El bueno, el malo y el genio Guy Ritchie es claramente un director desparejo y su fuerte es el género de acción, donde ha desarrollado su particular estética de filmación y edición de tomas que combina cámaras lentas y rápidas, acercamientos inesperados y tramas entrelazadas. Las mejores representantes de esta marca registrada son sus dos primeras películas, Lock, Stock and Two Smoking Barrels (1998) y Snatch (2000), films de gran calidad sobre la violencia y la marginalidad retratada por una cámara brutal donde el talento de Ritchie para construir historias y generar una acción vertiginosa y atrapante se destaca sin lugar a dudas. Después de sus dos primeros films Ritchie intentó dinamitar su carrera con Insólito Destino (Swept Away, 2002), una remake de Insólita Aventura de Verano (Travolti da un Insólito Destino Nell’azzurro Mare d’agosto, 1974), el aclamado film de la realizadora italiana Lina Wertmüller, para regresar unos años después a su marca registrada con Revolver (2005), film que no colmó las expectativas. Con RocknRolla (2008) y Sherlock Holmes (2009) Ritchie pareció haber combinado por primera vez su estética con las grandes producciones y recuperó algo de su originalidad bajo una producción más edulcorada y rimbombante. La secuela del detective londinense y la remake de El Hombre de Cipol (The Man from U.N.C.L.E., 1964), una serie de espionaje internacional de mitad de los años sesenta, no defraudaron al nuevo público masivo de Ritchie, tarea designada para El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada (King Arthur: Legend of the Sword, 2017), donde el humor cínico devendría finalmente en socarronería necia. Aladdin (2019) es una apuesta inesperada para un director como el presente, acostumbrado a otro tipo de films. Si repasamos la carrera de Rithcie, rehacer con personajes reales el clásico de animación de Disney de 1992 de Ron Clements y John Musker no parece la mejor tarea para un realizador de estas características. He aquí el primer problema de esta remake. Al igual que en la versión animada, Aladdin (Mena Massoud) es un joven delincuente que roba para vivir en la ciudad de Agrabah, pero su vida de forajido queda trastocada cuando conoce accidentalmente a la princesa Jazmín (Naomi Scott) y es capturado en el palacio por Jafar (Marwan Kenzari), el Gran Visir del Sultán, quien lo obliga a apoderarse de la lámpara mágica para cumplir sus anhelos de poder. Tras frotar la lámpara mientras se encuentra atrapado en una cueva, Aladdin descubre al Genio de la Lámpara, que le concede tres deseos al bandido enamorado, que pedirá convertirse en príncipe para cortejar a la princesa en el palacio. Salvo algunas escenas que cambian ligeramente y algunas más introducidas, el film es casi una copia de la versión animada de Disney que comenzaba en la década del noventa con la apuesta de una estética infantil más moderna que tendría en La Bella y La Bestia (The Beauty and The Beast, 1991), Aladdin (1992), El Rey León (The Lion King, 1994) y Pocahontas (1995) sus mayores éxitos. La voz de Robin Williams como el Genio de la Lámpara de la historia de Las Mil y una Noches tiene su correlato aquí en la presencia física de Will Smith, el protagonista de films como Yo, Robot (I, Robot, 2004) y Soy Leyenda (I am Legend, 2007). Smith es el encargado de sostener el film con su sola presencia pero ni tiene el histrionismo de Williams ni puede hacer el milagro de salvarla de las malas decisiones de la producción y de Ritchie, que parece encadenado al film animado original a su pesar. Marwan Kenzari no logra componer a un villano carismático y Mena Massoud y Naomi Scott no consiguen hacer demasiado en una obra que hace agua en su idea nuclear de rehacer el opus de antaño hasta en sus canciones. Las nuevas versiones de las viejas composiciones no conmueven ni sorprenden y queda claro que el musical y Ritchie no se llevan demasiado bien. El director claramente no encuentra ningún reducto para desarrollar sus ideas y su estética, salvo en algunas escenas introducidas de persecuciones que no le agregan nada a la trama pero extienden innecesariamente la duración. Ya sea en sus colores, en su imaginación o en la utilización del humor como herramienta narrativa, y no como sucedáneo de la falta de ideas, el film original animado demuestra mayor valentía y seriedad en sus decisiones y al final de cuentas en cada una de las escenas comparadas la película animada demuestra más originalidad y vitalidad que su remake. Aladdin es así un musical deslucido que reproduce y hasta exacerba todos los problemas generados por las decisiones basadas en el marketing cinematográfico actual que pone de rodillas a la creatividad de los grandes escritores y directores. El intento completamente descarado y abierto de imposición de la idiosincrasia y la cultura de las clases empresariales actuales en toda la sociedad, el abuso de la situación cómica para ocultar los evidentes problemas narrativos, la tesitura adolescente que atenta contra la propuesta infantil y la adultez de los protagonistas, y finalmente, la introducción de características y comportamientos de la época actual y particularmente de Occidente en la Arabia de la Edad Media, son algunos de los elementos que alejan al film de una genuina obra producto del talento y la creatividad para colocarla a cada paso en un intento de agradar a públicos diversos con la finalidad de generar más recaudación, fórmula que, paradójicamente, la mayoría de las veces no trae los resultados esperados. El Aladdin de Ritchie, que es una copia casi exacta del Aladdin de Ron Clements y John Musker pero con todas las decisiones narrativas mal encaradas, es en sí una fórmula remachada, parte de un plan empresarial de reeditar viejos éxitos que ya tuvo su farsa en La Bella y La Bestia y ya tiene preparada también la nueva versión de El Rey León. Desgraciadamente este Aladdin no logra construir un buen producto para el consumo cultural infantil, ni tampoco un producto de mínima calidad para los adultos o adolescentes, ni siquiera un producto nostálgico que recuerde lejanamente con cariño a la maravillosa película de la infancia.
