Mi capullito de alelí Chris Wedge, director de la primera La Era del Hielo y la querible Robots, volvió al cine de animación luego de 8 años con El Reino Secreto (Epic) para brindar una propuesta familiar que si bien no supone un regreso a la altura de las películas mencionadas se destaca por su mensaje protector de la naturaleza y el apartado técnico sobresaliente. Mary Katherine es una adolescente que acaba de perder a su madre y regresa a su casa de la infancia para intentar recomponer la relación con su padre, un científico obsesionado con la naturaleza que cree en la existencia de unos pequeños habitantes del bosque que se encargan de mantener equilibrado el ecosistema. Luego de un mágico episodio MK es reducida en su tamaño debiendo ayudar a los Hombres Hoja y los habitantes del bosque en una cruenta batalla contra las poderosas fuerzas del mal que quieren pudrir la selva. El Reino Secreto consigue a lo largo de sus 100 minutos contagiar ese mensaje de amor por la naturaleza, algo que sin dudas no es poco. El problema es que sus intentos por llevar ese encargo por medio de una dimensión un poco más placentera y menos solemne falla y bastante. MK no resulta ser una protagonista con la gracia y empatía suficiente para encarrilar una trama que descansa casi en su totalidad en el desarrollo de su personalidad y maduración. Por otra parte tenemos a un caracol y una babosa, además de un ¿ciempiés?, que son los encargados de llevar adelante los segmentos cómicos de la película de animación. Por momentos conseguirán liderar la batuta y consentirse en los comic relief, pero lamentablemente por la falta de variantes y repeticiones en sus gags no podrán contagiar su gracia a los más chiquitos y mucho menos a los más grandes generando que una cargosa solemnidad se apodere de la obra. Más allá de las fallidas cuestiones que cité más arriba de El Reino Secreto, siempre es bienvenida una propuesta original que intente y logre llegar a los más pequeños con un mensaje que sepa diferenciarse del resto en su cometido. Sin dudas la buena traslación de sus intenciones y el increíble apartado técnico, donde las largas batallas en 3D valen cada peso de su entrada, son las principales atracciones con las que cuenta la vuelta de Chris Wedge a la gran pantalla para ser acompañada por las familias argentinas, aunque de haber ajustado un poco más el humor de sus personajes secundarios (algo que supo explotar de sobremanera en La Era del Hielo) y principalmente el carisma de su heroína hubiésemos estado en presencia de un producto mucho más redondo e interesante.
El Hombre de Hierro Asciende Tony Stark, el excéntrico millonario interpretado por Robert Downey Jr., regresa a nuestros cines con la tercera entrega de Iron Man. Ya sin Jon Favreau en la silla de director pero con la labor del promisorio Shane Black este film llega para abrir la Fase 2 de Marvel, esa que tendrá las segundas partes de Thor, Capitán América: El Primer Vengador y Los Vengadores y el debut de Guardianes de la Galaxia. Iron Man 3 se vuelve a centrar en el querido Tony Stark para contarnos cómo deberá enfrentarse a una potente amenaza llamada El Mandarín, que busca por todos los medios sembrar el caos en los Estados Unidos y de paso destruir su reinado. Mientras combate al poderoso enemigo de origen desconocido deberá intentar superar las secuelas psicológicas que le dejó el cruento enfrentamiento que tuvo en Nueva York cuando Loki y su la flota Chitauri intentaron dominar el planeta Tierra. La franquicia Iron Man pedía a gritos que soplaran vientos que la encaminaran, ya que su segunda parte significó una entrega mucho más rimbombante pero menos coherente en comparación con la estrenada en el 2008. Iron Man 2 no es del todo redonda no sólo por no conseguir desplegar una tensión que ponga realmente en peligro a Stark, y que