No Toques Dos Veces: Relegando espanto a un injusto segundo plano. “Terror es el sentimiento que paraliza el ánimo en presencia de todo lo que hay de grave y constante en los sufrimientos humanos y lo une con la causa secreta”. James Joyce El terror siempre ha sido la metáfora de nuestra oscuridad, en él guardamos las frustraciones, los anhelos, el desconocido accionar de nuestros sentimientos en los violentos límites. El terror se expande en la medida en que no somos capaces de enfrentarlo por lo que es y no por lo que representa. Abandonarlos es terror, desposeer al otro y convertirlo en una sombra que nos persigue. Mark Huckerby y Nick Ostler, los guionistas de Don’t Knock Twice, intentaron utilizar el horror sobrenatural como metáfora de los errores humanos, de la cobardía y casi logran un producto más que decente, pero la mixtura se antoja por momentos tan rebuscada que cae en la fatalidad de lo obvio. La joven vive en un orfanato, está porque su madre la abandonó cuando creyó que era lo mejor para la niña ante su inestable vida. Una joven que se crió con esa relegación y que cuando parece aprender a convivir con ella, esta madre regresa a buscarla. A su vez, de trasfondo está la historia de la señora Aminov, acusada de secuestro y desaparición de niños, que termina quitándose la vida cuando ya no soporta la presión de tamaña culpa. Guardiana de una entidad sobrenatural, que al morir, suponen, la ha dejado libre. ¿Por Qué no toques dos veces? Una leyenda urbana que nace tras ese fatídico incidente. Una vieja casa, una puerta, el llamador. Chloe, la abandonada, toma el desafío y toca. Luego vendrá lo ya sabido, una alegoría, la sombra de esa mujer que toma y quita sin importarle cuánto dolor o terror causa, una criatura que envuelta en un egoísmo insano, si vale tal afirmación, buscará su provecho más allá de los sentimientos que pueda generar y luego está el monstruo o bien podríamos decir los monstruos. Una es la criatura que se mueve en el límite de los mundos y que lo cruza a fuerza de sangre y muerte y el otro aquel traiciona, una constante en el film, la confianza de los niños para arrebatarlos a esa oscuridad que es el desaparecido, la fotografía en el cartón de leche. Ambas mujeres, en la vida Chloe, son eso; un terror del pasado que regresa, un abandono y una captura. Baba Yagá y la madre son la misma entidad que disocia el guión, de manera bastante burda y que ante tal trato se pierde en ese terror de manual. “Cuando era niña, había esta extraña mujer…” Dice la joven al comienzo. Tal vez si hubiera sido un drama sin esos sustos, habría significado un horror más estremecedor y viceversa, pero la mezcla que realizan, por más esfuerzo que las actrices hagan, queda a mitad de camino entre un drama familiar y una cinta de miedo sin ser ninguna. Más allá de una excelente performance de las protagonistas, Katee Sackhoff (la recordarán de la remake de Battlestar Galactica – 2004/09) como la madre; Jess y Lucy Boynton (que podremos ver en Murder on the Orient Express – 2017) como la adolescente Chloe, son esos diálogos acartonados los que no permiten una completa credibilidad de la historia y eso que ella encierra en esa sombra, el abandono, el abuso y la redención. Como conclusión, es un film que no asustara a nadie, que ya testeamos con Mamá (2013) de Andrés Muschietti y que aunque dispone de una esmerada dirección, por parte de Caradog W. James, y con un elenco solvente, es en el guión donde cae en lo trillado del género, descuidando una interesante historia en pos de un susto, relegando el verdadero espanto a un injusto segundo plano.
El poder de la ambición: El último refugio del fracaso. La historia es una exégesis algo rebuscada del sempiterno “sueño americano” con una contundente interpretación del actor Matthew McConaughey pero con un guión bastante irregular que no termina de cuajar la interesante amalgama de tópicos. El guión es de Patrick Massett y John Zinman, ambos conocidos escritores de televisión, sobre la historia del escándalo minero de la compañía Bre-X Minerals Ltd. A mediados de los noventas. Es una interesante aproximación a la ya tradicional historia de superación y llegada al tan mentado sueño americano. Y aunque la historia se presta para un vertiginoso thriller Bolsa & Negocios al estilo Wall Street (1987) y de aventuras con esas dosis de búsqueda de tesoros, no termina de cuajar la fórmula. Kenny Wells, un solvente Matthew McConaughey, que logra crear un posible antihéroe con un impresionante carisma interpretativo, es un fracasado hombre de negocios reconvertido en un moderno explorador, desesperado por tener un golpe de suerte. En un último esfuerzo, Wells se asocia con un geólogo, Michael Acosta, que interpreta un soso y poco inspirado Edgar Ramírez, con la misma poca fortuna, para ejecutar un plan tan descabellado como grandioso: encontrar oro en las profundidades de la inexplorada jungla de Indonesia. “La ambición es el último refugio del fracaso“, escribió hace mucho Oscar Wilde y aquí parecen caber tanto en el personaje como el director de la película. Porque es la magnitud de las intenciones del film lo que parece a veces desestabilizar el ritmo del mismo, como si el director, Stephen Gaghan (Syriana – 2005) no terminara de inspirarse en el relato y cayera a menudo en lo ya probado y aprobado para llevarlo adelante. Hasta el personaje de Bryce Dallas Howard, el elemento romántico y porque no racional de la película, parece un bosquejo de la heroína en este tipo de relatos, si nos acordamos de Margot Robbie en The Wolf of Wall Street (2013). La joven obnubilada con la fortuna pero que en algún momento comprende el tremendo pago que se hace para alcanzarlo. Una pena porque al ser poco inspirado cae en tantos lugares comunes que se convierte en algo predecible y olvidable. Aun así la historia en sí misma, tiene los elementos para mantener al espectador interesado en el desarrollo de la trama, con esos giros argumentales que no permiten que cierto tedio que abunda se convierta en abierto aburrimiento. Recordando otros filmes de parecida temática como Hambre de Poder (The Founder – 2016) no dejamos de preguntarnos qué es lo que se está interpretando hoy por hoy como sueño americano.
