Ecuación, los malditos de Dios es una nueva producción argentina de terror sobre un tema tan antiguo como tradicional: la muerte. La vida del Dr. Hermes Vanth toma un giro hacia lo macabro cuando descubre que a su alrededor las personas están empezando a fallecer, y siempre hay un misterioso anciano presente. Muertes extrañas: Ecuación, los malditos de Dios presenta una historia más bien convencional que muestra todos los indicios de ser una producción independiente. Creo importante aclarar que no es específicamente una película de terror, sino que se desarrolla como un thriller de misterio del estilo Devorador de pecados (2003) o El rito (2011). El protagonista Hermes Vanth (Carlos Echevarría) es un doctor que convive con la fatalidad, pero comienza a notar una inexplicable cadena de muertes tanto adentro como afuera de su hospital, como si la muerte lo rodeara. Y parece que es literalmente así, porque hay un extraño hombre rondando en cada una de las desgracias. Dirigida por Sergio Mazurek (quien en el 2009 llevó adelante el film Lo Siniestro) nos entrega una cinta que busca mostrarse profunda pero peca en presentar algunas superficialidades evidentes. Los personajes nunca llegan a ser naturales y no ayuda que algunas actuaciones tengan por momentos un nivel casi amateur. Dentro del elenco, quien se destaca especialmente es Roberto Carnaghi, un actor sólido que brinda un papel chiquito pero memorable. El círculo se cierra: Un problema con el guión es que, conforme avanza, se va tornando más inconsistente hasta un final al mejor estilo M. Night Shyamalan que -si bien es ingenioso y satisfactorio- no logra salvar del todo a esta producción. Un ejemplo es la cantidad de momentos en los que aparecen personajes de forma aleatoria que, de pronto, parecen ser expertos en criptología, matemáticas y ciencias oscuras. En ese sentido, no se termina de aprovechar la narración visual que presenta el cine y se reemplaza por una gran cantidad de exposición: personajes literalmente contándote lo que necesitás saber para que la trama avance. Conclusión: El eterno problema con el género del terror es que, al ser históricamente redituable y accesible de filmar, abunda y tiende a repetir sus fórmulas. Por eso es difícil encontrar algo que verdaderamente se destaque del resto. Para mí, una gran sorpresa nacional este año fue Los Inocentes, que me resultó visual y argumentalmente muy atractiva. En su lugar, Ecuación, los malditos de Dios es una película con mucho potencial para crecer que podría haber trabajado su guión con más firmeza. Si bien existen una serie de baches narrativos y errores técnicos que esta producción independiente no logra sortear, entretiene y nos guía hasta un desenlace interesante.
En Un traidor entre nosotros, una joven pareja se ve envuelta, por accidente, en un peligroso trato entre la mafia rusa y el Servicio Secreto de Inglaterra, entidades en las cuales no pueden confiar. John le Carré entre nosotros: Si bien Un traidor entre nosotros es un thriller de espionaje que se deja ver, es poco probable que hubiera llegado a los cines de no estar atado a un nombre tan importante como el de John le Carré. La película es una adaptación de la novela número 22 del célebre novelista británico, y no es la primera vez que una de sus historias se convierte en una producción cinematográfica. El escritor, quizás uno de los más importantes de la actualidad en materia de espionaje y suspense, fue el autor de The Constant Gardener (2005), con Voldemort (Ralph Fiennes), A Most Wanted Man (2014), con el fallecido Philip Seymour Hoffman y –más actualmente– The Night Manager, una adaptación de la BBC que salió este año, protagonizada por Tom Hiddleston y Hugh Laurie. Esta no es una mala película, de hecho es bastante “correcta”. Pero no trae nada nuevo a la mesa. Es complicado encontrarle exactamente cuál es el problema con la historia, si es que existe. Simplemente es convencional y predecible. Todo lo que creés que va a suceder, sucede, y de la manera que uno lo espera. Una amistad fortuita: El reparto está formado por actores de renombre entre los que destaca Ewan McGregor quien, contrariamente a lo que uno pensaría, es el personaje menos logrado. De por sí la premisa nunca convence porque el guión no da suficientes motivos para que un profesor de literatura quiera convertirse, repentinamente, en agente de espionaje, poniendo en peligro a su mujer y a él mismo. El resto (Alicia von Rittberg, Damian “Homeland” Lewis, Naomie “Moneypenny” Harris) están bien, pero no resaltan en