Nathalie (Isabelle Huppert) es una profesora de filosofía en París que está atravesando una mala temporada: tiene que cuidar a una madre enferma y depresiva (Édith Scob), sus hijos abandonan el nido, la editorial para la que trabajaba comienza una etapa de modernización, sin requerir ya de su material y su esposo (Gerard Depardieu) se ve obligado a confesarle que mantiene una relación paralela.
Paz Encina reconstruye la historia del médico Agustín Goiburú, oponente a la dictadura de Alfredo Stroessner y desaparecido en 1976, en Paraná, provincia de Entre Ríos, donde se encontraba exiliado, junto a su familia. Desde un lugar no tradicional, el documental avanza a través de una sobresaliente fotografía que se hunde en la naturaleza para reconstruir la figura del hombre, apoyada por voces que se pisan y lenguas que se fusionan.
Nacida en 1988, admito que La bella y la bestia, versión 1991, caló hondo en mi infancia. No sólo la animación a cargo de Gary Trousdale y Kirk Wise, vista una y otra vez, sino todo lo que la acompañaba: desde los libros, las muñecas, los juguetes de la cajita feliz de Mc Donalds hasta el álbum de figuritas de Cromy -¿lo recuerdan?. Por tanto el prejuicio con el que cargaba al enfrentarme con la versión de Condon, me obligaba a tener la vara alta. La historia ya es conocida: a causa de un hechizo, un príncipe es convertido en Bestia (Dan Stevens), con la amenaza de quedarse para siempre en ese estado si no logra aprender a amar antes de que el último pétalo de una rosa caiga. Ya en la cuenta regresiva, Bella (Emma Watson), llega hasta el castillo convirtiéndose en su prisionera. Primero la relación entre ambos resulta áspera sobre todo porque, claro, una bestia no tiene los mejores modos para interactuar con el resto, pero paulatinamente eso va cediendo mientras ambos comienzan a dar a conocer su esencia hasta terminar en un típico -ALERTA SPOILER- y vivieron juntos para siempre.
Caroline (Marie-Josée Croze), es una arquitecta parisina, que llega a Vilna, Lituania, por trabajo. Su plan es ir y volver de manera fugaz, pero eso se complica cuando la reunión -en la cual propone remodelar el aeropuerto de la ciudad a fin de cambiar el modo de interacción entre los pasajeros- se alarga obligándola a pasar esa noche en el hotel. Allí conoce a Jaakko (Mikko Nousiainen) , un famoso Dj finlandés que insiste en tomar algo con ella.
El día de su cumpleaños, Axel (Santiago Segura), vestido con un traje en tonos pasteles, cuelga las guirnaldas, prepara los platos y la mesa para recibir a sus invitados, pero con el correr de las horas, nadie llega. En soledad, come la torta y luego le lleva una porción a su padre internado en un geriátrico, aprovechando la visita para reclamarle al enfermero su ausencia en el festejo.
Michèle Leblanc (Isabelle Huppert) es una empresaria que triunfa en el mundo laboral. Se podría decir que es exitosa, pero quizás ese no sea el término adecuado para referirse a esta mujer cuyo padre fue en el pasado un asesino serial -convirtiéndola a ella en cómplice y a su familia en blanco de todos los noticieros- y que ahora, ya madura, es víctima de una violación por un hombre enmascarado.
Una noche, después que termine la guardia de Jenny (Adèle Haenel), alguien toca el timbre del consultorio. Su ayudante pretende abrir, pero ella se lo impide. Explica que ya no están de turno hace una hora y el joven, ante la impotencia que le genera la situación, toma su bicicleta y se va ofendido. Al día siguiente, llegan hasta ella dos detectives pidiéndole las grabaciones de la cámara de seguridad que tiene en la puerta del domicilio. Una mujer fue asesinada a pocos metros de allí y nadie sabe el motivo ni su identidad.
Emad (Shahab Hosseini) y Rana (Taraneh Alidoosti) son una joven pareja en busca de hogar, luego de que el edificio donde vivían entre en peligro de derrumbe. Él es profesor de escuela, ella, ama de casa, y ambos actúan en una obra de teatro -una versión de Muerte de un viajante, de Arthur Miller. Un conocido de la obra les ofrece un lugar para alquilar y ellos, urgidos por no tener techo, se mudan allí, aunque las pertenencias de su antigua inquilina aún no fueron sacadas. Los dolores de cabeza comienzan cuando comienzan a insistirle a la mujer y al dueño para que se lleven los bártulos puesto que necesitan ese espacio para sus cosas, pero ni uno ni otro hacen caso, y los objetos perduran en la casa. Una noche, mientras Rana espera a su marido, un extraño se mete en el departamento y abusa sexualmente de ella. Cuando Emad llega a su domicilio, observa manchas rojas en la escalera y un charco de sangre en el baño. Su esposa no está en el domicilio, fue llevada al hospital por sus vecinos.
Cada segunda parte tiene por delante el desafío de llevarnos a la sala sabiendo lo que uno va a ver, o al menos, sabiendo que no lo va a sorprender como la primera. Y así se llega a Trainspotting 2 -la historia basada en Porno, de Irvine Welsh- con el deseo de que al menos la trama no reste. Para sorpresa de varios, entre los que me incluyo, la secuela de Danny Boyle, ambientada en Edimburgo, veinte años después, no solo es digna de ser vista sino que toma los recursos de la anterior y los renueva manteniendo su coherencia. #1 RENTON, SICK BOY, BEGBIE y SPUD ADVERTENCIA: Si no viste Trainspotting, te recomendamos que dejes la nota acá y vayas a verla. Si lo hiciste, ya sabés que Renton (Ewan McGregor) estafó a sus amigos y se dio a la fuga con 16.000 libras. Ahora que el tiempo pasó, y luego de algunas complicaciones, el hombre vuelve a su tierra actualizando el rencor de sus antiguos amigos, especialmente por el hecho de que ellos no lograron salir: Spud (Ewen Bremner) está perdido en la heroína, Begbie (Robert Carlyle) está en prisión pensando cómo vengarse de Renton y Simon / Sick Boy (Jonny Lee Miller), es un cocainómano que regentea un bar familiar y a su novia Veronika (Anjela Nedyalkova).
Leandro (Alvaro Massafra) es un adolescente con problemas. Proveniente de una clase media, el chico de quince años, descuida sus estudios y comienza a inmiscuirse en un círculo peligroso. Rodeado de malas influencias como la de Ovalle (Roly Serrano), el joven escucha las historias de ese hombre quien, tomando vino Toro de un tetrabrik, le cuenta cómo fue que uno de los que trabajaban para él terminó muerto por soplón. Mientras tanto Leandro acata las órdenes que él le da, incluso aunque pongan en riesgo su vida. Algunos de los amigos de su edad tampoco parecen poder salir de ese entorno, por el contrario, Chachota (Luciano Ochoa) es otro de los jóvenes que se exponen sin saberlo, teniendo ambos a la policía tras sus pasos. Pero claro, Leandro es rubio y de tez blanca, por tanto todo resulta un poco más sencillo para él.