Mujer Maravilla: El tardío y mejor inicio de DCEU. A pesar de los pronósticos que se venían barajando acerca del DC Extended Universe, el film de Patty Jenkins demuestra ser un producto consistente y altamente entretenido. Una excelente película que narra los inicios de la mujer perteneciente a la más celebrada triada de héroes. No vamos a entrar en la en la ya desgastada discusión sobre cómo fue encarado el universo DC en su versión cinéfila, sobre la visión con que la dotaron Zack Snyder y David S. Goyer. Tal vez hasta resulta innecesario ya que Patty Jenkins supo dar al film de la heroína por antonomasia del cómic una impronta tan personal como independiente, sin dejar de lado el bagaje hasta hoy alcanzado con los filmes anteriores. Geoff Johns y Allan Heinberg son quienes idearon la historia en base al personaje que creara William M. Marston en los tempranos cuarentas, y que no está de más decir todo un adelanto en la visión femenina y su sitio en los sucesos del mundo. Porque esta reseña, crítica o como quieran llamarle, no puede comenzar sin atender a la idea original que se tuvo al crear este personaje. “Wonder Woman es una propaganda psicológica para el nuevo tipo de mujer que debería ser, en mi opinión, para gobernar el mundo”. La independiente y poderosa fémina capaz de luchar y derrotar en combate a su contrincante y que no por ello perdiera las cualidades que él creía eran propias de su género; eficientes, honestas, confiables, capaces del sacrificio por un bien mayor, con un poder superior de soportar el dolor y ser capaces de enfrentar la adversidad por sus propios medios. Lejos de la mujer que se cultivaba en los años de la 2° Guerra Mundial. Esta no quedaba atrás en el hogar esperando al marido que combatía en el frente. Todo comienza con el deseo de la reina Hipólita de tener una hija, descendencia en un mundo de mujeres sin niños. Es así que crea de la arcilla la niña que el mismo Zeus dotará de vida como otros dioses de dones. Criada como una más de las amazonas en la isla de Temiscira la joven demostró ser la gran guerrera que se esperaba que fuera y más a pesar de los deseos de su madre. Porque ella guarda un secreto, ella es el poder encarnado, una hija de dioses. Con un esplendoroso prólogo somos testigos de la educación, de la iniciación de Diana en el mundo de las guerreras, una historia de origen en todos los aspectos, pero que no descuida la aventura en ningún momento. Porque la película ha logrado que sea esto, una epopeya en todas sus acepciones; el camino iniciático que ella transita, lejos de una compleja mitología que distraiga, el propósito es sostenido hasta el final; narrar una buena historia de acción y crecimiento emocional del personaje. Algo que se agradece enormemente. Y que la directora lleva con buen pulso a lo largo de más de dos horas. Con una Gal Gadot que carga sobre su frente la tiara con presencia y arrojo, dándole a la mujer maravilla una conmovedora inocencia sobre el mundo de los hombres como un incomparable intrepidez. Es perfecta heredera de la ya mítica Lynda Carter y su creación allá por los años setentas. Han sabido actualizar al personaje más allá de que la historia transcurre en la primera Guerra (1914-1918), la madre de todas las guerras. Y es la incapacidad de ella de comprender tanta destrucción y muerte, un poco la visión que el espectador tiene, haciendo un interesante juego de visones. Nosotros también nos asombramos ante tanta destrucción, como la acaecida en aquella contienda internacional. Aventura pura y dura que no deja de mostrar nuestra capacidad para la destrucción que de alguna manera empata con esa visión un tanto pesimista de la humanidad que ya tuvieron los filmes que la precedieron, pero que esta vez supieron dar una imaginería más cercana a filmes como el Superman de Richard Donner. Es decir, el héroe ante la adversidad no deja de tener fe en que se puede revertir si se encara con amor. Así de sencillo, es el amor a la humanidad lo que hace de la Mujer Maravilla un ser excepcional en todo sentido, su deseo de demostrar que a través de él se pueden superar los escollos. En el Hombre de Acero (2013) supimos escuchar “Darás a los habitantes de la Tierra un ideal por el que luchar. Intentarán seguirte. Tropezaran. Caerán. Pero con el tiempo se unirán a ti en el Sol, Kal“. Aquí radica mucho de lo que ha sabido dotar Patty Jenkins al film, con personajes que saben acompañar a la guerrera; Chris Pine con un solvente y querible Steve Trevor, Robin Wright y Connie Nielsen como madre y tía, como reina y comandante, David Thewlis, Elena Anaya, están para dar profundidad a un acabado marco que funciona y promete. Es una apasionante travesía que realizamos y que gracias a un apartado técnico impecable se luce y disfruta. Ha llegado la hora de la heroína, la presentación en todo su renovado esplendor y salen airosos del combate, dejan una película que es un origen y una aventura, un film de acción narrado con brío que destaca hasta hoy y que ojalá sea un ejemplo a seguir en la continua expansión del DCU.
