"Star Wars" y el servicio al fan, a la orden del día Llega el final de una etapa, la tercera trilogía de Star Wars. La que comenzó con la era de internet y redes sociales haciendo fuerza para que crezca la expectativa mucho más allá de lo imaginado y que creó una nueva legión de fans en todo el mundo. También es especial porque esta fue la primera trilogía de la saga realizada por Disney, luego de que George Lucas, creador y director de este universo, diera un paso al costado con varios billetes en el bolsillo al vender Lucas Films al ratoncito más popular. Kylo Ren sigue peleando con su dicotomía entre el bien y el mal. Cuando se estrenó Episodio VII: El despertar de la fuerza en 2015, todo era pura emoción, ya que los rituales, la música y la mística de la franquicia volvía a la pantalla grande tras una década de silencio provocado por el aburrimiento que provocó la trilogía del nuevo milenio, los episodios I, II y III. Luego de La venganza de los Sith, querer hacer algo con SW era agarrar una papa caliente, y nadie quería quemarse. Tras el largo hiato, la nueva entrega fue un renacer para algunos, una copia para otros (la trama era un reciclaje de la versión original), pero el alivio de tener algo nuevo de Star Wars era muy poderoso. Sin embargo, la sobreexposición que vivió la saga en los últimos cuatro años, con spinoffs como la excelente Rogue one y la olvidable Solo, la nueva serie de Disney+, The mandalorian, y todo lo adyacente a La Guerra de las Galaxias, desde merchandising, fan art, hasta memes, lograron que el filme final, El ascenso de Skywalker sea el más esperado pero también les jugó en contra. Ahora, hay gente más preocupada porque haya una referencia entendible para ellos mismos, o algo relacionado a la nueva serie, que al puro disfrute del desenlace. Odisea final La historia comienza un año después de los acontecimientos vistos en Los últimos Jedi (2017) y volveremos a ver a los héroes de la Resistencia, Finn (John Boyega) Poe (Oscar Isaac) y Chewbacca (Joonas Suotamo) en esta ocasión buscando información sobre los próximos pasos de la Primera Orden, mientras Rey (Daisy Ridley) entrena para algo más importante que presiente muy cerca: su pelea final con Kylo Ren (Adam Driver). Cuando la generala Leia (Carrie Fisher) se entere de que el plan del villano es unirse a los Sith que tienen un nuevo ejército dispuesto a destruir miles de planetas, decidirá junto a su equipo adelantarse en la ofensiva para evitar que la Primera Orden tome el control de todo. Por ello Rey, Finn, Poe, Chewbacca junto a los droides C3PO,BB-8 y R2-D2 irán en búsqueda de un localizador para hallar el escondite de los Sith. La batalla será de la Primera Orden versus la Resistencia, pero, como siempre, la lucha será entre el bien y el mal, representados por los Jedi y los Sith. Con algunas cuestiones existenciales, como la búsqueda de identidad de Rey, que entenderá que hay cosas más poderosas que la sangre, y la pelea interna que Kylo Ren tiene en su árbol geneálogico,sobre si seguir sus pasos de su abuelo o no, el filme transita algunos pasajes interesantes, pero que nunca llegan a trascender. J.J Abrams, a pesar de tener en sus manos un largometraje bastante simple, logra entretener y su duración (apenas sobrepasa los 120 minutos) ayuda a que todo concluya de manera eficaz, pero por desgracia sin la épica que se esperaría para esta ópera espacial.
