? Ohhh yo soy argentino, soy soldado de Tarantino ? Si, Django sin Cadenas es un peliculón tremendo. Si, la vuelta de Quentin Tarantino después de esa absoluta obra maestra llamada Bastardos sin Gloria no podría ser mejor. Si, este era el Spaghetti Western que todos esperábamos de este gran realizador. Si, esta es la crítica que no estará a la altura de semejante película (?). Básicamente (y por no querer revelar detalles del argumento) la historia de este film nos cuenta cómo el (ex) esclavo Django, junto al caza recompensas Dr. King Schultz, emprenden la búsqueda de su esposa Broomhilda, que se encuentra en manos del poderoso y despiadado Calvin Candie. En lo estrictamente formal Django sin Cadenas es un Spaghetti Western, aunque su iconografía, su vestuario, sus abundantes diálogos y principalmente su música lo hacen un film incasillable. Es que Tarantino (como ya ha hecho en varias obras de su filmografía) parte de un universo conocido para conformar un caos de homenajes, géneros, estilos y excesos que siempre funciona. Siempre, más allá de que no todas sus películas sean obras maestras, siempre funcionan. Como dije recién, Django sin Cadenas es un western, pero nadie puede negar que posee los paseos de una road movie y la amistad de una buddy movie e incluso es imposible ignorar que el núcleo romántico de la cinta podría inspirar una gran historia para la vuelta de Thalia a las novelas de los mediodías (?). Quentin Tarantino hizo una película bélica sin tirar un tiro y ahora hace un Western que no se parece en absoluto a nada de lo que se haya visto. Un western musicalizado con rap, música country y soul. Como siempre, "toma prestado" distintos recursos de varios directores (Leone, Scorsese, Corbucci o Hawks). Pero la realidad es que él hace de esas miradas SU mirada, la cual continuamente se ve potenciada (y superada) por algunos sellos propios de su cine, donde se destacan sus inconfundibles guiones, la mezcla de géneros, la inseparable simbiosis de la música con las secuencias y esa puesta en escena explotation que rememora a los grandes clásicos del cine Clase B. Algunos dinosaurios, no Spike no me refiero a vos, han criticado el tratamiento del film hacía la esclavitud y los negros. Es verdad que hay una estetización de la esclavitud y la ofensiva palabra "nigger" se utiliza en exceso, pero la realidad es que el cine de Tarantino siempre se ha caracterizado por su violencia y principalmente por su deliberada puesta en escena y Django sin Cadenas no iba a ser la excepción más allá del tema que tratase. Incluso creo que el cine está para eso, para contar una historia desde dos puntos de vista estéticos totalmente opuestos, siendo uno de manera realista y detallada hacía el tratamiento de la esclavitud (como seguramente lo hará la Lincoln de Spielberg) y también para realizar de la misma una historia de redención, amor y venganza con una puesta en escena alejada del sobrio estilo más clásico y mucho más cercana a la exageración del cine explotation de Clase B. Además, no hay una banalización y mucho menos una justificación de la esclavitud, por ende considero las acusaciones totalmente carentes de sentido. Me resultó llamativo como Tarantino tomó para Django sin Cadenas muchas más influencias de Sergio Corbucci que de Sergio Leone, pero luego lo entendí. Es que Quentin "homenajea" a Leone en cada una de sus películas y la realidad es que si tomaba más cosas del maestro romano, su Spaghetti Western iba a ser la reversión de cualquiera de las películas la Trilogía del Dólar. La mención más obvia al querido Corbucci se encuentra en el nombre del film y del protagonista (Django, con Franco Nero, de 1966) y todos los momentos invernales de la cinta rememoran indudablemente al brillante Spaghetti Western protagonizado por Klaus Kinski y Jean-Louis Trintignant llamado El Gran Silencio. Incluso la intromisión de la canción utilizada en la genial I Giorni dell'Ira, de Tonino Valerii, el gracioso y autoconsciente cameo de Franco Nero o la música de las Trinity protagonizadas por Terence Hill y Bud Spencer, dejan como conclusión que Tarantino quiso con Django sin Cadenas hacer un Spaghetti Western que se aleje de la concepción y el cine de Leone, para acercarse (por medio de sus homenajes) mucho más a los genios que quedaron eclipsados detrás de esa bestia romana cuya última película fue estrenada a mediados de los '80. Christoph Waltz necesita de Quentin Tarantino y viceversa. Nacieron el uno para el otro. Se complementan. Se potencian. Hans Landa fue, sin dudas, el personaje más complejo e interesante de la fimografía de Tarantino y ahora el Dr. King Schultz (que no llega al nivel alcanzado anteriormente) es la interpretación más sobresaliente de una obra donde los actores de su entorno la descosen. Jamie Foxx lleva el corazón de la cinta, pero un corazón que carece de demostraciones, aunque esté lleno de odio y resentimiento hacía sus enemigos esclavistas y amor hacia su prometida. Leonardo DiCaprio aporta el típico personaje del Mundo Tarantinesco cargado de violencia y excesos. Django sin Cadenas representa el mejor regreso de Quentin Tarantino. Su inconfundible sello sigue más vigente que nunca y con esta última obra demuestra que con cada película encima se amplifica, madura y perfecciona. Ya habrá tiempo para analizarla más en detalle y contextualizarla, pero sin dudas será uno de los mejores estrenos de este año. Por todo lo enumerado aquí -y mucho más que no ingreso por cuestiones de censura (?)- fui, soy y seré por siempre soldado de Quentin Tarantino.
