Anexo de crítica: -Ignoto para la mayoría pero audaz en su propuesta que escapa de manera rotunda del cliché y el estándar de la mediocridad Hollywoodense, Rupert Sanders despoja a la historia rosa de Blancanieves para sumirla en lo que podría definirse como un anti cuento de hadas bajo una impronta de oscuridad y espesura dramática, sin perder las riendas de un relato que tiene todos los condimentos para la aventura, la épica y la gran interpretación de la sudafricana Charlize Theron que con su sola presencia y sensualidad perversa encarna a una de las mejores villanas de la historia del cine y deja a Blancanieves reducida a cenizas pese a los loables esfuerzos de la insípida Kristen Stewart.-
Duelo en las sombras Abrir puertas y ventanas, debut en el largometraje de la realizadora Milagros Mumenthaler, parece encerrar dos ideas desde su título que se ajustan y sintonizan con el clima íntimo del film: el desahogo por un lado, de ahí la apertura y por otro la búsqueda de secretos o de recuerdos tras el encierro que implica un duelo por la muerte de un ser querido. Tres hermanas muy distintas entre sí, con su temperamento, Marina (María Canale), Violeta (Ailín Salas) y Sofía (Martina Juncadella) pasan un tiempo relativamente corto en la casa de su abuela, fallecida recientemente. Todo hace indicar, a partir de los detalles e indicios que se van acumulando en una trama donde los diálogos son precisos y no abundan, que fueron criadas por Alicia, esa abuela que ya no está pero que de alguna manera hace de su ausencia una presencia en cada rincón u objeto disperso en la casa. El otro personaje que entra y sale de la casa pero que provoca movimiento en su interior es el vecino-inquilino Francisco (Julián Tello), con quien interactúan las hermanas en disputa permanente por su atención. La sutileza con la que Milagros Mumenthaler, que recibió el Leopardo de Oro en Locarno por esta ópera prima, maneja los tiempos y construye los lazos afectivos, al tiempo que transparenta los conflictos, envidias, celos, dolores, frustraciones y angustias, es la mayor virtud de Abrir puertas y ventanas. Sin embargo, ese logro es plausible gracias a la buena predisposición de las tres actrices, entre quienes debe destacarse por su rol de mayor exposición en lo que hace a emociones María Canale –también ganadora en Locarno- en su personaje de Marina, que es quien parece hacerse cargo de asumir el duelo por sus otras dos hermanas y de intentar reconstruir un espacio al que le sobran historias pasadas, recuerdos dulces y amargos, pero al que le falta vida. Hay escenas donde realmente aparecen las emociones genuinas y en las que la realizadora desaparece por completo para la contemplación de sus personajes y silencios, aunque existen varios momentos donde la cámara se adueña del espacio, lo recorre, lo habita, lo suelta como si se tratara de un fantasma que ronda a cada paso o un recuerdo que busca su refugio cuando lo único que queda es el vacío. Abrir puertas y ventanas es un film no apto para ansiosos; es un viaje introspectivo por el universo invisible de los lazos fraternales, con el ritmo de aquello que no cambia por más que se intente moverlo de lugar como un sillón o un mueble que ocupa un espacio y deja otro espacio vacío. En ese intersticio de lo no dicho; de lo no visto se estaciona Milagros Mumenthaler con una cámara lúcida y una mirada personal y sensible.