Feminismo edulcorado La remake protagonizada por Kristen Stewart, Ella Balinska y Naomi Scott se sostiene por la buena química entre las protagonistas, pero hay una búsqueda de empoderamiento en el cine yanqui que desgraciadamente parece muy vacío. La serie de acción “Los ángeles de Charlie”, que se estrenó en 1976 y salió del aire en 1981, estaba protagonizada por Kate Jackson, Farrah Fawcett y Jaclyn Smith. Se convirtió en un clásico de la época y de la televisión, pero curiosamente recién llegó al cine en el 2000 con Cameron Diaz, Drew Barrymore y Lucy Liu, en una decadente propuesta sólo superada en desgracia por su segunda parte. Elizabeth Banks tomó las riendas y se convirtió en productora, guionista y directora de esta nueva versión, aprovechando la coyuntura mundial para contar esta historia de fortaleza de las mujeres (o algo así, recordemos que seguían las órdenes de un hombre poderoso). Aquí, las agentes Kristen Stewart (Sabina Wilson) y Jane Kano (Ella Balinska), de la agencia Townsend, utilizarán la ayuda de Elena Houghlin (Naomi Scott), una científica que hizo un gran descubrimiento pero que puede caer en manos equivocadas. La idea simple pero eficaz para la comedia de acción obviamente es salvar al mundo. Para ayudarlas, estará Bosley (Elizabeth Banks). El filme se sostiene por momentos gracias a la buena química de las protagonistas, entre las que se destaca Stewart haciendo un papel sumamente histriónico (algo completamente ajeno a ella hasta el momento). Pero hay una búsqueda de empoderamiento en el cine yanqui que desgraciadamente parece muy vacío. Probablemente por ser parte de una sociedad como lo es la argentina, el panfleto de meritocracia que viene pegado al concepto de feminismo no resulta útil, e incluso, lo diluye. Es que esa temática se enmarca en exageraciones y estereotipos que terminan en algún gag sin mucho sentido.
La épica le jugó en contra La nueva entrega de la franquicia comienza una nueva trilogía que retoma dos décadas después desde que Sarah Connor evitó el Juicio Final. Mencionar a James Cameron es decir éxito. Y hablar de “Terminator” involucra necesariamente al cineasta y productor. “Titanic” y “Avatar”, dos de las películas más taquilleras de la historia (hace poco superadas por el final de “Avengers”), son de su autoría y dirección, y parte de un trío de filmes que se completa con este de los androides del futuro. Cameron, entonces, funciona como una marca de calidad, o al menos de popularidad. Si a Terminator, con James como productor y creador de la historia, le sumamos Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger, nada debería salir mal, ¿no? El problema del prestigio es que te obliga a mantener la vara altísima. Y un equipo que genera tanta expectativa, tiene más para perder. Así sucede en “Destino oculto”, nuevo producto de la franquicia que tiene una doble tarea: borrar parte de la saga, que contiene películas que avergüenzan, y comenzar una nueva trilogía. La historia se retoma dos décadas después desde que Sarah Connor evitó el Juicio Final (cambiando la trama de “Salvación”, en donde se mencionaba que había muerto en 1997). Dani Ramos (Natalia Reyes) vive de manera sencilla en México con su hermano (Diego Boneta) y su padre, cuando un nuevo Terminator, el Rev-9 (Gabriel Luna), viaja a través del tiempo para cazarla. Dani se unirá a Grace (Mackenzie Davis), una mejorada soldado del futuro, y Sarah Connor (Linda Hamilton) para sobrevivir. Encontrar al T-800 (Arnold Schwarzeneger) podría ser su última esperanza. La trama funciona hasta que aparecen las fichas “seguras”, Arnold y Linda. Por desgracia, la épica les juega en contra, y no solo no suman a la historia, sino que, por la expectativa creada en torno suyo, la perjudican. Sus apariciones en el contexto y su preponderancia en la saga ponen en evidencia que el filme podría haber tenido un mejor resultado sin ellos. Ni hablar de ser uno de los filmes del año, pero habrían conseguido una superproducción más decente.