lo absoluto. Quien destaca, sin duda, es Stellan Skarsgård (Erik Selvig en la franquicia de los Vengadores), y su relación de amistad con el personaje de McGregor es el punto más acertado de esta producción. Los momentos en los que ambos comparten escenas (la última vez había sido en Ángeles y demonios, basada en la novela de Dan Brown) son muy entretenidos. Un traidor entre nosotros es misteriosa y tensa, pero lenta y poco convincente. El guión se siente tan desbalanceado como crudo. Y creo que es demasiado básico en algunas cuestiones. Por ejemplo: ¿cómo hacemos para mostrar que los mafiosos rusos son verdaderamente malos? Respuesta: los hacemos golpeadores de mujeres. Cosas de este estilo se ven a lo largo de toda la película. Disfruté bastante de la fotografía (la historia te lleva por lugares fascinantes, desde Marruecos hasta Londres, desde París hasta los Alpes Franceses) pero la cinematografía se abusa del “shaky cam” al punto de tornarse molesto. Conclusión: Un traidor entre nosotros no es una cinta de espías deplorable, pero tampoco es Casino Royale. Creo que nunca llega a ser memorable y por eso la vas a olvidar apenas aparezcan los créditos. A pesar de contar con un par de momentos excitantes y bien logrados, el guión es muy tradicional y los personajes nunca se vuelven creíbles.
Los Inocentes presenta un interesante drama de terror gótico situado a mediados del 1800 en una Argentina imaginaria y todavía salvaje. Una esclava negra vuelve de la muerte para cobrarse venganza de los prósperos dueños de una estancia que la maltrataron en vida. 12 años de esclavitud sobrenatural: Si bien Los Inocentes no es un gran estreno como lo fue El Ciudadano Ilustre, no deja de ser uno a tener en cuenta. La ópera prima de Mauricio Brunetti es una producción maravillosa desde lo estético que presenta un relato de terror con un llamativo tono gótico. La película no tiene nada que envidiarle a producciones extranjeras como The Awakening (2011), cuya premisa es similar. Lo peculiar es que acá se toca un tema que es más común en el cine americano que en el nuestro: la trata de esclavos africanos. Esta temática, manejada con seriedad y sutileza, sienta las bases del conflicto. Especialmente llama la atención la gran cantidad de extras y actores –entre los que se destaca una fantástica María Eugenia Arboleda– que se consiguieron para la filmación. Este hecho, sumado a una cuidada fotografía, le dan a Los Inocentes un aire de profesionalismo que no suele verse tanto por estos lugares. A su vez, vale destacar el impecable trabajo de ambientación de la época. El director Brunetti –que previamente fue productor en obras como Corazón de Leon– puso especial énfasis en los detalles: el maquillaje, los vestuarios, los peinados y todo el decorado son de primer nivel. Terror y algo más: La cinta es, esencialmente, una historia de espíritus vengativos. Hay pequeñas escenas de suspenso bien logradas, un desenlace loco pero satisfactorio y algunos pequeños trucos de efectos especiales que funcionan. Sin embargo, el foco no está 100% en el terror, sino que la historia se desenvuelve con un ritmo cauteloso que bordea el drama y el suspenso. Gran parte de la narrativa es llevada por un gran Lito Cruz, que está perfecto (como siempre) en el rol de villano. Es un tipo absolutamente odiable al que le creés todo. Igual que hizo muchos años antes en El sueño de los héroes (1997), aquella adaptación de la inmortal obra de Adolfo Bioy Casares, acá representa una fuerza tan maligna como el mismo espíritu que los acecha. La verdad es que la gran mayoría de los actores están muy bien: Beatriz Spelzini, Ludovico Di Santo como el hijo pródigo, María Nela Sinisterra como la esclava Eloisa. Dentro de un reparto muy correcto, quizás la que más desentona es Morita de Verano del ´98 (Sabrina Garciarena), quien tiene el look pero no tanto el dote actoral. Me gustó también la crítica hacia la iglesia (y su hipocresía), el sutil comentario sobre lo rural versus la modernización y además me encontré con un muy bien utilizado recurso del flashback (¡así es como se usa!). El tono fantástico, la puesta en escena y la tensa música se fusionan para trasladarnos hacia una historia acertada y repleta de misticismo. Conclusión: Aunque cuenta con un título más bien genérico, Los Inocentes es una de las grandes sorpresas argentinas del año, y la disfruté enormemente. Es cine nacional que da gusto, y una producción formidable que presenta un argumento sólido, grandes actuaciones y una puesta en escena pocas veces vista.
