Anexo de crítica: Este film del canadiense Denis Villeneuve, nominado al Oscar como mejor película extranjera, es un contundente retrato de las consecuencias atroces de las ideas fundamentalistas al mismo tiempo que una denuncia sobre las terribles cicatrices que dejó una guerra como la del Líbano en el seno de una familia fragmentada y separada por el odio, ese hilo invisible que solamente puede destruirse conociendo la verdad. Esa minuciosa reconstrucción de la verdad y la identidad es la plataforma narrativa en la que Villeneuve demuestra una vez más su enorme capacidad para contar historias crudas y sin concesiones, valiéndose de la gran actuación de Lubna Azabal y de un elenco sólido...
Todo se transforma Del carbón venimos y hacia el carbón vamos, la frase parecería sintetizar el ciclo de la vida del hombre y se arraiga intertextualmente con la idea de esta inusual propuesta Le quattro volte, de Michelangelo Frammartino, en la que se marcan los ciclos tanto de la vida como de las estaciones del tiempo a partir de una conjunción de elementos donde el hombre parecería estar de más ante la naturaleza. La cámara de Frammartino se instala en un pueblito de Calabria, cuya comunidad rural se autoabastece de la naturaleza, del criado de cabras y que vive prácticamente en un estado semimedieval. Los rituales, las actividades y quehaceres domésticos son sencillamente registrados sin subrayados innecesarios. De esas escenas surge una verdad incontrastable y hasta aparece un espacio para el humor sabiamente dosificado por el director. Pero más allá de la anécdota, lo que realmente conmueve de esta obra maestra es la sensibilidad para extraer de la cotidianidad algo extraordinario, que visto de forma poética -desde lo conceptual y lo visual- define un lenguaje cinematográfico propio, cargado de alegorías, para dar cuenta de la existencia en su mayor expresión. A partir de la idea de simultaneidad y con una mirada circular sobre el tiempo -marcado por la muerte de un hombre y el nacimiento de una cabra- la coexistencia de las historias, léase la de un pastor anciano que muere una mañana; la de un pino que tras ser talado se vuelve madera y deviene carbón, deja en evidencia la intención del director que no necesita ni una sola palabra para transmitir poesía y belleza sin artificios.
Nacido para surcar los mares Nunca estuvo en duda que la franquicia de Piratas del Caribe, gran apuesta de Jerry Bruckheimer a un género del Hollywood dorado que parecía extinto, léase las películas de piratas, corriera peligro de hundirse tras el cierre de una trilogía que comenzara con La maldición del Perla Negra en el 2003, seguida por El cofre de la muerte en 2006 y finalmente En el fin del mundo en 2007. Los desgastes habituales luego de tres aventuras se hicieron evidentes en la última, quizás la más ambiciosa en cuanto a guión y trama pero con escasas escenas memorables es cierto. Eso resulta inevitable para cualquier saga donde una vez instalados los personajes y un particular estilo parece difícil mantener un nivel superlativo para cada capítulo. Tal vez con esas pequeñas señales de debilidad es que se pensó por parte de los productores renovar la franquicia con una serie de cambios que recién a futuro podrán evaluarse como positivos o negativos. En primer lugar, la incorporación del director Rob Marshall (Nine) que si bien no se luce con un estilo propio logró adaptarse en piloto automático a las exigencias de un relato de mucha acción, despliegue visual y vértigo como el que propone Piratas del Caribe: navegando en aguas misteriosas, cuarta entrega que esta vez no se conecta argumentalmente con las anteriores, salvo por la alusión a la fuente de la juventud (¿recuerdan a Indiana Jones y el santo grial?), nuevo tesoro que despertará la ambición del protagonista Jack Sparrow (Johnny Depp) y de otros interesados con los que entablará alianzas y traiciones como siempre. Entre ellos, el villano de turno Barbanegra (Ian McShane) que capitanea un barco tripulado por zombies junto a su hija Angélica (Penélope Cruz), antigua amante de Jack y de intenciones ambiguas que lo harán sospechar hasta el último minuto. Sin embargo, otro personaje que también entrará en el ruedo es el legendario Héctor Barbosa (Geoffrey Rush), quien esta vez obedece al rey de Inglaterra con la misión de hallar la fuente antes que la flota española, aunque en realidad pretende vengarse de Barbanegra, responsable del robo del Perla Negra. El cambio de rumbo de la saga es notorio al haber privilegiado más acción por encima de una historia que no guarda la complejidad de las anteriores ni se enreda con vueltas de tuerca como sucedía con la tercera parte. Esa decisión, no obstante, parece desaprovechada debido a la poca espectacularidad de los combates tanto a bordo como fuera de los barcos que no supera las expectativas que podría haberle otorgado el 3D y deja un sinsabor tratándose de Marshall, quien cuenta con algo de experiencia en coreografías de musicales. Sin dudas, la mejor escena es aquella que involucra a un conjunto de sirenas, elemento mitológico que se introduce en la historia, sumadas las incontables ocurrencias del pícaro Jack siempre un paso delante de sus adversarios. Por otro lado, una breve pero bienvenida aparición de Keith Richards -entre otros detalles que conviene ir descubriendo- aportan un atractivo extra que seguramente será saludado con júbilo por fans. La química entre Johnny Depp y la española Penélope Cruz funciona mucho mejor que cuando estaba Keira Knightley, en referencia al alivio amoroso no al personaje que es completamente diferente. Sin embargo, Barbanegra no resulta demasiado convincente de acuerdo a la leyenda corsaria, pese a los esfuerzos del talentoso Ian McShane. Por otra parte, haber reducido la extensión del largometraje en comparación con las anteriores películas en este caso parece acertado ya que el film fluye en las dos horas y cuarto en que transcurre esta nueva aventura de Jack Sparrow: un pirata nacido para surcar los mares.
