CUANDO LA REALIDAD NO DISTA TANTO DE LA PESADILLA Pesadilla al amanecer, ópera prima de Pavel Sidorov, propone elementos destacables, entre ellos algunas imágenes y el trabajo de los traumas en los sueños. Pero decae al momento de presentar los monstruos-demonios que acechan. El film tiene un comienzo muy bueno. En él vemos imágenes del pasado y algunas premonitorias, creándose crea una ambientación prometedora. Vemos seguido a esto a Svetlana, la protagonista, quien es sorprendida por sus amigos con una fiesta de cumpleaños. Aquí aparece su hermano, quien se queda a pasar la noche en el departamento, pero en la madrugada decide quitarse la vida. Este hecho lleva a que la joven, que además era huérfana, empiece a tener pesadillas que se expresan de una manera muy real, por lo que recurre a un hospital para tratar su problema. Y es ahí donde ingresa a un sueño colectivo. Al despertar, parece seguir en una gran pesadilla, pero acompañada. El film realiza todo el tiempo ese juego entre el sueño y la vigilia. En este contexto, los pacientes empiezan a recorrer el hospital encontrándose con sus peores miedos. Las fobias, los traumas, los diálogos que no existieron pero que remuerden aparecen ahí como si estuvieran recorriendo su inconsciente. Con este juego de sueño-realidad, la película explora diferentes tipos de monstruos. El recurso da lugar para pensar tanto los demonios que acechan de forma interna, como las personas que se comportan como tales o bien como entidad que irrumpe en la realidad. El hospital provee una ambientación que propicia el terror y los momentos más logrados son los que apelan a la persecución, justamente porque el espectador puede empatizar más con la sorpresa de la aparición. Pero una vez que empiezan a mostrarse concretamente los acechadores, dejan de generar terror y el film va decayendo en su potencia. Pero si hay un aspecto destacable en el film es el trabajo con el dolor desde la fotografía. Cuando el hermano de Svetlana fallece el film realiza un juego en el que la vemos a ella recostada en un sillón llorando. Luego ese mismo sillón se ve desde la tierra como si ella estuviera en el ataúd, en vez de su hermano. Las imágenes que maneja ese momento plantean un buen recurso para mostrar el desborde emocional de la protagonista, aunque no lleguen a potenciar el conflicto central de la película.
LOS SUEÑOS SON IMPORTANTES Los motivos para vivir son para todos muy diversos. Habrá quienes nunca se los planteen y otros que estén en una constante búsqueda para encontrar razones. Nadando por un sueño nos acerca a un grupo de hombres que mantiene un estilo de vida que poco les satisface, pero por suerte esto parece terminar cuando sus cuerpos danzan en el agua. Sin importar ningún tipo de prejuicio estos muchachos encuentran en su equipo de nado sincronizado el refugio ante una sociedad en la que parecen no encajar, por más que se despojen de toda su esencia. Bentrand es un hombre de unos 50 años. Ya hace dos que vive desempleado con su familia. Aunque económicamente parecen estar bien (es la mujer la que mantiene la casa), el mandato social parece pesar mucho. La familia de ella no deja de criticarlo por ser un “mantenido”. El sufre de depresión y esto no lo ayuda a poder ver qué hacer con su vida. Es así como, tras empezar natación, conoce un equipo de nado sincronizado. Se da casi sin pensarlo, aparece como un murmullo de risas que lo dirige al lugar que estuvo esperando tanto. Y es como diría Julio Cortázar, como “si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”. El equipo, al que pronto se suma Bentrand, representa para ellos una familia, pero también un refugio. Sus integrantes no responden a como la sociedad se los requiere. No encajan. Ellos son muy distintos entre sí, pero tienen en común el fracaso en su vida personal o laboral. El deporte se torna un lugar de satisfacción y una oportunidad para sentirse orgullosos de sí mismos. Su encuentro es también motivo de risa, todas las frustraciones de la semana toman el valor de anécdota cómica cuando están juntos. Las desgracias son tales cuando se viven en solitario, pero en compañía, son el festín de los chistes. El sueño de competir los lleva a tener un objetivo vital. Los saca de la mediocridad de la rutina. Pero también los lleva a lugares en los que siempre se han sentido incómodos. La presión de la competencia irrumpe como fantasma para aquellos que realizan la actividad desde el placer. Pero resulta una buena excusa para poder insertarse socialmente de nuevo. Nadando por un sueño realiza un planteo desde un comienzo que consiste en observar cómo todo lo redondo, lo placentero, se ve coartado por lo cuadrado, lo que pone límites. Este juego de figuras geométricas se mantiene toda la película desde los escenarios y los objetos. Es, justamente la viva representación del esfuerzo que tiene que hacer este equipo para poder competir de forma profesional. Estos muchachos rompen con sus propias limitaciones físicas. Pero también con los condicionamientos sociales. Se animan a realizar el deporte desmarcándose de los estereotipos.
