La cocina del poder La ópera prima de la galardonada guionista Andrea Berloff como realizadora, The Kitchen (2019), aquí titulada Las Reinas del Crimen, es un film sobre un grupo de esposas de criminales irlandeses de Nueva York a fines de la década del setenta que deciden tomar el control de la organización cuando sus maridos son sentenciados a tres años tras las rejas por un asalto a una licorería y agresión a agentes federales. Cuando sus esposos son encarcelados el nuevo líder de la mafia irlandesa de Nueva York les promete una ayuda para subsistir, pero el escaso apoyo económico no alcanza para la manutención básica, por lo que las tres mujeres comienzan a indagar en los vericuetos del negocio. Así se enteran de que muchos comerciantes han dejado de pagar por la protección debido a que el servicio mafioso no cumple con su cometido, por lo que toman cartas en el asunto. La organización paralela liderada por Kathy (Melissa McCarthy), en conjunto con Claire (Elisabeth Moss) y Ruby (Tiffany Haddish), desplaza a la formal rápidamente alejando a vagabundos y delincuentes de las calles del barrio y las mujeres maltratadas por sus esposos se convierten en las nuevas jefas de la mafia irlandesa. Pero el poder viene acompañado de problemas y las mujeres deberán enfrentar el ego de los hombres desplazados y negociar con la mafia italiana para sobrevivir en un mundo dominado por la idiotez masculina. Las protagonistas y sus maridos representan aquí tres tipos de relación de pareja y reacción en las que la violencia se manifiesta con distintos grados no muy sutiles. La historia transcurre siempre alrededor de esta cuestión contraponiendo estas relaciones con otras posibles y con la necesidad de las mujeres de tomar conciencia de esta situación para cambiar las cosas e independizarse. En este sentido, la historia sobresale más por la necesidad de poner en discusión ciertas cuestiones respecto del maltrato masculino hacia la mujer a través del discurso feminista que por el relato mafioso mismo, el cual por momentos resulta demasiado forzado, queda relegado a un segundo plano contextual y recurre a argumentos y personajes ad hoc que no siempre funcionan en la estructura narrativa. Las excelentes actuaciones de todo el elenco dan vida a los personajes del cómic de Ollie Masters y Ming Doyle, sosteniendo la propuesta con actitud y carisma. Más realista y menos descarnada que la historieta, la película construye muy bien a los personajes principales pero descuida demasiado al resto e intenta en algunas escenas emular el estilo del cómic pero solo abandona el realismo tímidamente. La mayoría de los personajes son construidos como estereotipos demasiado encasillados y ceñidos a su papel, creados para explicar los distintos tipos de violencia ejercidos sobre las mujeres y sus respuestas, lo que atenta bastante contra el desarrollo de un relato creíble. Las Reinas del Crimen es así un film con claroscuros que tanto para bien como para mal no concuerda con el cómic, quedando por momentos a mitad de camino y hasta varado, como por ejemplo en el elemento nostálgico de fines de los setenta, que no es completamente explotado pero que está bien trabajado con algunos guiños de época. Más allá de esta cuestión las actuaciones representan un punto muy alto y el tono de comedia negra funciona bastante bien en una propuesta sólida ideológicamente que se muestra más interesada en dejar bien claro su mensaje político feminista que en la coherencia de una historia que, en última instancia, se toma sus licencias. Aunque no en todo su esplendor, la Nueva York doblegada por la desocupación y el crimen de fines de los años setenta exhibe algo de su encanto en este film en el que Andrea Berloff argumenta bien sus discursos pero no siempre su relato, dejando varios cabos sueltos que le restan a un film que, a pesar de todo, sabe lo que quiere y no teme tomarlo.
