Rápido y Furioso 6: Keeps On Rolling Doce años después y una franquicia de 6 (próximamente 7, 8? y 9?) películas nos sigue manteniendo interesados en cuán rápido pueden ir los autos. Gracias al director-productor Justin Lin, quién aparto la serie de las carreras ilegales, Rápido y Furioso ha podido explotar los otros potenciales de sus personajes y sus autos, que las primeras películas no tenían. Leer Rápido y Furioso: una historia callejera Luego de Fast Five, los protagonistas tienen una vida de bajo perfil, que les permite disfrutar del dinero robado en Brasil. Un mercenario británico de nombre Shaw (Luke Evans, a quien pronto lo podremos ver en The Hobbit), que parece ser amigo de Batman (¿acaso vi otra versión del tumbler?), amenaza la seguridad nacional y para el agente Luke Hobbs (Dwayne ‘The Rock’ Johnson) y su equipo, les resulta imposible seguirle el ritmo y el rastro. Entonces, ¿qué mejor que llamar a los más eficientes y rápidos? Pero, ¿cómo Hobbs se va a asegurar de que Dominic Toretto (Vin Diesel) y su equipo acepten el trabajo? La cuestión es que el código y la debilidad del team es la familia (“You don’t turn your back on family, even when they do”) y simplemente no pueden decir que no cuando se enteran que Letty (Michelle Rodríguez) está viva (esto se supo al final de Fast Five) y trabajando para Shaw. El plus para todos es que de atrapar al villano, obtienen el perdón que les permitirá regresar a casa. “Ahora trabajamos para The Hulk?” pregunta. HA! No, trabajan para The Rock. Para ver estas películas uno sabe que puede poner su cerebro en off y solo dejarse llevar. Es tedioso comparar pero esta entrega está por debajo de Fast Five, película que lo tuvo todo: cerebro, corazón y mucha velocidad y acción. Las primeras dos cualidades (¿?) están algo ausentes, sobre todo la primera cuando la película pone a prueba las leyes de la física: los autos pueden evitar que un avión despegue, ¿en serio? Round 6 para Rápido y Furioso: nuevos autos y más acción Ver Rápido y Furioso 6 vale la pena, porque con Justin Lin al mando, el mundo de la acción y las carreras parece nunca acabarse, inclusive en calles tan ceñidas como las de Londres. Su ritmo para mostrar la velocidad es envidiable, y la coordinación que genera en las grandes escenas, que incluyen camiones militares, tanques y aviones, peleas puño a puño, nunca dejan de sorprender al público, quienes responden con muchos ohhh o wow! Pero por si acaso toda la masa muscular de Diesel y The Rock, con sus autos, no son suficiente, siempre se tiene una línea lista y casi improvisada para sacarte alguna carcajada con los personajes de Roman Pearce (Tyrese Gibson), piensa que están tras los pasos de sus “evil twins” y Tej Parker (Chris ‘Ludacris’ Bridges), quien tiene agendado a Hobbs como “The Samoan Thor”. Ellos son dueños de las mejores líneas en toda la película. Mientras Paul Walker y Jordana Brewster son dejados al margen de la historia, Diesel y Rodríguez retoman esa rara atracción física que tenían varias películas atrás, y se convierten en de cierta forma en lo más relevante del film, por lo que si no se es muy devoto a toda la historia de la franquicia, puede llegar a aburrir. Review de Fast Five: Acción sin control Es inevitable decir que existe una mitología que solo le pertenece a RyF, e inclusive un mantra: “Ride or Die”. Esta sexta entrega mantiene el ritmo y la calidad de lo que ya hemos visto, justo como decía la canción de Limp Bizkit en la primera película: Keep rollin’, rollin’, rollin’… Con sus defectos de guión y todo, no podemos negar que como rara excepción, las películas mejoran con cada entrega, mientras Justin Lin sigue empujando el límite de lo que significa la mejor acción, más lejos que ningún director. Y en el caso de que el todo no sea suficiente, tenemos esa escena final en la que otro de nuestros pelados favoritos aparece con una gran frase y boom! Solo te deja queriendo más.
