Derechos, amor y poder, en voz femenina. Dos historias se mezclan en este film de Laura Maña, actriz y directora. Como actriz, participó entre otras en Rosamanta, Nowhere, La teta y la luna; como directora, sus trabajos más recientes son La vida empieza hoy y Morir en San Hilario. En Ni Dios, ni patrón, ni marido nos muestra una época en la que mujeres y hombres no tenían los mismos derechos; los patrones eran tan explotadores como ricos –la brecha con los obreros era enorme- y los trabajadores debían soportar todo tipo de presiones. Virginia Bolten –interpretada por Eugenia Tobal- se rehúsa a seguir el modelo impuesto por la sociedad; es rebelde, anarquista y con una personalidad fuerte y fuera de lo común. Encuentra en Buenos Aires el lugar ideal para llevar adelante su militancia, cuando a través de su amiga Matilde –Laura Novoa- se entera del injusto despido que sufre una obrera de la fábrica de hilados en la que aquella trabaja, y que pertenece a uno de los hombres más ricos de la ciudad –Jorge Marrale-. A partir de allí se entrelazan personajes y vidas; Bolten forma un grupo de mujeres que buscan lo mismo que ella. Hay entre las voluntarias desde obreras, amas de casa y hasta una encumbrada cantante lírica. El film es una mezcla de historia de amor con lucha de poderes; ideologías encontradas y un trasfondo político oscuro. Es el retrato de una parte de la historia argentina de fines de 1800. El relato se concentra en mostrar la pasión de aquellas mujeres que debieron enfrentar a hombres manipuladores y duros obstáculos. Con un elenco de lujo, se destacan Esther Goris –que además participó en el guión-; Marrale, en un papel terrible en el que es difícil imaginar pero que lleva adelante como solo un actor con su experiencia puede hacerlo. Lo mismo pasa con Fanego, cuya interpretación convence al punto de que desde el inicio compone a un personaje fácilmente detestable. Hay recursos cinematográficos que potencian las cualidades de los personajes más fuertes, como algunos planos y ángulos. Por otro lado, las tomas de Marrale con sus empleadas “preferidas” son ejemplo del poder absoluto al que las mujeres eran sometidas. La iluminación de las escenas –como también la oscuridad en varias de ellas- acentúa algunos rasgos de un ambiente hostil y opresivo. La debilidad de Ni Dios, ni patrón, ni marido está en la trama, que al principio está enfocada en los ideales de Bolten y en cómo los lleva adelante, para luego volcarse más hacia la historia de amor y engaños entre los personajes de Goris, Furriel y Fanego. El guion no es lo suficientemente fuerte como para que una de las dos historias prevalezca o como para que cada una alimente suficientemente a la otra y se hagan indispensables entre sí a favor de lo que el film pretende contar. Más bien parece necesaria la parte amorosa para sostener una película en donde además se quiere resaltar la faceta anarquista y feminista de uno de los personajes, sin que este último tenga el suficiente peso como para ser el tema principal.
Erin (Barrimore) y Garret (Long) se conocen, pasan tiempo juntos y de a poco van enamorándose. Pero saben que su historia tiene fecha de vencimiento porque Erin debe volver a San Francisco, su ciudad natal a terminar sus estudios, justo en el lado opuesto del mapa. Ambos saben cómo son las cosas y deciden tomárselo con calma; pero no cuentan con que lo que sienten uno por el otro irá creciendo y que las cosas se complicarán. Amor a distancia es una típica comedia romántica norteamericana, en la que los personajes se enamoran, deben separarse, van y vienen hasta que deben tomar una determinación. Sin mucha originalidad pero con algunos atisbos de humor, la historia de Erin, una estudiante de periodismo con futuro y Garret, quien trabaja en una compañía discográfica en Nueva York, logra atrapar por momentos aunque las situaciones sean esperables. Con varios aviones de por medio que los llevan a cada uno a la ciudad del otro, ambos se dan cuenta de que es muy difícil mantener una relación seria viviendo en los extremos opuestos de un enorme país. Por ello, hacen todo lo que esté a su alcance para mantenerse juntos, superando crisis, celos y tentaciones. Con lugares comunes, buena música, sin actuaciones destacables y con una trama bastante simple, la historia (primera ficción de la documentalista Nanette Burstein) logra mantener la atención con escenas que ponen toques de humor, en las que intervienen la hermana de la protagonista (Applegate), una mujer casada y superprotectora, y los amigos del novio (interpretados por Sudeikis y Meester).
