El estatuto de la información La información siempre tuvo un valor, y desde el poder constantemente se controlaron tanto los regímenes de verdad como el contenido de lo que el pueblo debía saber para ser subyugado. El ascenso de la burguesía en los últimos siglos trajo consigo el surgimiento -o más bien, el apuntalamiento- del vago concepto de opinión pública, que hoy aparenta o cree dirigir las acciones de los gobiernos del mundo. El caso de Edward Snowden fue paradigmático respecto del rol y el significado de la información en nuestra época. Snowden fue un agente de los servicios de inteligencia de Estados Unidos hasta que decidió exponer información sensible sobre la vigilancia de estas mismas agencias norteamericanas sobre todos los ciudadanos del mundo a dos periodistas del prestigioso periódico británico The Guardian, Glenn Greenwald y Ewen MacAskill, y a la documentalista Laura Poitras, que realizó el film Citizenfour (2014) con el material obtenido en las entrevistas y el proceso de publicación de los documentos. Fue acusado y perseguido con todas las repudiables leyes inconstitucionales que Estados Unidos le quiere imponer al planeta. Oliver Stone -Salvador, (1986)- compró los derechos de los libros que registraron y analizaron la historia en su apogeo: The Snowden Files (2014), de Luke Harding, y No Place to Hide: Edward Snowden, the NSA, and the U.S. Surveillance State (2014), de Glenn Greenwald. Junto al joven guionista Kieran Fitzgerald, se encargó de adaptarlos al cine y a su particular dramatización realista documental de la historia del enemigo número de Estados Unidos, ahora bajo asilo político en Rusia. La película narra el proceso de transformación de Edward Snowden de nacionalista resuelto a ayudar a su país en la guerra contra el terrorismo a traidor a la patria cuando comienza a tener objeciones morales y éticas tras conocer el trasfondo ilegal de su trabajo y la amenaza a la democracia que las agencias para las que trabaja representan para su país. Situando el presente en el momento de la filmación del documental de Poitras en un hotel de lujo en Hong Kong, el opus regresa una y otra vez sobre la formación de Snowden, su dificultad para socializar, su relación de pareja, sus ataques epilépticos, su trabajo como contratista y el proceso de formación de objeciones morales a su trabajo. Lo mejor del film es la contraposición ideológica entre Corbin O’Brian, el mentor y protector de Snowden, y el protagonista, con dos visiones distintas del mundo y de las posibilidades de la tecnología. Joseph Gordon-Levitt realiza un extraordinario trabajo protagónico junto a un elenco en el que se destaca la excelente actuación de Rhys Ifans interpretando a O’Brian como figura antagónica. Stone eligió como director de fotografía a un reconocido artesano de la imagen, el inglés Anthony Dod Mantle –Dogville (2003), usual colaborador de los maravillosos directores Lars von Trier y Danny Boyle. Así como Stone le da a Snowden un carácter dramático buscando definir el estatuto de la información en nuestro presente tecnocrático a través de una historia apasionante, Mantle le aporta al film un grado de contraste significativo entre nuestra experiencia física y la virtualidad que pretende tomar el control de la existencia y transformarla. Snowden no es solo una película, es un acontecimiento político y jurídico muy importante, y esa es la razón por la cual Oliver Stone no dejo pasar la oportunidad de dar su mirada sobre la revelación de información sobre la vigilancia a la que somos sometidos ilegalmente bajo el pretexto de la seguridad nacional de un país enfermo. Pero también es crucial recordar que Snowden es un símbolo del valor moral de un hombre que se atreve a enfrentarse a sus temores y a la perversión de un sistema de inteligencia macabro para sacar a la luz la verdad a pesar de las consecuencias.