Partituras recuperadas A partir del encuentro de más de dos mil partituras y arreglos en un baúl tirado en un contenedor de escombros, Peri Azar rastrea los pasos de Héctor y su Gran Orquesta de Jazz, liderada por el compositor y director de orquesta argentino Héctor Lomuto y sus hermanos, Enrique y Francisco, este último un famoso pianista y compositor de tango que dirigió a su vez su propia orquesta, Típica y Jazz Band. Gran Orquesta (2019) narra la búsqueda de los integrantes a partir de sus parientes y amigos para revivir la música arreglada por Martín Darré, famoso por trabajar junto a Mariano Mores. Azar reconstruye desde las partituras encontradas la historia de una de las Big Bands argentinas más importantes de la década del cincuenta, que tuvo su esplendor en Radio El Mundo para caer en desgracia tras el derrumbe de Perón y la masificación del long play. El sonido de una época, la forma de entender y vivir la música y la idiosincrasia de una Buenos Aires que vibraba con las orquestas y la radio son algunas de las imágenes que el documental recupera a través de las entrevistas a aquellos que aún recuerdan a la banda y a los que la habían olvidado, y también a los músicos que deciden revivir la orquesta a partir de una minuciosa y ardua investigación que se reencuentra con el pasado. Los intérpretes Sergio Pángaro, Cocó Muro y Abel Corriale, el hijo del baterista de la orquesta, José Corriale, son parte de esta maravillosa búsqueda de los rastros del pasado musical de Buenos Aires que tiene como finalidad la representación en vivo de los temas que hicieron bailar a una generación. Peri Azar rearma las piezas de este rompecabezas con tesón para crear un documental emotivo de gran valor histórico iniciado por la casualidad y la curiosidad que genera el reencuentro con las joyas perdidas y olvidadas del pasado porteño, esas que si tenemos suerte se cruzan en nuestro camino y nos transforman.
Recuerdos arrojados al mar Lucas y Gilda, dos hermanos de diecisiete y veinte años respectivamente, irrumpen en una casa clausurada que perteneció a sus padres en pleno invierno en la inclemente costa argentina durante la noche, después de un largo viaje en micro, para cumplir el último deseo de su madre recientemente fallecida. Un paro sorpresivo de transporte de larga distancia los deja varados en la costa en una casa con diversos problemas legales que los inunda de recuerdos. Allí se reencuentran con su pasado y con ellos mismos en un lugar que los retrotrae a sus traumas y miedos, cuestión que los une y los separa a la vez. Esta es la trama del segundo largometraje del joven director argentino Mateo Bendesky, Los Miembros de la Familia (2019). Entre sueños y sensaciones a flor de piel desencadenadas por los recuerdos, los jóvenes intentan recomponer su relación fraterna, tensionada por cuestiones que se van revelando a lo largo de la propuesta. Distanciados por la rehabilitación de Gilda de su adicción a las drogas y la fascinación de Lucas por los deportes de combate y las artes marciales, la muerte de la madre los une nuevamente para despedirla de una forma extraña y poco convencional. Mientras indagan en el pasado de sus padres y descubren algunas miserias que no esperaban ambos reencauzan su propia relación y se encuentran a sí mismos en los comienzos de la formación de la identidad. Las drogas, las relaciones amorosas, las mentiras, una internación voluntaria producto de una sobredosis, el duelo, el descubrimiento de la sexualidad, una tragedia de la que nadie quiere hablar, un baño al que nadie quiere entrar, una habitación en la que ninguno quiere dormir y las filosofías orientales tamizadas por la mercantilización de las nuevas espiritualidades posmodernas son algunos de los elementos narrativos que inundan este film sobre las tensiones entre las certezas y las dudas de la adolescencia que acontecen contra el viento y las olas de la costa argentina mientras las ensoñaciones parecen cubrir todo de una espesa niebla que impide dilucidar qué es sueño y qué es realidad. Los Miembros de la Familia es un film contemplativo con muchas escenas de recogimiento que indaga en la adolescencia como importante instancia de transición hacia la adultez, etapa que marca la vida y la identidad de las personas. Mateo Bendesky narra así una historia de elusiones y alusiones sobre cuestiones de un ayer enterrado para que los personajes exhumen su pasado y se enfrenten a un presente conflictivo unidos. La narración es pesada adrede dado que el relato se revela lentamente para introducir nueva información de a poco y sorprender con una historia sobre la vida como una constante toma de decisiones cotidianas pequeñas que parecen no tener un sentido trascendente, pero que la distancia pone en su lugar a lo largo de los años.