por consiguiente signifique el paso con un compromiso mayor con el visionado de la cinta, sino también por no centrarse, al igual que en la primera parte, en desarrollar aún más la pomposa y atrapante psicología de ese egocéntrico millonario. Es que si hay algo que distingue a Iron Man del resto de los superhéroes es su desprecio por la figura clásica heroica de mantener su identidad en secreto y la de anteponer el alimento de su ego en el reconocimiento y admiración de su público. Dicho esto hay que decir que Iron Man 3 es brillante, se hizo todo bien. Y ahí entra la figura de Shane Black como reemplazo de Jon Favreau (que vale reconocerle marcó el camino en el pasado) para volver a dotar a la tercera película de esa mística que en el film de hace 3 años se había empantanado un poco. Es que Black aprovechó y potenció el principal lineamiento del comienzo de la franquicia, pero a eso le sumó su pirotecnia visual y una narrativa al palo que sirvió para revitalizar a Iron Man 3 y quitarle el mencionado sinsabor del pasado. Por medio de la informal y canchera voz en off amplificada por la estética pop, los bellísimos y potentes ralentis, los saltos temporales, la moderna puesta en escena y las ampulosas piezas musicales, que remiten en parte a la ópera prima del realizador llamada Entre Besos y Tiros (Kiss Kiss Bang Bang), Shane demuestra que a pesar de la poca experiencia en la dirección su firma se encuentra más que presente. De hecho este film está mucho más emparentado a un thriller de acción con muchos tintes puros de comedia, con giros narrativos sorpresivos y personajes cuyas apariencias engañan, que a una película de superhéroes hecha y derecha. Una de las claves en la perfección de Iron Man 3 se da en aumentar la figura de Tony Stark, de hacerla aún más compleja y más profunda. De concentrarse sobre todo en sus conflictos internos. Es decir, de volver a las raíces y volver a centrarse en la figura de este ser supremo (?). La exitosa franquicia ha mostrado a lo largo de sus tres películas que Iron Man es más un rockstar que un superhéroe y esta amplificación en la sensación de idolatría que se da más por la persona que por el individuo sobrenatural con traje metálico es la que logra aumentar con grandes resultados este film. Como bien dice el tío (?) Tony en el film: Iron Man es una parte de su cuerpo. A esa asociación podemos agregarle que Tony Stark e Iron Man son propiedad intelectual y corporal (?) de Robert Downey Jr. El contrato con Marvel venció en el 2008 con el estreno de Iron Man. Es que el actor de Chaplin lleva ambas personalidades dentro de él. Las dos conviven en una simbiosis autoconsciente asombrosa que hacen imposible imaginar otro Hombre de Hierro sin Downey Jr. Gwyneth Paltrow, nuevamente en su rol de Pepper Potts, también crece para dejar de lado la sola labor de ser el ancla que amarre a Stark a la realidad. Ahora es su confidente, su pareja y hasta incluso su salvadora tanto en el aspecto físico como psicológico. Hay un gran acierto, que podría haber sido un grave error según el progreso de la obra (léase Spider-Man 3), en desarrollar en la historia a más de un enemigo con poderes realmente poderosos. Guy Pearce, que por momentos recuerda al recordado T-800 de Terminator, y Ben Kingsley cumplen como villanos del film con infundir el miedo necesario para poner en riesgo el físico de Iron Man, algo que Mickey Rourke y Sam Rockwell no lograron alcanzar en ningún pasaje de la segunda entrega. Iron Man 3 vuelve a mostrarnos en su mejor forma al Hombre de Hierro, un Tony Stark más endeble y palpable y por consecuencia más en peligro. La vuelta a las bases, la frescura y complejidad aportada por Shane Black y la gran labor de Robert Downey Jr. hacen que este film se convierta en una de las más grandes películas de superhéroes que se ha hecho hasta hoy.
