¿Hasta dónde llegarías por una noticia? Lou Bloom es un hombre solitario que pasa sus noches rondando por la ciudad de Los Ángeles tratando de sobrevivir: roba alambrados y los revende, y ve algo que le gusta y lo toma. Está buscando trabajo, pero sus ojos saltones y su cara calavérica dejan entrever destellos de su verdadera naturaleza. Lou Bloom es un sociópata. Descendiente de la misma esencia que hacía al Travis Bickle de Robert De Niro en Taxi Driver, Lou Bloom pronto descubre que puede sacar plata y hasta armarse su propio negocio yendo a escenas de crímenes y accidentes y filmarlo para luego vender el material a canales de televisión. La premisa es simple: cuánta más sangre mejor. Primicia Mortal es la ópera prima direccional de Dan Gilroy, guionista de El legado de Bourne y Apostando al límite, y es una fantástica sátira de lo peor de la industria del periodismo/entretenimiento/morbo de la televisión actual, con una acertada interpretación de Jake Gyllenhaal, que logra un personaje desesperado por el éxito, manipulador y más peligroso de lo que el espectador se imagina. Con una cinematografía oscura y tenebrosa y a la vez vibrante, Gilroy captura la decadencia de una ciudad obsesionada con la fama y que esconde en sus noches más que fiestas y diversión. Lou Bloom encarna la desesperación por "llegar a ser alguien" a toda costa, pasándole por arriba al que sea, y embarrándose las manos de sangre si es necesario. Con personajes con una ética que deja mucho que desear, una historia atrapante, y un desenlace que deja al espectador con más de un escalofrío, Primicia Mortal es sin duda uno de los estrenos del año, y está en camino para convertirse en filme de culto.
Hobbits y dragones: el día que Peter Jackson reencontró su camino Es complicado encontrar una secuela que supere a su predecesora, y más aún si se trata de una saga posterior a la aclamada franquicia de El Señor de los Anillos. Pero La Desolación de Smaug brilla de una manera imprevista, más teniendo en cuenta la desilusionante Un Viaje Inesperado, la primera parte de El Hobbit que se estrenó el año pasado. La nueva adaptación de Peter Jackson del libro de J.R.R. Tolkien (anterior a El Señor de los Anillos) continúa con la aventura por la Tierra Media de Bilbo Bolsón (Martin Freeman) y el grupo de enanos liderado por Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage), en su épico viaje para recuperar el Reino de Erebor, del que fueron despojados por el temible dragón Smaug (Benedict Cumberbatch). El Hobbit: la Desolación de Smaug triunfa maravillosamente y nos recuerda aquellos años gloriosos cuando la Comunidad del Anillo era la protagonista. Con el regreso de Orlando Bloom como Legolas, y la siempre impecable y mística presencia de Ian Mckellen como Gandalf, el film vuelve a tomar el camino, más oscuro y épico, de la saga del 2001. La primera escena ya le recuerda a la audiencia que el humor será también un elemento constante durante las más de dos horas y media que dura la película: un cameo de Peter Jackson masticando una zanahoria, una costumbre hitchcockiana que siempre parece divertirle. Nueva Zelanda ofreció nuevamente sus inalcanzables montañas, lagos infinitos, bosques amenazantes y majestuosos paisajes, que, junto con el espectacular y detallista diseño de producción, crea la perfecta Tierra Media. Musicalizada acorde a la historia, la canción principal estuvo a cargo del británico Ed Sheeran con "I See Fire" Con una fidelidad casi extrema a la obra original, La Desolación de Smaug arranca desde el comienzo con un objetivo claro y un ritmo rápido y bien construido. Defensor de los 48 cuadros por segundo -una innovación muy criticada en la primera parte de El Hobbit- Jackson volvió a usar la técnica por ser, según proclama, la mejor para esta película y el futuro del cine. Pero no hay sólo caras viejas. El brillante Benedict Cumberbatch (Sherlock, El Quinto Poder) es la encarnación del mal en todas sus formas: le pone la voz y el espíritu a Smaug el dragón –una de las mejores representaciones de esta mítica criatura en toda la historia cinematográfica- y al misterioso Necromancer. Cumberbatch es sin duda el broche de oro de una aventura fascinante. Su poderosa y enigmática voz, junto con los hiperrealistas movimientos del cuerpo creados por CGI, crea una de las bestias más esplendorosamente fascinantes y aterradoras del mundo de Tolkien. Por otro lado, la elfa Tauriel, interpretada por Evangeline Lilly (Lost), es un personaje que no aparece en la novela original, pero que agrega un elemento romántico que muchos de los fanáticos del amorío Aragorn-Arwen apreciarán bastante. Batallas épicas, peleas desopilantemente graciosas –después de todo, la mayoría de los protagonistas son los enanos- criaturas fantásticas, y peligros acechantes conforman una obra maestra que le abre paso a la tercera parte de la saga con fecha de estreno para el 2014, y le agranda el desafío.