Sobreprotección y locura En su segundo largometraje de ficción el realizador argentino Sebastián Schindel, responsable de El Patrón: Radiografía de un Crimen (2014), emprende la adaptación de un galardonado cuento de Guillermo Martínez, Una Madre Protectora, un inquietante relato sobre una progenitora que no deja salir a su hijo y un padre abrumado por las decisiones maternas, cuento largo editado originalmente como relato final del libro de misterio y terror Una Felicidad Revulsiva (2013). Un talentoso pintor de más de cincuenta años, Lorenzo Roy (Joaquín Furriel), bohemio y alcohólico recuperado, divorciado y con dos hijas que viven en Canadá y que ya no ve desde hace mucho tiempo, comienza a sentirse desplazado de su rol cuando su esposa, Sigrid (Heidi Toini), una bióloga marina noruega con la que se ha casado recientemente, se obsesiona con el cuidado del embarazo y decide traer a una partera de Noruega para el nacimiento. Lorenzo intenta reencontrar su lugar y confirmar su rol a través de la introducción en la ecuación de una pareja amiga, Renato (Luciano Cáceres) y Julieta (Martina Gusmán), pero el clima se torna cada vez más insostenible en la lúgubre casona y Lorenzo explota cuando la madre y la mujer que cuida al bebé, Gudrun (Regina Lamm), intentan impedirle que lo lleve al médico ante un típico episodio de fiebre. De ahí en más el hombre pierde completamente el eje y termina internado en un instituto psiquiátrico cuando no reconoce al niño y denuncia a la madre por haberlo intercambiado. Con un guión de Leonel D’Agostino, coescritor de Nieve Negra (2017) junto al director Martín Hodara, y el asesoramiento del propio autor del cuento, Sebastián Schindel adapta el relato a través de flashbacks y cambia el punto de vista del narrador creando una historia sobre la sobreprotección, las diferencias culturales y las problemáticas de la maternidad y la paternidad, combinando el suspenso y la psicología con muy buen resultado. El Hijo (2019) utiliza metáforas y alegorías sobre todas las cuestiones que trabaja y hace hincapié en la incomunicación y la extrañeza en un thriller psicológico que por momentos roza el terror. A pesar de la complejidad de la obra literaria original, la película no se empantana en las subtramas y modifica el cuento para fortalecer la funcionalidad cinematográfica del film en una obra con muchas capas que se van revelando de a poco. El film exacerba el estrés de tener un hijo a partir de los cambios que la paternidad y la maternidad introducen en la vida de los personajes, transformación radical que implica asumir una gran responsabilidad. Schindel también trabaja lateralmente la contraposición siempre presente en nuestra social alrededor de la rigidez y templanza que demanda la ciencia y la plasticidad y la exaltación de la vida por parte del arte a través de las personalidades contrapuestas de la madre y el padre enfrentados por la crianza y el cuidado del bebé, aunque sin encasillarnos. El relato también hace hincapié en el sentimiento de inutilidad del padre y en la falta de conexión del susodicho con el hijo, todos miedos latentes de nuestra sociedad respecto de la reproducción. El director del documental sobre el Palacio Barolo, El Rascacielos Latino (2012), maneja muy bien el suspenso y la complejidad de la trama y las actuaciones son en general aceptables, destacándose principalmente Regina Lamm en su papel de matrona noruega de antaño. La fotografía de Guillermo Nieto, responsable del rubro en La Luz Incidente (2015), el film de Ariel Rotter, y la banda sonora de Iván Wyszogrod, responsable de la música de Aniceto (2008), el último film de Leonardo Favio, son los principales pilares de una combinación de tensión visual y sonora que la película maneja con destreza técnica para crear una obra que indaga en los límites de la maternidad y la paternidad y qué ocurre cuando estos límites son cruzados desoyendo los mandatos sociales. El Hijo es así un film para adentrarse hipnóticamente en una historia perturbadora donde la locura es puesta en cuestión y lo no dicho y lo fuera de plano son ejes importantes de un relato que da indicios sobre lo que realmente está ocurriendo para que el espectador quede atrapado en la narración y construya en su mente su propia película.
