Vivencia de los primeros amores, temor sobre lo inesperado, un relato desde una mirada juvenil, donde los adultos se encuentran en un segundo plano. Los niños y adolescentes son los protagonistas. “El cine tiene la posibilidad de capturar las cosas que se escapan, lo efímero, y eso me motiva”, Dominga Sotomayor. “Tarde para morir joven” surge en base a recuerdos autobiográficos de las experiencias de la directora chilena al crecer en la comunidad ecológica alternativa de Peñalolén. El año es 1990, justo después de la caída de la dictadura de Chile, y aunque la política nunca se menciona, Sotomayor evoca a una nación encabezada por una transición incierta. Cerca de Santiago vive una comunidad hippie aislada en las laderas de los Andes, donde mientras los habitantes se preparan para una fiesta de Año Nuevo, la joven Sofía (Demian Hernández) se muestra cada vez más contraria al afecto infantil que le arroja su incómodo compañero, Lucas (Antar Machado), y al mismo tiempo se siente atraída por los mayores, pero casi ciertamente menos adecuados como Ignacio (Matías Oviedo). Sofía, de 16 años, se mudó recientemente a un pueblo nuevo. Las casas aún están en construcción y solo tienen plástico transparente en lugar de paredes adecuadas; las tuberías de agua causan problemas, hay una discusión sobre si y cómo se debe llevar la electricidad a la comunidad. Pero también hay un sentido de libertad y una vida sin preocupaciones. La visión melancólica triste de Sofía y sus distintos intentos de salir de esa opresión hacen interesante la cinta, la cual retrata los primeros amores y miedos, a su vez plasmando una libertad casi ilimitada, en donde al mismo tiempo se centra en la búsqueda de “libertad”. Los personajes centrales de esta historia llaman, pero no atraviesan las puertas de la edad adulta. La pérdida de la juventud, del futuro, de lo que aún está por llegar y de la incertidumbre en que nos sumimos al crecer. No hay gran brillantez en las actuaciones, pero encontramos cierta naturalidad, la transición emocional que se muestra es correcta, pero no se llega a conectar en total para generar emotividad. Diálogos inconsistentes que no potencian la película, siempre al borde de su punto de esplendor convirtiéndose en aceptable. Toca un mundo de contrastes, ansias de vivir y encuentro de libertad, formas de convivir y aprender a lidiar, lo que le da una lógica y concordancia con el título de la cinta. Por otra parte, en cuanto al aspecto técnico, hay que destacar los planos filmados en la oscuridad, captando las siluetas mostrando su lenguaje. Al igual que los paisajes, escenas cotidianas, luces, y colores dándole un tono de pesadrume de soledad y pena. En síntesis, “Tarde para morir joven” busca reflejar la vida desde el punto de vista adolescente, los mayores aparecen más desdibujados, marcando el fin de la infancia, embarcándose hacia grandes cambios y centrándose en el puro sentimiento desde lo juvenil su pureza, la incertidumbre, y sus dudas. Donde el futuro es confuso e incierto. La película ha sido definida como una secuela espiritual de su ópera prima de “Jueves a Domingo” (2012).
Magui (Kyrana Gallego), una mujer española de 45 años, regresa a Mar del Plata con una hija adolescente, tras su última visita en el verano de 1995, veinte años atrás. En el transcurso de un día en la ciudad balnearia, sus recuerdos la llevan a aquella última noche, cuando junto a tres compañeros de un call center de venta de tiempo compartido se vio envuelta en un episodio trágico, cuyas implicancias se revelarán todavía muy vigentes. “El Tiempo Compartido”, dirigida por Mariano Laguyás, es la primera película íntegramente realizada en Mar del Plata, y su segunda película tras la autogestionada “Chau” (2013). Este thriller dramático se desarrolla en dos líneas temporales: el presente, a partir de los recuerdos de Magui (45), y una fiesta temática en la Villa Victoria durante el fin del verano de 1995, cuando la ciudad se preparaba para ser sede de los XII Juegos Panamericanos, uno de los eventos deportivos más importantes que se hayan llevado a cabo en Mar del Plata. En la historia de a poco va desmenuzando el porqué de su regreso y, en el proceso de ordenar un pasado pendiente, se devela el drama de Magui de hace veinte años. Pero el orden temporal de los acontecimientos presenta cierta desprolijidad, llevando a ser confusa y cayendo de a momentos en un cine experimental, siendo el tiempo un elemento fundamental en la trama. El ritmo de la película es abrupto, con acción constante de los personajes, pero sin generar carga de suspenso, diluyendo el sentido de la historia. En cuanto a la estética de la cinta, queda a medio camino de crear unidad de la misma. Sí podemos destacar su locación grande, compleja, con muchas realidades, donde tiene todo lo que se necesita para reconstruir parte de la historia personal de la protagonista, aunque no más que eso. La narrativa pierde la fuerza necesaria ante una falta de atmósfera que no potencia la puesta de escena ni a los personajes, siguiendo únicamente su confuso argumento. En síntesis, “El Tiempo Compartido” es un film que muestra el desengaño, la tragedia, la visión por momentos tan negativa sobre el paso del tiempo en la mujer y el encandilamiento en el amor, sin mas pretensiones que las de abordar el cine de género como forma de entretenimiento, lo cual se va como agua entre los dedos.