Remate efectivo pero sin épica La segunda parte de esta comedia de terror es de un humor irreverente, inteligente y agresivo, pero no tiene un gran hilo argumental. "Esto no es para nada realista” dice Columbus (Jesse Eisenberg) mirando un comic de “The Walking Dead”, mientras está acostado en la cama presidencial de la Casa Blanca. Llegó allí con Tallahassee (Woody Harrelson), Wichita (Emma Stone) y Little Rock (Abigail Breslin), tras sus primeras aventuras contra los zombies. El humor de la ahora saga es irreverente, inteligente y agresivo. Todo lo que debería ser una comedia de terror. La segunda parte, que llega una década después de su inicio, mantiene la esencia y sin hacer muchos cambios, sigue siendo efectiva. En 2009, “Zombieland” se convirtió en éxito y filme de culto al mismo tiempo. Tomando la temática zombie, se consagró por su historia enmarcada en un mundo postapocalíptico en el que los muertos vivos han terminado con la civilización. En ese contexto se conocen Columbus, Tallahassee Wichita y Little Rock, que a pesar de sus diferencias deciden formar equipo para sobrevivir. Wichita se siente muy apegada a Columbus, por lo que decide dejarlo, y escapa con Little Rock, quien se sentía con ganas de conocer el mundo y el amor. Pero cuando las dos conocen a un músico (Avan Jogia) y Little Rock decide escapar con él para ir a una comunidad hippie llamada “Babylon”, Wichita regresa para conseguir provisiones e ir a rescatarla. Al grupo se sumará Madison (Zoey Deutch), una joven que sobrevivió todo este tiempo en la heladera de un centro comercial, y que a pesar de sus buenas intenciones, les traerá un par de conflictos nuevos a todos. Muy a pesar del comentario inicial de Columbus, la serie toma la idea de sociabilizar que tanto se ve en “The Walking Dead”, y los protagonistas interactúan con más personajes (Owen Wilson, Rosario Dawson) y hasta forman parte de una “ciudad”. Más allá de las risas, el filme profundiza algunos análisis sociales desde su narrativa y sus gags, sobre conflictos como el racismo y el individualismo, aunque sobrevive porque nunca cae en la parsimonia. El problema con “Tiro de gracia” es que no tiene un gran hilo argumental que la lleve hacia algún lugar. A pesar de ser muy disfrutable, no deja de ser un episodio largo de aventuras, como si se tratara de una -muy buenasitcom. De ahí que se mencionó el término efectivo, que a veces puede ser más importante que el de “brillante”, u “original”, porque a pesar de que el chiste sea contado por segunda vez, sigue causando gracia.
La villana que ya no es favorita Si hay algo que destacar de Disney es su capacidad de hacer negocio con todo. En tiempos de cambio de paradigmas y de rompimiento de moldes, la empresa audiovisual más importante del mundo decidió retomar una historia clásica para contar otra versión. En 2014 estrenó “Maléfica”, filme en el que tomó a una de sus villanas más malvadas para reivindicarla. Seguía siendo la que maldijo a Aurora para convertirla en “La Bella Durmiente”, pero ahora con otro antecedente: nos enterábamos de que Maléfica ( Angelina Jolie) era en realidad un hada que había creado la maldición en venganza contra el Rey, quien la traicionó cuando era joven. Y el nuevo relato se completaba con el hecho de que la villana se encariñaba con Aurora (Elle Fanning). En esta segunda parte es imprescindible haber visto el largometraje anterior, pues arranca con Aurora como princesa del páramo que debe cuidar Maléfica. Todo marcha bien hasta que el príncipe Phillip (Harris Dickinson) le propone casamiento a la joven, y para celebrar el compromiso invita a su castillo a la madrina/ madre, Maléfica. Allí, frente a los reyes de Ulstead, Ingrith (Michelle Pfeiffer) y John (Robert Lindsay), la protagonista nota la mala intención de la reina y, al ser acusada de maldecir al rey, escapa, ayudada por Connal (Chiwetel Ejiofor), un hada perteneciente al último grupo de sobrevivientes de su especie. Así, Aurora y Maléfica quedan en bandos distintos en una guerra que parece inminente. El gran acierto de “Maléfica” había sido reinventar el relato fantástico y mostrar que la bondad y la maldad no son una cuestión de blancos y negros, con una historia de amor no romántica. Todo esto, narrado con una hermosa fotografía y grandes efectos especiales. Pero, bien, en su segunda entrega, el despliegue visual es lo único que se impone, porque la narración se hace tan rebuscada que va perdiendo el sentido con el correr de las escenas, y mucho más cuando Maléfica, protagonista y dueña del título, desaparece por aproximadamente 20 minutos. La película recae en varios errores que terminan hundiéndola. En primer lugar, es redundante con algunas temáticas, por lo que gran parte del metraje parece simplemente un reciclaje del primer filme. Por otro lado, transformar este cuento de antihadas en una propuesta de aventuras con guerra de especies a lo “Crónicas de Narnia” no le queda cómodo al argumento. Finalmente, grandes actrices como son Jolie, Fanning y Pfeiffer no se destacan, algo que parece una tarea imposible, pero que el director Joachim Ronning transformó en un pecado imperdonable.
