De la mano de un protagonista seductor que se apodera de cada escena, una narración perfecta y un gran soundtrack, El Ángel pinta para ser la mejor película argentina del año. Carlos Eduardo Robledo Puch es el presidiario más longevo de la historia argentina. Lleva más de 45 años preso en el penal de Sierra Chica por 17 robos y 11 homicidios cometidos en poco menos de dos años. Puch es un sociópata cuyo raíd delictivo mantuvo en vilo a la sociedad y su posterior detención sorprendió a los medios y la población debido a sus cualidades particulares. Puch no era el típico arquetipo de criminal: un niño joven y atractivo de rostro angelical, rizos rubios y ojos claros que venía de un hogar de clase media trabajadora y estudiaba en un colegio privado. Luis Ortega ya dirigió dos largometrajes interesantes (Caja Negra en 2002 y Monobloc de 2005) pero el gran público está más familiarizado con su trabajo en televisión ya que dirigió todos los capítulos de dos de las mejores ficciones televisivas de los últimos tiempos: El Marginal e Historia de un Clan (donde también escribió los guiones). Carlitos (Lorenzo Ferro) es un encantador sociópata adolescente de 17 años que vive con sus padres (Cecilia Roth y Luis Gnecco) y se describe como “ladrón de nacimiento”. No por gusto ni necesidad (de hecho, la mayoría de sus botines terminan siendo regalados u olvidados), sino por una irrefrenable pulsión de rebeldía que lo empuja a quedarse con lo que no le pertenece. Su vida cambia al conocer a Ramón Peralta (Chino Darín), un compañero hosco y varonil de su nuevo colegio secundario que se dedica a cometer robos junto a su padre (Daniel Fanego) y con el aval de su madre (Mercedes Morán). No sería una exageración afirmar que estamos ante el mejor estreno argentino del año (hasta ahora). El gran mérito de Luis Ortega es no jugársela por una biopic tradicional ni un relato verídico de los crímenes de Puch (demasiado atroces como para hacer un producto atractivo para la audiencia) sino reinventar la historia real del célebre asesino para crear una película narrativamente perfecta y muy estilizada. Ortega no nos muestra un monstruo ni intenta hacer que empatizemos con el asesino. Nos muestra a Puch como un joven despreocupado y liberal que está completamente desconectado de la realidad. Roba porque es una aventura y le divierte, mata porque si. La película nos muestra esto pero no juzga al victimario ni nos alecciona con una moraleja final. De hecho, vemos el relato de las fechorías de Puch pero nunca llegamos a verlo tras las rejas pagando por sus crímenes. Gran parte del encanto de la película descansa en la genial interpretación de Lorenzo Ferro. El actor debutante brinda una actuación hipnótica y seduce al espectador en cada plano con su mirada que mezcla el encanto angelical de su rostro y la oscuridad de su mente psicópata. Como contrapunto de la delicada locura de Ferro, Chino Darín compone a un criminal consumado que se sorprende por el “talento natural” de Carlitos a la hora de delinquir. Juntos llevarán adelante un vínculo ambiguo e interesante que va desde la amistad más fuerte hasta la tensión sexual. Luis Gnecco y Cecilia Roth cumple con sus roles de padres preocupados pero los que se lucen en papeles secundarios son los “padres criminales” de Carlitos. El Ángel utiliza la cultura pop de principios de los 70′ para otorgarle una faceta cool a la película con su detallada dirección de arte, diseño de vestuario y principalmente la música. El soundtrack de El Ángel está puesto al servicio de la trama y sus pegadizas canciones de rock y música popular argentina (Pappo’s Blues, La Joven Guardia, Manal, Piazzolla, Leonardo Favio, Billy Bond y Palito Ortega. Sí, el padre del director) le otorgan un tono canchero y estilizado “a lo Tarantino”. La fotografía excelente y muy cuidada es la frutilla del postre de esta película excelente y arriesgada que demuestra que el cine de autor argentino puede ser masivo, entretenido y popular brindando un producto de altísima calidad.