El tigre y Pi Ang Lee vuelve a la gran pantalla con Una Aventura Extraordinaria para contarnos la historia de Pi, un muchacho hindú que luego del hundimiento del barco que lo transportaba a él y a su familia a los Estados Unidos debe compartir en una pequeña embarcación la estadía con un tigre de bengala llamado Richard Parker. Paseando entre el presente y el pasado, Ang Lee cuenta con soltura y experiencia una trama cargada de enseñanzas, corrección política y alegorías religiosas que en algunos pasajes se torna algo solemne y grandilocuente, aunque en la mayoría de su metraje quedaremos rendidos ante su potencia visual y la pasión con la que es narrada esta travesía. Es que Lee no cuenta Una Aventura Extraordinaria desde lo discursivo y banal como tratando de imponer algo real, sino que decide trasladar, "exagerar" y potenciar este best seller de David Magee con una pirotecnia visual deslumbrante. Dentro de este apartado hay que destacar de sobremanera la gran explotación del 3D que tiene la cinta, donde encontraremos secuencias que pagan con creces el valor de la entrada para ese formato. Hay momentos donde la poesía se hace imagen (frase hecha si las hay, pero aquí es de a de veras) para apoderarse de todos nuestros sentidos logrando el ambiente necesario para generar ese gran tour-de-force realizado por su protagonista principal, Suraj Sharma. Lo interesante y valorable de Una Aventura Extraordinaria es que Lee no deja solo a Sharma con su interpretación, sino que lo contiene y acompaña desde la puesta en escena para que lo rescatable de la cinta no sea solamente la interpretación del joven actor nacido en la India. Sin dudas esto lo diferencia de la realización que hubiesen hecho otros directores a los que sólo les interesa bajar discursos y actuaciones dignas de todos los Oscars del mundo. Si bien la mencionada puesta en escena y los constantes flashbacks dan fluidez y respiro a la narración, hay que aclarar que la película tiene momentos donde el desarrollo se estanca y la repetición de experiencias se torna algo pesada dando paso a que los 127 minutos sean un metraje algo excesivo. Incluso el tono aleccionador de la cinta abruma y el subrayado discursivo del final resulta totalmente artificial, como una búsqueda de imponer a la fuerza un mensaje que ya había sido transmitido de una manera efectiva y hasta por momentos metafórica en su desarrollo. Más allá de estas cuestiones, Una Aventura Extraordinaria es una propuesta que consigue que naufraguemos durante más de dos horas en un pequeño bote con un tigre, principalmente gracias a su encandilante potencia visual, a la brillante sensibilidad de su director y a la pasional actuación de su protagonista.
