Para joda temporal Sin lugar a dudas la onda revival o retro paga dividendos siempre porque no faltan entre el público aquellos nostálgicos -que ahora bordean los 40- y que crecieron con comedias estudiantinas donde la ingenuidad funcionaba como parte de un código o devoraron algunos clásicos de la época como Volver al futuro, Los jóvenes defensores, Terminator, por citar algunos ejemplos. Si a eso le sumamos aquellas melodías pop o baladas que tantos recuerdos de asaltos o fiestas arrastran podríamos decir que la fórmula parece infalible. Precisamente de esa fuente de inspiración (lo de inspiración es un eufemismo) se nutre esta mediocre comedia que tiene como mayor protagonista a un ícono de los 80 de la talla de John Cusack a la cabeza y como subtexto argumental a muchas películas de paradojas temporales, aunque la referencia más obvia sea la de Volver al futuro con la clara inclusión de Crispin Glover (un George McFly devenido botones de un resort de esquí) entre uno de los personajes secundarios que intenta levantar la puntería de un guión bastante hueco. Pese a estas advertencias parece imposible no dejarse llevar, aunque más no sea unos minutos, por esta suerte de ejercicio de la nostalgia por los tiempos pasados donde todo parecía más divertido que ahora y existían algunos gags que no necesitaban apelar a la escatología o a lo autorreferencial para quitarnos una sonrisa. Ese es básicamente el único atractivo de Un loco viaje al pasado, llamativamente dirigida por el co-escritor de Alta fidelidad Steve Pink, quien -a grandes rasgos- mezcló tres elementos en un cóctel y los sirvió en la mesa: grupo de cuarentones fracasados junto a un adolecente de la era facebook que deben revivir episodios del pasado de juventud por haberse zambullido en un jacuzzi que se transforma, tras un accidente involuntario, en una máquina de tiempo que los transporta al año 1986, bajo las reglas de las causalidades y los efectos mariposa si es que se modifica algún acontecimiento del pasado. Ese cóctel desabrido sacia demasiado rápido el paladar de aquellos que, más allá del juego de volver al pasado o participar de manera cómplice de la trillada premisa "qué pasaría si...", pretenden encontrarse con una comedia que haga del absurdo su fuerte y no que se enrosque en su propia limitación de ideas y chistes recurrentes; además de generar cierta tristeza por ver a un Cusack pasado de moda y un tanto decadente, de la misma forma que encontrarse a Chevy Chase en un ridículo personaje secundario muy poco gracioso. Más allá de algún gag ingenioso con la Reaganomix (recordemos que por ese entonces el actor norteamericano era presidente de los Estados Unidos) o la inclusión de elementos característicos de los 80, entre los que se suman una banda sonora que recorre el cancionero obligado de esa generación, no hay mucho más que se pueda rescatar de una película a la que le sobran escenas y le faltan buenas ideas. Un chiste malo como el título de esta nota.
Encuentro cercano con humor de otro tipo Cuando hace 7 años se estrenaba Soy tu aventura, film presentación de la sociedad Néstor Montalbano-Diego Capusotto-Luis Luque, el cine argentino volcado a la comedia por fin incorporaba el humor inteligente y paródico; el guiño autorreferencial como marca indeleble; el uso del lenguaje con fines humorísticos y por sobre todas las cosas la ruptura con viejas prácticas y códigos emblemáticos de una época dotada de películas huecas, mediocres y mal realizadas. Como toda novedad, esa apuesta trajo acarreadas aristas positivas y negativas en la misma proporción, encontrándose entre las negativas la sensación inequívoca de que debería hallarse en el futuro un público dispuesto a la complicidad y a la decodificación poco sencilla de este tipo de películas, cuya base de experimentación no fue otra que la televisión y su introducción de programas como Cha cha cha (anteriormente De la cabeza) y en su última etapa el boom de Todo por dos pesos que indiscutiblemente elevó la figura de Diego Capusotto al rango de capo cómico. Afortunadamente ese público cautivo de los primeros años se fue acrecentando gracias a la internet (entre otras cosas) y a la gran cantidad de fanáticos que adoptaron este estilo como un