Por momentos lenta pero filmada con pulso experto, su mezcla de terror tradicional y drama indie hace que Los Hambrientos esté más cerca de los zombies de George A. Romero antes que los de The Walking Dead o Guerra Mundial Z. Los zombies en el cine de terror están lejos de desparecer. Con Night of the Living Dead(1968) George A. Romero creó algo más que una simple y efectista película de sustos con muertos reanimados. Crítica a la cultura consumista de la sociedad americana, el racismo, la participación de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam y principalmente, nos muestra una nueva especie de monstruos que no son invasores extraterrestres ni criaturas de pesadilla: somos nosotros. De ahí en adelante la popularidad del subgénero solo creció. Hoy en día tenemos una enorme cantidad de películas sobre muertos vivientes cada año y una serie de televisión que pese a sus altibajos (más bajos que altis) sigue gozando de buena salud. Pero con tanta sobreexplotación de los zombies se fue perdiendo el mensaje. Cada nuevo producto zombie ganaba en espectacularidad pero se vaciaba de su contenido temático. Por suerte sigue existiendo el cine independiente, para animarse a hacer algo distinto. En un pueblo rural en la afueras de Quebec los cadáveres vuelven a la vida e intentan atacar a mordidas a sus seres queridos. Un grupo de sobrevivientes busca ayuda mientras intenta entender que está sucediendo. El comediante Bonin (Marc-Andre Grondin) se cruza con Tania (Monia Chokri), una mujer que dice haber sido mordida por un perro y la pequeña Zoe (Charlotte St-Martin). Céline (Brigitte Poupart) perdió a su familia y parece haber abandonado toda esperanza hasta que llega a la granja de Thérèse (Marie-Ginette Guay) y Pauline (Micheline Lanctôt). El adolescente Ti-Cul (Édouard Tremblay-Grenier) salva al anciano Réal (Luc Proulx) y juntos avanzan por el bosque. Las historias de estos personajes se irán uniendo a lo largo del camino mientras escapan de las hordas de muertos vivientes que los acechan. Más allá del terror, algunas pinceladas de gore y los momentos de tensión, lo que predomina en Los Hambrientos es el drama. Los personajes están sumidos en el desconcierto. No entienden lo que está pasando y avanzan casi por inercia motivados por su propio instinto de supervivencia que les susurra que permanecer demasiado tiempo en un lugar es una sentencia de muerte. Este mismo desconcierto también se apodera del espectador. Robin Aubert nos lanza a la historia prácticamente sin dar explicaciones de nada, no vemos el progresivo avance del apocalipsis zombie; simplemente llegamos para ser testigos de las consecuencias. Algo que parece ser una estrategia bastante valiente en una época donde todo debe ser sobreexplicado y el público no puede tolerar un final ambiguo sin que alguien tenga que darles una aclaración servida en bandeja. Los zombies de Aubert son bastante clásicos, se mueven rápido como los de 28 Days Later (2002) y parecen responder a un extraño sistema de creencias: a lo largo de la película los vemos reunidos en trance alrededor de unos extraños altares improvisados, hechos con sillas y basura apilada. También parecen retener una inteligencia bastante rudimentaria que les permite tender trampas a los sobrevivientes que se cruzan en su camino. La principal fortaleza de Los Hambrientos se encuentra en su cuidada fotografía, plagada de tonos verdes intensos y colores brillantes. La película utiliza recursos creativos para maquillar la falta de presupuesto y recurre a efectivos trucos de cámara para sacarle provecho a situaciones que requieren de un despliegue mayor de efectos especiales y extras. Así como la falta de respuestas puede ser una fortaleza, también puede jugarle en contra a la hora de enfrentarse a un espectador perezoso sin ganas de hacer el esfuerzo de ignorar los baches premeditados que Aubert deja en la historia. La narración se vuelve lenta por momentos cuando la película se detiene en momentos más intimistas y puede tomarse un buen rato antes de volver a retomar algo de tracción dramática pero la mezcla de terror tradicional y cine arte logra hacer que Los Hambrientos esté más cerca de un producto de Romero antes que del último episodio intrascendente de The Walking Dead.
Acción explosiva, peleas coreografiadas a la perfección, buenas actuaciones y una historia bien escrita. Misión Imposible: Repercusión tiene todos lo necesario para ser la mejor película de acción del año. Veanla en la pantalla más grande que encuentren. Se le podrán criticar muchas cosas a Tom Cruise pero es innegable que el actor neoyorquino tiene el suficiente star power para sostener una franquicia con su sola presencia y no hay otro como él a la hora de poner el cuerpo para realizar escenas de acción. La saga de Misión Imposible nació allá por el 96′ con la Mission: Impossible dirigida por Brian de Palma que logró recaudar más de 450 millones de dólares (con un presupuesto de 80). La ambiciosa idea de tomar la premisa de la serie televisiva de espionaje nacida en 1996 y convertirla en una franquicia de super-acción terminó dando frutos y Cruise continuó protagonizando (y produciendo) la saga en las siguientes entregas que contaron con la dirección de destacados cineastas como John Woo (Mission: Impossible 2, 2000), J.J. Abrams (Mission: Impossible 3, 2006) y Brad Bird (Mission: Impossible – Ghost Protocol, 2011). Por primera vez la saga repite director. Christopher McQuarrie (guionista de Los Sospechosos de Siempre, 1995) vuelve al ruedo después de dirigir a Cruise en la genial Mission: Impossible – Rogue Nation de 2015 (además, trabajó con el mismo actor en otros films como Jack Reacher y Edge of Tomorrow). Y el resultado no es menos que impresionante. La IMF (Impossible Missions Force) debe recuperar un cargamento de plutonio antes de que caiga en manos de un grupo terrorista conocido como “Los Apóstoles”, conformado por los integrantes de El Sindicato que huyeron después de la captura de su líder, Solomon Lane (Sean Harris). Cuando Ethan Hunt (Tom Cruise) falle a la hora de tomar una decisión difícil, deberá unirse a Benji (Simon Pegg), Ilsa (Rebecca Ferguson) y Luther (Ving Rhames) en una carrera contra el tiempo para recuperar las armas nucleares antes de que los seguidores de Lane ataquen. La CIA no confía en la lMF después de su error que puso al mundo en peligro y el agente August Walker (Henry Cavill) es