La arquitectura de familia El arquitecto argentino Rodolfo Livingston siempre abogó por una escucha atenta de los deseos del cliente a partir de un diálogo sobre las formas de habitar y vivir. Con sus ideas sobre la arquitectura de familia y un sistema de diseño participativo no sólo ha ganado premios sino que ha marcado a varias generaciones que aplicaron y discutieron sus nociones desde distintos ángulos. Sofía Mora construye en Método Livingston (2019) un documental entretenido y educativo sobre un personaje tan extrovertido y carismático como interesante, y muy didáctico sobre su concepción de la arquitectura y las formas de construir y habitar el espacio. A partir de material de archivo de noticieros, programas de televisión variopintos y una extensa entrevista a Livingston a sus 85 años, Mora reconstruye la vida del arquitecto, su niñez, su viaje a Cuba, sus inicios en la profesión, su método puesto en práctica, sus libros, sus amistades, su relación con la academia, sus obras más emblemáticas en la Argentina, su vínculo con su familia y hasta una relación amorosa de su juventud a través de un reencuentro en México. Ya sea en su breve y conflictivo paso por la administración pública en los inicios del Centro Cultural Recoleta a comienzos de la década del noventa con su férrea y justificada oposición a la sesión de una gran parte del lugar para desarrollar un shopping, hasta sus ideas sobre el rol de las enredaderas y los parques, Livingston ha defendido el espacio público a la vez que se ha enfrentado a las ideas neoliberales, esas que promueven el negocio inmobiliario por sobre el interés público de tener más verde, sombra y silencio. En el documental Mora hace manifestar a Livingston su opinión sobre el rol de las casas y los barrios como historias familiares que tienen vida propia: en este sentido, la tarea técnica del arquitecto es preservarla y darle nuevos bríos para crear nuevas historias a partir de las prácticas de las nuevas generaciones. Livingston rescata así la arquitectura como un espacio de encuentro entre personas, donde estas desarrollan sus ceremonias cotidianas. El documental también cuenta con un encuentro muy divertido entre Livingston y Alfredo Moffatt, un amigo de toda la vida, también arquitecto, discípulo de Enrique Pichón Rivière y psicólogo social que exploró terapias populares y el psicodrama como tratamiento. Livingston y Moffatt, así como otros personajes amigos del arquitecto, todos referentes rebeldes bien alejados de las ideas canónicas de sus disciplinas, logran deponer el clima de homenaje de este tipo de documentales para darle una impronta más pícara y jovial, propia de la personalidad del díscolo arquitecto, que se roba la cámara con sus exultaciones de alegría y sus ocurrencias. Sofía Mora consigue retratar a un personaje tan querible como inolvidable, que seguramente será reivindicado como un arquitecto innovador que antepuso la felicidad del habitar al negocio de la edificación.
La ley de la selva Al igual que La Bella y la Bestia (The Beauty and the Beast, 1991) y Aladdin (1992), el estreno de El Rey León (The Lion King, 1994) marcó una nueva era en la animación de Disney hace ya veinticinco años. La nueva estética combinaba canciones de músicos consagrados y voces de un elenco de grandes actores con las nuevas técnicas de animación para crear films para toda la familia con la mirada puesta en el entretenimiento de los niños. Estas películas infantiles lograron imponer su visión del mundo y sus ideas sobre una generación que disfrutó de estos productos, abrazó sus canciones, se lanzó a consumir la mercadería oficial y que aún recuerda con cariño las escenas, las historias y los personajes. Hasta ahora las nuevas versiones en live action de estos entrañables films animados han sido una decepción en mayor o menor medida, y desgraciadamente la nueva versión de El Rey León (The Lion King, 2019), de Jon Favreau, un director acostumbrado a repetir esquemas y conocido por haber dirigido las dos primeras entregas en Iron Man, no es la excepción. En esta nueva apuesta que repite la historia del film original de Roger Allers y Rob Minkoff prácticamente escena por escena y cuadro por cuadro, cambiando las voces y destruyendo las canciones originales, especialmente los temas compuestos e interpretados por Elton John, Mufasa (James Earl Jones), un fornido león, reina con aquiescencia y ecuanimidad sobre la sabana africana acorde a las tradiciones de la tribu de animales que protege, pero su hermano, Scar (Chiwetel Ejiofor), planea su muerte para apoderarse del reino y desatar la ley de la selva sobre el próspero territorio. Para ello debe eliminar también a su hijo y heredero, Simba (J.D. McCrary y Donald Glover), un pequeño cachorro de león que intenta seguir los pasos de su respetado y admirado padre con la ayuda de las hienas. Más allá de que las nuevas voces fallan estrepitosamente en encarnar a los personajes, lo que lleva al espectador a extrañar a Matthew Broderick, Jeremy Irons, Rowan Atkinson, Moira Kelly y Whoopi Goldberg, y de que las nuevas canciones descuartizan a las composiciones originales para crear híbridos sin vida ni emoción, en la versión de live action de El Rey León realmente hay un inexplicable intento deliberado por parte de todos los que tuvieron algún grado de decisión en la producción del film de malograr lo escrito por Irene Mecchi, Jonathan Roberts y Linda Woolverton hace veinticinco años. Una de las cuestiones