Filmado en varios países, Olvidalos y volverán por más expone los impactos sociales, económicos y ambientales de la megaminería como herramienta del neoliberalismo que explota, contamina y saquea. De Argentina hasta Canadá: afiche-olvidados-y-volveran-por-masCon un postura muy clara, el director argentino Juan Pablo Lepore –de la mano de la productora Colectivo Documental Semillas– presenta un trabajo que invita a reflexionar sobre las consecuencias de la megaminería en América. Bajo el canto de “Que se vayan todos”, ataca a todos los gobiernos por igual (sea el anterior, con Cristina Fernández como el actual, con Mauricio Macri) y pone en relevancia el papel tóxico y maligno que están ocupando las grandes corporaciones de la minería. Considero que uno de mis (tantos) defectos es el de ser apolítico. Tengo un desinterés absoluto por el tema, y por eso no me logré enganchar con el activismo que propone este documental. Entiendo que, como medio audiovisual, es uno de los instrumentos más valiosos de construcción social, pero yo no pude simpatizar. Desde lo ideológico no puedo opinar demasiado, pero sí sentí que Olvidalos y volverán por más insiste demasiado en mostrar a las empresas como entes diabólicos y nunca busca siquiera darles la palabra para que puedan brindar su postura o algún tipo de explicación. En ese sentido, el documental –con un estreno simultáneo en ambos extremos del continente: Buenos Aires y Montreal– es redundante a la hora de abordar la temática. Durante dos horas (que se me hicieron eternas) hay más y más ejemplos sobre los efectos nocivos de la megaminería, y nunca se brindan más soluciones viables que el “tienen que irse todos de acá”. A puro pulmón: La productora se autofinancia y busca no atarse a ningún tipo de entidad (ni siquiera al INCAA) para poder mantener su libertad y autonomía. En este sentido, quienes se encuentran más interesados en este tipo de propuestas ambientalistas pueden leer la entrevista al director (en este link) que completamenta al largometraje. En lo personal, no digo que lo que muestren sea falso, sólo que es una porción de la realidad. Desde lo técnico, se notó un trabajo sólido de montaje, entrevistas e investigación; sin embargo, algunas partes parecen hechas con Windows Movie Maker y dan muestra del presupuesto muy modesto con el que contó esta producción. Conclusión: Olvidalos y volverán por más va a tener un público muy definido y es un documental ácido donde ningún gobierno se salva. Valiéndose de un gran material de archivo, varias entrevistas a investigadores eruditos del tema e imágenes que recorren todo el continente, a mi parecer falla en dar vueltas demasiado sobre los mismos puntos, no mostrar nunca la otra cara (“al enemigo”) y ser demasiado tendencioso. Sin embargo, indudablemente representa un material movilizador y necesario para mostrar la otra cara de la moneda, una con la que uno no se tropieza si lo único que hace es leer ocasionalmente los diarios y ver las noticias del mediodía. Sin dudas es un tema social muy contemporáneo que pone en relevancia cuestiones actuales: el tarifazo, el malestar social creciente, el efecto intenso de la megaminería y la mirada de nuestros políticos que mira hacia un costado.