Madraza: Una caída que es liberación. “Lo que todavía nos falta a las mujeres aprender es que nadie te da poder. Simplemente lo tienes que tomar tu“. Roseanne Barr. Es el primer trabajo que Hernán Aguilar, en largometraje, que encara. Apenas un par de cortos anteriores y sin embargo ha sabido construir un relato tan coherente como vertiginoso, una historia que habla de una caída que es liberación, dejando que la muerte sea el tránsito hacia algo más. En la primera escena, en la cocina de un hogar tan propio a nuestra idiosincrasia argentina, se encara el embrollo de entrada cuando Matilde, preparando el desayuno, de un manotazo y distraída mata una mosca. Toda ella es un estereotipo, todo ella es un tic de mujer hogareña, esa que se pierde en el orden para el otro y que hace que lo extraño emerja reventándolo todo. Matilde es una ama de casa que queda viuda cuando un par de ladrones asesinan, ante sus ojos, a su marido, Carlos. Lejos de verse carcomida por el impacto de la media cama vacía y quedarse llorando enroscada entre las sábanas usadas, la protagonista de Madraza mata por accidente… Accidente, como si la causalidad de esta mujer se midiera por eso, sin sospechar que siempre se ocultó esa fuerza en la quieta esposa de alguien. Porque aquí nada es casual, así lo iremos viendo a lo largo de la historia que nos relata Aguilar con una sorprendente mirada, y que Loren Acuña construye en Matilde con esos ademanes y matices que confunden, un bellísimo personaje que evoluciona a tropezones, empujada por las circunstancias. Lo que vemos es un cine de acción, un desmadre que crece al calor de un policial que recuerda a los personajes salidos de los filmes de Danny Boyle. No son personajes de superproducción, son ellos, casuales enfrentando la locura de una aventura que los supera pero no los derrota. Y no solo es la acción, es la propuesta que hace con el marco general, adentrándonos en el gris mundo de la policía, ladrones y esa endémica corrupción que lo devora todo. Es Matilde la que muta a lo largo de la película, recreándose y asumiendo ese rol activo que saborea siendo ahora una fuerza que tiene la vida en sus manos, mostrado deliciosamente, una vez más, por la increíble performance que realiza Loren Acuña. Venganza, no solo por la pérdida personal, venganza por el sitio que tuvo que soportar como mujer, como Madraza de un comedor y testigo de la injusticia que el sistema, el hombre, cometen. Es de destacar el trabajo de ese triángulo de mujeres; con Acuña están Sofía Gala y Chunchuna Fillafañe. Ellas son como los estadios, las edades de la mujer y a la vez el disparador para libertar lo que son a pesar de lo que se espera que sean, además del alivio cómico que Matilde utiliza como motor impulsor. Es por ellas y para ellas, mujeres que encaran ese destino tanto impuesto como abrazado a un momento de su vida. Y nuestra protagonista está para reivindicarlas. Que un policía, destacado trabajo de Gustavo Garzón, se enamore de ella es como esa otra causalidad que hace picante la vida. Que se transforme y emerja esa mujer fatal que vemos es consecuencia de una historia narrada con brío, con algunos espasmos que pronto dejamos atrás. En definitiva, una película que hace su suerte a base de una buena historia, personajes que se pegan a uno haciéndonos padecer y alegrarnos de sus devenires. Una historia solvente que por más policial, acción y comedia no deja de lado la realidad que bien conocemos y compartimos. Porque no duda en meterse en las villas y no por eso dejar una caricatura de los personajes, al contrario, es comprensiva, es auténtica, tanto como la ficción lo permite. Es el primer filme de Hernán Aguilar, que también escribe, y sin embargo lo lleva a cabo con un empaque codiciado.