Un honesto y gran Gatsby según Baz Luhrmann ¿Podemos decir que toda obra maestra es perfecta? Por supuesto que no. El arte es la forma más subjetiva que el humano tiene para expresarse, y encontrar la forma de hacer la diferencia, es la razón por la cual el mundo nos recordará. La novela de F. Scott Fitzgerald, The Great Gatsby, marcó la diferencia entre la literatura norteamericana, pero no fue hasta 30 años después de su publicación que pudieron apreciar la grandeza de la obra, para luego llamarla “La Gran Novela Americana”. Y quizás fue por esta grandeza que nunca, nadie pudo adaptar la obra como se debiese para el cine. Hasta que el director, Baz Luhrmann, se animó a realizar su adaptación, lo cual era lógico, dado sus antecedentes (Romeo + Julieta, Moulin Rouge) para enmarcar por el arte y la música, grandes historias románticas. Pero Baz tenía que hacer la diferencia también, y esta es la razón de porqué habrá un 50% de espectadores que amen su obra y otro 50%, quien probablemente haya leído la obra y tenga una mente más cerrada que el resto, y encuentre The Great Gatsby una falta de respeto a la obra literaria. Habiendo leído la novela y luego de ver The Great Gatsby, pienso que el trabajo de Baz no será valorado hasta dentro de unos años, cuando la mente colectiva sea un poco más abierta a lo diferente. A quienes les guste The Great Gatsby, probablemente se encuentren hipnotizados con la forma que tiene Baz de jugar con la música, los movimientos de cámaras y los trucos más sofisticados que hoy en día permiten las nuevas tecnologías. La película se mueve con pasos de jazz en plena época de su auge, mientras suenan grandes piezas del rap, hip-hop y música electrónica. ¡What a freak! La única manera de entender esta simbiosis sin sentido es observar meticulosamente la escena en la que Nick Carraway (Tobey Maguire) conoce parte del mundo misterioso de Gatsby y sus tan famosas fiestas, mientras ‘Bang Bang’ de Will.I.Am (uno de mis temas favoritos del OST) mueve cada objeto de la pantalla. “La novela de F. Scott Fitzgerald está aderezada con referencias de música contemporánea específica para la historia que se desarrolla en 1922. Si bien la conocemos como Fitzgerald la califica, La Era del Jazz, y este período está representado en la pantalla, nosotros –nuestra audiencia- está viviendo la ‘era del hip-hop’ y queremos que nuestros espectadores sientan el impacto de la música moderna actual, de la manera en que Fitzgerald lo hizo para los lectores de la novela en el momento de su publicación. Por eso, la primera persona en la que pensé a la hora de la música fue en Jay-Z” - Baz Luhrmann ‘Love is Blindness’, como dice Jack White (mi segunda canción favorita del OST) en una de las canciones del soundtrack del film, y es esa ceguera la que impulsa el mundo de Gatsby (Leonardo DiCaprio). Un amor ciego por Daisy Buchanan (Carey Mulligan), quien a pesar de haber amado a Jay Gatsby hace mucho tiempo, no pudo esperar a que volviera de la guerra y se caso con Tom Buchanan (Joel Edgerton), un hombre muy rico y poderoso. Nick Carraway, primo de Daisy, se convierte en vecino del misterioso Gatsby, quien encuentra una oportunidad mediante Nick, de poder volver a ver a Daisy y contarle de los sueños que tiene para ambos. Aunque parezca la clásica historia de amor de un hombre que hará todo lo posible para volver con el amor de su vida, The Great Gatsby está sustentada por una historia muy fuerte de amistad y lealtad, entre Gatsby y Nick Carraway, quien es el observador y narrador de la historia, y quien, tanto al final del libro como de la película, ejecuta observaciones sentenciadoras hacia los personajes, incrementando la ambivalencia y la nostalgia de la historia. A pesar de cuanto me desagrada Tobey Maguire, de toda su carrera, su papel es mi favorito, pero Baz le da demasiada narración en la historia por lo que hacia la culminación de la película, termina hundiendo el suspenso en el eco de sus palabras, necesitando de una cuota del frenesí que la película poseía en sus comienzos, pero que nunca aparece. A esa altura, el director debió ser menos leal al libro para no aburrir al espectador. Leo DiCaprio es realmente Gatsby, en el mundo cinematográfico y en el nuestro; probablemente es porque se siente muy a gusto con el papel, rodeado del glamour y encanto, sonriendo como si el mundo realmente le perteneciera, con la promesa en sus ojos de que jamás habrá otro hombre tan bondadoso y fiel como él. La elección de Carey Mulligan para representar la belleza de Daisy Buchanan, es discutible, pero su falta de carisma para acompañar a DiCaprio en pantalla no lo es, aunque se las arregla muy bien para verse conflictuada entre el amor de Gatsby y su esposo. El anacronismo y la fastuosidad de Baz Luhrmann no hacen más que mostrar cuán palpable es su conexión con la obra y el respeto que le tiene a Fitzgerald, sin importar cuán frenéticas, confusas y distractoras resulten sus técnicas. A su manera, el director es muy leal al espíritu de los años 20 de New York y de la obra, haciendo de The Great Gatsby, una película sumamente opulenta, llena de vida y muy vibrante, a pesar de sus momentos lúgubres, ante los cuales, el guión sucumbe.