Los Ausentes es la ópera prima de Luciana Piantanida, guionista de algunas producciones de Adrián Caetano y productora ejecutiva de La larga noche de Francisco Sanctis. En este caso, la directora construyó un relato (demasiado) tranquilo que transcurre en el olvidado pueblo de Carlos Beguerie (provincia de Buenos Aires). Allí ocurren tres historias en paralelo con una temática en común: la ausencia. El leitmotiv de esta historia –una que la directora afirmó haber soñado durante el verano del 2002, cuando escribió la primera versión– es que la ausencia no se manifiesta siempre de la misma manera. Los tres protagonistas sufren la carencia (de bebés no-nacidos, de mujeres desaparecidas, de despedidas prematuras) con experiencias muy diferentes. De esta manera, Los Ausentes se configura como una película que trabaja las emociones desde un enfoque realista, pero salpicada con tintes oníricos. La suma de imágenes ambiguas y situaciones extrañas generan un aire de inquietud, de ensueño, de misterio. Aunque el carnaval esté por llegar, hay poco movimiento en el pueblo, es fantasmal, etéreo. La película tiene apenas unas pinceladas de diálogos y grandes paisajes de un lugar recóndito, un pueblo 30 km tierra adentro que parece funcionar al margen de la ley. La ausencia… de trama: La película es técnicamente correcta, y los actores están bien en sus roles (destacándose especialmente Jimena Anganuzzi como “La Gringa”). El problema es que el argumento resulta demasiado insípido y tiene un ritmo excesivamente aletargado. Durante gran parte nos vemos expuestos a largos planos fijos, sin acompañamiento musical ni diálogo. Ciertamente se buscó adaptar la forma al contenido: la película es tan silenciosa y serena como el pueblo mismo. Por eso mismo, para el espectador casual termina por convertirse en una experiencia más parecida a un documental que a otra cosa. Si hay algo que puedo aplaudirle, es que Los Ausentes se las ingenia para mostrar sutileza en algunos puntos fundamentales de la historia. Al haber poca exposición narrativa, quien no esté prestando atención puede no captar la verdadera naturaleza de la relación entre la Gringa y su novio, qué le sucedió a Jafa (Alberto Suárez) (y cuál es su plan) o por qué Tania (Jorge Prado) se esconde religiosamente en un gallinero todos los días. Conclusiones: Ganadora de varios festivales nacionales e internacionales, Los Ausentes es un proyecto maduro que logra representar el sentimiento de melancolía a través de una tríada de historias de gente común. No es, sin embargo, una película para cualquiera. Su ritmo lento y un argumento sedante no la hacen particularmente entretenida para quienes busquen algo con acción y movimiento.
Satanic es la última entrada de terror en el género de “estúpidos adolescentes hacen cosas estúpidas y mueren”. La diferencia acá es que la premisa era, en algún punto, prometedora. Los Ángeles tiene una larga historia de crímenes y ocultismo, entre la secta de Charles Manson y las iglesias fundadas por Anton LaVey (el Papa Negro). El guión potencialmente podría haber explorado alguno de los espacios más sórdidos de la ciudad, dentro de una propuesta de slasher sobrenatural. No sólo no lo hace, sino que además falla en vincular temáticamente algunas ideas que, en principio, se esbozan y son hasta interesantes. El comienzo brinda situaciones atractivas, pero pronto se desvanece en la nada. Terrorífica por las razones equivocadas SatanicLo cierto es que Satanic no asusta por el terror, sino por la abundacia de clichés, personajes absolutamente detestables, actuaciones mediocres y un guión lleno de inconsistencias. Todo esto hace que se trate de un relato de terror poco memorable. Dentro del elenco, la única pasable es Sophie Dalah, que tiene un rol creíble al menos. La protagonista es Chloe (Sarah Hyland) quien probablemente esté muy contenta de todavía contar con Modern Family. Su personaje se limita a abrir mucho los ojos y gritar. Dos cosas me molestaron especialmente de la película. La primera fue la enorme cantidad de decisiones estúpidas que toma el grupo. La segunda: la evidente inconsistencia de la trama. Veamos un ejemplo. En un momento dado, uno de los del grupo (David) comenta que su primo les dejó una casa para pasar la noche. Cuando le preguntan donde está ubicada, él responde “no sé, nunca estuve ahí”. Sin embargo, al llegar, Elise consulta dónde está el baño y él contesta, confiado, “el pasillo del fondo a la derecha”. ¿CÓMO? ¿No era que nunca habías estado? Este tipo de cosas abundan en la película y la hacen irritante. La historia en sí no es del todo mala. Se deja ver y en ocasiones tiene momentos logrados de tensión. Una particularidad es que las muertes nunca se ven, sino que los personajes van desapareciendo poco a poco. Eso no me pareció malo, y hasta es una forma efectiva de ahorrar plata. Hay un giro argumental en particular que encontré moderadamente ingenioso, si bien era algo que ya había visto mejor logrado en otras historias. Me refiero a un escena en la que la protagonista mira por la ventana dentro de una fábrica abandonada. Conclusiones: El gran problema con Satanic no es que sea la típica película de adolescentes asesinados por entes sobrenaturales, sino que es tan genérica que no agrega nada nuevo al tema. En un año que, en materia de terror, ya nos dio obras como Hush, Before I Wake y –muy especialmente– The Witch, Satanic es una obra para el olvido y apenas tolerable. Una lástima, porque la premisa tenía cierto potencial. Por lo menos es cortita.