El viento representa la dirección, la velocidad, de los distintos períodos de tiempo de la vida mediante lo que se transita, su forma de representar y resaltar las alteraciones de las emociones. Un elemento transformador al que puedes darle la espalda, afrontarlo y dejar transformarte. “Con el Viento” es una historia entre distancias emocionales y la dificultad de conexión, el reencuentro con el pasado y la reconciliación con uno mismo. Es el primer largometraje de ficción dirigido por la hasta ahora editora, documentalista y docente cinematográfica Meritxell Colell Aparicio. Es una coproducción española, argentina y francesa producida por Polar Star Films. Un subyugante híbrido de cine y danza. Mónica (Mónica García) es una bailarina y coreógrafa de 47 años que vive en Buenos Aires, donde desde hace dos años intenta realizar una nueva obra sin éxito. Nació en un pequeño pueblo al norte de Burgos (España), en donde sólo viven sus padres y seis personas más, y al que no ha vuelto desde hace veinte años. Una llamada de su hermana diciéndole que su padre está muy grave la empuja a volver. Pero cuando llega, su padre está muerto. Después del funeral, su madre le pide que se quede con ella para vender la casa. Son casi dos desconocidas que tendrán que aprender a conocerse y a convivir. Encontramos a una mujer que aún tiene cuentas pendientes con su familia, mejor dicho con ella misma, el regreso al lugar donde siempre fue gris y sin matices, el reencuentro con la figura materna con quien no tiene conexión fluida e intenta establecerla de cero. Un abismo dentro con el que tiene que lidiar. Y solo un lugar recurrente donde siempre se halla, en la danza. Además, que la protagonista de esta película sea una bailarina que admira a Pina Bausch sirve para que en algunas escenas de danza, éstas resulten bastante expresivas del estado de ánimo del personaje central. Se destaca la buena fotografía, presenta transiciones de modo abrupto donde las secuencias son basadas en el silencio y en expresiones corporales de los actores, en las que hay que resaltar a la protagonista. Su buen ensamble con la ambientación plasman de forma certera la esencia de la cinta, un relato emocional, de viaje introspectivo en que aflora el constante drama interno de falencias, lo cual ha hecho la difícil relación que tiene Mónica con la vida, dando paso al efecto colateral de la ausencia, partida, negación, tristeza y la soledad que se van estampando durante su recorrido. Un escenario rural donde los silencios y los pequeños gestos son elocuentes, por momentos de ritmo lento, lo que genera sea un tanto tedioso. El principio se rueda de forma más fragmentada, en sintonía con el personaje de Mónica, que está roto, y acaba con un plano secuencia para no romper el movimiento de la danza. Ella baila con el viento que es como bailar con el pasado, el presente, y el futuro. En conclusión, “Con el Viento” retrata a la perfección el camino de la reconciliación con una vida que se ha dejado atrás, los lazos familiares y sus vinculaciones, madre e hija que no logran comunicarse. Los silencios y la parquedad comunicativa son muy bien utilizados, convirtiéndose en un elemento fundamental del desarrollo de la película. En el viento hay muchas cosas, lo que cada uno quiera ver.