Máscaras en la galería Más de diez años transcurrieron desde la muerte del escritor y docente Austin Wright para que el cine y la crítica literaria recuperen la novela clave del académico, Tres Noches (Tony and Susan), publicada en 1993; una extraordinaria crítica lapidaria de la decadencia de la clase media alta norteamericana y de los cambios en los roles del hombre y de la mujer en la época moderna. La adaptación cinematográfica de esta gran novela estuvo a cargo de Tom Ford (A Single Man, 2009), un eminente diseñador de moda devenido en productor, guionista y director, cuya primer película también fue una adaptación de una conocida novela, A Single Man, del escritor británico Christopher Isherwood, publicada en 1964. Animales Nocturnos (Nocturnal Animals, 2016) enfrenta al público con un comienzo transgresor en medio de la inauguración de una muestra y performance en una galería de arte moderno que busca perturbar a unos espectadores acostumbrados al consumo de arte perturbador y kitsch como formas de expresión que buscan sobresaltar y sacudir la pasividad de las multitudes abúlicas o acostumbradas a la provocación como forma de expresión. La trama comienza con la sorpresa de Susan (Amy Adams) al recibir el borrador de la primera novela de su ex esposo, Edward (Jake Gyllenhaal), un docente que ha dedicado toda su vida a perfeccionar su estilo literario. Tras la partida de su esposo en un aparente viaje de negocios, Susan se aventura apasionadamente en el texto de Animales Nocturnos y la historia es absorbida por el relato de los animales nocturnos, una novela sobre una familia de clase media abordada violentamente por una pandilla de lumpenes en una carretera perdida de Texas cuando viajan a su casa de veraneo para las vacaciones. La novela de Edward de convierte para Susan tanto en una indagación del tiempo perdido en medio de una crisis de identidad como en un cuestionamiento de sus valores y los resultados de sus elecciones y una introspección producto de la absoluta inmersión en la historia de Animales Nocturnos. El film de Ford trabaja cada imagen como una pieza de un rompecabezas; va construyendo su historia a través de retazos que van surgiendo en medio del caos siguiendo la estructura de la novela de Wright. Con mucho detallismo y poniendo el énfasis en la creación de climas, Animales Nocturnos crea vestuarios, juega con la tecnofilia y disecciona la violencia social pero principalmente intenta ver a las personas como son. En este sentido, Amy Adams y Jake Gyllenhaal realizan un trabajo extraordinario en una película de primeros planos en la que los gestos son aún más importantes que los discursos. Los personajes secundarios aportan un contraste necesario sacando a los protagonistas de su idilio y arrastrándolos hacía la cruda realidad que vislumbran pero que no quieren afrontar. Mientras los personajes de la novela del ex esposo de Susan pierden absolutamente el control y la sed de venganza consume todo contrato social civilizatorio, ella va tomando consciencia de que su cinismo se ha convertido en tristeza y de que se parece cada vez más a su conservadora madre. Animales Nocturnos traslada la historia de la novela de principios de los noventa a la actualidad, sin demasiados cambios, para analizar las transformaciones en el rol del hombre y de la mujer en nuestra época como personajes afligidos y débiles incapaces de enfrentar el sinsentido de la vida moderna. Repitiendo los mismos errores de los padres en un eterno retorno desesperado, los protagonistas se debaten entre el bien y el mal, la venganza, el hedonismo, el miedo al fracaso, la búsqueda de seguridad en lugar de la apuesta por lo riesgoso y la imposibilidad de ver al otro tal cual es en un mundo donde las máscaras que creamos toman inevitablemente el control de nuestra vida.