LOS MEJORES PERSONAJES SON LOS POCO PREDECIBLES Sue Ann (Octavia Spencer) es el personaje principal de Ma, una mujer muy poco predecible, tanto para el espectador como para los jóvenes con quienes mantendrá una relación. Este hecho plantea límites no tan claros para las resoluciones del film. Ma presenta a un personaje que oscila entre dos tratos opuestos, un amor maternal y una venganza a muerte. Maggie se muda a un pueblo en el que conoce nuevos amigos. Para ella es todo nuevo. Pero para su madre, que vivió ahí hasta casarse, es volver a encontrar viejos compañeros. Maggie conoce a tres jóvenes y una chica con los que pronto conforma su grupo. Todo ellos menores, pero ya casi adultos, buscan hacer juntadas en las que puedan tomar alcohol. En una de sus prácticas habituales, ponerse en la puerta de un mercado para pedirle a algún adulto desconocido que les compre alcohol, es que conocen a Sue. Ella primero se niega, pero al ver el rostro de uno de los chicos que estaba con este grupo finalmente acepta. Aunque esto es evidente para ellos y hasta sospechoso, el vínculo entre ella y los jóvenes continúa por la amabilidad de ella, que les ofrece su sótano para juntarse, pero también por la comodidad y un poco de lástima al verla sola. El film apela a estructuras ya vistas en otras películas. Es el caso del grupo de amigos al que sabemos que algo malo le va a suceder. Pero ya desde la presentación de Maggie vemos que no le da lo mismo al director cómo son estos jóvenes. La amiga que hace Maggie aparece de un modo del que uno puede suponer un engaño para la nueva en el pueblo, sin embargo sus intenciones son buenas. Haley la invita a salir de buena fe, se corre del papel de mujer envidiosa por la incorporación de la “nueva”. Lo mismo pasa con Andy, el joven que de inmediato mantiene una relación con Maggie; uno espera, por recorridos de otras películas, que él la engañe, sin embargo su relación es muy amable. Todo esto le sirve al film para marcar una gran diferencia entre la juventud que vivió Sue y la de ellos. Sue, a quien también llaman Ma, es un personaje bastante complejo. Ya desde el comienzo de su relación con los jóvenes tiene reacciones que parecen extrañas. Pero no tarda nada en hacer evidente sus actitudes violentas. Hay una clara manipulación de ella hacia los chicos, pero aún así todo lo que hace parece moverse por el impulso. Esa oscilación entre un amor de madre y un ser vengativo, es tan real que asusta. Ella se preocupa por ellos, cree que van a pasar por los mismos problemas que vivió cuando era adolescente. Sue revive junto a estos jóvenes, todos hijos de sus compañeros de la secundaria, un momento traumático. Ma plantea buenos climas por la expectativa de un personaje que puede salir para cualquier lado. Su condición bien podría compararse con el personaje de Carrie, pero contenida durante años por la vergüenza y lista para reaccionar. Por momentos, parece planificar una venganza y por otros vemos cómo sus acciones son tan desprolijas como genuinas.