Iron Man 3: The Stark Knight Rises Lograr que la tercera película de una trilogía supere las expectativas no es para nada fácil, sobre todo cuando Iron Man 2 no fue tan buena como la primera, para luego tener un episodio especial en The Avengers , donde Joss Whedon llevó las películas de superhéroes a un nivel muy superior. La tercera siempre es un estigma que le da un gusto amargo a los finales (no estoy diciendo que este sea el final de Iron Man, porque lo desconozco), como por ejemplo Spiderman, la saga de Batman en los noventa y, acá viene el vómito de sinceridad, la ultima de Batman de Christopher Nolan que, mientras más se la ve, mayor es la decepción. IM3 puede ser la excepción a esa suerte que corre en las venas de las películas de superhéroes. Shane Black, creador de las gloriosas películas de Arma Mortal, El Ultimo Boy Scout y El Largo Beso del Adiós, hasta ahora solo había dirigido una joyita del policial negro como lo fue “Kiss Kiss, Bang Bang”, película algo desconocida sino se es seguidor de la carrera de Robert Downey Jr., pero que en definitiva fue el film que ayudo a resurgir al actor luego de sus adicciones (se dice que Jr y Black compartían sustancias por ese entonces y puede que Robert tenga mucho que ver en que Marvel haya confiado en un don nadie para semejante proyecto). Black no es ningún amateur en cuanto a escenas de acción y eso queda bien plasmado en esta tercera entrega de Iron Man, en donde Tony Stark se ve afectado por “el episodio de New York”, lo que le causa ataques de ansiedad y no lo deja dormir. A sus distracciones, hobbies y problemas amorosos con Pepper Potts (Gwyneth Paltrow), se le suma la preocupación que le genera la aparición del terrorista The Mandarin (Ben Kinsley), que le declara la guerra a Estados Unidos. Ni a Iron Man, ni a ningún otro superhéroe se le deja participar de esta lucha porque para eso está Iron Patriot (Don Cheadle): “This isn’t superhero business. It’s American business”; pero la lucha se convierte personal para Stark cuando su mejor amigo, Happy (Jon Favreau), resulta lastimado por una bomba adjudicada a este terrorista. Esta guerra personal deja casi sin nada a Tony, convirtiéndolo en una amenaza para sus seres queridos, por lo que, sin otro remedio, se exilia en busca de respuestas y una solución a su lucha interna entre sus miedos, el deber como persona y su deber como héroe. Mientras, algo se cocina en su ausencia, con la aparición de dos viejos conocidos, Aldrich Killian (Guy Pearce) y Maya Hansen (Rebecca Hall), quienes tienen una conexión con el antiguo Tony y sus errores, quienes definieron el carácter de estos nuevos personajes. Iron Man 3 es una historia que le pertenece más a Tony Stark que a Iron Man, con una denotación introspectiva del personaje que puede llegar a marcar el rumbo de lo que se viene para la Fase 2 de Marvel. Los guionistas, Black y Drew Pierce, deciden realizar una película más física que las anteriores, tanto para Tony como para Pepper Potts, pero sin descuidar la interactividad que el protagonista tiene con sus creaciones, siendo uno de los atractivos de la película. Entre ellos, también está el despliegue que hay en cada escena de acción, desde la primera hasta la última, aunque a veces Black tome por ingenuo al espectador, y quiera tapar sus falencias con gags y otras artimañas. Las vueltas de tuerca en la historia a veces funcionan. Un claro ejemplo es la puesta en escena de The Mandarin, lo que implica un riesgo, porque no estoy segura de que a los fans del cómic les guste la idea (el personaje es el GRAN enemigo de Iron Man y en el film se le resta valor), pero en el cine es válida, sobre todo teniendo en cuenta la memorable personificación de Kinsley. En los diálogos, como en lo visual, hay mucho Bang Bang; obviamente no se puede desperdiciar la personificación que le da Robert Downey Jr a Iron Man (en el cómic, quien tiene una personalidad afilada es Hawkeye). Stark, ni en su peor momento puede dejar de ser el insensible “genio, billonario, playboy, filántropo”, que siempre tiene un manojo de respuestas automáticas, irónicas e hirientes al alcance de su boca y que, por supuesto, son un deleite para el espectador. Es cuestionable desde el guión, como se opacan algunos personajes en el transcurso, y la razón por la que se mueven los villanos, pero sin ahondar mucho, funciona bastante bien y es suficiente para decir que Shane Black aprobó la prueba más difícil y no tiene nada que envidiarle a The Avengers o The Dark Knight Rises.
Life Of Pi: Una Aventura Extraordinaria, entre Dios y la razón “Me dijeron que tenías algo para contar que me haría creer de nuevo en Dios” un escritor frustrado (Rafe Spall) le dice a Pi Patel (Irrfan Khan), quien se remonta a su niñez y adolescencia para situar al escritor en el tipo de persona que era en ese entonces. Pi era un niño que creía en el hinduismo, el islamismo y el cristianismo. De todos los dioses que adoraba, Dios era el que menos entendía y el que más curiosidad le daba. El padre de Pi como consejo le dijo que para encontrar su rumbo, debía elegir una dirección, una religión, pero que además, se debía guiar por la razón; después de todo, ella era quien le dio una explicación y un sentido a este mundo. Siendo adolescente, la fe de Pi (Suraj Sharma) es puesta a prueba cuando el barco en el que viajaba hacia Canadá junto a toda su familia y los animales del zoológico de su padre, se hunde. Pi termina naufragando en el océano junto a un tigre de Bengala llamado Richard Parker. Esta Aventura Extraordinaria relatada por Ang Lee nos hace zigzaguear entre la religión, el espiritualismo y el instinto de supervivencia que nos da la razón. Pi es vegetariano, pero en el relato de su aventura le dice al escritor “el hambre puede cambiar todo lo que pensaste que conocía de vos mismo”; así también como tener que sobrevivir a esta aventura. Ang Lee no desarrolla mucho en cómo cambió a Pi lo que tuvo que vivir, y aunque siempre tiene en control el relato de la historia, Life of Pi: Una Aventura Extraordinaria es más fuerte como una experiencia visual que como una experiencia emocional. La aventura de Pi realmente emociona en su soledad y en el ahondamiento de la naturaleza del hombre y el animal. Más allá de la historia del naufragio, la aventura de Pi está planteada para poner en duda el obrar de Dios, su mandato y el razonamiento del hombre ante una catástrofe. Es en su final donde Lee le deja este cuestionamiento al espectador y demuestra que la película no es solo un producto visual. La palabra, usada lo justo y necesario para reforzar el relato, es clave y fuerte en el sentido en que busca explicar o desafiar la desventura de Pi. Entonces hacia la culminación de la aventura, el público también se encontrara en disyuntiva entre la fe, la obra de Dios y la razón. ¿Es real?, ¿lo imaginamos?. Depende de la elección de cada uno. El océano cual lienzo o espejo del cielo es una de las imágenes que más calan en el ojo de quien sabe apreciar el buen cine y la fotografía. La ya experta e infalible visión de Claudio Miranda (El Extraño Caso de Benjamin Button), el director de fotografía, hacen de la aventura de Pi algo realmente extraordinario y nunca antes visto. Cada cuadro, cada segundo de película está creado para admirarlo y anhelarlo. Como si la fotografía no fuera suficiente, la cámara de Ang Lee, el uso del 3D y las creaciones de CGI pueden generar la envidia de cualquier director, como Martin Scorsese (Hugo) y James Cameron (Avatar). El tigre Richard Parker es una exquisita criatura que juega con el ojo humano para que cuestione entre lo real y lo creado digitalmente; al igual que los desolados paisajes de Lee, que tienen como protagonistas al mar por sobre todas las cosas, a Pi, el bote y al felino. Life of Pi: Una Aventura Extraordinaria es de esas películas únicas que valen la pena ver bajo el efecto del 3D, porque realmente son aprovechados como ninguna otra. Además, son interesantes los planteamientos religiosos y racionales de la historia, la forma de filmar la exuberancia del relato que hicieron que varios directores (Alfonso Cuarón, M. Night Shyamalan, Jean-Pierre Jeunet) rechazaran el proyecto y que en manos de Ang Lee parece algo tan fácil y sencillo de proyectar. Hacia el final, la frase “Me dijeron que tenías algo para contar que me haría creer de nuevo en Dios” reaparece como un pensamiento. Ang Lee nos pone en la perspectiva del escritor y podemos creer de nuevo en Dios, o no; pero también gracias Life of Pi: Una Aventura Extraordinaria, podemos creer de nuevo en lo que el buen cine implica.
