Tres mujeres en el suburbio de las mafias El filme se sitúa en la década de 1970, cuando los maridos de tres mujeres son encarcelados por sus actividades criminales en la mafia irlandesa. Ellas deberán recuperar el trabajo de sus maridos en un barrio conocido por su violencia y negocios oscuros. Los comics son los que mantienen de gran forma a Hollywood, por ser las películas más taquilleras del año, con números que crecen cada temporada. Y no hablamos de calidad, sino que el género siempre tiene un buen rédito en las salas. En casi la totalidad de los filmes, vemos a superhéroes salvar el mundo, y aunque la tendencia va cambiando de a poco con heroínas como “Capitana Marvel”, “Mujer Maravilla”, y algunas de las que conforman “Avengers” y X-Men”, el porcentaje masculino siempre ha sido mucho mayor históricamente. Pero el mundo del comic, que podríamos considerar un nuevo tipo de arte en el que conviven la literatura y la ilustración, siempre ha dado historias por fuera de esos universos llenos de seres ultrapoderosos. Basada en la historieta “The Kitchen”, llega a las salas “Las reinas del crimen”. El filme se sitúa en la década de 1970, cuando los maridos de tres mujeres son encarcelados por sus actividades criminales en la mafia irlandesa, y ellas deben salir a ganarse el pan para alimentar a sus familias. Kathy (Melissa Mc- Carthy), Ruby (Tiffany Haddiss) y Claire (Elisabeth Moss) deberán recuperar el trabajo de sus maridos en Hell’s Kitchen, infame barrio conocido por su violencia y negocios oscuros. Por el solo hecho de ser mujeres, al trío no le prestan mucha atención, pero cuando comiencen a sacar buen rédito de su “empresa recuperada”, un encuentro inesperado con otros capos mafiosos será inevitable. El filme podría rondar sólo lo policial, o lo dramático, o en otro extremo sólo exagerar en lo cómico, pero curiosa y acertadamente entremezcla los tres géneros, haciendo avanzar la historia con alguna de esas cualidades en todo momento. Además de las grandes actuaciones de Mc- Carthy, Haddis y Moss, vale remarcar que la historia se sirve de estereotipos para encuadrar la narración: Las mujeres como “sexo débil” en los ‘70, y Hell’s Kitchen como conocido suburbio de mafias y crímenes, entre otros factores, pero tampoco se aprovecha de esos códigos ya conocidos para manipular lo que quiere contar.
El film es una mezcla entre cine de terror y de catástrofe, que contiene mucho suspenso, tensión, tormentas y cocodrilos. El cine de terror, y el subgénero de ciencia ficción, llamado “catástrofe”, son estructuras usualmente superficiales que dan mucho rédito en las salas, porque son generalmente creadas con el simple -y no por eso menos importante- propósito de entretener. A Sam Raimi, director y productor de muchos éxitos de taquilla en las últimas décadas, se le ocurrió juntarlos, y hacer una extraña película con mucho suspenso, tensión, tormentas y cocodrilos. El resultado es sumamente decente pensando en el prejuicio que podría causar la suma de estos elementos. Esta mezcla de mal clima y animales nos hace pensar en “Sharknado”, la saga de películas de bajo presupuesto que tuvo inesperada repercusión a nivel mundial, mostrando tiburones que atemorizaban ciudades tras ser arrastrados por un tornado. Podría decirse que “Infierno en la tormenta” -una pobre traducción de título- guarda algunas semejanzas de estructura y trama con la mencionada película, pero lo hace de manera más armoniosa, e intentando ser “realista” dentro de los parámetros de cine catástrofe y de terror, pero verosímil al fin. Haley (Kaya Scodelario) una nadadora becada en la Universidad de Florida, debe ir a buscar a su padre, Dave (Barry Pepper) cuando corre peligro porque un huracán está por azotar la ciudad. Al llegar a su casa ve que está herido y no puede escapar, pero no por los daños directos del huracán, sino porque con la tormenta y el agua llegaron unos cocodrilos inmensos que lo mordieron. Utilizando sus conocimientos como nadadora profesional -necesarios para que la trama tenga sentido porque un calambre y todo hubiese terminado en un cortometraje con final trágico-, la joven deberá rescatar a su padre y salir de la extrema situación con vida, enfrentándose a los lagartos que los rodean. El filme dirigido por Alexandre Aja comienza muy bien, con gran ritmo, pero en la segunda mitad la trama es forzada demasiado, y cambia el ángulo principal para centrarse en algunos conflictos internos de la protagonista. Si bien la idea es la de darle un argumento convincente sobre resiliencia a Haley, fundamentando su capacidad de salir de circunstancias difíciles y hacer más creíble la resolución, esta justificación va en detrimento de la narración y el cuento se cae muy rápido.
