La segunda entrega de una aventura de las tortugas mutantes con nombre de artistas del renacimiento es un estrepitoso episodio de lucha contra las fuerzas del mal: una unión de científico ambicioso, criminal y jefe híbrido entre robot y calamar gigante. Con la ayuda de April, su aliada de un sexy políticamente incorrecto -Megan Fox-, las tortugas adolescentes y amantes de la pizza saldrán de las sombras para evitar la catástrofe. Disparatada, petardera y absurda desde su premisa básica, con muchos autos que revientan por los aires, logra entretener y seguramente divertirá a los más pibes: objetivo cumplido.
Creyendo que su novio la engaña, la estrella internacional Violetta decide renunciar a todo. Su atento padre la envía entonces a Italia, a un refugio idílico para jóvenes artistas, dirigido por una vieja amiga. Allí, la angelada Violetta descubrirá que ahora es Tini, en esta película concebida como un terso videoclip, de estética publicitaria, para la figura de Disney. Hay romances platónicos, identidades reveladas, amistades instantáneas, canciones –para mercado global, en español e inglés- y algún golpe bajo de rigor, que provocará la lágrima de sus jóvenes seguidoras (verosimilitud no se le pida). Al fin y al cabo, despedirse de Violetta entraña un duelo también para ellas. Un culebrón teen con público asegurado.
Sofisticada apuesta de un director joven, Santiago Palavecino, a sumergirse en un mundo de mujeres que atraviesan distintas situaciones -duras, oscuras, difíciles o secretas- y confluyen en un pequeño pueblo rural. Una cirujana llega invitada por su amiga, a la que no ve hace años, y cuya hijastra ha intentado suicidarse. La visitante también trae a cuestas una historia de la que huye y que se sabrá de a poco. Onírica, caprichosa, como un cruce entre entre el cine de david lynch y el de lucrecia martel, la película sugiere aquelarres y pesadillas atractivas. Aunque varias escenas se sienten forzadas y una duración menor hubiera aumentado su potencia.
Los museos parecen indiferentes a lo que pasa a su alrededor, mientras se los deje en paz, dice el director Alexandr Sokurov en esta subyugante, nueva invitación a viajar a través de la historia, y de la historia del arte, recorriendo los rincones del Palacio Louvre de París, como antes fue -y en una extraordinaria única toma-, el Hermitage de San Petersburgo, en el arca rusa. Sokurov entrega una verdadera lección de historia, tan apasionante como la que alumbra el tiempo de la ocupación nazi y el lugar que ocupó el tesoro del Louvre en ella. Es la relacion de los grandes museos, como instituciones, con el ansia humana de la guerra y la lucha por el poder. Sin el virtuoso recurso del plano secuencia interminable, el director juega ahora, con imaginación y libertad, con los recursos del documental, de la reconstrucción de época, de la poesía, entrando y saliendo de los tipos de relato con una soltura que sólo suma posibilidades. El resultado, otra vez,es fascinante.
A pesar del éxito que obtuvo la adaptación de Tim Burton del clásico de Lewis Carroll, pasaron seis años antes de que llegue a los cines la inevitable secuela de Alicia. Aquí, la joven aparece como una especie de líder feminista, empeñada en seguir los pasos de su padre como capitán de barco. Pero cuando cruza el espejo y vuelve al país de las maravillas, ve que su amigo sombrerero está en problemas y se lanzará a ayudarlo. El tiempo, interpretado por Sacha Baron Cohen, es el tema central de esta aventura de colores chillones que salta, como las agujas del reloj, entre demasiadas situaciones, incluida la revelación original sobre el enfrentamiento entre la reina blanca -Anne Hathaway- y su hermana cabezona, una gritona Helena Bonham Carter. Parece difícil encontrar el tono de Alicia en el cine, la ternura esperable de un film para chicos, la simpleza de un cuento. Por el contrario, esta puesta dirigida por James Bobin (The Muppets) en la que Burton aparece sólo como productor, se siente compleja, recargada, estridente y finalmente, de una notable intrascendencia.
Nuestro Kevin favorito, el gran Costner, es en este thriller un psicópata con trauma cerebral, encerrado bajo siete llaves y liberado para un experimento: insertar en su cabeza la información sustancial que contenía la de un agente de la CÍA muerto. Claro que Costner no puede ser villano, como develará este disparatado film de acción a medias de espías y a medias ciencia ficción, bastante más violento de lo imaginable y con más clichés del género de lo recomendable. Aunque con grandes estrellas -Michael Pitt, Tommy Lee Jones, Ryan Reynolds, Gary Oldman, Gal Gadot-, si la película funciona a pesar del absurdo de su propuesta es gracias a la tremenda presencia de Costner, un actor clásico capaz de elevar al más común de los materiales.
En la semana patria, llega este documental sobre la guerra más grande de Sudamérica, la de la Triple Alianza, según uno de sus muchos nombres. Con una puesta irreprochable y muy buenos testimonios, el director, Federico Sosa, tiene la buena idea de estructurarla en base a una reunión de historiadores que intercambian nociones sobre lo que pasó, a la vez que discuten los alcances y limitaciones de lo que debe ser el estudio de la historia. Es decir, haciendo de los episodios de 1860, que se llevaron medio millón de vidas, un asunto vivo y actual.
Jim es un adolescente con un problema mayúsculo: no tiene mucha onda, no es lo suficientemente cool para funcionar en su aburrido entorno hecho de unos padres indolentes que funcionan como si tuvieran su edad, unos compañeros de colegio crueles, unos profesores indiferentes. El mundo lo registra más bien poco y su impopularidad puede ser más dura que el maltrato. Un nuevo amigo canchero y un poco matón se ocupará de su educación sentimental. Bajo el lema "no seas vos mismo", lo empuja a salir con la chica que les gusta e intenta hacer de Jim un chico "adaptado": que fuma y bebe, que pelea y tiene novia. Just Tim es una comedia juvenil con mucho humor negro que se ve con placer. Un film que sorprende por la madurez y la capacidad de contar, con buenas ideas visuales, una historia de iniciaciones en la línea de submarine, la que hizo famoso a su protagonista, ahora debutante guionista y director, Craig Roberts.
Bienvenida la cada vez más frecuente visita del cine argentino a la comedia romántica, que ha dado muy buenas películas en el último tiempo. Esta vez, la premisa es disparatada: a un sonidista solitario y deprimido –el sólido Peto Menahem, capaz de hacer comedia y drama con naturalidad- le cae en el patio la vecina de arriba, Muriel Santa Ana, como caída del cielo. La mujer, ahora con magullones, es también es un bicho raro, lleno de manías y fobias, con ochentoso maquillaje y vestuario. Una amistad a tropezones irá creciendo entre estos dos solitarios. Los personajes sostienen, y elevan, una comedia que por momentos parece caer en la receta probada.
La talentosa Julie Delpy -Antes del Amanecer- escribe, dirige y protagoniza esta comedia más negra de lo que parece sobre una parisina independiente pero sin suerte en el amor que conoce a un hombre. Todo parece ir bien, pero el hijo de ella no está dispuesto a irse de casa ni a hacerle las cosas fáciles a la pareja. Como una Woody Allen francesa y con faldas, Delpy parlotea por las calles de París, exultante o al borde del colapso, perfecta en su rol de mujer cegada por el amor… de madre.