rasgo de identidad caracterizado sin lugar a dudas por el desborde, lo bizarro, el absurdo y la ironía, revestida de una pátina de melancolía o nostalgia por un pasado mucho más ingenuo que el presente fragmentado y oscuro ya instalado entre nosotros. Por todas estas características mencionadas anteriormente resultaba prácticamente imposible que Pájaros volando, segunda entrega del tándem Montalbano-Capusotto-Luque, defraudara a aquellos que gozaron a rabiar con Soy tu aventura y sedujese tibiamente a un segmento del público que ya conoce las andanzas de Capusotto y compañía. Desde ese punto de vista el objetivo está más que cumplido porque se trata de una historia en registro de parodia al cine de clase B en cuanto a las películas sobre extraterrestres; un homenaje inesperado al rock argentino con figuras representativas de diferentes etapas, como por ejemplo Miguel Cantilo por los 70, Miguel Zavaleta (vocalista del grupo Suéter) por los 80 y Claudia Puyó, la Janis Joplin argentina por antonomasia, sin dejar de lado por supuesto a la banda de rock integrada por grandes músicos como Rodolfo García, Willie Quiroga, Ciro Fogliatta y Héctor Starc, quienes acompañan a Capusotto y Luque en el tema de la película (escrito por el mismo Capusotto con música de David Lebón). Por otro lado, resulta innegable la referencia constante a la televisión argentina, contando entre el elenco con nada menos que Juan Carlos Mesa, quien le presta a Montalbano su entrañable gaucho Matildo con una generosidad conmovedora; la sorprendente actuación del luchador de Titanes en el ring que personificaba a Julio César y el cameo del actor que interpretaba al boxeador maltrecho Ñoqui en el mítico programa hiperhumor (un verdadero hallazgo que pasa desapercibido). Pero los nombres no cesan en esta convocatoria hecha por Montalbano, ya sea en carácter de cameo o de personaje pequeño, donde se pueden encontrar a Norberto ‘Ruso’ Berea, Víctor Hugo Morales y hasta Antonio Cafiero, que se lleva el mejor fragmento del film dejando traslucir su madera de político y su aire campechano representando no sólo una ideología a la cual adscribe el film sino el humor sobre la clase política en contraposición con la burla habitual. Sin embargo, si faltaba algo para remarcar la idea del absurdo es el pretexto de la historia en sí misma el que lo consigue. Puede sintetizarse como el encuentro de un grupo de hippies, asentados en las sierras cordobesas, con unos extraterrestres que los abducen y el reencuentro -tras varios años de ausencia- de José (Diego Capusotto) y Miguel (Luis Luque), primos que en un pasado compartían un grupo de rock que había llegado al éxito con un hit en los 80 y luego se pelearon y alejaron mutuamente tomando cada uno rumbos diferentes. De esa columna vertebral en la que no se puede negar la capa melancólica y la capacidad de Montalbano para imbuir al relato en una atmósfera pueblerina, se desprenden ramificaciones diversas que a veces tienen resolución y otras simplemente irrumpen sorpresivamente como el viraje hacia lo onírico, el coqueteo constante con la apología del consumo de marihuana y la fuerte presencia de iconos del teatro under argentino como Verónica Llinas, Alejandra Flechner (ex Gambas al ajillo) y Damian Dreizik (ex Melli), quien además de escribir el guión se reserva el papel de antagonista de Luis Luque: un ecologista de izquierda que pretende educar y aleccionar a un niño producto del sistema de consumo que prefiere productos artificiales más que naturales en clara mirada irónica hacia los cultores de la era de Acuario y la filosofía New age. No conviene seguir adelantando aspectos de la trama sin antes terminar diciendo que Pájaros volando es entretenida y creativa, aunque inevitablemente despareja en cuanto a los remates de comicidad que muchas veces se pierden en el homenaje o la intención y otras aciertan en el blanco, como por ejemplo la secuencia con el payador ultranacionalista y sus rimas que no riman. Cabe destacar que Capusotto esta vez aparece en un escalón por debajo de las expectativas (quizá el personaje de José no le ayuda) confirmando que se desenvuelve mucho mejor cuando se apela a su versatilidad y espontaneidad, que aquí brillan por su ausencia.
