Perro y Gordo. Juan Minujín y Néstor Guzzini. Ellos son los protagonistas de esta historia prometió mucho pero le terminó faltando sustancia para terminar de conquistar. Perro y Gordo viven en un pequeño pueblo costero casi deshabitado, cuidando casas de europeos que vienen a pasar el fin de semana, plantando marihuana para vender, pero siempre con las ganas de "pegarla" con guión cinematográfico escrito por los dos. Un nuevo y bastante particular inspector de policía llega al pueblo, mientras que Perro y Gordo dan con una oportunidad inesperada... Y no la dejarán pasar. Esa es la interesante premisa de la cinta co-producida por Argentina y Uruguay, dirigida por Gabriel Drak ("La culpa del cordero"). Es difícil encasillar a la cinta dentro de un género y éste es uno de los principales motivos por los que no termina de alcanzar su máximo esplendor. Por las personalidades de los personajes principales y la trama, cualquiera podría pensar en una comedia negra al estilo de los hermanos Coen (de hecho, hay una referencia a "Sin lugar para los débiles" al comienzo del film). Sin embargo, si bien hay momentos graciosos, es un recurso que podría haberse explotado mucho más. En contraposición, por la música, algunos planos y ciertos puntos de tensión, uno piensa en un thriller, porque está filmado y narrado como tal. Pero tampoco llega a tener el peso necesario que debería tener para serlo. Es esta ambivalencia que la que dificulta la conexión o el pacto del espectador con la película. Quizá hubiese sido preferible inclinarse totalmente a un solo género, o más humorístico, o con mayor carga dramática. Más allá de la cuestión del tono de la película, es resaltable la historia que se cuenta. Porque es arriesgada y propone muchos giros. Porque los personajes están bien armados. Y, fundamentalmente, porque siempre mantiene a la audiencia esperando a ver cómo se resuelve todo. Desde lo técnico, la música es efectiva, y lo más destacado es la ambientación, que nos otorga con gran facilidad esa sensación de pueblo desolado; incluso sirve para entender más a las características de los personajes. Aunque no sean muchos, los secundarios también cumplen su papel, acompañado de aceptables actuaciones de todo el reparto. "Los últimos románticos" es una película que, en contra de ella misma, deambula entre la comedia y el drama; de todas formas, propone una historia interesante, atrapa al espectador y sorprende con algún que otro giro bastante arriesgado pero bien ejecutado. Puntaje: 6/10 Manuel Otero
Después de cinco años con respecto a la anterior, llega la tercera parte y cierre de esta historia que comenzó -y sorprendió- allá por 2010. Esta vez, nuestros queridos Hipo y Chimuelo se enfrentarán a un nuevo enemigo que amenaza con eliminar al dragón, al mismo tiempo que aparece en escena otra Furia Nocturna hembra que hipnotizará a Chimuelo. La primera entrega había sido novedosa y muy bien recibida; la segunda seguía con algo especial pero había bajado el nivel y la sorpresa; pero la tercera retomó ese aire triunfal de la primera, sin brillar del todo como aquélla, aunque proponiendo una historia entretenida y un giro de tuerca para un cierre aceptable de la franquicia. Pasaron los años en la isla Mema y llegó la hora de Hipo para hacerse cargo de la misma, junto al líder de la especie Chimuelo. Sin embargo, aparece un villano y una Furia Nocturna hembra en el camino para dificultar todo lo propuesto. El arranque es bueno como el de todas las entregas, entretenido y mostrando el mundo normal que conocemos en la saga. A medida que empiezan los problemas es cuando también comienzan los agujeros en la trama o, más que agujeros, displicencias que decidieron tomar que entorpecieron la trama con recursos hiper-utilizados. Más allá de ser la más "graciosa" de las tres, a nivel narrativo es la más pobre. Abusaron del tiempo dedicado a la relación "romántico-amorosa" de Chimuelo y la hembra hasta cansar a la audiencia, algunos baches en la historia, y decisiones de personajes algo cuestionables. Pareció, por momentos, que faltaron ideas y se limitaron a ir a lo seguro que sabían que funcionaría, pero se pasaron de rosca. De todos modos, hacia el final de la cinta, se recupera el interés con un excelente clímax y un final de saga triunfal, adecuado y con enseñanzas (pero no molestan y quedan bien). Y esto es muy reconocible porque ya todos sabemos las complicaciones que tienen algunas franquicias para las conclusiones de sus historias. Lo más impactante del film es a nivel visual. La espectacularidad y colorido de los dragones y vikingos son increíbles, mucho más desarrollada que en las entregas anteriores. Es, como muchas de las cintas animadas últimamente, un festín visual. En síntesis, "Cómo entrenar a tu dragón 3" cumple con ser una película entretenida, sin brillar en el desarrollo de la trama, pero con un cierre de la saga a la altura de las expectativas que, con su magnífica animación, nos transmite lo que hizo la primera. Puntaje: 7/10 Manuel Otero