“El cuerpo es el templo viviente de los sentimientos, quien no les dé lugar, aquel que niegue sus tesoros, quien quiera desentenderse de su existencia, no hará más que negarse la posibilidad de vivir” – Kazuo Ohno. “En el cuerpo” es un documental dirigido por Alberto Masliah, que cruza la observación y la performática. Un viaje creativo de una obra de video danza, desde los ensayos hasta su culminación. Una película donde un cuerpo de baile inclusivo busca crear, a partir de una obra artística, tensión entre lo estético y la reconstrucción de espacios simbólicos y/o reales de la historia de la Argentina reciente. Pero en realidad en este documental se toma a la danza puramente como medio de expresión con el fin de abordar reflexivamente acontecimientos, situaciones y momentos que transita el ser humano, a través del arte del movimiento, donde se propone el cambio en la manera de mirarse y mirar al otro. Se observa el dolor, la búsqueda, el reencuentro, desde un ángulo artístico en la máxima expresión. Vemos distintos espacios escénicos y alternativos, en parte como un intento de encontrar al cuerpo como un sitio integral de comunicación, que puede trascender barreras lingüísticas. Se plasma así que el cuerpo no es una entidad neutral, sin información o aproximación de diferencias culturales, donde la construcción narrativa se basa en el cuerpo como la unidad que origina la performance. En cuanto a lo técnico, pasa de usar una elipsis común a una artística, con tomas bien montadas, en donde consigue darle continuidad mediante acciones coreográficas registradas en diferentes momentos. Cada uno de los bailarines establece una magnitud diferente a través de la vinculación procesual que existe entre la cámara y la acción realizada, esto refiere al sentimiento creativo así como al movimiento artístico donde el producto final que vemos es el siguiente: “Es mi lugar, es mi gente, es mi comunión, encontrarse y conectarse, mediante la danza, mediante el movimiento y la música, jugar sincrónica y complementariamente, mirarse a los ojos, confiar en el otro”. Ohno dijo una vez de su trabajo: “Lo mejor que alguien me puede decir es que mientras veía mi actuación, empezaron a llorar. No es importante entender lo que estoy haciendo, quizás sea mejor si no entienden, pero solo responde al baile”. En resumen, “En el cuerpo” es una cinta que resalta la danza como vehículo de conexión, como enlace y unión para con el otro sin importar condición alguna, donde se busca derribar los prejuicios que llevan a pensar en el discapacitado como impedido de deseo, trabajar para construir un nuevo paradigma en nuestra sociedad, lo que impide que alguien pueda hacer algo no está en el plano de las capacidades sino más bien en el de los deseos. Tiene que ver con la búsqueda de narrar la discapacidad desde un lugar diferente.
En el espacio de los relatos de ficción se refleja la realidad. General Villegas es la patria chica de Manuel Puig, el escritor, el guionista de cine, quien se fue porque se tuvo que ir y nunca más volvió. “Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a encontrarse con mi vida” – Alfredo Le Pera Hace quince años la ciudad se reconcilió con su autor, al que trataron de chismoso. Alguien que había ensuciado al pueblo, a sus habitantes y a familias respetables tras sacar a la luz cuestiones bastante incómodas que rodeaba a un sitio tranquilo considerándolo propio y de nadie más. Como dice el dicho “Pueblo chico, infierno grande”; sobre todo repudiado terriblemente por la manera de representar a la familia de Juan Carlos Etchepare, el galán de “Boquitas pintadas”. Hoy en la entrada a General Villegas encontramos un cartel enorme, el cual recibe al visitante con la cara de su ciudadano ilustre: Manuel Puig. “Regreso a Coronel Vallejos”, el documental de Carlos Castro relata la relación amor/odio entre Puig con Villegas, y su transformación de traidor a orgullo local. Una mujer parapléjica, Patricia Bargero, dueña de un pasado doloroso y enigmático, cambia su perspectiva tras un accidente automovilístico. Ahí es cuando comienza a interesarse por la historia de Puig y será el hilo conductor que construirá un puente que hizo posible la reconciliación del escritor villano al ciudadano ilustre en su tierra natal. El film toca tres puntos claves que se entrelazan: la biografía de Manuel Puig, la historia de General Villegas y la vida de Bargero, bautizada como “la viuda de Puig” por los habitantes del pueblo, generando un nexo que deriva en dicho título. Una crónica de carácter biográfico e histórico que tiene como base la fotografía, los planos fijos, además de incluir una única entrevista del escritor que jamás salió televisada. Un relato en off de Bargero une al contenido personal con la búsqueda de la reivindicación de Puig en Villegas. El espejo que Puig había montado en los villeguenses era demasiado fuerte para la época, las miserias de un pueblo: los amores escondidos y los ojos que espían por la mirilla de la puerta. Sin embargo, los tiempos han pasado y ya no quedan resentimientos. Por otra parte, la conexión que encontró Patricia en su literatura es la misma que el escritor sentía a la hora de escribir, responder a una necesidad interna muy urgente dictada justamente por esa exigencia de aclarar un problema no resuelto. “El pueblo era un western en el que había entrado, una película que había ido a ver por error. Yo, de chico, solamente respiraba dentro del cine”. En resumen, el documental retrata la soledad, los prejuicios, el desprecio. Habla del efecto que produjeron las novelas “La traición de Rita Hayworth” y “Boquitas pintadas” en un pueblo muy conservador, haciendo sentir a los lugareños traicionados y expuestos. Asimismo, sobre la relación de Puig con su pueblo natal.