asignado para monitorear la actividad del grupo. Hunt y compañía deberán recorrer París, Londres, Berlín y Cachemira (India) para frustrar los planes de los Apóstoles y la lealtad de su equipo será puesta a prueba. De más está decir que Tom Cruise parece envejecer como Benjamin Button, a sus 56 años se lo ve más atlético que nunca y arriesga el físico de formas impresionantes a lo largo de la película. Trepando una montaña, colgado de una soga a 200 metros de altura (durante esta stunt se rompió el tobillo), haciendo una escena de paracaidismo demencial, escapando en moto a contramano por las calles de París, atravesando el centro de Londres mientras salta de techo en techo. ¡Hasta aprendió a volar un helicóptero para poder protagonizar la frenética persecución aérea desde la cabina del piloto! En tiempos donde todo es digital y las grandes estrellas descansan cada vez más en la labor de los dobles de riesgo, es notable que un actor de semejante calibre esté dispuesto a ponerse en la línea de peligro. No solo como demostración de su compromiso con el papel y la película, también genera un mayor sentido de épica y realismo que logra realzar los momentos de acción y emoción. Cuando vemos a Ethan Hunt haciendo sus proezas, lo estamos viendo de verdad. No hay trucos de cámara ni monigotes CGI ni pantallas verdes. Es todo real. Y si este despliegue se acompaña con un buen trabajo de cámara, fotografía e iluminación termina generando secuencias a puro vértigo que te dejan boquiabierto. Las escenas de pelea están coreografiadas a la perfección, se puede sentir el poder de los golpes y los distintos estilos de combate (las piñas rápidas y certeras de Hunt y los mazazos propinados por Walker). La película maneja un pulso narrativo perfecto y sus casi dos horas y media se pasan volando pero no por esto se convierte en un simple divertimento descerebrado. McQuarrie logra balancear la acción adrenalínica con la trama de espionaje e intriga. Los planes complejos y las lealtades cambiantes pueden llegar a marear al espectador que no esté atento a los diálogos. Acompañando a un Cruise impecable los viejos conocidos Benji y Luther vuelven a aportar una cuota extra de carisma y brindar soporte técnico al héroe con sus múltiples gadgets tecnológicos. Rebecca Ferguson cumple encarnando una vez mas a la enigmática y seductora Ilsa y Henry Cavill se luce en su rol de aliado de lealtad dudosa. Junto a Cruise protagoniza una de las escenas de pelea mejor logradas de la película (la del baño). Dejarse el bigote definitivamente valió la pena. Más allá de algunos momentos demasiado expositivos (diálogos muy cargados de información para no perder tiempo entre las escenas de acción) y una subtrama personal/romántica que se siente innecesaria, Misión Imposible: Repercusión hace los méritos suficientes para quedarse con el título de la mejor película de acción de 2018.
Sergio Sánchez hace prevalecer el desarrollo de los personajes y sus relaciones antes que caer en una seguidilla de clichés y jump scares. El gran trabajo del elenco, una correcta puesta en escena y un buen manejo del suspenso logran elevar una historia algo simplona. Pese a ser su gran debut como director, probablemente muchos espectadores ya estén familiarizados con el trabajo de Sergio G. Sánchez. El realizador formó un interesante tándem creativo junto al cineasta Juan Antonio Bayona en la dirección mientras él quedó encargado del guion de dos de sus películas más populares: El Orfanato (2007) y Lo Imposible (2012). En esta ocasión, Sánchez se ocupa del guión y también se pone detrás de las cámaras para contar una historia que aparenta ser una propuesta de terror bastante olvidable pero que logra destacarse por su componente dramático. Rose Fairbairn (Nicola Harrison) huye de Inglaterra junto a sus hijos Jack (George MacKay), Jane (Mia Goth), Billy (Charlie Heaton) y el pequeño Sam (Matthew Stagg), dejando atrás a un marido violento y criminal. Al llegar a la antigua casona familiar en Estados Unidos, la familia decide cambiar su identidad y adoptar el apellido materno para no ser asociados con su siniestro padre/marido. Los Marrowbone viven unos meses de felicidad, Jack inicia una relación con Allie (Anya Taylor-Joy), la joven bibliotecaria del pueblo pero todo cambia cuando Rose sucumbe a una terrible enfermedad y los chicos reciben una visita inesperada. Tras la muerte de su madre los jóvenes Marrowbone hacen un juramento de nunca separarse y permanecen encerrados en la casa, evitando revelar el paradero de su madre hasta que Jack cumpla 21 años y pueda ser el tutor legal de sus hermanos. Pero con el tiempo descubrirán que en la mansión son acosados por los fantasmas de su pasado —los metafóricos y algunos más reales—. No se dejen engañar por los nombres holywoodenses en el póster. Secretos Ocultos maneja un estilo más cercano al terror español, centrándose más en generar una atmósfera tensa y desenvolver la historia lentamente antes que avanzar de forma frenética y lanzar jump scares a diestra y siniestra. Sánchez prefiere establecer a los personajes y desarrollar sus relaciones, lo cual puede resultar algo molesto para un espectador ansioso que busque sustos baratos desde el minuto uno. En el primer acto de la película veremos como mediante flashbacks y flashfowards se asientan las bases de la historia y se tiran las primeras puntas de un misterio que acabará resolviéndose en los últimos minutos (tal vez de manera algo apresurada). No solo en la narración está el mérito de la película. La fotografía de Xavi Giménez, el cuidadísimo diseño de producción y una banda sonora que acompaña bien sin distraer conforman un combo de elementos técnicos que logran sumergir al espectador en la historia haciendo que la antigua y rechinante casa (¿embrujada?) se sienta viva como un integrante más de la familia. Otro aspecto a destacar son las actuaciones. Buenos actores jóvenes que se entregan con todo al papel, especialmente Anya Taylor-Joy (La Bruja, 2015), George MacKay (Capitán Fantástico, 2016) y Mia Goth (Nymphomaniac: Vol. II, 2013). Secretos Ocultos se aleja de los mecanismos del terror mainstream, intentando acercarse a lo logrado por thrillers de misterio de la vieja escuela. Su aspecto dramático, buena ambientación y actuaciones de primer nivel hacen que valga la pena, aunque la falta de emociones fuertes puede no conformar a los fanáticos del terror más tradicional.