Woody Allen volvió a sus raíces Luego de su tour por el Viejo Continente (Medianoche en París, A Roma con Amor, Vicky Cristina Barcelona), Woody Allen regresa a sus raíces. La tragicómica Blue Jasmine se sitúa en Nueva York y San Francisco, ciudades que se convierten en algo más que un mero escenario cinematográfico. Si bien la fotografía no ocupa el lugar preponderante que sí tuvo en sus últimos films en Europa, el director volvió a encargarse de que la locación no sea sólo una parte secundaria de la historia, sino que ésta tome vida propia en el guión: "Me hace acordar a la Costa Azul", comenta la protagonista mientras bebe un Martini en un restaurante costero de la ciudad del Golden Gate. "Elegís perdedores porque eso es lo que crees merecer y esa es la razón por la que nunca vas a tener una vida mejor", le comenta de manera hiriente Jasmine French -el personaje de Cate Blanchett- a su hermana Ginger, interpretada por Sally Hawkins. Impecablemente vestida, con un elegante equipaje Louis Vuitton y billetera Fendi, Jasmine llega en bancarrota a la ciudad de San Francisco a buscar refugio en la casa de Ginger luego de que su vida en la High Society de New York se derrumba. Mediante el uso de flashbacks, Allen amalgama la historia de dos Jasmines: la del pasado, que vive en Park Avenue con todo los lujos superficiales de la Crème y cuyas mayores preocupaciones giran en torno a la imagen pública y el ´qué dirán´; y la del presente, estaqueada en un barrio de clase media de San Francisco donde –con vergüenza e insatisfacción- acepta un trabajo de recepcionista en un consultorio odontológico para financiar sus estudios. Allí, sufre una especie de acoso espontáneo de su superior, abordado desde lo cómico. La problemática del film es la negación en todos los sentidos de la vida. Jasmine elige –y prefiere- no ver lo que transcurre alrededor de su esposo Hal, tanto en lo laboral como amoroso. El famoso "Ojos que no ven, corazón que no siente". Pero todo tiene un límite. Y a Woody Allen no se le escapa. Es así que utiliza la sátira para mostrar que a pesar de todas las extravagancias de las que Jasmine disfrutó mientras estuvo inmersa en su exótico y ficticio mundo de superficialidad, en realidad no poseía nada real, como ser un amor sensato y natural o la simple autenticidad hacia el otro. Ésta es la primera colaboración de la ganadora del Oscar Cate Blanchett con el director de Manhattan y es sin lugar a dudas la mejor actuación de toda su carrera. Deslumbra con una impactante y memorable interpretación de una mujer al borde de un ataque de nervios que desayuna, almuerza y cena cocktails de Xanax y Martinis al ritmo de la melancólica "Blue Moon", la balada de los años '30 con la que Jasmine conoció a su esposo, mientras cae envuelta en su propio e insoportable monólogo de preguntas, acotaciones y respuestas. Con Jasmine French, Cate Blanchett se une a la larga lista de personajes femeninos multifacéticos -y muchas veces neuróticos-, creados por Allen a lo largo de su extensa carrera. Las interpretaciones de Diane Keaton lideran el ranking de mujeres inteligentes y difíciles, ya sea en comedias románticas como Annie Hall o en películas más alocadas como Sleeper. Mia Farrow la sigue de cerca, y logra una heroína magnífica con aires de pura inocencia en La Rosa Púrpura del Cairo. Mariel Hemingway, con tan solo 17 años, encarna a la mujer (¿o niña?) perfecta y al objeto de deseo de Woody Allen en Manhattan. Y no hay que olvidarse de Dianne Wiest -muchas veces subestimada-, ganadora de aplausos y ovaciones en Balas sobre Broadway con su personaje Helen Sinclair, papel que le mereció un Oscar. A Cate Blanchett le espera una lluvia de nominaciones. La traumatizada y malcriada anti-heroína Jasmine French se suma al gran repertorio de mujeres complejas creadas por el director, y se convierte en un ícono del estereotipo de cuarentona al borde del colapso.
