¿Qué pasa con el material filmado cuando una película argentina queda inconclusa? Lo más probable es que quede olvidado, guardado para no ser visto nunca más. Gracias a una idea muy original de Leandro Listorti, algunos de esos planos y escenas que quedaron perdidas ahora son parte de un nuevo film, La película infinita. Listorti es especialista en archivo y trabaja en el Museo del Cine. Fue encontrando fragmentos de películas que no habían podido terminarse por distintos motivos y decidió juntarlos en un film que le da valor a la recuperación de estos materiales destinados al olvido. Los fragmentos pertenecen a películas de Mariano Llinás, Martín Rejtman, Mariano Pensotti y Nicolás Sarquis; algunas de las imágenes recuperadas están en color y otras en blanco y negro; son más cercanas o más lejanas en el tiempo; aparecen actores reconocidos de distintas generaciones como Pepe Soriano, Héctor Alterio y Ana Katz. El director encontró la forma de combinar todo en un solo film que genera curiosidad y fascinación. Si cada parte muestra algo concreto que se rodó y permite imaginar cómo hubiese sido la película para la que fue filmada, el montaje elegido le da un nuevo sentido en relación con las otras partes, dejando latente la posibilidad de otras combinaciones. La película es infinita porque encierra a otras que existen como una potencialidad.
El cine de género argentino viene creciendo en los últimos años con la aparición de películas que son promesas para el desarrollo de este tipo de cine a nivel local. Aterrados simboliza el cumplimiento de esas promesas. Demián Rugna se juega entero a provocar miedo y gana la apuesta, sin refugiarse en el chiste o el ridículo para esconder las dificultades de asustar al público (aunque hay destellos de humor negro y nada de solemnidad). No solo funcionan a la perfección las secuencias más sangrientas o terroríficas, con una puesta en escena sólida y efectos visuales logrados, sino también el suspenso que se mantiene durante todo el film, a fuerza de un guion muy bien construido, que maneja con astucia las revelaciones del caso. Acompaña un elenco a la altura de la propuesta, encabezado por Maxi Ghione, Norberto Gonzalo y Elvira Onetto. Siempre es mejor no contar demasiado de la trama de una película de terror. Basta con decir que algo extraño y terrible irrumpe en la vida cotidiana de un barrio del Gran Buenos Aires, cobrándose vidas y generando el interés de un grupo de investigadores de lo paranormal y un comisario a punto de retirarse. Hay que destacar también la agudeza del retrato de un suburbio de clase media. Los detalles le dan al film una particularidad cautivante. Esa familiaridad y el uso de miedos comunes como punto de partida para un horror extraordinario dotan a la película de una cualidad universal y contribuyen a que cumpla con su misión de entretener asustando.
Nada que perder es un producto audiovisual de propaganda de la Iglesia Universal del Reino de Dios, basada en las memorias de su fundador, Edir Macedo. El largometraje dirigido por Alexandre Avancini presenta a Macedo como un hombre que está dispuesto a todo con tal de "juntar almas" para Dios. El protagonista tiene algunos arrebatos negativos, pero pasan rápido. Se muestra su avance económico, pero siempre se deja claro que sólo lo mueve el espíritu de Dios. El cine no tiene nada que ver en todo esto, lo que importa es el mensaje evangelizador.El film, que se estrena doblado, concluye con una invitación del verdadero Macedo a rezar con él. Ni Hallmark se animó a tanto.