Mantener las distancias… física, temporal o incluso emocionalmente nos recuerda a que todos observamos el espacio en busca de pistas para saber cómo sentirnos. Es una forma inconsciente de valorar la situación en la que nos encontramos. Matías Szulanski destaca que quiso hacer una película “sobre la alienación y la distancia emocional, tanto entre los personajes como entre el espectador y la cinta”. “Recetas para microondas” es la historia de una mujer, sus amantes, el hombre que la violó, y el hijo que salió de esa violación. Un episodio que desencadenó quien hoy es Graciela (Verónica Intile), alguien sin metas, desmotivada ante la vida con el solo objetivo de una supervivencia existencial, sin apego emocional, solo satisfacer la necesidad física, tapando aquellos agujeros emocionales; una búsqueda de sí misma estancada. La aparición de Luis (Fabián Arenilla), su violador, tras cumplir condena, tratando de enmendar lo sucedido, revoluciona aún más su mundo desequilibrado. Por otra parte, un hijo que desconoce la verdad de su origen al ser criado por los padres de Graciela, donde posteriormente surge un punto de quiebre, en el cual ella es empujada al compromiso emocional, pero que no quiere asumir ni transitar. La trama principal es por demás controversial, un drama en el cual abunda el cinismo y muchísimo humor negro, vampiros situados en la actualidad, que conviven como personas comunes con problemas ordinarios. En escena una pizca de aloe vera, que ambos protagonistas utilizan constantemente donde lo podemos tomar con una connotación de “mantener apariencias”, pero muy lejos de películas como “Guardianes de la noche” (2004) o “Noche de Miedo” (2011). Tanto Verónica Intile como Fabián Arenilla son quienes sostienen la película, ella y sus múltiples relaciones con sus amantes, cada una con su propio significado, un trabajo impecable de Intile y la química junto Arenilla es totalmente acertada. Desde lo técnico se observa que pasa de usar una elipsis común a una poética y artística, con tomas bien montadas en donde consigue darle continuidad a la narración. Transmitiendo más de lo que se ve a simple vista, ofreciendo a los espectadores algo con más simbolismo, otorgando un ritmo propicio a la cinta. Una producción bien lograda, sin más pretensiones, en donde no hay héroes ni villanos, sino sólo perdedores natos y hechos. En síntesis, “Recetas para microondas” es una mezcla interesante, de lo que significa básicamente saber amar, apreciar e involucrarnos en las cosas desde un punto de vista más equilibrado y saludable, liberándonos a su vez de esos excesos que nos ponen cadenas y que nos amarran, aunque con un toque bastante sarcástico, dejando un trago corrosivo.