Nada detiene a Dick Che...ehm, digo, Christian Bale Adam McKay, reconocido por su anterior trabajo en 2015 "The Big Short" ("La gran apuesta"), llega con otra cinta basada en hechos reales para, justamente, redoblar la apuesta. Esta vez no se centra en lo económico sino en lo político (aunque vayan de la mano). "El vicepresidente: más allá del poder" trae la historia de Dick Cheney, un callado burócrata de Washington que acabó convirtiéndose en el hombre más poderoso del mundo durante su vicepresidencia en el mandato de George W. Bush, con consecuencias para Estados Unidos y el resto del mundo que duran hasta estos días. La excelente labor que había realizado con "La gran apuesta" le daba la suficiente espalda a McKay para cargarse semejante historia. Y no le pesó para nada. Es para resaltar el trabajo de investigación de la producción para conseguir anécdotas del político desde su juventud, conocerlo lo más profundo posible, y así caracterizarlo y plasmarlo en pantalla de una manera muy orgánica y sin desviarse de la trama propia de la película en ningún momento. La película tiene un ritmo frenético y muchas chispas de comedia que son fundamentales para el éxito de la misma, ya que se contrapone totalmente al aburrido y pensativo Dick Cheney. Nuevamente, McKay optó por estas decisiones que le otorgan la verdadera esencia al filme. Con algunas retrospecciones y prospecciones a lo largo de su metraje, nunca pierde coherencia; el guión es exquisito, mesurado, y en ningún momento se pierde el hilo de la trama. El repaso histórico es entretenido en todo momento gracias a la audacia de una excelente dirección y la magnificiencia del reparto. Sam Rockwell y Amy Adams (ambos nominados al Oscar) como George W. Bush y la esposa de Cheney están en su máximo esplendor, Steve Carrell y Jesse Plemons hacen lo suyo, pero el trabajo de Christian Bale como Dick Cheney es algo fuera de serie, es algo digno de Bale. Además del cambio físico -al cual ya nos tiene acostumbrado el actor- compone al personaje con una marcada presencia y en ningún momento vemos al verdadero Bale. Se debería llevar el Oscar. Todas estas virtudes están acompañadas con una creatividad mayúscula en la realización, pero en todo momento es crítica para con Cheney, Bush, y casi todos los miembros políticos en Washington, con varios guiños a la actualidad con Trump y la misma sociedad norteamericana. "El vicepresidente: más allá del poder" retrata una historia oscura en la realidad de Estados Unidos y, a pesar de entretener en las más de dos horas, nunca deja al espectador sacarle el peso y lo terrible de lo tratado en cuestión. Puntaje: 9/10 Manuel Otero
¿Qué pasaría si tu ídolo máximo comenzara a salir con tu reciente ex-pareja? Y no solo es tu ídolo máximo, sino también es la figura de la cual estás obsesionado hace años y rige gran parte de tu vida. Esa es la premisa “externa” de “Amor de vinilo”. Pero tiene algunos condimentos de fondo de los personajes que son mucho más interesantes que la mencionada. Jesse Peretz presenta esta comedia romántica con un trinomio de protagonistas. Una pareja y un músico retirado. El nexo entre ellos es el fanatismo inentendible del novio por la vieja estrella de rock, pero lo gracioso es que ni bien se termina la relación entre ellos, ella, casualmente, empieza a verse con el ídolo de su ex. Aunque parezca una locura la situación, el director se concentró lo suficiente en hacerla lo más verosímil posible, siempre desde un punto de vista cómico e irónico. El resultado inicial es más que efectivo y consigue enganchar al espectador desde entrada. Cuando decimos “trinomio de protagonistas” nos referimos a que cada uno tiene su momento en la cinta, en el que se descompone y se dejan a la luz sus verdaderas motivaciones y miedos. Son estos puntos los que conforman la historia interna del film, la cual tiene un desarrollo totalmente distinto a la externa. Son personajes que buscan redimirse, segundas oportunidades, poder vivir lo que no vivieron, básicamente. Esto es lo más enriquecedor de todo el relato y se mantiene muy bien a lo largo de toda la extensión, pero