Las películas que enmarcan la relación de afecto existente entre el ser humano y un can constituyen, en sí, un subgénero con autónoma identidad. Pensemos, solamente, en dos títulos de más o menos reciente cosecha como “Siempre a tu Lado” (2009) y “La Razón de Estar Contigo” (2017). «Dog», satisfactorio debut detrás de cámaras del fornido Channing Tatum (en créditos compartidos junto a Reid Caroline, también guionista) resulta ser profundamente reflexiva, no por eso dejando la diversión de lado, y rozando el registro de comedia. No está despojada de tristeza, pero tampoco pretende impostar tragedia. Allí va el hombre, junto al mejor amigo del hombre, a despedir a su amigo. No se dejen engañar esperando liviandad, esta es una mirada sensible, atractiva y realista, inclusive tocando artistas de índole social. A manera de fábula, nos alecciona acerca de las batallas emprendidas una vez se regresa al propio hogar, y que no es, precisamente, la muerte del guerrero. Filmada en clave road movie atravesando la costa oeste norteamericana, nos presenta una reflexión acerca del trauma, las pérdidas afectivas y sus derivaciones, sin la necesidad de caer en golpes bajos ni resoluciones innecesariamente lacrimógenas.
Basada en una historia corta de Joe Hill, hijo de Stephen King y autor del cuento “En la Hierba Alta”, “Teléfono Negro” se vislumbra como una de las apuestas más fuertes del cine de terror 2022. Es adaptada a la pantalla por Scott Derrickson, un especialista en el género, responsable de “El Exorcismo de Emily Rose” y “Sinister”. Un Derrickson que abandonó la reciente secuela de “Doctor Strange”, para adentrarse en esta historia acerca de un asesino de niños, ambientada en los años ’70. “Teléfono Negro” nos presenta a un villano impredecible, mientras sobre nosotros se cierne un mundo fantasmal, hecho de ensoñaciones. Elementos de thriller y terror confluyen, cimentando la sugestión psicológica más pura. Derrickson luce sumamente efectivo a la hora de insertar esta iconografía fantástica capaz de crear imaginería y mercadotecnia de inmediato. Un tremendo Ethan Hawke se oculta tras la aterradora máscara, mientras una sensación visceral y de amenaza constante, a lo largo de la hora y media de metraje, vertebra el devenir de un conflicto marcado por el drama familiar. La cámara se mueve con suficiencia gracias al experimentado ojo del autor, inspirándose en clásicos del género. Primeros planos y zooms nos sumergen en emociones que combinan lo sobrenatural con el costado más vívido, generando un entorno lúdico. El responsable de “Ultimátum a la Tierra”, remake del film de Robert Wise, sabe discar el número correcto, cual artesano de un cine de terror provocador y efectivo.
Temas políticos y sociales cimentan el núcleo de la obra de un cineasta de sumo interés, responsable de títulos como “La Patota” o “La Cordillera”, ejes del cine nacional de la pasada década. Esta bienvenida alternativa, en medio de un blockbusters que implosiona en la temporada invernal, se nos presenta como una comedia negra, dispuesta a surcar límites surrealistas y fantásticos, en pos de explorar su costado más extrovertido y escabroso. El corrimiento de la realidad es menester, y en su recorrido narrativo el film presentará rotundos cambios de género dentro del propio registro. Filmada en Francia antes de la pandemia y recién estrenada en la pasada edición del Bafici, “Pequeña Flor” está basada en la novela de Iosi Havilio, dueña de un explosivo y expansivo potencial a la hora de ser transpuesta a la gran pantalla. Una exquisita propuesta estética, a la postre convertida en rara gema dentro de una obra sumamente homogénea, como la de Mitre. Un argentino desarraigado en París se convierte en el centro de un relato inserto en una dimensión desconocida. Amor y crisis suelen ir de la mano en tiempos de paréntesis, suena “Petite Fleur” en melodías de jazz, entramos en trance, mientras guiños cinéfilos cobran vida a modo de homenaje. Sergi López, enorme referencia actoral a nivel mundial, luce estrafalario como habitual, dotando de extrañeza a la película. El asesinato se transforma en un acto cómplice y el descubrimiento del impulso más oscuro puede, quizás, canalizar elementos del subconsciente onírico. Mitre cumple una gran labor a la hora de dotar de un nuevo significado a la obra original, con créditos de guión compartidos con Mariano Llinás. El universo del realizador se sigue expandiendo, consolidándose como un exiguo estandarte del cine de autor autóctono.
