Anexo de crítica: Hay dos axiomas cinematográficos que se cumplen a rajatabla en este engendro del director Paul W.S. Anderson Los tres mosqueteros: en primer lugar que Hollywood destruye todo lo que toca cuando se trata de adaptar clásicos de la literatura al formato del video juego post producido y finalmente que cualquier pretexto de historia alcanza para el exhibicionismo y la acumulación de valores de producción en proyectos de mediocre calidad. Superadas estas salvedades y más allá de las falencias de un guión prácticamente anecdótico e insulso es justo señalar que el espectáculo y la pirotecnia visual están garantizados en esta nueva aventura, que calca secuencias de películas como Matrix; adopta el estilo desnaturalizado ya aplicado en la nueva versión de Sherlock Holmes con ese ritmo trepidante y abusa de la cámara lenta al mejor ejemplo de 300.
Balance de un saqueo sin fin La demagogia y la mentira, pilares de un discurso oficialista que habla de una Argentina que no existe recibe un revés implacable cuando se desarman los resortes de la hipocresía y las frases grandilocuentes estallan a partir del testimonio vivo de los sobrevivientes de la mayor estafa al pueblo argentino que comenzara a ser documentada allá por el 2002 con Memoria del saqueo para denunciar con nombre y apellido a los máximos cabecillas de una asociación ilícita que hipotecó el futuro del país –otrora pujante, ejemplar, granero del mundo- por muchos lustros y que encuentra sus mayores referencias en la sistemática destrucción de todo lo público por la connivencia de la clase política (sea del partido que fuere) con empresarios nacionales corruptos y multinacionales que se apropiaron ilegalmente de todos los recursos naturales para dejar tierra arrasada, desde la Patagonia hasta el norte argentino. Ya sea el fabuloso negocio de la minería a cielo abierto; el desmantelamiento de los ferrocarriles o en este último caso la dilapidación de un recurso no renovable como el petróleo, las voces de la lucha y la desesperación encuentran un vehículo poderoso en las manos de Fernando Pino Solanas, quien con Tierra sublevada parte 2: oro negro, cierra contundentemente su exhaustiva y didáctica obra cinematográfica con un estilo personal y en primera persona para corroborar una honestidad intelectual irreprochable y elogiable. Podrán recaer tal vez algunas críticas sobre la forma un tanto vetusta del tratamiento documental que apela al recurso de la voz en off y las cabezas parlantes para desarrollar con coherencia un hilo narrativo, de cuyo centro se desprenden varias líneas que pueden resumirse en: revisionismo histórico con material de archivo que acompaña sólidamente; crónicas pequeñas de hombres y mujeres con nombre y apellido que dentro de lo macro encabezan moléculas de resistencia diseminadas en un escenario apocalíptico, pero que abrigan una cuota de esperanza desde el punto de vista de la revolución cultural silenciosa y quijotesca de los sin nombre. Allí, entonces aparecen los gérmenes de los piqueteros de General Mosconi y en perfecta sintonía se yuxtapone como un viento pampero el pensamiento de un empresario visionario para el que nada era imposible y que se atrevió a crear una de las empresas más importantes de la historia del petróleo mundial como YPF, que incluso llegó a contar en sus épocas de esplendor con una flota naviera; infraestructura modelo capaz de producir, refinar y distribuir cantidades de barriles, los cuales en el día de la fecha la empresa Repsol extrae y se lleva sin la más mínima intervención ni control estatal. Parafraseando el dicho: cuando la coima es grande hasta el más ladrón desconfía. La radiografía de la más cruda realidad de Argentina se construye en las imágenes que la cámara de Pino Solanas recogió en su odisea desde el norte hasta el sur de la nación; caminando las provincias y dejando que los interlocutores y expertos ingenieros expliquen con lujo de detalles algo que resulta en la actualidad inexplicable y mucho más terrible de comprender sin un dejo de tristeza cuando un gobierno que levantó las banderas del nacionalismo y la defensa de los recursos pactó con el enemigo entre gallos y media noche para que el negocio del saqueo continúe hasta la última gota. ¿Será por ese motivo que Tierra sublevada parte 2: oro negro se exhiba en tan pocas salas?
