En la Competencia Internacional se presenta la última película de Melisa Liebenthal («Las lindas», «Constanza», «Aquí y allá»), una de las cuatro películas argentinas en competencia en esta sección. El argumento es curioso: una joven mujer decide consultar a los médicos que ha pasado con su rostro. Su cara actual no tiene nada que ver con la que solía ser. No hay explicaciones sobre este hecho, simplemente una hinchazón y el cambio repentino de rostro. Marina debe seguir adelante con su rutina pero porta otra cara, otra forma de presentarse ante los demás, otra identidad (por lo menos desde lo visual). Las relaciones con su familia, novio y personas que la rodean se modifica hasta que la mayoría, incluso ella, se acostumbran a esa cara, a esa «nueva» Marina. Liebenthal trabaja el tema de la identidad con frescura, sobre todo en la primera parte de la película. Sin pretensiones narrativas, El rostro de la medusa desarrolla lo que le sucede a este personaje en situaciones cotidianas. El rostro es parte de una persona, pero también lo es su naturaleza, su forma de desenvolverse ante los otros, de comportarse. A través de ciertos recursos técnicos que se vuelven reiterativos y por momentos innecesarios, Liebenthal desarrolla la idea de la identidad en los animales (la cámara se detiene por momentos en las caras de diferentes especies). Esa decisión, incluso arriesgada desde lo narrativo, no resulta efectiva para la película. Quizás El rostro de la medusa hubiera funcionado mejor como un cortometraje, pues su argumento se diluye a medida que los minutos avanzan. El filme no logra mantener la atención del espectador y lo que en un principio resulta fresco y novedoso, se torna monótono y reiterativo. Un argumento interesante que se queda en las buenas intenciones
En 2009, James Cameron estrenó la primera entrega de esta saga y fue un éxito rotundo. El público quedó maravillado con el fabuloso mundo narrado por el director de "Titanic" y "Terminator", en el cual fusionó los géneros de acción, aventuras y ciencia ficción. Luego de trece años llegó ayer a los cines la secuela de este universo en el cuales los personajes se aman, luchan por sus territorios, pelean, buscan venganza y descubren nuevos horizontes. Han pasado más de diez años en Pandora y el ex soldado devenido en Na"vi Jake Sully (Sam Worthington) y Neytiri (Soe Zaldaña) tuvieron cuatro hijos y adoptaron a Kiri (Sigourney Waver) y Spider (Jack Champion). La tranquilidad de la familia desaparece cuando el coronel Miles Quaritch (Stephen Lang) y parte de su equipo regresan en forma de Na"vi con la única misión de destruir a Jake Sully y saldar aquello que quedó pendiente tiempo atrás. Bajo el inminente peligro, Jake decide alejarse con su familia y pedir ayuda a los líderes de la tribu caracterizada por el elemento que le da título al filme, el agua, quienes deciden ayudarlos con cierto resquemor. Saben que el peligro los puede acechar en cualquier momento también a ellos. El nuevo universo en el cual Cameron sumerge al espectador es fantástico: cómo decide llevar a la pantalla las profundidades del océano, quiénes lo habitan, lo bello pero también peligroso que puede resultar, todo está trabajado y pensado con máximo detalle. La música de Franglen acompaña cada escena y momento relevante. SUPERADORA El director construye a lo largo de los 192 minutos de duración de la película una historia aún más atrapante, efectiva y visualmente impresionante que "Avatar". Desde lo narrativo el relato está muy bien logrado y desde lo cinematográfico, la película ofrece escenas de gran belleza destinadas a ser apreciadas en la pantalla grande, además de momentos de tensión y adrenalina en las continuas batallas. Las escenas de acción de "Avatar 2: El camino del agua" son extraordinarias: transcurren sobre la superficie, en las profundidades, en la tierra. Peleas cuerpo a cuerpo, disparos, criaturas impresionantes que vuelan y se sumergen. Cameron recorre las alegrías y tristezas de una familia que se mantiene unida para afrontar las adversidades, por más dolorosas que resulten. La película es una dosis de calidad, emoción y belleza visual que debe disfrutarse, sin duda, en las salas de cine.