El presente documental, retrata el minucioso trabajo antropológico-musical de investigación, recuperación, aprendizaje y composición, realizado sobre instrumentos autóctonos, bajo nuevas tecnologías. Un emprendimiento de la Universidad Tres de Febrero que se adentra en un amplio abanico de disciplinas. Nacho Garassino lleva a cabo un fabuloso registro, acompañado por la orquesta creada por Alejandro Iglesias Rossi. “Oiant, Música para un Futuro Ancestral” excede lo musical para abarcar la filosofía, como vehículo indispensable a la hora de reconocer la identidad y las raíces, en la vital importancia de la transmisión, de generación en generación. El autor ha querido plasmar una visión alternativa de la experiencia artística propuesta por la orquesta. Artistas integrales que transmiten el valor de la enseñanza. Un sonido envolvente trae al presente nuestros antepasados latinoamericanos. La tradición pervive, renovándose. El retorno es a la esencia. Este proyecto musical académico nace con el fin de sintetizar y aportar un conocimiento místico: hay instrumentos que han permanecido en silencio durante tres mil años. Desde las Amazonas a Los Andes y desde el desierto de Sahara a Cuzco, la búsqueda de elementos perdidos se convierte en un viaje iniciático que rastrea sus orígenes con la musicalización del film “El Túnel de los Huesos” (2011). Líneas temporales se entrecruzan tramando un nuevo paradigma. Años de filmación y ensayo confluyen en una auténtica misión existencial.
La nueva gran apuesta del gigante Pixar saca provecho del creciente advenimiento del spin off, remixes y reversiones que no acaban de agotar el encanto de viejos clásicos de la gran pantalla. O no tanto, la historia de “Toy Story” se remonta a 1995. Con su arribo, gracias al film dirigido por John Lasseter, ganador de un Premio Oscar, el panorama del cine de animación cambiaría drásticamente. Lo complejo es saber hacer lo sencillo divertido, y la presente propuesta, bajo el comando de Angus MacLaine, ofrece fascinante fluidez y un digno regreso al típico espíritu de ciencia ficción que bebe de las fuentes de un precursor. Nada fue igual para un género decidido a correr riesgos artísticos, acotando límites ridículamente realistas. Con música de Michael Giacchino y guión de Jason Heatdley, “Ligthyear” empaqueta bajo los códigos del séptimo arte del nuevo milenio la perfecta excusa rendidora en taquilla. La nostalgia encuentra a la creatividad en un cruce de caminos. Al infinito y más allá…
En su primera novela, el escritor, periodista y diplomático jujeño Héctor Tizón relata la derrota de los collas por parte de terratenientes hacia 1874. Este marco histórico y político es el que rescata el recientemente estrenado documental de Miguel Mirra; un hecho que, por otra parte, inspiró la ópera escrita por el compositor de música clásica Virtú Maragno, estrenada en el Teatro Colón, en 1994. El realizador, de vasta trayectoria en nuestro medio, y comprobable su interés acerca de retratar sectores sociales silenciados o postergados, en ejercicios como “Otro mundo es posible” (2010), “Darío Santillán, la dignidad rebelde” (2012) y “Norita, Nora Cortiñas” (2013), se embarca en un proceso de investigación que lleva hacia el norte argentino. Recurriendo a cuantioso material de archivo, rescata el espíritu aborigen en el sentido de rememorar una épica ancestral de lucha imperecedera. La documentación a la que recurre Mirra, y el sentido de organicidad que cobra la misma dentro del formato audiovisual representado, traman el sentido ritual de una lucha atávica que testimonia el lamento de una tierra desplazada. La memoria conserva lo esencial.
Dirigida por ‘los Daniels’ (Kwan y Scheinert, dúo de cineastas independientes autores de esa joya llamada “Swiss Army Men”) y protagonizada por la eterna Michelle Yeoh, nos llega esta superproducción producida por A24. El estilo de la dupla cristaliza algo complejo, como encauzar una impronta poética a imágenes que van de lo absurdo a lo melodramático, forzando la narrativa hasta un punto en donde el terreno argumental es difícil sostenerse dentro del verosímil planteado. Semejante conversión de elementos, a priori, imposibles de congeniar, da vida a “TALVYETP”, una estimulante declaración de intenciones acerca de la identidad, los lazos familiares y la búsqueda de superación. Recurre a homenajes cinéfilos de lo más delirantes, amalgama de contradicciones y sabe que acabarán de funcionar por acumulación. Es una forma de entender el cine que nos enfrenta a cierto paradigma pocas veces antes visto. Entrecruza estéticas, atmósferas y líneas temporales, partiendo de influencias que van desde “Volver al Futuro” (1985, Robert Zemeckis) y “Matrix” (1999, Hermanas Wachovski), como pretexto filosófico para enfocar la estructura conceptual expansiva acerca del ‘que pudo haber sido’. Confuso y avasallante, el film ancla sus coordenadas en una realidad alterna que retuerce lo previamente conocido. Para ello establece reglas y camina una línea muy delgada, que se debate entre lo pensativo y lo emocional, entre lo caótico y lo enfocado. Dialoga acerca de tragedias universales y se muestra especialmente efectiva en su hábitat. Drama, acción y comedia se mixturan, en manos del tándem creativo, dispuesto a virar de lo más ridículo a desagradable, de un momento a otro. Metonímica, imaginativa, sensible y barroca, múltiples capas de dimensiones van cambiando de forma ante nuestros ojos, en la línea de la incomprendida “Cloud Atlas” (2011). Quizas su aspecto más relevante, “TALVYENTP” porta un mensaje humanista que no teme bordear la desvergüenza a la hora de validar su mirada sobre la condición humana. Ambición que no carece de ligereza y espíritu lúdico, a través de un extenso metraje que alcanza las dos horas y media de duración. Rodada a estrambótica velocidad y recurriendo a notables herramientas visuales, este alocado sketch en medio de un mundo de ciencia ficción desbocado nos propone un surrealista y meteórico viaje en tiempos del multiverso. No faltará un despliegue corográfico digno del mejor cine de de artes marciales. Tampoco la participación especial de una deliciosa Jamie Lee Curtis.