si se lo analiza desde lo que se ve más externamente, se podría decir que decae la trama o va cayendo en puntos comunes, seguros y previsibles propios del género. De todas formas, entretiene hasta el final con la ayuda de momentos y situaciones contextualmente tan ridículas que provocan carcajadas. También es una película muy musical, como era de esperar por la traducción de su título. Varias escenas con canciones están bien logradas y se saca mucho provecho de ellas. Además de la música, trata tópicos como la idolatración de la gente, así tanto como la humanización de los ídolos. Esa convergencia es otra ironía más dentro de la película que funciona a la perfección. Los tres protagonistas están muy correctos en sus papeles: Chris O’Dowd, Ethan Hawke y Rose Byrne, siendo esta última la que más se destaca por encima de los demás. El resto del reparto no tiene tanta participación pero se siente lo suficientemente natural la química con ellos. En conclusión, “Amor de vinilo” no es la gran comedia romántica ni mucho menos. Sencillamente, es una manera poco pretenciosa de contar una historia sobre nuevas oportunidades, que divierte al espectador aunque también sea consciente de sus propios límites, razón por la cual no se arriesga demasiado y se queda en el molde. De todas formas, consigue la buscada satisfacción.
Talentoso, carismático, provocador, magnético. Tocado por la varita. Un hito nacional. Eso fue Rodrigo Bueno. Rodrigo. El Potro. Amado por muchos, pero querido por todos. Quizá el hecho de haberse ido antes de lo esperado, inmortaliza aún más su figura. Muchas de estas características podrían atribuirse tranquilamente a otra cantante tropical argentina, la recordada Gilda. Y sí, después de haber realizado una excelente labor dirigiendo “Gilda, no me arrepiento de este amor”, Lorena Muñoz se ganó el derecho a llevar al cine la historia del mítico cuartetero de Córdoba. Y, nuevamente, dio en el blanco. Con la misma estructura narrativa que su anterior película, con el típico formato clásico de una biopic, la cineasta nos acerca la historia de Rodrigo Bueno. Oriundo de Córdoba (y andaba sin documentos), desde joven triunfó en la música tropical, siempre apoyado por su familia, pero tristemente falleció en un trágico accidente automovilístico a la temprana edad de 27 años, no sin antes caer en algunos vicios poco sanos que le hicieron problemas en su carrera y vida personal. Una gran responsabilidad se había puesto en la espalda con Gilda y repitió compromiso con el cordobés. Y como ya dijimos, no falló en ninguna. Al analizar “El Potro: Lo mejor del amor”, es imposible no caer en comparaciones con la anterior cinta de Lorena Muñoz. Ambas tienen un buen ritmo, entretenido y sin altibajos (o con los necesarios), y tienen la peculiaridad de parecer acorde al tono de la música que corresponde a cada uno de los intérpretes. La de Gilda, más tranquila y sensible. Y la película de Rodrigo, más frenética, rápida, aunque tampoco sin dejar las emociones de lado. Concretamente, la historia del Potro está perfectamente narrada, con un guión sin baches, y personajes empáticos y relacionables con la cultura argentina. Además, tiene una virtud que la enaltece más. Esta es la gracia natural del personaje de Rodrigo, quien, junto con sus músicos o familiares, nos logra sacar más de una sonrisa en gran parte del film. Cabe aclarar que, a pesar de oscilar con esa faceta cómica, nunca pierden fuerza las escenas dramáticas, fundamentalmente en dos secuencias claves de la película que preferimos no anticipar. Rodrigo Romero, además de su parecido físico con el cantante, cumple con creces brindando una actuación con un gran espectro interpretativo. El resto del reparto lo acompaña muy bien, con buenas actuaciones de Florencia Peña y Daniel Aráoz como sus padres, pero el que termina sorprendiendo es Fernán Mirás, con un rol para el recuerdo, totalmente conmovedor e inesperado. Con la biopic de Gilda ya había desplegado su talento, pero con Rodrigo pareciera haberlo perfeccionado. Lorena Muñoz trae un film más maduro cinematográficamente hablando y, a pesar de repetir la estrategia narrativa previa, se arriesga un poco más a la hora de contar ciertos episodios de la vida de Rodrigo. En síntesis, “El Potro: Lo mejor del amor” es una película completa, redonda, que conmueve y sensibiliza a la audiencia con extremada fuerza, gracias a ese talento innato que ofrece la directora para acercarnos personalidades icónicas con una destreza impresionante. Personalmente, uno de los mejores estrenos argentinos del año.