Fichines para todos Rich Moore, uno de los principales directores de Futurama, debuta en la pantalla grande con Ralph: El Demoledor, un tributo gamer que lamentablemente no llega a cumplir con las expectativas generadas por enmarañarse en su propia telaraña. Ralph: El Demoledor nos contará la historia de Ralph, un muchachote que vendría a ser el principal villano del juego Fix-It Félix Jr. Él se encarga de destruir el edificio que el "bonachón" Félix luego tendrá que reparar para así derrotar a Ralph nuevamente. Luego de 30 años de maldad, Ralph decide comenzar a cuestionar ese estilo de vida e inmediatamente después de no ser invitado a la fiesta que celebra ese aniversario decide cambiar el rumbo y convertirse en un héroe de vídeo juego poniendo en peligro al mundo que vive dentro de las consolas. El comienzo de la ópera prima de Moore es altamente promisorio gracias a las apariciones de distintos villanos de vídeo juegos (donde encontramos desde M. Bison hasta uno de los fantasmitas que buscaba cazar a Pac-Man) y una graciosa y gráfica terapia grupal integrada por todos ellos intentando levantar el ánimo de Ralph. El problema comienza cuando Moore tiene que salir del homenaje explicito para desarrollar la aventura en la que está por encaminarse el protagonista. Allí la película se empantana y de alguna manera no consigue captar la total atención que supo ganarse al comienzo. Al abordar, por medio de los juegos "originales" creados para la cinta, el homenaje más camuflado (como por ejemplo a Call of Duty, Mario Kart o Crysis) se van perdiendo las referencias y todo comienza a parecer impostado. No hay la fluidez y claridad narrativa necesaria para creer y jugar con lo que está pasando en la pantalla. También hay que destacar que por medio de los avances y posters del film hubo una importante smoke seller con las posibles apariciones de los personajes de videojuegos, cuando en realidad a lo largo de la cinta las intromisiones serán escasas, generando por ese lado otra decepción. Incluso las apariciones del "espíritu Disney" de superación y de moral son puestos en varios pasajes torpemente para cumplir con los mandatos de la casa de Mickey. Más allá de esas cuestiones Ralph: El Demoledor levanta la puntería hacía el final, cuando ya no queda mayor desarrollo que concluir la aventura en una adrenalinica y vertiginosa carrera hacía la salvación de los videos juegos. El gran aprovechamiento del 3D es otro punto a favor de la producción de Disney. Sin dudas con una promoción menos vendedora de humo y con una fluidez mayor a la hora de introducirnos a la aventura hubiésemos estado en frente de un gran producto autoconsciente gamer, aunque lamentablemente luego de su visionado llegue a la conclusión que me voy a tener que conformar con volver a los queridos fichines de verdad para saciar mi sed de superhéores y villanos consoleros.
Perro de la calle Mátalos Suavemente, el tercer largometraje del neozelandés Andrew Dominik, luego de Chopper y El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford, se presenta en nuestras carteleras con una interesante puesta en escena tarantinesca a sólo un puñado de días de su estreno en los Estados Unidos y luego de haber desfilado con discretos resultados en el último Cannes. Jackie es un sicario contratado por la mafia, luego de que dos malhechores de escasa trayectoria (contratados por un gánster de segunda mano) asalten una de las casas de juegos donde frecuentaban varios de sus integrantes. El problema para estos muchachos y el contratista se dará cuando Jackie comience a encajar las piezas del rompecabezas para encontrarlos y liquidarlos. Dominik decide narrar Mátalos Suavemente con una puesta en escena que por momentos resulta demasiado exagerada en su intento de mezclar la estética cool con lo sórdido del paisaje e incluso también encontraremos en varios pasajes demasiado expuesta y subrayada su crítica socio económica hacía los Estados Unidos. Pero lo fascinante y llamativo de este tercer film del realizador nacido en Wellington es que a pesar de esos excesos y las escasas pero efectivas y violentas secuencias de acción funciona, convence y mantiene atrapada la atención durante todo su metraje. Es que Dominik se encarga de decorar (y a veces lo pintarrajea demasiado) un simple thriller basado en una única figura con una virtuosa estética de la violencia y un satírico mensaje que puestos en contexto siempre son bienvenidos, aunque lamentablemente al dejarse llevar demasiado por demostrar su firma detrás de las cámaras no consigue justificar del todo en el relato la intromisión de tamaña ambición. Hay en Mátalos Suavemente un dejo tarantinesco en su estética y hasta encontraremos en sus extensas previas a las escenas de acción muchas similitudes con Perros de la Calle. En esos diálogos sobre la nada (o en realidad sobre todo) que llevan adelante magistralmente Jackie y Mickey (Brad Pitt y James Gandolfini respectivamente) se encuentra muy presente el espíritu de Quentin Tarantino. Incluso la deliberada intromisión de la banda de sonido donde se destacan el genio de Johnny Cash o The Velvet Underground remite totalmente al realizador que a fines de enero estrenará en la Argentina Django Unchained. Más allá de las similitudes u homenajes, Dominik consigue conjugar todos estos elementos con vuelo propio y no como una vulgar copia al cine de Tarantino. ¿Alguien dijo como NO hace Guy Ritchie? Perdón por el bardero off topic. Richard Jenkins, James Gandolfini y Ray Liotta son las tres cartas que acompañan a Brad Pitt para sellar el tan mentado póker de ases que logra disimular con grosas actuaciones los excesos artísticos de su director. Pitt, que además es el productor, no la tenía fácil con la caracterización de este perro de la calle, aunque consiguió sortearla con una atrayente labor cargada de oscuridad y parquedad. Mátalos Suavemente se vuelve presa de sus propias virtudes por los excesos de su realizador Andrew Dominik, aunque sus intenciones estéticas y críticas, además de las excelentes actuaciones, son una bocanada de aire fresco en una cartelera que ya va bajando la persiana de este año, y eso siempre es algo digno de valorar y destacar.