Una película muy política y coyuntural con actuaciones decentes y algunas ideas visuales y de cámara muy buenas. Flojita de terror, mejor con la acción. Pocas sagas gozaron de una popularidad tan meteórica como La Purga (The Purge). Lo que nació como un concepto un tanto ridículo creado por James DeMonaco para hacer películas de terror bastante convencionales fue mutando hasta convertirse en una franquicia increíblemente interesante y actual de la mano de su narración con un fuerte comentario social que expone la peor cara de una sociedad americana enferma de violencia y odio. La premisa en la que se sienta la saga es una nueva tradición creada por el partido gobernante, conocido como los Nuevos Padres Fundadores de América (NFFA) para contener el clima de violencia y agitación social y a la vez fortalecer la economía. Se propone una noche anual donde por 12 horas todo crimen es legal, de esta forma la sociedad logra descargar todo su odio y agresividad sin tapujos para luego comportarse como ciudadanos modelos. A su vez, la saga encontró la manera de irse reinventando sobre la marcha, cambiando el género o el enfoque de las películas para que ir a ver una de La Purga no se convierta en una experiencia repetitiva. La primera es un home invasion que nos plantea el mundo donde se desarrolla La Purga desde la perspectiva de una familia pacífica de clase alta, en la segunda conocemos como se vive una noche de Purga en las calles y las siniestras intenciones del gobierno para implementar La Purga y en la tercera seguimos la historia de una senadora que pretende acabar con La Purga y debe sobrevivir a un complot gubernamental que pretende eliminarla en la noche de Purga antes de las elecciones. Además, el enfoque de horror fue quedando cada vez más atrás, sazonando las películas con más acción y tiroteos. Para esta nueva entrega DeMonaco deja la silla del director y se encarga únicamente del guion. La labor de dirección queda en manos de Gerard McMurray (productor de Fruitvale Station) y es la historia más personal hasta el momento. No nos habla del terror a ser perseguidos por un asesino maniático enmascarado, es el miedo que genera el ser negro y pobre en Estados Unidos hoy en día. Estados Unidos está al borde del colapso social y económico. El gobierno cae y los Nuevos Padres Fundadores de la NFFA se hacen con el poder bajo la promesa de “revivir a la nación”. Parte de este resurgimiento consiste en aplicar el método creado por la Dra. Updale (Marisa Tomei) a modo de experimento psicológico en el área de Staten Island. Aquellos que decidan permanecer en la isla durante la noche de Purga recibirán una compensación económica que irá en aumento si deciden participar, saliendo a las calles a cometer crímenes. Nya (Lex Scott Davis) es una joven activista que ayuda a los más desfavorecidos y se opone a La Purga, su hermano Isaiah (Joivan Wade) está cansado de arriesgarse en las calles vendiendo drogas para ganar dinero extra y decide participar del controvertido experimento. Por otro lado, el criminal y traficante Dmitri (Y’lan Noel) deberá protegerse a si mismo y su negocio en una noche donde sus rivales intentarán eliminarlo. Sus caminos se cruzarán mientras intentan sobrevivir a la Primera Purga, una noche que cambiará la historia del país para siempre. Hace tiempo que la saga de La Purga dejó atrás la sutileza a la hora de presentar el mensaje sociopolítico de sus historias. Si bien en todas se habla de racismo, clases sociales, gobiernos ultraconservadores siniestros y el descontrolado uso de armas en el país, nunca se lo había hecho de esta manera. The First Purge no solo nos brinda el mismo subtexto que venimos viendo hasta ahora en la saga sino que muestra una clara (y excelente) bajada de línea anti-Trump. Siempre se ha dicho que las películas de La Purga son el espejo distorsionado de USA y una señal de advertencia de que los futuros trágicos y distópicos como este o el de The Handmaid’s Tale son ficciones que pueden volverse realidad si el poder cae en manos equivocadas y aquí queda verdaderamente de manifiesto. Líneas como “pussygrabber motherfucker”, mercenarios rusos utilizados para ayudar el gobierno estadounidense, bandas de supremacistas blancos con antorchas fusilando negros y latinos. La realidad tiñe la ficción y se entremezclan formando un brillante film de denuncia que rescata el tono y el estilo de las viejas cintas de acción blaxplotation, sumándole el encanto demente y oscuro de la saga de La Purga, además de algunas ideas visuales muy interesantes.