En mitad de cancha El italiano Gabriele Muccino, en una nueva incursión en Hollywood, deja de lado los solemnes dramas de superación como En Busca de la Felicidad (The Pursuit of Happyness) o Siete Almas (Seven Pounds) para contarnos en tono de livianita comedia cómo el ex futbolista escocés George Dryer (Gerard Butler) se muda a los Estados Unidos para recuperar la relación con su hijo Matt y de paso intentar reconquistar el amor de su ex esposa Stacie (Jessica Biel). Para comenzar a andar dicho camino decide convertirse en el entrenador de fútbol del equipo de su hijo, aunque no sospecha que esa decisión lo acercará demasiado a las madres de sus entrenados. Jugando por Amor (Playing for Keeps) avanza en el terreno de la comedia con un buen comienzo en donde se presenta a modo de comparación el pasado de Dryer como futbolista, mostrando el glamour, el éxito y las chicas que eran moneda corriente en su vida, y su actualidad vestido a medias en traje y sentado en el sillón de su modesta y desordenada casa grabando una cinta de audición para convertirse en comentarista deportivo. Luego de esto se sigue prosperando hacía la línea de gol con el adentramiento a la distante relación del citado protagonista y su pequeño hijo. Inmediatamente después de ese comienzo altamente prometedor (?) comienzan a atisbarse los primeros traspiés debido a que Muccino y el guión de Robbie Fox empiezan a abrir distintos focos de conflicto que más adelante no tendrán casi ningún peso en la trama, de hecho en varios pasajes serán abandonados y en el ¿mejor? de los casos serán retomados torpemente quitando fluidez y naturalidad a este film. Tal es el caso del protagonismo que adquiere el excéntrico Carl, encarnado por el querido Dennis Quaid, a medida que avanza la película para que inexplicablemente sea "borrado" de la misma y luego se lo invoque sobre el final de manera torpe y exclusiva para dar pie al último giro narrativo característico de las obras que se precien de ser clásicas. Más allá de esos gestos poco comprensibles y exagerados y esos diálogos disparados desde esa boca de "côté", banco a Gerard Butler y creo que es un actor bastante "solvente" a la hora de protagonizar una producción de acción o este tipo de comedias. Acá se mueve con la pelota cortita y al pie y no realiza ningún amague que lo deje en orsai. Jessica Biel no es una gran actriz y de hecho debe haber llegado un poco por su talento (aún por demostrar) y otro bastante porque está fuertísima. Ahora, querido Muccino, si Biel está más buena que el Programa de Fantino luego de que pierda alguno de los equipos grandes de la Argentina ¿Para qué la ponemos en frente de una cámara con ropa suelta, despeinada y casi sin maquillaje? ¿Para que esa "fealdad" la haga más creíble? ¿Y entonces no era mejor convocar a una actriz con un talento más acorde a tus intenciones para el personaje? En fin... Ojo, Biel no está mal en su papel, pero considero a este tipo de acciones totalmente innecesarias. Jugando por Amor maneja con soltura el balón cerca de su propia área, pero a la hora de tomar riesgos y comenzar a definir las situaciones creadas no logra avanzar más allá de la mitad de cancha.
24 horas Nicolas Cage y Simon West se juntaron en 1997 para realizar la querible Con Air - Riesgo en el Aire (Con Air) y ahora unos 15 años después vuelven a unir fuerzas (?) para llevar adelante Contrarreloj (Stolen), una nueva producción de acción que se centra en la figura de Cage y que tiene en David Guggenheim (Protegiendo al Enemigo) al escritor de turno de la trama. Will Montgomery (Nicolas Cage) es un experto ladrón de bancos que es atrapado por el FBI luego de quedar en la escena del crimen con el botín tras ser abandonado por sus compinches. La cuestión es que Will es condenado a 8 años de prisión, pero luego de unas largas temporadas en la cárcel su esperado retiro de la actividad criminal deberá aguardar unas horas más cuando uno de sus cómplices del pasado decida secuestrar a su hija para obtener los 10 millones de dólares del robo. Aunque a simple vista no parezcan parecerse tanto, Con Air y Stolen tienen algunas similitudes que no sólo tienen que ver con compartir el mismo director y el mismo protagonista. Ambas se centran en la figura de un ex presidiario que busca dejar atrás su pasado para poder vivir tranquilamente con su pequeña hija y las dos tienen como principal intención la redención del personaje principal por medio de la resolución de un conflicto que lo pone inesperadamente en una línea de fuego indeseada. Pero acá hay diferencias que hacen de Contrarreloj un producto bastante menos efectivo que Con Air. Josh Lucas interpreta a Vincent, el villano del film encargado de secuestrar la hija de Will. Lucas viene remando hace años en el cine en distintas producciones (The Lincoln Lawyer o J. Edgar, sólo para mencionar las más conocidas) y acá tenía una buena oportunidad con la interpretación de este malvado, aunque por su propia sobreactuación y la estética escogida por Simon West esta caracterización no será la elegida para que él pueda dar el salto hacía la fama. El problema está en que