que más salta a la vista es la intención de evitar cualquier cuestión traumática en una historia en la que el componente traumático es parte de su núcleo narrativo. Para cualquiera que haya visto el film original esta versión tiene una sensación más edulcorada y pasteurizada para un consumo inocuo, relativizando el discurso moral y llevando a cada uno de los problemas narrativos hacia el desastre. Ni el guionista Jeff Nathanson ni Favreau le agregan absolutamente nada positivo al film original, pero desde todo punto de vista en varios campos le restan, empezando por el aggiornamiento de los diálogos y la mala adaptación a la falsa idiosincrasia actual que no es tal ni en Estados Unidos ni en ninguna parte, salvo tal vez en algún reducto adinerado de Los Ángeles, y siguiendo por los pequeños cambios tendientes a no hacer sufrir a nadie, todas cuestiones que le restan emotividad a la nueva propuesta. Incluso Hans Zimmer parece una sombra de sí mismo en esta adaptación en la que la música pasa sin pena ni gloria. El único acierto es el perfeccionamiento de la tecnología de live action que realmente está muy lograda y es creíble en la mayoría de las escenas, al igual que la fotografía, rubro en que se destaca el veterano Caleb Deschanel. James Earl Jones repite la voz de Mufasa, pero le pesan sus ochenta y ocho años aunque mantiene el mejor registro y compone al mejor personaje, logrando atrapar en solitario con su presencia vocal. En lugar de crear nuevas historias Disney demuestra una vez más un espíritu realmente anquilosado, falto de ideas, preso de los departamentos de mercadotecnia, que cercenan las posibilidades creativas y en lugar de celebrar la diversidad terminan realizando una apología de la homogeneidad. El Rey León es así otra prueba de que apostar conservadoramente no siempre es la mejor opción en lo que al cine y el arte respecta, y la creatividad cada vez le es más esquiva a la industria cinematográfica de las grandes corporaciones que celebra aquí su propia decadencia.
Naves espaciales, instrumentos perdidos en giras, viajes alucinógenos con hongos, improvisaciones y sonidos estridentes son la base de un movimiento experimental gestado en la ciudad correntina de Curuzú Cuatiá. El documental de Alejandro Gallo Bermúdez sigue las huellas de la banda los Síquicos Litoraleños para reconstruir el inusual panorama de la escena psicodélica en un inesperado lugar a partir de entrevistas a los integrantes, a críticos musicales y a otros artistas como Dick El Demasiado, y en función de videos caseros que dan cuenta de la vitalidad y la necesidad de expresión de las subculturas musicales que anidan en las distintas regiones del país. Desde sus primeros tapes hasta los tours por Holanda e Inglaterra para ofrecer shows en festivales en Rotterdam y Newcastle, Encandilan Luces: Viaje Psicotrópico con los Síquicos Litoraleños (2018), la ópera prima de Bermúdez, sigue a los correntinos en su inesperada alquimia de psicodelia y chamamé. Los imprevisibles primeros shows en Corrientes de la banda, apodada “El Pink Floyd de los Pobres” en alusión a la primera etapa psicodélica de la agrupación inglesa liderada en ese momento por Syd Barrett, marcan el inicio de una escena vanguardista que tendrá en nuevas bandas como Los Saltimbanquis o Los Cónicos a los flamantes representantes de un estilo del que los integrantes de los Síquicos Litoraleños prefieren mantenerse al margen, como espectadores encandilados por su propia luz. La experimentación musical, los disfraces y las máscaras, el desafío de las tradiciones rurales y la necesidad de amalgamar los distintos estilos que circulan en la periferia, son algunas de las cuestiones que el documental remarca a partir de entrevistas a los críticos musicales Norberto Cambiasso y Jorge Fernández, quienes señalan las dificultades de la cultura subterránea para despegar de sus nichos. Como si se tratase de una suerte de The Residents locales, los Síquicos Litoraleños improvisan con sonidos espaciales y psicodélicos que se combinan con las bases del chamamé autóctono en un estilo que ellos mismos denominan “chipadelia”. Con su impronta única el grupo de Curuzú Cuatiá encuentra un público y crea una leyenda sobre la psicodelia del Litoral que se expande alrededor del mundo de la mano de personajes como el músico holandés de cumbia experimental radicado en la Argentina Dick Verdult, el músico experimental Mark Gergis, y la erudición y el interés de los críticos locales. Encandilan Luces: Viaje Psicotrópico con los Síquicos Litoraleños narra la historia de la banda con un estilo lúdico, enmarañado, pero que logra construir sentido en base a la lógica de la escena que retrata y los personajes que entrevista. Cutuzú Cuatiá representa así a las distintas ciudades alrededor del país cuyas escenas son más reconocidas en el exterior que en la Argentina debido a la falta de difusión mediática local, a la ignorancia del grueso del público vernáculo y a la explosión endogámica del ámbito independiente con cientos de recitales y miles de bandas que desarrollan su música sin las constricciones de las empresas discográficas, siempre costándoles mucho salir de su grupo de amigos. Alejandro Gallo Bermúdez redondea una historia sobre la felicidad de hacer música sin obstrucciones, la psicodelia como un estilo abierto a innumerables transfiguraciones y la incesante necesidad de los agentes dionisíacos del caos de introducir una novedad en el paisaje monótono.
