Leyenda urbana con sabor a poco. El Silbón: Orígenes se refiere a un personaje legendario venezolano. Según la leyenda, esta auténtica alma en pena es el producto del mal que hace su aparición, allí donde el bien se ausenta. La mentada maldición que acarrea ‘sed de venganza’ hasta límites insospechados es el punto de partida para este inquietante relato que el realizador Gisberg Bermúdez, escribe y dirige la película. Con experiencia en el campo audiovisual, el director venezolano posee en su haber un cortometraje musical titulado Amo y su ópera prima en largometrajes, el drama Portion. La película, flamante ganadora del 19º Festival Buenos Aires Rojo Sangre, desarrolla dos tramas alternas simultáneamente, intentando generar cierto interés en base a la manipulación temporal del relato. Por un lado, el film trata acerca de la leyenda de un justiciero que desatará una ola de asesinatos. En otro orden, y como ya hemos visto en incontable cantidad de oportunidades gracias a Hollywood, una pequeña visiblemente afectada en sus emociones dibuja perturbadoras escenas de crímenes. La originalidad brilla por su ausencia mientras la conexión entre ambas líneas narrativas buscará dilucidar el misterio acerca de la leyenda. Recurriendo a escenas sangrientas que se influencian del mejor gore del cine italiano, El Silbón: Orígenes transita sin demasiado atino, imposibilitada de causar genuino miedo. El origen de la leyenda y su reinterpretación es la excusa para que la película sirva como ejercicio seminal que inaugure una tradición nacional en el cine del horror del vecino país latino. La Casa del Fin de los Tiempos fue considerada, en 2013, la primera película venezolana de terror de la historia, un intento por hacer cine de género por parte de una industria subdesarrollada. En este sentido, la presente película continúa la senda planteada y el hecho de que este film circule en festivales le posibilitará un bienvenido acercamiento al público que consume este tipo de propuestas. Valiéndose de perfectos rubros técnicos y apoyándose en la fotografía como instrumento expresivo que genera atmósferas lúgubres, El Silbón: Orígenes prefiere la oscuridad que domina los espacios de la casa rural donde transcurre la historia, al fin de conformar una identidad estética acorde a este tipo de propuestas. Irregular en su desarrollo, la elección de casting y la dirección actoral no parece lo más acertado. Por consiguiente, actuaciones cercanas al ridículo conspiran en contra de esta búsqueda por inquietar. El susto fácil estará a la orden del día, pero el intento no basta.
Nathalie es una profesora de literatura que tiene más de 40 años y está divorciada. La soltería la encuentra viviendo un momento particular. Paulatinamente, comienza a sentir celos enfermizos a todo aquel que la rodea. En torno a su hija, sus colegas y vecinos. La patología, desatada y desenfrenada, parece no tener control.
Dirigida por Perry Lang y protagonizada por David Strathairn y Brenton Thwaites, An Interview with God nos trae la historia de un joven y ascendente periodista, quien obtiene la entrevista de su vida: nada menos que con alguien que se atribuye ser Dios.
Eso que nos Enamora es una nueva apuesta para el público juvenil que llega a nuestra cartelera local, protagonizada por Benjamín Rojas y Paula Cancio, ópera prima del director y guionista Federico Mordkowicz. La película está producida por Tronera Producciones y cuenta la historia de Ariel, un joven que tiene 30 años y está atravesando una fuerte crisis personal que lo lleva a replantearse su destino de manera existencial: acaba de romper con su novia y es despedido de su trabajo. Necesitado de un urgente cambio de rumbo (y de hogar) conoce accidentalmente a Noemí, una fotógrafa esquiva y misteriosa que, luego de un coqueteo mutuo, conquistará de manera inesperada su corazón.