Fundamental sólo para fans del original La historia de la versión live action del clásico de Disney es idéntica a la de 1994 y hasta los dialogos son casi exactos. Si bien esa minuciosidad evita que los fans se enojen, también significa que no corrieron ni un riesgo. Es un clásico inoxidable de Disney. De esos filmes recordados por varias generaciones. También fue un hito para la compañía, que curiosamente no tenía mucha fe en cómo le iría en la taquilla, y además significó la revalidación de la empresa como líder en el campo de la animación. En su estreno animado, en junio de 1994, “El Rey León” alcanzó el segundo puesto entre las películas más taquilleras de la historia, y luego volvió a batir récords de venta cuando salió en video de alquiler, luego cuando se editó en DVD, y una vez más cuando se reestrenó en 2011. La información demuestra que millones de personas en el mundo la vieron, y otros la guardan en su memoria con un amor especial. Desde aquella poca fe de Disney en su propia historia (en aquel momento, el estudio comenzó a producir “Pocahontas” al mismo tiempo, pensando que no recuperarían lo invertido) hasta esta remake que se estrena hoy pasaron muchas cosas. Justamente ese “entretanto” es el que derivó en que hoy sea uno de los largometrajes más fuertes de la compañía. La nueva versión llega como un símil “live action”, que se emparenta con las nuevas versiones de “Dumbo”, “La bella y la bestia”, “Aladdin” y “El libro de la selva”, con actores de carne y hueso, tan a la moda en la actualidad. Y la expresión “símil” se debe a que obviamente no hay leones ni hienas reales, sino que a través de la evolución del CGI (imagen generada por computadora), Disney logró recrear la historia animada con un realismo sorprendente. Simba de cachorro es adorable como cualquier felino real, y su padre, Mufasa, es digno de respeto y miedo como cualquier macho adulto de esa especie que podemos encontrar en la sabana africana o un documental de National Geographic. La historia es idéntica a la de 1994, el guión respeta severamente al original y los diálogos se repiten, salvo algunas excepciones, con una exactitud que parece exagerada. Si bien hablamos de una monarquía y una “civilización” de especies animales, parece extraño que casi no existan guiños para actualizar algunas cuestiones. De todas formas, el filme dura media hora más, aunque solo se agregan algunas tomas en cada escena y dos canciones (qué lindo es escuchar a Beyoncé) inéditas. De las que ya conocíamos, tampoco hay muchas variaciones. Simba (voz de adulto de Donald Glover) es el príncipe heredero de las tierras del reino, por ser hijo de Mufasa (James Earl Jones, mismo actor que hizo la voz en 1994). Su tío Scar (Chiwetel Ejiofor), celoso por haber quedado relegado del trono, decide matar a Mufasa y a su hijo, para quedarse como monarca. Pero Simba logra escapar y es rescatado por Timón (Billy Eichner) y Pumba (Seth Rogen), una suricata y un jabalí con los que se cría hasta la adultez. Scar se erige como señor en la sabana, y deja que su ejército de hienas destruya todo el ecosistema. Nala (Beyoncé) no soporta más la situación y va en busca de ayuda. Al reencontrarse con Simba, le pide que regrese pero aún le quedan traumas de la muerte de su padre. Debe reencontrarse consigo mismo antes de tomar la decisión más importante de su vida y luchar por el trono del que es legítimo heredero. La nueva versión es prolija, y sumamente sorprendente en cuanto a su factura técnica y tecnológica. Su director, Jon Favreau, especialista en películas animadas, se limitó a contar la misma historia, quizás para evitar la ira de los fans ante un eventual cambio que podría caer mal. Pero por esa minuciosidad también Disney no corrió ningún riesgo, y parece haberse conformado con mostrar a los personajes de forma más realista. Imprescindible para quienes hayan crecido con la original, pero quizá innecesaria para la industria del cine.