El factor humano Nuevamente Clint Eastwood continua con su cruzada moral que, al igual que su opus anterior, El Francotirador (American Sniper, 2014), busca reivindicar las acciones extraordinarias de ciudadanos norteamericanos que se destacaron por ser las personas ecuánimes en el momento indicado. El film está basado en Highest Duty: My Search for What Really Matters, las memorias del piloto Chesley Sullenberger escritas junto al periodista Jeffrey Lloyd Zaslow, sobre los pormenores de su aterrizaje de emergencia sobre el río Hudson tras perder los dos motores del avión comercial que piloteaba en enero de 2009, la investigación subsiguiente y la cobertura mediática que tuvo el evento. El film dramatiza los hechos ocurridos desde la mirada de su protagonista, el capitán Sullenberger, que es cuestionado por la comisión investigadora por su decisión de ensayar un riesgoso aterrizaje sobre el río Hudson en lugar de intentar el regreso a uno de los aeropuertos cercanos. Cuando llegan los resultados de los simulacros, comienza un debate técnico que el capitán logra demostrar incompleto e inexacto, en el que el factor humano se convierte en la clave de todo el asunto legal. El aterrizaje pasa de ser un milagro a una epopeya nacional que opaca las noticias sobre la crisis financiera que tuvo su pico meses antes del accidente, levantando el ánimo de la sugestionable opinión pública norteamericana. Sully se convierte así en una celebridad, pero el temor a ser demonizado si la prensa decide que su accionar fue temerario lo acosa en la vigilia. Sully analiza, con gran perspicacia, ironía y mucha conciencia social, la cuestión del factor humano, el trabajo en equipo, la importancia de la preparación para los desastres y la humanidad frente a la inmoralidad y la rapacidad de las compañías de seguros y los burócratas que, en lugar de investigar, buscan chivos expiatorios para las equivocaciones de las empresas y la falta de previsión de los errores técnicos. La dramatización de los eventos es extraordinaria, destacándose todos los rubros técnicos en un film que demanda una gran reconstrucción con detallismo, que retrata y caracteriza la grandeza de la capacidad de organización humana. Las actuaciones de Tom Hanks, Aaron Eckhart y el resto del elenco aportan un gran valor a la impresión de estos personajes que salvaron muchas vidas. También se destaca la profundidad de la fotografía del incansable colaborador de Eastwood, Tom Stern –Jersey Boys (2014)- en un rubro clave para el film. El opus trabaja como norma sobre la ética y la moral del sueño americano, proponiendo un modelo en el capitán Sullenberger y su tripulación y varios antagonistas en las comisiones investigadoras y en las compañías de seguros, que buscan minimizar las compensaciones a expensas de las personas y sus vidas. También hay un excelente análisis del rol de los medios y la opinión pública, dos agujas oscilantes interconectadas muy influenciables pero que a veces encuentran su norte en historias como la que Clint Eastwood recupera aquí. Sully es, de esta manera, otra alegoría del director norteamericano sobre las posibilidades de los norteamericanos y los peligros de perder el rumbo bajo la búsqueda del lucro constante y sonante. Con una mirada inquisidora, que en lugar de imponer una idea a la realidad la analiza para dar una opinión concreta y profunda sobre el estado del mundo y de su país, el film nos ofrece una imagen del mundo, sus deficiencias y su grandeza a través de unos protagonistas que deben defender ante una comisión el haber salvado a todos los pasajeros en lugar de estrellarse y esperar calcinados por el análisis póstumo de los expertos que se sentirían más cómodos con los restos que con los sobrevivientes. Ya sea que estemos de acuerdo con sus ideas y lo que ellas conllevan o no, el cine de Eastwood es siempre ineludible como propuesta de un debate sobre el mundo en el que vivimos y la imagen que este mundo nos devuelve de nosotros mismos.
Teoría y práctica Capitán Fantástico (Captain Fantastic, 2016), el segundo largometraje como director del actor Matt Ross (28 Hotel Rooms, 2012) es un film que retoma la estética, las características argumentales, el tono y el espíritu de aventura de películas como Little Miss Sunshine (2006) de Jonathan Dayton y Valerie Faris; Into the Wild (2007), de Sean Penn, y Moonrise Kingdom (2012) de Wes Anderson, para construir con calidez y visión crítica la idiosincrasia de una familia que desarrolla su vida alejada de los condicionamientos sociales en un bosque de Estados Unidos. La familia Cash vive en medio de un bosque en el noroeste de Estados Unidos, cazan animales, plantan frutas y verduras, se entrenan para sobrevivir en condiciones extremas, aprenden sobre política, filosofía, física cuántica, retórica, matemática, literatura y viven una vida extraordinaria, austera y severa bajo el liderazgo de su estricto padre, Ben (Viggo Mortensen). Cuando la madre de los seis niños se suicida a causa de una severa enfermedad neurológica tras mes de internación y años de tratamiento la familia emprende un viaje para impedir que el padre de Leslie (Trin Miller) la entierre en un funeral católico, ya que según su testamento y última voluntad ella solicita que su cuerpo sea cremado y su despedida sea una fiesta alegre y no una ceremonia solemne. En el viaje los niños interactúan por primera vez con el mundo y con personas que creen