La revolución en la era Glee La cuarta entrega de la exitosa saga Step Up, que comenzó allá por el 2006 con el lanzamiento de la carrera del ascendente Channing Tatum, llega a los cines argentinos para contarnos la historia de un grupo de baile llamado The Mob que irrumpiendo y bailando en cualquier momento y lugar de la cotidianeidad en la ciudad de Miami busca ganar un concurso en el cual el vencedor se llevará un suculento premio de 100.000 dólares. Los objetivos del talentoso grupo se ven drásticamente modificados cuando un magnate quiere demoler su barrio para convertirlo en un lujoso hotel, allí The Mob intentará parar dicha obra con espectaculares secuencias de baile a modo de protesta. La saga Step Up siempre se ha caracterizado por apuntar a un público juvenil que busca pasar un buen rato con espectaculares coreografías, una historia de amor ¿palpable? y sensible y no mucho más que eso. Aunque hay que destacar que en Step Up 4: La Revolución hay un interesante planteo del baile como lucha contra el sistema y como elemento principal para desarrollar una revolución. Si nos basamos en el realismo, pensar que por medio de un par de bailes van a derrocar dictadores o evitar que se destruyan sus casas es ridículo, pero justamente una de las cosas para las cuales está el séptimo arte es para hacernos creer por un poco menos de dos horas que un par de espectaculares coreografías pueden cambiar el mundo. Obvio que la revolución es edulcorada y con poca profundidad, pero no podemos pedir más a un musical que se desarrolla dentro de los parámetros que ha impuesto la era Glee desde la televisión. Tampoco hay que dejar de lado que ese idílico planteo tiene como consecuencias que la película sea más ambiciosa en su desarrollo y por lo tanto más riesgosa en su apuesta. El resultado que da esa apuesta es un film regular que si bien no llega a justificar tamaña postura, tampoco tira por la borda sus buenas intenciones. Las escenas de danza ideadas por Scott Speer son lo mejor de Step Up 4: La Revolución y resultan altamente disfrutables y espectaculares, aunque hay en la puesta en escena de las mismas una repetición de recursos que las torna algo monótonas y poco innovadoras, dejando demasiado en soledad el talento expresado por los bailarines. El elenco encabezado por Ryan Guzman y Kathryn McCormick no se destaca demasiado por sus labores cómicas/dramáticas y la lógica de este tipo de cintas indica que sus actuaciones sólo deben servir para justificar el paso a las secuencias de baile. El problema aquí se da porque hay una historia detrás (con todas sus limitaciones) que intenta trascender más allá de los límites de esa justificación y es allí cuando se necesitan actores más comprometidos con el curso romántico y dramático de la película. Step Up 4: La Revolución se queda a mitad de camino de ser un buen producto de entretenimiento por sus propias pretensiones y limitaciones.