“El jardín de la clase media” es un thriller político escrito y dirigido por Ezequiel Inzaghi y basado en la novela homónima que Julio Pirrera Quiroga publicara en el año 2004. En tiempos de elecciones legislativas en Argentina, un oscuro caso de venganza en clave mafiosa sale a la luz para confirmar que hay ciertas ocasiones en donde el reflejo de hechos ficcionados en la realidad no es pura coincidencia. La corrupción ha manchado la vida política argentina por décadas y aún dentro de su marco ficticio, hay mucho de actualidad palpable en la historia, con la que el espectador empatizará. Con un elenco integrado por figuras como Eugenia Tobal, Luciano Cáceres, Esteban Meloni, Ludovico Di Santo, Roly Serrano, Leonor Manso, Enrique Liporace, Jorge Martinez y Lalo Mir, la película integró el último Festival Internacional de Cine de Punta del Este. Un hallazgo macabro es el punto de partida para la historia: el cadáver de una joven decapitada aparece en misteriosamente en la casa de uno de los candidatos a diputado nacional, un ascendente político protegido de los altos mandos de poder. Intentando descifrar tal mensaje mafioso, así como la verdadera identidad de la mujer masacrada, “El Jardín de la clase media” nos ofrecerá un sangriento recorrido a través del mundo del crimen organizado, profundizando acerca de las relaciones de poder que se tejen en las cumbres políticas. Cada personaje ocupa un rol de mando dentro de este juego particular en dónde el precio a la ambición se paga caro. En la escala de poder, como en los más contaminados escenarios políticos, triunfan los indemnes al castigo en un ámbito donde las reglas las pone la mafia, esto está claro. Con los desafíos que siempre implica una transposición cinematográfica, el director Ezequiel Inzaghi se mantiene fiel al espíritu de la novela original, no obstante realizando algunos cambios en su adaptación. Julio Pirrera Quiroga se ha mostrado como un autor literario muy confiable a la hora de retratar los ámbitos políticos y claramente su novela posee el atractivo que este tipo de historias requieren: una trama atrapante y personajes absolutamente ambiguos. Si bien la novela fue escrita hace más de una década, su adaptación actual ha sido llevada a cabo omitiendo algunas referencias más explícitas a los años ’90, no obstante sin perder autenticidad ni relevancia. Gracias a ello, el director logra captar la esencia del relato para potenciar una trama de corrupción de la que nadie está a salvo. La fotografía recrea con preciosismo los climas lúgubres y sombríos de este thriller, en donde el aspecto estético favorece la creación de la atmósfera apropiada que siempre esperamos para este tipo de historias. Con marcas de estilo del thriller político mainstream hollywoodense, Inzaghi ejerce un gran dominio de los rubros técnicos para crear un producto estilizado desde lo visual. Como todo buen exponente de suspenso, debe saber manejar el nivel y la cantidad de información que otorga al espectador, a manera de jugar a su favor con el factor sorpresa y el desconcierto sobre el desenlace de los sucesos. En este sentido, el film dosifica de forma irregular lo evidenciado en un ejercicio de instar al público a descubrir qué se muestra y qué se oculta, aspecto que resulta vital en este tipo de propuestas. Con más de una reminiscencia a la muy lograda miniserie “El Lobista” (delineación de personajes, esquemas narrativos, situaciones clave), el film construye su identidad enmarcando una temática conocida por todos: la corrupción política es un tema que nos atraviesa como sociedad y que lamentablemente retorna de forma reiterada, una y otra vez, a jugar sus cartas en las impunes mesas de juego del poder. Resiente al potencial que pudo haber alcanzado esta película su recurrencia a echar mano a más de un cliché a la hora de delinear a protagonistas y antagonistas de turno, pese a los intérpretes de renombre que integran el reparto. Las dobles caras que evidencian los protagonistas de la historia los convierten en personajes sobre los que uno acabará por desconfiar. Aquí reside una tensión dramática que se ampara en las varias líneas narrativas que abre el relato, nutriéndose del lugar de exposición al que sitúa a los personajes títeres del entramado víctimas de las altas esferas: al desnudar los mecanismos de poder los coloca en un lugar frágil, vulnerable y fuera del propio control, regido por los villanos de turno. El espectador será partícipe de sus hechos y juzgará las conductas éticamente comprometedoras de cada uno de ellos. Un final abrupto y torpe estropea parte del buen clima construido hasta entonces, de todas maneras “El Jardín de la Clase Media” conserva la buena intención de explorar un cine de género con gran tradición. Por otra parte, siempre resulta seductor transitar estos caminos, donde la ley del más fuerte (o del más sucio) prima exenta de culpas.