Por amor al arte Un pueblo, un hombre, una cámara, una historia. El ambulante es el documental que rescata de la ignorancia y revaloriza el trabajo que Daniel Burmeister realiza desde hace años por los pueblos del interior. En su auto, viejísimo y casi deshecho, el hombre lleva a los habitantes de los lugares más recónditos ilusiones y la posibilidad de participar de una actividad a la que, de otra manera, no tendrían acceso: ser parte de una película. En una historia que empieza con la llegada de Burmeister a través de una ruta polvorienta y termina cuando éste se va, El Ambulante recoge su experiencia en Benjamín Gould, un pueblo situado a más de trescientos kilómetros de la ciudad de Córdoba. El hombre, aficionado del cine artesanal, tiene historias escritas por él mismo que lleva adelante en un trabajo de alrededor de un mes, a cambio de casa y comida. Con mucha sencillez, este es un film adentro de otro; es el trabajo de Daniel hecho película. Para concretar el proyecto participan todos los habitantes del lugar, desde niños hasta los más ancianos. La oportunidad que estos films brindan a los pobladores va mucho más allá de ser actores por unos días; como ellos mismos cuentan al final de la historia, los preparativos y la filmación en sí les permiten interactuar y conocerse más entre ellos, despierta el sentido de la comunidad, provoca encuentros y los enriquece como personas. En lugares en donde el cine no existe, el hecho de vivir en carne propia un rodaje permite a los pobladores tomar contacto con esta actividad, ser parte de él y del proceso que conlleva. Así, los mismos actores son maquilladores, sonidistas, camarógrafos. Con un relato muy simple pero a la vez profundo que provoca cercanía, De la Serna, Marcheggiano y Yurcovich construyen un emotivo retrato del interior argentino, poniendo de relieve la simpleza, naturalidad y calidez de lugares que, de otro modo, pasan
Una pared, dos mundos. Una pared puede significar más que la división de dos propiedades. Dos mundos diferentes; dos miradas de la vida, distintas maneras de encarar las cosas; dos personas opuestas entre sí unidas y a la vez enfrentadas por el mismo muro. El encierro de uno y la amplitud del otro, que arquitectónicamente son explícitos, contrastan con la apertura y el encierro de sus mentes y corazones. Abrir un agujero en esa pared tendrá consecuencias impensadas. El increíble actor y dramaturgo Rafael Spregelburd encarna a Leonardo, un joven y talentosísimo diseñador de muebles que vive en el lujo y la comodidad de una casa exclusiva, amplia, cuyos enormes ventanales le permiten tener una vista incomparable. Al lado está Víctor, un vendedor de autos usados cuyos modales no se parecen en nada a los de Leonardo. Daniel Aráoz (con amplia trayectoria en teatro, cine y televisión) interpreta de manera brillante a Víctor, un hombre bastante vulgar, poco educado pero directo, que sabe lo que quiere y no parará hasta conseguirlo. Lo único que tienen en común es una pared en la que Víctor quiere hacer una ventana para poder tener un poco más de luz. Ya en los primeros mazazos la vida de Leonardo se altera; desde la relación con su mujer hasta su trabajo. El film, ganador de múltiples festivales, es una mirada sarcástica y aguda sobre dos modos de vida diferentes. El foco del relato está puesto en las reacciones de los dos personajes principales y en cómo cada uno va modificando en parte al otro. Se trata de su evolución en relación con el entorno; de poner en evidencia las necesidades de cada uno y con ello sus sentimientos, pesares, miedos y sobre todo sus miserias. El egocentrismo absoluto de uno y la personalidad manipuladora del otro chocan y dan pie a un juego psicológico que los dejará en evidencia. Tanto las personificaciones como las escenografías juegan un papel más que importante en un film crudo, durísimo, pero que con mucha inteligencia utiliza el humor y el sarcasmo para pintar una situación que se convierte en límite. La banda sonora se destaca, matizando con profundidad en cada sonido y en cada silencio, las escenas. Los colores, aunque solamente al principio están expuestos –el blanco y el negro de las paredes- son fundamentales e invitan al juego de la interpretación. Lo que es blanco esconde lo oscuro, y lo negro pasa por todos los matices, terminando si no en blanco, en un gris muy claro. Con textos incisivos, los personajes van armándose y tejiendo una trama densa y oscura. El diálogo que Leonardo pretende mantener con su hija –que se convierte en monólogo- es la expresión de una personalidad tan encerrada en sí misma que no permite establecer relación ni siquiera con su propia sangre.