Russell Crowe interpreta a un magnate ludópata del negocio del poker que tiene una enfermedad terminal y que como despedida decide juntar a su grupo de amigos a pasar una noche que resulta más que agitada. Tras perder a su esposa y quedarse solo con su única hija, Jake Foley se abocó a generar millones en el mundo del poker. Los días que le quedan son contados. El plan que trama tiene como protagonistas a sus amigos de la infancia, pero las cosas no salen según lo esperado y la velada se transforma en una serie de situaciones cargadas de acción al irrumpir en la mansión un puñado de delincuentes. Dirigida y protagonizada por Crowe, «Poker face» no tiene ningún matiz ni recorrido dramático que sostenga su interés, los hechos suceden sin asombro ni niveles de profundidad. El filme es básico y su guión no le aporta otra cosa más que lugares comunes. ¿Qué sucede con la carrera de Crowe? Luego de su personaje absurdo en Thor love and thunder ahora lo vemos en un rol con demasiados clichés y sin ningún vuelo creativo. Integran el elenco Liam Hemsworth y Elsa Pataki, dos papeles lineales y monotonos. Un filme con sabor a poco que no tiene chances de subsistir demasiado en la cartelera porteña.
Mezcla fallida de thriller, acción, y comedia negra, la última película de Tommy Wirkola (Hansel & Gretel: Cazadores de brujas, franquicia Zombis nazis) presenta a un Papa Noel más que particular y violento (David Harbour) que decide salvar a una familia acaudalada. En las vísperas de Navidad la familia Lighthouse se reúne en su mansión e inesperadamente es tomada como rehén por un grupo de asesinos que desea quedarse con la suma millonaria que se esconde en la casa. El Papa Noel que llega a salvarlos se ve conmovido por el pedido de la niña de la familia y saca su lado más salvaje para acabar con todos los asesinos. Los métodos a los que recurre este Santa teñido de rojo son extremos por demás, un desparramo de sangre al estilo gore y huesos rotos. Lo fallido de «Noche sin paz» no es que Papa Noel decida matar a todos de las formas más fatales posibles, sino que pendule entre esa violencia y la historia naif y color rosa de la familia unida y los deseos cumplidos. Estos tonos contrapuestos entre sí hacen que la película alterne la violencia de los asesinatos – por momentos ya aburren los recursos que se utilizan – y la historia de los protagonistas buenos del filme, un Santa emotivo, una niña con deseos navideños tiernos y todo lo predecible en este tipo de historia. El relato se torna monótono, y con lugares comunes. Ni la violencia que Wirkola introduce ni los tonos más amables son suficientes para que la película resulte tolerable. Un filme fallido en todo sentido (el guión es básico y predecible). En su extensa duración «Noche sin paz» genera hartazgo y aburrimiento, con música de villancicos mezclada con muertes sangrientas y tiroteos por doquier.