UN MUNDO IDEAL NO ES SINÓNIMO DE BUENA PELÍCULA Ver remakes está siendo bastante habitual en 2019. Es por eso que podemos pensar en algunas lógicas erradas que se toman a la hora de realizar esta vuelta al clásico. Una de ellas es, sin dudas, no generar grandes cambios en la historia. Este es el caso de Aladdín. Aunque sin dudas, Disney tiene dos cosas muy en claro: que los tiempos han cambiado y, en consonancia, los discursos también, y cómo hacer imponentes shows musicales. El film mantiene una estructura narrativa muy parecida a la versión de 1992. Aladdín es un joven huérfano que ha aprendido habilidades y destrezas para el robo, para poder sobrevivir ante la pobreza. En una de las escapadas a escondidas que hace la princesa Jasmín al pueblo, ellos se conocen y tienen un enamoramiento casi inmediato. Paralelo a la historia de amor, Jafar, el consejero del sultán, planea obtener una lámpara mágica que le permita un poder absoluto. Pero para esto se necesita de una persona de mucha astucia, ya varios han muerto en el intento. El camino a la lámpara está lleno de pruebas. Observando las habilidades de Aladdin, Jafar decide convocarlo a pasar la prueba, ofreciéndole cierta recompensa. Tras obtener el objeto mágico y darse cuenta del engaño de este hombre de la realeza, el joven toma para sí los deseos. Junto con el deseo de Aladdín, de ser un príncipe, aparece la reflexión de la importancia de las personas más allá de lo que tienen. El personaje empieza a perderse a él mismo cuando cambia de vestuario y de título. Pero como toda adecuación a la actualidad, no podría quedarse al margen de todas las críticas que ha recibido Disney por el lugar en el que siempre ha quedado la mujer. Es por eso que el protagónico es compartido con Jasmin. Ella ya no será la princesa que espera ser salvada, sino que peleará por tener un lugar en la historia. La princesa mucho más empoderada, ya no está relegada a acompañar las hazañas de los hombres, ella decide cambiar el rumbo de la historia siendo la primera sultana. Uno de los puntos fuertes de la película son algunos de los musicales en donde se pone en juego un gran despliegue tanto en vestuarios como en cantidad de gente bailando. Es indudable que el lugar, con referencias al mundo árabe, tiene grandes virtudes para mostrar un escenario peculiar y colorido. Pero a su vez, más allá de la belleza que sabe trabajar esta compañía, tienen buenos momentos de humor a través del baile. Para esto, el personaje de Will Smith es quien se lleva los mejores momentos, dándole un toque personal a su personaje. Es una realidad que el hecho de tener una línea bastante marcada de lo que va a suceder, por mantener una historia muy similar a la anterior, rompe el encanto en lo que tendrían que ser nudos de tensión. La canción que marcó una época con Un mundo ideal pasa un tanto desapercibida, por no haber un gran impacto en cuanto a los vínculos.
LOS PESARES DE LAS MORALEJAS A veces pareciera que toda película familiar de animación tiene que tener, sí o sí, alguna canción. Y no hay que negar que en muchas ocasiones son momentos gratificantes. Ugly Dolls parece hacerse eco de esto, utilizando el recurso hasta el cansancio. La felicidad excesiva que muestran en cada uno de los cantos tiene un efecto distanciador. Y, para colmo, las aventuras que transitan tampoco resultan atractivas porque el foco está puesto en el mensaje que tiene para dar. Ugly villes y sus habitantes no son tan feos como marca su etiqueta. O por lo menos no tienen un registro de “feo” como una palabra peyorativa, es por eso que viven alegremente, sin que les pese ese estigma. Sin embargo, cuando Moxy decide ir en busca de su sueño, descubrir que realmente existe un mundo de niñas y niñas que adoptan juguetes, conocerá lo que se llama el Instituto de la perfección. Desde ese momento, la peluche se verá desmotivada por la mirada externa, pero pronto retoma fuerzas para seguir en busca de su propósito. Se podría pensar que la historia sirve como analogía de la salida al mundo de un niño, que se confronta con la mirada del otro. Ya con esas etiquetas de “feo” o “perfecto” es claro que el debate pase por la valoración de cada uno como persona. Caso que no estaría mal sino fuera que la historia está muy por encima del film. Importa más el mensaje que se quiere dar que la forma en la que se está contando. Por esta razón, es que hay conflictos poco desafiantes y trayectos bastante previsibles. A todo esto podemos sumar que, aunque se apunte a la comedia, los momentos de humor no son graciosos. Este cúmulo de chistes de poco talento genera un clima de agobio para el espectador. Los personajes, a su vez, no terminan de mostrar sus características. Salvo un gato de peluche que puede resultar algo más interesante, y hasta por ahí, los demás no brillan. No hay nada especial en estos muñecos más que sus estridentes colores. Ugly Dolls no logra construir una aventura real. Los lugares a donde transporta parecen haber perdido los colores. Esto hace pensar que el film ha tomado ciertas premisas desacertadas para su construcción. Entre ellas, la de pensar que todo tiene que estar acompañado por canciones, aun cuando las letras no son buenas y la situación no lo amerita. Así como también suponer que los personajes van a ser simpáticos porque ellos lo dicen o lucen coloridos, sin construir momentos en los que puedan mostrar su personalidad.