se presenta un Vincent del comienzo y luego un Vincent "evolucionado", pero este último sólo representa una caricatura de sí mismo. Un villano demasiado "comiquero" (le falta una pierna y varios de sus dedos) para una película que no apunta a un registro tan irreal. Está bien, como contraparte tenemos la figura y los pelos locos de Nicolas Cage que tranquilamente podrían representar a varios personajes surgidos de ese universo pero lamentablemente en Contrarreloj su puesta en escena no es ilustrada de esa manera y es allí donde ese choque estético le juega una mala pasada a la cinta. Es fácil para numerosos críticos a lo largo y ancho del mundo bardear en piloto automático una película protagonizada por Nicolas Cage, ya que no supone una empresa para nada complicada pegarle a un actor que ha tenido varios bodrios (aunque menos de los que muchos aseguran) a lo largo de su extensa carrera. No obstante en Contrarreloj su defensa es más sencilla por la sobriedad que intenta llevar adelante en su labor. Su Will Montgomery posee las mismas motivaciones que el Bryan Mills de Liam Neeson, pero las reproduce desde un lado más torpe, más pasional, no tan inteligente y frio y es esa torpeza la que lo hace menos "admirable" pero lo convierte en alguien más terrenal y más querible. Completan el reparto la cada día más bella y más solvente Malin Akerman y un Danny Huston que siempre alcanza el tono justo para hacer del sabueso de turno un personaje que genere empatía, a pesar de ser en esta cinta una de las variantes como villano. Contrarreloj atenta por momentos contra sus propias buenas intenciones, pero están en su brillante comienzo, la vertiginosa y experimentada dirección de Simon West y la sobria actuación de Nicolas Cage sus principales armas para no conseguir autodestruirse.
Más rápidos y más furiosos A poco menos de 4 años del estreno de la fallida G.I. Joe: El Origen de Cobra (G.I. Joe: The Rise of Cobra), Hasbro y Paramount vuelven a la carga con la segunda parte titulada G.I. Joe: El Contraataque (G.I. Joe: Retaliation) para contarnos cómo los Joes deberán enfrentarse contra su conocido enemigo Cobra y también frente a las amenazas dentro del gobierno de los Estados Unidos que los ha intentado exterminar. Conscientes de que en la primera parte fallaba en casi todo, especialmente un reparto que no daba la talla con el tono del film, los productores decidieron renovar todo el elenco dejando solamente a Channing Tatum, Ray Park, el genio de Byung-hun Lee y algunos más para que sean acompañados por los pesos pesados de Dwayne Johnson y Bruce Willis. También se cambió a Stephen Sommers por John Chu en la dirección y hasta se dispuso de manera tardía el traspaso de la cinta al 3D y su obvio retraso para la conversión, luego de haberse difundido todas las piezas promocionales con su estreno planeado para fines del año pasado. A pesar de todas estas problemáticas cuestiones, G.I. Joe: El Contraataque logra conformarse como una segunda parte mucho más aceptable que su antecesora, aunque esto no era algo muy complejo). Que G.I. Joe: El Contraataque logre sacar una luz de ventaja sobre la comparativa con su primera edición, no la hace una gran cinta necesariamente, de hecho dista demasiado de serlo. Pero si hay que destacar que la inclusión de Bruce Willis y principalmente de Johnson le dota a la película de una pulenta (?) que antes no tenía. Es que el actor de El Rey Escoprión es una garantía a la hora de interpretar estos personajes y acá aporta cuerpo, furia, sangre (en sentido figurado, ya que en nunca se derrama una gota del líquido que corre por las venas) y vértigo. Lamentablemente la película a veces no lo merece, ya que en algunos pasajes su realizador siquiera puede desarrollar una trama que consiga justificar mínimamente las secuencias de acción. Toda la larga escena de captura de Storm Shadow es realmente espectacular pero su intervención fue invocada de manera tan brusca y sin ninguna tensión previa que termina siendo estéril en el resultado final de la obra. Por otra parte hubo un gran acierto en darle mayor participación que en la debutante película a ese muy buen actor y luchador de artes marciales coreano llamado Byung-hun Lee (I Saw the Devil, Joint Security Area y The Good, The Bad, The Weird), de gran presente en oriente y que comienza a pisar fuerte en Hollwood con sus primeras intervenciones en algunos blockbusters. La buena química en el comienzo entre Dwayne Johnson y Channing Tatum, algunos graciosos y autoconscientes gags de Bruce Willis y la irónica y cómica labor de Jonathan Pryce cómo el presidente de los Estados Unidos son la cuota humorística que, a diferencia de G.I. Joe: El Origen de Cobra, aquí sí lograron explotar al máximo. La segunda entrega de la franquicia, G.I. Joe: El Contraataque, tomó nota de sus anteriores errores y logró explorar mejor sus nuevas y viejas virtudes. Con ese poco le alcanzó para superar su malísima primera parte y conseguir ofrecerse cómo un buen entretenimiento de acción para nuestras carteleras, aunque el potencial presentado de la película previamente deje cierto sabor a poco.