Vivir para contarlo Siendo Lo Imposible la segunda película del director español Juan Antonio Bayona, es más fácil comprobar en este film la calidad del director para dirigir a los actores y sobre todo los más pequeños, algo que ya se había visto en su primer película, El Orfanato. Bayona decidió centrarse en la relación de padre e hijos antes que en la catástrofe en sí, lo cual es el gran punto a favor que tiene la historia al romper con los clichés del género catástrofe. La relación entre Tom Holland y Naomi Watts es la más lograda y la que sirve como principal hilo conductor de la tragedia, que no busca la lagrima o la impresión fácil. Quizás el momento más fuerte de la película es el que todos conocemos; cuando el agua golpea el paraíso sin previo aviso. Bayona, quien a pesar del bajo presupuesto de la película logra excelentes efectos sin la necesidad de envidiarle a ningún blockbuster, ubica al espectador en el tsunami de tal manera que uno siente que se está ahogando con tan solo escuchar los efectos del agua. “Lo Imposible” hace referencia a que, de no ser que la historia de esta familia sea un hecho verídico, con todos sus encuentros y desencuentros, sería algo difícil de creer, y por esto Bayona es reiterativo en recordar que está todo basado en hechos reales. La historia decae en camino hacia su culminación. La música exagera toda emoción y todo silencio. (Alerta de Spoiler) El final, que ya estaba super explicito gracias al pésimo tráiler de promoción que contaba por demás, empeora cuando la familia “se salva” porque no son pobres y pueden irse del lugar para tener un mejor trato profesional. Hubiese sido mejor que Bayona contara hasta la parte en que la familia se reencuentra y nada más. El resto sobra; pero en definitiva Lo Imposible es una historia que vale la pena mirar.
El Hobbit, un largo viaje inesperado Para ser honestos, El Hobbit de todos los libros de J.R.R. Tolkien, es uno de los más lentos hasta que se desenvuelve la acción. La meta de las primeras hojas es introducir al lector en el mundo de los cómodos hobbits y de ahí, partir hacia el resto de la Tierra Media. Antes de ver la película, tenía dudas. No de la forma de relatar y dirigir de Peter Jackson, sino el porqué de tres películas para contar toda la historia de El Hobbit. La razón básica es que Jackson se quedó con muchas ganas de contar todo lo que pasaba en la trilogía de El Señor de los Anillos previamente a su historia y no la pudo desarrollar en las respectivas películas. Esto juega en contra y a favor a la vez. Demasiado detalle sobre las historias que no se vieron, pueden aburrir al un espectador promedio que verá solo la película para entretenerse. Por el otro lado, quien leyó la/las historias, quien disfrutó la trilogía y quien es ferviente seguidor del cine de Jackson, no podrá hacer otra cosa que poner en un pedestal la película. Como de costumbre, el director sabe lograr excelentes prólogos que solo existen para explicar la trama futura al espectador -no así al lector- y alentar a quien leyó los libros de querer ver más. Más porque en el prologo, a través de la escritura y relato de Bilbo Baggins (Iam Holm), se cuenta la historia de Smaug (aunque no se vea), un dragón que codicia el oro y que despojó a todo los enanos de su reino Erebor, o mejor conocido como La Montaña Solitaria, mientras se describe el carácter de esta raza. Con este puntapié y luego de desarrollar lo que significa ser un hobbit y quién es antes y después de esta aventura Bilbo (Martin Freeman), se introduce al mago gris, Gandalf (Sir Ian McKellen) y a 13 enanos que invaden la casa del hobbit para comer, comer, comer y cantar. Una vez que los caracteres están establecidos y se conoce que moviliza a cada uno, la historia avanza con la valentía de Bilbo, el gran protagonista de esta historia quién no sabe muy bien porqué emprende el viaje. Toneladas de trols y orcos de todas las clases y tamaños aparecen en el camino y criaturas sumamente entrañables para los fehacientes lectores. Peter Jackson no le da descanso a esta nueva comunidad de los 13 enanos, el hobbit y el mago, así como tampoco le da respiro al espectador. Sin importar porqué estés en la sala de cine, maravillarse con los nuevos efectos de WETA, la compañía de efectos visuales del director. La puesta en escena de El Hobbit, un Viaje Inesperado es mucho mayor a la de la trilogía; tan así que los fanáticos desearan quizás poder ver su adaptación cinematográfica posteriormente a El Hobbit. Describir los efectos no tiene mucho sentido. Mejor es verlo por uno mismo. El 3D funciona muy bien y creo que es la primera vez que se ve una película sin que el efecto influya en la iluminación del trabajo final, a pesar de tener muchas escenas en ambientes oscuros. Martin Freeman como Bilbo no tiene tanta fuerza actoral como Iam Holm o como Elijah Wood en el papel de Frodo, pero se desenvuelve mejor cuando al fin se topa con Gollum y sus acertijos. Andy Serkis, en el papel de esta esquizofrénica criatura, nunca se vio mejor. Algunos nos seguimos preguntando, por qué no un Oscar? La voz, la boca, los ojos y el movimiento son sinónimos de la perfección tecnológica del CGI (Computer-generated imagery). En cuanto a la música, Howard Shore lo hace otra vez. Es infalible cuando se trata de acompañar el ritmo