ELOGIO DE LA IMPERFECCIÓN Vemos una persecución entre motos y automóviles en medio de la ciudad de Roma. Cuando la persecución llega a su fin descubrimos que debajo de la capucha se encuentra, nada mas y nada menos, que Justin Biever. Y, para terror, de las fans esta a punto de ser asesinado. A pesar que la estrella pop pide ayuda a Sting, este no se la otorga (¿justicia poética?), y Justin muere ridiculamente acribillado. Con el último aliento se saca una selfie haciendo una mirada de la autoría de Derek Zoolander. Esta es la primera secuencia de Zoolander 2, que comienza con mucho empuje (muy arriba diríamos en una jerga mas coloquial), entonces el desafío será mantener este nervio filmíco. Es cierto que hay baches narrativos o chistes no muy eficientes en la media del filme, pero hay que rescatar que el espíritu de la primera parte se mantiene allí, intacto. Lo mismo que pasa con la mirada Blue Steel de Derek Zoolander, está apagada, sin pasión, hasta que resurge de otra forma, y ofrece todo lo fans buscan. Si, es una película para sus fanáticos que quieren saber lo que paso con Hansel y sus orgías, con el hijo de Derek, y por supuesto, si va a volver el malvado Mugatu, el creador de la corbatas piano. También están los multiples cameos de famosos, parrafo aparte merece el personaje de Benedict Cumberbatch, All, un ser andrógino que llega al paroxismo de casarse consigo mismo. En este punto el género ya no importa, por mas que Derek y Hansel, confundidos, insistan en una definición genital (ambos en el universo del filme están demodé). Como comienza, termina, con toda la fuerza y mas identitaria que nunca. El microcosmos Zoolander 2 explota en una sucesión de gags dementes, imprevisibles y provocadores. ¿Acaso estas no son características del avant-garde?. Ambas Zoolanders trascienden esa crítica ingenua a la frivolidad del mundo mundo de la moda y de los famosos, porque flirtean con los limites del status quo. Por esto celebro sus imperfecciones y el factor simbólico que evidencia esta singular y divertida comedia dirigida por el gran Ben Stiller. Por María Paula Rios @_Live_in_Peace
Evocando a los orígenes del género se estrena Resurrección, un filme de terror gótico, ambientado en la Argentina de 1871, cuando la fiebre amarilla hace estragos, y la fe católica adopta ribetes sobrenaturales. En este ámbito oscuro y hastiado de muerte, los mitos del folklore y la creencia se licuan para hacer carne al mismo diablo y encontrar un motivo para mitigar tanta perdida. Instado por el llamado de Dios, a través de videncias y estigmas, el Padre Aparicio (Martin Slipak) decide irse de Córdoba a brindar su ayuda a los enfermos, donde se encuentra el peor foco, en Buenos Aires. En el camino pasa por su casa familiar para advertir si todo está en orden. Allí encontrará el caos, y a la enfermedad carcomiendo a cada uno de los empleados, incluyendo a su hermano. Su pequeña sobrina y su cuñada se encuentran encerradas en la capilla de la estancia, en un estado de cuasi locura, por temor al contagio. El único invulnerable es Quispe (Patricio Contreras), el hombre de confianza de la familia, quien cuida la casona. Traigo a colación la narrativa gótica porque en el filme, estética y argumentalmente, podemos encontrar sus características. Una ambientación romántica con paisajes sombríos y tenebrosos, con sótanos y tumbas, pasadizos secretos, una maldición familiar, y también los ecos de las voces fantasmales. Elementos sobrenaturales que conforman el imaginario, llevados a escena como una especie de delirio y ensoñación, donde se trastorna toda clase de límites con la realidad. Mientras la película flota en esa paranoia de no poder dilucidar si Aparicio sueña, delira o las cosas realmente pasan, se fortalece. Pero cuando se trata de explicar razonadamente, tal manual de detective, el porqué de lo sucedido, el relato pierde eficacia. Argumento que se aproxima más al pensamiento dominante de la Ilustración, al cual, recordemos, reacciona la corriente gótica, tanto estética como filosóficamente. A