DE ESTAFADORAS Y DE ESTAFADAS Chris Addison nos presenta una comedia en la que los engaños y la credibilidad son el eje en cuestión. Maestras del engaño es una remake de Dos pícaros sinvergüenzas, pero en versión femenina. Anne Hathaway y Rebel Wilson son las protagonistas de esta serie de disparatadas trampas. Ya en el comienzo el film presenta una animación con un estilo que recuerda mucho a El show de la Pantera Rosa (1969). En especial al capítulo Rosa es rosa en el que el pintor peleaba con la pantera disputándose el espacio, el color azul contra el rosa. Luchaban de forma estratégica, haciendo de la imaginación y la astucia su arma, creando trampas para deshacerse del otro. Esta pequeña introducción es el espíritu que tendrá toda la película. No importa tanto la historia en sí, si no los cómicos momentos que las protagonistas llevan a cabo. Maestras del engaño presenta la disputa de estas dos estafadoras por tomar posesión de una zona de Francia para ejercer su actividad. Aunque la mayoría del tiempo estarán enfrentadas, por momentos, también lo harán en dúo. Las protagonistas exploran la aventura de las engañadoras engañadas. Pero nunca se llega a un clima de tensión, saben reírse de sus desaciertos y de la buena pelea de su contrincante. La película se construye de una gran cantidad de momentos cómicos. No hay gloriosas hazañas de intelecto. Aparecen pequeñas emboscadas, pero triunfan los momentos absurdos que se construyen con ciertas estafas y presentan un clima de comicidad que funciona a la perfección. En un principio parecen cumplirse varios clichés. La oposición de características distintivas entre los protagonistas y su disputa es un elemento típico de películas del estilo, al igual que priorizar al género por sobre lo demás, en este caso el femenino. Pero los personajes no son iguales durante todo el film. A medida que avanza, ambas van mutando y se desmarcan de su etiqueta. Cada una de las actrices explota sus características. Es sabida la gran capacidad de Anne Hathaway para el drama, ya lo mostró en Los miserables. Aquí esta aptitud es utilizada para mostrar su ductilidad a la hora del engaño. Rebel Wilson también sabe oscilar entre la niña angelical y la desquiciada, características que ya se han visto en otros personajes pero que no deja de gustar. Es claro que Maestras del engaño no se queda afuera de los debates del feminismo actual. Son justamente las protagonistas quienes reconocen que pertenecen a un género que históricamente fue subestimado o relegado a ciertas tareas. Y canalizan los estereotipos para poder llevar a cabo sus engaños. A ellas, luego, se les suma la actuación de Alex Sharp, quien le da un giro a la película y muestra grandes habilidades actorales.