Asghar Farhadi venía con dos premios Oscar a mejor película de habla no inglesa abajo del brazo. Primero había sido por “Una separación” (2011) y, luego, gracias a “El viajante” (2016). Ambas, extraordinarias obras dramáticas (aunque la segunda algo menor), con la gran virtud de saber retratar vínculos familiares con habilidad. El director iraní, esta vez con los pies en España, propone otro drama familiar que, más que considerarse dentro de este género, bien le quedaría la etiqueta de thriller. Al menos, una suerte de thriller minimalista. Con un elenco principal cargado de estrellas como Javier Bardem, Penélope Cruz y Ricardo Darín, “Todos lo saben” nos presenta una familia en un pueblo de España que recibe la visita de una de las hijas (encarnada por Penélope), quien había emigrado a Argentina tiempo atrás. Ella viene acompañada de sus dos hijos, pero sin su marido (Darín), para presenciar el casamiento de una de sus hermanas… El disparador del problema es la desaparición de una de las hijas que vino de Argentina. Farhadi se toma el tiempo necesario para presentar cada integrante de la familia con la destreza que lo caracteriza, y esto termina siendo fundamental para sostener gran parte de la intriga y el suspenso en el resto de la cinta. Con un hilo narrativo coherente, plagado de confusiones, sospechas y misterios, la película toma el envión suficiente para transformarse en una delicia más del iraní. Sin embargo, hay algunas cosas que fallan. Aunque esté repleto de una importante carga dramática y reine la tensión, el film se torna lento y repetitivo. Esto se debe, en parte, a que en momentos cae o descansa en ciertos lugares melodramáticos que le juegan en contra. Asimismo, el segundo acto tranquilamente podría haber sido más corto y hubiese sido mucho más efectivo. De todos modos, tiene varios puntos fuertes, como el fantástico personaje de Bardem, impecable como siempre, que tiene una transformación brillante y es quien se pone la película al hombro, a ratos con la ayuda de Penélope y los integrantes de la familia, todos bien construidos, tridimensionales. Lamentablemente, el rol de Darín deja mucho que desear. No por su actuación, sino por lo inverosímil que resultan sus acciones y actitudes, muchas veces inentendibles. Habiendo dicho lo negativo del guión, es de todas formas resaltable la intrincada fórmula que propone Farhadi para mantener el nerviosismo y la intriga hasta el final. Evita algunos lugares comunes y cumple con la premisa del thriller. A pesar de hacerse larga por momentos, no permite que uno se despegue de la pantalla, gracias a la fuerza del inicio y la virtud del director en lograr hacernos dudar de todos los personajes. Y claro, la recompensa está, conforme o no al espectador; esto último es de carácter demasiado subjetivo. En el ámbito de lo técnico, la película cumple como se esperaba, con una ambientación adecuada, paleta de colores propicia para el tono de la cinta y música típica que nos mete más de lleno en este hermoso país. La temática es de por sí interesante, pero también ilustra temas como la codicia, el amor, el paso del tiempo y algunos más, con un atractivo particular, sin juzgar a los personajes o brindar respuestas universales en lo más mínimo. En conclusión, “Todos lo saben” cumple con las expectativas de un thriller, pero lejos está de ser la mejor obra del aclamado director iraní. Lo más destacado es el manejo y construcción de los personajes en un ambiente cargado que, a pesar de fallar en el ritmo y la duración, sirven para entretener al espectador sin necesidad de caer en ciertos clichés propios de este tipo de películas.
