La técnica como horror. El cine es un arte y una industria que implica una serie de habilidades y técnicas: de observación de detalles que definen su espíritu. La técnica como conjunto de procedimientos artificiales define al arte como representación y al cine como una forma de ficcionalizar la realidad o representarla, transformando la realidad y la percepción en el proceso, borrando así los límites entre ambas. Berberian Sound Studio es la segunda película de Peter Strickland, el guionista y director inglés. Mientras que en su ópera prima, Katalin Varga, indagaba sobre la venganza, aquí analiza la relación entre los artistas y la técnica a partir de la figura del ingeniero de sonido, una pieza clave en la construcción de un film. Así las cosas, un afamado ingeniero de sonido, Gilderoy (Toby Jones), es contratado para participar de un giallo en la década del setenta basado en la historia real de unas mujeres acusadas de brujería, torturadas y asesinadas en la Edad Media. El hosco, taciturno e inseguro ingeniero se entera del carácter de terror de la película apenas arriba al Berberian, un famoso estudio de sonido equipado con todos los avances de la época. Durante la grabación de las cintas de sonido y los efectos de El Vórtice Ecuestre, Gilderoy debe soportar la prepotencia y la arrogancia de Francesco Coraggio (Cosimo Fusco) y Giancarlo Santini (Antonio Mancino), productor y director respectivamente, mientras su silencio lo convierte en confidente de las intrigas y el enfado de la voluptuosa protagonista, Silvia (Fatma Mohamed).
La soledad del estar. Varios desconocidos se encuentran fortuitamente en un lago escondido por un bosque de Francia en verano, durante sus vacaciones. Allí los hombres se conocen, tienen relaciones sexuales, escapan de los prejuicios y nadan tranquilos en un lago que parece protegerlos. Alrededor de este paraíso nadie parece conocerse pero todos parecen saber lo que buscan aceptando al otro, incluso en sus perversiones, y disfrutando de las aventuras casuales y de las miradas de los voyeurs. Dirigida y escrita por Alain Guiraudie, El Desconocido del Lago (L’Inconnu du Lac, 2013) escenifica distintos tipos de soledad alrededor de un lago a través de unos personajes -con absoluta confianza en sus propósitos- que se enfrentan al deseo del otro, que se va convirtiendo en un peligro a medida que las verdaderas intenciones se van revelando. Con una fotografía excepcional a cargo de Claire Mathon, el film retrata cada rincón de un espacio escondido en el cual todos los hombres están dispuestos para la observación y el juego que comienza en el lago y termina en el bosque para recomenzar cada día en una búsqueda de compañía. En esta historia de anonimato, Franck (Pierre Deladonchamps), un joven homosexual, conoce a Henri (Patrick d'Assumçao), un hombre reservado que busca amistad en una suerte de paraíso gay. Henri se sienta alejado del resto de los bañistas y nunca entra en contacto con el agua, convirtiéndose en una suerte de personaje perturbador. Recientemente separado de su esposa, busca un lugar en el cual padecer sus vacaciones y pasar desapercibido, pero también busca una amistad casual sin ataduras o al menos alguien con quien hablar y compartir sus problemas. La relación deviene en una suerte de amistad en la cual se debaten filosóficamente los límites entre el amor, el deseo sexual y el afecto, pero la vida de Franck es sacudida cuando Michel (Christophe Paou) lo seduce. Así comienza entre los dos una pasión que los llevará hasta las profundidades de sus aprensiones.