Tú y yo somos dos adolescentes, que se aman Llega a su fin la saga Crepúsculo de la mano de Amanecer - Parte 2, luego de que la entrega inicial de la misma dejara abierta una "alta" expectativa sobre el cierre de una de las franquicias más exitosas de los últimos tiempos. Contar de qué va la historia me parece un poco al divino botón, pero para los que vayan al cine algo desprevenidos les contaré que este film tendrá como trama el enfrentamiento de los Cullen y sus clanes aliados contra los Vulturi, la antigua y poderosa familia de vampiros, que se desata debido a un malentendido con el nacimiento de Renesmee. A ver, si bien no considero a la saga Crepúsculo en su totalidad como un desastre cinematográfico, creo que esta última parte de la franquicia es un paso atrás en relación a Eclipse y principalmente Amanecer - Parte 1. Ojo, no voy a citar en esta crítica la solemnidad, la histeria, el conservadurismo, los momentos timoratos y otras obvias cuestiones ya vienen atachadas a las películas de Crepúsculo, debido a que considero que si alguien va a ver una de estas cintas sabe a lo que se enfrenta. Más allá de esa observación y dejando de lado esas salvedades, Amanecer - Parte 2 no logra desarrollar y aprovechar ese buen final que tuvo su predecesora, principalmente por la brusquedad narrativa y las pocas ideas que presenta su director Bill Condon. O sea, Amanecer - Parte 2 presenta muy pocos hallazgos entretenidos a lo largo de sus casi dos horas que "justifiquen" su división. Es como si todos los cartuchos los hubiesen gastado en la primera entrega, apostando solamente para la edición final a la "épica" pelea de los Cullen contra los Vulturis. Tranquilamente podrían haberle sumado lo más rescatable de esta última entrega a la anterior y hubiese quedado un producto mucho más redondo, aunque obviamente menos suculento en su recaudación. Sólo condimentan el film (con mejores y peores resultados) un puñado de grasulientas escenas con estética publicitaria, varias secuencias digitales hechas con bastante artificio y algunos que otros momentos cómicos con la falta de dominio de los nuevos poderes de Bella. Ah, el efectivo final con Bella y Edward en la pradera que es utilizado como un rápido repaso por las cinco entregas y la secuencia de créditos protagonizados por la mayoría de los protagonistas de la saga merecen destacarse por aprovechar de buena manera el consumado final. Seguramente varias muchachas serán las que suspiren/griten ante las apariciones de Jasper, Mike y muchos otros que fueron quedando en el camino de las nuevas ediciones. Hay una cuestión dentro de la saga que es incuestionable y la misma es que incluso llevando a cuestas sus propias falencias y complejos ha conseguido traducir de manera efectiva una historia de amor que a lo largo de las cuatro películas ha evolucionado tornándose irrefrenable, palpable, sensible y hasta por momentos conmovedora. Dentro de Amanecer - Parte 2 encontraremos que Robert Pattinson continúa en su franco ascenso hacía el absoluto estrellato y Taylor Lautner consigue que por momentos se le caigan algunos que otros gestos, mientras que Kristen Stewart sigue expandiendo su belleza hacía fronteras inalcanzables. Stewart puede no tener un amplio repertorio actoral, pero hay detrás de ella una mirada angelical que suplanta todas las falencias que pueda tener como actriz. Ojo, no todo es color de rosa en el paliducho reparto, debido a que dentro del elenco secundario hay un par de "actores" que son de madera terciada y aún sigo sin entender como un muy buen actor como Michael Sheen permitió que le pongan esa peluca que no sólo provoca un daño irreparable en la vista sino que además trae a la memoria a los mejores quinchos que ha inmortalizado el querido Nicolas Cage. Amanecer - Parte 2 cierra de manera regular una de las sagas más exitosas de los últimos años. Muchos/as se quedarán con el recuerdo de sus principales falencias, mientras que otros/as encontrarán en el incontenible y prohibido amor adolescente las fuerzas para recordarla con el paso del tiempo.