Marco Bellocchio conjuga magistralmente drama, lirismo y una excelente dirección de actores en un relato que expone sin especulaciones la figura del controvertido Benito Mussolini, desnuda las capas invisibles que ocultan el poder y rinde un justo tributo a la lucha emblemática de Ida Dalser, interpretada magníficamente por Giovanna Mezzogiorno en un papel memorable.-
El director de La caída se consolida con este notable duelo entre Liam Neeson y James Nesbitt en un relato autoconsciente que suma suspenso y adrenalina y se contagia de la claustrofobia externa en clara contraposición con la transformación psicológica de los personajes; un film en constante coqueteo con la idea de venganza, redención y perdón.-
Una segunda parte a la altura de la primera con la misma eficacia en cuanto a lo narrativo, aunque con menos carga de tensión que su antecesora pero que nunca pierde el rumbo del policial para seguir desandando los vericuetos de una conspiración intrincada y apuntalar el crecimiento de su protagonista Lisbeth Salander, que deja plantada la semilla para una resolución interesante en la tercera y última parte.-
Aquello que la trilogía Matrix apenas alcanzaba a esbozar en un guión dotado de fisuras y baches narrativos, que terminaron dilapidándose en un conjunto de buenas ideas sin sustancia, encuentran por fin en El Origen un camino adecuado para desarrollarse gracias al talento y la inteligencia de Nolan; aumentan en nivel de complejidad al subir la apuesta sobre las posibilidades de crear un producto que atienda a todos los públicos posibles, desde los más complacientes que buscan el mero entretenimiento hasta los más críticos que pretenden profundidad y riesgo. Las capas narrativas manejadas desde un guión meticuloso por donde pasan ideas de la física cuántica en relación a la percepción de la realidad de acuerdo al punto de vista; elementos básicos de la filosofía como el concepto de libre albedrio o libertad, por no sumarle el de relatividad del tiempo, la realidad virtual, el sueño y la vigilia en sus aspectos psicoanalíticos, cognitivos y subjetivos y la introducción de la idea de memoria como un obstáculo, entre otras cosas constituyen un punto de partida –hay otros posibles de acuerdo al nivel de lectura que se busque- lo suficientemente atractivo para que uno no despegue los ojos de la pantalla. Pero como si faltara algo a la propuesta también en El Origen se puede apreciar la conjunción de acción, suspenso, thriller corporativo, drama existencial y película de atraco perfecto en un combo que nunca decae y asume con ingenio, creatividad, grandes actuaciones de Di Caprio y compañía, audacia, las ambiciones que se propone desde el inicio sin traicionar la inteligencia de un espectador exigente.
Maléfico pero tierno Sin llegar a los niveles de calidad y contenido de Pixar pero muy cerca de los cánones de los últimos productos de la factoría Dreamworks, Mi villano favorito, primer proyecto de animación digital de la Universal Studios junto a Ilumination Enterteinment, cumple con los requisitos mínimos para ser considerado un buen producto. En primer lugar tener como protagonista a un villano, mezcla entre El Pingüino y Gargamel (el malo de la serie los pitufos), supone algo diferente frente al panorama de personajes cooptado por animales o héroes que últimamente saturaron la pantalla de la animación. Ese es el caso de Gru (voz de Steve Carell), quien se unió a las fuerzas del mal por resentimiento hacia su madre (voz de Julie Andrews) que nunca lo tuvo presente desde su más temprana infancia. Sin embargo, Gru planifica dar su gran golpe a fin de llamar la atención no sólo de su indiferente madre sino del mundo entero para convertirse en el villano número uno. Ese puesto se lo ha quitado otro despiadado más joven que se hace llamar Vector (voz de Jason Segel) y que acaba de robarse nada menos que la pirámide de Giza. La única debilidad de Vector son las galletitas que un grupo de niños huérfanos venden para poder mantenerse en un orfanato hasta que algún alma caritativa los adopte. Ese es el nexo que los unirá más adelante con su nuevo adoptante Gru, cuyas intenciones están lejos de la caridad y muy cerca de su propio beneficio al utilizarlos en un futuro como anzuelo para llegar a la guarida de Vector y así robarle un arma que le permite miniaturizar las cosas, como por ejemplo la luna. En una trama sencilla que se va contagiando de la empatía por el