Recuperando la identidad. La política de secuestro, tortura y asesinato por parte de los funcionarios civiles y militares del Proceso de Reorganización Nacional generó conciencia sobre la necesidad de organismos que velen por los derechos humanos. Tras el regreso del protocolo democrático, los derechos humanos se convirtieron en una bandera, primero de lucha social contra el terrorismo de Estado para conducir más tarde al fortalecimiento de la consigna de memoria, verdad y justicia, que consolidó toda esta construcción de conciencia en organismos públicos de derechos humanos que cobraron fuerza con la sanción en 1996 de una nueva Constitución del Gobierno de Ciudad -de carácter progresista- que garantizaba “el derecho a la identidad de las personas” y aseguraba que el Estado -a través de sus organismos- debía facilitar “la búsqueda e identificación de aquellos a quienes les hubiera sido suprimida o alterada su identidad”. Nacidos Vivos es un documental de Alejandra Perdomo acerca de la búsqueda de la identidad por parte de las víctimas del tráfico ilegal de personas en la Argentina. En la oficina del Registro Civil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mercedes Yáñez, coordina desde el departamento de derechos humanos las investigaciones sobre el robo y tráfico ilegal de bebés recién nacidos. Hace ya más de una década, Mercedes descubrió a partir de un testimonio que el Registro Civil no estaba cumpliendo con el artículo de la ley que garantiza la identidad, y comenzó así con la creación de la historia de este organismo público que se dedica a ayudar gratuitamente a la restitución de la identidad a aquellos que tengan dudas sobre las características de su adopción. A partir de varios testimonios de víctimas, Nacidos Vivos reconstruye el derrotero del tráfico de personas, cuyo modus operandi incluye la complicidad de médicos y enfermeros para apropiarse ilegalmente de bebés de mujeres jóvenes de precaria condición social, en la mayoría de los casos, declarando muerto al hijo nacido y vendiéndolo a parejas de mejor posición socioeconómica. A modo de ilustración de un fenómeno que se repite en todo el mundo, Perdomo y su equipo realizan entrevistas en España a mujeres a las que les han arrebatado a sus hijos recién nacidos y a mujeres adoptadas que buscan a sus padres biológicos.
Acento extranjero. El pasado no es una taxonomía temporal para definir lo acontecido sino la carga de sentimientos y vivencias que nos asolan como fantasmas inquiriendo sobre las decisiones y las experiencias que nos forjan como sujetos sociales. Asghar Farhadi, el director iraní de La Separación (Jodaeiye Nader az Simin, 2011), regresa exitosamente con una historia sobre la desintegración de los sentimientos y los dramas familiares a través de un grupo de inmigrantes iraníes en Francia. Tras una dolorosa separación, Ahmad (Ali Mosaffa) decide volver a Francia después de mucho tiempo para completar el proceso judicial de divorcio iniciado en su ausencia por Marie (Bérénice Bejo). La necesidad de terminar legalmente la relación contrasta con la complicidad entre la ex pareja y el drama que va desarrollándose sin tregua entre Marie y su nuevo compañero, Samir (Tahar Rahim), cuya esposa está en coma tras un intento de suicidio y cuyo hijo da claras señales agresivas de descontento. El regreso de Ahmad y la hostilidad de la hija mayor de Marie, Lucie (Pauline Burlet) complican aún más la relación con Samir en una tragedia que solo parece conducir a la desdicha y la infelicidad. Farhadi narra con maestría un pasado del que no se quiere hablar pero que siempre está presente y no permite avanzar a los personajes. Atrapados en sus fracasos, los protagonistas son incapaces de ver el presente o vislumbrar un posible futuro. La obra transita en todo momento la tensión entre la crudeza de las consecuencias de la desidia y los rencores del pasado y la necesidad de olvidar y perdonar para poder sobrellevar una vida que recorre los caminos del odio y la reconciliación, en un diálogo cuya búsqueda de la verdad puede liberar de la culpa o desatar un infierno de sentimientos encontrados, desgarradores e insoportables.