Chucky, un gran amigo sin filtros Volvió el muñeco que más aman odiar los cinéfilos. La saga de Chucky comenzó con un filme de terror y tuvo dos secuelas con un registro cómico dentro del mismo género. Pero con las cuatro siguientes todo se degeneró y se aprovechó del pobre muñeco que debía haber sido retirado de las estanterías antes de perder por completo la dignidad. En este reinicio no hay asesinos involucrados ni magia vudú, como en la original. Un hombre es despedido de su empleo en la fábrica de ensamble de los muñecos, y en venganza decide quitar todos los protocolos de seguridad al chip de un nuevo juguete inteligente. Por ello, cuando Buddi cae en manos de Andy Barclay (Gabriel Bateman) como regalo de su madre Karen (Aubrey Plaza), desde el comienzo hay algo que no cuadra. Quizás porque es “diferente”, el pequeño decide quedárselo y se hacen amigos. Buddi, que aquí se bautiza a sí mismo como Chucky, mantiene en su chip la intención de hacer feliz a su dueño, pero, al no discriminar el bien del mal, empiezan los problemas. Cuando el gato de la casa arañe al pequeño, Chucky instintivamente intentará deshacerse de él, pero siguiendo las órdenes del niño deja ir al animal. La violencia actual, naturalizada en la televisión y en la vida cotidiana, es la forma en la que Chucky comienza a “educarse”, pues, a través de su memoria, aprende de todas sus experiencias. Además, el muñeco también funciona como una especie de control remoto de todos los electrodomésticos que pertenecen a la misma empresa, que ejerce un gran monopolio -al menos en la ciudad en la que se sitúa la historia-, y eso transforma al juguete en un ser todopoderoso. Además, al no tener filtros de seguridad, el muñeco volverá todo alrededor de Andy una experiencia riesgosa y extrema. El pequeño, su madre y sus amigos deberán detener al muñeco antes de que sea demasiado tarde. La nueva producción tiene la intención de recrear el primer filme y, actualizando la trama pero manteniendo el espíritu de la original, logra el éxito incluso, más allá de que se trata de una remake, y funciona como una película independiente.
Una aventura con varias fallas El nuevo film de uno de los superhéroes más queridos no cumplió con las expectativas de los fanáticos. Lo bueno de las anteriores películas fue desaprovechado por su director, Jon Watt. Spider Man es uno de los superhéroes más queridos por los fans de los comics (era el favortio de Stan Lee, fundador de Marvel), de los cinéfilos y también de la taquilla. Esta es la tercerca vez que el adolescente protagoniza en versión “live action”, y es también un récord si pensamos que estas películas comenzaron en 2002. En los últimos años, nos encontramos varias veces con “Peter Parker”: En la saga de “Avengers”, con un papel secundario; en el filme animado estrenado en 2018, “Un nuevo universo”, una de las joyas del año; y en “De regreso a casa”, la primera película en solitario del superhéroe adolescente en esta nueva versión protagonizada por Tom Holland. Así llegamos a “Spider Man: Lejos de casa”, con una vara demasiado alta por los buenos antecedentes. Desgraciadamente, todo lo bueno que tenían los anteriores filmes fue desaprovechado por Jon Watt, director a cargo del proyecto, que curiosamente había tenido un gran desempeño en “De regreso a casa”. La historia comienza después de los eventos de “Avengers: Endgame”, por lo que la muerte del mentor de Peter (Holland), Tony Stark, significó un golpe duro para el joven. Por ello, decide tomarse un descanso y se va de vacaciones a Europa con sus compañeros de secundaria (Zendaya y Jacob Batalon). Pero su idea de dispersión quedará en la nada cuando se vea obligado a unirse a Quentin Beck (Jake Gyllenhaal), también llamado Mysterio, con el objetivo de detener a Los Elementales, unos extraños seres que destruyeron el planeta Tierra en el alterno en el que vivía este nuevo ¿superhéroe? Para quien no esté vinculado a los comics quizás sea una sorpresa, pero es sabido que Mysterio es en realidad un villano. Entonces, este nuevo “colega” del arácnido guarda algunos secretos que Spider Man deberá enfrentar. La película funciona por momentos como una buena comedia, pero desgraciadamente se agarra demasiado de ese estilo divertido que tuvo buen resultado en la primera parte, y lo explota tanto que lo rompe. Por eso la primera parte resulta demasiado liviana y sólo mejora cuando llega a la segunda mitad, cuando aparece la acción y las vueltas de tuerca.