pesar de este traspié argumental, hay que enfatizar el notable nivel de producción. Una fotografía y una ambientación impecable. El vestuario, la iluminación, los decorados, nada queda librado al azar. El arte en su conjunto demuestra una calidad de detalle pocas veces visto. Otro aspecto acertado es la dialéctica actoral que se conforma entre Martín Slipak y Patricio Contreras. Si bien la solidez del chileno puede poner en relieve cierto amateurismo en Slipak, ambos tienen química como dúo actoral, y sustentan así la mayor parte del filme. Filme que demuestra el crecimiento del cine de género en nuestro país. Por María Paula Rios @_Live_in_Peace
Lo siniestro se da frecuentemente y fácilmente, cuando se desvanece el límite entre la fantasía y la realidad; cuando lo que habíamos tenido por fantástico aparece ante nosotros como real…. Freud A pesar de su escueta filmografía el tópico recurrente de David Robert Mitchell parece ser la adolescencia. Una adolescencia no pacata, sino una donde se experimenta, y dentro de esa experimentación el sexo se vive como algo natural. Es algo natural y, al mismo tiempo, tiene un papel preponderante en esta historia ya que a través del mismo, en esa comunión física y emocional entre personas, se transmite el acecho de una entidad fantasmagórica que adopta múltiples aspectos. Una entidad atemorizante que solo puede ser vista por aquellos que participaron del rito. La trama que atraviesa el filme tiene una lógica pesadillezca. Una pesadilla donde la protagonista huye tratando de sobrevivir. Este tono irracional, más la situación de acecho constante, y la perspectiva de la cámara subjetiva, activan el verdadero horror. Una profundidad de campo captada con suma delicadeza, ciertos encuadres pictóricos, y el fuera de campo son herramientas que sustituyen, por ejemplo, a un gore cruento, o gritos desaforados, por una percepción donde se cataliza el terror más efectivo. Borges decía que el efecto estético es la inminencia de una revelación que no llega a producirse. Te sigue, lejos del golpe de efecto constante, hace una construcción estilizada del clima. En esos momentos de extensa tranquilidad, cuando lo familiar se vuelve extraño, la ansiedad va in crescendo hasta estallar en angustia, en temor. Evoca a ese terror primario, a los monstruos, a lo desconocido. Imágenes sólidas latentes a que la amenaza aparezca en cualquier momento y rincón, acompañadas por una banda sonora, carpenteriana, de lo más perturbadora. Por María Paula Rios @_Live_in_Peace
Nuevamente la factoría Disney/Pixar nos trae una de animación y de la buena. Esta vez las emociones son las protagonistas. Furia, Tristeza, Desagrado, Temor y Alegría intentan que la vida de Riley, una niña a punto de convertirse en adolescente, no se desestabilice. Si bien el tema del crecimiento, el desarraigo y la unión familiar están presentes, por sobre estas cosas, Intensamente, funciona como una gran comedia. Una comedia sofisticada que, además de trabajar sobre la psicología del personaje, se basa en una sucesión de situaciones, muy bien resueltas, donde el humor verbal opera a la perfección mediante diálogos ingeniosos. La acción, trasladada a la mente de una niña, se desdobla en estas cinco personalidades que conviven en ella. Por lo tanto los mejores pasajes transcurren en este mundo interno, como la escena del pensamiento abstracto donde la complejidad de lo simbólico va tomando distintas formas y colores, creando una expresión libre de belleza cual pintura de Kandisky. O el área de los sueños que funciona como un set de filmación donde los mismos se guionan, estableciéndose así otro elemento metadiscursivo. Intensamente tiene la lucidez de funcionar a varios niveles, el argumento es innovador, a nivel técnico la animación es indiscutible, la comicidad no da tregua, y encima es sensible y emotiva. Este tipo de elementos, propios del universo Pixar, dan cuenta de ser inmunes al paso del tiempo y de tener la capacidad de emplazarse en el imaginario colectivo a través de intuición y creatividad. Por María Paula Rios @_Live_in_Peace