El retiro de un héroe de acción El film es una especie de despedida del personaje interpretado por Sylvester Stallone y ofrece a sus fans acérrimos lo que van a buscar: brutalidad, sangre y venganza. Es imposible hablar de “Rambo: Last blood” sin remitirnos a la historia de Sylvester Stallone, porque no se trata de un filme cualquiera, sino que es una despedida, quizás un cierre de etapa para el robusto actor. Es imprescindible destacarlo también, porque gran parte de estos filmes estuvieron producidos por él, lo que significa que no es víctima de malos papeles, sino también conductor de su destino, para bien o para mal. La carrera de Stallone en Hollywood parece dividirse en tres estadíos. El primero, exitosísimo, en el más puro cine de acción, con el que se transformó en uno de los actores más populares -y millonarios- a base de testosterona, tiros y actitud “sí se puede”. Las cinco partes de “Rocky”, “Cobra”, “Tango & Cash”, “Halcón”, y la saga bélica de “Rambo”, que nació en 1982. El boxeador y el ex militar son los papeles más icónicos de Sly. A mediados de los ‘90 su carrera decayó, y en 2006 llegó su reinvención, en lo que podría llamarse la era del sinceramiento y la reflexión: “Rocky Balboa” mostró el ocaso de un ídolo, con una mirada más humana. No era posible separar lo que sucedía en su carrera con lo que vivía Balboa en el largometraje. Ese “realismo” volvió en los últimos años con “Creed”, spin off en el que Rocky entrena al hijo de su amigo Apolo, con dos películas en las que dio una vuelta de tuerca al subgénero deportivo con grandes resultados. En 2008 intentaría algo similar con “John Rambo”, pero queriendo demostrar que el héroe podía dar pelea de guerra, quedó caricaturizado. Pero de los errores se aprende -o se revienta-, y ese arquetipo tosco se satirizó en “Los indestructibles” (2010) y sus dos secuelas, creando la película más pochoclera que pudo con un elenco coral de figuras de acción. Con esa montaña rusa como carrera, vale decir que esta despedida de John merecía un poco más. La historia es la de un ya retirado y “vaquero” Rambo, que debe volver a las andadas para enfrentarse a un cartel mexicano (el prejuicio continúa vigente) para intentar rescatar a su ahijada, que fue secuestrada. Por un lado, se pensaría que este “homenaje” a Rambo debería ser más épico, apoteótico al ritmo de los dioses del género de acción, pero por otro, “Last blood” tampoco quiere ofrecer a sus fans acérrimos más que lo que irán a buscar al cine: brutalidad, sangre y venganza. Stallone, a pesar de sus reflexiones respecto de la vida y el mundo del cine, sabe a quién le habla, y por eso es consecuente con la gloria que recibió a través de los años.
El hijo vomitado por el sistema El film es sin duda uno de los mejores el año. El film cuenta la historia apócrifa del Joker interpretado por Joaquin Phoenix. Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) sube la escalera que va hacia su casa, en Ciudad Gótica, apesadumbrado, sin esperanza. Pero Joker, ya maquillado, descubriéndose a sí mismo, desciende con alegría, como si estuviese feliz de hundirse en la profundidad. La historia apócrifa del Guasón, el villano más famoso de “Batman”, cuenta la metamorfosis de Fleck a villano. De ser un payaso indefenso golpeado por adolescentes en un callejón, a convertirse en el líder de la maldad. ¿Por qué es el Guasón el malo más reconocido? Quizás tenga que ver justamente con esa dualidad de la felicidad y la maldad, por la que también los payasos se han convertido en íconos del cine de terror, como en la recientemente estrenada “It: Capítulo 2”. Detrás de una máscara, con muchos colores y una risa contagiosa, hay un alma perdida que se cansó de buscar su lugar en el mundo, y desea que el mundo se convierta en lo que es él. Todd Phillips, cineasta que tiene entre sus grandes éxitos películas del tenor de “Qué pasó ayer” y “Proyecto X”, sorprende con esta libre interpretación sobre los inicios de este personaje. Su colega argentina Lucrecia Martel describió en el festival de cine de Venecia -donde este filme fue el gran ganador- que “es una reflexión sobre los antihéroes, donde el enemigo no es un hombre, es el sistema”. Es difícil que alguien