de la cámara de Jackson, pero – y acá me pongo en el papel de fan- el uso de melodías que suenan a personajes en El Señor de los Anillos no termina por convencer. Howar Shore en las anteriores películas había creado música para cada uno de los reinos, razas y personajes y El Hobbit se mezcla de todo un poco para que suene más familiar, pero se pierde la esencia de lo que fue la música para la trilogía Con un montón de sorpresas para quienes vieron y leyeron la Trilogía de El Señor de los Anillos, Peter Jackson le da un buen ritmo a medida que avanza la película, pero quizás cae en su vicio de adorar tanto la escritura de Tolkien y querer hacer necesarias muchas historias extras dentro de la Tierra Media presentes en LOTR, poemas, apéndices y hasta en El Silmarillion. El hecho de que la película guste o no, no se va a definir por cómo filma, sino por su relato. A veces da la impresión que, más allá del prólogo, no hay mucho que está dedicado al espectador promedio.El Hobbit es el sueño hecho realidad de todo lector que imaginó la aventura de Bilbo y los 13 enanos. Peter Jackson se dejó llevar demasiado por su “yo fanático”, su “yo detallista” y eso pesa en las casi tres horas que dura la película. Si hemos de guiarnos por lo que significó La Comunidad del Anillo y sabiendo lo que se espera, El Hobbit, un Viaje Inesperado es solo una pequeña porción de aventuras que continuara en The Hobbit, The Desolation of Smaug (2013 y The Hobbit, There and Back Again (2014).
Sie7e Psicópatas, una historia cómica de violencia En el extraño mercado de Hollywood, muchas veces grandes maestros del cine pasan desapercibidos para el público medio. Este es el caso del guionista irlandés Martin McDonagh, director de la excelente “Escondidos en Brujas”, su primera película como director, en donde dos sicarios se encuentran de vacaciones en Bélgica, y ambos han sido contratados para matarse. Un director para tener en cuenta de ahora en adelante. McDonagh en su comedia trastornada, Sie7e Psicópatas, se arriesga satirizar las convenciones del cine, la misoginia y la violencia con filosos diálogos, observaciones inteligentes y personajes memorables. Sin plagiar a Tarantino, Scorsese, los hermanos Coen o al mismo Guy Richie en sus mejores épocas, McDonagh vanagloria a la comedia negra y el cine noir, haciendo una poderosa declaración por la violencia y la clase de cine que admira. Colin Farrell interpreta a Marty, un guionista irlandés, alcohólico, en plena crisis, que debe escribir el guión de su película y todo lo que ha conseguido es el título: Siete Psicópatas. Su mejor amigo Billy (Sam Rockwell) trata de ayudar, con las formas más extremas y bizarras, a que las ideas de Marty fluyan para obtener los psicópatas que necesita su historia. Billy, además de ser un actor con mal carácter se dedica a robar perros y cobrar las recompensas junto a su amigo Hans (Christopher Walken). La mala suerte les llega a los tres personajes cuando secuestran a Bonnie, el Shih Tzu del mafioso Charlie Costello (Woody Harrelson), quien ama al perro más que cualquier otra cosa en su vida. Mientras la violencia y los chorros de sangre fluyen, Marty, el único inocente de la historia, va encontrando de a poco sus siete psicópatas y escribiendo el cine dentro del cine, hasta un punto en que es difícil diferenciar los personajes de la película que vemos, con la historia que el personaje de Farrell escribe. McDonagh de forma muy elocuente omite marcar la diferencia, pero todo es parte del juego que entretiene y divierte al espectador. El guión de la película se burla todo el tiempo de sí misma y del género. Desde su brillante epílogo con Michael Pitt y Michael Stuhlbarg (compañeros en Boardwalk Empire), hasta la elegante mención de Walken sobre el guión que, según su visión, no dibuja cómo corresponde a los personajes femeninos. Pero esta falencia, su director, la equilibra con el desfile de excelentes actores que interpretan a personajes muy elaborados psíquicamente, que terminan siendo queridos por su humanidad, aunque sus actos carezcan de coherencia y estabilidad alguna. Walken nunca ha sido más divertido y excéntrico, en una entrega consistentemente cómica, que observandolo desde otro punto de vista se asemeja a otra versión del Sombrerero Loco. Farrell es el hombre recto perfecto y pocas veces ha disfrutado tanto de su papel. Harrelson y Rockwell están muy por encima de todos, de una manera que funciona muy bien para toda la trama. En esta comedia oscura hay lugar para un sinfín de cameos importantes: Harry Dean Stanton. Olga Kurylenko, Abbie Cornish, Kevin Corrigan, Gabourey Sidibe (Preciosa), Zeljko Ivanek; el más significativo y delirantes de todos, es el de Tom Waits como uno de los Siete Psicópatas, que cuenta su historia, totalmente salida del compás, y al mejor estilo de Dexter, cargando y acariciando todo el tiempo a un conejo blanco. Sie7e Psicópatas se adentra en la lucha del escritor entre el deseo de crear algo significativo y espiritual, indagando en los más oscuros impulsos, de forma bastante ingeniosa. Como espectador, Michael McDonagh nos hará preguntar de si hay algo de su propia experiencia al escribir su guión. Nunca lo sabremos y tampoco importa, porque Sie7e Psicópatas es uno de esos pocos films violentos que vale la pena recordar.