El amor es un eterno destructor. A mitad de los años ochenta, en medio de una ciudad de Buenos Aires que languidece, Fabián (Darío Grandinetti), un gerente de un banco con problemas financieros, sufre de una crisis de identidad y comienza a replantearse su vida cuando conoce en una galería de arte a Alicia (Antonella Costa), una escultora que realiza obras conceptuales en hierro. La crisis se potencia a partir de un encuentro fortuito en el banco de una plaza con un escritor ciego famoso (Federico Luppi), que sin duda alguna es la viva imagen de Jorge Luis Borges en sus últimos años. A la par, Mariela (Carolina Peleritti), la esposa de Fabián, atiende en su consultorio psicológico a Olga (Mabel Rivera), una mujer de edad madura, amargada e insatisfecha con su vida y con las decisiones que ha tomado en la misma, que cuestiona sus métodos psicoanalíticos. En esta Argentina en la que los pequeños bancos sufrían pequeñas perdidas que parecían parte de sus transacciones cotidianas, sin imaginar que esto se convertiría en el comienzo del fin de sus negocios y en una nueva era de concentración bancaria en manos extranjeras, la vida de Fabián es transformada por su obsesión con la atractiva y desinhibida artista, el estancamiento de su matrimonio y la muerte de un colega, circunstancias que lo impulsan a tomar decisiones temerarias y a modificar su vínculo con el mundo que lo rodea. El amor como destrucción es la premisa que Inevitable desarrolla como una parábola sobre el encanto de los encuentros fortuitos y la inevitabilidad de las consecuencias de los actos más ínfimos sobre nuestra vida y la de los demás. En un contexto de grandes cambios políticos y culturales, la personalidad y el carácter de los individuos son afectados y una profesión que otrora parecía una garantía de comodidad y ascenso social pasa a ser un áspero sendero hacia el desastre económico y personal.
Reflejo de un alma errante. La industria de la música tuvo su explosión gracias al nacimiento de un público adolescente y juvenil rebelde que, de la mano de mejores condiciones salariales, permitió el surgimiento del rock como expresión de rebeldía generacional contra los valores convencionales. Hasta ese momento las ventas mayoritarias de discos eran monopolizadas por la denominada música clásica, mientras que el resto de los géneros subsistían como pequeños reductos estancados que no podían emerger hacia el gran mercado salvo en casos excepcionales. Durante esa etapa previa al surgimiento del mercado del entretenimiento masivo musical en la que algunos solitas y grupos emergían con alguna canción o se popularizaban como Elvis Presley o Johnny Cash o Pete Seeger, dedicarse a la música era más un voto de pobreza para la mayoría de los artistas que un camino al éxito. Balada de un Hombre Común (Inside Llewyn Davis, 2013) relata el momento previo a esa explosión en el ámbito de la música folk norteamericana, antes del surgimiento de artistas como Bob Dylan, Joan Baez y Phil Ochs. Llewyn (Oscar Isaac) es un músico profesional incapaz de tomar responsabilidades, siempre al borde de una grosería, durmiendo en sillones ajenos, tomando malas decisiones y por sobre todo, esperando que el mundo de la música y el público reconozcan su talento.
Una locura socialmente aceptable. La soledad es una experiencia que nos colisiona contra nuestros sentimientos más profundos y desgarradores. Nos invita a conocer el abismo de nuestra propia personalidad y a dar un vistazo hacia el vacío y hacia el sinsentido de la existencia. Ella (Her, 2013), la nueva propuesta de Spike Jonze (Where the Wild Things Are, 2009; Adaptation, 2002; Being John Malkovich, 1999), es un film sobre la construcción de la identidad y sus contradicciones desde una mirada que mezcla un talante inocente con un humor catártico. En un brillante mundo futurista, donde las personas se han adaptado a la flexibilidad laboral, los sistemas operativos navegan libremente y los problemas materiales han pasado a un segundo plano, Theodore (Joaquin Phoenix), un escritor de cartas íntimas, de carácter antisocial y semblante triste, en parte debido a su reciente separación, comienza una relación con un sistema operativo de avanzada que posee lo que los expertos en ciencias de la informática han denominado “inteligencia artificial”. Theodore comienza a vivir con el sistema operativo, Samantha (Scarlett Johansson), una amistad que le permite abrir su corazón y experimentar un devenir amoroso que no involucra una relación carnal con un cuerpo. La brecha entre la concepción de la consciencia y el cuerpo como dos partes de un todo elaborada en la filosofía griega antigua y desarrollada por casi toda la filosofía occidental, se tensa hasta romperse, mientras el sistema operativo evoluciona con su lógica digital de asimilación de datos y el ser humano experimenta con sus limitados sentidos el mundo a su alrededor.