llegue a ver esta película sin alguna de las referencias y polémicas que anduvieron dando vueltas por los medios del mundo. Que es una obra maestra y que hace apología de la violencia, que busca la sorpresa o el escándalo fueron los más enunciados. No por ser una obra maestra -porque sería difícil describir una obra maestra en la actualidad- y al mismo tiempo, exhibir algo como obra maestra al lado de otras ya consagradas quizás nos ponga en una situación difícil. En un tono reflexivo, vale la pena mirar “Guasón” porque es una manera de enfrentarnos a nosotros mismos, como víctimas y culpables, y hablando estéticamente, el trabajo de Phoenix es superlativo. Él es toda la película, de inicio a fin. Pero “Guasón” vale la pena porque toma a un personaje nefasto y lo hace parte de nuestro equipo, algo que va a generar incomodidad. En los últimos tiempos, el feminismo se ha encargado de demostrar que los abusadores y acosadores no son “monstruos” sino “hijos sanos del patriarcado”. En “Guasón”, la transformación de Arthur no se da en una habitación aislada. Son varios los factores que van haciendo de Happy (apodo que le puso su madre) ese ser horrendo, y son todos dentro del mundo que vivimos. “Se preocupan por tres hombres muertos. Si yo me hubiese muerto en la calle me pasarían por al lado sin darse cuenta”, dice Fleck ya personificado como Guasón, consciente de su inconsciencia, sabiendo que es un cero a la izquierda por culpa de actos y la indiferencia de terceros. Se podría trazar un paralelismo entre estos “hijos de patriarcado” y este “hijo no querido del sistema” de Ciudad Gótica (atención a las referencias a Batman, que hay varias y bien elaboradas), el expulsado, el vomitado por la sociedad, no la causa de los males sino la consecuencia de una red de maldad.
Un mundo sin los Beatles El film narra cómo un joven músico descubre que nadie en el mundo recuerda a la famosa banda de Liverpool y se hace pasar por el autor de sus canciones. "El mundo con The Beatles es un mejor lugar", dice una mujer a Jack Malik (Himesh Patel), un músico que estaba a punto de abandonar su carrera musical hasta que una misteriosa desgracia lo convirtió en un artista internacional. La película nos hace recordar cuán importantes son los cuatro de Liverpool para la música y la vida en general. Jack decide dejar de tocar su guitarra y cantar el mismo día que ocurre un inexplicable apagón mundial por algunos segundos. En ese mismo momento, es atropellado por un autobús y al despertar en la clínica, el mundo parece haber cambiado: nadie recuerda a The Beatles, y no hay rastro de que hayan existido, salvo en la cabeza de Jack. Lo confirma al tocar para sus amigos “Yesterday”, y nadie entiende cómo pudo haber compuesto una canción tan linda. Busca en Internet, sin éxito, y cuando está completamente convencido de que nadie en el mundo los recuerda, decide hacerse pasar como el compositor de los temas más exitosos de The Beatles. Pero su culpa, aparecerá en forma de algunas personas que parecen atravesar lo mismo que él, que también recuerdan a la banda inglesa. La trama no se cuestiona mucho el misterio de por qué sucede lo que sucede, y se centra en su frustración musical, la conformación del “ídolo”, y los conflictos y contradicciones de la fama. Pero principalmente está el tema del amor, porque “Yesterday” es también una comedia romántica: la única fan de Jack es su mejor amiga y mánager, Ellie Appleton (Lily James), quien no puede mantener el ritmo del rápido crecimiento artístico del músico y deja de trabajar con él a pesar de estar enamorada. Esta última parte hace que el nuevo filme de Danny Boyle (conocido por “Trainspotting” y ¿”Quién quiere ser millonario?” entre muchas otras) se extienda más de lo debido, y, con una idea y un inicio muy originales, la película comienza a redundar sobre lo mismo. Va hacia abajo en vez de aprovechar su gran comienzo y escalar hacia arriba, pero no deja de ser entretenida. Y la música beatle suma puntos siempre. Hay que destacar la presencia del cantante Ed Sheeran, como uno de los actores secundarios, y, jugando con su imagen de chico tímido y talentoso, se muestra como él mismo pero con una personalidad sumamente soberbia.