Obsesiones hollywoodenses Adoro la Fama (o The Bling Ring) quizás no sea la mejor obra de Sofía Coppola, pero es un fiel retrato de una sociedad fascinada con la fama. A través de la historia de un grupo de adolescentes en California que decide robar las casas de sus celebrities favoritas (Paris Hilton, Lindsay Lohan y Orlando Bloom entre otros), Coppola muestra la trivialidad y los excesos de Hollywood. "Vamos a lo de Paris. Tengo ganas de robar", dice Nicki, el personaje de Emma Watson –sí, Hermione de Harry Potter- mientras fuma un cigarrillo. Uno pensaría que está insistiéndole a sus amigos para ir al shopping. Y la idea no está tan alejada. La mansión de Paris Hilton –quien le prestó realmente su casa a Coppola para que filmara allí- es un templo de la vanidad. Las paredes están recubiertas con imágenes suyas; hasta los almohadones y otros adornos están impresos con su cara. Y la "inocencia" con la que se caracteriza a la hija del magnate hotelero es poca cuando uno se entera de que guarda la llave de su casa bajo la alfombra de entrada. Sin contar a Watson, el resto del elenco no logra estar a la altura de las circunstancias, y la película se vuelve un poco monótona por instantes, -aunque quizás algunos insistan en que ésa sea la finalidad. Criados en una pequeña burbuja de privilegio, estos adolescentes encapsulan el narcisismo del espíritu de la cultura celebrity en el corazón de una ciudad que no podía ser otra que Los Ángeles. Coppola no abandona su característica fotografía nostálgica y melancólica ni su guión inteligente y minimalista. Pero le agrega un ingrediente moderno y joven: una combinación digna de la era Instagram. La banda de sonido –que incluye temas de Kanye West, Frank Ocean, M.I.A. y Phoenix- acompaña soberbiamente el ritmo de la historia. Basada en los hechos reales relatados en la nota de Vanity Fair The Suspects Wore Louboutins de Nancy Jo Sales, esta película se convierte en el quinto film de la hija del gran Francis Ford Coppola. Pero Sofía ya hace bastante que tiene nombre propio y los personajes de sus films se convirtieron con el tiempo en objeto de culto del cine independiente. A partir de 1999 con Las Vírgenes Suicidas, su ópera prima en largometrajes, Coppola empezaría a desarrollar tanto un estilo propio que pronto sería su marca artística personal, como una temática común, que aborda la fama desde distintos ángulos. Las Vírgenes Suicidas cuenta la historia de las hermanas Lisbon, que alcanzan la celebridad con el suicidio. La ganadora del Oscar Perdidos en Tokio (2003) sigue a Bob Harris, el personaje de Bill Murray, un actor lejos de su época de esplendor, que conoce a Charlotte –interpretada por Scarlett Johansson- y juntos emprenden una aventura por Tokio para escapar del aburrimiento (el famoso Ennui). María Antonieta (2006) y Somewhere - En un rincón del corazón (2010) terminan de completar la serie de películas que tocan la fama desde un punto de vista personal y levemente autobiográfico de una directora que se crió en Hollywood.