Bien de Familia cultiva un género más arraigado con la cultura de Norteamérica, con las adaptaciones de Broadway, y el cine europeo. Muchos directores célebres han incursionado exitosamente en el género musical. Por ejemplo, lo tenemos al danés Lars Von Trier que, si bien es más conocido por historias como la fascinante Dogville, en el 2000 sacó el drama musical Bailarina en la Oscuridad, con la cantante islandesa Björk. Menciono esta película por un motivo específico: la odié, no la disfruté ni me gustó. ¡Pero técnicamente era impecable! Las canciones tenían que ver con la trama, las coreografías eran estilísticamente atractivas y la película funcionaba como un musical (y no podría haber funcionado de otra forma). Con Bien de Familia me pasó lo contrario: si le sacás los momentos musicales te quedás con la misma película, y hasta capaz que es mejor. El artilugio de que los protagonistas canten no es eficaz porque los temas no tienen conexiones genuinas con el argumento. Son como pedazos de videoclips descolgados que aparecen cada tanto. Lo cierto es que tampoco ayuda el argumento, que es exageradamente simple. El conflicto –si es que puede llamarse así– se balancea entre lo banal y lo ridículo. Es cierto que hay una armonía que se quiebra por el choque entre los hermanos. Olivia (Delfina Oyuela) –quizás el único personaje interesante y bien actuado– es rigurosa y controladora. Vicky (Celeste Sanazi) es un espíritu libre e inocente y Marcos (Eliseo Barrionuevo) es el canchero, el rebelde. El problema es que estas personalidades tan dispares nunca se llegan a explotar del todo. La familia como un bien: Hay algunos valores morales importantes que presenta la historia, esto de pensar que el verdadero bien que tiene una familia no es lo material, pero está trabajado con extrema sencillez, con un enfoque casi infantil que parece tomado de la guía para crear historias de Cris Morena. Lo cual es perturbador, porque hay alguna que otra escena de índole sexual que no encaja del todo. Respeto la fotografía del pueblo de Alberti, maravillosa, y algunos montajes divertidos que exponen las diferentes personalidades de los hermanos. Pero todo queda ahí, en una producción apenas zafable que es independiente, y se le nota. Los actores hacen un trabajo aceptable, si bien ninguno se destaca realmente. Cantan bien (algunos no tanto) pero, de nuevo, son canciones sin conexión, sin baile, sin coreografía, sin segundas voces. Son ellos con una guitarra. Y lo peor es que no avanzan en la trama, sino que la detienen. Conclusión: Bien de Familia se las ingenió para recaudar fondos en Panal de Ideas que soportaran los gastos de traslado del equipo técnico al pueblo. Creo que eso es muy loable, y también el hecho de que se apunte hacia un género no tan cultivado en Argentina como es el musical. El proyecto de Fontana es atractivo como disparador. Evidentemente se trató de una historia muy personal, ya que la directora y guionista pasó gran parte de su vida en Alberti. En este sentido, ella hace un uso efectivo del marco rural, de los exteriores, y acierta con una paleta de colores cálidos y luminosos que brindan cierto sabor local. Desgraciadamente, el argumento y “lo musical” no ayudan a levantar un film que, indudablemente, necesitaba más madurez.