Si No Despierto: ¿Lo que ha de suceder, sucederá? “…Porque fue entonces cuando me di cuenta de que el tiempo no importa. Fue entonces cuando comprendí que hay momentos que duran para siempre. Aunque ya hayan pasado, siguen ahí; aunque mueras, esos momentos continúan suspendidos, girando, extendiéndose eternamente. En ellos cabe todo. En ellos reside el sentido…” Before I Fall – Lauren Oliver – Con guión de Maria Maggenti y que dirige Ry Russo-Young (cuyo último trabajo fue Nobody Walks, en 2012), la cinta está basada en la novela original de Lauren Oliver, una joven escritora estadounidense que tiene publicada la trilogía Delirium (de la que Fox realizó un piloto en 2014 con Emma Roberts y Billy Campbell y que no prosperó). En principio el 12 de febrero es sólo otro día en la acomodada vida de la joven Sam, pero resulta que va a ser el último. Intentando revivir su último día durante un tiempo, Sam intentará desentrañar el misterio alrededor de su muerte… y descubrir todo lo que está en peligro de perder. Historia que nos recordará desde el comienzo al clásico fantástico “Hechizo del Tiempo” (Groundhog Day – 1993) en cuanto a la base del relato; esa constante repetición de un día en la vida del personaje, que por sí mismo deberá descubrir cuál es el fin de ese extraño encantamiento. Solo hasta ahí, porque si Bill Murray lo encaraba con un delirante paso de comedia, aquí, en Before I Fall, se hace con un dejo de melancolía. Como una otoñal elegía al sentido de la vida, puesto en la piel de una adolescente. Una que Zoey Deutch, como Samantha, realiza con una exquisita performance. Una niña consentida y distante, popular y de un corazón que parece haberlo olvidado. Es un drama para jóvenes y adolescentes que logra dejar un mensaje sincero y sentido sobre nuestros actos, por cómo resolvemos los conflictos y de lo que somos capaces de realizar cuando entendemos que poseemos la oportunidad de enmendarlos. Allí dentro están ellos, los problemas que toda juventud padece, el bullying se apropia de populares y demases, pero hay algo interesante en todo ello; los que fueron víctimas se descubren hacedores, quienes son perseguidos fueron alguna vez amigos. Lejos de la fría división que crearon 13 Reasons Why (2017) aquí la historia es que la crueldad ha estado en nosotros desde que éramos los vilipendiados, más amargo aún, porque se ve que nada se aprende hasta que es demasiado tarde. Tema recurrente de la pantalla grande: esa chance de poder, con perspectiva, resolver lo que estropeamos al elegir en la intensidad del momento. Tal vez, porque todo está dicho, es cómo lo hacen lo interesante del film, que se sostiene a base de una cuidada producción, que eligió ese azul invierno como filtro, invierno de final y promesa de futura primavera. Michael Fimognari, en la dirección de fotografía, logra esa sensación que no abandona a los espectadores en ningún momento. Los pasillos de la secundaría, las calles, todo se inunda de un crepúsculo. Samantha lidiará con su destino en un repetido día, comprenderá que no es cómo lo termina, aunque sea de la manera más trágica, si no de qué manera llega a él. Todos saben cómo ha de terminar la vida, lo interesante es de qué forma llegaremos a ese final. En definitiva una historia que captará el interés de los adolescentes y jóvenes, pequeña, nostálgica pero no carente de emoción.
“Alien: Covenant” Si no fuera por David… “¿Qué importa el sitio donde yo resida, si soy siempre el mismo y el que debo ser […] vale más reinar en el infierno que servir en el cielo.” El Paraíso Perdido – John Milton La nueva entrega de la saga llega a las salas de cine. Lo iniciado por Ridley Scott y Dan O’Bannon en Alien (El octavo pasajero) en 1979 ha recorrido un largo periplo con sus consecuentes adaptaciones a los tiempos en que cada una convivió. De aquel intenso y oscuro terror, fue una bélica alegoría de esas guerras que supieron perder, drama carcelario y experimentos que desembocaron en el regreso de Scott con la Prometheus y la búsqueda de un nuevo inicio. Quizás cansados ya de tanto ir hacia adelante decidieron que era tiempo de investigar los orígenes. Unos que fascinaron a la audiencia, porque a partir de allí consiguieron establecer una nueva teoría lejos de la creacionista y la evolutiva. Una vez que los humanos comprobamos que no somos más que un accidente fortuito, fuimos capaces de ver más allá, de trascender nuestro centrismo y salir a buscar a los creadores, a los arquitectos, vaya con el término Francmasón, de todo este desmadre que llamamos vida. Vida que para esas alturas somos capaces de copiar, de también hacer surgir a partir de nuestra propia evolución de conocimientos. Ash, Bishop, Call, David, son ese siguiente paso que dimos y que nos dio el coraje de enfrentarnos a nuestro propio creador. Prometheus (2012) nos enfrentó, una vez más, a nuestra incapacidad de comprender y vencer al xenomorfo, también a la idea de que somos solo eso, un accidente biológico. La Covenant, una nave colonial, su misión la construcción de un nuevo espacio en que la humanidad prospere. Así lo establece la sinopsis