Stallone y Schwarzenegger, pochocleros en acción "Nos odiábamos profundamente. ¿Alguna vez te pasó eso? Una competencia en la que realmente tuvieras un archienemigo que de alguna manera sacara lo mejor de vos", dijo Sylvester Stallone sobre Arnold Schwarzenegger hace poco en una entrevista con David Letterman. Uno no pensaría que estas dos estrellas de acción de los '80 fueran rivales, que Terminator y Rocky se llevaran tan mal, pero aparentemente no podían ni verse. Es por eso que, para un fanático del cine de acción, esta colaboración entre dos de las más icónicos figuras del género provoca una atracción inmediata. En Escape Imposible es la primera vez que actúan los dos juntos en papel protagónico –sin contar la saga de Los Indestructibles, en la que Schwarzenegger sólo tiene un papel menor- y es exactamente lo que se promete: un tributo a los films de acción de los '80 que pretende ser más inteligente de lo que realmente es. Ray Breslin -Sylvester Stallone- se dedica a escapar de prisiones de alta seguridad para demostrar sus fallas. Pero su último trabajo implica infiltrarse en una de las cárceles más secretas del mundo –ilegal y manejada por manos privadas- que alberga a criminales que "merecen desaparecer". Allí, cae en una trampa, y deberá planear uno de los escapes más difíciles de su carrera con la ayuda de Emil Rottmayer -Arnold Schwarzenegger- y esquivando los ojos de buitre del sádico Willard Hobbes, interpretado por Jim Caviezel. Escape Imposible es exactamente lo que se promete: un tributo a los films de acción de los '80 que pretende ser más inteligente de lo que realmente es. Hasta ahora todo bien. Una típica película de acción. Incluso se incorpora de manera bastante eficaz el humor. Un primer plano de la cara de Schwarzenegger cuando está a punto de taladrar a los guardias de la cárcel con una ametralladora es a la vez cómico e icónico. Un vistazo a lo que alguna vez fue. Pero eso es quizás lo único rescatable- además de la actuación de Jim Caviezel. El film trata de mostrar a los personajes principales como estrategas natos. Stallone crea un sextante para averiguar la locación de la prisión con la ayuda de los astros y el austríaco pretende ser un sabio justiciero. Nada de eso es creíble. "No parecés tan inteligente", le confiesa Rottmayer a Breslin. "Vos tampoco", le contesta. Incluso el rapero 50 cent interpreta a un geek de las computadoras. Increible. Mikael Hafström, el director de esta película, hace lo que puede, pero no hay que olvidar que Stallone y Schwarzenegger nunca supieron actuar, y menos ahora que se transformaron en dos veteranos con demasiadas inyecciones de bótox. A pesar de todo, no se puede negar que Escape Imposible es entretenida. No faltan las explosiones, los tiroteos y otros clásicos elementos de del cine pochoclero. Un fanático de Stallone y Schwarzenegger va a salir de la sala satisfecho y hasta con una sonrisa. Pero eso sí: a no esperar más que eso.
El eterno Carpe Diem de Richard Curtis Richard Curtis se propone en toda su filmografía - Los piratas del Rock, Realmente Amor, entre otras- que el espectador salga del cine con una sonrisa y que se olvide del mundo a su alrededor, por lo menos por un rato. De más está decir que en Cuestión de Tiempo lo logra soberbiamente. La película sigue la historia de Tim (Domhnall Gleeson), que al cumplir los 21 años, se entera de que todos los hombres de su familia pueden viajar en el tiempo. Así, decide usar su nueva habilidad para conseguir una novia, y luego de varios desamores y años de soledad, conoce a Mary (Rachel McAdams), una chica con baja autoestima obsesionada con Kate Moss. Pero no todo será tan fácil como él pensaba. De esta manera descubre que hay un precio que debe pagar por interferir en eventos de su pasado. Cuestión de Tiempo es una oda al famoso Carpe Diem, una suerte de mensaje constante en el film. El encargado de promoverlo en este caso es el padre de Tim, interpretado por el gran Bill Nighy, muy al estilo Robin Williams en La Sociedad de los Poetas Muertos -"Oh Captain, my Captain"- excéntrico y con movimientos a lo Jagger, que ya se convirtió hace rato en el actor fetiche de Curtis. ¿Y para qué usa el personaje de Nighy su poder? Para leer todos los libros que un hombre sueña con leer en su vida. Y toda la obra de Dickens dos veces. La literatura y la música son casi protagonistas: en una escena, Nighy está sentado en su jardín de Cromwell leyendo a John Le Carré; en otra, Rachel McAdams camina hacia el altar al ritmo de "Il Mondo" de Jimmy Fontana. Y cada toma es una fotografía. Los paisajes de Cornwall y las luces vibrantes de Londres se hacen resonar en cada escena, y acompañan el ritmo de una historia que va y vuelve en el tiempo continuamente. Richard Curtis logró, con Cuestión de Tiempo, una comedia romántica que pronto se convertirá, sin lugar a dudas, en un clásico de su generación.