La era de piedra Dreamworks viene haciendo las cosas bien en materia de animación hace algunos años. Si bien ha tenido algunos altibajos, desde Como Entrenar a tu Dragón del 2010, la compañía presidida por Jeff Katzenberg viene recortando las distancias que tenía con el gigante animado Pixar y aunque aún se encuentra bastante lejos, muy buenas películas como Los Croods significan para ellos avanzar varios casilleros en la pelea por la empresa número 1 en animación. Los Croods (The Croods) nos contará la historia de una familia prehistórica que vive encerrada en una cueva (y de la cual solo salen para cazar) para salvarse de los peligros del mundo exterior. Todo cambia drásticamente para ellos cuando la caverna en la que los ayudado a sobrevivir es destruida por completo y deben salir a descubrir y enfrentar un nuevo hábitat con la ayuda de un nuevo integrante, Guy, que se encargará de enseñarles todo un nuevo universo de experiencias. Cómo todas las películas del género familiar, o su gran mayoría, en Los Croods abundan las reiteraciones de mensajes superadores que buscan dejar una enseñanza reveladora. Pero esto acá no significa un problema, debido a que sus directores Chris Sanders (realizador de las geniales Cómo Entrenar a tu Dragón y Lilo y Stitch) y Kirk De Micco (Space Chimps) logran enmascarar esas señales con un humor apto para todo público que se cimienta básicamente en el continuo conflicto entre Grug y Eep, construyendo y desarrollando con total espontaneidad la relación padre sobreprotector e hija adolescente que busca madurar. Es ese tire y afloje el que mantiene viva la trama y da pie a los graciosos chistes del elenco secundarios a cargo de Thunk, la abuela y los demás personajes de la troupe. Incluso la inclusión de Guy (y obviamente también el desplazamiento de las masas continentales) es la llave perfecta para conseguir la evolución de la historia y la familia hacía un interesante, bello y nuevo universo, enmarcado en un planeta más parecido al Pandora de la grandiosa Avatar de James Cameron y el luminoso cielo de Una Aventura Extraordinaria que a los paisajes prehistóricos de Los Picapiedras o La Era del Hielo. Todo en Los Croods fluye naturalmente, nada parece forzado. Desde la intromisión de las espectaculares secuencias de acción (que explotan a más no poder el 3D), pasando por las típicas secuencias de road trip conociendo y experimentando lo desconocido y para finalizar en un tono emotivo que emociona y enternece sin importar la edad. La franquicia de Los Croods comienza muy bien, esperemos que Dreamworks siga avanzando por este camino hacía la excelencia en el género de animación.