Colonias judías en América El tercer documental del realizador argentino Miguel Kohan, responsable de El Francesito: Un documental (im)posible sobre Enrique Pichón-Riviere (2016) y Café de los Maestros (2008), es una investigación de la diáspora judía alrededor de América, una historia fascinante sobre la construcción de comunidades específicas que van desde una pequeña ciudad en Entre Ríos hasta Nueva York, pasando por Jamaica, Surinam y Brasil. En La Experiencia Judía (2019) Kohan reconstruye a partir de entrevistas a historiadores, diplomáticos, investigadores y descendientes de las comunidades hebreas la historia del exilio judío en América, una búsqueda incansable de una tierra prometida en los textos sagrados a nivel simbólico y un lugar para profesar sus creencias sin persecuciones en el ámbito político. A partir de un gran análisis histórico el documental asiste al encuentro de tumbas del Siglo XVII en basureros y tierras anegadas en Jamaica y en Surinam, a la historia de los gauchos judíos en Entre Ríos, inmortalizados por la novela de Alberto Gerchunoff y la película de Juan José Jusid, y las comunidades judías convertidas a la fe católica en Brasil y otras regiones americanas a lo largo de los años para asimilarse y no quedar aisladas. Desde la cooperación entre comunidades indígenas y judías en Surinam hasta la creación de las primeras Sinagogas públicas, el documental busca la huella de una comunidad de la que quedan rastros y descendientes que hoy redescubren su legado. A partir del estudio de las inscripciones en las lápidas encontradas, los investigadores descubren las formas en que la religión era comprendida y vivida por los judíos exiliados que escapaban de los pogromos en Rusia y Rumania, o de la inquisición de España y Portugal a través de Holanda en un documental que invita a adentrarse y estudiar las congregaciones judías en América, un capítulo anegado de la historia del continente, como una forma de encontrar una herencia cultural americana que parecía perdida y hoy es redescubierta. La música original de César Lerner propone imbuir al documental de las raíces semíticas para estudiarlas y recuperarlas. La Experiencia Judía también rescata la relación entre la independencia norteamericana y la isla de San Eustaquio, parte de las Antillas Holandesas, un puerto natural donde la comunidad judía se asentó durante muchos años con prosperidad hasta la guerra de independencia estadounidense. La Experiencia Judía consigue despertar así el interés sobre una cuestión poco estudiada que merece un análisis más exhaustivo que el que el documental termina ofreciendo.
La voz de la leyenda El debut cinematográfico del realizador y fotógrafo Tom Volf sobre la leyenda de María Callas, la cantante soprano nacida en Estados Unidos y educada en Grecia, es una investigación que comenzó en 2013 realizada bajo la inspiración de la nueva corriente documental que abrió Listen to Me Marlon (2015), de Stevan Riley, sobre el mítico actor Marlon Brando. La película, que retrata a Callas a través de sus propias palabras, llevó cuatro años de viajes y descubrimientos en una búsqueda sobre los rastros de todos aquellos que la conocieron y que conservaron el valioso material usado en el film. En base a los registros de audio y video restaurados, entrevistas de distintas épocas de su vida, fotografías y notas periodísticas varias, María Callas: En sus propias palabras (Maria by Callas, 2017) narra la tempestuosa y apasionante vida de una de las grandes artistas de la ópera del Siglo XX. Volk construye el hilo narrativo principalmente a partir de las entrevistas realizadas a Callas para programas de televisión europeos donde analiza su vida alrededor de la música desde la presión de sus padres para recibir una formación musical hasta la imposición de su madre de estudiar canto ante las incipientes demostraciones de talento. Callas señala también la