Idea sin redondear sobre la tolerancia Paula (Julieta Díaz) es una periodista feminista e independiente que no cree en el amor y lucha contra los mandatos sociales. Ante la necesidad de salvar la revista para la que trabaja, decide comenzar una columna, pero, a diferencia de las demás publicaciones que se encuentran en revistas de temática femenina, decide escribir en contra de la maternidad. Pero al mismo tiempo conoce a su nuevo vecino, Rafael (Pablo Echarri), padre de una niña. Comienzan a llevarse bien, y la pequeña la toma como una imagen materna a Paula, aunque ella se muestra reacia. Pronto habrá más que un vínculo amistoso entre la periodista y su vecino, pero el romance se encontrará con los destinos diferentes que cada uno planea para su vida. El filme intenta focalizar sobre el tema de la maternidad deseada, y enfrenta a las personas que idealizan el instinto maternal y las que consideran que sólo es una construcción social, como si se tratara de una grieta. Es decir que el filme propone una especie de puente de tolerancia. En ese aspecto, la idea y el guión escrito por Celina Font, quien también actúa, tiene un buen punto de vista para mostrar y en consecuencia la primera parte, presentación de personajes y discurso, funciona bien. Es clara y contundente, algo necesario en el cine nacional catalogado como popular. Vale recordar un caso reciente de la televisión argentina, cuando el personaje trans que interpretó Maite Lanata en “100 días para enamorarse” fue tema de discusión no sólo en los medios sino en las casas de los televidentes. Los problemas surgen cuando hay que concluir el cuento: en principio porque la trama queda atrapada dentro del mismo género, la comedia romántica. Lo que funciona como motor para llevar adelante el conflicto de una forma amable, es también una dificultad a la hora de finalizarla: el amor y la comprensión de cada situación son representados de forma apresurada y panfletaria, tirando la cancha para un solo lugar, y lo construido para llevar a la reflexión se esfuma en el tramo final.
¿La despedida del amigo fiel? En su estreno en 1995, “Toy Story” significó un quiebre en la industria del cine, porque fue la irrupción de Pixar, siendo este su primer largometraje, y marcando las pautas de lo que sería el cine de animación hasta nuestros días. Todos los “tanques” del género, sean del estudio en cuestión o no, respetan los patrones originales -a veces variándolos- de Pixar. De algún modo, “Toy Story” se convirtió en la carta de presentación de la empresa, hoy parte de Disney (si no pueden con ellos, cómpralos), y por eso siempre le han dado extrema importancia a los filmes detrás de la original: “Toy Story” 2 llegó en 1999, y la tercera parte recién en 2010. A esta altura, son millones los niños que se han criado con Buddy y Buzz Lightyear, y si pensamos que pasaron 24 años desde el punto inicial, muchos han crecido y hasta formado familia en el medio. Justamente por ello es que “Toy Story 3” jugó mucho con la nostalgia y el proceso de “dejar ir...”., y gracias a ello se transformó en una de las favoritas a pesar de lo dramático de su trama. Hoy llega la cuarta ¿y última? Parte de la saga, y podría decirse sin dudas que Pixar lo volvió a lograr. Woody (voz en inglés de Tom Hanks) ya no es el juguete favorito de Bonnie, pero sigue preocupándose por el bienestar de la niña. Cuando en un momento de soledad la pequeña crea a “Forky”, un muñeco hecho de un tenedor y pedazos de basura, se hace cargo de la nueva criatura que no tiene conciencia de que ahora es un juguete. En una excursión familiar, Woody se reencuentra con Bo (Annie Pots), que tras estar por su cuenta durante años, se ha transformado en una heroína de espíritu aventurero. Con ella y algunos amigos nuevos (“Ducky” -voz de Keegan-Michael Key-, “Bunny” - Jordan Peele- y Duke Caboom -Keanu Reeves-, son de lo más divertido del filme) deberán ir al rescate de Forky de las garras de una terrorífica muñeca. Dirigida por Josh Cooley, “Toy Story 4” es súper sentimental, y graciosa, sumamente actualizada, y si los rumores son ciertos, un gran cierre para las películas, o, al menos, para el grupo como lo conocemos. Hay que tener en cuenta dos cosas: En primer lugar, no hay cortometraje inicial, algo que puede decepcionar a muchos. Y para el final, hay que quedarse para unos gags que no hacen a la historia pero son igualmente hilarantes.