Anexo de crítica: Woody Allen regresa a Nueva York con este film que a pesar de su anacronismo funciona sin aportar ninguna novedad a aquellos espectadores que vienen siguiendo sus obsesiones desde los primeros trabajos. Sin embargo, en este caso Larry David fagocita al director neoyorkino con todos sus tics y estilo que para el público familiarizado con la serie Seinfeld o con su propia serie Curb Your Entusiasm no resulta para nada extraño, aunque con un guión de Woody Allen dotado de inteligencia y reflexiones existenciales, con una fuerte carga de nihilismo y sarcasmo, cualquier comedia por más convencional que resulte se enriquece.
Mujer objeto, mujer liberal Si hay algo que puede definir este nuevo opus del polémico realizador francés Francois Ozon que la traducción local perjudicó bajo el titulo Mujeres al poder del original Potiche es la oda al exceso. Exceso de feminismo; de clichés y estereotipos; de ludismo y solapado sarcasmo contra la burguesía y los ideales políticos de los 70 bajo el pretexto de una comedia liviana y de situaciones con una fuerte impronta teatral (ya nos tiene acostumbrados a este registro desde 8 mujeres) pero que no pasa de ser un film correcto y entretenido, muy por debajo de las propuestas de este director. La mayor virtud consiste en haber captado tanto desde lo visual como del guión un halo de film setentista que pone en el centro del tapete el patético rol de una ama de casa Suzanne (Catherine Deneuve), mantenida y objeto de decoración de su familia –de ahí el título original que sería Florero-, a quien el fortuito accidente que sufre su despótico esposo Robert (Frabrice Luchini), dueño de una fábrica de paraguas, la posiciona en un lugar de mando importante dentro de la empresa que le devuelve la confianza en sí misma. Así las cosas, con algún que otro apunte humorístico y la explotación del mal entendido para armar situaciones hilarantes, François Ozon se vale de la excelente predisposición de Catherine Deneuve que prácticamente carga con la mayor parte del film sin soslayar la presencia de un Gerard Depardieu -con quien se complementa perfectamente- en el rol de un diputado comunista que competirá contra ella en las elecciones comunales y que fuera en el pasado su amante. Como film irónico sobre la burguesía y sus conflictos de alcoba esta vez el director de Ricky se queda a medio camino, dejando en claro que cuando se aparta de sus dramas perturbadores y psicológicos como El refugio le brotan sus arrebatos almodovarianos, pero sin la gracia del director manchego.
Anexo de crítica: Cuando se dieron a conocer las implicancias del escándalo Wilson durante la administración de George W. Bush -en el último periodo post 11 de septiembre- y tras la publicación de los libros "The politics of truth" y "Fair game", escritos por la ex agente de la CIA Valerie Plame Wilson y su esposo el diplomático Joseph Wilson, los rumores de una versión cinematográfica no tardaron en aparecer. Finalmente el encargado de llevar a cabo el proyecto fue el realizador Doug Liman (responsable de Identidad desconocida, el primer eslabón de la saga de Jason Bourne), quien en esta película de espionaje, mezclado con thriller político, se las ingenia para no traicionar la historia ni a los espectadores encontrando el equilibrio narrativo en un guión que maneja una complejidad poco frecuente para un producto hollywoodense de estas características. Naomi Watts y Sean Penn están bien en sus papeles y resultan convincentes en sus respectivas luchas, tanto desde lo ideológico como en el plano humano. Tal vez el problema del film reside en su falta de sorpresa o novedad al tratarse de un caso ya perteneciente al pasado, que pese a su audacia expositiva no aporta originalidad ni verdad a la historia...