oficial, pero la cinta arranca con una escena que encierra tanto sincretismo que abruma. Ese espacio blanco, enorme habitación que se abre a una imponente vista de verde salvaje, tiene como decoración un trono, un David, escultura en tamaño real de Miguel Ángel y un Piero della Francesca, un cuadro que muestra el nacimiento de Cristo. Es allí donde reside el sentido de todo el film, con una poderosa alegoría al momento de la criatura departiendo con su creador y viendo esta que no es un dios, que simplemente es un eslabón más de una larga cadena universal. Porque en esta entrega nos enfrentamos a la rebelión. Y es en David donde encontramos a aquel Lucifer que dio la espalda a su padre en búsqueda de su propia historia. “If you created me” David pregunta a Weyland, “Who created you?” Y es entonces cuando vamos a esa nave que surca el espacio y escuchan la llamada de auxilio a la que darán caza. Aquí la película puede que pierda siento encanto, puesto que es bastante rudimentaria casi diríamos pobre, en que son retratados los personajes y sus acciones, más allá de suspender la racionalidad en aras de disfrutar una cinta de ciencia ficción, es la improbable incompetencia, la falta de profesionalismo y el comportamiento por momentos errático de los personajes ante los sucesos lo que no evita pensar en cierta falta de ganas de retratar un universo creíble dentro de lo imaginado. Porque esos personajes parecen solo comparsas que iremos viendo morir sin la menor simpatía, aunque de maneras aterradoras y extravagantes. No es hasta que llegan a David que todo cambia y es ahí donde el film cobra vuelo, uno que se disfruta por la cantidad de lecturas que este ofrece. Esa ciudad que no es más que una catacumba en la que el droide medra en conocimiento, como un Lucifer en los abismos, en el silencio de su soledad experimenta su obra que se contrapone a su creador o su propio comando. Es Michael Fassbender y sus personajes, el corazón de la historia, no solo por su impecable performance, también por el juego que su criatura lleva a cabo. John Logan y Dante Harper, los guionistas, hacen de él la verdadera maravilla de la narración, porque si es un misterio su proceder, es completamente comprensible su accionar a los ojos de quienes atestiguamos su búsqueda. Es el tramo más interesante, cuando Walter, androide de la nave enfrenta a David, cuando cada uno intenta comprender al otro. “Eras tan humano que asustaba” le dirá Walter porque nuestra creación es a la vez creador de nuestra destrucción. Pero si continuamos con la historia esta vuelve a caer en ese espiral de acciones y reacciones obvias, pero que a pesar de ello tiene sus vistosas secuencias de terror gore, aunque lejos queda la oscuridad de sus inicios. En definitiva, un film que pudo ser mejor, seguramente, es una continuación digna de sus seguidores que no pierde el terror y la viscosa criatura, la persecución al límite y la acción en estado puro que no descansa.
Personal Shopper: Quieta espera y desespera. El extraño caso de Maureen y sus fantasmas. Es una cinta de Assayas y con eso uno se enfrenta a algo totalmente distinto. Ya de por si su filmografía está plagadas de lugares diferentes, como un plano picado de criaturas brumosas que deambulan sus cintas repletos de subtextos y livianos como como esos fantasmas que retrata. Ella recorre la vida con la finalidad de oír a sus muertos pero imbuida en la bulliciosa modernidad. Maureen, una joven estadounidense en París, se hace cargo del guardarropa de una celebridad. Aunque no le gusta su trabajo, es lo único que encontró para su pagar su estancia mientras espera una manifestación del espíritu de Lewis, su hermano gemelo desaparecido hace poco y que como ella es médium. Es cuando comienza entonces a recibir en su móvil extraños mensajes anónimos. Fantasmas, acechadores y la existencia que se paga con desagrado; es en definitiva la vida de esta joven que no comprende que despertar ese otro lugar es abandonar la zona de confort y enfrentar el límite. Olivier Assayas, de manera sutil y pausada, pero con ritmo, empuja a sus personajes a esos sitios y el relato se ve cómo a través, como un reflejo distorsionado de la realidad cotidiana. Una realidad que está poblada de sucesos como si de géneros se tratara, el film de terror se entrecruza con la frivolidad de las estrellas y su mundo, como si mezclara It Follows (2014) con The Bling Ring (2013) y si damos ejemplos es quizás porque no terminamos de comprender que tal vez no perseguía una historia lineal, más bien narrar esa sensación que poseen los personajes. Ese déjà vu con el que conviven con un pie en cada mundo que nos circunda; el terreno y superfluo y el denso metafísico. Quizás ya rozando el final de la cinta uno mismo sienta que todo ha sido un anhelo más que una aventura, como si de repente comprendiéramos que no vimos lo que ellos viven, si no que lo que perciben como vivencias y que el mismo director con ese apagón final juegue al epílogo shakesperiano que reza, Si esta ilusión ha ofendido, /pensad, para corregirlo, /que dormíais mientras salían /todas estas fantasías.