El cine coreano de terror ha dado en los últimos años muy buenos exponentes del género como Invasión zombie y En presencia del diablo. Ambas películas resultaban una novedad con respecto a los films de género provenientes de los Estados Unidos, que se estrenan casi cada semana en la Argentina y se parecen unos a otros (con excepciones). Mimic, no sigas las voces, en cambio, se ubica en esa medianía de las producciones de terror que estamos acostumbrados a ver. Hay un intento del guionista y director Jung Huh de otorgarle a esta historia una dimensión espiritual, al mismo tiempo que acumula lugares comunes del género, como la presencia de una niña con aire maléfico y una mujer ciega y sabia que conoce el origen del peligro. En este caso, el hecho de que la familia protagonista haya perdido a un hijo, que desapareció misteriosamente, se convierte en nada más que una justificación de los comportamientos poco lógicos en los que incurre la madre desesperada. Esto deviene en una invasión del melodrama, que alcanza al estilo de actuación y la estética del film. La combinación de géneros es una buena apuesta, pero aquí no está bien resuelta y tanto el terror como el melodrama salen perdiendo. Las secuencias finales, cuando la familia tiene que enfrentar al espíritu que imita las voces de sus seres queridos para atraerlos hacia él, son muy efectivas en cuanto a provocar sustos, pero ya es un poco tarde para sentirse atrapado por la película.
Verdad o reto no es apta para quienes no soportan el ridículo. La película de Jeff Wadlow ( Kick Ass 2) y protagonizada por Lucy Hale ( Pretty Little Liars) tiene una cualidad irresistible en una película de terror adolescente: es divertida. La historia, sobre un grupo de amigos de la universidad involucrados en un juego mortal de "verdad o consecuencia", recuerda a aquellas películas de los 90 que intentaban replicar el éxito de la excelente Scream. La mayoría no lo lograba pero algunas eran lo suficientemente entretenidas -más cercanas a la comedia que al terror verdadero-, ideales para adolescentes que van al cine en grupo. Verdad o reto entra en esa categoría, no se le puede pedir más.
La familia amenazada por un peligro extraño, en un contexto apocalíptico, es el disparador de diversas películas de terror. La singularidad y la capacidad de un film de estas características de sorprender al público recae en el tratamiento del suspenso y en la forma de retratar el drama humano detrás de esta situación particular. El miedo se intensifica cuando el espectador establece una conexión genuina con los personajes. Eso es lo que consigue John Krasinski en Un lugar en silencio. Además de personajes bien formados, el director construye una escalada de tensión que se torna insoportable (como debe ser, dadas las circunstancias que viven los protagonistas), a medida que la fuente del terror se hace más clara y peligrosa. Lee (Krasinski) y su esposa, Evelyn (Emily Blunt), intentan sobrevivir con sus tres hijos pequeños a una amenaza externa, que desde el principio del film queda claro que solo puede evadirse manteniendo el silencio. La hija del matrimonio, Regan (la fabulosa Millicent Simmonds), es sordomuda y toda la familia se comunica por lenguaje de señas. En una escena trágica e impactante, a pocos minutos de comenzar el film, se muestra por primera vez apenas un destello de las horribles criaturas que están terminando con la raza humana. Detrás de muchas de las mejores películas de terror hay una profunda tristeza y una angustia existencial, como sucede en ejemplos tan distintos como Venecia Rojo Shocking o La bruja. Krasinski no olvida esa base fundamental y trabaja sobre ella: en el film, la lucha por la supervivencia física tiene su correlato en la búsqueda de sanar aflicciones espirituales y lazos familiares lastimados. El trabajo actoral es excelente, a pesar de la dificultad de estar limitado a la gestualidad, ya que casi no hay diálogos en la película. Krasinski, que se hizo famoso utilizando sus gestos y miradas como herramienta de comedia enThe Office, está perfecto en un rol que casi siempre está en la misma nota, la obsesión con encontrar la forma de proteger a su familia. Su esposa en la vida real, Blunt, es una actriz con mayores recursos y se luce expresando con su cara y su cuerpo una amplia gama de emociones, convirtiendo a su personaje en ideal para la identificación emocional del espectador. Aunque el drama familiar es el alma de la película, Un lugar en silencio es un potente film de terror. El juego de ir descubriendo los horribles cuerpos de esos monstruos que acechan y la cuidadosa construcción de secuencias terroríficas mantienen al espectador en vilo.