Balas de fogueo Un joven regresa al pueblo donde sus padres fueron asesinados, para vengar la muerte de ambos en manos del capo del lugar. La típica trama de venganzas, bajo la premisa de ‘pueblo chico infierno grande’, se desarrolla cuando el intimidante y turbio hombre de poder quiere sacar del medio al mentado justiciero, quien -para colmo- se involucra sentimentalmente con Maru, la hija del mafioso, amenazando los planes del mismo. La idea surge a partir de un guión de Luis Sáez, dramaturgo teatral, que lleva al cine una historia que atraviesa, principalmente, el vínculo que se produce entre los personajes principales. “Ruleta Rusa” comienza relatando la historia de Rudy, quien arriba a una localidad de provincia para averiguar acerca de la desaparición de sus padres. A partir del encuentro con la mencionada Maru, se produce el conflicto desencadenante: el citado villano fue la persona que delató a los padres del muchacho, merced a un conflicto político que los dividió hace décadas. En primer lugar, la película recurre al lugar común del idilio amoroso shakesperiano tan mentado, en donde dos familias enfrentadas políticamente constituyen el escollo ideológico que una pareja de jóvenes deberá sortear, eligiendo el camino del amor salvando dichas diferencias. Bajo el lema de ‘una sucia y moderna historia de amor’ el film presenta dicha relación de un modo torpe, precipitado y presa de las situaciones más inverosímiles. En esa huida que, metafóricamente, se transforma en una búsqueda por encontrar la verdad, el peligroso pueblo se convierte en el lugar de tránsito, transformación y escape de los jóvenes enamorados, quienes atravesarán giros imprevistos que resienten la trama con un sinnúmero de falencias en su resolución. La tendencia estética de los lugares que atraviesa el relato divide al mismo en situaciones eje y se ven reflejados correctamente gracias al sello autoral que imprime su director, Eduardo Meneghelli. Por tal motivo, la perversidad del juego de la ruleta rusa -que intenta dar sentido al relato promediando su conclusión- aflora en un mundo subterráneo y sórdido donde la sutileza brilla por su ausencia. Allí, la enamorada pareja recorrerá escenarios dantescos poniendo en riesgo su supervivencia a través de un ambiente expresionista, exageradamente sádico e infernal. Está claro que se trata de un thriller de personajes, en quienes se enfoca la tensión dramática de la historia prefigurando cierta idea de la justicia, el amor, la venganza y un giro inesperado del destino que funcionará como catalizador de estas familias enfrentadas. En este sentido, es llamativa la inexpresividad y falta de carisma del actor Gabriel Peralta, absolutamente nulo en transmitir emociones y credibilidad a su personaje. Por su parte, la debutante Abril Sánchez hace lo que puede con un personaje plagado de estereotipos. Mientras que Enrique Liporace (el mentado villano que maneja la política, las apuestas de juego y la prostitución del lugar), Patricio Contreras y Pompeyo Audivert aportan calidad y trayectoria a un elenco deficiente y caricaturizado. Pese a las buenas intenciones mencionadas como premisa, nos encontramos ante una historia confusa y fallida en cumplir con los mandatos del género. Si bien el acento está puesto en el trabajo de los personajes para sostener ese mundo interno que los construye moralmente -y por consiguiente poner en escena el motor dramático que los moviliza- las vueltas que presenta la trama y su resolución son desacertadas y pobres artísticamente. Con la historia amorosa en el centro de la escena y sometida a un mundo dominado por seres infames y miserables, “Ruleta Rusa” deja tras sí un intento fallido de cruce genérico. Insuficiente sostén para este oscuro policial convertido en romance clandestino, tan intrincado como absurdo.
