Pecadolandia Para aquellos que se quedaron con ganas de más al terminar de ver "Sin City" (2005), esta nueva entrega que tanto se hizo esperar será muy disfrutable, pero quien desee ver algo novedoso y/o superador deberá esperar por otra oportunidad. Lo mejor de "Sin City 2" es no haber cambiado nada en su tono ni realización; sigue siendo lo mejor en cuanto a mezcla de cine e historieta, y sus personajes principales se mantienen igual a su predecesora. No cambiar, en este caso, es un acierto. Sin embargo, es mucho lo que se quiere contar en 100 minutos. Con la historia principal que tiene a la bella y generosa Eva Green como protagonista es suficiente, más si se tiene en cuenta que siempre hay un cuento secundario con Marv (Mickey Rourke) en acción. Pero había cabos sueltos de la primera entrega y algo que hacer con Nancy (Jessica Alba), lo que se resuelve sin tanta dedicación ni estilo. En el medio, Joseph Gordon-Levitt protagoniza su propia historia que a la vez sirve para terminar de delinear al objeto de la venganza de Nancy. Demasiado. Obviamente se trata de una oda al policial negro, con todos sus clichés. Perdedores, putas, corruptos y una femme fatale por la que cualquiera mataría, en una ciudad que lo que no corrompe, lo ensucia. En lo técnico, el filme es abrumador. Desafortunadamente, el maravilloso blanco y negro, tan duro y contrastante es arruinado por los anteojos 3D que opacan la visión y oscurece los blancos. Ciertamente, el 3D es un artilugio que no suma en esta película tanto como su fotografía que debería poder disfrutarse sin obstáculos.
Mr. Músculo y sus amigos A no entusiasmarse, este Hércules no es el de la layenda por todos conocida. Nada hay aquí de su violenta locura, ni de su bisexualidad; en realidad no hay sexualidad alguna. Sí hay violencia, que a esta altura todos sabemos que es más aceptada que el sexo, tan sucio e impío. Cuestión que este musculoso anda por ahí aprovechándose de la fama que su sobrino, ese que en la leyenda era también su amante, desparrama por ahí. Las hazañas de Hércules se han hecho famosas y merced a la credulidad de la época el grandote se dedica a ofrecer sus servicios al mejor postor. No malentiendan, se trata de servicios de guerra. Que este Hércules es un mercenario que lucha a cambio de oro, y no lo hace solo, sino con un rejunte de personajes mitológicos con los que acaba formando un grupo que Stallone ya ficharía para otra de los Indestructibles. Entonces ahí llega Hércules y sus amigos a brindar sus servicios al rey de Tracia (John Hurt), quien anda atribulado por un sujeto que con misteriosas y monstruosas armas está destruyendo su reino. Sin embargo, no serán los enemigos externos a los únicos que el mítico ser deberá enfrentar, los hay otros que cada tanto visitan su mente a los que deberá vencer para descubrir su verdadero destino. El director que hizo la peor entrega de la saga "X-Men", confirma esta vez que no tiene lo necesario, que apenas sí cumple con algunos buenos momentos de acción, apoyado en buenos efectos especiales, pero consigue volver tedioso un relato que no debería serlo. Porque Dwayne Johnson hace lo suyo con gracia, y le acompañan efectivos actores como Rufus Sewell, Ian McShane y el gran John Hurt., que aportan su oficio como para salvar las ropas con lo justo. Pero sin dudas, la frutilla del postre es la patética moraleja que pretende dejar el filme. Aquella de que no hay que ser hijo de un dios para ser héroe, que basta con querer serlo y esforzarse para ello. Si hasta falta el Tío Sam para señalarte con su huesudo dedo.
Dos para darse Los primeros minutos del filme nos muestran a Jay (Jason Segel) y Annie (Cameron Diaz) como dos maratonistas sexuales, una pareja capaz de tener relaciones donde y como fuera. Jay puede excitarse con la brisa que roza su pantalón; Annie no se queda atrás, y así pasan los días, dándose masa. Hasta que un día llega la lógica consecuencia, ella queda embarazada y las cosas cambian, aunque no tanto como cuando llega el segundo bebé; entonces aquellas épocas de dunga dunga pasan a ser un recuerdo, cada vez más borroso. Entre la crianza de los críos y las obligaciones en general, aquel fuego es apenas una chispa a que deciden avivar grabando un video, algo para darse un poco de marcha, encender los motores de nuevo y ver qué pasa. Y lo que pasa es que el dichoso videito queda en la computadora y accidentalmente se sube a la nube, lugar virtual donde se almacenan archivos, y desde donde amigos y familiares puede acceder a ver el fogoso encuentro. Al notar semejante situación, la pareja emprende la aventura de tratar de evitar que algo tan privado llegue a ojos de sus conocidos. Diaz y Segel ya habían demostrado tener buena química en "Malas Enseñanzas" bajo las órdenes de este mismo director, quien tiene buena mano para la comedia, pero que en este caso se excede en su duración y desarrollo de algunas situaciones. La propuesta es osada, pero al mismo tiempo se queda a mitad del camino que propone transitar. Por otra parte, resulta ser un buen vehículo para lucimiento de Cameron Díaz que se reafirma como sexy comediante ya en sus cuarentas, aunque esto no sea tan valorable para los que la quieran en plan oscarizable. Sin dudas se trata de un tema con el que muchas parejas se sentirán identificadas, y de un alerta para aquellos que no tienen un completo dominio de la tecnología. Todo llevado con liviandad y gracia, sin mucho más que ofrecer que un ameno pasatiempo.