que su forma de vida es extravagante e incluso nociva para su salud física y mental. La actitud confrontativa de Ben con su hermana (Kathryn Hahn) y un encono de toda la vida con Jack (Frank Langella) el padre de su esposa, llevan la situación al límite y los discursos de ambos bandos se convierten en acciones que buscan diferentes caminos para lidiar con la muerte. El film de Matt Ross realiza una crítica desde el marxismo y sus ideales al pobre sistema educativo norteamericano, al sueño americano devenido imperio del consumo de basura descartable, a la apatía de una juventud sumida en el tedio y el aburrimiento y a la posibilidad de llevar a cabo propuestas de de resistencia al modelo capitalista de explotación y destrucción del planeta y sus habitantes. El opus contrapone la realidad social con el experimento de la familia Cash poniendo énfasis en la posibilidad de construir alternativas sociales a la decadencia de la cultura norteamericana. Aunque utiliza demasiados estereotipos la película plantea exitosamente la necesidad de prepararse y formarse para realizar acciones concretas. El film también plantea un análisis sobre las diferencias culturales que subyacen en la sociedad norteamericana y las bifurcaciones del sueño hippie. La extraordinaria fotografía de la francesa Stéphane Fontaine (Elle, 2016) se destaca por sus claroscuros y la contraposición entre la belleza y la inclemencia de la naturaleza con la monotonía de la ciudad. Las actuaciones de Viggo Mortensen y los niños que componen una gran e inusual familia sostienen esta propuesta que busca combinar momentos de reflexión con decisiones que llevan hacia la realización de acciones concretas que implican valores morales y éticos enterrados bajo la cultura del hedonismo. De esta manera Ross logra plantear ideas políticas y cuestiones sociales que desde la crisis financiera del 2008 son cada vez más frecuentes en la opinión pública estadounidense y que antes estaban completamente ausentes del debate público y el espectáculo. Capitán Fantástico se presenta así más que como un producto del entretenimiento como una toma de posición moral ante un sistema decadente y perverso que bajo el mando de las corporaciones envenena el espíritu y el cuerpo humano para controlarlo, humillarlo y finalmente destruirlo.
Querella ancestral En su último film, El Sacrificio de Nehuén Puyelli (2016), el realizador José Celestino Campusano regresa a la marginalidad tras su mirada de las clases dominantes en Placer y Martirio (2015) para adentrarse con una mirada alegórica en una historia de violencia alrededor de una cárcel patagónica de mínima seguridad. Nehuén Puyelli, un curandero mapuche de un pueblo de la Patagonia, es arrestado acusado de practicar ilegalmente la medicina y llevado a un penal como consecuencia de su relación homosexual con un joven de clase alta menor que él. La madre del muchacho utiliza sus contactos políticos para que Nehuén sea procesado y así alejarlo de su mimado hijo con problemas de sociabilidad, en una espiral de venganza que se remonta a la época de la subyugación de los mapuches, la conquista española, las guerras con los tehuelches y las campañas de exterminio desde Roca a la última dictadura. En la cárcel, Nehuén encuentra en Ramón Arce, uno de los líderes de la prisión, a un aliado que lo protege a cambio de proveerle una dirección en la zona y asilo en la casa de su madre, de modo que pueda salir de la cárcel durante el día (un privilegio para presos a los que le queda poco tiempo de condena). El Sacrificio de Nehuén Puyelli recorre alternadamente las historias de varios personajes cuyas vidas están signadas por la violencia, para confluir en relatos disciplinadores alrededor del sistema penitenciario argentino para compararlo con las narraciones sobre el pueblo mapuche a través de la supervivencia de las tradiciones, la historia reciente y el difícil presente. Con sus historias sobre el mundo popular, Campusano actualiza con su ideal de cine los debates alrededor del realismo cinematográfico, una quimera en la que el neorrealismo italiano, el realismo socialista y el cine directo -entre los movimientos más destacados- han discutido largamente en interminables controversias, que salpican gran parte de la historia del cine social. Con una estética descarnada y actores fuera del circuito cinematográfico mediático que ya habían trabajado en El Perro Molina (2014), el director y guionista construye en esta oportunidad una radiografía de la violencia social en el sur de la Argentina sin juzgar a sus personajes, con una mirada que se centra en los conflictos culturales pero sin descuidar los conflictos de clase que surgen. El nuevo opus de Campusano recorre, despojándose de prejuicios, los espacios de incomodidad de la sociedad opulenta actual. La corrupción judicial, el abuso policial, la violencia social y de clase de parte de los estancieros y capataces en el sur sobre los peones y las reglas de convivencia carcelaria son algunas de las cuestiones que El Sacrificio de Nehuén Puyelli trabaja como un ejercicio comunitario en que los actores buscan, a través del realismo, la reconstrucción de las instancias de lo real. De esta manera, Campusano propone a la violencia como verdadera regla de comportamiento en comunidad en la sociedad actual contrapuesta a la visión cósmica mapuche, en una alegoría maravillosa en la que la dialéctica encuentra su síntesis.