Hermosa historia sobre la vida misma. Los encantos y desencantos que implica la vida pueden acarrear decisiones determinantes. Una niña de once años, la portera de su edificio y el nuevo vecino japonés se encuentran y van entrelazando sus historias. En el medio, lo habitual va tomando otros colores y transformando a cada uno de los personajes. Lo que aparenta ser de una manera tiene un lado oculto, pero se manifestará solamente para aquellos que quieran descubrirlo. Paloma es inteligente, curiosa y mucho más madura de lo esperable para una niña de su edad. Pertenece a una familia de ricos; materialmente no le falta nada, pero tiene otras carencias. Con una madre depresiva, un padre casi ausente y una hermana mayor que la ignora, siente que su realidad no la satisface. Está decidida a suicidarse el día de su cumpleaños, no sin antes dejar testimonios del por qué de su resolución en una cámara de video en la que graba el día a día de quienes la rodean. Mientras hace la cuenta regresiva de lo que le queda de vida, va plasmando en papel lo que pasa por su interior. Algunos de sus dibujos cobran vida, otorgando un sentido más poético y profundo a la visión de la jovencita. La pequeña actriz (Garance le Guillermic) se desenvuelve con una soltura tan natural que logra dejar al desnudo todas las sensaciones de su personaje. Renée, la portera (interpretada maravillosamente por Josiane Balasko) es el personaje más gris de la historia. Dura y áspera por fuera (como la cubierta del erizo), esconde tras esa máscara a una mujer delicada, fina y sensible. Convencida de que debe cuidar el modelo esperable de “portera” para no perder su trabajo, mantiene distancia con los que están a su alrededor y esconde sus exquisitos gustos y hábitos. De a poco, va abriendo sus puertas a Paloma y al nuevo vecino, el señor Kakuro Ozu. Kakuro (Togo Igawa) es también un hombre sensible, y es quien descubre en sus nuevas amigas lo que cada una de ellas lleva adentro. Tranquilo, observador y con un ritmo propio las revaloriza y provoca en la mujer y la niña la posibilidad de manifestarse y tomar conciencia de ellas mismas. El relato, ópera prima de la directora y guionista, se construye a través de los ojos de estos tres personajes, que van cambiando y madurando a medida que avanza el film. Los hechos que se presentan modifican sustancialmente la percepción que cada uno de estos seres tenía del otro y el sentido de la vida se resignifica para cada uno de ellos. La banda sonora acompaña los momentos de cada uno de los personajes, marcando además su personalidad y sus cambios. El encanto del erizo (basado en el best seller La elegancia del erizo, de Muriel Barbery) tiene crítica social, pero además habla de las relaciones, de la importancia de los detalles, de la vida y su significado y de la muerte. Es una historia contada con mucha simpleza pero a la vez es aguda, intensa y fuerte; moviliza y hasta perturba.