Frankenweenie, el regreso desde el más allá de Tim Burton Una vez conté que Tim Burton, siendo un desentendido por su talento, recibió un portazo de Disney luego de mostrar el corto Frankenweenie en 1984, que acompañaría el lanzamiento de Pinocho. Burton y sus extrañas creaciones quedarían a la deriva hasta que alguien más pudiera comprenderlas y estuviese listo para su oscuro universo. Warner le dio esa oportunidad y el mundo entero se rindió a los pies del director y de cada personaje que nos regaló. Las vueltas de la vida hicieron que inevitablemente Disney contratara a Tim Burton para que adaptara Alicia en el País de las Maravillas y que quisieran producir la adaptación de Frankenweenie, el corto que los llevó a despedir al director. En cuanto a su trabajo en Alicia, el director fue criticado por no ser completamente original a su estilo. Quizás Disney no se animó a darle riendas sueltas por completo y mostrar el otro lado, no tan pintoresco, que poseen los libros de Lewis Carrol. En cuanto a Frankenweenie, Disney parece haber aprendido su lección. Frankenweenie, es una película animada completamente con stop-motion, que relata las aventuras de Victor Frankenstein y su fiel amigo Sparky, quien es atropellado por un auto. Victor, en un acto de desesperación, resucita a su perro tras una noche de tormento; pero no podrá tener el secreto guardado por mucho tiempo y es entonces cuando los problemas comenzarán. La última realización de Burton es sinónimo de todas aquellas cosas que le obsesionan: sus personajes, los regresos de la muerte, las películas de terror y dejar mal parado a los padres de familia. A veces da la impresión que el director se autohomenajea con escenas cómo la primera secuencia del film: un corto de Sparky hecho por Victor en stop-motion. En otras tantas, Burton decide incluir (otra vez) pequeñas escenas en referencia a hitos del cine de terror y algunas películas de su autoría, que han sido muy significante para su carrera: Frankenstein, La Novia de Frankenstein, Van Helsing, El Jinete Sin Cabeza, El Hombre Invisible, Batman, su corto Vincent, Drácula, La Momia. Gremlins y hasta Godzilla. Algunas teorías eran ciertas. Burton debe dejar de adaptar historias y dedicarse a crear propias. Es de la única manera en que puede ser fiel por completo a sus estilos a la hora de dirigir una película. Cómo un cineasta dijo: Burton es como Spielberg. Es mejor que se dediquen a filmar películas infantiles. Para adultos está Affleck. Tim Burton plasma su esencia desde muchos puntos de vista y la hace funcionar como un todo. Siendo una película para chicos no tan chicos, su trama es triste y melancólica, con varios nudos de garganta. No toma a los chicos por ingenuos y por eso que hablar de la muerte y el mal resulta muy natural en el film. Desde una lectura muy personal, su estilo en blanco y negro y sus enseñanzas, son un mensaje de Burton hacia los niños, que diría algo como “allá afuera no es todo un mundo de colores” y “cada uno puede hacer la diferencia”. Seguramente más que nosotros, Tim Burton ama sus personajes y los comprende mejor que nadie, pero también quiere que nosotros comprendamos su soledad, la opresión y su marginación, que en algunos casos (como en el caso del Profesor Rzykruski, o la relación Victor- Padre) no se alejan de la realidad. Frankenweenie no es una tipica película de Disney, tampoco es una de terror. Más bien funciona como un homenaje a las clásicas historias del cine, que le sirven a Tim Burton para librarse de las ataduras que comprimían su imaginación. Frankenweenie es un must see del director y una de las mejores películas del realizador desde El Cuerpo de la Novia, que hará volver a creer en el tan cuestionado cine de Tim Burton.