Tierra de (buenos) policías A comienzos del corriente milenio David Ayer debutó como guionista de la bélica U-571 para luego dar paso a las carreras de autos y la acción con Rápido y Furioso, aunque el verdadero salto a la fama lo dio en el 2001 con la crítica Día de Entrenamiento. Luego de debutar en la dirección con Harsh Times y después de realizar Reyes de la Calle vuelve a ponerse detrás de las cámaras para rodar En la Mira, un policial panfletario que va totalmente en contra del espíritu de detracción que supo tener este escritor en el pasado. En la Mira nos contará las andanzas de Brian Taylor (un pelado Jake Gyllenhaal) y Mike Zavala (Michael Peña), dos excelentes oficiales de policía de Los Ángeles que luego de algunos allanamientos comienzan a ser un problema para un poderoso cártel que se encuentra vendiendo droga en la zona. Hay varios inconvenientes con En la Mira, puntualmente desde lo formal, pasando por lo narrativo y hasta desde lo ideológico. La puesta en escena del film simula el falso documental por medio de varias cámaras que poseen los oficiales en su ropa, en la patrulla o incluso desde una videocámara de mano. Con la intención de aportar vértigo, tensión y principalmente acercarse hacía un registro "real" de, justamente, la realidad, Ayer pretende justificar la intromisión de esas filmadoras por medio de un proyecto que Taylor está llevando adelante y que nunca se termina de desarrollar. Ese casi nulo desarrollo termina por generar un molesto disociamiento con el objetivo de la película. Obvio que estas falencias son "permitibles" siempre y cuando la obra cumpla con una cuota mínima de entretenimiento. El problema es justamente que En la Mira plantea todo con mucha seriedad, dejando poco espacio para que el disfrute permita una visión más relajada y no tan estricta. Sin dudas lo peor del tercer largometraje del citado realizador es la ideología que maneja y lo que es infame es cómo lo maneja. A ver, Hollywood ha hecho a lo largo de la historia miles de películas panfletarias y nacionalistas, pero lo que destaca (para mal) a En la Mira por encima del resto de estas malas y regulares obras es su intención por documentar la realidad, por mostrarle a la gente lo bueno que es ser policía y lo malo que es ser delincuente. Si a eso le sumamos encima que los "villanos" del film son solamente mexicanos y negros caemos en la cuenta de que el combo está completo. Pero como si fuera poco David Ayer agranda el pedido con una excesiva cuota de crueldad, estupidez y sadismo hacía los nombrados malvados. El tema es que encima las fuerzas del bien son mostradas como eficaces, buenas personas y principalmente heroicos policías -salvan a dos nenes de un incendio entrando a una casa en llamas dos veces (!!!) antes de que lleguen los bomberos- que no dejan ningún espacio para un tono diferente que brinde un poco de "objetividad" o humanidad a este relato tan alejado de la realidad que tanto intenta pregonar. No hay policías corruptos o violentos, y si hacen uso excesivo de la fuerza (como la balacera que le propinan a dos sospechosos al comienzo de la obra), En la Mira se encargará de contextualizarlo para conseguir una "pulcra" justificación que imposibilite el juzgamiento del público. Habría que investigar si el departamento de policía de Los Ángeles no financió este proyecto para convertirlo en un tosco spot institucional para reclutar agentes de casi dos horas.
Los secretos del poder Broken City es el primer largometraje de Allen Hughes sin su hermano Albert, ambos fueron los realizadores de Desde el Infierno y El Libro de los Secretos, entre otras, y vendría a ser un thriller político que consigue esquivar con bastante cintura algunos clásicos clichés del género pero que lamentablemente posee algunas necias arbitrariedades que terminan por convertirlo en un film que desperdició la oportunidad de explotar al máximo todas sus virtudes. Con Mark Wahlberg y Russell Crowe como principales estrellas este film nos contará cómo el alcalde de Nueva York Mayor Hostetler contrata a Billy Taggart, un ex policía devenido en detective privado (que en el pasado recibió su ayuda para zafar de la cárcel por un caso de justicia por mano propia), para investigar un supuesto affaire entre su esposa y un misterioso hombre. A medida que Taggart avanza en su cometido una trama de mentiras, corrupción, asesinatos y roscas políticas comenzarán a desarrollarse y a meterlo en varios problemas. Broken City posee en su haber la intención de desmarcarse de los conocidos clichés que poseen los thrillers políticos. El film no presenta secretos golpes de timón, sorprendentes vueltas de rosca o apariciones extraordinarias de último momento de documentos, videos o archivos sin sustento narrativo. Desde su comienzo se tiran las cartas en la mesa, obviamente que no reparten todo el mazo, pero desde allí se promueve el tradicional juego del "gato y el ratón" sabiendo cuáles