La casa vacía Al ver el desastroso resultado en pantalla de Detrás de las paredes, una película vacía de contenido, sin coherencia narrativa ni suspenso alguno, puede comprenderse el enojo del director irlandés Jim Sheridan al solicitar que se retire su nombre de los créditos porque de acuerdo a sus argumentaciones –que no fueron tenidas en cuenta ni por la productora ni por el Gremio de Directores de América- todo lo que él filmó tratando de salvar un guión patético de David Loucka fue modificado en la edición de montaje. Este proyecto sólo siguió su curso apostando a la convocatoria de público por contar con un elenco de figuras Hollywoodenses de la talla de Daniel Craig, Naomi Watts y Rachel Weisz es un claro ejemplo de la nula importancia que la industria le da al espectador en cuanto a calidad y respeto. Así de vergonzoso es todo al punto que se tradujo en un relato que parte del ridículo con miles de trampas y vueltas de tuerca para intentar resolverse de una manera edulcorada y emotiva que da risa y solamente alimenta el morbo de ver a la pareja protagónica en la vida real viviendo una historia absurda en la ficción. Sin ahondar demasiado en el argumento, puede decirse que todo comienza con la decisión de un drástico cambio para la familia Atenton, compuesta por Will, su esposa Libbie y las dos hijas hermosas Trish y Dee Dee, quienes se mudan a una casa en un pueblo alejado del mundanal ruido en pos de recomenzar una nueva vida. La casa esconde un misterioso secreto vinculado a una serie de asesinatos de sus antiguos habitantes, llamativamente una madre y dos hijas, supuestamente asesinadas por el padre, quien tras quedar herido en la cabeza fue recluido en un psiquiátrico pero luego puesto en libertad al no encontrarse pruebas que lo señalen como culpable. Will y Libbie (Daniel Craig y Rachel Weisz, actual pareja) llegan a su nueva morada, felices, sin conocer el pasado trágico y paulatinamente se van desayunando de la traumática situación con un entorno hermético, mientras una vecina (Naomi Watts) intenta acercarse a ellos porque parece saber más de la cuenta. Sin embargo, todo lo que aparenta ser una cosa, por un vuelco arbitrario e insustancial del guión se termina transformando en un relato paranoico y negador de una oscura realidad, la cual solamente encuentra asidero en la mente perturbada del protagonista y en la poco cuidada puesta en escena. Los rasgos de Jim Sheridan, así como su estilo, brillan por su ausencia, aunque lo único rescatable en Detrás de las paredes (Dream house) es el elenco que realmente hace lo que puede frente a tamaño despropósito y allí se nota el verdadero talento de Rachel Weisz, quien procura hacer de su personaje algo menos ridículo de lo que se le propuso originalmente. Si Jim Sheridan, realizador prestigioso que nos deleitara hace mucho con En el nombre del padre, aceptó formar parte de este chiste, o fue lo suficientemente arrogante como para creer que con su sola intervención podría salvar lo insalvable, como dice el dicho: a llorar a la iglesia.
Un encargo muy especial La excusa de Asesinos de Elite no es otra que divertirse un rato con un elenco atractivo en el que Jason Statham y Clive Owen se sacan chispas durante los 105 minutos del metraje. El resto sobra como la presencia de Robert de Niro y un irreconocible Dominic Purcell (Prison Break) para una trama básica a la que no le falta acción; alguna que otra secuencia inspirada y luchas cuerpo a cuerpo para lucimiento de Statham y su atlético físico. El director Gary McKendry cumple con su labor al entregar un relato prolijo sin demasiadas vueltas de tuerca –aspecto que lo vuelve rutinario y elemental- que se sitúa en los años 80, concebido como película de género donde el enfrentamiento entre dos bandos ocupa el centro de la trama. Dany (Jason Statham) es un asesino a sueldo, ex miembro de las Fuerzas Especiales que tras su último encargo decide retirarse del oficio. Su mentor, Hunter (Robert de Niro) fue capturado por un jeque árabe a quien el Servicio Especial Aéreo británico le asesinara a sus tres hijos. Esto lo motiva a querer vengarse y aniquilar a todos aquellos responsables, motivo por el cual contrata a Dany y equipo -allí está Dominic Purcell - para que se hagan cargo del asunto luego de un intento fallido de fuga que vuelve a poner en riesgo la vida de Hunter de no cumplirse la misión. A partir de ese momento, tras un tendal de cadáveres entrará en escena el antagonista Spike (Clive Owen), quien no permitirá que sus compañeros asesinos caigan como moscas aunque sabe que él también pasará a engrosar la lista en algún momento. Asesinos de Elite parece encaminada a ahorrarse todo tipo de sofisticación en lo que hace a guión en función de planificar escenas que justifiquen la acción trepidante y una tensión que crece a medida que avanza el relato en la dinámica de una cacería humana por diferentes espacios donde Statham y Owen no pierden pisada y todo gira alrededor de ellos, incluso el elenco secundario y el relato.
Anexo de crítica: Otra gema del cine rumano contemporáneo que gira en torno a las consecuencias de la infidelidad en el seno de una familia aparentemente feliz, cuyos personajes transmiten un vacio existencial a veces imperceptible pero con una fuerza arrolladora. Con un maravilloso uso de los tiempos muertos, la fina ironía y la exposición de un drama intimista y visceral el director Radu Muntean cocluye una obra valiente y sin concesiones que no apela a recetas de moralina ni tampoco juzga a sus personajes...-
Anexo de crítica: Quien piense que este documental homenaje de Win Wenders a la figura de Pina Bausch lo aproximará a un conocimiento acabado sobre la coreógrafa se llevará una mala impresión porque la estrella del film es la danza contemporánea. Con esa salvedad y siempre pensando en un público con una sensibilidad particular, el convite es disfrutable desde el punto de vista plástico y de la expresión del lenguaje corporal en diferentes espacios naturales y artificiales como las puestas teatrales que dejan que los cuerpos hablen, lloren, griten, silencien, construyan, destruyan, sueñen y desaparezcan cuando el movimiento se funde como una energía entrópica que todo lo envuelve, aunque siempre hay una luz de esperanza que quiebra la rigidez, la de las normas; la de las danzas estructuradas y las del pensamiento.