Pan y circo: la sociedad despótica de Los Juegos del Hambre En Llamas es uno de esos extraños casos en los que la secuela sobrepasa a su predecesora. Y lo hace con una voracidad pocas veces vista antes, envolviendo en una llamarada ansiosa a la primera parte de Los Juegos del Hambre, dejándola en cenizas. Katniss Everdeen regresa al Distrito 12 luego de haber salido vencedora en Los Juegos del Hambre junto a Peeta Mellark y descubre que sus acciones han ido engendrando de a poco el germen de la revolución. Y ahora deberá volver a los juegos, en un intento del Presidente Snow para acabar con ella para siempre. Francis Lawrence (Soy Leyenda y Agua Para Elefantes) fue el encargado de llevar a la pantalla grande la nueva adaptación del segundo libro de la saga de Suzanne Collins. No hay duda alguna de que logró darle vida de una manera inigualable a la mitología del universo de una de las obras literarias más ambiciosas de los últimos años, que reúne millones de fanáticos en todo el mundo. Los primeros planos de Lawrence acentúan la brutalidad del régimen, y la música de Lorde, Coldplay, The Lumineers y Patti Smith, bajo la supervisión de Alexandra Patsavas, termina de redondear una sinfonía perfecta de desesperanza y terror. "Recuerda quién es el verdadero enemigo", Haymitch, el personaje de Woody Harrelson le dice a Katniss, interpretada por Jennifer Lawrence, ganadora del Oscar por El Lado Luminoso de la Vida. Haymitch es su mentor: borracho e irónico, no es el típico guía sabio que ofrece apoyo en tiempos difíciles. Sin embargo, es fiel e inolvidable. Y la grandiosa performance de Harrelson no es la única. Si hay algo que le sobra a En Llamas es actores de primer nivel. Stanley Tucci vuelve a dejar bocas abiertas con su personaje Caesar Flickerman, de cejas púrpuras y el carisma un tanto siniestro de un presentador de Reality TV, con una morbosidad extrema por la tragedia. Pero es Donald Sutherland el que logra dar escalofríos con el presidente Snow, un villano memorable digno de su calaña, que incluso hace palidecer a su personaje en 1900, la película de 1976 de Bernardo Bertolucci. Philip Seymour Hoffman es Plutarch, el estratega y manipulador encargado de la edición número 75 de los Juegos del Hambre. Amanda Plummer (Tiempos Violentos y Pescador de Ilusiones) aparece poco tiempo pero logra darle a la inteligente Wiress una locura agradable, que se suma al puñado de aliados que conforman, tanto dentro del juego como detrás de escena, el diseñador Cinna (Lenny Kravitz), el seductor y descarado Finnick (Sam Claflin) y la guerrera feroz y sagaz Johanna (Jena Malone). Pero la verdadera joya de este film es la magnífica Jennifer Lawrence. Katniss, traumada por sus experiencias anteriores, con llantos constantes ante la impotencia que le produce lo que se ha convertido su vida -una constante propaganda política de Panem y del Presidente Snow- se convierte, sin proponérselo, en el estandarte del movimiento rebelde. Con un sinfín de elementos orwellianos y una oscuridad más profunda y trascendente sobre las acciones y reacciones de conductas revolucionarias en una sociedad autoritaria, En Llamas se convirtió en un épico film de ciencia ficción política que permanecerá por mucho tiempo en la mente de generaciones enteras.