Una encantadora aventura llena de emoción, sensibilidad y apreciación cultural donde conviven las influencias de Miyazaki, Kurosawa y Katsuhiro Ōtomo junto a la estética y el estilo personal de Wes Anderson. Vas a salir del cine queriendo abrazar a tu perro. Wes Anderson, un prestigioso director que cosecha fans y detractores por igual. Mas allá de que digan sus haters, Anderson con su estilo visual único y particular, una gran maestría para desarrollar historias tragicómicas y la habilidad de crear personajes caricaturescos y con relaciones disfuncionales que se sienten increíblemente humanos logró hacerse de una legión de seguidores que consumen cada detalle de sus películas con avidez. Tras deslumbrar al mundo con el multipremiado film El Gran Hotel Budapest (2014) el director vuelve a dirigir una película de animación stop-motion después de Fantastic Mr. Fox (2009). Y es una genialidad. La ciudad japonesa de Megasaki sufre una superpoblación de perros y todos los canes desarrollan una extraña enfermedad. El alcalde Kobayashi (Kunichi Nomura) decide exiliar a todos los perros enfermos a una isla de basura mientras los niños de la ciudad inician una resistencia, sosteniendo que la fiebre canina tiene cura y el gobierno oculta la verdad. El joven Atari (Koyu Rankin), sobrino del alcalde, decide robar un avión y volar a la isla de los perros para rescatar a Spots (Liev Schreiber), su fiel perro guardián. En el camino se encontrará con un grupo de perros alfa compuesto por Rex (Edward Norton), King (Bob Balaban), Boss (Bill Murray), Duke (Jeff Goldblum) y Chief (Bryan Cranston); un solitario y arisco perro callejero. La manada de perros parlantes acompaña al pequeño Atari mientras atraviesan los peligrosos terrenos de la isla de basura. Por otro lado, en Megasaki, el alcalde envía un equipo de rescate para traer a su sobrino a casa y la joven estudiante de intercambio Tracy Walker (Greta Gerwig) junto a su grupo de defensa de los derechos de los perros se ven inspirados por la cruzada de Atari. Isla de Perros es —por lejos— la película más ambiciosa de Wes Anderson hasta la fecha. No es una aventura animada convencional, de hecho, no es un film apuntado al público infantil. La belleza de las marionetas y la puesta en escena pueden hacer que parezca una producción para niños pero no hay nada más lejano a Disney que esta película. El humor ácido y sarcástico, su profundidad temática y las ocasionales situaciones violentas hacen que Isla de Perros sea una producción animada para adultos. El diseño de la ciudad (y los vestuarios, los escenarios, etc) evoca a un Japón distópico que se ve y se siente antiguo y a la vez futurista, clásico y moderno. A lo largo de la cinte veremos tal despliegue de amor y respeto a la cultura nipona que el espectador se olvidará que la película fue concebida por un americano blanco nacido en Texas. No solo las voces de los humanos de Megasaki (todas en Japonés y sin subtítulos) ayudan a esta inmersión en lo asiático, la banda sonora compuesta por el ganador del Oscar Alexandre Desplat (La Forma del Agua) nos remiten a las orquestas tradicionales de tambores y por momentos el beat de la música se sincroniza a la perfección con los movimientos de los personajes y los cortes de edición. El cuidadísimo diseño de producción, las marionetas hiperrealistas y el trabajo de animación que combina técnicas de stop-motion con animé tradicional son impactantes en su belleza y atención al detalle. Isla de Perros es una encantadora aventura llena de emoción y sensibilidad donde conviven las influencias de Hayao Miyazaki, Akira Kurosawa y Katsuhiro Ōtomo junto a la estética y el estilo personal de Wes Anderson.