Anexo de crítica: Por fortuna la operación de extender lo que en sus orígenes era un cortometraje allá por el 2004 que recorrió festivales y ganó premios tuvo su continuidad en este debut en el largometraje de Gustavo Taretto con Medianeras, film que explora a conciencia la soledad urbana y la alienación en el contexto de una ciudad irregular, improvisada y poco ordenada como Buenos Aires bajo el pretexto de la era de la virtualización con su faz menos visible que no es otra que la artificiosidad, la enajenación y la incomunicación entre seres humanos. De búsquedas y desencuentros se compone el universo de Medianeras; necesidades de encontrar a otro para encontrarse en definitiva a uno mismo cuando las máscaras sociales y virtuales se rompen, se descascaran como las paredes de los edificios que nos rodean y nos encierran en un mundo sin cielo visible y con cables que lo atraviesan y no van a ninguna parte...
Anexo de crítica: Sin tratarse de una gran película, las virtudes de Justicia final son tres: el despojo de toda carga extra de sentimentalismo cuando ya de por sí la historia basada en hechos reales cuenta con aristas trágicas sin necesidad de subrayados; el equilibrio entre el desarrollo de los personajes y la condensación de un proceso judicial arduo; y por último, un notable elenco donde todos lo que participan se lucen, inclusive la protagonista Hilary Swank y el gran Sam Rockwell.
Heavy metal A no engañarse: Gigantes de acero no es una reflexión ni un tratado sobre las leyes de la robótica de Isaac Asimov, sino simplemente un entretenimiento con un CGI que no pasa vergüenza, escenas de peleas de box entre robots aceptables, y como todo producto de la factoría DreamWorks se trata de un film con mensaje (recordemos Super 8). Este Rocky reciclado con una mezcla de El Campeón (1979) nos sitúa en un futuro no muy lejano, donde los avances en la tecnología y en la robótica solamente se produjeron para satisfacer la demanda del entretenimiento con un público cada vez más ávido de sangre y destrucción, aspecto que derivó en la creación de un nuevo espectáculo: peleas de box protagonizadas por robots comandados por humanos. Sangre que se reemplaza por aceite y una danza de acero en un cuadrilátero tradicional levantan ovaciones y encierra un negocio multimillonario donde nadie quiere quedar afuera. Charlie Kenton (Hugh Jackman) tampoco. Ex boxeador, padre ausente y en la ruina económica, sobrevive con prototipos robóticos (al último se lo destruyó la cornamenta de un toro) casi obsoletos en peleas clandestinas pero ambiciona volver a las grandes ligas en algún momento en que la suerte llame a su puerta. Sin embargo, no es precisamente la suerte la que golpeará primero sino todo lo contrario cuando se entera de que debe hacerse cargo de un hijo de 11 años, Max Kenton (Dakota Goyo), antes de dirimir en tribunales la custodia final con su cuñada Debra (Hope Davis), quien pretende con su pareja -de muy buen pasar económico- hacerse con la tutela del niño. Lejos de sentirse herido en su orgullo paternal y al borde de la bancarrota, Charlie llega a un acuerdo secreto con la pareja de Debra por el que dejará la tutela a cambio de una considerable cifra que le permita una inversión en un nuevo robot pero se compromete a vivir con el chico durante unos meses en que Debra se ausentará a unas vacaciones. Así las cosas, Max de a poco se adentrará en el mundo de supervivencia de su padre, lo acompañará en sus viajes a bordo de un camión, e intentará ayudarlo a levantar cabeza pero también irá descubriendo los egoísmos y las debilidades de aquel desconocido que sólo piensa en el dinero hasta que un hecho fortuito zanje las distancias y finalmente Charlie Kenton comprenda que la pelea más difícil de su historia está por llegar: demostrarle que lo ama a su valiente hijo y que no es un cobarde ni un perdedor. Con una premisa eficaz pero trillada, el director Shawn Levy adapta la historia de un cuento de 1956 "Acero", de Richard Matheson lavando ese mundo distópico en función de un pretexto para la aventura que irá increscendo pelea a pelea, primero en antros ilegales y luego en la liga mayor, así como dejará abierta la puerta para la redención de un padre con su hijo en un relato al que se le agregan algunos tópicos de películas basadas en deportes para concluir un producto destinado a un público adolescente –y no tanto- que buscará el deleite con las luchas de las máquinas en un mundo frío y artificioso al que se le enfrenta la calidez humana y la del corazón.
Anexo de crítica: ¿Era necesaria una precuela asiática de una franquicia que ya perdió toda novedad? Más que remake, este film parece un ejercicio sofisticado de un estudiante avanzado que un fin de semana junta a un par de amigos y hacen una peli de terror bajo la premisa de falso documental y un estilo minimalista que necesita a gritos un recambio porque ya no asusta ni a los más chicos. El resultado de ese disparate está a la vista con esta versión nipona de la casa invadida por espiritus malignos que no dejan vivir tranquilo a nadie...