El músculo que no duerme y la ambición que no descansa El viejo Stallone encontró el filón, se aferró a él con uñas y dientes y ahora presenta la tercera entrega de algo que no debió pasar de la primera. Como si no hubiera suficiente cine para descerebrarse, Sly aporta el suyo con la ayuda de veteranos nostalgiosos de los tiempos de Reagan, gloriosos ochentas donde el patrioterismo musculoso dominaba, y ser "americano" bastaba para despacharse a cuanto enemigo del capitalismo existiese. En esta ocasión hay que soportar la primera media hora, soporíferamente abundante en balazos y explosiones, para encontrar algo parecido a una trama. El grupo de mercenarios liderado por Ross (Stallone) debe lidiar con un peligroso traficante de armas conocido como Stonebanks (Mel Gibson). En medio de un enfrentamiento, un hombre de Ross es gravemente herido; por ello, y ante la culpa que siente por la baja, Ross decide dejar de lado a sus compañeros de siempre y emprender la búsqueda de nuevos integrantes para el grupo. Así inicia una larga secuencia donde se presentan a los candidatos y sus cualidades. De todos ellos, es Galgo (Antonio Banderas) el que sobresale, y lo hace en todas sus participaciones, robando escenas literalmente con su personaje verborrágico y divertido, en tanto Gibson se luce como el villano, con mucho en común con Ross. El resto hace lo suyo, especialmente Harrison Ford, quien definitivamente no parece tomarse muy en serio el asunto. Y hace bien. Este tercer filme bien podría ser el final de la saga. Queda expuesta la falta de ideas y solo termina ofreciendo un desfile de viejas glorias del cine cargado de testosterona, y nuevas figuras menos trascendentes. Para nostalgiosos y amantes del ruido que se conforman con poco.
Parece un accidente De entrada el combo formado por título, afiche y elenco predispone para lo peor. Por eso, aquel que se anime notará que tal prevención resulta en algo positivo, una defensa que hace que este filme al ser visto sea más llevadero y hasta minimamente disfrutable. Lo primero a tener en cuenta es que, a diferencia de "Bañeros 4", acá hay un par de directores que saben filmar. Tampoco es que sean genios de la dirección, pero al menos encuadran y respetan el eje de la acción. La historia es muy sencilla y se basa en ese subgénero de comedia donde un policía o espía se asocia contra su voluntad con un civil torpe. La clásica rutina de la pareja despareja, esta vez con el aditamento que los dos a odiarse tienen en común a una mujer: para uno la ex, para el otro la actual. Matías (Listorti) es traductor de ruso, separado y -según su hija adolescente- una persona rutinaria, aburrida. Una mañana en la que padre e hija comparten algo de tiempo juntos, unos sujetos llegan hasta su casa para requerir los servicios de Matías, a quien no le queda más opción que acompañar a los misteriosos hombres. Lo que no imagina es que pocas horas después va a estar en la Triple Frontera junto a Rody (Pedro Alfonso) -agente de Interpol y actual pareja de su ex esposa- en busca de una agente rusa que tiene un código necesario para desbaratar una acción terrorista. Básica, previsible, simpática, apenas graciosa por momentos, esta película tiene dos grandes problemas: sus protagonistas. José María Listorti es conocido por su personaje de "pavote" televisivo, funcional al formato Tinelli. En esta oportunidad su actuación es medida, algo que se agradece, dado que evita excesos que le son conocidos en la pantalla chica y se pone más al servicio del relato. No le sirve tener como contraparte a Pedro Alfonso, un muchacho que apenas suple con cierta gracia y simpatía lo que no puede actuar. Monocorde y falto de carácter, Alfonso debilita a la pareja y le quita toda posilidad de éxito humorístico. La puesta, en general, no escapa a un estilo más publicitario que cinematográfico, mientras los roles secundarios cumplen con el tono propuesto, liviano, simple, pasatista.