VER ES BUENO, IMAGINAR ES MEJOR La imaginación es un campo frondoso que va mucho más allá de lo que el humano pueda expresar. Gustav Möller se apoya en eso para invitarnos a jugar con nuestros sentidos. La culpa es un film que nos envuelve en incertidumbre y nos hace dudar de lo que pensamos. Asger es un policía que está en el puesto de atención telefónica para emergencias. No sabemos mucho de él, pero ya desde el principio lo vemos tenso e incómodo. Al entrar a su despacho la llamada de una mujer pidiendo ayuda lleva a que él haga todo lo posible para poder salvarla de un posible secuestro, aun teniendo que romper con ciertos protocolos. A medida que avanza el film vamos conociendo un poco más sobre Asger. Son sus acciones las que más información nos dan sobre quién es este personaje. Y aunque luego se aclaran algunos datos relevantes, todo el tiempo se nos lleva a un campo de duda, en el que no se logra tener certezas duraderas. La culpa se desarrolla en una oficina. Solo hay un cambio de lugar, pero ahí adentro. Asger pasa de estar en un escritorio rodeado de colegas a entrar, a tan solo unos metros, a un lugar cerrado en el que está sólo con la computadora. Pero más allá de eso el film se desarrolla todo en un mismo lugar. Sin embargo, la acción y la historia recorren muchos lugares en la imaginación de los espectadores. Las voces, los ruidos y los silencios componen una persecución admirable, en la que uno no puede hacer más que dejarse llevar por la curiosidad y el instinto humanitario. De esta forma, se construye una cercanía con el protagonista que permite justificar sus actos poco convencionales para el trabajo. Al mismo tiempo, la experiencia que vive a partir de la llamada nos permite conocerlo desde sus contradicciones y aun así tomarle cariño. Asimismo, las idas y vueltas que plantea la película son el gran eje que mantiene en vilo la intriga. Todo lo que se escucha en la llamada telefónica toma forma en la imaginación casi de forma automática y es eso lo que aprovecha el director para lograr sus engaños. La culpa, desde el principio, invita a un recorrido por lugares que no siempre son tan aprovechados por el cine, sí por la radio o la literatura. Los personajes que llegan mediante la voz de las llamadas toman forma a partir de nuestras expectativas y conocimientos previos: no los vemos, pero cada espectador les da un rostro.
LLANTO DE DOLOR, SEÑAL DE TERROR La leyenda mexicana de La Llorona vuelve, esta vez de la mano de Michael Chaves (quién estará a cargo de la dirección de la tercera entrega de El conjuro). Esta nueva adaptación al cine aprovecha varios aspectos de este personaje tan peculiar. Sin embargo, al igual que pasó con La monja -la anterior película de los creadores del exitoso universo-, el personaje es mostrado en reiteradas veces a cuerpo completo, agotando así el recurso del terror que puede causar. Al comenzar, la película nos lleva al siglo XVII, momento en el que se sitúa esta versión de la leyenda de La Llorona. Una mujer mata a sus hijos en el río y luego se ahoga, espantada y dolorida. Así es como ella queda expectante de recuperar a sus hijos, capturando y matando niños, tratando de suplir su deseo y, al no poder lograrlo, volviendo a realizar esto con otros. Luego, La maldición de La Llorona nos sitúa en 1970, en Los Ángeles, donde vemos a una trabajadora social y sus dos hijos acechados por este fantasma. Un punto a favor que logra capitalizar el film es lo controvertido del personaje de La Llorona. Da miedo por sus actos y aspecto, pero también genera compasión desde su lamento. Un ejemplo de esto es la canción de cuna que aparece cantada por ella durante el film: contempla esa brecha entre un amor genuino y un próximo final escabroso. En la misma sintonía es que encontramos a La Llorona peinando a la nena que luego querrá captar o mostrándose con su rostro original lleno de lágrimas antes de atacar. Estos detalles marcan la contradicción que integra a esta mujer y la posicionan como un fantasma mucho más complejo que otros. La estética del personaje es ciertamente atractiva, aunque bastante parecida al maquillaje que se le otorgó a La monja, pero al igual que este film, el abuso de su aparición la vuelve menos terrorífica. Al poder apreciarla reiteradas veces, se estropea el impacto. El vestuario, por su parte, compuesto por un vestido de novia, se constituye en un recurso interesante, ya que mantiene una tela parecida a la de las cortinas y genera la posibilidad de encontrarla en cualquier parte del hogar. El mayor reproche que se le puede hacer a La maldición de La Llorona es recurrir siempre a fórmulas que ya son un cliché en las películas de terror: las apariciones repentinas, los sótanos, los objetos que se mueven y las puertas que se abren son algunos de los elementos que retoma el film. Pero la tradición mexicana, que toma un papel preponderante en la película, le otorga un estilo distintivo, tornándola más mística y con un vínculo más estrecho con lo paranormal.