Director y protagonista fueron premiados en el Festival de Venecia este año. Luca Guadagnino se llevó el León de Plata a mejor director y Taylor Russell el premio Marcello Mastroianni a mejor actriz joven. En «Hasta los Huesos», basada en la novela homónima de Camille DeAngelis, el responsable de «Call me by your name» y «Suspiria» traslada al público a una historia de amor entre caníbales ambientada en EE.UU durante los años 80. A Maren su padre le ha soltado la mano, ya no puede hacerse cargo de lo que tiene su hija y cree que ha llegado el momento de que se valga por sus propios medios. A la joven no le queda otra que seguir adelante, con todas las dudas y temores que eso implica y el objetivo puesto en encontrar a su madre, de la cual su padre nunca le habló. Tras un encuentro revelador pero a la vez bastante extraño con Sully (Mark Rylance), otro devorador, Maren decide escapar y se encuentra con Lee (Tymothée Chalamet), un caníbal un poco mayor que ella que sobrevive viajando de lugar en lugar y que de vez en cuando visita a su familia. La química entre ambos fluye desde un comienzo, estos personajes encuentran muchos puntos en común, se complementan, entienden y si bien transitan momentos de crisis se vuelven indispensables para el otro. «Hasta los huesos» en ese sentido es una película de encuentro en un mundo plagado de oscuridad. En la realidad de los canibales la soledad es lo que impera, y sin embargo entre Lee y Maren nace algo tan particular y verdadero que resulta difícil no «entenderlos» y compartir sus pensamientos y emociones. Guadagnino construye una road movie que atraviesa el crecimiento personal y emocional de sus personajes, en ese sentido varios elementos del coming of age también se encuentran presentes aquí. Los protagonistas recorren varios lugares de EE.UU y en cada uno de ellos atraviesan experiencias, se conocen, asumen riesgos, aprenden del otro y descubren cuestiones personales sobre su propia vida y su pasado que los modifica. Los climas están muy bien construidos y si bien lo «canibal» es una cuestión importante y la crudeza de ciertas escenas están a la orden del día, el filme apunta a otras aristas y logra profundizar en tópicos que están más vinculados a lo humano y a las emociones que a lo terrible que puede ser comerse a otras personas para poder subsistir. El elenco es impecable, no solo los Russell y Chalamet, sino también los personajes secundarios, que con intervenciones breves logran escenas muy comprometidas que mantienen la atención del público. En este apartado se destacan Mark Rylance, Jessica Harper y Michael Stuhlbarg. De los rubros técnicos hay que mencionar la música de Trent Reznor y Atticus Ross, por su funcionalidad a los climas de la película y la fotografía de Arseni Khatchaturan, que nos regala bellisimas imagenes de caminos, rutas y paisajes de EE.UU. «Hasta los huesos» logra emocionar al espectador, mantenerlo al borde del asiento en varios momentos y trasladarlo a una historia de amor e intensidad que se vive a flor de piel frente a la gran pantalla.
De la mano del director de «Sweetheart» y «Stray» llega este jueves a las salas de cine una película sobre la amistad entre dos pilotos de élite, inspirada en hechos reales y basada en el best seller «Devotion», de Adam Makos. La Guerra Fría es el contexto temporal y espacial. Corren los años 50 y en Estados Unidos un escuadrón de aviadores de primer nivel entrena a diario para luchar contra Corea en una misión compleja. La película se centra en el vínculo que nace entre dos pilotos provenientes de mundos diferentes, Jesse Brown (Jonathan Majors), un aviador de color, excelente pero con la carga emocional de ser «el distinto» de su grupo y de la sociedad que lo rodea, y Tom Hudner (Glen Powell), un soldado impecable y condecorado. La película traza varias líneas: el conflicto bélico, los entrenamientos, los aviones de combate y sus dificultades. Por otro lado la amistad entre los dos aviadores protagonistas, los mundos distintos de donde vienen, sus deseos, y como tercera línea la biopic sobre el personaje de Jesse Brown, el primer afroamericano en volar para la Marina de los EE.UU y protagonista de la historia. «Historia de honor» cuya premiere mundial fue en el Festival de Toronto este año, tiene escenas de acción muy bien logradas y una trama sencilla y efectiva, pero con desenlaces demasiado obvios y previsibles que no puede sortear. El guión de Jake Crane y Jonathan Stewart no logra captar la atención y el interés del espectador, está plagado de frases hechas y clichés. Las actuaciones son estereotipadas, el protagónico de Jonathan Majors no resulta suficiente para sostener el peso dramático de las dos horas de duración del filme. Las decisiones de Dillard como director resultan correctas pero atadas a una fórmula demasiado conocidas por la audiencia. «Historia de honor» tiene ciertas escenas visualmente logradas para disfrutar en la gran pantalla, los rubros técnicos en general son de calidad, pero la dirección, el guión y las actuaciones no logran destaque alguno y transforman a la película en un ejemplar más de cine sobre héroes de guerra y superación, de lo cual ya se ha visto demasiado.