Hombres y mujeres que viven como perdidos en el tiempo, los miembros de la comunidad menonita en México buscan estar en paz, tanto con el exterior como con ellos mismos, aunque esto último parezca a veces inalcanzable. Con rigurosas normas que acatan sin discutir, los miembros de esta comunidad llevan una vida inusual. Pero Johan, quien está casado y tiene una familia numerosa, se aparta de estas reglas casi sin querer cuando se enamora de otra mujer. A partir de entonces entrará en conflicto con él mismo. Luz Silenciosa es una historia de luchas interiores; la que se debate en el corazón de Johan (interpretado por Cornelio Wall); la que lleva adelante su mujer Esther (Miriam Toews), porque sabe del amorío de su marido y aunque se siente atormentada no es capaz de hacer nada; y también la de Marianne (Maria Pankratz), en su afán por estar con el hombre que no le pertenece. Y todas estas luchas tienen su origen en la arraigada convicción religiosa de los involucrados, que no les permite tomar decisiones que los lleven por caminos diferentes. Reygadas, quien en su haber cuenta con Japón y Batalla en el cielo, tiene un estilo muy singular y en este film puede verse claramente: sus temas son las emociones, los sentimientos, tabúes, sexo. Le son propias además las tomas largas y el ritmo pausado, lenguaje que en este film cobran particular sentido; el relato no puede transcurrir de otra manera. Con escasos diálogos, mucho sonido ambiente y poniendo el acento en la belleza de las imágenes y la psicología de los personajes, la historia se desarrolla dejando al desnudo el alma de los protagonistas, que son interpretados por no actores. Almas puras como los paisajes que los rodean; corazones que aman y que sufren hasta morir, literalmente. Seres transparentes, simples, naturales, espontáneos. Rodeados por un ensordecedor silencio, en su sencillez, la comunicación entre ellos se hace difícil y esto los afecta aún más. Estéticamente impecable, la simpleza de los personajes se hace más visible en la profundidad del relato y su temática. Luz silenciosa es una visión tierna y sensible de una sociedad tan lejana como diferente.
Un relato pobre de un hombre que se queda sin nada. Entrado en la mayoría de edad y con graves problemas económicos, Ben debe enfrentarse a una realidad que no quiere aceptar. Sabe que solo no puede salir adelante, por lo que enamora a la hija de un hombre influyente en el negocio de la venta de autos, actividad en la que se destacó tiempo atrás. Pero su inmadurez le juega una mala pasada y termina traicionando a la mujer que estaba dispuesta a ayudarlo, acostándose con su propia hija. A partir de allí el personaje que interpreta el reconocido Michael Douglas vivirá una serie de situaciones que deberían obligarlo a replantearse su modo de vida. Una historia que podría profundizar en la psicología del personaje principal y detenerse en la crisis que sufre el hombre que conoció la riqueza y el éxito (tanto con las mujeres como con los negocios) se queda en la superficialidad de las desventuras de un personaje cincuentón que no sabe cómo tomar las riendas de su vida. Sin esfuerzo sabe caer simpático desde el principio y logra así mezclarse en fiestas y reuniones de estudiantes universitarios, en donde aprovecha para intentar seducir a las jóvenes que tanto le atraen. Pero es inescrupuloso y la edad le juega en contra, por lo que el ambiente se convierte en hostil para él. Sin embargo, el hombre no asume que ya no está para enamorar a mujeres veinte años menores que él, que debe cuidar de su salud y sobre todo, que tiene roles –de esposo, padre y abuelo- que cumplir. El film narra una tras otra las andanzas de Ben y los esfuerzos que su ex esposa (Susan Sarandon) y su hija Susan (Jenna Fischer) hacen para que supere sus problemas (tanto económicos como emocionales y de salud), aunque sin resultados. El personaje que interpreta Douglas parece no tener límites ni códigos; por momentos es gracioso, pero a la misma vez patético. Más interesado en el sexo que en él mismo, parece no querer entender que los suyos lo quieren y están dispuestos a aceptarlo. Una historia superficial en un relato demasiado básico. La oportunidad de indagar en la crisis masculina de quien envejece se pierde en tanta aventura caprichosa.