La música es más fácil sentirla y reproducirla que explicarla o definirla, tiene mucho de misterio y magia. Presenta para nosotros un mundo del que no somos totalmente capaces de comprender, pero al que llegamos una y otra vez de forma natural. Esta es la historia de la primera banda de rock pesado del país, quienes sin difusión ni apoyo de ningún tipo crearon una mística marcando una época. El Heavy Metal argentino surge en la década de los ’70, grupos como Pappo’s Blues, Pescado Rabioso, Plus, Vox Dei, algunos de los que trazaron la línea de un género, del cual hoy se conoce de otra manera, pero a El Reloj, con sus contrapuntos progresivos, los tonos tensionantes y riffs penetrantes, se los consideró como los revolucionarios de este tipo de música. Poseían una impronta innata de hacer cosas muy elaboradas al extremo, en la época en que vivían. “Es difícil a veces definirse por una línea o por un tipo determinado de música y frente a esta dificultad nos hemos inclinado por abarcar desde la musical barroca hasta lo más pesado de este tiempo. Esto que nosotros llamamos EL RELOJ”. “Alguien más en quien confiar” es un documental de Matías Rojo y Gabriel Patrono, que narra de forma cronológica el origen y formación de El Reloj, banda integrada por Willy Gardi, Tucata Suarez, Eduardo Frezza, Luis Valenti y Juan Espósito, situado en 1970 hasta la última del 2001. Cuenta con material de archivo, testimonios de profesionales de la música, además de los que pertenecieron a la antigua banda. Plasma la identidad del grupo, unos innovadores y adelantados para su época. El boca a boca fue el aliado que acrecentó de a poco su popularidad, forjando la clave del éxito. Absolutamente provenientes de una dimensión diferente, al margen de ser un momento donde el rock era mala palabra, El Reloj logró dejar una huella de gran importancia, inspirando a varias generaciones de músicos. Su pico de notoriedad llega con la primera actuación en el Teatro Astral y luego en el Luna Park, pero cuando parecía que pegaban el salto con su primera gira internacional algo cambió. Los altibajos y las fluctuaciones tomaron más preponderancia dictaminando el rumbo del grupo, que aún hoy prevalece en el sentimiento colectivo de la gente rockera del Oeste de Buenos Aires. El film se centra en lo que fue y en lo que pudo llegar a ser. En síntesis, “Alguien más en quien confiar” es ese viaje constante que resalta el amor y la pasión por la música. A su vez, se centra en la perseverancia de la banda en el camino musical y la evolución de la misma a lo largo de los años. Una línea de tiempo estampada de forma correcta con detalles de una consecuencia lógica que deriva en este homenaje y reconocimiento más que merecido a una de las bandas pioneras del rock pesado nacional.
La invocación del concepto infinito que estampa el cineasta va desde la mirada que uno puede darle, la cual no tiene límite ni final, aunque toda obra no es infinita, ese conjunto de ideas que alguna vez aspiraron a la pantalla fueron proyectos cancelados, interrumpidos a medio camino o por diversas razones jamás concluidos. Verán una historia sobre lo que no fue. “La película infinita” es un documental de creación en blanco y negro/ color, dirigido por Leandro Listorti, con trozos inconexos de cintas argentinas montadas de forma en la que quedan exactamente regulados los momentos de apertura y cierre. Como a través de un espejo roto, los restos de aquello que en su instatnte no pudo ser vuelven a la vida para brindar imágenes tan oblicuas y fascinantes como las de un sueño. Fragmentos que sirven para construir esta especie de historia paralela del cine. Se centra en lo maravilloso que es mirar y escuchar, y la necesidad de querer que nos cuenten una historia. Pretende, también, concientizar sobre el estado de los materiales y las consecuencias. Una narrativa extraña, que te sumerge entre lo onírico y el realismo, la inclusión de diferentes historias, en un conjunto bien ordenado. La misma es un complejo mecanismo cinematográfico que parece creado siguiendo el Método Frankenstein, ensamble de una serie de films inconclusos, un viaje entre la ceración y el olvido, donde Listorti los reúne, los transforma, para ser llevados otra vez al cine con un nuevo destino en común. Entre el material descartado que fusiona el film encontramos los dibujos animados de “El eternauta” (1968) realizados por Hugo Gil, “El ocio” (1999) de Mariano Llinás y Agustín Mendilaharzu, y “El juicio de Dios” (1979) de Hugo Fili. En síntesis, es un relato fragmentado con recursos de documental y ficción que, debido a sus elementos, es una excelente opción para que inspeccionen los cineastas. Por supuesto no se trata de pensar en el concepto de narración en el sentido más clásico, por lo cual para el resto de los espectadores es la posibilidad de asomarse a un tipo de película que no suele tener tanta exposición. Se encontrarán con una cinta de carácter ecléctico, con una gama amplia de temas donde cada espectador podrá encontrar su propio largometraje. Tal vez en esa posibilidad de permanente relectura radique el carácter infinito al que se alude desde el título, aunque paradójicamente se trate de una película bastante corta.