imposición de su primer esposo, Giovanni Battista Meneghini, un empresario italiano de la industria de la construcción, que disfrutó de la merecida fama de su esposa hasta que el amor se terminó y ella decidió separarse. Tras la ruptura de la pareja el documental hace hincapié en los cambios en la actitud de Callas producto de la intensa relación con el magnate naviero griego Aristóteles Onassis y los vaivenes de la misma a lo largo de los años, mezcla de amistad y romance que influyó en la vida de la ambos. Imágenes de la filmación de Medea (1969), el film de Pier Paolo Pasolini que presidió a la Trilogía de la Vida, compuesta por El Decamerón (Il Decameron, 1971), Los Cuentos de Canterbury (I Racconti di Canterbury, 1972) y Las Mil y Una Noches (Il Fiore delle Mille e Una Notte, 1974), son expresiones de uno de los momentos más extraordinarios del cine gracias al trabajo de dos grandes artistas que se estimularon y se retroalimentaron para conseguir una de las películas más íntimas y perturbadoras sobre el mitológico personaje inmortalizado por la tragedia griega de Eurípides. El documental recupera principalmente algunas de sus mejores performances en los distintos teatros del mundo, su compenetración con los personajes y con la música que interpretaba, su profesionalismo, y también la presión que recibía por parte del público y de la prensa, atentos buitres listos para atacarla por sus desaires y su falta de interés por ofrecer reportajes y primicias. Estos conciertos son, sin duda alguna, la perla de la obra de Volk, y permiten al espectador disfrutar de su maravillosa voz, su expresividad actoral, su indudable belleza y su potente y cálido magnetismo. Volk realiza una excelente decisión al narrar el film mediante la propia voz de Callas, presentándola a través de los años como una mujer vulnerable, de un gran sentido del humor, con una encantadora ironía (especialmente con la prensa), de un temperamento complejo, llena de devoción por las obras que interpretaba y -por supuesto- compenetrada hasta la médula con la importancia de las buenas puestas en escena para transmitir la fuerza de la ópera. Callas también relata aquí en los archivos encontrados por Volk los sacrificios que debió realizar por su carrera como artista, los sufrimientos y problemas de salud, pero también las satisfacciones que le dio la música. Desde Luchino Visconti hasta Catherine Deneuve, desde los duques de Windsor hasta Omar Sharif, de Brigitte Bardot a Jean Cocteau, de Vittorio de Sica a Grace Kelly, todos aparecen en alguna escena compartiendo o presenciando alguna de las obras interpretadas por Callas, como Norma, de Vincenzo Bellini, Lakmé, de Léo Delibes, o Aida y La Traviata de Giuseppe Verdi. Una entrevista con su profesora, la cantante soprano española Elvira de Hidalgo, y la lectura de cartas en off de Fanny Ardant y Joyce DiDonato, mientras se suceden fotos de época, son las únicas rupturas para con la narración de Callas de su propia vida con todos sus matices. Pero María Callas: En sus propias palabras no es una biografía, sino una aproximación honesta a un personaje hermético que encandiló a todos en su época, creado con retazos de una vida pública a su pesar. Poseedora de una voz sin igual, de un tono soprano de amplio registro, de una técnica perfecta y de matices envolventes e hipnóticos, también actriz histriónica y sensual, María Callas interpretó su papel de cantante, mujer y estrella con un estilo magnético que cautivó a todos, seleccionando cuidadosamente con quien elegía concertar una amistad y a quien rechazaba por su corta mirada de la música, del arte y de la vida. María Callas: En sus propias palabras constituye una gran oportunidad para adentrarse en su leyenda y disfrutar de su voz y de su avasallante personalidad con vistas a comprender la fascinación que la cantante suscitó en el mundo melómano en la segunda mitad del siglo pasado.