Un voto de confianza Will Ferrell vuelve a nuestras carteleras luego de más de cinco años de ausencia (debido a que las distribuidoras han enviado sus últimas películas directo a DVD) acompañado de Zach Galifianakis con Locos por los Votos, una sátira política que nos contará cómo dos candidatos de Carolina del Norte se disputan una plaza de congresista en los Estados Unidos. Ferrell es Cam Brady, el actual representante de ese distrito en Washington, y Galifianakis es Marty Huggins, un excéntrico ciudadano que es impulsado por unos millonarios a representar la principal oposición de Brady. La talentosa dupla protagonista prometía, el elenco secundario integrado por Dan Aykroyd, John Lithgow, Jason Sudeikis y Brian Cox era sólido, la dirección de Jay Roach (realizador de las dos primeras Fockers y varias Austin Powers) parecía un aspecto solvente de la película y la historia representaba quizás una de las patas más fuertes de este film que lamentablemente no termina de aprovechar todo su potencial. Vamos a comenzar por el dúo actoral. Everybody loves Zach Galifianakis, pero ya es hora que este buen comediante deje de lado al Alan que tantas alegrías le dio para bridar alguna caracterización que se diferencie de aquel gran papel que interpretó en ¿Qué Pasó Ayer? Este Marty Huggins no se distancia demasiado del querido Alan, como así tampoco del Ethan Tremblay de Todo un Parto, dejando como resultado un deja vu que va perdiendo gracia en cada película. Por otra parte tenemos al inmenso Will Ferrell un tanto encorsetado, que por momentos deja salir ese lado salvaje y experimental (que hasta ahora sólo pudieron domar y explotar al máximo Adam McKay y Ben Stiller) siendo allí cuando se registran los mejores momentos de la cinta. Ferrell, como explico más detalladamente en este texto hacía este genio, es uno de los más grandes comediantes que ha dado Hollywood en los últimos años y aquí no logra desarrollar ese dark side más complejo e inesperado porque el tono timorato y condescendiente que va tomando la cinta hacía el final de su proceso no lo deja ser. Más allá de esto, su sola presencia y sus exagerados gritos al viento pagan la entrada de la película sin problemas. El problema principal de Locos por los Votos es que Jay Roach, de nuevo a pesar de tener mucho potencial que desarrollar, no consigue plasmar en el final ese aire de incorrección que presentaba la cinta en su promisoria hora inicial. Incluso se podría decir que sus últimos veinte minutos son decepcionantes por dar giros que se caracterizan más por su carácter reivindicatorio y temeroso, que por la desfachatez y transgresión que mostraba en un comienzo. Para no contarles solamente lo deficiente de la cinta, se puede destacar que la representación de la clase política, las campañas y todo lo que rodea a ese mugroso mundo se encuentra por momentos plasmado con gracia, agudeza, comicidad y hasta esa exageración característica de la Nueva Comedia Americana. Aunque en resumen es como si la cinta iniciara como los incorrectos aires que posee la Nueva Comedia Americana para lamentablemente sobre el final dar paso a los peores vicios que tiene la Comedia Clásica Americana. Locos por los Votos no llega a desperdiciar del todo el genial tono paródico y satírico de su primera hora, aunque su último cuarto le hace bajar considerablemente su margen en el escrutinio final, consiguiendo llevarse la elección solamente por el voto de confianza que deposito en ese crack de la comedia llamado Will Ferrell.
Ben y los argonautas El tercer largometraje de Ben Affleck como realizador ha llegado a los cines argentinos para contarnos la historia real de la operación que la CIA montó a fines de los 70 para rescatar a 6 empleados de la embajada de los Estados Unidos en Irán que lograron escapar al momento de la toma por asalto de la sede diplomática. Tony Mendez, especialista en extracciones, creará una falsa productora de películas (que incluye productores, eventos de prensa y hasta un guión verdadero) que partirá hacía Teherán a encontrar locaciones para filmar una película, aunque en realidad su única misión es traer convida a los 6 ciudadanos estadounidenses que se encuentran refugiados en la casa del embajador de Canadá mientras un grupo de iraníes los busca incansablemente para ajusticiarlos. No voy a hablar de las anteriores obras de Ben Affleck como director por qué ya lo hice acá, pero si voy a destacar nuevamente que la evolución de este actor/productor/director es realmente asombrosa. Argo vendría a ser su opera cumbre, su más grande película por el desafío que planteaba filmar una historia tan compleja que de haber caído en manos de otro director hubiese sido un panfleto al heroísmo yankee. Uno de los puntos más altos de Argo es que el punto de vista de Affleck, de vuelta demostrando un arraigado y querido clasicismo, no es diagramar una estructura basada en héroes y villanos, sino que