a guionista, productora y directora escocesa Charlotte Wells estrenó el pasado octubre en EE.UU por A24 su último largometraje, que tuvo su estreno en Argentina el 24 de noviembre. Protagonizada por Paul Mescal y Frankie Corio, la película retrata con sensibilidad y simpleza la relación entre un padre treintañero y su hija de once años. Ambientada en un complejo hotelero en Turquía, «Aftersun» recorre los días de vacaciones que Sophie pasa junto a su padre, con quien tiene una relación entrañable. Ambos encuentran en el otro un confidente, un gran compañero. El se separó de la madre de Sophie y no volvió a formalizar pareja, cuida con amor a su hija y le hace saber que va a estar ahí siempre, pase lo que pase. Sophie crece libre e independiente. Pasa el tiempo con chicos más grandes. Es segura y dice lo que siente sin preámbulos. Una pregunta permite reflexionar sobre este vínculo, ella le pregunta a su padre: «¿Qué pensaste que estarías haciendo ahora cuando tenías once años?» El la mira, hay un silencio y no se formula ninguna respuesta. En lo que no se dice «Aftersun» se vuelve aún más valiosa. Charlotte Wells recrea con humanidad y ternura un vínculo entre padre e hija que logra momentos preciosos en la gran pantalla, con la playa y el cielo azul de fondo. La utilización de cámaras aproxima más al espectador a esa relación. La fotografía y la música acompañan cada escena y complementan los climas que la película recrea sin pretensiones ni golpes bajos. La ganadora a mejor película en los British Independent Film Awards 2022 es una historia conmovedora cinematográficamente bella y sin fisuras.
Basada en el bestseller She Said: Breaking the Sexual Harassment Story That Helped Ignite a Movement, llega a las salas de cine la historia que motivó el nacimiento del movimiento mundial #MeToo por el cual muchas mujeres alzaron la voz contra los abusos y acosos que se dan en el ámbito laboral. Ella dijo relata la investigación periodística que las reporteras del New York Times Megan Twohey (Carey Mulligan) y Jodi Kantor (Zoe Kazan) llevaron a cabo en 2016 a través de la cual se dio a conocer una serie de abusos sexuales que el productor cinematográfico Harvey Weinstein llevó a cabo a lo largo de su carrera en la industria del cine. Durante las dos horas de duración de la película sus creadoras relatan los diferentes obstáculos que las reporteras atraviesan para dar con cada víctima, conseguir su declaración, la posibilidad de ser mencionadas como fuente, las pruebas y el detalle de cada hecho. El guión es impecable: la forma en la que se narra el inicio y el desenlace del artículo periodístico en cuestión recorre toda la historia sin fisuras narrativas. Las oficinas del New York Times y el equipo de edición detrás del trabajo de ambas reporteras acompañan los diferentes estadios que recorrió el caso, cuya importancia social y contenido emocional fue de gran contundencia. La película da cuenta del miedo de las víctimas a declarar (muchas de ellas famosas, otras no tanto), y la imposibilidad legal de dar testimonio por los pactos de confidencialidad que muchas firmaron tras ser acosadas. El silencio se pagaba muy bien, pero condenaba a sus víctimas a guardar el secreto de lo que había ocurrido. Este modus operandi «acoso – pacto – silencio» le fue de utilidad a Weinstein durante muchos años para evitar ser denunciado. El artículo que las periodistas publicaron sirvió, entre otras cosas, para revelar los delitos que el productor de cine llevaba adelante y que fueron el motivo de su condena a prisión por 23 años, dictada por el Tribunal de apelaciones de New York en 2020. El hilo de la historia se encuentra sobre los hombros de dos sólidas actrices como Carey Mulligan (Hermosa venganza, Enseñanza de vida) y Zoe Kazan (The Plot Against America, Un amor inseparable). Ambas logran transmitir el compromiso con los hechos investigados y lo rigurosa y agotadora pero a la vez gratificante labor que realizaron las periodistas que interpretan. Ella dijo es una película sólida por dónde se la mire, que al igual que otras ficciones basadas en hechos reales («El escándalo», «Spotlight» por mencionar algunas), lleva a la gran pantalla temas sensibles como el acoso perpetrado por personas que detentan el poder en determinados ámbitos. La película logra que durante dos horas el espectador se adentre en esta investigación y sea parte del proceso profesional y personal que sus hacedoras tuvieron que atravesar.