La Morgue: Quien hurga en la muerte… (…) “Paso a paso nos fuimos acostumbrando a un horror inmenso y terrible”. El hombre en busca de sentido (1946) Viktor Frankl. En su momento supo jugar muy bien con un género como el found footage, que ya parecía agotado cuando nos trajo Trolljegeren (Trollhunter) en 2010, sabia y correcta fantasía que con poco presupuesto presentaba una desternillante e híbrida fantasía. Aunque desde entonces no supimos más de él, excepto por el corto que se ve en su bio de IMDB. Pues bien André Øvredal regresa con esta nueva cinta que parece mantener no solo el espíritu de su búsqueda, si no que asienta las expectativas que tenemos de su cine. Ian B. Goldberg (Krypton – 2017 de SyFy) y Richard Naing son quienes pergeñaron esta historia, que podría tildarse de mínima pero que encierra todo un universo del género de terror fantástico. Modesta pero en ningún momento mezquina. La cámara rota, vuelve de a poco a su posición y de tener la tierra sobre la cabeza, observamos un cielo de otoño y una casa blanca de suburbio que cobija una masacre. No todo lo que está bien por fuera lo estará por dentro. No todo será la fantasía de un desquiciado o la codicia de la oscuridad por nuevas presas. Es una corrompida amalgama de ambos. Øvredal nos presenta una historia que se divide en dos en más de un aspecto. Porque al comienzo si tenemos un thriller de misterio para desenmascarar al asesino a través de la autopsia del cuerpo de la joven, tenemos también la historia de una familia destruida por la muerte inesperada, la fría razón se cierne sobre la metálica mesa, como la inexperiencia de la juventud que trabaja con la muerte pero no la entiende como hecho, si nó como un conjunto de fuerzas que actúan en ella. El forense en un hombre curtido y práctico, solitario y templado. Él conduce esta autopsia ayudado por su hijo, joven e intuitivo, en que todavía la impresión no ha desaparecido del todo. Hay vida en él, una que no pertenece a ese espacio laberíntico y subterráneo. Decíamos que divide en dos y lo hace, comienza con el misterio de descubrir para trocar en el golpe que es saber la verdad. Porque aquí no habrá una razonable explicación, solo el caos de una verdad que sobrepasa el entendimiento humano. Sutil, a su ritmo y cargado de alegorías, el filme se desarrolla y da al espectador un terror pausado y pensado. Como embalsamadores de Thot harán sus hechizos en esa laberíntica morgue, tendrán los avisos de en donde se están metiendo y con quién están jugando. Es cruel y para nada aleccionadora, solo cruel y hasta injusta. Tanto el director como los guionistas se valen de un espacio pequeño para elaborar una historia cargada de tramas, han sabido condensar con un estricto desarrollo del misterio haciendo que el gore del despedazamiento del cuerpo sea solo una porción del verdadero terror a el que nos enfrenta. Inteligente y práctica, es un film chico que hace lo suyo con soltura, creando el terror a base de construcción de situaciones y desarrollo de personajes. Una excelente aventura, una verdadera casa de horrores.
Nunca digas su nombre… En serio, nunca. Llega a los cines la cinta de terror que de acuerdo a Robert Damon Schneck escritor de The President’s Vampire fue una historia real ocurrida en Wisconsin. El libro es un no ficción publicado en 2005 en el que el autor reúne todo tipo de historias sobre aparecidos, fantasmas monstruos y asesinos que pueblan y poblaron las tierras norteamericanas. La historia que nos compete, relatada en el capítulo “The Bridge to Body Island” y que se supone tocaría de cerca al autor, ya que un amigo habría pasado por ese trance. ¿Cual? Hay un maldecido que regresa, uno que no puede cerrar su circulo de odio hacia quienes lo humillaron, los que hicieron de él ese monstruo, uno que no te atreverás a nombrar, porque los estás llamando. Historia que se repite en muchas variantes en la rica cultura legendaria de Estados Unidos. El conocido bogeyman que ya hemos visto en la interesante Sinister y Under the Bed del 2012, el boggart de la saga Harry Potter, su pariente anglosajón de raíces celtas. Pues bien, la productora adquirió los derechos en 2014 y le encargó a Jonathan Penner, actor devenido en escritor que adaptara esta inmortal leyenda y Stacy Title (cuyo último proyecto fue Snoop Dogg’s Hood of Horror – 2006, una especie de Creepshow) se le encargó de su dirección. La historia comienza con un recuerdo de la última vez en que este ser hizo de las suyas en la ciudad, una manera de asentar las bases de lo que vendrá. En la actualidad tres estudiantes universitarios se mudan a una vieja casa fuera del campus, en donde sin querer, liberan un ente sobrenatural que persigue a quien descubre su nombre. Intentarán mantener su existencia en secreto para alejar al resto de una muerte segura. Luego de todo esto, entendemos que el film tiene un interesante gancho, aunque la realidad es que fue totalmente desaprovechada en búsqueda de un golpe de efecto. La irrupción de lo fantástico en un marco puramente razonable es un interesante relato, en sí mismo, del cine de terror actual. Varios han sido los títulos que se centraron en la idea del rompimiento de la realidad para exacerbar el comportamiento humano, porque en definitiva el terror seguimos siendo nosotros. It Follows (2014), logra de manera contundente desbaratar las zonas de confort con la que sostenemos nuestra vida, hurgando en los sitios que creemos protegidos, en los que sentimos que podemos manipular, sin consecuencias, nuestras vidas. Es por eso que la criatura que se inmiscuye es a priori un elemento que desata nuestro pánico, suspende de manera brutal la lógica sumergiéndonos en lo fantástico, lo impensado y por lo tanto lo que no podemos manejar. El Horla (Guy de Maupassant – 1886) creaba en el protagonista de la historia ese terror, uno que por su inexplicable existencia lo sumía en una espiral de locura insalvable. Ideas que el autor del relato original, de Nunca Digas su Nombre, domina con cierta elegancia, pero que en este film se pierde en ese sitio en que se prioriza más el asustar que aterrorizar. Cae inexorablemente en los consabidos clichés de este género, que sumado a uno actores poco dúctiles y personajes endebles hacen el film un compendio de lugares comunes. Tampoco ayuda la sobreabundancia de explicaciones que destrozan el misterio dejando demasiado expuesto el nervio del terror a combatir, cuando fue justamente lo espantoso de lo inaccesible lo que atrapa en la historia. En fin, no hay novedades en esta cinta solo la idea, fijada a golpes y sustos, de pasar un buen momento sin lograr destacarse.