Más correcto que espeluznante La segunda parte de la remake dirigida por el argentino Andy Muschietti no cumple con las expectativas luego de la primera parte. En 2017 llegó a los cines “ It: Capítulo 1” y a pesar de tratarse de una adaptación del best seller de Stephen King, y a la vez remake de la miniserie de finales de los ‘80, se convirtió en un éxito tan grande que es la película de terror más taquillera de la historia. Con ese genial antecedente, y el plus de que su director, Andy Muschietti, es argentino, el estreno de este “Capítulo 2” es, por donde se lo mire, una celebración. Pero quizás influenciados por esas luces, tanta expectativa puesta en el cierre de la historia del Pennywise y “los perdedores”, es que esta segunda parte no alcanza a la anterior. La historia es básicamente la misma del libro y de la segunda parte de la miniserie: cuando reciben el llamado de Mike (Isaiah Mustafa), los perdedores deben volver a su pueblo natal, Derry, para cumplir la promesa que hicieron cuando eran niños. Si Pennywise (Bill Skarsgård) regresaba, ellos deberían destruirlo. Mike, como un sereno que se ocupó todos estos años de cuidar que el payaso no reapareciera, hace el llamado a sus amigos de la infancia cuando hay señales de alarma. Beverly (Jessica Chastain) Bill (James McAvoy) Richie (Bill Hader), Ben (Jay Ryan), Eddie (James Ransone) y Stan (Andy Bean) reciben la llamada, cada uno de diferente manera. Es que el “embrujo” de Derry es tan grande que quien se aleja del pueblo comienza a olvidar lo que sucedió allí. Sin saber con qué se encontrarán, los perdedores viajan y en la primera cena juntos, Mike les recuerda su juramento. El grupo deberá enfrentarse al payaso para acabar no sólo con el maléfico ser, sino quitarse de encima sus propios demonios. La película dura 167 minutos, es decir, poco menos que tres horas, y si bien esa extensión le da la posibilidad a la historia de desarrollar todas las subtramas de sus protagonistas, al hablar de un filme de horror, su esencia se va desdibujando, porque de a poco nos vamos acostumbrando al miedo, y, como si fuese una paradoja del cuento, lo que nos quiere hacer sentir se va apagando, como si se tratase de la moraleja de “ It”, que justamente habla de los miedos y de cómo enfrentarse a ellos. Si bien cuenta con algunas escenas muy bien logradas, uno de los problemas del filme es que gran parte del elenco adulto -excepto por Bill Hader- no agrega nada a los roles de los perdedores que tanto se hicieron querer en la primera parte.
Una historia con ritmo y toques de justicia El film está basado en el libro "La noche de la usina", de Eduardo Sacheri, y protagonizado por Ricardo Darín, Luis Brandoni y Verónica Llinás. "Donando sangre al antojo de un patrón, por un misero sueldo. Con el cual no logro esquivar el trago amargo de este mal momento, mientras el mundo, policía y ladrón, me bautizan sonriendo: ‘gil trabajador’”. Así describía una canción de la banda Hermética al honrado, al que se levanta todos los días a ganarse el pan con la conciencia tranquila. El que siempre es estafado o “ventajeado” por algún vivo de su barrio, autoridad, institución o político de turno. Y de esos “giles” se trata esta historia de aventuras que cuenta Sebastián Borensztein. “La odisea de los giles” está basada en el libro “La noche de la usina”, de Eduardo Sacheri, escritor prolífico del que ya se adaptaron para la pantalla grande dos novelas más, “Papeles en el viento” y la ganadora del Oscar a mejor película extranjera. “El secreto de sus ojos”. Sacheri parece entender perfectamente al argentino contemporáneo, y, además de tener gran pluma e imaginación a la hora de crear mundos, conoce la calle, la percibe y la transcribe de manera excepcional y alejado de encriptaciones innecesarias. Es por ello que sus relatos son fácilmente llevados al cine nacional de forma masiva y disfrutable. Todo comienza con el proyecto de Fermín Perlassi (Ricardo Darín), dueño de una estación de servicio, junto a su esposa (Verónica Llinás) y su amigo Fontana (Luis Brandoni), que viven de forma humilde en el pueblo bonaerense de Alsina. Los tres convencen a un grupo de vecinos (Rita Cortese, Carlos Belloso, Marco Antonio Caponi, entre otros) para asociarse y crear una cooperativa agrícola, para no sólo mejorar su situación, sino también darle trabajo a muchas personas. El problema es que lo planean a fines de 2001. Sus ahorros desaparecieron por una estafa realizada por un abogado del pueblo junto al gerente del banco de la ciudad, que contaban con información de lo que estaba a punto de desencadenarse en Argentina. Cuando se enteran de la estafa, se organizan y arman un plan para recuperar lo que les pertenece. La historia comienza con gran ritmo, pero con el correr de los minutos -dura 120 minutos- le juega en contra y a pesar de que no se perciben escenas de relleno, no termina de cerrar de manera eficiente.