El desarrollo creativo de un documental muchas veces puede rozar la cornisa entre lo innovador e impactante y lo insulso incompresible. El cine experimental, en su rareza natural y diversas formas de enfoque entre el arte abstracto y real, busca una conexión con su público para llevarlo a reflexiones profundas y trascendentales en su vida, o apuestan por transmitir ideas elevadas que no se encuentran al alcance de la comprensión de cualquier espectador, inclusive puede ser tomada como una forma deliberada de desarrollar una idea sin propósito alguno. Pero todo esto es muy subjetivo ante el valor de este tipo de cintas. Fernando Laub nos trae “Dead End” con un fuerte énfasis en la banda sonora. Se trata de un documental experimental que combina la fluidez de una road movie con los enigmas de la música de vanguardia. Filmado en el entorno de la mítica ruta 66 y sus inmediaciones, recurre a las alegorías perpetradas a la vera del camino para describir las distintas etapas del sendero de evolución espiritual. Rodado mayormente a lo largo de Arizona y Nuevo México, registra las asperezas de sus conmovedores territorios. Un film que se sumerge entre la naturaleza y los sonidos, aventurándose en un viaje de composición artística audiovisual del espíritu, materia y espejismo. Probar experimentalmente que el espíritu está asociado a la materia, la materia, energía o fuerza es el principio activo de la naturaleza. Tal vez existe un espíritu libre y creativo fluyendo en toda la naturaleza. Una propuesta que trata de plasmar de la forma más auténtica posible su idea, pero que presenta una estética que lo hace monótono, al igual que su narrativa audiovisual. En resumen, “Dead End” es un film de arte sonoro, cuya finalidad es la de expresar la verdad subjetiva de los sentimientos hasta convertir la obra del artista en el reflejo de su propia pasión íntima, este tipo de obras son muy particulares, ya que nos encontramos con el concepto de cine de arte y ensayo, lo cual es bastante ambiguo.
Lo que vive una persona durante y después de un combate es duro, deja marcas muy negativas, que resultan positivas a la vez. Según el punto de vista de Alias Yineth, la guerra en Colombia sucede “desde que tengo uso de razón… Incluso desde antes de nacer ya estaba en guerra… Nos moldean como quieren. A mí me enseñaron que Dios no existía y que entonces matar no era malo porque nadie nos juzgaba”. Una vida marcada por la tristeza y el dolor, que logró transformar toda esa aflicción. Quizá no haya país en el mundo en que la palabra guerrillero no sea simbólica de una “aspiración libertaria para el pueblo”. El concepto de estas tropas ligeras es que la consolidación de la paz es fundamental para la estabilidad de una región, pero esta revolución libertadora, en todos sus extremos, ¿representa una lucha política legal, pacífica y democrática? Hoy hay miles de combatientes, mujeres y hombres, dispersos por toda la geografía con una historia para contar. “Actualmente cuento mi historia, viajo dentro y fuera de Colombia dando conferencias sobre paz y reconciliación, y lucho para que otras guerrilleras desmovilizadas -sin estudio, sin autoestima, con un pasado tan lleno de dolor- puedan tener una oportunidad dentro de esa sociedad que me acogió. Colombia necesita saber que los guerrilleros somos humanos y que merecemos comenzar de nuevo”. “Alias Yineth – La Mujer De Los Siete Nombres” es una co-producción entre las compañías Aramos Cine (Argentina) y Rhayuela Cine (Colombia). Este documental es un retrato íntimo que se centra en Yineth, una niña campesina, reclutada por la guerrilla a los doce años. Una mujer que a través de la reinvención encuentra la manera de sobrevivir a un país que constantemente le dio la espalda, y las múltiples transformaciones que tuvo dentro de un período definido de guerra y dos procesos de paz diferentes en Colombia. Quince años después, trabaja para el gobierno en programas para la desmovilización y reinserción de combatientes de la guerra. La última época ha significado un enorme cambio, desde su vida pasada en la selva, hasta el logro de un lugar en la sociedad civil. El film, basado en hechos reales y narrado por su protagonista, explora de forma certera el conflicto y el drama, logrando mantener viva la historia a medida que se desarrolla. Existen secuencias adicionales (procesos interesantes y acontecimientos históricos) que sostienen la fluidez visual, garantizando un ritmo enérgico. Un relato que logra persuadir, sorprender y cuestionar. En resumen, “Alias Yineth” es un gran documental que consigue cautivar, al mismo tiempo que educa y concientiza, iluminando sobre un problema social a menudo ignorado. Una narración cruda y estremecedora de lo que es ser parte de una guerrilla, los miedos, las incertidumbres, las controversias y el después. El proceso de resiliencia ante una sociedad en la que han estado ausentes. Una crónica de carácter biográfico plasmado de forma auténtica, que invita a la reflexión.