Madres decididas. Tras los éxitos de Necrofobia (2014) y Hermanos de Sangre (2012), Daniel de la Vega regresa con otra gran propuesta de terror, que en esta oportunidad vuelve a homenajear a otros films del género utilizando ahora los elementos de las road movies para generar un efecto de celeridad en la acción con el fin de mantener en vilo al espectador. Una madre huye con su hija de la ciudad para escapar del marido tras una traumática separación. Con sutileza y manejando lo no dicho, el film construye a una mujer cada vez más desesperada que intenta huir para aclarar su mente y proteger a su hija, no obstante en el camino la pequeña y otros dos niños son secuestrados por una antigua secta satánica que pretende realizar un ritual diabólico en el que las madres y los niños son las víctimas y protagonistas. Desde el comienzo los homenajes y los detalles son los que construyen la historia y hacen avanzar la precipitada acción hacia los más oscuros resquicios de los temores de la madre de la niña secuestrada, Virginia (Julieta Cardinali). Un extraño y misterioso personaje que ayuda en el comienzo a la protagonista, cuando se le pincha un neumático en un camino de tierra, volverá una y otra vez a conducir a Virginia para empujarla hacia sus miedos y finalmente hacia un destino abismal. Tras un accidente automovilístico persiguiendo a los secuestradores, Virginia descubre que no es la única que busca a su hija desaparecida y así la pesquisa se convierte en un perverso juego de violencia y locura. Ataúd Blanco: El Juego Diabólico (2016) se nutre de la acción para generar suspenso con los efectos justos y necesarios, contraponiendo el concepto de maternidad con el de inocencia para vincularlos a la locura de los sectarios que mantienen el control a través de la angustia. El guión de Adrián y Ramiro García Bogliano construye una historia sólida y aterradora con un remate interesante e inesperado, pero también con una crítica social y una postura filosófica nietzscheana que hace alusión al eterno retorno. De la Vega consigue imponer un ritmo arrasador y desolador en un contexto baldío que combina los rituales telúricos, las características lóbregas de la religión y los detalles que denotan una antigüedad vetusta. Tampoco podemos olvidar la excelente fotografía de Alejandro Giuliani, una gran labor de sonido y de edición y la buena actuación de todo el elenco. Este juego diabólico, que mezcla acertadamente lo lúdico con lo maligno, se suma a otras buenas propuestas de género que afortunadamente siguen ganando terreno en las pantallas y festivales gracias a su calidad y la minuciosidad de una esencia artesanal movilizada por la pasión y la prolijidad. La búsqueda del ataúd que nos propone De la Vega es un juego que vale la pena jugar.
