencias entre Francia y Argelia. Conflicto entre vecinos: Una particularidad de la película es cómo trabaja el conflicto entre franceses y argelinos a través del humor. Argelia fue una antigua colonia francesa que obtuvo su independencia en 1962. La historia entre ambos países tiene siglos de conflictos e incluso hoy se siguen viendo las diferencias ideológicas y culturales. Frente al terrorismo actual que se vive en Francia, esta historia viene a demostrar que, a lo mejor, ambas culturas no son tan distintas, y que quizás todavía hay lugar para la reconciliación entre países. Por supuesto: no deja de ser una comedia, y hay que apreciarla como tal. No busca algo más profundo que entretener a su audiencia con una trama loca pero terrenal, una con la que todos podemos vernos identificados en una forma u otra. El film en general está bien hecho, manteniendo siempre ritmo y coherencia, aunque nunca llegando a sorprender desde lo argumental. Es probable que un francés pueda disfrutar mucho más de esta producción, ya que está plagada de humor cultural y referencias al país. Jaqueline, la otra protagonista: La vaca de la película es la otra gran protagonista de esta historia. Sin hacer demasiado, genera ternura en el espectador ya que uno puede entender lo que significa para Fatah. Trabajar con animales en el cine nunca es sencillo, y en este sentido el director Mohamed Hamidi (que, de hecho, tiene doble nacionalidad, francesa y argelina) hizo un trabajo formidable. Un dato loco es que el director no podía llevar una vaca francesa a Marruecos, ni una vaca marroquí a Francia. Por eso, el equipo tuvo que elegir tres vacas idénticas, una en cada país (Argelia, Marruecos y Francia) y un doble para cada una. Conclusión: Mohamed Hamidi buscó que No se metan con mi vaca funcione como una suerte de fábula (sin duda, el aspecto político está implícito). La historia, si bien nunca se sale de su rol de “comedia ligera”, demuestra que las personas pueden vivir juntas y compartir sus costumbres a pesar de las diferencias culturales, sociales o de religión. Una historia chiquita, disfrutable, que va a gustar a los amantes de las comedias sobre viajes.
Un cuento coreano. Mi último fracaso es una película chiquita, personal, introspectiva. Es una historia sobre vínculos familiares, migraciones y estilos de vida. Cecilia Kang invita (a quien se anime) a ser espectador del día a día de un grupo de mujeres durante sus actividades cotidianas. En ese sentido, la producción presenta un enfoque interesante que no había visto tanto reflejado en el cine. La historia tiene varias partes de relativa autonomía, aunque todas atadas por el mismo leitmotiv, intentan descubrir las diferentes formas en las que un extranjero se sumerge en costumbres ajenas, de qué manera se aferra a sus orígenes, y cómo esa dualidad se mantiene en constante tensión durante toda la vida. Desde Corea hasta los barrios porteños: La película nos lleva primero a Corea, donde la directora acompaña a su profesora de arte en un viaje revelador y de autodescubrimiento. Luego regresa a Argentina, donde nos permite espiar la vida de su propia hermana (quien superó una dura enfermedad). Más tarde vemos a Cecilia y a sus amigos y familiares simplemente viviendo, existiendo. Siendo coreanos en Argentina, con todo lo que eso significa. Respecto a la necesidad de hacer este documental y sus motivaciones, Kang explica: Nací en el año 1985, en una Argentina en donde se comenzaba a vislumbrar una libertad institucional que Corea aún veía subyugada por un gobierno dictatorial. (…) En este lugar, nuestros padres fueron construyendo una colectividad basada en el trabajo como valor principal, para lograr el progreso (…) Socialmente me considero argentina, mis amigos o mi pareja dicen que soy una porteña de pura cepa. Sin embargo, entro al hogar familiar, y soy una hija coreana. Esa dualidad vivirá siempre en mí. Mi último fracaso: como cruzar un puente Es inevitable preguntarme por qué la directora eligió aquel extraño título. Ciertamente el documental no es un fracaso (ha estado recorriendo festivales a lo largo del año pasado, y lo seguirá haciendo por un tiempo). Desde lo técnico no destaca especialmente en ningún aspecto, pero no por eso puedo decir que esté mal filmado. Hay un buen trabajo de edición, una linda música que acompaña y algunos pequeños momentos bien logrados. Quizás se hace evidente el aire de amateur en la directora, pero su producción tiene valor y es rica en contenido. Por eso creo que el título se relaciona más con algo diferente: el último fracaso de la directora es, más bien, la aceptación de esa dualidad. A partir del recorrido que hizo en el documental, fracasó en poder decidirse entre ser 100% argentina o 100% coreana. El fracaso es, de alguna manera, una aceptación, es cruzar un puente, es encontrar el equilibrio justo con el que uno puede vivir y sentirse identificado. “Cruzar un puente” funciona como una metáfora en la película y es también un descubrimiento personal, es parte de la construcción de la identidad coreana-argentina que la directora busca. En ese sentido, es un documental bien enfocado y dirigido a un público muy particular, sin dejar afuera a cualquiera que desee conocer estas historias. Conclusión: Mi último fracaso expone que es posible sentir que un país nos es propio y ajeno al mismo tiempo. Lo hace a través de relatos sensibles, reflexivos, donde se desnuda la vida de diferentes mujeres en busca de su propia identidad. Es una historia que invita a la reflexión y al debate.