La minoría alza la voz. Un documental básicamente testimonial, enriquecido con fotos y algunas filmaciones caseras, habla sobre la discriminación que sufre la minoría de una comunidad que suele mostrarse como abierta a la pluralidad y la tolerancia, derechos fundamentales que a ellos mismos les son negados desde años inmemoriales en todo el mundo. Cuatro miembros de la comunidad judía se hacen cargo de su homosexualidad y deciden hacer frente a las cámaras y contar su experiencia. A través de sus relatos se van descubriendo las inflexibilidades y debilidades en el seno de un enorme grupo que desde siempre ha luchado, puertas afuera, por la igualdad y la diversidad. Los jóvenes que prestan su testimonio intentan, en un acto de valentía, sentirse nuevamente integrados a su grupo de pertenencia. Las historias de Gustavo, Daniel, Diego y Dan conmueven; entre ellas hay marginación desde la niñez, burlas que sufrieron por parte de sus pares, indiferencia, pérdidas a causa del HIV y hasta el suicidio de la madre de uno de ellos. Los relatos son frescos, naturales, y lejos de centrarse en sentimentalismo apasionado son sencillos pero fuertes. Otro entre otros muestra además las repercusiones que el sinceramiento de los protagonistas tuvo en el círculo íntimo de algunos de ellos. Los amigos y las familias que sufren e intentan salir adelante en algunos casos, o que se niegan a la verdad en otros. El film es un intento de echar luz sobre una realidad a la que es imposible escapar o hacer oídos sordos. No se trata solamente de asumir la homosexualidad en la comunidad judía, sino también de reconocer que quienes son objeto de discriminación también segregan. Si se asume esta verdad, seguramente se podrá mejorar la realidad de la colectividad toda.
Tan terrible como profunda. Reprimida tanto sexual como socialmente y obsesiva en su trabajo, María Teresa cumple a rajatablas la tarea que Biasutto, el jefe de preceptores, le encomendó. Si alguien rompe una regla, ella debe saberlo. Julieta Zylberbeg interpreta maravillosamente a una mujer cuya vida empieza y termina en la casa que comparte con su madre y abuela y en el Nacional Buenos Aires, en donde trabaja como preceptora. Inmersa en un sistema oscuro, siniestro y rígido, va transformándose en un personaje tan perverso como todo lo que la rodea. Con una mirada muy original y contextualizada en los últimos meses de la dictadura, Lerman –quien paradójicamente nació el 24 de marzo de 1976- centra la historia (basada en Ciencias Morales, la novela de Martín Kohan) en la perversión y el abuso de poder en lo que él mismo llama una “microcélula” de lo que pasaba en el país. El colegio Nacional Buenos Aires porta una fuerte tradición de educación liberal y erudita; de él salieron, como afirma el mismo Biasutto (una interpretación brillante de Osmar Nuñez) los padres de la patria. El punto de vista del film es la de una mujer de veintitrés años que vive totalmente ajena a la realidad política e ideológica que le son contemporáneas. Es una preceptora que no pertenece a la misma clase social de los estudiantes de la institución; sin embargo, esta situación no le impide tratarlos de manera impersonal. El personaje de María Teresa muta en el transcurso de la trama; la inocente y obsesivamente responsable trabajadora encuentra la manera de obtener el placer que la vida no le da. A través de las rendijas por las que espía surgen sus represiones y a la vez, su liberación. En sus persecuciones, todas intentos por cumplir con su deber y agradar a su superior, cae en una trampa de la que no puede salir sin una determinación radical. El jefe de preceptores encarna a un sistema que está a punto de caer, pero asimismo sostiene sus ideas a toda costa. Repite constantemente el discurso que lo sostiene en su puesto; es parte de la brutalidad que hay afuera –que no se ve, pero se trasluce- y traslada al colegio una guerra que ya está perdida. Biasutto es un personaje oscuro y siniestro desde el principio hasta el final –tremendo- de la historia. Es interesante el contraste entre planos cortos de la joven con los amplísimos que muestran el edificio del colegio, cuyas columnas, paredes y mármoles son símbolos de impenetrabilidad, rigidez, estabilidad. Los primeros dejan ver y sentir el encierro en la mente de la protagonista; los segundos en cambio, la muestran débil, pequeña, casi un elemento más del decorado. La exquisitez estética de La mirada invisible se enriquece además con los alumnos, que se confunden con el edificio mismo que los contiene, trasladándose así hacia ellos el sentido de la inflexibilidad y el autoritarismo absolutos. La originalidad del film se potencia por el tratamiento diferente de una época que es recurrente en el cine nacional. Si bien hay contextualización histórica (la película comienza con un título que explicita que lo que allí ocurre transcurre en marzo de 1982), las alusiones a lo que ocurría entonces están presentes todo el tiempo en el relato, pero sin mostrar ni hablar explícitamente de desaparecidos ni torturados; no hace falta. Con un ritmo pausado en su justa medida, La mirada invisible es una mirada diferente que vale la pena ser vista.