Y que nos borren la memoria... Siete años después del fallido tercer intento de la saga, se estrena un cuarto film que nadie pidió y que todos querrán olvidar. Todos recuerdan con mucho cariño a Tommy Lee Jones y a Will Smith vestidos de traje y usando lentes de sol, combatiendo alienígenas, ayudando a proteger al mundo y mantener la paz en el universo. Aquella película de 1997, una comedia de acción para toda la familia, fue un gran éxito de taquilla y crítica, y, por qué no, un clásico dentro del género. Sin embargo, su segunda parte fue mala y ni hablar de la tercera. La franquicia murió tras ese tercer intento, en 2012, cuando no supieron cómo continuar la historia a pesar de contar con sus dos protagonistas originales. Nos acostumbraron tanto a las reversiones forzadas, a la reinvención del éxito, a la ganancia sin originalidad, que siete años más tarde llega “Hombres de Negro Internacional”. El regreso que nadie pidió y que ahora todos exigirán que acabe de una vez con la franquicia y nos borre la memoria como el artefacto que usan los agentes para preservar secretos. Una pequeña descubre en su casa a un extraterrestre y es testigo de cómo dos Hombres de Negro les borran la mente a sus padres. Por ello, se obsesiona con el tema, el funcionamiento del universo y el descubrimiento de diferentes especies alienígenas. Tan obstinada es, que de adulta (Tessa Thompson) logra convertirse en uno de los Hombres de Negro (hay un gag que se burla de esa contradicción). Su primera misión como Agente M será en Londres, en donde conoce al Agente T, a cargo de la sede de Inglaterra, y al agente H (Chris Hemsworth), con quien termina trabajando en la misión. Juntos descubren que dos seres buscan en la Tierra un arma poderosa que justamente cae en manos de esta dupla de agentes. Por ello, deberán escapar y averiguar qué es lo que traman antes de que sea demasiado tarde. La dupla Hemsworth y Thompson, que ya vimos en “Thor: Ragnarok”, funciona a medias: si bien logran destacarse por momentos, individualmente y como pareja, dentro de una trama que repite vicios, virtudes y defectos de sus antecesoras, sus apariciones son lo único rescatable. El mayor problema de la película fue haber sido concebida, cuando nadie, ni siquiera los fans de la primera entrega, la esperaban y necesitaban.
Los buenos y malos deseos de Almodóvar El film, protagonizado por Antonio Banderas, Asier Etxeandia, Penélope Cruz y Leonardo Sbaraglia, narra la vida de un director de cine que padece dolores de todo tipo. Con el paso del tiempo se reencuentra con el valor que tiene una película que hizo hace 32 años. Pedro Almodóvar es uno de los cineastas españoles más reconocidos y queridos en nuestro país. El amor por su cine -vale la pena la aclaración en una industria donde hay cada vez menos arte y más “producción”- es correspondido en Argentina por los cinéfilos, y al mismo tiempo, Pedro siempre demostró gran respeto y cariño por nuestro séptimo arte y los grandes actores locales que han participado de sus filmes. Es por eso que la noticia del reconocimiento de “Dolor y gloria” en Cannes fue motivo de celebración en el ambiente nacional. Tan sólo tres semanas después, la nueva obra de Almodóvar llega a nuestras salas. El filme nos presenta a Salvador Mallo (Antonio Banderas), un director de cine renombrado y hombre solitario, que padece dolores de todo tipo. Con el paso del tiempo se reencuentra con el valor que tiene una película que hizo hace 32 años. Se contacta con el protagonista Alberto Crespo (Asier Etxeandia), quien le guarda mucho rencor, y fuman la pipa de la paz con un poco de heroína. Mientras viajan, Alberto descubre un texto muy íntimo de Mallo y le admite que le gustaría adaptarlo para hacer una obra de teatro. Tras dudarlo mucho, Salvador decide darle los derechos a Crespo para que la interprete, y por alguna casualidad, llega al teatro Federico (Leonardo Sbaraglia), un ex amante de Mallo, que reconoce de inmediato la historia que reaparecerá en su vida. A Salvador lo vemos luchar con sus dolores con esta nueva droga que descubrió, y también como el niño que fue, con una infancia pobre pero llena de amor junto a su madre (Penélope Cruz). El filme es una suerte de autobiografía ficcionada de Pedro Almodóvar, pero que, a pesar de la referencia propia constante, funciona todo el tiempo, independientemente de su origen real: emociona con el amor, sensibiliza con los dolores, y golpea con las derrotas y defectos. El realizador se las arregla para crear un mundo del que puede disfrutar tanto el que no conoce nada de la filmografía del español como el que lo abrazó en cada una de sus películas. El Deseo es el nombre que lleva su productora. Esa pulsión, a veces desconocida, otras prohibida y sólo en ocasiones permitida, también se involucra fuertemente en la vida y especialmente esta película del español. Almodóvar siempre es intimista, e intenta pintar emociones con las que todos se puedan identificar. Si bien siempre tuvo un marco de identidad, una huella de autor imposible de pasar por alto, aquí decidió traspolar todo aquello que sintió a lo largo de su vida en el papel de Antonio Banderas, quien, afortunadamente, estuvo a la altura de la situación y ya resuena como un gran aspirante a premios, incluido el Oscar.