Treinta años después regresa a la pantalla grande Max Rockatansky. El personaje que le dio fama internacional a Mel Gibson vuelve, esta vez en la piel de Tom Hardy. Su co protagonista es Charlize Theron, en el rol de la emperatriz Furiosa, quien durante gran parte del metraje lleva la rienda del relato. La película, como toda la saga, se ambienta en un futuro post- apocalíptico. Durante más de la mitad del filme Max no tiene nombre ni entidad y es utilizado como bolsa de sangre para que tengan más energía unos guerreros humanoides que habitan la tierra dominada por el déspota Inmortan Joe. Max empieza a cobrar más importancia y potencia cuando puede acoplarse a la huida de Furiosa junto a las mujeres embarazadas, como una suerte de última esperanza de escapar del dominio abusivo de Inmortan Joe. Van rumbo a un lugar donde, más allá de la infinitud del desierto, todavía existe la vegetación, y donde un grupo de mujeres forman su propia comunidad y tienen sus propias reglas. Si algo tiene Mad Max: Furia en el camino es nervio y una acción constante que no brindará respiro. Pura fuerza y movimiento donde los habitantes, a pesar de conocer el desarrollo tecnológico, se comportan de manera primitiva, ya que escasean los recursos naturales. Solo supervivencia y actos radicales, aquí no hay lugar para la diplomacia, todo es pura fisicidad. Esta road movie desértica y feroz se construye sobre persecuciones cargadas de acción. Una acción acompañada de una función dramática, dinámica y coherente, que esculpe con eficacia la resolución del conflicto. Por María Paula Ríos (@_Live_in_Peace) Fausto Nicolás Balbi (@FaustoNB)
No sé si trece, pero son varios los pecados fílmicos en esta película. Comencemos con lo más rescatable de la misma: la actuación de Mark Webber. Su interpretación sostiene un relato que queda atrapado en medias tintas. El papel de looser atormentado le calza a la perfección y dota de algo de credibilidad a una trama que, a medida que avanza, se va tornando más y más in creíble. El protagonista es un joven que está atravesando uno de los peores momentos económicos de su vida. Lo despidieron del trabajo, su novia está embarazada, pierde el seguro para el tratamiento de su hermano discapacitado y para colmo de males se tiene que hacer cargo de un padre por demás intolerante. Él recibe una llamada (de no sé quién y no se sabe dónde) que le propone un juego a cambio de dinero. La consigna es simple: completar 13 pruebas. Las primeras son “fáciles”, pero gradualmente se vuelven de lo más macabras, a la vez que desafían la psicología del personaje y lo incitan a extralimitarse en todo sentido. El problema es que la historia no funciona como thriller, ni como terror gore, ni mucho menos como comedia de humor negro u absurdo. Tampoco puede dosificar todos estos elementos. El tratamiento es torpe, los chistes no son eficaces y el suspense se disipa con unas vueltas de tuercas tan forzadas como insolventes. Toda una apostasía al género. Por María Paula Ríos @_Live_in_Peace
Los hermanos Dave y Mark Schult fueron dos luchadores profesionales de la década del 80’ en Estados Unidos. Cuerpos sumamente trabajados, entrenamientos diarios que se convierten en rutina, hay un solo objetivo: el oro olímpico. Dave, deportivamente, es superior a su hermano. Está contento con su modo de vida, además de la ardua preparación tiene su familia, sus afectos. Mark vive a la sombra de su hermano mayor y su existencia, así como su vocabulario, es chata y solitaria. En medio de esta dinámica aparece John DuPont, un millonario excéntrico, que debido a un antojo patológico decide financiar el equipo de lucha para los Juegos Olímpicos de Seúl. La fisicidad de los hermanos da cuenta del anhelo del millonario, y a su vez de todas sus falencias y frustraciones. Un cuerpo y una mente débil para afrontar un deporte en serio, más no es así para manipular personas. Bajo esta lógica malsana y con un atmósfera oscura, avanza lentamente, pero con precisión, el relato de Bennet