Anexo de crítica: -Aunque cada vez sean más escasas las propuestas cinematográficas encaradas para un público o franja etaria de mayores de 60 años como El exótico hotel Marigold -sin duda lo peor de John Madden- no puede dejar de subrayarse los puntos negativos que hacen de esta comedia dramática coral, que convoca a un dream team de experimentados actores y actrices británicos, uno más que promociona la rentable filosofía del libro de autoayuda filmado con una sesgada mirada occidental ante una cultura tan rica como la de la India.-
Los pasados posibles A veces resulta que el negocio de las secuelas en Hollywood trae gratas sorpresas como Hombres de Negro 3. Esto se debe básicamente a dos factores: la mediocre segunda parte de esta versión del comic de Lowell Cunningham, estrenada hace 10 años, era fácilmente superable por una tercera parte futura con tan sólo ajustar el guión más que la dirección correcta de Barry Sonnenfeld y en segundo lugar que transcurrida esa década de ausencia cierta nostalgia por volver a ver a la dupla encarnada por Will Smith y Tommy Lee Jones, léase J y K respectivamente, hacía más que rentable el proyecto del regreso, valiéndose -claro está- de la vedette del 3d para agrandar el menú. Sin preámbulos, lo que realmente funciona en esta nueva entrega, dirigida otra vez por Barry Sonnenfeld y que cuenta con el guión de Etan Cohen, David Koepp, Jeff Nathanson y Michael Soccio, es la historia que apela al recurso de los viajes temporales para remontarse a los años 70 y dar rienda suelta a la imaginación y a la idea retro para introducir la versión de K joven, interpretado por el gran Josh Brolin, a quien se le sumarán personajes como Andy Warhol (Bill Hader) entre otros, con significativos cameos de Tim Burton o Lady Gaga por citar los más representativos. También, la participación de la versátil Emma Thompson, quien interpreta a O, interés amoroso del joven K en el pasado -donde aún no había adoptado ese halo de rectitud, seriedad y parquedad-aporta la frescura necesaria para que el humor inocente fluya. Pero si hay algo que realmente edifica el relato es haber consolidado el vínculo entre J y K, tanto en lo que al presente respecta como en el pasado que domina la mayor cantidad del metraje. Esa amalgama de humor, acción y emoción son claves para que Hombres de Negro 3 encuentre un rumbo y no se pierda en digresiones o guiños que muchas veces afectan la armonía. La premisa opera de pretexto para justificar el viaje hacia el pasado, pues J (Smith) deberá salvar al joven K (Josh Brolin) de caer en las garras de Boris el animal (Jemaine Clement), un extraterrestre que fagocita planetas y a quien K había capturado y encerrado en una cárcel construida en la luna. Pero al escapar, Boris puede viajar al pasado y alterar el curso de la historia con graves consecuencias para nuestros hombres de negro y mucho más aún para el planeta tierra. Así las cosas, la receta bien aplicada rinde sus frutos y esta tercera parte es sin lugar a dudas la mejor de la trilogía, con un Will Smith un tanto más contenido pero siempre gracioso, al que le queda perfecto el rol si es que a su lado continúa el contrapunto con Tommy Lee Jones y el hallazgo del casting: Josh Brolin.
El lustrabotas solidario Con su habitual laconismo y humor sutil, aunque con una fuerte mirada crítica el realizador finés Aki Kaurismäki entrega en su film más reciente El Puerto una fábula moral donde una comunidad de proletarios, liderados por el protagonista llamado –paradójicamente- Marcel Marx (André Wilms) se encargan de proteger a un niño refugiado Idrissa (Blondin Miguel) proveniente de Gabón, quien viaja de manera clandestina junto a otros coterráneos escondidos en un container hacia Londres pero la embarcación queda en Normandía y debe permanecer oculto en el barrio para no ser deportado ante las autoridades francesas que lo buscan incansablemente. Por su parte, el lustrabotas Marx vive con su esposa, quien debe internarse dada que su irreversible enfermedad necesita de cuidados médicos y sus posibilidades de supervivencia son casi nulas, a pesar de que el protagonista no sabe la gravedad del asunto y ocupa su tiempo en la ayuda de Idrissa, el niño refugiado, cuya madre se encuentra en Londres y lo espera. Kaurismäki apela a la sensibilidad del espectador para construir su colectivo social en el retrato costumbrista de sus parias consuetudinarios, a quienes imbuye de emoción. Si bien ese armado de los personajes lindantes con estereotipos aparece desde un enfoque humanista, la ironía arremete con ferocidad al explorar el flagelo de la inmigración ilegal desde el punto de vista de las víctimas y de la solidaridad de clase que va más allá del color de piel. Sin embargo, el registro elegido no es el melodrama social sino la sátira hacia ese género y en un segundo plano hacia la tendencia moderna del miserabilismo cinematográfico que explota con fines estéticos temáticas serias y siempre llama a la polémica, tanto en la crítica como en el público. El Puerto funciona desde el punto de vista narrativo como un fresco social de absoluta calidez bajo la mirada atenta de un director que asume una posición ideológica que se sostiene a fuerza de estilo y talento con un fuerte compromiso hacia la historia y los personajes. Por eso en su calidad de fábula y en su tono irreal se permite dejar todo tipo de injusticia o maldad en un fuera de campo constante para regalar finales felices como respuesta ante las duras políticas de inmigración y las evidentes ausencias de los Estados en la resolución de conflictos sociales. En esa galería variopinta de personajes que se cruzan en el derrotero del noble Marx pueden destacarse el inspector Monet (Jean-Pierre Darrousin), el vecino traidor encarnado por Jean-Pierre Léaud, entre otros, a los que debe sumarse el significativo aporte de una banda sonora que como es tradición en las películas de Aki Kaurismäki introduce tangos argentinos, que en la atmósfera melancólica que atraviesa sus mini universos sociales cada día suenan mejor.