protagonista y que dosifica el humor con la reivindicación de los valores más esenciales como la solidaridad, el compañerismo, la familia, etc, los directores Pierre Coffin, Chris Renaud y Sergio Pablos demuestran habilidad a la hora de aplicar fórmulas y axiomas que nunca fallan. Por ejemplo la entrega de una interesante galería de buenos personajes secundarios, entre los que se destacan la mascota de Gru y sus colaboradores -parecidos a un desodorante con ojos- que se llevan las mejores escenas sin dudas. Otro punto favorable de este film lo constituye la elección del casting encabezado por el gran Steve Carell, que compone a un tierno villano con acento europeo parecido al de Gene Wilder en El joven Frankestein, o al Sigfrido del Superagente 86. Podría decirse que el Gru de Carell junto al Igor de Cusack (otra animación que juega con los mismos códigos que Mi villano...) pasan a encabezar el top de la lista de mejores personajes originales entregados por la animación digital de los últimos años. Mi villano favorito gratificará a niños y acompañantes por partes iguales por su buena variedad de personajes, humor, guiños cinéfilos, atmósferas burtonianas y demás elementos en un panorama de la animación en que el ogro verde de Dreamworks abandonó el trono hace tiempo y cayó en desgracia, mientras que el imperio Pixar seguirá sorprendiendo y demostrando su liderazgo por varios años más. Por eso Universal Studios a partir de ahora puede entrar en la carrera.
Más reblandecido que nunca, Adam Sandler vuelve a cargar las tintas con una comedia malograda donde quedan expuestas las carácterisicas de su estilo, que mezcla chistes tontos con algo de irreverencia y un elenco de comediantes amigos bastante desaprovechado. Salvo algunas esporádicas escenas con el protagonismo absoluto de Kevin James, quíen a la hora del humor fisico se lleva los aplausos, sumada alguna intervención inteligente de James Spader -otro de los amigos incondicionales de Sandler- el film nunca alcanza el vuelo esperado y rebosa de sentimentalismo y cursilería que se acentúan promediando el final.
Una trama mínima, intensa, que sabe dosificar los elementos característicos del género derivando del contagio y la enfermedad hacia la lucha por la supervivencia en un apocalipsis inminente. Portadores alcanza a cumplir las expectativas de los amantes de este tipo de propuestas para salir airosa superando a muchas producciones mediocres (la mayoria llega solo a dvd) que giran en torno a la temática zombie y se vienen reproduciendo desde hace varios años; aunque es justo aclarar que no aporta nada nuevo al género.
Contra viento y arena Tranquilamente podría haberse tratado de un film de Carlos Sorín que formara parte de sus Historias mínimas, pero en vez de tener como escenario geográfico a la fría Patagonia la acción se trasladase a la aridez y sequedad del Norte Argentino. Si bien al zambullirse en el relato uno puede encontrar puntos de contacto entre este realizador con Francis Estrada es justo reconocer ciertas características propias y un acentuado minimalismo que lo alejan del director de El perro. A fuerza de austeridad y con el movimiento justo de la cámara, para dejar que la travesía fluya y se convierta en el núcleo narrativo de esta historia, se puede destacar de esta propuesta la carencia absoluta de especulación emocional y la tentación de dejarse arrastrar por el dramatismo de lo que se está contando. Basado en un hecho real, el realizador Francis Estrada reconstruye ficcionalmente la travesía que debió realizar el propio Avelino para salvarle la vida a su pequeña hija al no contar con ningún hospital cercano a su rancho ubicado en la punta de un cerro en la localidad de Tetón, Catamarca. A partir de esta anécdota, Estrada plantea un cuadro de situación que hace blanco en un sector de la sociedad argentina -muy poco visitado por el cine- donde quedan expuestas la perversidad de un Estado ausente que solamente habla de federalismo y de igualdad de oportunidades con motivo de campañas políticas o discursos huecos para dejar contentos a miles de excluidos sociales que como Avelino habitan cada rincón de la República Argentina. Un film de neto corte naturalista donde la naturaleza presenta su faz más cruda y el paisaje se vuelve un verdadero obstáculo para llegar a destino. Una mirada profunda sobre la voluntad humana cuando las carencias de todo tipo se acumulan igual que la arena llevada por el viento.