Un hombre acorralado por sí mismo El tercer largometraje de Miguel Cohan, después de su incursión en la televisión con La Fragilidad de los Cuerpos (2017), se mantiene en el género policial al igual que su ópera prima Sin Retorno (2010) y la adaptación de la popular novela de Claudia Piñeiro, Betibú (2014), obras que le valieron un reconocimiento como nuevo realizador nacional. La Misma Sangre (2019) narra desde dos puntos de vista distintos la muerte de Adriana (Paulina García), la esposa de Elías (Oscar Martínez) y madre de Carla (Dolores Fonzi). Su fallecimiento aparentemente accidental desata una serie de interrogantes que llevan a la pareja de Carla, Santiago (Diego Velázquez), a preocuparse por la posibilidad de que la coartada de Elías durante el accidente que causó la muerte de la cocinera profesional no sea auténtica. La premisa del guión de Ana y Miguel Cohan se basa en la deconstrucción de la fachada del matrimonio perfecto de más de treinta años de Adriana y Elías, una pareja a punto de separarse con vidas completamente distintas que mantenían una relación distante pero simulaban seguir juntos. A partir de las sospechas de Santiago, Carla comienza a indagar en la vida de su madre a partir de una serie de fotografías que encuentra en la casa paterna, lo que la lleva a descubrir algunas de las cuestiones que sus padres le ocultaban. El film de Cohan se basa en una idea propia concebida junto a Ana Cohan y Walter Rippel y plantea una mirada trágica sobre las miserias familiares pero sin extender la representación particular hacia lo universal. La historia sí realiza un planteo social sobre los empresarios regionales que se endeudan intentando exportar y los organismos estatales burocráticos que los ponen en el camino de la quiebra con sus retrasos en escenas que podrían haber sido más desarrolladas y definitivamente constituyen las más memorables de la película. En este sentido, los contratiempos del ambicioso proyecto económico de Elías y la consolidación del proyecto gastronómico de Adriana son dos caras contrapuestas de una Argentina en la que nada se puede dar por sentado y que quedan como una contextualización de la historia familiar que no resulta tan interesante. El relato va perdiendo fuerza promediando la mitad del film ya que la acción que se repite desde el punto de vista de Elías, tras narrar primero la acción desde la mirada de Santiago, aporta algunas respuestas pero no agrega nuevos interrogantes y podría haber sido más resumida. Las actuaciones de todo el elenco son excelentes, destacándose Oscar Martínez y Paulina García en escenas de gran tensión, al igual que un maravilloso comienzo con Norman Briski y buenas performances de Dolores Fonzi, Diego Velázquez y Luis Gnecco. Con una historia sencilla y una fórmula que funciona, Miguel Cohan construye en La Misma Sangre un policial sin policías ni jueces, y prácticamente alejado de todo el aparato judicial, para narrar un drama familiar desde el suspenso. Por momentos el film carece de credibilidad y pierde el interés que crea en un principio, especialmente por la gran actuación de Paulina García, y que recupera parcialmente en el final y en algunas escenas de Oscar Martínez, aburriendo cuando se centra en el personaje interpretado por Velázquez y consiguiendo en suma mantener un nivel aceptable en una propuesta que logra atraer con un elenco destacado y una historia prometedora que se conforma con ofrecer un cierre muy poco deslumbrante.
Enfrentando la pobreza El tercer largometraje de la aclamada realizadora y actriz libanesa Nadine Labaki, conocida por su debut cinematográfico, la comedia romántica Caramel (Sukkar Banat, 2007), y por el drama religioso Where Do We Go Now? (Et Maintenant on va où?, 2011), narra las penurias de un niño de doce años intentando sobrevivir en una ciudad del Líbano en medio de la pobreza, la exclusión social y la violencia familiar. Zain, un niño libanés, vive con sus padres y sus numerosos hermanos, todos indocumentados, en una pieza muy precaria en el país mediterráneo y tras ser arrestado por apuñalar a alguien, decide emprender un juicio contra sus progenitores por traerlo a este mundo de penurias. Así comienza la historia de Cafarnaúm (Capharnaüm, 2018), que de a poco involucra al niño en su huida de sus padres con Rahil, una mujer inmigrante de Etiopía que vive en la nación ilegalmente. En un flashback de lo ocurrido antes del juicio, el film expone las changas y mandados con los que el joven y su familia sobreviven y su intención de encubrir el primer período de su hermana de once años para que sus padres no la ofrezcan en casamiento al dueño del departamento en que viven, Assaad. Tras una pelea con sus padres al respecto, el niño huye de la casa enojado por la pérdida de su hermana, eventualmente entregada a Assaad en matrimonio. Asombrado por un anciano disfrazado del “hombre cucaracha”, Zain entra en un parque de diversiones y entabla amistad con Rahil, esa inmigrante ilegal que trabaja en maestranza y que esconde en los baños a su hijo pequeño para que nadie lo descubra. Como Zain no consigue trabajo, Rahil le ofrece vivir en su precaria pieza a cambio de cuidar de su hijo, Yonas. Cuando la mujer es arrestada el niño hará lo imposible para mantener al bebé a salvo, intentando conseguir comida como sea. En este film lleno de gritos y llanto, los planos febriles que semejan movimientos bruscos se mezclan con las imágenes de la miseria para desestabilizar al espectador en escenas muy conmovedoras y de gran fuerza discursiva. Los sueños de los inmigrantes de salir de la pobreza y prosperar sin organizarse son una constante en una historia que hace hincapié en las contradicciones del