Imágenes de la ausencia En su último documental, Andrés Habegger se adentra en sus recuerdos de la infancia a través de la aparición imprevista de un cuaderno del mundial de 1978 con anotaciones de su niñez durante la época en que desapareció su padre, Norberto, un periodista y dirigente político, que escribió una biografía sobre el cura guerrillero colombiano Camilo Torres. Norberto Habegger fue un importante dirigente del peronismo revolucionario, que comenzó en la Acción Católica para pasar luego por las organizaciones Descamisados y Montoneros, participando de operaciones clandestinas durante la última dictadura cívico-militar. Tras arribar desde México a Río de Janeiro para participar de una reunión, es secuestrado por las fuerzas militares brasileras en un operativo del Plan Cóndor y aún permanece desaparecido. Mientras indaga en sus remembranzas infantiles, el realizador no logra encontrar ningún recuerdo de la imagen de su padre. A través de cartas, fotos, documentos y fragmentos de noticiarios de la década del setenta, logra ver a su padre en su rol de figura política, pero la efigie de su padre en su rol paterno le es esquiva porque su ausencia es demasiado profunda. Alejado de su familia tras el golpe militar de 1976, la figura del padre se convierte para Andrés en una imagen perdida e irrecuperable. En México, Río de Janeiro, Buenos Aires o Mendoza, el hijo busca encontrar algo que desencadene los recuerdos, pero ni los lugares ni los objetos consiguen transformar la ausencia en presencia. El Im(posible) Olvido (2016) combina el documental de derechos humanos con la biografía personal y los recuerdos del director para crear una obra íntima, en la que la militancia pública y la vida privada del dirigente desaparecido se interconectan con el presente del hijo que necesita encontrar señales que siempre se le escapan. Sin hacer demasiado hincapié en la historia política de los setenta, en el paradigma de guerra civil ni en la retórica militante, Andrés Habegger se centra casi completamente en los detalles privados de su padre y así encuentra, a través de su búsqueda documental, fragmentos de la vida de la familia de un militante revolucionario montonero. El documental logra construir, de esta manera, una narración novedosa e interesante a través de la historia personal del hijo de un desaparecido y su visión de su padre omnipresente en su vida debido justamente a su ausencia, las circunstancias de su desaparición y la falta de información tras años de investigaciones conjuntas de las organizaciones de derechos humanos de Brasil y Argentina. La mezcla de la imposibilidad del olvido, la construcción de las distintas visiones personales y la imposibilidad de la recuperación del recuerdo filial hacen de El Im(posible) Olvido una gran propuesta sobre la construcción de la memoria personal en la actualidad recuperando la idea de los derechos humanos precisamente como derecho a indagar, investigar y conocer la propia historia familiar. Tal vez los recuerdos se desvanezcan en los espacios recónditos de nuestra mente pero la memoria del cuerpo nunca olvida completamente y las imágenes y las palabras siempre, eventualmente, regresan de una forma u otra.
Un millón de amigos La Larga Noche de Francisco Sanctis (2016), el primer largometraje de ficción de los realizadores Andrea Testa y Francisco Márquez, regresa a 1977, en los primeros años del Proceso de Reorganización Nacional, para confrontar el pasado de nuestra Nación desde el comportamiento de la sociedad civil ante los indicios de los secuestros sistemáticos de luchadores sociales. En el comienzo de la última dictadura militar, un ex militante universitario, frustrado por la demora de su solicitada promoción tras varios años de esfuerzos en una empresa alimenticia, recibe una inesperada llamada de una ex compañera a la que no ve hace años. Tras convencerlo de encontrarse con la excusa de solicitarle su autorización para publicar un poema escrito en la juventud, le comenta subrepticiamente que posee información sobre una pareja a punto de ser secuestrada esa misma noche. La mujer le confía la información a Francisco, quien comienza una odisea vertiginosa por la ciudad de Buenos Aires encontrando indiferencia y miedo ante la posibilidad de involucrarse en el escabroso asunto. La película de Testa y Márquez es la adaptación de la novela homónima del escritor revolucionario Humberto Costantini, exiliado en México durante la última dictadura. La obra, publicada en 1984 por la editorial Brugera tras el regreso de la institucionalidad democrática, coloca al protagonista ante la disyuntiva de arriesgarse a realizar una acción concreta para salvar a la desconocida pareja y comprometerse nuevamente con sus ideales o hacer oídos sordos a la alarmante noticia y convertirse en cómplice de la dictadura por omisión. Así, entre el drama y el terror que se avecina, la política aparece menos como ideología que como toma de posición ética y prueba de valentía y decencia. Las actuaciones de todo el elenco reconstruyen el dilema de la época entre la apatía, la desconfianza y el temor de forma brillante, destacándose la gran labor protagónica de Diego Velázquez en el papel de Sanctis. La fotografía, la dirección y la dirección artística realizan una labor estética formidable con cada escena para captar la esencia de la novela y de una Buenos Aires hostil y terrible, plasmando así la angustia y la desesperación de Sanctis ante la situación apremiante que sacude su vida. Los rubros técnicos, como la mezcla de sonido o la reconstrucción histórica, también se destacan, componiendo una película meticulosa que no deja ningún detalle librado al azar. La Larga Noche de Francisco Sanctis no solo viene a proponer de esta manera otra mirada sobre la última dictadura cívica militar sino que en realidad recupera una gran novela aún no reeditada de un extraordinario escritor para proponer una transformación de nuestra mirada del pasado a fin de resignificar el presente, concientizar sobre la necesidad y el deber ciudadano de enfrentar cualquier dictadura, encontrando así a través de la ficción nuevas formas de mantener viva la consigna Nunca más.