Padres del contemporáneo boom literario surgido en las entrañas de la gélida Europa nórdica, los emblemáticos Stieg Larsson, Arnaldur Indridason o Jo Nesbø se encuentran entre los autores más vendidos en la actualidad, acaparando un género negro furor de multitudes en el mundo entero. Siguiendo la línea de otro exponente, el notable Henning Mankell, cuya brillante creación del inspector Kurt Wallander fuera llevado al formato televisivo de la mano de la BBC -interpretado por Kenneth Branagh-, el mencionado Larsson ocupa un lugar fundamental dentro de la transición que hizo la novela, desde el plano literario al séptimo arte. Allí, en el corazón de la novela nórdica se sitúan una serie de libros pertenecientes a la saga “Millennium”, obra de Stieg Larsson, que alcanzaría límites de popularidad impensados. El destacado autor y periodista sueco murió en noviembre de 2004 de un ataque al corazón -a sus jóvenes 50 años- no llegando a ver publicada ninguna de las novelas de la trilogía. Mucho menos soñaba con semejante éxito. Tras el fallecimiento del escritor, David Lagercrantz –su mano derecha- fue el elegido para continuar la historia de los personajes en su saga y luego trasladados al formato audiovisual. Es por ello que a su firma pertenece la cuarta novela “Lo que no te mata te hace más fuerte”, última adaptación a la pantalla por parte de la grandiosa franquicia policial. Basado en la novela mencionada, la película “The Girl in the Spider’s Web” representa el enésimo regreso de la mentada saga al mundo cinematográfico. Recientemente estrenada en los cines de todo el mundo, el dueto interpretativo cruzará sus caminos nuevamente en esta entrega, en donde Claire Foy y Sverrir Gudnason son los actores elegidos para dar vida a los icónicos personajes. El film ofrece una trama familiar para sus seguidores en donde abundarán, como es habitual, la red de espías cibernéticos y corrupción en las altas esferas de los servicios secretos norteamericanos. Foy retoma el papel que estuvo en manos de notables intérpretes como Noomi Rapace y Rooney Mara, mientras que Gudnason se encarga del rol que dejara vacante Daniel Craig, ocupado en su próxima recreación de James Bond. “La Chica de la Telaraña”, continúa con la trama concretada por Stieg Larsson en los tres primeros libros de la saga, conformando el característico paisaje oscuro que transitó el cine nórdico de moda. Una franquicia literaria que ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo y se ha convertido en un best-seller récord traducido a más de 30 idiomas va en búsqueda de su nueva conquista cinematográfica, para revalidar éxitos de un pasado triunfal. Pese a no contar con estrellas convocantes, los fans alrededor del mundo esperan una película a la altura de la saga literaria: oscura, excesiva y trepidante.