Líbano. Cafarnaúm trabaja desde el eje de la pobreza la asimilación del país a la cultura occidental, la influencia de las organizaciones paramilitares islámicas -a través de una escena al principio en torno a los juegos de los niños- y el tráfico y el consumo de drogas como aproximaciones varias a la cuestión de la miseria en el Oriente Próximo. Por momentos el protagonismo de Zain, Yonas y Rahil cede a lo colectivo en secuencias donde la ciudad se vuelve el centro de la escena, ya sea en planos cenitales sobre las precarias construcciones o en la mirada que Labaki impone sobre la miseria de las calles y una pobreza que se extiende como un hormiguero. La cámara de Christopher Aoun retrata así las variantes de una ciudad donde los sueños son aplastados por la realidad, estudiar es una quimera absurda y la posibilidad de ser deportado es tan cercana como los problemas de vivir indocumentado y completamente al margen del sistema. El protagonista y la mayoría del elenco son interpretados por refugiados de países en guerra que emigraron al Líbano para tener una vida mejor. Esta elección le aporta al film una gran autenticidad a través del excelente trabajo de Labaki en la dirección en una historia escrita por la propia directora en colaboración con Jihad Hojeily y Michelle Keserwany, sumada a la asistencia adicional de Georges Khabbaz y Khaled Mouzanar. El título del film refiere a la metrópoli que fue el hogar de Jesús de Nazareth, por lo que el film realiza una alegoría religiosa alrededor de las contradicciones y paradojas del Líbano, un país cuya capital tiene muchos contrastes de extrema riqueza y extrema pobreza. Cafarnaúm ofrece un panorama completo y desolador sobre la situación social del país, sus cambios y proyecciones, y principalmente los sueños de las nuevas generaciones que esperan poder escapar del destino de indigencia que les espera.
Tumbas en la nieve Tras el éxito de su film Por Orden de Desaparición (Kraftidioten, 2014), el realizador noruego Hans Petter Moland recibió el encargo se adaptar la película protagonizada por Stellan Skarsgård y el inefable Bruno Ganz al mercado norteamericano. Así nació Venganza (Cold Pursuit, 2019), una obra irónica, con gran carácter, que copia escena por escena y plano por plano casi todo el opus original, con algunos cambios menores y algunas historias paralelas adicionales. Nels Coxman (Liam Neeson) es un trabajador sin demasiadas pretensiones y con una buena y apacible vida en un pequeño pueblo cerca de Denver, Kehoe, que conduce un camión que remueve la nieve del camino para permitir la movilidad de los vehículos por los trayectos anegados. Por su tesón, su compromiso y su contribución al desarrollo de la ciudad, la comunidad le otorga su mayor galardón, el de ciudadano del año, pero inesperadamente su vida da un vuelco de ciento ochenta grados cuando recibe la peor noticia: su hijo acaba de morir de una supuesta sobredosis. El joven, que trabajaba en el aeropuerto, en realidad ha sido asesinado por una banda de narcotraficantes debido al robo de una bolsa de cocaína por parte de un compañero de trabajo. Cuando Nels descubre la verdad comienza a perseguir a los que ordenaron la ejecución de su hijo y sin proponérselo elimina uno a uno a los miembros del cartel, desatando sin darse cuenta una guerra entre el capo narco y sus socios indios en el remoto Kehoe. Liam Neeson realiza una gran labor reemplazando al sueco Stellan Skarsgård y Frank Baldwin es el responsable de un guión que adapta levemente a la idiosincrasia norteamericana la gran historia original del danés Kim Fupz Aakeson. Hans Petter Moland se copia a sí mismo y logra un resultado excelente con una película demasiado similar a Por Orden de Desaparición pero que despliega muchas ideas nuevas, que aunque secundarias, le proveen distintas texturas a un film que ya de por sí tiene una narración vertiginosa. El nombre del film original, Por Orden de Desaparición, hace referencia a la catarata de muertes desencadenadas por el asesinato del joven Dickman, en la remake Coxman, que se van acumulando ostensiblemente a medida que avanza la obra, mientras que el título de la reinterpretación hace hincapié en la cuestión de la búsqueda de los culpables más al estilo de Charles Bronson en la década del setenta y ochenta en films como El Vengador Anónimo (Death Wish, 1974) o Cold Sweat (1970). Venganza vuelve a aprovechar la construcción de Liam Neeson como heredero de Bronson, exponente del hombre promedio llevado por las circunstancias a tomar acciones drásticas, personaje que viene desarrollando desde hace unos años en diferentes films como El Pasajero (The Commuter, 2018), Una Noche para Sobrevivir (Run All Night, 2015) o Búsqueda Implacable (Taken, 2008), películas de gran aceptación entre el público de acción. En su propia remake Moland edulcora la historia junto al guionista Baldwin para el público estadounidense, con un poco más de protagonismo policial y algunas historias paralelas de los mafiosos que agregan color a una obra cargada de un humor corrosivo y sardónico un poco más explícito que en la versión original noruega. Venganza adapta la historia a la medianía norteamericana pero aun así se destaca por sus buenas actuaciones y un relato de gran fuerza que cambia el contenido social y político del original por algunos chistes que funcionan también como una crítica solapada de distintas cuestiones sociales que el director se da el lujo de remarcar. Si bien Por Orden de Desaparición es extraordinaria, bien vale la pena disfrutar de la remake por encargo que toma casi todo lo mejor de la primera versión agregándole lo justo para convertir a Venganza en una digna y caustica reversión.