Ready Player One es más que solo nostalgia y referencias. Es una divertida y emocionante aventura de acción con mucho corazón y amor al cine, algo que solo un maestro como Spielberg podía crear. En 2011 Ernest Cline publicó la novela de ciencia ficción juvenil que cosechó una legión de fanáticos y apeló al cariño y la nostalgia de los geeks de todo el mundo. Ready Player One nos sumerge en un futuro distópico devastado por la escasez de recursos, crisis económicas y superpoblación donde la mayor parte de la sociedad escapa de su deprimente existencia gracias a un videojuego de realidad virtual llamado OASIS. Tras la muerte de su creador, el excéntrico James Halliday, se desata una cacería frenética por un easter egg oculto en el juego. Quien lo encuentre recibirá control total sobre el OASIS y heredará la cuantiosa fortuna de Halliday. Una de las mayores críticas al best seller de Cline se debe a como hace uso y abuso de la nostalgia ochentosa y las referencias geeks para ganarse el corazón de la platea nerda antes que construir personajes interesantes o una historia que se sostenga por fuera de la enorme colección de cameos y menciones a videojuegos, películas, cómics y series conocidas. Más allá de cualquier crítica por parte de sus detractores, la novela logró convertirse en un gran éxito de ventas y se ganó la aprobación de la crítica y los fans. Warner Bros. se hizo con los derechos de la novela antes de que esta fuera publicada y después de varias reescrituras de un primer guion adaptado por el propio autor del libro, en 2015 se anunció que Steven Spielberg sería el encargado de la dirección del film. El cineasta creador de grandes películas que quedaron para siempre grabadas en el imaginario popular como E.T (1982), Tiburón (1975), Jurassic Park (1993) e Indiana Jones y los cazadores del arca perdida (1981) entre otras estaría a cargo de la dirección de esta película, que celebra y homenajea a la cultura pop que él mismo ayudó a redefinir con su obra. El resultado no podría ser menos que impresionante. El joven Wade Watts (Tye Sheridan) vive en las torres de Ohio (un montón de trailers apilados uno sobre otro) junto a su tía y su desagradable novio. Wade pasa sus días sumergido en la realidad virtual de OASIS como su avatar Parzival y dedica todo su tiempo a buscar las tres llaves que desbloquearán el easter egg de James Halliday (Mark Rylance) junto a sus amigos Hache (Lena Waithe), Daito (Win Morisaki) y Sho (Philip Zhao). Pero la competencia será difícil, además de otros cazadores de huevos —o gunters— como Art3mis (Olivia Cooke) Wade y sus amigos deberán cuidarse de los empleados de IOI —Innovative Online Industries— una empresa de tecnología liderada por Nolan Sorrento (Ben Mendelsohn) que planea hacerse con el control de OASIS para monetizarlo mediante suscripciones y publicidad. La mano maestra de Spielberg queda de manifiesto más que nunca cuando le toca adaptar a la pantalla la obra de otro. Solo un genio de la narración cinematográfica puede mejorar aún más un relato que ya es bueno de por sí (la novela “Jaws” de Peter Benchly, “Jurassic Park” de Michael Crichton) y construir algo excelente sin alterar el espíritu ni el corazón del material original, pero metiendo su “toque personal” en la historia; y por eso el maridaje entre el cineasta y este libro parece ser la unión perfecta. Spielberg no se contenta con regurgitar un cuento ya contado, sino que siempre intenta refinar y mejorar lo existente. Ready Player One es más que sus constantes referencias a la cultura pop (hay muchísimas, una película para ver con el ojo atento tratando de descubrir todo), más que su nostalgia ochentosa (también hay guiños a propiedades de culto más recientes), es un poema, una carta de amor a todo lo geek, todas las aventuras de acción y ciencia ficción que nos formaron de chicos, los videojuegos a los que dedicamos incontables horas, las grandes películas que nos sumergieron en mundos de fantasía donde todo es posible, los cómics que nos demostraron que el límite para la aventura es nuestra propia imaginación. Spielberg sabe como vender fantasía, aventuras amigables para todo público, frenéticas, vibrantes y llenas de vida con personajes bien desarrollados. El director no solo homenajea a la cultura pop y al cine, sino también a esas historias que él diseñó, calaron hondo en el público y ahora vuelven en forma de referencias. Una de las mejores secuencias de la película llega mientras Parzival y compañía intentan resolver el desafío de la llave de jade, todo el reto hecho en clave de homenaje a una gran película. Otras referencias más sutiles son el Cubo Zemeckis o la Holy Hand Grenade. Ready Player One es una película para apreciar con ojos de niño, maravillarse por las increíbles escenas de acción ejecutadas de manera brillante y abrazar la nostalgia y el cariño por las historias que nos formaron. Spielberg es un chico más, jugando con los juguetes de sus películas, series y cómics favoritos; y la película hace un trabajo impecable al transmitir ese mismo espíritu lúdico al espectador.