Paranoia: un thriller sobre el precio del éxito, sin tensión ni suspenso Robert Luketic es más conocido por sus comedias románticas como Legalmente Rubia y La Cruda Verdad. No sorprende entonces que su segunda incursión en otro género haya sido un fracaso tal como lo es Paranoia, un film que no le hace honor a su nombre ni por un pequeño instante. El film narra la historia de Adam Cassidy (Liam Hemsworth), un ambicioso empleado de una poderosa empresa de tecnología que se ve atrapado entre la lucha de dos de los multimillonarios más poderosos del mundo, interpretados por Gary Oldman y Harrison Ford. Oldman encarna al jefe de Cassidy, un empresario inglés con un marcado acento Cockney que hará todo lo posible por ganar la pulseada con su antiguo mentor, Harrison Ford. Pero hasta estos dos pesos pesados de Hollywood no logran salvar a este barco en hundimiento, en un mar lleno de gente linda y poco talento. El australiano Liam Hemsworth estuvo en algunos de los largometrajes más taquilleros de los últimos años. Encarnó a Gale en la saga de Los Juegos del Hambre, y trabajó junto a Stallone en la segunda parte de Los Mercenarios. Pero su cara bonita no parece ser suficiente, y sigue permaneciendo a la sombra de su hermano mayor, Chris Hemsworth (Rush, Thor). El guion de Jason Hall y Barry Levy, basado en la novela de Joseph Finder, no logra profundizar, ni en el desarrollo de los personajes ni en la creación del suspenso y "paranoia" suficiente que supuestamente tendría que ser el elemento central de esta película que se hace llamar "thriller". Pero la monotonía y el anticlímax del film no se comparan con una gran falla en la premisa principal: la de retratar a un mundo de millonarios ambiciosos que arruinan la vida de la gente y las oportunidades de mejorar. Pretende que la moraleja sea que Cassidy se dé cuenta de que el amor y la familia valen más que lo material, pero en una de las últimas escenas, el protagonista decide alquilar un coche de lujo, sólo por la ostentación en sí misma, y para no viajar en subte. Poco emocionante y alarmantemente aburrida, Paranoia es una película que ostenta ser inteligente pero termina siendo una del montón.
En el Camino: retrato superficial de una generación rebelde El libro más famoso del "Rey de los Beats" Jack Kerouac En el Camino es considerado un manifiesto de los ideales de la Generación Beat, y una de las mejores obras de habla inglesa del siglo XX. Es por eso que la adaptación de Walter Salles- estrenada mundialmente el año pasado pero que llegó a la Argentina recién esta semana- parece casi un insulto hacia uno de los movimientos más trascendentes e influyente de la juventud literaria estadounidense de los '50. "Con la aparición de Dean Moriarty comenzó la parte de mi vida que podría llamarse mi vida en la carretera". El film trata sobre la amistad –o más bien la obsesión- del joven escritor Sal Paradise (Sam Riley) con el psicótico e impredecible Dean Moriarty (Garrett Hedlund) -pseudónimo de Neal Cassidy-, y la serie de viajes que emprenden por las rutas de Estados Unidos, desde New York, Chicago y Denver hasta San Francisco, y más tarde a México. Así, entre jazz, sexo y drogas, comienza una aventura de auto descubrimiento y emociones al límite. Al brasileño Walter Salles parecen interesarle especialmente los épicos viajes de jóvenes rebeldes. Director de la aclamada Diarios de Motocicleta (2004), Salles no se esfuerza mucho para mantener el mismo nivel de intensidad y realismo en esta película. En el Camino parece más una oda a la banalidad de las drogas y el sexo que a la búsqueda inalcanzable de la liberación espiritual. Pero Garrett Hedlund crea a un Moriarty irresistible y carismático que, aunque por momentos algo surrealista, lo transforma en un personaje mítico. No se puede decir lo mismo del resto del elenco. Kristen Stewart demuestra una vez más su poca versatilidad, que nunca la dejará escapar de la sombra de Crepúsculo. Sam Riley, brillante como Ian Curtis en Control, no logra darle a Sal la suficiente substancia para considerarlo inolvidable. Hasta Viggo Mortensen hace que Old Bull Lee (William S. Burroughs) no se vuelva memorable. Por sí sola la película parecería simplemente una historia de jóvenes rebeldes en una época en la que sus acciones los convertirían en bichos raros, sin ninguna trascendencia en especial. Pero el film es cómico cuando no lo intenta ser, y llega a lo ridículo. De esta manera, En el Camino se convierte en la película de road trip más insulsa y superficial de los últimos tiempos, y no alcanza la madurez y la sensibilidad del libro más emblemático de una generación entera de renegados y espíritus libres.