Escenas de la vida maternal La exitosa ópera prima de la realizadora sevillana Celia Rico Clavellino es un drama sobre las relaciones filiales entre madre e hija, las esperanzas de una vida plena, las diferencias generacionales y los cambios en los vínculos sociales a partir de las posibilidades de las nuevas tecnologías de comunicación. En Viaje al Cuarto de una Madre (2018) progenitora e hija intentan sobreponerse de la muerte del marido y padre, que les es recordada una y otra vez por la compañía de telefonía celular que les ofrece promociones que necesitan de la validación del fallecido titular de la línea. Mientras que la hija, Leonor (Anna Castillo), ha tomado el lugar de su mamá en la sastrería del pueblo apenas concluida la escuela, la madre, Estrella (Lola Dueñas), pasa sus días de jubilada encerrada en la casa familiar enganchada con las series de moda. Pero la joven Leonor se siente descolocada en su trabajo y explora la posibilidad de viajar a Londres para trabajar como niñera. La primera mitad del film trabaja los anhelos y las aspiraciones de la hija mientras que la segunda mitad se centra en el acaecer solitario de la madre. La vida por delante y la necesidad de emanciparse del seno materno de la juventud se contraponen a la falta de incentivos, la dejadez y la indolencia de la vejez, que abren una dialéctica familiar sobre dos realidades aparentemente distintas, pero que se parecen demasiado. Juventud y adultez, dos etapas del ciclo de la vida que dialogan entre sí en este film donde los silencios hablan y denotan complicidades implícitas en la relación madre/ hija. Con una historia marcada por las sutilezas, los detalles, las ausencias y el pasado no narrado pero siempre presente, el film de Celia Rico Clavellino crea ricos personajes que construyen escenas desde los gestos y los tensos diálogos entre las mujeres. En cada secuencia se percibe el malestar ante la falta de oportunidades, el temor a decepcionar al otro y la búsqueda de una salida de la vida prefigurada. Lola Dueñas y Anna Castillo realizan una gran labor, complementándose y retroalimentando una ligazón muy intensa figurada a través de la delicadeza de un guión que trabaja muy bien con la idiosincrasia española. En base a las dos actrices y a un puñado de actores secundarios, Clavellino crea un film conciso, por momentos claustrofóbico, que se desarrolla principalmente en la casa de la madre y la hija, pero que traslada la sensación de encierro a cada lugar donde las mujeres van. Mientras que la hija intenta escapar del presidio íntimo y del trauma de la muerte del padre emprendiendo un viaje de trabajo a Londres, la madre se sume en la soledad y el abuso de la tecnología para paliar la añoranza. En lugar de escapar de su estado ambas se sumergen en el malestar, reforzándolo, con resultados diametralmente opuestos para ambas mujeres. Viaje al Cuarto de una Madre analiza las contradicciones respecto de las tecnologías de comunicación y su abuso, que las transforma en fuente de desencuentros y desavenencias. La consolidación cada vez más acuciante de la sociedad del espectáculo en el hogar, las nuevas expresiones de añoranza y la falta de oportunidades en la nueva España son los ejes de una película que atrapa bajo la calidez maternal y la necesidad de afecto, dos dimensiones humanas impostergables que Celia Rico Clavellino explora en su intimidad para proponer en su primer largometraje un drama social sobre las contradicciones filiales del nuevo capitalismo.