son las probabilidades y los ases bajo la manga que posee cada uno de los personajes principales. Sin dudas el no intento de Hostetler de incriminar a Taggart en los crímenes que van sucediendo en la cinta es un claro ejemplo de cómo Hughes no desvía la trama de los detalles brindados en sus primeros minutos con insulsos golpes de efecto. Lamentablemente las intenciones de Hughes en esquivar algunas falencias clásicas lo hacen caer en escenas carentes de sentido, que parecen haber sido escritas y desarrolladas por un director sin experiencia. Hay varios momentos claros que ejemplifican a la perfección ese desatino, aunque para no extenderme demasiado voy a comentarles el más importante. Se trata de toda la secuencia de persecución donde el personaje del cada vez más sólido Wahlberg recibe varios disparos en su auto, pero luego de un choque que lo deja inconsciente no es ultimado por su acechante. Viendo esa larga escena me surgieron algunas preguntas: ¿Un detective privado de experiencia en el campo y habilidad que investiga un caso que huele muy muy mal no se da cuenta que lo están siguiendo? Luego. ¿Por qué un asesino de comprobada puntería y frialdad, dispara a matar y después de un violento choque que deja inconsciente a su presa no lo mata y sólo le saca una evidencia que era carente de importancia? ¿O sea por qué lo quiso matar antes y cuando lo tuvo "a tiro" no lo hizo? Lamentablemente las respuestas no las encontrarán en Broken City y si bien Hughes no posee 30 películas, conserva en su filmografía más de 12 películas entre cortos, telefilms y largometrajes, algo que demuestra que los errores comentados no deberían haberle ocurrido. Broken City parece tener todo claro, aunque por momentos se enrede en su propio laberinto con escenas demasiado necias. Más allá de esto la primera película en soledad de Allen Hughes posee en su intento por alejarse de los clásicos clishés del género y en el desarrollo de la historia romántica/laboral entre Alona Tal y Wahlberg sus puntos más altos para salvarse de un regular resultado.
El frio discurso de Tom Hooper Tom Hooper, ganador del Oscar a Mejor Director por El Discurso del Rey, adapta la mítica novela de Victor Hugo para contarnos en forma de musical la historia de Jean Valjean, un esclavo que al salir en libertad condicional cambia su identidad para poder seguir adelante con su vida sin rendir cuentas. El problema para él se da cuando el policía Javert comienza a perseguirlo en búsqueda de que pague por las leyes violadas durante su "nueva existencia". No me considero un admirador del cine de Tom Hooperr, pero tampoco me pongo en la cola de críticos que buscan ajusticiar su existencia. Si bien me gustó El Discurso del Rey, creo que la mayor fortaleza de la cinta se encuentra en las grandes actuaciones y en la química de Colin Firth y Geoffrey Rush y no en la labor de su realizador. Los Miserables es un film curioso, ya que posee atributos técnicos más que destacables, donde se destaca principalmente una puesta en escena majestuosa, pero en contraposición no posee aspectos intangibles para que potencien sus principales facultades técnicas. Es que este musical de Hooper es prolijo, está muy bien filmado, no posee grandes falencias narrativas y cuenta con una gigantesca dirección de arte, pero sin embargo la película en sus casi 160 minutos de duración jamás logra transmitir la pasión, la intensidad dramática o narrativa como para mantenernos en vilo ante esta gran historia. Las actuaciones están muy bien (destacando a Hugh Jackman, Russell Crowe y Anne Hathaway por encima del resto) y es por ellas justamente que la película no es sólo un frio derroche de canciones y escenografía. Nobleza obliga: la decisión de que los intérpretes canten en vivo al momento del rodaje ayuda a creerles, aunque lamentablemente no llega a convencer. Quizás el hecho de que éste sea un musical totalmente cantado (casi no existen diálogos convencionales) sea una de las causas para generar dicha desconexión, aunque no voy a cargar todas las tintas allí ya que el principal y más importante problema de Los Miserables es la insulsa, distante y carente de sentimiento dirección de Hooper. Los Miserables no emociona y lo único que genera es indiferencia, pero si encandila, enceguece y por momentos hasta satura con tanto muchacho/a cantando al viento sin respiro. Allí radica el peor error de Hooper, ya que al no haber escenas de transición entre pieza y pieza los números musicales danzan en la pantalla sin irritar pero tampoco sin generar empatía. Es verdad que hay secuencias que consiguen transmitir un poco de ese fuego sagrado que necesitan los musicales, como el "mashup" de canciones previo al día de la fallida revolución o la gran performance dramática de Hathaway entonando I Dreamed a Dream, pero sólo son algunas brisas de aire caliente en medio de la helada y teatral Francia que propone el discursivo musical de Tom Hooper.