Miller. Una especie de mecenazgo psicótico donde el deporte queda relegado en segundo plano para abrir paso al drama puro. Deseos y frustraciones que se confunden, y también se unen, en relaciones viciadas. El clima del filme es extraño y sugestivo. El realizador nos hace testigos del comportamiento imprevisible de DuPont, pero a su vez da cuenta de que hay algo latente a punto de estallar. Es imposible que las cosas terminen bien, o en su defecto que desencadenen sin inconvenientes. Justamente lo que pretende hacer Dave, quién por supuesto necesita el dinero, es tener un relación netamente profesional sin tratar de engancharse en la locura del millonario. Pero este vive en una mentira sostenida por su cuantiosa fortuna, quiere dar una imagen ante la sociedad, la imagen exitista que le inculcó su madre. Y como no la tiene, la compra, la inventa. Más allá de la metáfora gruesa del capitalismo maltrecho y la decadencia del “sueño americano”, Foxcatcher utiliza con eficacia las elipsis, para dotar de fluidez al relato, y, así mismo, narrar con solidez y crudeza una folie á plusieus, donde, de un modo u otro, tanto las víctimas como los victimarios son participes, inequívocos, de este síndrome. Por María Paula Rios @_Live_in_Peace
Una limusina recoge a una joven que llega en autobús a Los Ángeles. Al ver la limusina podemos presumir que es una película de Cronenberg, porque últimamente en sus historias este vehículo funciona, no solo como transporte, sino como un elemento místico salvaje donde se suceden cosas fuera de las coordenadas habituales de la realidad cotidiana. Con su nuevo filme Cronenberg nos arroja una comedia negrísima, una sátira sobre el mundillo de Hollywood, a su vez que nos plantea una tragedia griega en medio de este ámbito tan frívolo. Una actriz madura, caprichosa, con temor a ser olvidada y obsesionada por un papel (Julianne Moore), una joven con la mitad de su cuerpo desfigurado porque se quemó viva (Mía Wasikowska), un actor adolescente en vías de recuperación de su adicción a la drogas (Evan Bird), un chofer de limousine con ansias de triunfar en la actuación (Robert Pattinson), y un gurú new age que succiona la sangre de las estrellas de Hollywood (John Cusack), son los personajes de este microuniverso en donde emergen como síntomas y se manifiestan de forma agresiva o autodestructiva. Fantasmas del pasado, relaciones incestuosas, traiciones, falsas apariencias y sobre todo la muerte merodea como tema recurrente esta esfera donde el dolor es una sensación inmediata. El dolor y el humor conviven de manera natural, y el director posee la maestría de lograr que sus personajes no caigan en el grotesco absurdo. Ya que sus comportamientos despiertan risa y temor a la vez. Polvo de Estrellas es una narración coral donde todos los protagonistas, de algún modo, están ligados entre sí. Una comedia trágica donde el humor funciona como catarsis, sino sería muy agobiante soportar tanta negrura. Por lo pronto está atravesada por varios géneros, y aunque el contenido es repetido las articulaciones de los motivos, en la historia, son continuamente novedosas. Cronenberg siempre nos sorprende porque escapa a las convenciones, amplía las posibilidades de lo decible y de este modo cambia las condiciones de expectación. Con su Polvo de Estrellas nos propone una mirada virulenta de la sociedad de consumo, a la vez que ausculta sobre las características más perversas de la condición humana. Por María Paula Ríos redaccion@cineramaplus.com.ar