plantea un universo real a una historia que por momentos roza lo increíble. Affleck no demoniza a los iraníes ni tampoco los justifica, pero si pone en contexto esa furia desatada que se vivieron por más de un año en Teherán. No la deja librada al azar para sentenciarlos, sino que se encarga por medio de una brillante, gráfica y breve introducción de ubicar la situación de opresión que vivió el pueblo asiático durante más de 30 años generando los lamentables hechos posteriores. Si hay algo contra lo que dispara el realizador de The Town sin piedad es contra las políticas de los Estados Unidos. A lo largo de este film, Ben apunta con ácidas críticas al imperialismo del país del norte y al comienzo de Argo deja bien en claro su posición con la mencionada introducción que comenta sin ningún tipo de tapujo que su país e Inglaterra organizaron el golpe de estado que terminó con el mandato de Mohammad Mosaddeq para luego establecer y controlar a su merced la dictadura del Sha Mohammad Reza Pahlavi. Argo se encuentra claramente dividida en dos partes. La primera parte narra el nacimiento de la misión, donde el humor paródico y crítico hacía Hollywood es moneda corriente. La segunda se desmarca de la primera en absoluto por cambiar radicalmente el registro virando hacía un thriller político donde la tensión se apodera del relato. Es fascinante como a pesar de conocer el final (no lo voy a revelar por las dudas) uno siente como el corazón se sale del caparazón en los momentos cúlmines de la cinta. Obviamente que esto no es casualidad, debido a que el perfecto pulso de Affleck como director se encargó de mostrar acertadamente el clima hostil que rodea a Teherán, generando que sea imposible aislarse de ese opresivo y violento mundo más allá de lo dicta la conocida realidad. Ben Affleck aquí es el verdadero responsable del éxito artístico de Argo, ya sea detrás o delante de las cámaras mostrando que su evolución en ambas facetas es impresionante. Esto lo resalto porque en The Town, si bien Ben es el protagonista, el lucimiento cae en manos de Jon Hamm, Jeremy Renner o Chris Cooper mientras que en Argo es el actor de Pearl Harbor el encargado de cargarse la película en los hombros y romperla toda. Nuevamente se rodea de un elenco secundario de lujo donde John Goodman, Alan Arkin, Bryan Cranston (otra vez dando lugar a un actor de Tv en ascendencia) y Scoot McNairy lo acompañan con grandes actuaciones. Argo se convierte en una de las mejores películas del año por su brillante e inteligente sentido del humor, por su ácida crítica contra los Estados Unidos y principalmente por demostrar la gran evolución de Ben Affleck como director, en un rol donde la originalidad, el clasicismo y fundamentalmente las esperanzas no abundan.
Tiempos violentos La ciencia ficción viene algo maltrecha con las propuestas que se han estrenado últimamente. Sin dudas Prometeo es el ejemplo más claro de las cintas que llegan a nuestras carteleras bajo esa aura fantástica futurista que terminan por ser una gran decepción. En cambio Looper: Asesinos del Futuro, dirigida por Rian Johnson y protagonizada por Joseph Gordon-Levitt y Bruce Willis, hace honor al género que aún hoy encuentra en Blade Runner a su exponente más reconocido y canónico. Los viajes en el tiempo fueron inventados en el 2074 e inmediatamente fueron prohibidos, aunque la mafia comenzó a utilizarlos clandestinamente para enviar a las personas que les causaban problemas unos treinta años para atrás para que un grupo de asesinos llamados Loopers se ocupen de ellos sin generar rastros del cuerpo, ya que los finaditos en cuestión no era nadie aún para el año 2044. Joe es un Looper que comenzará a complicarse su placentera vida de lujos cuando su objetivo sea asesinar a su yo del futuro. La historia de Looper parte de una idea original de Johnson y es explotada de manera satisfactoria. La película no gira en círculos alrededor de los viajes en el tiempo hasta el hartazgo sino que a medida que avanza en su metraje comienza a abrir distintos focos (algunos más interesantes que otros) asumiendo el típico riesgo de que cuanto más se quiere abarcar más complejo es cerrar y darle fuerza a una idea. Resumiendo en criollo: "cuando mucho se abarca, poco se aprieta". Pero Looper: Asesinos del Futuro no haciendo caso al dicho y siendo bien ambiciosa presenta un producto que a simple vista es una película de ciencia ficción, aunque si buceamos un poco en sus profundidades encontraremos escenas de western, un gran policial, un film fantástico donde la telequinesis es moneda corriente y hasta un romance que surca los límites del melodrama. La trama romántica es una de las más desarrolladas, especialmente en el segundo tramo de la cinta, y quizás por momentos se torne anodina y pesada por tener que cargar con dos personajes demasiado duros y golpeados como para que pueda convencernos de que el amor pueda conmoverlos y salvarlos. Johnson