Sueños de libertad El genio de Steven Spielberg vuelve al cine con Lincoln para contarnos los tumultuosos últimos meses de Abraham Lincoln como presidente de los Estados Unidos, en los cuales se encargó de impulsar la decimotercera enmienda de la Constitución (que se encargaba de abolir la esclavitud) y también de finalizar la Guerra de Secesión. Realmente debo admitir que esperaba encontrar en Lincoln el típico biopic cargado de enseñanzas y timorato, más allá de encontrarse la figura del gran Rey Midas detrás. Y es allí donde el realizador de Caballo de Guerra se desmarca y vuelve a demostrar por qué se encuentra por encima del resto, un paso siempre adelantado. Lincoln evita por completo la grandilocuencia y la ampulosa venta de heroísmo. Spielberg cuenta en 150 minutos los contratiempos que tuvo Abraham Lincoln para conseguir aprobar la 13ra enmienda, pero no se adentra por completo en el mundo de su protagonista. Lincoln no cuenta todos los grandes logros del decimosexto mandatario yankee sino que utiliza algunos fragmentos de su historia para situarlo en contexto y desde allí partir hacía un relato que se acerca mucho más a un thriller político que a los biopic convencionales de Hollywood. En realidad Lincoln comienza como un biopic común y silvestre, y cuando se espera el advenimiento de la crónica de hechos dramáticos e históricos Spielberg rota y disfraza la película (incluso nos engaña desde su "pícaro" nombre) para convertirla en un apasionante thriller que se encargará de mostrar las tranzas, roscas, retornos y manipulaciones que anduvieron rondando la Cámara de Representantes de los Estados Unidos al momento de aprobar la mencionada enmienda. Otra de las cuestiones positivas que posee Lincoln es como evita todo el tiempo la búsqueda de lo épico. Esto me resultó llamativo debido a que el film pertenece a un realizador cuyas películas poseen de manera natural y convincente ese condimento. Luego de pensarlo un largo rato llegue a la conclusión de que esto se da por la intención de Steven Spielberg de no forzar en la transmisión de un mensaje, sino dejar que el propio desarrollo de la cinta y su posterior análisis hagan su trabajo. Sin dudas Spielberg quiso (y pudo) trasladar un Abraham Lincoln más apartado de su figura de mito. Un Lincoln más humano que se equivoca, que por momentos es mal esposo, que manipula y que hace la vista gorda en los turbios manejos de su grupo de lobbistas para conseguir alcanzar sus intenciones políticas. Es que Spielberg sabe que la figura de Abraham Lincoln es demasiado grande como para encima agregarle un relato cargado de momentos épicos, homenajes y enseñanzas. Dejar el atentado fuera de campo sólo mostrando la reacción del hijo menor de Abraham también demuestra la intención de alejarse de la espectacularidad. El reparto se desempeña de manera brillante. Daniel Day-Lewis es un actor del carajo y eso es una realidad irrefutable, pero también es verdad que muchas de sus actuaciones suelen ser muy cargadas, aunque su Abraham Lincoln va en la corriente del film. Él muestra un Lincoln humano, palpable y sentible, convirtiendo a la leyenda en hombre y por añadidura consiguiendo convertirse en una de sus más grandes interpretaciones. Tommy Lee Jones lo acompaña de manera genial y merece ampliamente un nuevo Oscar. Las idas y vueltas entre David Strathairn y Day-Lewis son fascinantes, mientras que Sally Field logra trasladar algunas expresiones de tristeza a su operado rostro. Lincoln es la perspectiva que nos quería contar Steven Spielberg sobre Abraham Lincoln. Una visión algo apartada de algunas de las firmas de su cine y de las convencionalidades del cine actual, pero que no por eso deja de ser una apasionante obra cuyo visionado resulta obligatorio para admirar y valorar aún más la figura de Lincoln y también la de su realizador detrás de las cámaras.