La película de John Stevenson lleva a los personajes de Gnomeo y Julieta a Londres, y los hace participar en un misterio que los toca de cerca y que solo podrán resolver con la ayuda de Sherlock Gnomes, protector de los gnomos de la ciudad, y su compañero Watson. Con una trama de suspenso bastante sencilla y simpáticos toques de humor, Sherlock Gnomes es entretenida aunque algo esquemática. Las perfectas canciones de Elton John sacuden al espectador cuando lo que sucede en pantalla se vuelve un poco monótono y provocan una sonrisa inmediata (el músico es también productor de la película y hasta tiene un gnomo creado a su semejanza).
No es una novedad que Valeria Bertuccelli es una muy buena actriz, algo que ha quedado claro en películas tan diversas como Silvia Prieto y Un novio para mi mujer, entre muchas otras. Pero para demostrar las sutilezas y niveles que es capaz de manejar en una interpretación tuvo que escribir ella misma un personaje complejo y co-dirigir con Fabiana Tiscornia una película que le permitiera investigar el alcance de su talento. El personaje elegido es Robertina, una actriz exitosa, pero acosada por un miedo que parece ser la manifestación de una crisis en múltiples frentes: un divorcio en términos poco claros; una casa hermosa, pero demasiado grande para ella sola y cuya organización la desborda, y la preparación de un unipersonal que resulta evidente que no tiene muchas ganas de hacer. A esto se suma la noticia de la enfermedad de Lisandro (Diego Velázquez), un amigo muy querido, pero con el que está un poco distanciada, que la lleva a viajar a Dinamarca para pasar unos días con él. Todos los elementos de La reina del miedo están al servicio de las notables actuaciones, no solo de la protagonista sino de todo el elenco. En especial se destacan Diego Velázquez y Mercedes Scápola, quien comparte con Bertuccelli una escena fascinante, representación perfecta de la incomodidad en situaciones cotidianas, realista en su surrealismo. Esa escena es uno de los ejemplos del tono particular que maneja la película y que es un gran acierto, sobre todo por tratarse de una ópera prima. El film propone al espectador acompañar a su protagonista en una maraña de sentimientos encontrados y acciones confusas. Robertina dicta ese tono que va de la comicidad a la tragedia en un segundo; Bertuccelli encarna esos cambios bruscos con una facilidad llamativa. En el comienzo se trata con humor el pánico constante que la protagonista siente en su propia casa pero, a medida que avanza la historia, se muestra lo que hay detrás de eso. No se reduce al personaje a una "loca paranoica", un cliché para reírse, sino que se la desarrolla lo suficiente como para que se la vea como una persona completa con una riqueza de espíritu y un coraje aún por descubrir. Enfrentando su propia mortalidad, Lisandro alienta a Robertina a tomar una decisión, a correrse de la idea de que las cosas siempre tienen que fluir. El camino que hace la protagonista la lleva hacia esa decisión, a hacerse cargo de su vida. Bertuccelli decide terminar la historia ahí, con un final enigmático no apto para aquellos que piensan que el cine solo tiene que dar respuestas.
Esta comedia de Martín Desalvo retrata con humor las presiones sociales que sufre Eva, una mujer de 38 años que se separa de su pareja y aún no ha tenido un hijo. La confusión que generan en la protagonista esas presiones y sus propios deseos delimitan un terreno poco explorado por el cine argentino. Hay algunos elementos que conspiran contra sus buenas intenciones, como una relación romántica por lo menos problemática y personajes femeninos poco comprensivos. Sin embargo, el film resulta entretenido, en gran parte gracias al buen trabajo del elenco y especialmente el de su protagonista, Mora Recalde.
La ambición es un arma de doble filo también en el cine: se expande la creatividad, pero también puede desbordarse. Algo de eso sucede en el film de Gonzalo Calzada, una buena apuesta que no logra superar ciertos obstáculos. La idea de crear una trilogía de terror en una cinematografía en la que el género todavía está creciendo es muy atractiva, pero aquí la dedicación a la construcción de la mitología va en detrimento de la narración. La mezcla de tópicos de distintas vertientes del cine de terror resulta además en una acumulación barroca que no deja lugar para conectarse con lo que le sucede a la protagonista e interesarse por su historia.