Vikingos por la inclusión Desde el inicio se le propone al espectador un viaje alucinante, de una belleza en lo visual que supera por mucho lo visto hasta ahora. El tono que se impone es épico y emotivo, algo que una vez finalizado el filme se habrá cumplido por demás. Porque Hiccup y su fiel dragón Toothless están de vuelta, más grandes y experimentados, con sus heridas a cuestas pero nada limitados; por el contrario, en el caso de Hiccup lo encontramos superado y creativo ante la adversidad. Esta vez los dragones están en peligro, alguien los está cazando y quiere usarlos como armas. Mientras, Hiccup atraviesa un momento de indefinición; su padre, el rey, ya lo propone como sucesor y lo lleva a lidiar con cuestiones como la "responsabilidad" y el "deber ser". Nuestro joven héroe está decidido a encontrar al responsable de la caza de dragones y evitar una guerra, en el camino tendrá una revelación que cambiará su vida y le ayudará en su misión. Esta segunda entrega se presenta sólida en el relato, inteligente en su planteo y con un despliegue técnico que logra hacer de cada cuadro una experiencia visual única. Con algo de "Río 2" y alguna referencia a "Godzilla" -o más bien a Godzooky- esta nueva aventura deja en claro que habrá otra, la que esperamos esté en el mismo nivel.
Telarañas, sueño con telarañas La vida de Adam (Jake Gyllenhaal) está sometida a la rutina de dar clases de historia, volver a su casa, y tener sexo mecánico con su novia, quien luego le deja solo con toda su apatía a cuestas. Deprimente, así es la vida de este hombre. Un día, en medio de una de esas conversaciones de compromiso, un colega le recomienda a Adam que vea una película. Esa noche, ya con el dvd en su poder, el desanimado profesor decide dejar a su novia que se duerma sola mientras él ve la película. Pronto descubre que en el filme actúa un sujeto exactamente igual a él. Un doble perfecto. Atribulado, pero decidido, inicia el camino hacia un encuentro que va a cambiar todo. La idea del doble siempre fue atractiva para el público, y el cine ha sabido sacar provecho de ello. Tan así que ya podemos hablar de un subgénero "doppelgänger" que cuenta con pelis como "Dead Ringer", "Príncipe y Mendigo", "Alias Flequillo" y "La Doble Vida de Verónica", por citar algunas para armar un variado catálogo. Villeneuve nos ofrece una historia cargada de simbología, apoyándose nada menos que en una obra de José Saramago. El primero visita a David Lynch, el segundo a Dostoievski. Todo el filme está cargado de pistas y eso configura la trampa. Los protagonistas se mueven con aparente libertad dentro de una ciudad que opera como continente de un plan. Algo superior les vigila y acecha. La suplantación de indentidad tienta y se impone como nudo de un conflicto clásico. El director opta por un montaje que privilegia la elipsis de tiempo y logra un relato donde cada escena es resumida a su mínima expresión para ir así al hueso y, de paso, imponer ritmo sobre un relato de por sí denso, que gana aspereza gracias a una fotografía negada a lo vívido. Por otra parte, el guionista ha exprimido el texto de Saramago hasta dejar lo indispensable, obviando detalles y situaciones que indefectiblemente redundan en algunos baches que se hacen evidentes en lo que acaba frente al espectador. Gyllenhaal cumple sin descollar con los dos roles que le toca interpretar, igual que el resto del elenco. Para dejar algo en claro; el verdadero protagonista de este filme es el clima que Villeneuve propone y nunca se le escapa hasta llegar al ¿impredecible? final.
Amor a la africana Otra comedia con Adam Sandler y Drew Barrymore como pareja. Si tenemos en cuenta lo mal que le ha ido a Sandler en sus últimas películas en solitario, este regreso suena a gloria. Pero apenas, porque en realidad se trata de otra tontera pasatista sin demasiada creatividad. Todo comienza con una cita a ciegas que acaba en desastre. Jim (Sandler) -viudo- y Lauren (Barrymore) -separada-, sencillamente no están hechos el uno para el otro, pero el destino hará que se encuentren otra vez, comiencen a hablar de sus hijos y confusión de tarjetas de crédito mediante, vuelvan a encontrarse, esta vez para terminar juntos en un viaje a África. Jim tiene tres hijas, Lauren dos hijos, y a cada uno le cuesta atender las cuestiones cercanas a la adolescencia. No sin cierto resquemor, el uno ayuda al otro en pos de un beneficio propio, que no es poco. Juego de opuestos que no lo son tanto, familias ensambladas con final feliz y un exótico viaje que sirve para acercar a las partes, son los ingredientes de esta comedia franca, sin pretenciones de grandeza -tampoco tiene con qué- y con más de un pasaje simpático que invita a la risa y la distención. Inútil pretender solidez en el guión. Las cosas simplemente suceden porque la historia hay que llevarla hacia algún lugar y acá lo que importa es que todo cierre de forma ideal. Aunque para ello haya que usar a los negros como telón de fondo decorativo de lo bien que se lo pasan los blanquitos con dinero.