La resistencia en Praga Durante la Segunda Guerra Mundial se produjeron actos de profundo heroísmo en contra de los invasores alemanes en los distintos países ocupados por la locura nacionalsocialista. Con el fin de recuperar una de estas experiencias, Anthropoid (2016), el último film del realizador inglés Sean Ellis (Cashback, 2006), busca reconstruir lo más fielmente posible los pormenores de la planificación y la ejecución del asesinato de Reinhard Heydrich, uno de los principales jerarcas del Partido Nazi, designado en Praga. Heydrich fue conocido como uno de los grandes fanáticos del nacionalsocialismo en Alemania. En su prontuario figura la fundación de las SD, un organismo de inteligencia y asalto que persiguió la disidencia dentro del Partido Nazi, la preparación y ejecución de los ataques coordinados contra los judíos en Alemania en 1938 conocida como La noche de los cristales rotos, los comandos de ejecución que acompañaron al ejército alemán en su avance por Europa asesinando comunistas, intelectuales y judíos y la creación de la solución final para deportar y finalmente erradicar del mundo a los enemigos reales e imaginarios de la raza aria. Apodado por sus enemigos como La bestia rubia y El verdugo, fue asignado en Praga como protector de Bohemia y Moravia en 1941 tras el inicio de la guerra para aplacar la resistencia checa a sangre y fuego, incluso implantando la supresión de la cultura checa, reemplazándola con la nueva cultura nacionalsocialista del Tercer Reich en un acto de extrema insania, ganándose el sobrenombre de El carnicero de Praga, por sus métodos brutales. Ellis se disfraza momentáneamente del Gillo Pontecorvo de Operación Ogro (1979), el film del realizador italiano sobre la planificación del asesinato de Luis Carrero Blanco, el último presidente de España bajo la dictadura franquista y sucesor del propio Francisco Franco en el liderazgo fascista militar español. Con una historia similar a la del film español, el director reconstruye de forma extraordinaria la operación Anthropoid, la iniciativa del gobierno checoslovaco exiliado en Londres para asesinar al organizador de la represión nazi en Europa. Intercalando algunos fotogramas de la belleza de Praga entre las imágenes de la represión y la miseria durante la ocupación, Anthropoid narra la integración de Jan Kubis (Jamie Dornan) y Josef Gabcík (Cillian Murphy), dos exiliados checoslovacos en Londres, a los restos de la resistencia en Praga. La feroz ocupación alemana y la preparación del asesinato de Heydrich con gran detallismo y profundidad se funden con la contextualización de toda la operación alrededor de la vida cotidiana de los conspiradores checos en la clandestinidad. El film trasmite la conmoción de la premura y la necesidad de un proyecto en el que cualquier error puede conducir a la muerte o aún peor, a la captura. Ya sea en las discusiones internas de comité entre los involucrados, en las difíciles relaciones sociales condenadas desde un principio o en la camaradería en los momentos en que las balas silban, Anthropoid crea una atmósfera que mezcla la agitación y la severidad como constantes de una misión en la que los escasos momentos de relajación y cariño son los prolegómenos del sufrimiento, pero sin olvidar, a su vez, que lo único que hace la vida soportable en medio de la tragedia no es solo la promesa de libertad a futuro. El guión de Ellis y Anthony Frewin (Color Me Kubrick, 2005) es equilibrado con cada escena y diálogo en una búsqueda realista encomiable. La gran escena de acción de la resistencia en la Catedral no solo es una recreación de uno de los momentos más tensos de la resistencia europea, sino que además es verdaderamente un ataque irónico al concepto de voluntad nazi y un gran símbolo sobre la resistencia al nacionalsocialismo durante todo el conflicto mundial. De esta manera, Anthropoid no solo recrea uno de los momentos más importantes de la guerra, ya que el asesinato de Heydrich marcó la reafirmación del compromiso de Checoslovaquia con la lucha contra Alemania a pesar de la traición de los aliados en la Conferencia de Munich en 1938, sino que realmente funciona como una alegoría maravillosa sobre la determinación de los hombres libres de plantar resistencia ante la imposición de la fuerza por parte de cualquier opresor.