La tristeza de ser feliz En una fiesta en una villa ubicada en una isla dos jóvenes intelectuales de personalidad diametralmente opuestos comienzan una relación que los conducirá a encontrar la pasión y la felicidad, pero también la tristeza de la languidez del amor producto del hastío y la falta de comunicación. El segundo largometraje del realizador italiano Valerio Mieli, Ricordi? (2018), es un inusual drama sobre una pareja italiana que rememora continuamente su relación para reflexionar sobre el presente, el pasado y el futuro. Él (Luca Marinelli) es un joven taciturno y apesadumbrado por sus tristes recuerdos de su infancia y su adolescencia. Ella (Linda Caridi) es una joven alegre y de gran imaginación, hija de un reconocido escultor. Rápidamente ambos docentes encuentran en el otro un componente que les faltaba. Él, la alegría esquiva, y ella, la posibilidad de apaciguar las penas que aquejan a su novio. Entre ellos comienza un vínculo en el que la complicidad y la diversión se mezclan con la felicidad de encontrar el amor correspondido y el asombro constante de adentrarse en el otro. Ricordi? narra las vicisitudes de la relación y el paso del asombro y la felicidad al fastidio y la angustia con una edición abrupta matizada por escenas sosegadas bajo las piezas de piano de Claude Debussy y Johann Sebastian Bach. Los recuerdos crean situaciones de constante remembranza que se tornan incluso alucinógenos para el espectador a partir de la vertiginosidad de la edición, creando espacios donde la memoria transmuta la significación para construir un sentido que se transforma a lo largo del tiempo. Aunque los recuerdos se centran más en él que en ella, ella es el elemento transformador del relato, la que introduce la magia en la vida del joven atormentado por sus traumas, mientras que él es un muchacho necesitado de cariño y amor, incapaz de desprenderse de sus malos recuerdos. Las actuaciones de Luca Marinelli, Linda Caridi y el elenco que los acompaña son cálidas e íntimas en un film donde los recuerdos se entremezclan con un presente que se transfigura constantemente por el pasado que lo persigue. Valerio Mieli redondea un film sobre los mecanismos de la memoria desde la dialéctica entre la tristeza y la alegría. Ambos personajes descubren nuevas perspectivas a partir de su relación, intercambiando roles, para finalmente comprender al otro y descubrir qué tan unidos están el pesimismo ensimismado con el entusiasmo ciego. Desideria Reyner realiza una gran labor en la edición que emula a la memoria como dispositivo selectivo que transforma los recuerdos. La edición logra prefigurar de esta forma la mente humana como una máquina que redefine los detalles para crear la realidad. Ricordi? es así un film sobre la búsqueda del núcleo a partir del cual las personas construimos la memoria. De a poco desfilan instantes que se pierden, escenas que parecen desvanecerse en la niebla, amores idealizados, amistades que soportan las contradicciones, y el amor como el único sentimiento capaz de correr ese eje, despertar los recuerdos apagados y construir un futuro con esperanza.
