Teresa Constantini construyó su intento de La vida en rosa (el film sobre la vida de Edith Piaf que hizo famosa a Marion Cotillard) en este film que muestra a Tita Merello, Luis Sandrini, Enrique Santos Discépolo y otros artistas argentinos. Lo hace con una interesante reconstrucción de época como -quizá- único elemento logrado: los personajes están construidos con insoportables trazos gruesos, muchas veces a partir de los clichés de sus propios personajes. El desconocimiento de la complejidad dramática y humana y la reducción del film a escenas básicas o poco imaginativas -como highlights de un artículo de wikipedia- son francamente lamentable. Para Constantini, Discépolo es un joven común y corriente que le ofrece ‘tanguitos’ a Tita Merello, y no un inmenso autor desesperado ante la existencia. Mercedes Funes, buena actriz, poco puede hacer para convencer: es evidente que la dirección actoral ahoga cualquier talento. La película es un insulto a la memoria de grandes artistas argentinos que ni siquiera aporta un ápice novedoso. Tristísimo.
En 187 salas se estrena hoy la secuela de Blade Runner, film de culto (no cuando fue estrenado, en 1982) de Ridley Scott, que en este caso dirigió Denis Villeneuve (“La llegada”, “Incendies”, “El hombre duplicado”). Impactante visualmente, esta secuela es pretenciosa, imponente, enamorada de sí misma, de su ‘importancia’, y se permite casi dos horas demasiado introductorias y explicativas, morosas, que intentan sostenerse en un diseño de arte y fotografía deslumbrantes. El problema está en que la acción llega bastante tarde: las escenas de Ryan Gosling y Harrison Ford son buenas, y son lo mejor de un film que continúa sus temáticas con algunas ideas interesantes pero no ya inolvidables ni rupturistas. Lo contemplativo parece ganarle a lo filosófico, a lo distópico, y no hay un equilibrio en ello: sin dudas una segunda parte de la obra de Scott merecía algo mejor, y menos jactada de sí misma.
Este film de Diego Kaplan es desprejuiciado en algunos de los retratos de la soltura sexual de una madre y sus hijas y de cómo una de ellas (Pampita) se obnubila sexualmente con el flamante marido (Juan Sorini) de su hermana (Mónica Antonópulos). Si bien hay algunas (pocas) escenas interesantes estéticamente, hay una impostura que no termina de funcionar en la construcción de algunos personajes y algunos vínculos. Pese a que hay una estética atractiva -exageradamente comparada con el primer Almodóvar-, la trama no sorprende y tiene algunas secuencias dramáticas que rozan el rídiculo. Es más bien, audacia sexual, marketing de ¨ver a Pampita desnuda¨ (cosa que no sucede) y una bella estética.
Saramago tituló Ensayo sobre… a varias de sus novelas. Este film de la francesa Claire Denis es una ficción a partir de Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes. Con un retrato profundo, delicado, minucioso, Denis indaga en la búsqueda del amor (y el sexo), encarnada en una mujer (Juliette Binoche). Desde la primera escena, en la que irrumpen los cuerpos desnudos, Denis lleva al espectador por los diferentes resquicios de un universo incomprensible en el que es inevitable no querer sumergirse. Binoche es, otra vez, inmensa, pura entrega, pura belleza, puro talento. Y hay escenas notables, como por ejemplo el memorable diálogo con Gérard Depardieu, que participa en el final de este valioso largometraje.
Esta podría ser una comedia simpática y divertida sobre una mujer judía que busca casarse con cualquier hombre a toda costa para llenar su vacío existencial. El problema es que en esta comedia israelí hay sólo clichés del propio género y también sobre el judaísmo. Pese a que la protagonista tiene su carisma, en este film de Rama Burshtein abunda lo previsible y lo ya visto, a un punto que por momentos el espectador podría preguntarse por qué la película no se mete con la farsa y se ríe de sí misma, acaso la única manera de salvar una trama que Hollywood ya nos hizo ver muchas veces, incluso con vuelo, como en el emblemático humor judío del genio de Woody Allen.