Alguien voló solo el nido del tiranosaurio. Durante los años ochenta Estados Unidos comenzó una leve recuperación de la crisis política, económica, militar y social que minó muchas de sus creencias como país destinado a imponer sus consensos y su ideología al mundo. Ante el retroceso de las ideas igualitarias causado en parte por el debilitamiento de los grandes relatos y de las estructuras del Estado de Bienestar y la consiguiente necesidad de aunar esfuerzos en pos de la supervivencia en un contexto muy adverso, las corporaciones se fortalecieron e impusieron las bases de una nueva era de la concentración del capital. Es en este contexto que las pequeñas búsquedas individuales como la de Ron Woodroof (Matthew McConaughey) y los médicos y enfermos que lo acompañaron en “Dallas Buyers Club”, fueron aplastadas a través de una alianza entre el capital y el Estado, generando una aquiescencia oficial destinada a mantener un negocio millonario y a ocultar hechos de corrupción y graves violaciones a las regulaciones en los sistemas de salud. Cuando el SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida) comenzó a emerger como una nueva enfermedad incurable y una de las causas principales de la muerte de los pacientes en los hospitales, las empresas farmacéuticas comenzaron una guerra por la homologación de distintas drogas y cócteles que ofrecían una mejora, aunque leve, en la condición de los enfermos. Las burocracias hospitalarias se aliaron con estas corporaciones para controlar el incipiente y desesperado mercado de forma monopólica.
El arte en su época de destrucción técnica. Los “hombres de los monumentos” fueron una fuerza especial creada durante la Segunda Guerra Mundial por el entonces presidente norteamericano Franklin Roosevelt, denominada “American Commission for the Protection and Salvage of Artistic and Historic Monuments in War Areas”. Estos hombres de trece naciones diferentes tenían como misión proteger, recuperar y devolver a sus dueños originales el patrimonio histórico artístico de la humanidad que la Alemania nazi se estaba apropiando o que estaba siendo destruido por las circunstancias de la conflagración a lo largo de toda la Europa ocupada. George Clooney no solo nuevamente incursiona en la dirección y la actuación sino que además vuelve a participar en el guión adaptando el libro de Robert Edsel (presidente de Monuments Men Foundation, una fundación creada en 2007 para preservar el legado de tamaña tarea), autor de The Monuments Men: Allied Heroes, Nazi Thieves and the Greatest Treasure Hunt in History. Tras conseguir la aprobación presidencial para conformar una fuerza especial para rescatar las obras de arte robadas por los nazis en Europa y proteger en la medida de lo posible los edificios históricos de los bombardeos indiscriminados de la aviación, Frank Stokes (George Clooney) le propone a siete curadores de arte, arquitectos, historiadores del arte y directores de museos que se sumen a la tarea. Después de un entrenamiento básico desembarcan en Normandía y comienzan su búsqueda de los objetos artísticos desaparecidos. El rastro de las pinturas y esculturas robadas los conduce hacía el corazón de una Alemania que se desmorona ante el avance de los aliados. Cuando Hitler firma la orden para destruir todas las obras ante la posibilidad de una derrota y a medida que los alemanes retroceden y los rusos se van apoderando de las obras de arte como compensación por las pérdidas de la guerra, la empresa se vuelve una cuestión desesperada con vistas a llegar antes de que todo esté perdido.
La historia como entretenimiento. La fantasía de los viajes en el tiempo ha nutrido gran parte de la historia de la ciencia ficción. El desarrollo de las ciencias, especialmente de la física cuántica y las teorías sobre los agujeros de gusanos, han otorgado a los escritores herramientas (y viceversa) para narrar complejas historias para volver al pasado, viajar al futuro y poder ser partícipe de los hechos sobre los que los historiadores realizan sus trabajos académicos y los periodistas su oficio. Las Aventuras de Peabody y Sherman (Mr. Peabody & Sherman, 2014) reelabora un segmento de un programa de dibujos animados de fines de los años cincuenta y principios de los sesenta que emitía la televisión norteamericana, intitulado Peabody's Improbable History. Hoy Dreamworks decidió retomar los personajes y su temática para contar una nueva historia que comienza narrativamente con la explosión social que condujo al proceso político de la Revolución Francesa y más tarde en el presente con el primer día escolar de Sherman.