La sangre derramada La ópera prima del actor argentino Ignacio Rogers como director es una película de terror sobre un grupo de amigos de treinta y pico de años que se toman unos días de vacaciones para alejarse de la ciudad y visitar unas cabañas cercanas a un lago que administra un ex colega del padre de Fernando, el conductor designado del viaje. Apenas llegan a su destino anegado a través de las rutas tucumanas, Fernando cree ver a un hombre harapiento y ensangrentado deambulando alrededor de la laguna que parece acecharlo, y a la mañana siguiente la joven hija del dueño de las cabañas, Anahí, aparece asesinada y Fernando es el principal sospechoso, por lo que debe permanecer en el pueblo por orden policial. Cuando los amigos intentan irse asustados por la posibilidad de que el asesino regrese descubren que su auto está averiado y empiezan a sentir que realmente hay algo siniestro en toda la secuencia de acontecimientos. Las vacaciones de las dos parejas de amigos se convierten así en una pesadilla rodeada de sagrarios con fotos colgadas al revés -en estacas en la ruta y en el bosque- de personas que fueron asesinadas con un corte en el cuello, lo que guarda relación con una leyenda local sobre un noble español asesinado de la misma forma por los nativos debido a su crueldad y con una secta que clama por sangre para liberar su alma del suplicio eterno. Ya en el principio del film el rito sacrificial del noble español por parte de los nativos tucumanos aparece como la clave de una obra que tiene a la sangre derramada como un elemento simbólico muy presente para el desarrollo metafórico del film. El Diablo Blanco (2019) utiliza el terror ritual para conducir a los personajes hacia lo desconocido que acecha como residuo de un asesinato acaecido durante la época del genocidio de los pueblos originarios como consecuencia de los crímenes cometidos por la barbarie española contra las comunidades nativas que habitaban la región y que fueron salvajemente sometidas y exterminadas. En la trama, Rogers propone un esquema típico del género de parejas de la ciudad que al adentrarse en el interior de su país descubren un culto que mantiene prácticas sacrificiales y deben intentar huir de sus fanáticos perseguidores. El guión del propio Rogers logra atrapar con su historia pero va perdiendo fuerza a medida que repite algunas características un poco abusadas en las películas de terror, pero que aun así funcionan. La fotografía de Fernando Lockett le aporta mucha profundidad a una propuesta con buenas actuaciones que mantiene el clima de suspenso y terror durante todo el film para ofrecer una obra correcta que sorprende por momentos gratamente, pero que en general sigue un camino demasiado prefijado por las expectativas del género.
Delirios teutónicos y realidad latinoamericana Inspirado en la correspondencia entre Friedrich Nietzsche y su nefasta hermana Elisabeth, el documental de Gabriel Muro sigue las lecturas del profesor de filosofía y experto en bioética José Manuel Silvero Arévalos alrededor de distintos pueblos de Paraguay, para arribar y adentrarse en la historia de la comunidad de Nueva Germania, un pueblo fundado por Bernhard Förster, un alemán psicópata, delirante y antisemita de extrema derecha que contrajo matrimonio con la cínica y manipuladora hermana del autor de Así Habló Zaratustra (Also Sprach Zatathustra, 1883), que durante la convalecencia del filósofo y tras su muerte manipularía su obra para tergiversarla y convertirla en el armazón filosófico de la aventura genocida nacionalsocialista. Un Suelo Lejano (2017) narra el sueño edénico y el rutilante fracaso del enfermizo proyecto de Förster de fundar una colonia aria en Paraguay debido a la falta de conocimientos agrarios de su séquito de antisemitas trastornados. La historia de Nueva Germania le sirve a Gabriel Muro para analizar las contradicciones de Paraguay a través del discurso filosófico de José Manuel Silvero Arévalos, un hombre comprometido con la realidad de su país que pregona sobre la bioética guaraní, la defensa de la identidad de las comunidades guaraníes y su lenguaje, y la construcción de un sentido comunitario en Paraguay. El documental de Muro reconstruye la trágica historia de Förster y el derrotero de Nueva Germania a través de las cartas del filósofo alemán con su hermana y de ella con su esposo, y también de anécdotas de los descendientes de los primeros colonos alemanes, relato oral del fracaso del sueño antisemita y del surgimiento de una comunidad donde los biznietos de los inmigrantes alemanes y los paraguayos conviven en armonía. La devastación de la guerra en Paraguay y la posibilidad de poseer tierras en un lugar lejano y despoblado da el impulso a los inmigrantes alemanes para partir hacia lo desconocido, pero lo que encuentran no es el paraíso que imaginan los intelectuales aristocráticos de la extrema derecha alemana sino un páramo fértil para el arduo trabajo rural. El film narra así el colapso del sueño de fundar una colonia aria modelo y la desilusión de Förster, esa que la conduce al alcoholismo y finalmente al suicidio. El documental demuestra cómo los imprevisibles avatares de los sueños de Förster se transforman en una comunidad que pregona exactamente lo contrario de su ideología, una paradoja de la historia que siempre sorprende con sus vaivenes a los megalómanos. Entre calles que transforman el apellido Nietzsche en un doble apellido chino, cartas con reproches, banderas alemanas, camisetas de Cerro Porteño y un discurso deudor de los textos de Jean-Luc Nancy sobre la comunidad, Un Sueño Lejano traza un paralelismo entre la segunda mitad del Siglo XIX y el Siglo XXI para indagar en la memoria colectiva, en el olvido como forma de construcción social, en la diversidad cultural de los pueblos como principio de la convivencia, en la Constitución, la idiosincrasia y la identidad del pueblo guaraní como ejes de la Nación Paraguaya, y en las posibilidades de la filosofía de cuestionar el presente y pensar el futuro a partir de las lecciones del pasado para señalar algunos de los problemas de la actualidad de Paraguay y comenzar a pensar cómo resolverlos.