Un antídoto contra la discriminación Lejos de las comedias que lo hicieron famoso, el realizador norteamericano Peter Farrelly se adentra en Green Book (2018) en la amistad entre un pianista famoso afroamericano y su chofer, ayudante y guardaespaldas, Frank Anthony Vallelonga, también conocido como Tony Lip, a principios de la década del sesenta en un tour por los estados segregacionistas del sur de Estados Unidos, territorios conocidos por su racismo y su odio contra la población afroamericana. Don Shirley (Mahershala Ali), un pianista afroamericano que combinó el jazz con la música clásica con un estilo moderno e innovador y vivió en el famoso Carnegie Hall, contrata a un maître del exclusivo club de Nueva York Copacabana, Tony Vallelonga (Viggo Mortensen), para acompañarlo en su gira por el sur de Estados Unidos. La intención del prestigioso pianista es transformar la mentalidad retrógrada y los podridos corazones de sus compatriotas a través del maravilloso poder de la música. La tarea de llevar al pianista a tiempo de concierto en concierto alrededor de los distintos estados deviene en amistad y también en comprensión de las raíces del racismo, ya sea a través de la llana discriminación, de los chistes más veniales o de las demostraciones de violencia. La relación entre ambos es también la unión de dos mundos completamente distintos pero que se encuentran para entenderse. Para las clases altas del sur el Doctor Shirley es un virtuoso en el escenario, un pianista excelso, pero fuera del escenario es otro negro que no puede sentarse en la misma mesa con los blancos ni orinar en los mismos baños que ellos. Tony, por su parte, es un hombre blanco de clase trabajadora de origen italiano con mucha verborragia y poder de convencimiento que mira con extrañeza la extravagancia del pianista y con tristeza su soledad, pero admira su cultura y su destreza musical. En este viaje de aprendizaje y apertura mental, Shirley, políglota y homosexual, afroamericano, alcohólico, solitario y culto, es sometido a todo tipo de discriminaciones, incluso por parte de las fuerzas policiales en escenas que en lugar de remarcar la humillación hacen hincapié en la voluntad del músico por superar los obstáculos, muchas veces gracias a la ayuda y el carisma de su nuevo amigo italoamericano. En un recorrido por algunos de los estados más reaccionarios del país del norte, Shirley ofrece conciertos en Pensilvania, Ohio, Indiana, Iowa, Kentucky, Carolina del Norte y Georgia, adentrándose de a poco peligrosamente en el sur profundo hasta llegar a algunos de los reductos más conservadores de Estados Unidos como Tennessee, Arkansas, Luisiana, Mississippi y Alabama, donde persistían graves leyes y prácticas consuetudinarias de segregación racial. La película también realiza una operación de deconstrucción de las relaciones de clase a partir del nexo entre el músico de clase alta y el trabajador de clase media, ambos de orígenes y realidades completamente distintas que se ven obligados a convivir y a aprender el uno del otro, para descubrir que pueden ayudarse mutuamente mientras se divierten. Ali y Mortensen realizan una gran labor al personificar a estos dos amigos en un proceso de sondeo, conexión y desconfianza mutua, apropiándose con gran versatilidad del guión del propio Farrelly junto a Brian Hayes Currie y Nick Vallelonga, hijo de Tony. El título del film se refiere a una guía para viajeros afroamericanos que fue publicada en Nueva York por treinta años entre 1936 y 1966, durante el período en el que rigieron las ominosas leyes de segregación racial en varios estados del sur. El libro funcionaba como una guía de hoteles y restaurants donde los afroamericanos podían acudir sin ser discriminados por una caterva de fascistas enajenados por su odio irracional. A pesar del tema que analiza el film de Farrelly, responsable de algunos éxitos allá lejos y hace tiempo como Tonto y Retonto (Dumb and Dumber, 1994) y Loco por Mary (There’s Something About Mary, 1998), Green Book es un film de gran calidez que no reniega del humor más franco como antídoto ante el odio racial y que apela a la emotividad y la sencillez en una obra pedagógica sobre la amistad, la comprensión y la puesta del cuerpo en favor de una política realista y estratégica de igualdad de derechos con la música como instrumento de cambio social.