Historias de amor esquivo El título de la opera prima de Federico Finkielstain, No te enamores de mi, quien fuera asistente de dirección en películas como Gigantes de Valdés o El salto de Cristian y guionista de Palermo Hollywood, puede interpretarse como una advertencia o alarma para este racimo de personajes: la mayoría de ellos disconformes con su vida y con sus respectivas parejas, hombres y mujeres que superan los treinta y pico. Parece que enamorarse en el film de Finkielstain es algo poco probable cuando está en juego la seguridad emocional; la seguridad económica y en definitiva ceder ante un proyecto en común. Así las cosas, como toda película coral, el derrotero de tres parejas diferentes se entrecruza en situaciones azarosas y cotidianas, signadas por algún conflicto de orden afectivo: la historia de Sergio (Pablo Rago) y Paula (Violeta Urtizberea) es la de un matrimonio infeliz en donde entra a tallar la presencia de un tercero, en este caso la amante de Sergio, Alejandra (Julieta Ortega), quien pretende ocupar el lugar de privilegio y dejar de ser la segunda o el juguete sexual de Sergio que sigue con Paula, estudiante de psicología de 24 años un tanto ingenua que hará sus primeras experiencias como acompañante terapéutica de una adolescente, Luli (Ana Pauls), conflictiva, que removerá los cimientos de su estructurada mentalidad para mostrarle el reflejo deformado de lo que la rodea y no ve: un esposo infiel que no la ama. Por otra parte, se encuentra la pareja compuesta por Sofía (Mercedes Oviedo), quien acusa desde su tristeza y angustia el distanciamiento de su novio y futuro esposo Maximiliano (Tomás Fonzi), un arquitecto de una familia acomodada económicamente en donde la voz de mando recae en su madre (Luisina Brando) que prefiere que su hijo forme una familia con una chica como Sofía a pesar de no considerarla el mejor partido. Quien llega casi de sorpresa a inmiscuirse en la relación en un momento de crisis es el hermano de Maxi (Guillermo Pfening), un fotógrafo freelance en quien Sofía verá una oportunidad para salir del asedio y la asfixia de convivir con un novio poco demostrativo de interés. Bajo un registro que pretende bucear en la intimidad de cada triángulo y con un buen desarrollo de los conflictos entre los personajes, el debut cinematográfico de Federico Finkielstain acierta en el ritmo en que se desarrollan las diferentes situaciones dramáticas y creíbles, pero quizás no logra escapar de la impronta televisiva y por momentos prolonga demasiado las escenas en las que debe destacarse el buen elenco integrado por exponentes de la nueva generación de actores como Violeta Urtizberea, encargada de los apuntes humorísticos y la versátil Julieta Ortega para entregar un personaje con varias aristas dramáticas y muy intenso en lo emocional. Tomas Fonzi ratifica su crecimiento como actor desde un personaje metódico y contenido que se lleva las dos mejores escenas del film: una de violencia sexual y otra donde revela un secreto a su pareja encarnada por la magnética Mercedes Oviedo. No te enamores de mi es un film correcto desde lo formal, con un interesante trabajo de fotografía, aunque en las escenas de sexo recaiga en los lugares comunes del cine publicitario y en materia de guión tal vez hubiese necesitado alguna puntada más para no caer en lo anecdótico aunque es justo decir que sus diálogos no parecen forzados ni grandilocuentes.