La extinción de la raza humana Tras la devastación de Boston y la muerte de su hijo por culpa de la destrucción de Godzilla, Mark y Emma se separan, y su hija Madison queda a cargo de su madre, que aún trabaja para la empresa que se encarga de monitorear a los demás monstruos gigantes que siguen apareciendo.Al pobre Godzilla no lo dejan descansar por mucho tiempo y cada tanto lo ponen a trabajar duramente. Es que el monstruo de la cultura japonesa es una de las estrellas de la industria cinematográfica, que alcanzó éxito en otros ámbitos también: tiene más de 30 largometrajes en Asia, cinco películas hollywoodenses, participó en animé, comics, series y hasta una banda de heavy metal lleva su nombre original, “Gojira”. En esta oportunidad, el estreno es parte del nuevo “MonsterVerse”, universo que inició en 2014 con “Godzilla”, sigue con esta segunda parte, conocida también como “Godzilla: Rey de los monstruos”, y continuará en 2020 con “Godzilla Vs. Kong” -un spoiler que ya realizó Warner al comentar que ya estaba en producción, lo que significa que el monstruo seguirá rompiendo cosas-. Tras la devastación de Boston y la muerte de su hijo por culpa de la destrucción de Godzilla, Mark (Kyle Chandler) y Emma (Vera Farmiga) se separan, y su hija Madison (Millie Bobby Brown) queda a cargo de su madre, que aún trabaja para la empresa Monarch, que se encarga de monitorear a los demás monstruos gigantes que siguen apareciendo. Emma y Madison son secuestradas por una organización de ecoterroristas liderada por Alan Jonah (Charles Dance), que tiene como fin despertar y liberar a todas estas especies, porque consideran que su aparición en la tierra es la forma en la que el planeta busca su equilibrio, tras el desastre ecológico que produjo la humanidad en toda su historia. Esta teoría está basada en las consecuencias del ataque a Boston, que tras la destrucción de 2014 floreció como una selva nativa sin ayuda del hombre. Mark será convocado por Monarch para ir a rescatarla y obviamente evitar que Jonah y sus secuaces logren su cometido, que puede significar la extinción de la raza humana. Pero mientras comienzan con la búsqueda, logran despertar a Ghidorah, el dragón de tres cabezas que es enemigo natural de Godzilla y otras especies ancestrales, que antes se pensaba que eran simples mitos: Mothra (una polilla gigante), y Rodan (un monstruo alado parecido a un pterodáctilo). Ahora, los humanos deberán ayudar a Godzilla a recuperar su poder para evitar que los demás monstruos se apoderen del mundo. Si bien algunos de estos nombres de “animales” no son conocidos en Occidente, todos aparecen, tal como Godzilla, en la cultura oriental. A pesar de toda la buena intención que tengan al respetar estos mitos a la hora de hacer una película, en el resultado final es una mezcla de situaciones confusas (sumadas al drama familiar y el rescate de Emma y Madison) que terminan destruyendo la propuesta tal como los monstruos. Queda para destacar solo la buena puesta de efectos especiales en las peleas de monstruos, que ahora muestran más fuerza por la radiación natural y la ¿ayuda? de quienes debían controlarlos. “Godzilla 2: el Rey de los monstruos” es un tanque (se nota el dinero invertido en producción) que sólo vale la pena para saber hasta donde se puede llevar el arte digital al servicio del entretenimiento.