La Helada Negra nos habla de Alejandra (Ailin Salas), quien llega misteriosamente a un lugar estancado en el tiempo, un área rural de Entre Ríos (Argentina) poblaba por descendientes europeos. Cuando la joven parece tener un efecto positivo sobre los cultivos, surge un rumor entre los aldeanos sobre la posibilidad de que se trate de una santa que viene a salvarlos. Paganismo y creencias mágicas La Helada Negra es el segundo largometraje del argentino Maximiliano Schonfeld, un realizador entrerriano que filmó en la zona pastoral de Valle María. El relato se erige con un aire onírico, de ensueño, como una fábula. El ritmo es más bien aletargado y el trasfondo no es del todo nuevo. Las plantaciones están siendo amenazadas por una helada que deja negras las cosechas y está matando a los animales. Al llegar la forastera, los pueblerinos la ven como una curandera que viene a asistirlos en su desgracia (si bien algunos tardan más en creerlo que otros). La mitología de “lo rural” ya fue trabajada previamente muchas veces, y en ese sentido la película no explora ningún terreno novedoso. El aspecto interesante es que el director –que también escribió el guión– se basó en un hecho real que ocurrió en aquel lugar (de donde es oriundo). Había aparecido un niño sanador, que decía tener contacto con la Virgen, y la gente hacía colas larguísimas para ser atendido por él. Bendita eres entre todos los pueblerinos Hay un paralelismo muy grande entre lo que cuenta la película y la historia de su filmación. La protagonista Salas es la única actriz profesional dentro del elenco. El resto son los mismos habitantes del pueblo que se sumaron al proyecto. Ailín Salas (Mariposa, Dulce de Leche, La Vida de Alguien) es una de las actrices jóvenes argentinas con más actividad. Comenzó a actuar en el 2007, con sólo 14 años, y hoy ya tiene más de 30 películas en su haber. Personalmente no suele convencerme, pero en este caso su desempeño sereno y tranquilo está en tono con el relato. Se las ingenia para transmitir simpatía y su personaje es atractivo por el misterio que lo rodea. La Helada Negra no deja lugar a dudas en cuanto a la curación de los cultivos, pero es ambigua en relación a si la causa es la forastera o simplemente la naturaleza del clima. De hecho, el final puede interpretarse libremente para considerar que ella era una farsante o una verdadera santa. Creo que, narrativamente, esa imprecisión fue acertada. Si bien la narración no es original ni resulta especialmente memorable, el aspecto técnico de la película es absolutamente destacable. La fotografía de Soledad Rodriguez es magnífica y hay una serie de planos secuencia que están muy logrados, y hasta me tomaron por sorpresa. Se percibe muchísimo talento detrás de cámara. Conclusión La Helada Negra no trae nada nuevo a la mesa en cuanto a su premisa, pero no puedo negar que se trata de un film estético, muy prolijo y que maneja eficientemente la sutileza de lo que nos está mostrando. Como experimento cinematográfico (trabajar con actores no profesionales, utilizar ambientes rurales y abiertos, expresar el film como una suerte de fábula ambigua) creo que sale airoso, y hasta resulta satisfactorio.
Directamente desde Francia llega La ilusión de estar contigo, historia inspirada en la obra maestra de Gustave Flaubert. La tranquila vida de Martin, un panadero de pueblo, cambia por completo el día que conoce a su nuevos vecinos, los británicos Gemma y Charles Bovery. Del realismo literario al cine La Ilusión de Estar Contigo –cuyo título original es Gemma Bovery– es una adaptación de la novela gráfica de Posy Simmonds, quien en clave de humor aprovecha una de las obras máximas de la literatura realista (Madame Bovery, de Gustave Flaubert) para narrar una trama de deseos insatisfechos y obsesiones poco saludables. Si bien gran parte del peso existencial de la novela se pierde en esta película, hay suficientes referencias a Madame Bovary como para mantener un puente entre la literatura y el cine que los fans literarios pueden llegar a disfrutar. Madame Bovary fue un éxito absoluto cuando salió en 1856, y era tan sexy como estaba permitido en el mundo del siglo XIX, y hasta un poco más. La historia se publicaba por entregas y las mujeres se morían por leer los íntimos encuentros sexuales de la protagonista, Emma Bovary Hice una nota completa de la novela en mi blog. Lo cierto es que no es preciso conocer nada de literatura para disfrutar de esta sensual