007 Skyfall, tan clásica como James Bond Esta película número 23 del icónico agente 007 es probablemente la mejor, no solo porque su protagonista está mejor que nunca sino porque como pocas veces ha pasado durante los 50 años que tiene el personaje en la pantalla grande, su director no había tenido tanta influencia en el trabajo final. Para sincerarnos, pocos eran los que confiaban en que el director del drama Belleza Americana podía estar a la altura, para lograr rescatar al agente de la MI6 luego de lo decepcionante que terminó siendo Quamtum of Solance. Skyfall (es el verdadero nombre de la película y no Operación Skyfall, que NADA tiene que ver con la trama) nos introduce a la nueva historia con una secuencia de acción bastante excéntrica en su concepción y tan bien planificada, que pone en duda si el resto de la película podrá superarla. Como respuesta a este enigma, la presentación de los títulos característica del personaje, esta vez, acompañada por el tema Skyfall interpretado por Adele, te deslumbra con su estética y acá, más allá de los gustos, no quedan dudas que es el mejor de todos. Desde el vamos, las expectativas creadas, son altas. Curiosamente, la historia es más simple de lo que ya estamos acostumbrados. James Bond (Daniel Craig) intenta recuperar un disco lleno de información de los agentes encubiertos que hay por el mundo. Luego de que Bond falle en su misión y sea dado por muerto, comienzan a atacar la MI6 y a sus agentes, dejando en claro que M (Judi Dench) es el blanco. Para Bond hubiese sido más fácil quedarse como muerto, pero ante la amenaza, aun destruido física y mentalmente, decide volver y buscar a quien se llevó el disco antes de que todo el asunto con M termine en una tragedia peor de lo que ya es. Ser realista es la moda y por eso, el guión de Neal Purvis, Robert Wade y John Logan, le dan a Skyfall un villano palpable, movido por causas creíbles, libre de una idea de venganza cuya justificación es no la mera diversión, la avaricia de poder o una oposición de pensamiento político y/o ideológico. Javier Bardem como Silva es brillante y demente tal cual como lo era la vieja escuela de villanos de Bond. Intercalando su personaje con varias capas de locura (y pelo) y con su intensidad por naturaleza, Bardem se sabe mover, de forma algo poética, entre el odio y el amor hacia su ex mentora, M. El agente 007 de Daniel Craig es tan duro y activo físicamente como en sus dos películas anteriores, que lo diferencian de las otras 20 películas, pero los guionistas lo hacen más irónico y gracioso, más reflexivo y sentimental que nunca, sin caer en el romanticismo débil de Casino Royale, que a algunos les supo molestar. Esta vez, Skyfall nos remonta al pasado de Bond y M, sirviendo como explicación a la frialdad de ambos protagonistas, logrando una historia mucho más cálida y personal. Simple y clásico, es la clave Cuando Silva burla todo protocolo y la seguridad de MI6, James Bond toma riendas en el asunto y opta por lo simple y clásico. Desde volver a conducir su querido Aston Martin, hasta usar armas más simples de lo común. La trama hace trotar a James Bond por Turquía, Shanghái, Macau, por una isla abandonada y por uno de los lugares más desafiantes hasta ahora en la historia de 007: el subte de Londres en hora pico. Así de sencillo, Sam Mendes prefiere optar siempre por ideas más tradicionales. El clasicismo termina por predominar en la película así como la pomposidad británica y su tradición nacionalista. En su país, James Bond tiene su misión más difícil. No hay nuevas tecnologías que permitan dejar de lado las viejas. Skyfall tiene guiños que se remontan a todo lo que conocemos y termina por ser una lavada de cara para la historia. Hay un quiebre en la trama y nuevos personajes que dejan atrás lo que se ha visto. Sirve como metáfora la introducción del nuevo agente Q (Ben Wishaw), quien hace un chiste a costa de las extravagantes tecnologías ya vistas, y el personaje de Mallory, interpretado por Albert Finney, que, y perdón por la redundancia de la palabra, parece ser un clásico ‘pain in the ass’. M, es la chica Bond en esta entrega y no hay belleza alguna que pueda opacar el trabajo de Judi Dench. Las acciones lúdicas de la película y aquella gran entrada de la soberana británica, Isabel II, durante los Juegos Olímpicos, hace difícil no ver a Dench como la Reina. Esta mención aparte sirve para remarcar que Skyfall no sería tan buena sin la planificación de las escenas de acción a cargo del cineasta chileno Alexander Witt, director de la segunda unidad de la película, por lo que no todos los laureles son para Mendes, que claro estaba, no tenía idea de cómo hacer una película de acción. Por otro lado, la fotografía de Roger Deakins permiten decir que, y perdón por la cursilería de la palabra, bella. Basta con ver la escena inolvidable, a oscuras que tiene lugar en un alto edificio de Shanghái, para que sepamos apreciar el trabajo que conllevan los directores de fotografía. Skyfall es el resultado de un gran trabajo ostentoso, sumamente pensado que no peca de ampulosidad. La frase de ‘menos es más’ le cabe como anillo al dedo. Sam Mendes y los guionistas le permiten a los fanáticos regodearse con cada cita clásica dicha, con cada símbolo, con cada personaje que hacen eco en los 50 años que cumple el personaje dentro de la pantalla grande, siendo Skyfall un regalo que hace honor a la mitología de Bond, James Bond, que muy pronto, will return…