El sustrato de la exclusión El tercer largometraje del realizador checo Petr Vaclav narra la historia de una joven gitana de la etnia romaní en medio de las demostraciones de xenofobia, exclusión social y la nostalgia de las épocas comunistas en República Checa. Zaneta (Klaudia Dudová), una madre joven que vive con su marido, su bebé y su hermana, busca trabajo en la industria textil pero sufre el rechazo por su doble condición de gitana y madre. A su esposo tampoco le va mucho mejor y la pareja comienza a tener serios contratiempos cuando él se inclina por decisiones delictivas como atajo ante la imposibilidad de proveer a su familia con un trabajo legal. Vaclav indaga con su obra en las historias y en las familias gitanas romaníes recorriendo los barrios que habitan, el lenguaje que usan y los valores que profesan para encontrar en la marginalidad, los indicios y las huellas de una política de marginación. En medio del racismo, las estigmatizaciones y el odio, Zaneta y su familia intentan buscar una salida a los condicionamientos sociales de su cultura y la segregación social y laboral que sufren mientras viven en la miseria y ahogados por las deudas. Zaneta (Cesla Ven, 2014) es una mirada aguda sobre las cuestiones sociales gitanas en República Checa y la situación política y cultural del país de Europa central. El film funciona así como una propuesta de cine social basada principalmente en la actuación de la protagonista, Klaudia Dudová, que sostiene la mayoría de las escenas con una mezcla de calidez inocente y hosquedad, producto de las difíciles condiciones sociales que la rodean. El film propone sin demasiados prolegómenos ni ambages una mirada amplia sobre las políticas xenófobas y los intereses corporativos de los políticos reaccionarios que las detentan. Alrededor de la vida de Zaneta se dan cita diversos personajes, una vecina prostituta, un padre débil y abatido, la belicosa nueva familia del padre, una simpática amiga del trabajo y los estrafalarios hermanos de su esposo en un crisol de relaciones que dan cuenta del espíritu gitano romaní. Vaclav relata con estas herramientas a partir de la figura de la joven Zaneta, la espiral viciosa que se cierne sobre unas condiciones sociales paupérrimas que cierran puertas en lugar de abrirlas. Siguiendo los pasos de la nueva estética realista social, en la que se destacan exponentes como Ken Loach (It’s a free world, 2007) o los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne (Deux jours, une nuit, 2014), la película propone un cuestionamiento de las contradicciones sociales, que aunque por momentos obvias, no dejan de ser necesarias, valientes e interesantes. El film llega tras su exitosa reposición en la Tercera edición del festival Al Este del Plata y su premiación en la primera edición del mismo festival en 2014. Ya sea con estrenos como La Lección (Urok, 2014), el opus búlgaro dirigido por Kristina Grozeva y Petar Valchanov, o con películas como Ilegitim (2016) que solo se pudo ver hasta ahora en la última edición del BAFICI y en la primera edición del festival de cine rumano en Buenos Aires. El cine de Europa del Este llega con gran fuerza para ofrecer una nueva visión social sobre un mundo que cada día necesita más que los trabajadores se unan y luchen por sus derechos en contra de aquellos que buscan cercenarlos.