En la sección «Mar de chicos y chicas» del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata se exhibe la última película de Guillermo del Toro y Mark Gustafson, una nueva versión de Pinocho animada (stop – motion) y bastante musical que resulta espectacular de ver en la pantalla grande. Las voces de los personajes principales están interpretadas por Gregory Mann, David Bradley, Ewan Mc Gregor, Ron Perlman, Cate Blanchett y Finn Wolfhard, entre otros. El punto de partida de Pinocho es la pérdida, un tema al cual Del Toro recurre con crudeza y con tintes reflexivos en el largometraje. Gepetto perdió a su hijo Carlo durante la gran guerra cuando el niño tenía apenas diez años. Su depresión fue tan grande que los espíritus del bosque decidieron darle vida al muñeco de madera que él realizó con sus propias manos y que no tarda en transformarse en un ser que Gepetto quiere y protege con todo su corazón. A lo largo de las casi dos horas de duración del filme, Pinocho vive decenas de aventuras y momentos de extremo peligro. De ser tragado por un monstruo de mar gigante, formarse como soldado para ir a la guerra y ser víctima de disparos efectuados por un regordete y caricaturesco Mussolini. El nivel de creatividad de Del Toro no encuentra límites y aquí lo vuelve a demostrar. Las vueltas de este relato tan mágico como imprevisible atrapan al espectador desde un primer momento. Los vínculos que este pequeño juguete de gran corazón y desafiante personalidad construye son entrañables y conmovedores. Desde lo técnico Pinocho es impecable, el diseño de arte, y los rubros técnicos son de gran nivel. La música de Alexandre Désplat, compositor que trabajó con Del Toro en «La forma del agua», es conmovedora y acompaña los diversos climas que recorre la película. Si bien este filme se presenta en la sección «infantil» del festival, es una producción que por su mensaje, profundidad y estructura está destinada también al público adulto. Retomando la idea de la pérdida, Del Toro permite reflexionar sobre cuan valioso es seguir adelante cuando se pierde a un ser querido y lo que implica renunciar a cuestiones personales para poder acompañar y estar presente durante el tiempo de vida que le queda al otro: Pinnochio es inmortal pero nadie alrededor suyo lo es. Esta versión de Pinocho será recordada por su valioso mensaje, el gran nivel de su producción y el encanto que transmite al público. Una película tan emocionante y singular.
Llega a las salas de cine este jueves la primera película escrita y dirigida por Matías Bertilotti. En “El hombre inconcluso” el director traslada a la audiencia a la pequeña comunidad de Carmen del Sauce, Misiones, lugar que se convulsiona tras la muerte del alemán (Ernesto Claudio), un personaje al que todos estimaban. El principal sospechoso es Julian Gianoglio (Nicolás Pauls), un fotógrafo desconocido por todos que fue a pasar unos días de vacaciones. Tras descubrir el asesinato, el comisario llama a la policía para iniciar la investigación correspondiente. y quien llamativamente resulta estar a cargo del caso es un oficial que se llama igual que el sospechoso (Gastón Ricaud). Dos hombres con el mismo nombre y la misma edad enredados en el mismo caso. Durante el desarrollo de la película Bertilotti pone el foco en las declaraciones que el oficial de policía obtiene de los habitantes del lugar, la relación entre ellos y el alemán, y los indicios que hilvanan los puntos claves de la historia. El relato toma giros muy efectivos en el desenlace de la trama, lo que evidencia un guión bien elaborado. El flashback como recurso narrativo permite que el espectador descubra en momentos precisos ciertas revelaciones y secretos que enriquecen el contenido dramático de la película. “Un hombre inconcluso” es un policial bien construido e inspirado en hechos reales que no deja indiferente al espectador. Opinión: Buena.