y gratificante película. A pesar de ser una película menor, reservada, cumple en entretener y presenta un gran final que va a tomar desprevenido a más de uno. Un paseo por el bovarismo La vida de Martin –un ex profesor, apasionado de Flaubert, que agotado de Paris se puso una panadería en Normandía– da un vuelco el día que sus nuevos vecinos llegan al pueblo. Su nueva vecina, Gemma, está aburrida, ociosa, sin obligaciones, y Martin logra ser testigo de cómo ella se deja llevar por un laberinto de pasiones y amantes. La relación entre Gemma Bovery (la hermosa actriz británica Gemma Arterton) y el panadero (un impecable Fabrice Luchini) es el aspecto más interesante de la obra. Martin, preocupado de que su vecina sufra el mismo trágico final de la heroína literaria, comienza a obsesionarse con la vida de ella, a espiarla y hasta a involucrarse en sus asuntos más íntimos. La ilusión de estar contigo tiene un matiz de comedia (con tintes irónicos) pero no es una película de risas fuertes. Es tranquila, tiene una muy bella ambientación y una propuesta musical que resultó acertadísima. La directora francesa Anne Fontaine hizo un buen trabajo al hacer que el espectador se preocupe genuinamente por el destino de los personajes. Conclusiones La mirada fascinada y perturbadora de Fabrice Luchini, la incuestionable sensualidad de Gemma Arterton y un guión que juguetea sutilmente con la obra literaria de Gustave Flaubert son motivos para darle una oportunidad a La ilusión de estar contigo. Especialmente se aprecia un final sorprendente donde todos los puntos argumentales se unen para dar un cierre perfecto. Si bien no se trata de una película especialmente memorable, es una linda y pequeña historia que se disfruta de principio a fin.
Il Solengo es un documental italiano que pone en primer plano la leyenda de Mario de Marcella, un ermitaño que vivió en un pequeño pueblo a 60 km de Roma y optó por una vida de aislamiento y reclusión. Las personas que lo conocieron despliegan el enigma que lo rodeó y su extravagante personalidad. El “loco del pueblo” La producción italo-argentina, dirigida por Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis, busca recuperar la tradición oral a través del testimonio de un grupo de cazadores en Vejano, un pueblo rural de no más de 2000 habitantes donde el documental fue casi enteramente filmado. El grupo de viejos amigos se reúne en una pequeña cabaña –bebida caliente de por medio– para recordar historias de Mario de Marcella (Mario, el hijo de Marcella), un particular hombre que eligió vivir en solitario. Por ello se ganó el apodo de “Il solengo”, que en el dialecto toscano es una referencia al jabalí que se aísla de la manada. La película se va construyendo a partir de charlas de quienes conocieron a Mario e imágenes rurales de la zona, que nos ayudan a completar una idea del estilo de vida de aquellos cazadores. Es interesante cómo ellos “viven su vida” mientras relatan las historias: cocinan, beben, cazan, realizan quehaceres. Así, el espectador logra edificar una imagen mental de Mario, el “loco del pueblo” de quien todos tiene algo para contar: que su madre era una bruja, que su padre fue argentino y estaba en prisión, que Mario tenía tendencias violentas o que –por el contrario– era un ser lleno de paz y tranquilidad. Un relato contradictorio Un aspecto curioso del documental es que las historias tienden a contradecirse. Los amigos relatan una misma anécdota (o una misma creencia) de formas absolutamente diferentes. Estas contradicciones construyen, como una suerte de efecto Rashomon, el rompecabezas que fue Il Solegno, y lo que representó para los habitantes del pueblo. Al final del día, la historia de Mario es una excusa para poder describir un mundo que parece haberse quedado atascado en el pasado: despojado de tecnología, de viviendas rústicas, colmado de naturaleza viva. Conclusión El documental avanza con ritmo pausado y casi sin música. Si bien su atmósfera es hipnótica, puede tornarse denso por momentos. Su duración de 70 minutos es adecuada, aunque uno se queda pensando si no habría sido mejor acortarle quince o veinte minutos. Los amantes de los films meditativos sobre el tiempo, la naturaleza y la soledad, quizás encuentran gran placer en Il Solegno. Aquellos que buscan algo un poco más movido, tengan en cuenta que se trata de un film tranquilo. Eso sí: ambos grupos presten atención a la pequeña sorpresa que se presenta en el final.