Diego Lerman es un artista exquisito. Digo artista porque no sólo es un notable cineasta que transitó temáticas sociales muy fuertes (“La mirada invisible”, “Refugiado”) sino también un director y creador teatral que entregó delicias como “Nada del amor me produce envidia” (todavía en cartelera, felizmente), “Qué me has hecho, vida mía” o, más cercana al lenguaje cinematográfico “La dama del mar”, siempre protagonizadas por la admirada Maria Merlino. En este caso, Lerman cuenta la historia de una mujer que lucha por adoptar. Lo hace en una tensión (casi ruptura) con su marido. Tiene que pedir dinero prestado, y luchar contra las pequeñas corrupciones propias y de otros ciudadanos en un sistema corrupto en sí mismo. Cómo adoptar. Cómo conseguir que alguien tenga un niño en su vientre y luego lo dé, lo ¿venda? La protagonista (emociona la española Barbara Lennie) pugna -como en un parto- contra un conjunto de fatalidades, como réplicas de la fatalidad inicial de desear un hijo que no logra tener: busca en la miseria ajena llenar el vacío propio. Muy buenos trabajos de Claudio Tolcachir y Daniel Aráoz completan el trío protagónico, y Lerman sigue filmando con un talento artístico indudable y una reflexión sobre los conflictos actuales que, creo, es imprescindible. Algunos tramos previsibles y algunos trazos gruesos en personajes secundarios (al menos, fugazmente) conviven con un conjunto de aciertos técnicos y artísticos nada menores. Otro film para de Lerman para permanecer: habla de este tiempo, de lo no dicho, y desnuda luces, sombras e hipocresías con un nivel que el cine argentino a menudo no logra alcanzar o, peor, evade.
Con una muy buena recopilación de los spots de campaña desde 1983 hasta 2015, este documental de Carolina Azzi cuenta en gran medida el tránsito político argentino. Muestra que la idea del cambio no la inventó Cambiemos (estuvo siempre), y que la grieta (mentada-hasta-el-hartazgo) cambió de nombres pero nunca de esencia. Claro que para cualquier ciudadano con formación y memoria eso no es noticia. El documental presenta cinco reglas para ganar una elección, basándose en cómo convencer, en cómo crear el candidato ideal y, en definitiva, entrega claves para una potencia electoral. Claro que esto es un esbozo. También el documental, que sin dudas resulta interesante y logrado, pero al cual le haría falta algo más que documentación e ironía: le haría falta una tesis. Una toma de partido. Quizá por ser cercana a un Ministro de la Nación, Azzi no lo hace. Y quizá en ese sentido tenga razón. Ver a la democracia en perspectiva resulta, no obstante, un valioso ejercicio previo a los comicios de octubre.
Cuando hablamos del talento en el cine argentino hablamos de las gratas sorpresas que muchas veces nos dan algunas óperas primas. Es el caso también de Temporada de caza, de Natalia Garagiola, que acaba de ganar el premio en el Festival de Venecia. Protagonizada por Germán Palacios, Boy Olmi y Lautaro Bettoni, cuenta la historia de un joven (Bettoni) que, tras la muerte de su madre, viaja al sur a reencontrarse con el padre que nunca se hizo cargo de él. Esa doble crisis genera la rebeldía incontenible del chico, su soledad y el camino de unión con su progenitor, en parte a través de la caza. Es una película impactante desde lo visual, con bellísimos escenarios naturales y nieve, mucha nieve. La profundidad del retrato de los vínculos humanos es uno de los aciertos de este debut de Garagiola. Hay algunas interpretaciones y escenas algo deslucidas pero en su mayoría -los tres protagonistas están muy bien- se trata de un sentido viaje geográfico y emocional, y el descubrimiento de una directora para seguir.
Un film más sobre Malvinas es -como temática- una buena noticia. El problema de éste es su convencionalismo, su previsibilidad y su falta de novedades en el modo de contar una historia conocida. Ni siquiera el talento del gran actor Osqui Guzmán logra dar aire a un estreno artísticamente desafortunado. Dirección y guión: Alex Tossenberger.
Este film sueco perdió el último Oscar a Film Extranjero a manos de la muy buena El viajante, de Asghar Farhadi. Es la ya trillada historia de un odioso hombre mayor que termina por reconciliarse con la vida. Por más que hay muy buenas actuaciones, la trama elige el golpe bajo y el maniqueísmo y deja de lado su potencial sentido del humor. Otro ejemplo de cine que nos dice cómo vivir y nos resuelve la vida en dos horas, para que pensar no sea un problema.