LA VOZ DETRÁS DEL MERCADO Hay films que están bien construidos y son, a su vez, muy necesarios. Ante la hegemonía de algunos medios de comunicación para contar las noticias de cada país muchos sectores sociales se ven relegados a no aparecer o ser estigmatizados. La guerra silenciosa logra poner en foco en una protesta de trabajadores en Francia, pero también en un sistema gubernamental y comercial que no tiene escrúpulos y favorece a los que más recursos tienen. Este film narra el recorrido de 1.100 trabajadores despedidos de una fábrica alemana en Francia. Muestra, así, toda la lucha que establecen. Recorren junto a ellos diferentes instancias de apelación: juntas con el gobierno, con los empresarios, protestas en las calles. Al calor de las protestas, uno va siguiendo un hilo de la tensión que se va generando a medida que pasan meses y no obtienen una respuesta. La película mantiene una expectativa constante, porque tiene un modo construcción que parece mostrar el minuto a minuto de un acontecimiento televisivo, pero con la diferencia de poder escuchar a los que muchas veces no tienen voz. Aparecen, entonces, muchas escenas en las que se muestran las injusticias por las que pasan. No sólo vemos cómo los reprimen, cuando ellos están reclamando de forma pacífica, sino que también somos testigos de todas las conversaciones que establecen con las autoridades en las que se los desacredita con altura. La guerra silenciosa es un film que apela a la provocación. Por momentos genera impotencia, en otros odio o tristeza. El recorrido con cámara en mano nos vincula con lo novedoso y con la expectativa por una resolución favorable de la lucha. Es interesante cómo, además de lo nombrado, aparecen momentos en los que los trabajadores tienen charlas entre ellos. Ahí es posible ver varios entramados, por un lado, las peleas de los diferentes sindicados, por el otro la falta real de recursos de muchos protestantes para mantener una disputa con los grandes capitales y también la incertidumbre de no saber hasta dónde llevar la lucha. Las condiciones laborales del libre comercio son otro de los temas que se pone en discusión. Vemos cómo las empresas trabajan en suelos ajenos a su país, recaudan y luego migran a un lugar más rentable, sin ningún lazo más que la indemnización con los empleados. Este aspecto es desarrollado en conjunto con una crítica a la oferta laboral, aquellos que reclamaban son conscientes de que no van a conseguir un empleo luego de perder el que tenían. Y conforme a esto, se critica a los medios de comunicación masivos por ser funcionales a las estrategias empresariales y a la falta de intervención estatal, mostrando a los protestantes como violentos. Vincent Lindon realiza una actuación excelente, uno bien podría pensar que lo que está viendo son reclamos reales. El film logra una cercanía tal que invita a luchar junto a estas personas por sus reclamos.
“ESPLENDICIMO” Cuando los chicos son el eje principal de un film esto suma muchos puntos. No faltan películas en las que los adultos moralistas aparecen detrás de los dibujos para decirles cómo deben comportarse. Por el contrario, Parque mágico es una película que explora en la imaginación de una niña y no deja expuesto un mensaje aleccionador. June es una niña que, con su gran imaginación, fue capaz de crear todo un parque de diversiones ficticio y, a su vez, de iluminar a los amigos del barrio con su hermosa personalidad. Cuando su madre le dice que está muy enferma y debe irse de la casa a ser tratada, la niña abandona su juego hasta que un día se da cuenta que realmente existe todo lo que alguna vez creó con su imaginación. Parque mágico sabe encontrar varios climas y explora la adrenalina propia de un parque de este tipo: por momentos, uno tiene la sensación de ser parte de esas montañas rusas. Pero también sabe trabajar el drama, mediante la tristeza de una niña preocupada por su madre. Sin embargo, es la comedia la que siempre salva al mundo. June encuentra a aquellos animales que imaginó y son más “esplendicimos” y graciosos de lo que pensaba. El pequeño puercoespín es quien se lleva todos los créditos, pero los demás no se quedan atrás. Ellos le recuerdan todo lo hermoso del mundo y, aun en crisis, atacados por unos monos zombies, no pierden el sentido del humor. Son la fuerza que le permite a June arreglarse y por ende reparar todos los problemas que han aparecido en el parque luego de empezar a estar triste. “Esplendicimo” es uno de los neologismos que crea June, porque espléndido le queda chico para hablar de todo lo que ha podido crear mediante su imaginación. Parque Mágico es una hermosa película que cuenta con la ternura necesaria para entender que una niña puede caer en crisis, superarla y aprender a convivir con los dolores. El film aporta una muy bella lectura de la infancia y la imaginación. Es una apuesta para que los chicos se conecten con sus gustos, con sus padres acompañando.