La historia política argentina del último siglo ha sido transitada por una serie de films que han nutrido el panorama audiovisual nacional, dentro de las cuales destaca “Rojo” (de Benjamín Naishtat) como su exponente reciente más logrado. Siguiendo la mencionada tendencia, aunque destacando un contexto histórico diverso, “Unidad XV” recrea uno conocido episodio de encarcelamiento que sufrieran dirigentes peronistas durante la dictadura ejercida por el gobierno que derrocara a Juan Domingo Perón durante su segunda presidencia, en 1955. Bajo el golpe de estado dado en llamar ‘La Revolución Libertadora’ se persiguió a afiliados al peronismo, encerrándolos bajo extremas condiciones. Bajo la mencionada coyuntura, la película relata las vivencias de un grupo de renombrados dirigentes vinculados a Perón, entre los que se encuentra Héctor Cámpora (Carlos Belloso), John William Cooke (Rafael Spregelburd), Jorge Antonio (Lautaro Delgado) y Guillermo Patricio Kelly (Diego Gentile), quienes fueron recluidos en la prisión de Rio Gallegos, a la espera de una orden de fusilamiento. Cuando pertenecer a dicho bando político o poseer vinculaciones al mismo era ilegal, el cuarteto protagonista se verá enfrentando a un panorama por demás complicado y sufriendo en carne propia el rigor del aislamiento. Ante tal panorama, se hace imprescindible escapar de allí, planear una huida. Con ciertas similitudes al thriller político “Crónica de una fuga”, dirigido por Adrián Caetano en 2006, Desalvo nos muestra cuatro personajes bien diferenciados en sus personalidades e interpretados de forma inmejorable por un elenco de lujo. Los reclusos que comparten ideales políticos son encarcelados por sus ideas y parecen tener en común un único objetivo: escapar a una muerte segura que les espera como destino. Estéticamente muy cuidada, “Unidad XV” se vale de una gran reconstrucción de época, para recrear la antigua prisión construida sobre el ex penal de Caseros. Por otro lado, la fotografía de Nicolás Trovato aporta el matiz necesario para generar la atmósfera adecuada. La sequedad que transmiten los paisajes nos transporta a la lejana y ventosa locación del sur, en donde el film se transforma en un relato de supervivencia ante el intimidante poder militar, no sin las cuotas de gracia que provee la forzada convivencia bajo privación de la libertad. La historia se desarrolla –mayormente- contenida dentro del espacio geográfico carcelario. Allí es donde el director muestra un sobrado manejo de los tiempos para potenciar esa inercia narrativa. Poco a poco, vamos conociendo acerca de sus ideas políticas en detalle y también de las flaquezas que exhibe cada uno. Allí el relato adquiere un tono intimista, poniendo el acento sobre las relaciones humanas. Es interesante, en este sentido, el acercamiento que hace Desalvo a los protagonistas de su historia: humaniza a sus personajes mostrando sus debilidades bajo condiciones extremas, no obstante no llega a demonizar a sus antagonistas. El autor concibe, entonces, un minucioso estudio de los caracteres masculinos que dan vida a esta épica de escape, para lo cual el personaje de Mora Recalde cumplirá un rol fundamental. “Unidad XV” consolida su propuesta erigiéndose como un film de notable factura, plagado de simbolismos que desnudan traiciones y lealtades de ambos mandos, proveyendo diversos niveles de análisis sociopolíticos. El notable director de “Las mantenidas sin sueños” retrata un episodio que esboza la realidad violenta y antagónica que vivió Argentina durante su último siglo de vida político, sísmico e intolerante. Un reflejo tristemente actual de este terremoto político que está reverberando en nuestra actualidad.
Proyectada en el marco de la primera edición del Tour de Cine Francés en Argentina durante el mes de octubre, la película nos cuenta la historia de un detective que intenta resolver el caso de un joven desaparecido en extrañas circunstancias. Su madre acude una noche a la policía para denunciar el extravío, y a partir de allí, el film se centrará en la resolución de un misterio bajo los cánones del género de investigación policial, en donde el espectador acompaña las conjeturas acerca del posible culpable. Escrita y dirigida por Érick Zonca, “Sin dejar huellas” está basada en la novela “Expediente de Desaparición”, del israelí Dror Mishani. Zonka, recordado por “La Vida Secreta de los Ángeles”(1998), nos cuenta la película desde la perspectiva del personaje de Cassell, y como éste se va internando en el misterio que envuelve el caso, generando en el espectador un nivel de focalización cómplice e incierto. La cámara muestra detalles sutiles, que el espectador deberá captar como posibles pistas. En definitiva, este auténtico laberinto kafkiano (evidente metáfora su mención de El Castillo) no hace más que mostrarnos la podredumbre del ser humano, en un relato en donde todos están comprometidos. Constantes giros en la trama, cercana a su resolución, conllevan a un desenlace sorpresivo. Cuestión que también nos sugiere reflexionar acerca del relato de ‘verdad’ que se teje como ‘oficial’ cuando la desaparición repentina de un adolescente encubre una turbia realidad. La experiencia de Cassell contribuye a la recreación perfecta de un detective acosado por sus demonios internos. Un antihéroe confrontado con su propio hijo, quien vive en los márgenes de la ley, y afecto a las bebidas para calmar su ansiedad y ahogar el recuerdo de una existencia miserable, profundizada por la partida de su esposa. Esta película nos presenta una galería de personajes interesantes, que va dotando de dimensión al relato: el padre del muchacho tan suspicaz como ausente, el rol que juega la madre del desaparecido y el sospechoso profesor aspirante a novelista interpretado por Romain Duris. La desesperanza que se cierne sobre la condición humana –a través de citas de Albert Camus- queda plasmada mediante familias corrompidas, capaces de llevar a cabo aberraciones. La película también resulta un interesante ejercicio para colocar al espectador como juez. Mecanismo que no hace otra cosa que interpelarnos acerca de la verdadera naturaleza que se oculta en la sociedad.