Cuando caen los titanes Es triste ver a los grandes caer; esas leyendas que siguen siendo actorazos, pero que, por "X" motivo toman malas decisiones. Este es el caso del soñado elenco de Último Viaje a Las Vegas (Last Vegas), que cuenta con las actuaciones de, nada más ni nada menos, Robert de Niro, Morgan Freeman, Michael Douglas y Kevin Kline. Todos ganadores del Oscar; todos actores increíbles. Pero algo falla en esta película. Último Viaje a Las Vegas narra cómo tres amigos de mediana edad optan por tomar un descanso de sus rutinarias y aburridas vidas y emprenden camino a la Ciudad del Pecado, para organizar una despedida para su último amigo soltero, que está por casarse con una mujer más de 30 años menor (Michael Douglas). Entre chistes sobre cánceres, osteoporosis y Viagra, los cuatro tratan de escapar de sus problemas de "ancianos" para sentirse jóvenes de nuevo. Así, el personaje de Morgan Freeman decide hacerle caso omiso a su hijo controlador, y se empeña en pasar un fin de semana de alcohol y apuestas, mientras que Kline se dedica a buscar a una candidata que quiera ayudarlo a serle infiel a su mujer- ojo, con permiso de su esposa. Douglas interpreta a su ya característico tipo rico y seductor, que esta vez intenta sentar cabeza, con muchas dudas, luego de más de 60 años de soltería. De Niro, en cambio, parece dispuesto a seguir con su seguidilla de interpretaciones de personajes enternecedores (El lado Luminoso de la Vida, La Gran Boda), y encarna a un viudo que no puede reunir las fuerzas para seguir adelante luego de la muerte del amor de su vida. No hace falta decir que en cuanto a actuaciones no hay nada que criticar –un aplauso especial al siempre fantástico Robert De Niro- pero este film no logra salir de la mediocridad, a pesar del gran esfuerzo del reparto. El guión es simplemente catastrófico –llega un punto en que ya no aguantamos más otro chiste sobre el colesterol o los problemas de cadera. Este film, que podría llegar a ser un ¿Qué pasó ayer? versión abuelitos, es una queja constante de lo que implica ser viejo, hasta los últimos 10 minutos, en los que de golpe los cuatro al mismo tiempo logran darse cuenta de lo maravilloso que es todo. Esto lleva al interrogante de por qué estos actores se prestan a semejantes fracasos. ¿Por dinero? ¿Por placer? ¿Por compromiso con los estudios y las productoras? Lo cierto es que es doloroso ver a las estrellas de Taxi Driver, Sueños de Libertad, Wall Street y Un Pez Llamado Wanda interpretar estos papeles, pero ya vimos errores fatales como éste en el caso de Jack Nicholson en ¿Cómo saber si es amor?, y en el de Harrison Ford en Paranoia, por nombrar sólo algunos casos. De esta manera, Último Viaje a Las Vegas se une al repertorio de maestros malgastados en guiones mediocres e ideas poco interesantes, aunque, para una tarde de películas con lluvia, nos hace sonreír en nostalgia de esos brillantes films que supieron aprovechar el talento de cuatro de los mejores actores de Hollywood de los últimos tiempos.