Constituyendo un singular producto de nuestra industria, “Cadaver Exquisito” rastrea influencias de la filmografía europea de Roman Polanski (“El Inquilino”), también del maestro polaco Krisztof Kieslowski (“La Doble Vida de Verónica”). El presente film, rodado durante 2019 y exhibido en los festivales Fantasporto (Lisoba), Fantasay (Brasil) y BAFICI (en su edición 2021), nos adentra en la reconstrucción del otro; un doble siniestro de profusa tradición literaria. La sobria banda sonora de la compositora Natalia Spiner genera climas francamente perturbadores, mientras la psiquis inconsciente se convierte en un auténtico objeto de obsesión. El título elegido nos remite directamente al juego surrealista inventado hacia 1925, y la metáfora cobra sentido: aquella pieza única, construida entre varias personas, indaga en el reflejo, el doble, la identidad, la fantasmagoría. “Cadáver Exquisito”, estelarizado por Sofía Gala Castiglione, aborda lo fantástico, abundando en un género transitado como el thriller psicológico, al que adosa los valores de vampirización, transformación y posesión que atraviesan el argumento. La directora Lucía Vasallo, responsable de “Transoceánicas” (2020), concreta su debut en ficción sembrando tamañas inquietudes, acaso el deseo se convierta en el motor de la búsqueda de una obra que potencia la incomodidad de lo siniestro.
“Reloj, Soledad” es una película independiente que se hace de ideas que parten de premisas claras: el mundo del trabajo, el trabajo y el tiempo, el trabajo y la soledad. Una palabra clave pareciera orbitar alrededor del relato: trabajo. Somos testigos de la vida de una mujer de oficio en su ámbito más cotidiano. Punto de partida para una ficción que empatiza con el registro documental, o será que la ficción coquetea con este. Filmado en una fábrica en Villa Domínico, Cesar González regresa al ámbito que tan bien sabe abordar: el cine conurbano, esa frontera en donde miles de submundos que conviven. Esa reserva social, un territorio indómito a medio descubrir. González conoce como la palma de su mano espacios habita, transita y registra. Es un autor que saber tocar fibras sociales para repensar, revalorizar y redescubrir ideas que materializan tales inquietudes. Creyente de un cine de intervalos y contemplación, se decide aquí a narrar la soledad del personaje, inmerso en un universo rutinario, autómata. El realizador concibe el discurso audiovisual como un instrumento para visibilizar cierta mirada del mundo. La cámara, su aliada, abre ciertas percepciones. Con distancia prudente, ejerce un enfoque diametralmente opuesto al omnisciente. Examina a su protagonista y la estratificación social que la alberga, constata una caída que desencadena hechos subsiguientes. Así es como trabaja el concepto de culpa. Érica Rivas y Edgardo Castro son los rostros conocidos de un elenco en el que sobresale el revelador talento de Nadine Cifré.
Esta biografía de la singular escritora de terror Shirley Jackson trasciende la noción que tenemos del género biopic. Estrenada por primera vez en el Festival Sundance de 2020, en donde se alzó con el premio a Mejor Cine de Autor, se trata del primer abordaje cinematográfico a una figura de relevancia en el presente, gracias al éxito que tuviera la serie de Netflix “La Maldición de Hill House” (2019), clásico del que Jackson es autora. Martin Scorsese produce la cuarta película de la cineasta Josephine Decker, a través de cuyo metraje se filtra el erotismo y el misterio, como elementos preponderantes que orbitan alrededor de una figura de culto que inspirara a generaciones posteriores. “Shirley”, nace a partir de un guion de Sarah Gubbins, basada en la novela del mismo nombre, autoría de Susan Scarf Merrell, que parte desde una premisa ficticia, en tiempos donde Jackson se encontraba escribiendo “Hangsaman”. Las creaciones literarias de la cuentista y novelista indagan en la idea de la decadencia humana, extrayendo extrañeza de la común y corriente cotidianeidad. Tomando una página del libro de su inagotable creatividad, Decker apropia dichos valores, delineando personajes tridimensionales y prefiriendo un estilo introspectivo que captura la esencia del horror cotidiano circundante. La mente suplica por un auxilio que nunca llega; el peligro es intangible. Un subtexto siniestro evoca el más puro terror. Percibimos a una escritora rozando el nivel de locura a la hora de visualizar a su próxima criatura; acaso tomando el lugar de médium que exterioriza los conflictos de sus propios personajes. Material fértil para su inagotable obra.