no logra en esta historia salir bien del todo, aunque sí cumple con su intento de anclar a su protagonista a la realidad. El Joe de Gordon-Levitt (cada vez más asentado, eficaz y versátil) no tenía nada que lo atara a su actual presente de robot que cumplía órdenes con algunas pequeñas ambiciones de un cambio de vida hasta que conoce a Sara (una bastante flaca, cojonuda y sensual Emily Blunt) y su hijo (que tranquilamente podría ser el hijo de Jean Grey por la similitud en sus tremendos e incontrolables poderes) y al relacionarse con ellos comienza a crear ese "algo que perder" que lo vuelve más humano, interesante, complejo y hasta querible. En el cambio de protagonistas Looper: Asesinos del Futuro sale muy bien parada gracias a la ya mencionada solvente labor de Joseph Gordon-Levitt y por tener a ese crack siempre confiable de Bruce Willis. En ellos dos recae que el continuo "swicheo" de Johnson no se contraponga con los intereses de la película. Obviamente que también hay mérito en Johnson en sostener y crear dos atmósferas que se asemejan pero que a la vez son independientes, generando un interés por el pasado, presente y futuro de ambos protagonistas. Si es bienvenido que al mejor estilo "Tarantineano" Johnson logre conformar en Looper: Asesinos del Futuro un producto que recuerda en varios pasajes a distintas películas como Blade Runner, X-Men (la escena de la destrucción del policía rememora a la "muerte" de Charles Xavier en la tercera entrega de la saga mutante), a clásicos westerns y hasta a Terminator (el nombre de la Sara de Blunt es un claro homenaje a la Sarah Connor de Cameron) pero casi todo cohesionado, fluido y por momentos hasta coherente. Es que Johnson, en otra clara similitud con los resultados del cine de Tarantino, no deja que esa mixtura pulp de géneros, reciclajes y reversiones altere su idea o su mensaje y a pesar de sus falencias consigue que Looper: Asesinos del Futuro sea su película y no un refrito de ideas sin sentido o simple homenaje a los autores que lo influenciaron.
De caravana Estrenada en el BAFICI del año pasado y en Les Avant-Premières de este 2012, hace su debut comercial en los cines argentinos la genial Tournée, dirigida y protagonizada por ese crack francés llamado Mathieu Amalric. Tournée seguirá las andanzas de Joachim Zand, un ex productor de televisión parisino que trae un espectáculo de new cabaret de los Estados Unidos compuesto por un grupo de talentosas muchachas bastante entradas en años y con algunos kilos de más a hacer una gira por su país natal con la promesa de un cierre de tour a todo trapo en la luminosa Paris, aunque lamentablemente el pasado volverá a la vida de Joachim para saldar viejas deudas y evitar dicha presentación. Este cuarto largometraje de Mathieu Amalric muestra las bambalinas de un New Burlesque con sus verdaderos y palpables exponentes, pero no lo hace desde una mirada patética o cruel, sino que el director pinta este extraño y complejo mundillo con pasión, situaciones límites, caos, compañerismo, relieve y principalmente, mucho, pero mucho, amor. Amalric jamás realiza un juicio de valor sobre la exposición que conlleva semejante laburo y esa es la esencia de la película, él es incondicional hacía ellas y a pesar de su depresión, su autodrestucción y sus fallas se muestra orgulloso de representarlas. Cuando las luces se encienden las almas de las chicas se iluminan y el talento florece. Allí no parece haber un ser más seguro y feliz en el mundo que ellas, pero cuando los reflectores se apagan se puede apreciar en ellas el insomnio y la soledad generando una tridemensionalidad en los personajes. Es decir, no son "estrellas" que navegan en el firmamento de un escenario y nada más, son personas con sentimientos, pasado y miserias y es justamente en ese camino de aceptar el presente y dejar de llorar, añorar y extrañar el pasado, donde se plantea la fascinante existencialidad de Tournée, nada más y nada menos, y Amalric la exhibe de manera compleja, erótica, triste y esperanzadora a la vez. Es que tanto Joachim como las bailarinas, cantantes, ayudantes y comediantes que integran el staff son seres imperfectos que rosan la locura y también la inmadurez pero que jamás se traicionan y que a pesar de los golpes que reciben, siguen yendo al frente como locos adorables que son. Hay dos anclas fundamentales en la excelente labor del reparto de este film, una es representada por Miranda Colclasure interpretando a la sensual, inteligente, interesante y desnivelada Mimi Le Meaux y la otra es la brillante participación del mencionado Mathieu Amalric como ese representante mal padre, que no puede con su vida y que le debe plata a medio Paris. En ellos dos radica principalmente la mirada melancólica y esperanzadora del film, esa mirada que sobre el final encontrará la ilusión de una nueva caravana que podría llevarlos de gira a la tan ansiada y buscada felicidad.