El asesino serial más famoso de la historia argentina iba a llegar a la pantalla grande y cualquiera podría haber imaginado una cinta totalmente oscura y cruda. Sin embargo, Luis Ortega supo darle la vuelta de tuerca. Ya veremos por qué. Habiendo incursionado de joven dirigiendo películas dramáticas de bajo presupuesto sobre conflictos más marginados como en “Caja negra” (2002) y “Monobloc” (2005), así como también haciéndose cargo recientemente de la miniserie televisiva “Historia de un clan” (2015), “El Ángel”, por su temática, nos recuerda más a este último trabajo sobre la sanguinaria familia Puccio. Sin embargo, el tratamiento otorgado a la película de Carlos Robledo Puch resultó mucho más suave y liviano que el anterior. “El Ángel”, ya desde la elección de su título, marca el tono del film. Éste presenta a un joven Robledo Puch, encarnado magníficamente por Lorenzo Ferro, que genera una atracción y hasta una fascinación extraña desde la secuencia inicial. Integra una familia “normal”, pero de entrada, se distingue de ella y resulta casi ajeno a la misma. Ladrón por hobby y entretenimiento, sin creer en la propiedad privada; despreocupado y distendido. En la escuela industrial conoce a Ramón (Chino Darín), quien será, junto a su familia, el encargado de introducirlo en un mundo más criminal que lo llevaría a su destino. La magia de esta cinta reside en la habilidad de Luis Ortega para trasladar toda esa carga negativa sobre Robledo Puch hacia una visión más liviana, en el sentido de reconocer la locura del personaje, pero realizando una exploración sobre la libertad y la inocencia. Esta última refiere a lo joven que era “Carlitos” cuando conoció la muerte que, a pesar de la ausencia de la culpa por sus acciones, pareciera casi que ni entiende lo que hace. Y de esto se trata la película. De intentar comprender a Robledo Puch, es una exploración total de este sociópata, y aunque no se pueda llegar al fondo, es simplemente esto; conocerlo desde otra mirada pero, que se entienda, jamás intentando justificarlo. Por estas razones “El Ángel” es muy poética, porque juega con la locura hasta su punto máximo. Cuando todas las apuestas daban para una propuesta muchísimo más comercial por la historia que se cuenta, Luis Ortega tomó la arriesgada decisión de afrontarla de otra manera. Pero el resultado fue realmente destacable, haciendo un uso de las imágenes y del mismo lenguaje del cine con la maestría que lo caracteriza, regalando algunas escenas notables que quedarán en la retina de los cinéfilos. Luis Ortega sabía que tenía otra carta a favor y le sacó todo el jugo posible. La época. Los principios de los años ’70 marcaron la cuidadísima estética del filme, con una musicalización fantástica con los mejores éxitos que se escuchaban en ese entonces. Y qué bien la bailaba “Carlitos”. El elenco es formidable y cumple con creces, aunque el que se lleva la película es Lorenzo Ferro, quien le da su propia impronta a un Robledo Puch irreverente y despreocupado. Gran dirección de Ortega para una muy buena película que, como dijimos, no es lo comercial que se esperaba, pero qué acertada decisión. ¡Y qué bien ejecutada! El único punto bajo podría ser algunos diálogos iniciales un poco flojos, y quizá, aunque de carácter más subjetivo, lo que venimos aclarando de la cinta que, con su esfuerzo por encantar más que por entretener, pueda no conformar a alguna porción de la audiencia que se esperaba otra cosa. Para sintetizar, “El Ángel” es una película con un belleza estética y una banda sonora ideales sobre la historia de un criminal, con una propuesta diferente a lo esperada, y con el objetivo, tanto de explorar hasta lo más íntimo de Robledo Puch como también de jugar con la línea de la moral y de la libertad, logrando una hipnosis a la pantalla gracias al magnetismo de Lorenzo Ferro y a la habilidad natural de Luis Ortega para contar historias con su sello particular.