scrita y dirigida por Mónica Lairana y protagonizada por Alejo Mango y Sandra Sandrini, esta película nos adentra en el lento declive emocional que transita una pareja rumbo a su segura extinción. Buenos Aires atraviesa un caluroso verano a comienzos del nuevo siglo, mientras Jorge y Mabel son una pareja que acaba de separarse y que se encuentra recluida en una casa a punto de ser vendida. Allí dividirán sus pertenencias y atravesarán una serie de acontecimientos sumamente movilizantes. Estamos ante una película que el espectador observará con pasividad. La cama como escenario de conflicto nos presenta una faceta insoslayable: la incomodidad de este tránsito, que va desde la frustración hasta el encuentro de los cuerpos. Resignificando así esa búsqueda por volver a empezar luego de una ruptura sentimental, aspecto a través del cual intentará encontrar la identificación en su espectador. Víctima de la monotonía a la que su elección narrativa la somete, “La Cama” se convierte en una crónica de un amor marchito, en donde la observación de dos cuerpos desnudos de una pareja en sus años de madurez nos coloca en una situación de voyeurismo poco habitual en nuestro cine. Partiendo de esta iniciativa, se aprecia una directora audaz en su mirada acerca de la pérdida del deseo sexual en la gente de más de 60. ¿Quizás vestigios de una pasión? Está claro que estamos ante una directora que no le tiene miedo a romper tabúes. Narrado a través de la elipsis temporal que comprime estos días de reclusión en una interminable agonía, la mencionada desnudez de los cuerpos también se traslada a la narración. Estamos ante un film despojado de diálogos, acaso el clima de este drama lo construyen los sonidos habituales que produce la casa (el goteo de una canilla, un ventilador encendido, una puente que se abre). De manera que los objetos que adornan la casa cobran una dimensión simbólica. Para muestra, basta observar la presencia de un cartel que anuncia que la casa ‘se vende’. En el otro extremo, una foto familiar funciona como huella nostálgica de aquello ‘que fue y ya no es’. Nos situamos ante una mirada acerca de un lento pero seguro adiós, una despedida que intenta consumarse en buenos términos cuando la última tarea en común consiste en dividir las pertenencias compartidas bajo el mismo techo. Allí, con la ilusión de redescubrirse, presenciamos a una futura ex pareja que construye su presente entre las ruinas de su pasado. Las imágenes hablan por sí solas conformando una idea de casa como prisión que estancó la prosperidad de estos corazones en conflicto. Para Lairana, su opera prima sucede una gran cantidad de cortometrajes. En este caso, la autora patenta su sello distintivo mediante largos planos estáticos, retrato de esta convivencia otoñal. El minimalismo más extremo despoja al film de banda sonora e intenta contagiarnos de esta atmósfera incómoda. Por otra parte, el agobiante calor de afuera contrasta con estos cuerpos fríos de incertidumbre. La directora disecciona el comportamiento humano ante un acontecimiento tan traumático. Cuando el desgaste conlleva frustraciones que se hacen habito, es tarea necesaria reflexionar acerca de los motivos que causaron la distancia. Allí, donde se diluyó la alegría y la libido, podrán encontrarse algunas respuestas.