La bella y la bestia: Y también las atracciones de un lujoso cabaret. Es el día. La esperada adaptación del clásico que estrenara Disney hace ya 26 años, obteniendo el honor de ser nominada a mejor película en 1991 (aún no existía la categoría Mejor Animación) y que fuera parte del llamado “Renacimiento de Disney”, llega a las carteleras. Estamos ante un nuevo periodo de la casa del ratón, donde se desarrolla una re-imaginación de su inverso animado en películas live action, iniciada allá lejos y hace tiempo con 101 Dálmatas en 1996 y su secuela, y seguida con otras piezas clásicas como Alicia en el país de las maravillas (2010), la historia jamás contada en Maléfica (2014), La Cenicienta (2015), todas ellas con diestros amanuenses como Tim Burton, Kenneth Branagh, Jon Favreau y el ascendente David Lowery, que también se encargará de traer a Peter Pan a la tierra del live action. Pues bien, ahora es el turno del clásico basado en la historia original de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, con guión de Stephen Chbosky (quien llevó al cine el musical Rent– 2005) y Evan Spiliotopoulo (con varios trabajos menores para Disney, además del Hércules– 2014 con Dwayne Johnson en su papel protagónico) y con la dirección de Bill Condon, quien posee un variado trabajo filmográfico entre los que se encuentran la recomendable Dreamgirls (2006), The Twilight Saga: Breaking Dawn – Parte 1 y 2 y la hermosa Mr. Holmes en 2015, que nos obsequiara con Ian McKellen como protagonista. La historia básicamente es la misma que se conociera en su versión animada; una hermosa joven llamada Bella acepta alojarse en un castillo con una bestia a cambio de la libertad de su padre. La bestia es, en realidad, un príncipe hechizado. Para romper el hechizo, deberá ganarse el amor de una preciosa dama antes de que caiga el último pétalo de una rosa encantada. Hasta allí parece poco necesaria esta nueva adaptación si no fuera por el contexto que crearon a los eventos que narraran en la animación, y lo que al principio es una verdadera fiesta, pronto se transforma en un canto elegíaco a la nostalgia de un universo que supieron cultivar hace tiempo, casi legendario, en que en las princesas eran jovencitas en busca de su destino a pesar de. Que se entienda, desde el comienzo amamos las animaciones de la casa, en especial aquellas que buscaron hacer la diferencia como Pocahontas (1995), pero que no resignaban el ser algo conciliadoras y en definitiva y tras tantos avatares no dejaban de expresar cierta conformidad con la existencia que alcanzaban. Ellas siendo rescatadas por ellos de esa vida y, por sobre todo, amadas. La sed de aventuras era automáticamente saciada cuando encontraban al príncipe y con ellos se casaban y vivían felices. Con todo eso, en Bella buscaron una joven moderna, una que enfrenta su destino ominoso e incierto, además de ser la única que rechaza la mano del héroe del pueblo, Gastón. Personaje fascinante si los hay en la larga lista de villanos de la casa Disney. Pero en fin, continuemos. Con la apertura, que reconoceríamos en cualquier parte, nos adentramos a esta nueva versión ya dejando detrás todo lo sabido. Sumergirnos es también un voto de confianza que realizamos puesto que esperamos nos sorprenda. Con esa apertura, mucho más extensa, tenemos la presentación de algunos de los personajes principales, y entre ellos el tan mentado primer personaje gay de la historia de este conservador Disney. Y voy a disentir desde aquí sobre cómo es tratado y retratado este LeFou, interpretado por Josh Gad, ya que el mismo deja de ser un segundón tribunero del malvado Gastón para convertirse en un enamorado secreto que lo sigue con la ceguera de lo imposible y bello. Una suerte de amigo gay enamorado del bonito, que guarda ese secreto con celo y por eso será su máximo defensor. Algo básico, por solo comenzar, es LeFou, que tiene todos los estereotipos de esta visión homosexual y no solo en lo amanerado, ya que también caerá en la típica referencia histérica de que al ser rechazado, y solo ahí, descubrirá el verdadero mal que el galán sustenta. Es él quien puede detener el incipiente mal carácter de Gastón, algo ridículo si este personaje es el villano de turno y que para hacerlo recurre a recuerdos de violencia y guerra. Porque este personaje al que da rostro Luke Evans con una excelente performance, parece algo a la deriva y con poco lustre. Es bello y fuerte, un narcisista y psicópata que quiere o cree que tiene el derecho de casarse con