Vidas cruzadas. La historia comienza cuando Waltor Zarrow (Sam Waterston) es apuñalado en una fresca noche de Nueva York. A partir de allí, la vida de más de una decena de personas (en serio, hay unos quince personajes) se van entrecruzando, revelando diferentes conflictos y problemáticas con un único leit-motiv: ¿de qué forma apaciguamos el dolor de estar vivos? En otras palabras: ¿qué utilizamos para anestesiarnos? Acá vale la siguiente aclaración. El título original es Anesthesia, que tiene bastante más sentido que la traducción elegida para Latinoamérica. Las comparaciones con la ganadora del Oscar del año 2004 (Crash: vidas cruzadas) y otras películas dramáticas de historias interrelacionadas (por ejemplo, The Air I Breath y Magnolia) es inevitable. Sobrecarga de protagonistas: Un gran problema de esta producción es la cantidad desmedida de personajes. Kristen Stewart volvió a su cara de nada y no aporta demasiado. Por otro lado, actores respetables como Corey Stoll (Peter Russo en House of Cards) o Glenn Close están sólo para sumar puntos al elenco (y fueron muy desaprovechados). Como hay tantos personajes, sus conflictos son apenas desarrollados y prácticamente nunca llegan a ser verdaderamente interesantes. Me gustó la relación extraña entre los dos hermanos, y la trama de los dos mejores amigos afroamericanos, pero el resto de las historias son bastante poco memorables. Crímenes y virtudes: Anestesiarse para no sentir. Otro detalle de Crímenes y virtudes que resulta irritante es que la película está constantemente buscando dar “lecciones profundas sobre la vida” de formas demasiados obvias y directas. Hay personajes que, literalmente, dan soliloquios de más de cinco minutos sobre la agonía, el sin-sentido de nuestra existencia y la necesidad de hacer cosas para dejar de sentir. En un momento –quizás el más ridículo de la historia– un negro drogradicto (y evidentemente poco culto) se pone a debatir filosofía avanzada con el profesor Waltor Zarrow. Me pareció el colmo. Entiendo que algunos de los personajes puedan tener pensamientos profundos, pero acá parece que son todos grandes pensadores modernos. No está mal escrita, y hay escenas conmovedoras y bien logradas, pero la película se esfuerza demasiado por mostrar un punto, y comete el error de decir todo y mostrar poco. Dice muchas palabras sobre cuestiones innegablemente sustanciales, pero falla en presentarlas de un modo realista, tangible y visualmente rico. Conclusión: Creo que Crímenes y virtudes es una película decente, con buenas actuaciones y un trabajo técnico correcto, pero no le agrega demasiado valor a este tipo de historias. No ayuda la sobrecarga de argumentos y un guión que escupe lecciones de moral de forma alevosa. Lamentablemente, otro film olvidable.