Sin pasión no hay arte (Henry Matisse) Cuando hay pasión en lo que se hace, esto se percibe y en el caso de ¿Puede una canción de amor salvar tu vida? traspasa la pantalla y contagia al espectador. Y esos clichés que tanto pueden molestar en otros filmes, aquí se disfrutan. ¿Por qué? por el amor y la honestidad con la cual Carney trata a sus personajes. La historia es simple y sin grandes pretensiones, Dan es un reconocido productor musical (el enorme Mark Ruffalo) venido a menos que carga con problemas laborales y familiares, por esas cuestiones del destino descubre a Gretta (Keira Knigthley) en un bar donde tocan músicos indies. Gretta, sola y desilusionada, acaba de romper con su pareja de hace cinco años, una incipiente estrella pop (Adam Levine, líder de Maroon 5). A partir del inesperado encuentro, Dan le hace la propuesta de grabar un disco en exteriores, en distintos escenarios de New York. Así una canción de amor cambia la vida de los protagonistas. La química entre ambos es indescriptible. La naturalidad de las situaciones se intercala con una narración fluida, dando lugar a que interactúen varios puntos de vista en la historia. Y el director logra que todas las miradas signifiquen. Así como la mirada hacia la ciudad de New York. Como la música suena en un callejón, en los bares o en una terraza que tiene de fondo al Empire State…imposible no enamorarse. ¿Puede una canción de amor salvar tu vida? habla de las emociones, de la música como lenguaje universal, del engaño y del desengaño. La realización del disco es el punto de inflexión para comenzar de nuevo (como lo indica el título original del filme “Begin Again“), superando o acomodándose a las nuevas situaciones. El relato no se reduce a una previsible historia de amor, aquí el amor se disipa en la amistad de los protagonistas, en la hija adolescente y la ex mujer de Dan, en los músicos, en las canciones… en los vínculos que se van estableciendo. Hay un funcionamiento orgánico, como en una orquesta cada integrante cumple su rol y hace funcionar a ese todo en donde la simplicidad y la integridad narrativa son el mejor recurso. Se agradece la sensibilidad de Carney para realizar un filme donde predominan las buenas intenciones y el respeto hacia el espectador. Por María Paula Rios redaccion@cineramaplus.com.ar
Ya estamos acostumbrados a que algunos cineastas hagan catarsis, de sus conflictos edípicos, en la pantalla. Desde Hitchcock, a través del suspense, hasta Dolan y sus dramas. Ahora es el turno del francés Guillaume Gallienne, quién en tinte de comedia indaga sobre su identidad sexual, responsabilizando a su madre por sus supuestas elecciones. Pieza teatral devenida en guión cinematográfico, Galliene adapta a la pantalla grande su historia autobiográfica. Un adolescente, de clase burguesa acomodada, fascinado por su madre al punto de imitarla hasta en sus mínimos gestos. Él quiere ser su madre, él quiere ser una chica, esta es la proposición inicial. Al comienzo del filme Guillaume se presenta en un escenario y relata la génesis de su obra de teatro. Desde este ámbito teatral se remite a lo cinematográfico y aquí comienza el desarrollo de los episodios de su vida en forma de flashbacks. Guillaume aprendiendo a bailar flamenco como una mujer, interactuando con su madre en la casa familiar, con sus amigos en el internado…Guillaume tratando de reconocerse. Guillaume tiene modos muy femeninos, le encanta disfrazarse de la emperatriz Sissi…admira a las mujeres y las imita. Sus amigos y la misma familia lo encasillan como “mariquita”. Él mismo duda de su sexualidad, ¿o lo hacen dudar? Su madre, como un alter ego (el actor se desdobla para interpretar este rol), lo obliga a ocupar ese lugar simbólico de la hija que nunca pudo tener. Yo, mi mamá y yoes una coming age en tono de comedia. A pesar de la estilización y el glamour francés que rodea el filme, los chistes son de trazo grueso. Está tan teatralmente pensado y tan estructurado que no hay lugar para la espontaneidad, el humor funciona de manera impostada y encima es burdo. Todo este esquema para abordar una cuestión que, por el contrario, tendría que ser fresca, sincera y espontánea. Sin tener en cuenta la carencia de causas cinematográficas que hacen al protagonista, finalmente, ser heterosexual. Otro falló en la construcción del devenir del relato y el personaje. Tanto ornamento barroco, tanta excentricidad, tanta artificio, tanto humor adulterado, sumada la demagogia psicoanalítica, debo confesar que me transportaron al paroxismo de lo insoportable. Por María Paula Rios redaccion@cineramaplus.com.ar