Este documental es un homenaje a Fernando Birri, o una lucha por conocer a un hombre sincero como nadie, auténtico como su propio cine. Para el que no está en tema, Birri fue un cineasta santafecino reconocido como el padre del Nuevo Cine Latinoamericano, que contribuyó enormemente a la al mundo audiovisual, habiendo fundado la Escuela Documental de Santa Fe y la consagradísima Escuela Internacional de Cine y Televisión en San Antonio de los Baños, Cuba. Entre sus obras más notables, se encuentran “Tire dié” (1960), un documental sobre la clase baja de las ranchadas de Santa Fe, y la película “Los inundados” (1962); ambos filmes, esenciales para el cine nacional. El documental de Guarini está dividido en dos partes: una, en 1997, cuando ella comenzó a grabar escenas cotidianas de Fernando en Santa Fe en búsqueda de conocer a este tremendo personaje, y la otra, en 2017, justo en los últimos meses de vida de Birri, con unos diálogos fantásticos que tuvo con el director que, aunque más deteriorado por los años, mostraba el mismo espíritu alegre que lo caracterizó siempre. De carácter entrañable, la directora propone un acercamiento íntimo a Birri, como así también intenta enfocar a ese luchador por la persistencia de las utopías, con la influencia marxista, pero con el modo de ser de Fernando, quien siempre apeló a lo más humano, con una mirada sabia y una perspectiva totalmente estética y bella. Las imágenes de 1997 se tomaron en un viaje de Birri a Argentina para rodar un documental por el 30° aniversario del Che. La peculiaridad y punto fuerte de “Ata tu arado a una estrella” es la visita del cineasta a personajes célebres como Ernesto Sábato, Eduardo Galeano, León Ferrari y Osvaldo Bayer, en la que Fernando los invita a responder la pregunta “¿qué son las utopías?”. Las respuestas son, a veces, ambiguas, pero también certeras, con un profundo análisis de la importancia de la persistencia de las utopías, como aquello que se añora, que quizá nunca se llegue, pero que es fundamental para seguir resistiendo. Momentos de asado con amigos filmados por Guarini nos permiten conocer a un Birri íntimo, pero tan natural como en cualquier otro lado. Él era así en todos los aspectos de su vida. Auténtico. Incluso también durante sus últimos días en 2017. En síntesis, Guarini realiza un nostálgico y divertido documental, entrañable y conmovedor como la propia vida del reconocido cineasta, disfrutable no solo por los fanáticos y admiradores de Fernando Birri, sino también para los que no conocen tanto a este personaje que fue todo un hito para el cine latinoamericano y la resistencia de las utopías. Sin bajadas de líneas ni nada por el estilo, “Ata tu arado a una estrella” es una simple exploración de un maestro y la importancia de las utopías, con un título tan preciso y bello como su misma vida.
Peyton Reed trae la secuela de “Ant-Man”, cinta que él mismo había dirigido en 2015. Esta nueva entrega presenta a Scott Lang (Paul Rudd) enfrentándose a las consecuencias de sus actos en “Capitán América: Guerra Civil” (2016), con una relación rota con Hope van Dyne (Evangeline Lilly) y el Dr. Hank Pym (Michael Douglas). En sus últimos días de arresto domiciliario, Scott es contactado por los científicos para descubrir algunos secretos del pasado. Así es que, entre querer mantener su vida familiar tranquila y reconciliarse con Hope y Hank, nace una nueva aventura para Ant-Man. En esta secuela parecerían haber corregido algunos errores de la anterior y explotado recursos que sí habían funcionado en aquella película. “Ant-Man and The Wasp”, aunque no tenga demasiada originalidad en cuanto a la trama, posee mucho más ritmo y dinamismo que su predecesora, motivo que la hace funcionar y entretener más. Sin tanto diálogo acartonado, se recurre a la acción y la comedia como elementos principales. Y esto lo hace de manera efectiva. El carisma de Paul Rudd, algunas acotaciones de Michael Douglas y las locuras de los amigos de Scott Lang (Michael Peña y compañía) son de lo mejor del largometraje, incluso en más de un momento provocan lanzar varias carcajadas. Sin un antagonista claro, pero con una consciente división de intereses entre todos los personajes, el film se desenvuelve con mayor soltura que el anterior, aunque muchas veces resulte predecible. Quizá en los momentos en que se desarrolla de manera más descontracturado, es cuando mejor funciona. En cuanto a las escenas de peleas, es reconocible un gran trabajo; aun lejos de la espectacularidad de otras películas del MCU, demuestra verdadera creatividad a la hora de realizar las tomas de acción de la cinta. Los efectos especiales son una auténtica maravilla y con un diferente espectro a otras de Marvel, que le permiten explorar y jugar bastante, más que nada por las diferencias de tamaños de los objetos y las personas que se observan a lo largo de todo el film. Visualmente se consigue un producto también mejor que el de la primera, más explotado que ésta. Algunas incorporaciones del reparto, como Michelle Pfeiffer, Laurence Fishburne y Walton Goggins, se integran adecuadamente al resto del elenco, brindando su propio brillo. De todas formas, no todos los personajes están bien construidos y varias veces parecen confusas sus acciones o los motivos por las cuales las realizan. En síntesis, “Ant-Man and The Wasp” es una cinta entretenida, divertida y dinámica, mejor que su predecesora, pero que no llega a estar en lo mejor del MCU ni mucho menos plantear grandes cuestionamientos al espectador. Aun así, es un producto que, si se lo analiza desde su tono, ofrece lo que se espera para pasar un buen rato y hacer reír a carcajadas en más de una ocasión.