El (im)posible olvido es un galardonado proyecto documental argentino dirigido por Andrés Habegger. A partir de cartas, diarios y fotos, un hijo intenta reconstruir la historia de su padre, periodista y militante político peronista desparecido durante la última dictadura. No me olvidé de vos: Sabemos que las cosas se nos olvidan, ¿pero adónde se alojan esos olvidos? ¿Están en alguna parte de nuestra consciencia? La película hace uso de estas preguntas como disparador, y así funciona paralelamente como un ensayo literario sobre la memoria y como un proyecto cinematográfico de gran valor visual. Este es un documental muy personal que, sin embargo, habla de una historia colectiva, una con la que más de uno se sentirá identificado. Andrés Habbeger (director y protagonista) no recuerda prácticamente nada de su padre Norberto Armando Habegger, militante víctima del Plan Cóndor, una nefasta coordinación de las dictaduras en América del Sur para secuestrar, torturar y asesinar a todos los que se oponían a los respectivos gobiernos de facto. Por aquella época, los militantes debían pasar a la clandestinidad y sus hijos eran constantemente movidos de barrios, escuelas y amistades. El documental registra también esta experiencia de chicos entrenados para ocultar quienes eran y en qué andaban sus mayores. Andrés en realidad fue bautizado como Camilo, pero su nombre cambio junto a toda su vida entera. Lo interesante de esta premisa es que el protagonista no retuvo casi ningún momento con su padre (a quien vio por última vez cuando tenía 9 años). Lo único con lo que cuenta es una serie de fotos, filmaciones, diarios y cartas que dan testimonio del vínculo. Rastros de un recuerdo: A lo largo del documental (que llevó 6 años desde su concepción) Habbeger recorre los lugares de las fotografías, rememora viejas anécdotas con amigos de la infancia, investiga la conspiración y tiene charlas emotivas con su madre. De hecho, los momentos con ella son muy honestos y representan uno de los puntos más fuertes de esta producción. Si bien hay un tinte político que atraviesa al documental, lo cierto es que se trata de un trabajo introspectivo y de reflexión. Habberger rastrea los últimos movimientos de su padre en Buenos Aires, México y Brasil, locaciones que filma con una antigua cámara Súper 8, como si de esa forma pudiera capturar mejor el pasado. Es muy emocionante la manera en la que va reconstruyendo su niñez desde recuerdos que se esconden en lo más profundo de su subconsciente. Otra técnica que utiliza para incentivar al recuerdo es visitar los lugares registrados en fotos (donde el niño Andrés estaba junto a su padre) y capturarlas en la actualidad, como insertando fotos del pasado en nuestros días. No soy el mayor fanático de los documentales, y sin embargo me sentí absolutamente cautivado por la búsqueda de certezas que presenta El (im)posible olvido. El intento de reconstruir las circunstancias de la desaparición da pie a un viaje emocional, interno y político hasta el lugar donde se alojan los recuerdos más ocultos. Conclusión: Este proyecto pro memoria denominado El (im)posible olvido es un documental íntimo y reflexivo que, sin mayores pretensiones, busca rearmar un rompecabezas fascinante. A través de un infantil diario que hace de bitácora de viaje, Andrés Habbeger se reapropia de su identidad y exhibe un trabajo maravilloso que vincula una niñez (y un pasado) con un padre y un presente.
Directamente desde Francia llega a los cines Un hombre perfecto, un thriller en el cual un escritor encuentra un atajo hacia la fama y comienza su ascenso, sólo hasta que un chantajista amenaza con arruinar su vida perfecta. Ladrón de palabras: Es curioso que una historia sobre un hombre que roba algo personal para alcanzar el éxito tenga una trama demasiado similar a la película americana The Words (2012), una que, en su momento, disfruté muchísimo. La diferencia acá es que la película protagonizada por Bradley Cooper tendía más al thriller psicológico reflexivo mientras que esta producción francesa cuenta con situaciones más tensas y peligrosas. En ese sentido, en Un hombre perfecto no encontramos nada verdaderamente novedoso. El director francés Yann Gozlan optó por un thriller muy correcto pero nada arriesgado. Por ejemplo, la música nos anticipa cuando algo malo va a pasar y lo que creemos que va a suceder, eventualmente sucede. Sin embargo, está muy bien narrada y logra sumergirnos en el conflicto del protagonista, que parece estar cada vez más y más complicado. Aplausos para el actor protagónico (Pierre Niney) que se monta toda la película al hombro y consigue que realmente nos preocupemos por el destino de su personaje. Ascenso y caída de un usurpador: Algo que está muy bien logrado en esta película es la lucha que realiza un escritor aficionado por salirse del anonimato. La frustración de ser rechazado, el bloqueo frente a la página en blanco, la desesperación por querer llegar a ser alguien. Por eso podemos entender a la perfección todas (bueno, casi todas) las decisiones que toma a lo largo del argumento. Así, funciona como una reflexión sobre el propio peso de la fama, y especialmente sobre la búsqueda de la transcendencia y el reconocimiento que todos anhelamos (de una forma u otra). Quizás la película pierde un poco de seriedad por la gran cantidad de cosas que le pasan al protagonista (algunas un tanto exageradas). Sin embargo, el ritmo es lo suficientemente frenético como para no aburrir y el desenlace (fuera de lo convencional) adiciona un elemento perverso y admirable. Conclusión: Un hombre perfecto, película que arrasó la taquilla francesa, no se presenta como un film particularmente creativo. Es más un disfrutable ejercicio de suspense, un thriller clásico (al mejor estilo Alfred Hitchcock) que genera tensión en muchas de sus escenas y brinda un entretenimiento pleno. Muy prolijo, aunque sin capacidad de generar misterio.