Catherine siente que la edad empieza a jugarle en contra y ya ni siquiera puede seducir a su propio esposo. Su autoestima desciende a pasos agigantados, contrariamente a lo que pasa con su vida profesional, en la que se desenvuelve segura y con pasos firmes. David, su marido, se deja absorber por una carrera que le insume tiempo y viajes, lo que hace más grande la distancia que va separándolo de su esposa. Entre ellos Chloe, una bellísima y delicada joven prostituta. Se genera así un triángulo que incluye pasión, drama, erotismo y un no tan incierto final. Julianne Moore (Las Horas, Lejos del Cielo, entre otras) interpreta magníficamente a Catherine, una ginecóloga en plena crisis que desconfía de la fidelidad de su esposo (no sin motivos) y está dispuesta a cualquier cosa para comprobar su hipótesis. Es una mujer fría y calculadora que vive (literalmente) en una caja de cristal. Su enorme casa circundada por inmensos ventanales de vidrio se ve vacía y poco cálida, tal como está su interior. Catherine mira hacia afuera a través de sus transparentes paredes; sin embargo, esta costumbre no deja que sus ojos distingan entre lo que realmente ocurre y lo que cree que pasa, presa de su pobre auto percepción. Chloe (Amanda Seyfred, protagonista de la reciente Cartas a Julieta) se siente sola y busca alguien que pueda entenderla y contenerla verdaderamente. Ambas mujeres se cruzan y entre ellas surge una relación que va cambiando a medida que avanza la historia. Lo que en un principio es negocio se convierte en obsesión para una y en pesadilla para la otra. Tanto que el lazo implica a toda la familia de Catherine, de la manera menos pensada. David, el esposo de Catherine y que personifica Liam Neeson (quien protagoniza La Lista de Schindler, Brigada A, Cinco Minutos de Gloria, entre muchas otras) es un hombre bastante maduro que no entiende lo que ocurre a su mujer y cae también en la desconfianza. Entre ambos la rutina y las presiones generaron una profunda incomunicación que ganó terreno, echando por tierra la pasión que los unía al principio. Por eso, y convencida de que David ya no siente lo mismo por ella, Catherine acude a los servicios de Chloe para que lo seduzca; así comprobaría que a su esposo le gustan más las mujeres jóvenes y por eso ya no repara en ella. Pero de a poco los relatos de la prostituta despiertan sentimientos y sensaciones que la doctora tenía olvidados. De pronto los tabúes que impedían a la mujer sentir y experimentar dan paso al deseo y erotismo. Moore se luce en una interpretación impecable en la que deja surgir desde adentro lo que se ve en sus expresiones, sus poses, gestos y se transmite incluso en su voz y hasta en su respiración. El trabajo de Neeson es destacable también; es un hombre que parece esconder su verdad todo el tiempo, pero sin embargo sus gestos demostrativos hacia la esposa son convincentes. Seyfred se luce en un papel que al principio parece transparente y hasta inocente; mas luego se transforma y deja traslucir a una mujer tan seductora como peligrosa. El film, cuya historia transcurre en la fría Toronto, es un drama que ahonda en la psicología de los personajes; la trama deja al descubierto los miedos a los que este matrimonio de muchos años debe enfrentar cuando la vida cotidiana asfixia y el tiempo deja sus marcas en el cuerpo.