Genérica, algo lenta y desprovista de carisma. Aunque esas batallas de Jaeger vs. Jaeger pueden mantener entretenido a cualquiera. No es mala pero está muy lejos del nivel de su antecesora. Hace 5 años el director Guillermo Del Toro (casi) cumple el sueño de todos los nerds que ansiaban un film live action de Neon Genesis Evangelion. El cineasta mexicano fusionó su pasión por las películas de kaijus y las series animadas de mechas para brindarnos un festín de monstruos gigantes luchando contra robots enormes. Poner semejante historia en manos de un realizador de menor talento habría resultado en un simple pastiche de referencias y homenajes, pero Del Toro se despachó con un film que exhibe orgulloso sus influencias sin resignar su identidad y el estilo propio que tanto caracteriza al director. Titanes del Pacífico (Pacific Rim, 2013) fue un éxito de taquilla que cosechó más de 400 millones de dólares —fue especialmente exitosa en China— y críticas generalmente favorables. Semejante tanque parecía ser una franquicia exitosa asegurada, pero por diversas complicaciones de calendario y distribución la película fue puesta en el freezer por tiempo indefinido. La venta del estudio Legendary Pictures a capitales chinos reflotó la posibilidad de una secuela de Pacific Rim pero para ese momento el protagonista Charlie Hunnam estaba ocupado con King Arthur: Legend of the Sword y Del Toro estaba en pleno rodaje de la película que le daría el Oscar: La Forma del Agua (2017) La labor de dirección cayó en manos de Steven S. DeKnight, productor y guionista televisivo conocido por su trabajo como showrunner en las series de TV Spartacus y Daredevil. Del Toro se mantendría ligado al proyecto en el rol de productor y su guion original de la secuela fue reescrito por el propio DeKnight junto a otras 3 personas. El panorama no parecía muy alentador pero con un nuevo elenco encabezado por actores jóvenes, la película se planteaba como un renacimiento para la franquicia. 10 años pasaron desde que Stacker Pentecost (Idris Elba) sacrificó su vida para cerrar la brecha del pacífico y detener la invasión de kaijus que amenazaban con destruir nuestro planeta. Durante esa década la Pan Pacific Defense Corp siguió creando Jaegers para defender la Tierra en caso de que los kaijus regresen. Jake Pentecost (John Boyega) decidió no seguir los pasos de su padre y vive de fiesta en fiesta, rodeado de lujos que financia robando piezas de viejos Jaegers desmantelados y vendiéndolas en el mercado negro. En uno de sus robos Jake se cruza con la joven Amara Namani (Cailee Spaeny), una huérfana experta en mecánica que armó su propio mini-jaeger llamado Scrapper usando chatarra y partes en desuso. Después de reencontrarse con su hermana Mako Mori (Rinko Kikuchi), Jake se verá forzado a unirse a la PPDC para entrenar a una nueva generación de pilotos de Jaegers junto a su ex-compañero y rival, el ranger Nate Nash (Scott Eastwood). Pero la aparición de un misterioso Jaeger rebelde y la amenaza de nuevos kaijus pondrá en jaque a nuestros protagonistas ¿puede ser que esta vez el enemigo no se trate de un monstruo de otro mundo, sino de algo más cercano?. Innecesaria, tal vez sea el adjetivo más correcto para definir a Titanes del Pacífico: Insurrección. Mientras la película triunfa en un aspecto clave para este tipo de películas —una serie de espectaculares escenas de acción y varias batallas— falla en muchos otros como la construcción de personajes, desarrollo de la trama general y de los arcos particulares de los personajes, etc. La película hace lo que puede para mantener la atención del espectador entre pelea y pelea pero lo que vemos no resulta para nada interesante y el film lo sabe, por eso avanza aceleradamente de una escena de acción a la otra para que no se note lo vacío de su premisa. Los personajes tienen situaciones emocionales o se encuentran ante un gran conflicto para resolverlo simplemente o dejarlo de lado así nomas en cuestión de minutos. El elenco está poblado de unos cuantos actores carismáticos, pero puestos a representar personajes acartonados y clichés. Boyega hace lo que puede en su rol, pero el guion no le da ni un momento que se acerque un 1% al nivel de epicidad del discurso de “cancelar el apocalipsis” y lo único que le queda es hacer su mejor intento para canalizar la buena onda que demostró con su Finn en Star Wars. Scott Eastwood hace de un militar parco y siempre enojado. La única que aporta algo nuevo e interesante es la pequeña Cailee Spaeny con su entusiasmo y fanatismo por los Jaegers. Aunque se tarda su tiempo en arrancar con la parte emocionante y es bastante genérica mas allá de las peleas, Titanes del pacífico: La Insurrección es una buena propuesta para aquellos que busquen un divertido entretenimiento pochoclero plagado de acción.
Sin la necesidad de caer en cuestionamientos ideológicos sobre la guerra de Afganistán, Tropa de Héroes nos presenta un relato bélico visto y masticado mil veces, que no lo diferencia en nada de los otros cientos de films pro-guerra que salen año a año. Tropa de Héroes (12 Strong) está basada en una novela de no-ficción Horse Soldiers, de Doug Stanton. Dicho libro cuenta la historia real, que se mantuvo clasificada durante años, del grupo de fuerzas especiales que arribó en Afganistán inmediatamente después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 para capturar un punto estratégico y facilitar la llegada de las tropas americanas. Estos doce hombres tuvieron que trabajar codo a codo con los caudillos afganos de la Alianza del Norte y la Fuerza Aérea Norteamericana para avanzar en Afganistán y hacer retroceder al ejército talibán. Los estrategas militares más optimistas aseguraban que la operación llevaría más de un año en concretarse, pero los soldados a caballo lograron su objetivo en menos de un mes. El Capitán Mitch Nelson (Chris Hemsworth) está en plena mudanza cuando ve en las noticias como