Anexo de crítica: -El director polaco nos entrega un intenso film de supervivencia e instinto sin concesiones y con una fuerte carga de reflexión política despojada de toda bajada de línea pero siempre concentrado en el retrato agudo de la condición humana, con una mirada humanista pero no por ello esperanzadora que encuentra su mejor exponente en la deslumbrante actuación del norteamericano Vincent Gallo. Un relato que nunca pierde ritmo y cobra intensidad por la carencia del diálogo y la violencia contenida detrás de una lucha desigual entre un hombre y un ejército como parte de la moneda corriente de un mundo hostil, absurdo e injusto.-
Vidas y vías Resulta más que gratificante el estreno con retraso de esta gran película de la realizadora francesa Claire Denis que se había proyectado en nuestro territorio durante el Bafici 11, donde la directora en persona explicaba el difícil proceso de filmar 35 Rhums (2008), obra coral y de una belleza poco habitual. Denis se las ingenia para abordar pequeños trozos de vidas y verdades de una galería de personajes entrañables que comparten en común el hábitat de un condominio en París y su condición de extranjeros ya afincados en Francia. Rasgos del colonialismo que propone esta mirada personal de la realizadora para adentrarse en el micro clima y en el mini universo de una comunidad donde la mayor carga recae en la figura de Lionel (Alex Descas), quien vive con su hija Joséphine (Mati Diop) en uno de los departamentos donde comparten todas las noches cuando Lionel regresa de trabajar y ella de estudiar antropología para después atender una disquería, lugar que para Lionel resulta peligroso. El resto del cuadro lo componen Noé (Grégoire Colin), el vecino por quien Joséphine siente atractivo pero que no puede penetrar en el estrecho vínculo afectivo con su padre y Gabrielle (Nicole Dogue) que maneja un taxi y contempla taciturna y en secreto al viudo Lionel, quizás esperanzada de que alguna vez él se fije en ella. Sin embargo, como uno de los elementos distintivos de esta deliciosa película lo que aparece en un segundo plano cobra sentido en un primer plano y así ocurre con el personajes de René (Julieth Mars Toussaint), compañero de trabajo de Lionel a punto de jubilarse y reflejar en el protagonista aquella cara del espejo que no quiere ver: su propio tránsito hacia la jubilación; el paso del tiempo que lleva a que los padres deban despojarse de sus hijos para que ellos continúen con la vida cuando la estación del final se acerca y el tren se detenga. Entre esas vías que se cruzan en la existencia también se cruzan las vidas de estos seres de carne y hueso, que dicen muchísimas cosas desde el silencio o la mirada perdida sin necesidad de diálogos altisonantes. Basta capturar desde la cámara atenta de la directora de Bella tarea (1999) esos climas íntimos acompañados de buena música, sensualidad, melancolía y sabor a eternidad que se hacen tangibles cuando el poder de su cine emerge con vigor y en perfecta sintonía con la vida. Los 35 tragos del título tal vez se refieran a degustar las pequeñas cosas que nos pasan, convencidos de que pasarán y no se volverán a repetir, igual que aquellos viajes que se hacen sin equipaje y sin rumbo definido.
Anexo de crítica: -En su paso por la ficción, Hernán Belón (Sofía cumple 100 años y Aluap) toma como punto de partida el sutil resquebrajamiento de una pareja joven que busca recomponer en el afuera para no indagar sobre el adentro donde se tensan aquellos nudos invisibles que vinculan a las personas antes y después de quebrarse; las ligaduras a los sueños ajenos para evitar la soledad o el fracaso al no tener claro lo que se desea.-
Anexo de crítica: -Ser extranjero en cualquier lugar del mundo trae aparejadas situaciones indeseables que hacen la estadía de cualquier persona algo poco placentero. Sin embargo, Alejandro Tazo, protagonista de este segundo opus de Alberto Fuguet se lanza a la aventura del amor y le sale mal por lo que regresar a su Chile natal implica admitir el fracaso y quedarse varado en Estados Unidos. Una posibilidad de reencontrarse consigo mismo y paradójicamente con sus deseos de volver a las raíces: tocar la guitarra, tener una buena charla con amigos y todo aquello que lo constituye y que en su calidad de extraño ha perdido en un territorio que le resulta tan lejano y ajeno como la música country de Nashville. El cineasta chileno entrega a fuerza de diálogos exquisitos la otra cara de la moneda de lo que podría denominarse sueño americano en una trama sencilla que abraza por momentos un humor refinado y por otros la alienación de su protagonista.-