Belle, considerada la rareza del pueblo y la más bella, por cierto; pero en su búsqueda de realizar semejante objetivo no muestra la misma malévola planificación que su alter animado. Él es todo lo que un bonito y musculoso puede tener de estúpido según las convenciones ya largamente conocidas, si seguimos hablando de estereotipos, pero que en la animación mostraba una resolución implacable en su cometido, siendo capaz de cualquier cosa por obtener su deseado premio. Aquí no pasa de un agraciado y dotado capitán que obrará a veces sin ningún sentido. Ya verán la escena del bosque con el padre de Belle y su final y se preguntarán hacia dónde conducía eso. Gastón nunca haría algo que estropeara su fama de héroe del pueblo solo por un arrebato, sin embargo lo hace y sin finalidad, ni siquiera en la continuidad del relato. Básicamente este dúo fue creado para ser la contrapartida de los buenos de la historia, pero sus caracteres redundantes los hacen ver forzados y más de una vez innecesarios, aunque es de destacar el trabajo actoral de Luke Evans y el esfuerzo que hace Josh Gad por darle carisma a LeFou. Comentaba mi compañera @_DaniSalinas en su reseña del film el carisma puesto por Emma Watson en su interpretación de Belle y de cómo por momentos se antojaba algo acartonada, de lo cual nos hacemos eco, puesto que sabemos que la joven es una solvente actriz y que realiza una encomiable actuación, más aún proviniendo de un personaje creado con ciertos matices bastante lejanos a sus convicciones. Ya se ha hablado, y ella lo ha hecho mucho, sobre cómo intentó dotar al personaje de su pensamiento feminista. Pero también hay que admitir que los guionistas quisieron darle tanto vuelo en sus atributos a Belle que parece más una enciclopedia que no terminan de definir. Momentos como su inventiva, la escena del lavado de ropa, en que enfrenta al ignorante vulgo con su versión dieciochesca de un lavarropas, hacen del personaje un compendio de virtudes que no suman en absoluto a la historia, nunca más usa su ingenio en la trama. Ni que hablar de su pasado, el que ignora y que el padre no aclara, sino que no hace más que acrecentar confusión en la narración. Y si de pasados hablamos, es la infancia del príncipe la que más ruido produce, porque en ella se intenta exculparlo de su odioso egoísmo. Ese mismo egoísta y narcisista comportamiento que lo lleva a la maldición, quitándole a ésta el peso que se merece. Los personajes tienen un contexto, el film no se sostendría entonces, ni tampoco su finalidad, de eso no hay queja alguna, de hecho se agradece que los doten de una historia que enriquezca el conjunto, pero que se utilice esto para quitar culpas es tan absurdo como la Maléfica que destrozaron Linda Woolverton, Paul Dini y John Lee Hancock con su relectura del personaje. Detalles, detalles y más detalles se podrían escarbar; algunos quizás hacen más ruido que otros, como los antes mencionados en cuanto a los personajes y ciertos pasajes, pero tenemos que admitir que a pesar de esto, Bill Condon, hace un acercamiento extraordinario al imaginario universo animado que creara Disney, que ayudado por una preciosa banda de sonido y nuevas canciones del oscarizado Alan Menkel, logran en su conjunto una excelente película que disfrutarán sin problemas, a menos que sean unos quisquillosos como este humilde reseñador, que esperó un poco más de quienes lograron ese magnífico The Jungle Book en 2016 con Justin Marks en las letras y Jon Favreau en la dirección. Merecen un apartado Tobias A. Schliessler con su fotografía y Sarah Greenwood con el esplendoroso diseño de producción, que junto con el diseño de vestuario de Jacqueline Durran logran una excelente y minuciosa puesta del siglo de las luces que tanto fascina. La aparición de la diva Audra McDonald y su inconfundible voz, como lo es también la de Emma Thompson, que aunque sea una tetera la mayor parte del tiempo es una digna heredera de la señora Potts original (Angela Lansbury), Ewan McGregor, Ian McKellen, Stanley Tucci y Gugu Mbatha-Raw hacen lo suyo con arte y acento, casi tan perfectos que uno recuerda las voces originales de la animación, arte por lo demás característico de la filmografía de Disney. En conjunto es un buen film que divierte pero que carece de originalidad, y lo que quisieron imprimirle no resulta del todo ameno. Eso crea cierto desencanto, puesto que queda entre lo hacemos exactamente igual o completamente original, un gris que le resta y lo vuelve un film más de tantas remakes.