Anexo de crítica: La acertada decisión de privilegiar una historia más o menos verosímil –dentro de los cánones del género, se sobreentiende- y hacer de ésta el pretexto para rellenar huecos con grandes segmentos de acción y despliegue visual aportan a una saga que parecía desmoronarse una cuota importante de novedad que la apuntalan como la mejor de la saga hasta el momento. Y eso se debe entre otras cosas al haber intentado recuperar las raíces convocando a parte de los personajes anteriores e incorporando una figura como Dwayne The Rock Johnson en el rol de antagonista que medirá fuerzas con Dominic e intentará por todos los medios apresarlo en una lucha de gato y ratón por la vistosa ciudad de Rio de Janeiro. Sin dudas, el escenario compuesto de favelas, ideales para tiroteos y persecuciones terrestres, permite que el realizador y su equipo exploten al máximo las posibilidades para la vibrante acción que no decae ni un segundo.
Anexo de crítica: Los tiempos crudos de la crisis del 30 en el marco de la supervivencia de un circo ambulante crean el contexto adecuado para que este triángulo amoroso prospere aunque con muy poca química entre la pareja protagónica Robert Pattinson y Reese Witherspoon. Sin embargo, la cuidada producción y la buena dirección de Francis Lawrence -que esta vez se atreve a incursionar en el más puro melodrama- alcanza para entregar una historia de amor que por algunos instantes logra emoción a partir de la tensión que genera la presencia de Christoph Waltz -sin lucirse pero sin desentonar- con una excelente fotografía de Rodrigo Prieto.
Comedia pasada de cocción El director turco-alemán Fatih Akin incursiona en el terreno de la comedia liviana quizá con el doble objetivo de alejarse por un tiempo de los pesados dramas que acostumbra desarrollar y por otro para reencontrarse con su Hamburgo natal y con el arte culinario, tradición familiar. Cocina del alma funciona a medias como comedia coral y muy poco como película que pretende esquivar ciertos tópicos para introducir otros porque en definitiva recae en los lugares comunes más habituales y por decirlo de alguna manera es una comedia pasada de cocción. Su galería de personajes variopintos apenas aportan algo de sal y pimienta a un plato rancio y mal aderezado por utilizar otra metáfora culinaria que se ajuste al film. Dentro del derrotero de perdedores consuetudinarios, el protagonista de la trama es un griego llamado Zinos (Adam Bousdoukos), dueño de un restaurante a quien la crisis económica amenaza con dejarlo de patitas en la calle además de ser un acérrimo defensor de la buena comida que en tiempos de fast food le alejan clientela. La contratación de un chef gitano para elevar el nivel abre cierta esperanza, así como la llegada inesperada de un hermano Illias (Moritz Bleibtreu), medio rebelde que rápidamente transformará el lugar pero traerá aparejada una serie de contratiempos para la tranquila vida de Zinos, quien acaba de perder a su novia Nadine (Pheline Roggan) e intentará hacer lo posible para reconquistarla, pese a que su nuevo amor, una enfermera que trata su dolencia en el cuello, se interpone en el camino. Sin dudas, se trata del film menos personal del realizador de Contra la pared, con un exagerado reconocimiento en el festival de Venecia 2009 y que por esas incomprensibles decisiones de las distribuidoras locales se estrena comercialmente cuando su destino más adecuado hubiese sido el formato DVD. Esperamos –o por lo menos quien escribe espera- que este episodio de frivolidad del director de Al otro lado haya sido pasajero y que no se vuelva una costumbre para ganar mercado internacional.
Anexo de crítica: Si bien no se aparta de una estructura esquemática y no deja lugar común sin pisar, esta relectura animada de la tragedia de William Shakespeare destinada a un público menudo resulta atractiva por su dinámica y su estética visual. Un puñado de chistes y guiños autorreferenciales buscan exaltar todo aquello que se relaciona con Inglaterra empezando por la emblemática banda sonora con clásicos de Elton John, productor ejecutivo del proyecto. Sin embargo, es justo decir que con un grupo de 7 guionistas podría haberse hecho algo mejor.