Fulguraciones solares En Dark Phoenix (2019), el último film de la saga de X-Men, el conocido productor y guionista de Apocalipsis (Apocalypse, 2016) y Días del Pasado Futuro (Days of the Future Past, 2014), las películas anteriores de la saga de la nueva generación de los mutantes liderados por Charles Xavier y Magneto, Simon Kinberg, toma las riendas de la dirección en reemplazo del denostado y marginado Bryan Singer, director de ambos films mencionados y de las dos primeras películas de la saga. Kinberg abandona el tono retro nostálgico de Apocalipsis casi por completo así como también las referencias a acontecimientos históricos acaecidos que marcaron a la nueva saga de mutantes jóvenes para centrarse cabalmente en el cómic de John Byrne, Chris Claremont y Dave Cockrum, un clásico del género, que narra el despertar al apogeo de sus poderes de Jean Grey, aquí protagonizada por Sophie Turner, una las protagonistas de la serie televisiva Game of Thrones. En una misión de rescate en el espacio la joven queda expuesta a la radiación de fulguraciones solares, que son absorbidas por ella en la peligrosa operación, lo que eleva sus poderes telepáticos y su telequinesis a niveles insospechados. El evento es observado por alienígenas que buscan apoderarse del poder obtenido por Grey a través de las fulguraciones solares, oportunidad que se presenta cuando ella huye de la escuela para mutantes de Charles Xavier para enfrentar su pasado y reencontrarse con su padre que creía fallecido. Si Apocalipsis tenía sus claroscuros y los errores opacaban algunos aciertos, Dark Phoenix es ciertamente un tropiezo agudo en una de las mejores adaptaciones cinematográficas de superhéroes contemporáneas, que tuvo su pico más alto con Logan (2017), el film de James Mangold coescrito junto a Scott Frank y Michael Green. La condición de Dark Phoenix como clásico de la historieta de superhéroes exacerba los problemas del film, que parece remitir más a -o repetir los errores narrativos y las decisiones argumentales de- La Batalla Final (X-Men. The Last Stand, 2006). En este caso, claramente el problema es el guión del propio Kinberg que no construye en Jean Grey un personaje atribulado por sus nuevos poderes más allá de algunos diálogos muy pobres e insulsos y de un conflicto familiar muy vago y mal desarrollado, que tampoco se trabaja demasiado. Los verdaderos conflictos y los diálogos existenciales alrededor de la cuestión mutante que caracterizan al cómic son reemplazados por una lucha desatinadamente confusa, que podría no tener lugar sin resentir la trama, contra extraterrestres nómades que desean reconstruir su antiguo y desaparecido imperio en la Tierra, en esta que pretende ser la conclusión del universo cinematográfico de X-Men. La música del aclamado compositor Hans Zimmer también parece una pálida sombra que no logra entrever cómo conducir las escenas hacia un clímax más o menos eficaz. La lucha contra los seres del espacio exterior no tiene un correlato lógico o al menos vagamente consecuente con la historia que se narra del poder obtenido por Grey, y tampoco hay una caracterización del personaje que vaya más allá de su aparición en la película anterior de la saga. Jessica Chastain es completamente desperdiciada en un personaje muy mal construido. Jennifer Lawrence, a su vez, está muy desdibujada en diálogos redundantes, y tan solo James McAvoy y Michael Fassbender se salvan apenas en un film que en ningún momento levanta vuelo ni pretende crear sentido. Si bien la mayoría de los efectos especiales en CGI están bastante logrados, el relato no consigue construir una historia sólida, los argumentos son endebles en el mejor de los casos, y Jean Grey nunca logra constituirse como el eje narrativo y el personaje fuerte sobre el que gira la historia, destacándose demasiado Charles Xavier, Erik Lehnsherr y Hank McCoy como protagonistas con igual o mayor preponderancia que la joven Grey. En este sentido, Dark Phoenix no logra crear una trama atrapante, ni siquiera interesante y tampoco demasiado coherente, especialmente en el caótico final anti épico signado por una refriega bastante mal resuelta que no difiere demasiado de La Batalla Final. Así todo lo bueno de Apocalipsis se diluye, pero todo lo malo es potenciado y retroalimentado con malas decisiones que van deshilachando la trama para dejarla sin argumentos y a los mutantes más solos que nunca.