dos aviones se estrellan contra el World Trade Center. Inmediatamente se ofrece como voluntario para liderar una fuerza especial que será enviada a Afganistán. El Suboficial Hal Spencer (Michael Shannon) está cerca de retirarse del servicio activo, pero solicita ser asignado a esta última misión. Junto a ellos se encuentran los Sargentos Sam Diller (Michael Peña) y Ben Milo (Trevante Rhodes) y otros ocho soldados, ellos serán la primera tropa norteamericana destinada a contraatacar a los talibanes. Este pequeño grupo de 12 hombres deberá enfrentarse a la totalidad del ejército extremista islámico, pero no estarán solos para esta tarea. Contarán con el apoyo del General Abdul Rashid Dostum (Navid Negahban), un militar afgano que hace años viene luchando contra los talibanes. Para movilizarse en un terreno tan inhóspito los soldados deberán avanzar a caballo. No hay necesidad de ahondar en el “discurso” de la película y su visión pro-guerra que en ningún momento se atreve a cuestionar las verdaderas motivaciones de Estados Unidos en la guerra, sino que nos muestra un grupo de soldados de sangre caliente obsesionados con el deber y alimentados con cantidades industriales de patriotismo, buscando venganza contra los que atacaron a su nación. Hemsworth cumple en su rol de líder militar y en ningún momento le pesa el protagónico, los secundarios acompañan bien (aunque Michael Peña y Michael Shannon se sienten bastante desaprovechados) y aprueban con lo justo. La cinematografía es correcta y las escenas de acción están dirigidas mas o menos bien, aunque todas se sienten bastante iguales. Pese a lo único de la premisa (la imagen de soldados a caballo disparando ametralladoras tiene una cualidad extrañamente majestuosa) uno siente que esta historia ya fue contada muchas veces antes por gente mucho más talentosa y de mejor manera. La extensión de la película tampoco ayuda, a lo largo de sus casi 130 minutos conocemos muy poco a nuestros protagonistas, así que no nos importa mucho lo que les pase. Además, la mayoría de las escenas de acción que suceden durante la primera mitad del film están completamente desprovistas de cualquier tipo de emoción genuina. Literalmente, todo lo que los personajes hacen es vociferar coordenadas a un teléfono y esperar que llegue el ataque aéreo desde una montaña a lo lejos. Tropa de Héroes termina redondeando un espectáculo apenas competente, hace lo justo y necesario para no ser una película mala y mantener al espectador entretenido por momentos, pero no mucho más que eso.
Jaume Collet-Serra entrega un entretenido thriller de acción y encierro con un ritmo frenético y un Liam Neeson Impecable. No querrás bajarte de este tren. El cineasta español Jaume Collet-Serra (La Huérfana 2009, The Shallows 2016) dio sus primeros pasos en el mundo del cine dirigiendo publicidades y videos musicales. Poco a poco fue abriéndose paso en Los Angeles hasta llegar a dirigir su primer largometraje, la vilipendiada House of Wax (2005) —sí, esa peli de terror donde actúa Paris Hilton—. Pese a no ser un director aclamado por la crítica, ni contar con demasiada popularidad en España (construyó toda su carrera en Estados Unidos), si demostró ser un profesional muy dedicado que entrega films disfrutables y efectivos que siempre cumplen en la taquilla. No fue hasta cuando trabajó por primera vez con Liam Neeson (La Lista de Schindler, 1993) que el director encontró a su partenaire ideal. Neeson ya venía de consagrarse como héroe de acción con Búsqueda Implacable (2008) y Collet-Serra se dio el lujo de dirigirlo en 3 largometrajes (Unknown 2011, Non-Stop 2014 y Run All Night 2015) que, a pesar de ser tres historias completamente distintas, compartían una misma premisa: Neeson encarna a un hombre común que se enfrenta a una gran amenaza para él o los que lo rodean y debe abrirse paso y bancar la parada a tiros, piñas y patadas. Michael MacCauley (Liam Neeson) es un policía retirado que trabaja para una compañía de seguros. Todos los días toma el mismo tren suburbano para ir y volver del trabajo y gracias a su rutina ya conoce los rostros de muchos de los pasajeros frecuentes. El mismo día que lo despiden una mujer desconocida (Vera Farmiga) se sienta a su lado y le encomienda una misión: tiene que localizar a un pasajero específico y plantarle un dispositivo GPS para poder localizarlo cuando se baje del tren. Si lo hace recibirá una gran suma de dinero. Mientras el tiempo pasa y el tren avanza, Michael se debate entre la recompensa y el probable peligro al que sometería a la víctima. Hasta el momento en que su teléfono suena y la misma mujer misteriosa amenaza con matar a su esposa e hijo si no cumple con lo pactado. La estructura de El Pasajero está dividida en dos pasajes muy claros y diferenciados: en su primera mitad la película juega a ser un thriller de misterio y suspenso donde Liam Neeson intenta averiguar la identidad del pasajero que deberá matar o proteger a la vez que busca una manera de adelantarse a los planes de quien lo puso en esta situación, pasada la mitad del metraje y cada vez con menos pasajeros a bordo y el peligro inminente mucho más cercano y palpable, la película deviene en una aventura de acción que no da respiro. Todo esto gracias a una historia que (aunque no perfecta y para nada original) te mantiene constantemente interesado en el dilema del protagonista por sus giros sorpresivos y un Liam Neeson obligado a usar su ingenio antes que sus puños para poder salir de la situación. Pese a este detalle la falta de tiroteos, explosiones y constantes peleas mano a mano no le resta nada a la película. El Pasajero es una película dinámica y sumamente entretenida que va in crescendo hasta un final explosivo y satisfactorio sin descarrilar en ningún momento. Neeson vuelve a estar impecable en el papel de héroe cotidiano y Collet-Serra nos deleita con otra aventura vertiginosa, sencilla, redonda y sin grandes aspiraciones.