The Dark Knight Rises: Sin lugar para los débiles ¿Qué es lo que convierte a un héroe en tal? Esto es algo que nos planteó Christopher Nolan al final de The Dark Knight. “You Either Die a Hero, or Live Long Enough To See Yourself Become the Villain”. En el caso de Batman, es algo más que rescatar a Ciudad Gótica del villano de turno. En su momento, Ser El Héroe, fue asumir la responsabilidad por los crímenes de Harvey Dent para que la esperanza que se construyó poco a poco entre Batman, Gordon y Dent no se desmoronara. Transcurren ocho años desde el final de aquella película hasta el comienzo de The Dark Knight Rises. Jim Gordon se ha ocupado de cumplir con lo que le prometió a Batman: darle caza e idolatrar a Dent. Pero la verdad pesa sobre Gordon, y Gótica, sostenida en la mentira que terminó siendo Dent y sus acciones consecuentes, comienza a desmoronarse desde el corazón de la ciudad. Un mercenario llamado Bane, aparece en escena con planes revolucionarios y anárquicos que tienen como fin destruir Gótica. Un Bruce Wayne, abatido y destruido por las consecuencias de sus últimos actos cómo ‘El Caballero de la Noche’ debe salir de su enclaustramiento para no perder por completo Wayne Enterprises. Al toparse con los actos de Bane y seguir el rastro de la sofisticada ladrona Selina Kyle, descubre que algo grande está pasando, y finalmente Batman tiene que salir de su cueva. Christopher Nolan reúne en The Dark Knight Rises el alma y la razón de ser de Batman Begins, y la energía y la oscuridad de The Dark Knight en este capítulo final del héroe de Ciudad Gótica. A Christian Bale, mejor que nunca (¿acaso quedan dudas qué su interpretación es la mejor?), le toca ser más Bruce Wayne que nunca dejando muy de lado el personaje de Batman, a quien el relato lo interpreta todo el tiempo cómo el símbolo qué es de justicia y esperanza, motivos por los cuales fue creado en la primera película. Nuestro héroe toca fondo y sabe que la situación no puede ser más grave de lo que es… “Why do we fall? So that we might better learn to pick ourselves up”. Bruce busca interiormente cuál es la mejor forma de levantarse para volver a ser el héroe que Ciudad Gótica necesita. Porque de eso se trata esta película, de encontrar la fuerza física y mental para levantarse, para sobreponerse , sin importar cuántas veces te hayas caído, y cuántas veces te hayan quebrado. En este capítulo, por sobre todas las cosas, Bruce como hombre y no como héroe, necesita de sus tres pilares morales, Jim Gordon, Alfred y Lucius Fox, quienes lo ayudaron a fundirse moralmente en las dos películas anteriores, y que nunca dejaron de creer en él. El alma y el sentimiento de toda la película están puestos en cada línea y cada escena en la que aparecen Morgan Freeman, Gary Oldman y Michael Caine. En especial este último, quien también carga el peso de una mentira y tiene que pagar un alto costo por ello. Gary Oldman como Jim Gordon y Joseph Gordon-Levitt como John Blake, son la voz de la razón y el orden cuando todo termina por desmoronarse y no hay nadie que rescate a Ciudad Gótica. Levitt, con la actuación más adulta de toda su carrera, interpreta a un policía idealista, a quien la vida le ha permitido ver más allá de lo tangible, transformándose en un personaje clave para que Gótica y Batman renazcan. TDKR ata cabos sueltos entre las pequeños capítulos contados anteriormente, permitiéndole a Christopher Nolan crear una historia extremadamente anarquista y peligrosa, que no deja de criticar a Estados Unidos como estado y sociedad. Esta película escasamente pretende ser una película sobre el héroe que todos conocemos. Su historia habla sobre el hombre detrás de la máscara, los defectos de una ciudad desentendida y sobre las acciones de los extremistas. TDKR es peligrosa porque Nolan juega con acciones terroristas, por así decirlo, que gracias a Dios, nunca fueron vistas en nuestro mundo, pero que tranquilamente podría generar ideas. Christopher y compañía, otra vez dan forma a las escenas de acción más espectaculares que se han visto desde sus anteriores películas, Inception y The Dark Knight, con el uso justo y apenas necesario de efectos especiales como le gusta a su director. Astutamente, el guión intercala grandes actos de acción con escenas emocionales, en donde ninguna de las partes tiene más peso que la otra. Y acá está la genialidad de Nolan, y los 4 años de trabajo que le llevó al director y su equipo para darle forma a esta película. No hay cuadro ni diálogo que se desperdicie. Las tramas y subtramas se apilan una tras otra, sin dar respiro, y según su ojo crítico, toda escena, todo personaje tiene algo importante para decir. Por eso, hasta el extra más insípido, estará interpretado por algún actor que quizás conozcamos. Y así como todas las escenas poseen el mismo peso emocional y sustancial, cada personaje es trascendental para la historia en su correcta medida. En TDKR, Christopher demuestra que es un excelente director de actores, que logra hacer relucir lo mejor de Anne Hathaway como Selina Kyle, más que cómo Gatúbela. Bane, si bien no puede compararse con The Joker, Tom Hardy logra ser lo suficientemente expresivo y amenazador detrás de esa mascara que cubre casi todo su rostro. En esta historia, todos los personajes han cambiado, y Nolan es claro transmitiendo las ideas y sentimientos que quiere ver reflejados en Christian Bale, Gary Oldman y sobretodo en Michael Caine. The Dark Knight Rises finaliza satisfactoriamente y de forma muy sólida esta trilogía sobre el mítico Batman, con una historia mucho más personal, humana, sentimental, extremista y apocalíptica que sus antecesoras, que se rige de la exploración y la búsqueda psicológica de cada acción de sus personajes. No se deja nada al azar y casi todo tiene una explicación. Nada es simple, ni obvio. Dista mucho de ser perfecta y quizás para algunos no llegue a superar a The Dark Knight, pero las casi tres horas de película que se pasan volando, están cargadas de una calidad cinematográfica y narrativa que solo Christopher Nolan podía lograr, por lo que convierte a sus tres películas de Batman en la mejor de las sagas de superhéroes que existe, y que difícilmente podrá ser superada.