El regreso de los titanes La nueva entrega del monstruo japonés, Godzilla (Godzilla: King of the Monsters, 2019), es la continuación del film homónimo de 2014, a esta altura la trigésima quinta película sobre el icono cinematográfico que cautivó a los espectadores japoneses desde el estreno del famoso film de Ishirō Honda, Godzilla (Gojira, 1954). Michael Dougherty asumió las riendas del proyecto a partir del retiro de Gareth Edwards, el director del primer film, que terminó como realizador de Rogue One: Una Historia de Star Wars (Rogue One: A Star Wars Story, 2016). En esta oportunidad se retoma la premisa de Titanes del Pacífico (Pacific Rim, 2013), aquella sobre monstruos mitológicos que poblaron la Tierra. La historia comienza donde termina la primera parte. Unos años después de la destrucción de San Francisco y la épica batalla entre los monstruos, Monarch, la institución dirigida por el Doctor Ishiro Serizawa (Ken Watanabe), es convocada por el Senado de Estados Unidos para debatir y determinar si el grupo que investiga a los titanes debe ser controlado o no por el gobierno y las instituciones militares norteamericanas. Mientras tanto un grupo de ecoterroristas irrumpe en una instalación de Monarch en China para robar un artefacto que puede controlar a los monstruos, diseminados a lo largo del planeta. Los terroristas secuestran a la Doctora Emma Russell (Vera Farmiga) y a su hija, Madison (Millie Bobby Brown), una eminente científica que desarrolló el aparato junto a su esposo Mark (Kyle Chandler), quien es convocado por Monarch para ayudar a encontrarlas. La trama del film escrito por Michael Dougherty y Zach Shields se centra en la disputa del trono simbólico por el control de los titanes por parte de Godzilla e Hidra, un dragón mitológico de tres cabezas congelado en la Antártida. El film mantiene el tono épico de la primera parte y la estética espectacular de las batallas entre las criaturas mitológicas con secuencias que buscan imponer una sensación de caos ante la violencia de los encuentros entre los monstruos. Si bien las escenas de acción poseen gran preeminencia, el film tiene una trama que discurre sobre la necesidad de dejar de contaminar y depredar el planeta a partir de la sobreexplotada y absurda fórmula del grupo terrorista que decide tomar cartas en el asunto para restablecer el balance de la naturaleza, en este caso liberando a los monstruos con un ideario un tanto confuso. En esta narrativa, el personaje interpretado por Vera Farmiga no es creíble, el de Millie Bobby Brown carece absolutamente de sentido y el Kyle Chandler es completamente innecesario. Sally Hawkins y Ziyi Zhang están bastante desaprovechadas, ni hablar de David Strathairn y Charles Dance que apenas aparecen, y tan solo Ken Watanabe sale indemne de una historia que pone toda la justificación mitológica en un segundo lugar, desaprovechando la posibilidad de construir un relato que rescate los orígenes de las leyendas para poner en primer plano una desavenencia familiar sin ningún tipo de relevancia. Por la dinámica propia del film se podrían eliminar casi todas las escenas protagonizadas por humanos y se podría encauzar todo el énfasis en la lucha entre Godzilla e Hidra. La decisión narrativa tomada por Dougherty y Shields le resta mucho a una propuesta que tiene posibilidades de crecer y algunas buenas ideas, aunque desarrolladas bastante mejor en la primera entrega de la saga. Además la trama se revela demasiado abruptamente con un discurso poco creíble por parte de Farmiga, que no parece siquiera creerlo ella misma, y que solo funciona como corolario del protagonismo de Millie Bobby Brown, la joven intérprete de la serie Stranger Things, con el objetivo de captar a un público juvenil para la franquicia del icónico kaiju japonés. Godzilla funciona muy bien como film de monstruos, su único problema es la falta de desarrollo de muchos hilos narrativos fantásticos posibles respecto de los orígenes legendarios del monstruo oriental, mientras que las redundantes motivaciones humanas son explicadas como si el espectador necesitara de discursos soporíferos y dilemas familiares en un film sobre Godzilla.